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¿
stás familiarizado con la palabra «racismo»? Si no estás seguro qué es, comencemos con una definición. La manera más simple de explicar el racismo es la idea de que las personas con diferente color de piel, o las que son de otros países y hablan idiomas diferentes, no son tan buenas y merecen ser tratadas mal y de manera injusta. Esto no es algo bueno, ¿no te parece? No solo no es bueno, sino que
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está mal. Las leyes, las prácticas y las actitudes personales que apoyan el racismo están equivocadas. Una persona de piel blanca o tostada y cabellos rubios o castaños no es mejor que alguien de piel negra y cabellos rizados, o viceversa. Alguien que habla inglés no es mejor que alguien que habla alemán. Alguien que habla español con acento de España no es mejor que alguien que habla español con acento cubano. No hay un tipo de persona que sea mejor que otro.
El problema del racismo está presente en cada país del mundo. Es lo que sucede en un planeta lleno de pecado. Entonces, ¿qué podemos hacer nosotros? Jesús nos dio sabios consejos en lo que a menudo se refiere como el undécimo mandamiento: Juan 13:34. ¿Lo notaste? Jesús no dijo que tenemos que amar a los que tienen nuestro aspecto y hablan parecido, o que son de la misma religión. Dijo simplemente que nos amemos unos a otros. Tampoco Ilustración: Xuan Le