| ENTORNOS |
Mallard Affair
De niño esperaba el otoño porque con él llegaban los patos silvestres al valle mexicalense. Lo aprendí de mi padre y amigos cazadores que aguardaban con sus escopetas el frío para salir en busca de patos y gansos. La práctica cultural de la caza es tan antigua como la humanidad, pues sin ella no hubiese alcanzado el desarrollo que gozamos ahora como especie. Es parte de los genes humanos que en algunos de nosotros siguen vigentes.
Cazamos por tradición, deporte, pero también para comer sano. Este último propósito justifica plenamente a la caza moderna. La fauna silvestre elige su alimento bajo el proceso de selección natural. Los animales que criamos para comerlos, son alimentados para engorda y crecimiento rápido con hormonas y antibióticos nada saludables. Por lo tanto, el cazador come más saludable que aquellos que no lo son. Con una disculpa del ecológico lector por el título con “Estilo” de este artículo, confieso que he sostenido una relación culinaria de más de medio siglo con el pato de collar (Anas platyrhynchos), llamado en inglés “mallard”, de ahí el nombre del texto. De unas 15 especies de patos que nos visitan cada invierno éste esel favorito por hermoso y sabroso.
“En el “El ánade más popular en la ilustración universal, ya reside en nuestro Estado y es bienvenido en la mesa del cazador” ESCRÍBELE Alberto Tapia Landeros Investigador ambiental independiente. Cuéntale altapialanderos@gmail.com FOTOS alberto Tapia
Colonia Pólvora
2019
Además es uno de los más grandes. En mi segundo aire como escopetero, hemos podido confirmar que la especie ya reside y se reproduce en el delta del Río Colorado. Mi hermano Armando ha retratado parejas con sus crías en pleno verano cachanilla. No recuerdo el año que cacé mi primer mallard, pero conservo una foto de 1968 que aparece en esta plana, con una pareja de ellos. Y año con año cazamos algunos que ya no me molesto por practicar una nueva receta para cocinarlos, prefiero llevarlos a un excelente cocinero chino y gran amigo para que los prepare. Cuando menos en tres platillos distintos degustamos su pechugas, con el resto, los cocineros elaboran sopas para su consumo personal. El pato de collar comparte el hábitat cachanilla con otra especie residente de menor tamaño, la cerceta canela (Anas cyanoptera), que es la favorita en las mesas rurales mexicalenses, según hemos comprobado en encuestas. El resto de los patos invernales habitan grandes lagunas, como la Ciénaga de Santa Clara en Sonora, o humedales remanentes en el cauce del Colorado. Nosotros los cazamos en humedales de la Colonia Pólvora que son vestigios del delta original y buscamos para ellos algún esquema de conservación. Mi affair con el mallard continuará mientras pueda cargar una escopeta y saborear un platillo oriental.
Pareja
1968 | MARZO 2019 |
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