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Urnas y democracia

La recuperación de la democracia en América Latina se conformó progresivamente.

Las personas que participamos en este proceso o que fuimos testigos, o que tuvimos la edad suficiente para comprender esta época como un hecho político clave de la vida de nuestros países, ahora somos desplazados de manera progresiva por generaciones sin la vivencia directa y clara de esa transición.

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Ya las primeras elecciones están en el olvido de la memoria de nuestros pueblos, siendo reducidas a una fecha, a unos cuantos nombres y algunos resúmenes escritos de manera antojadiza.

Los años pasan y vuelven más difícil la comprensión de los cambios en los procesos electorales. Las democracias se han afianzado y las elecciones se han consolidado.

Más de cuatro décadas de democracia describen a grandes rasgos la evolución política latinoamericana, convirtiéndose en un fenómeno con una tendencia amplia.

Este debería ser el escenario predominante tras las décadas posteriores al retorno a la democracia, contemplándose las elecciones como única forma viable, sin garantías claro,para pretender avanzar hacia el futuro.

En el 2022 y 2023 los latinoamericanos acudieron y acudirán a las urnas para votar, en donde la mayoría dice pretender un - cambio -. Esto es lógico pues serán muy pocos o ningún candidato de partidos tradicionales, el que pasara a segunda vuelta.

En el continente la mayoría de los gobiernos son de izquierda, algunos pocos de centro y casi ninguno de derecha; los ciudadanos, a raíz de sus decepciones no le ha concedido su voto una vez más, y por el contrario el pueblo ha entregado su esperanza a la izquierda… pero ¿cuál será el desenlace de estos amores y rechazos?

Muchos creen que la izquierda no ha gobernado y que merece una oportunidad, para el caso específico de Guatemala, la historia es diferente, ya que contando desde el primer gobierno de la era democrática moderna iniciado con Vinicio Cerezo en 1986, han pasado por el poder nueve presidentes (sin tomar encuentra a dos presidentes suplentes para terminar período de gobierno) de los que el 55% - 5 presidentes – (Cerezo, Arzú, Berger, Portillo y Colom) han sido de corte izquierdista, aunque no radical.

Entre los años 2020 y 2022 más de doscientos millones de latinoamericanos acudieron a elegir un nuevo presidente.

En 2020 hubo nuevas elecciones en Bolivia; en 2021 se votó en cinco países: Chile, Ecuador, Honduras, Nicaragua y Perú.

En 2022 se celebraron elecciones en Costa Rica y Colombia. En 2023 habrá elecciones presidenciales en Paraguay, Guatemala y Argentina. En más del 70% de las elecciones ya realizadas los ciudadanos votaron por un cambio, siendo derrotado el partido oficial.

¿Será qué realmente se requiere un cambio de derecha a izquierda, o de democracia a totalitarismo? o simplemente se necesita del fortalecimiento de las instituciones que deben ser pilares de la democracia participativa, los derechos básicos de la población: los derechos civiles y políticos.

El respeto del imperio de la ley, a la libertad de tránsito, a la libertad de expresión, a la libertad de prensa.

La aspiración de un – cambio – no debe ser una sorpresa, ya que, entre los países de Latinoamérica, según el índice deDesigualdad en la distribución de ingresos basado en el coeficiente Gini en América Latina y el Caribe en 2021, por país –18 naciones del continente se encuentran entre 40,0 y 54,2 encabezado por Colombia y en donde Guatemala ocupa la posición 6 después de Costa Rica y Brasil, seguida por Honduras.

América Latina tiene altos niveles de pobreza; la región es una de las más violentas del mundo; además de los escándalos de corrupción. En 2019, el

30,8% de la población estaba por debajo de la línea de pobreza y 11,5% vivía en pobreza extrema, la región apenas alberga a 9 % de la población mundial, pero se le acredita el 34% del total de muertes violentas; los casos de corrupción abundan: los “Cuadernos de Coimas” en Argentina, el “Lava Jato” en Brasil, “La Línea” en Guatemala y las Casas “Blanca” y “Gris” en México, y así muchos más.

Con todo esto, no es sorpresa alguna que el oficialismo sea derrotado en el continente.

Entonces el desafío para los ciudadanos latinoamericanos, en especial para aquellos cuyos países están próximos a elecciones presidenciales, no estriba simplemente en votar por nuevas alternativas, más bien es votar por la mucha o poca certeza, pero por algún grado de certeza, de que las expectativas de este ciudadano y que son depositadas en las urnas sean cumplidas en su mayor grado posible.

Al momento de elegir es importante estudiar y analizar las acciones y los resultado propuesto por los aspirantes a gobernantes, cuyos resultados concretos deben estar claramente plasmados sobre las principales necesidades como: empleo, pobreza, canasta básica, seguridad, salud, seguridad social y educación; considerando claro está que estos resultados deben dar sus frutos a la mayor brevedad, pues según el calendario político debemos de restar el año de acoplamiento y el año final que es dedicado a la campaña política y a cierre de la administración política.

Esto es de suma importancia para los nuevos gobiernos en toda la región. De lo contrario, la desilusión crece y puede hacer creer que el cambio necesario apunta a regímenes totalitarios debiéndose dejar por un lado a nuestra precaria democracia y así – a lo mejor sin desearlo o sin estar conscientes – contribuir a que se desmantele la estructura democrática; no se debe permitir que los sistemas democráticos que tanto han costado se pongan en juego y la mejor forma de protegerla es por parte de los políticos: escuchar y cumplirle al electorado; por parte del electorado es acudir masivamente a emitir su voto.

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