Alejandra Álvarez – Tatiana Hernández
Cuál es el camino del espacio público en las ciudades Latinoamericanas: ¿La formalización de la informalidad o el repensar el espacio urbano desde las dinámicas de lo informal?
“No hay tejido alguno que no se encuentre en transición hacia otro estado: unos se deterioran, otro se recuperan, unos se destruyen para dar paso a nuevas edificaciones, otros se consolidan. ¿Es esto reflejo de una dinámica extraordinaria? ¿Es simple inestabilidad? Una ciudad europea frente a una ciudad latinoamericana parece haberse detenido en el tiempo. ¿De dónde surge ese impulso transformador en sociedades cuya dinámica es más bien una respuesta por inercia a los empujones que le suministran periódicamente las potencias mundiales, los fondos monetarios y los bancos mundiales?”
Arquitectura y urbanismo modernos: Ciudad informal y la construcción del hábitat popular
Una calle, un andén, un paramento; espacios que se conforman como vacíos en la ciudad, como excavaciones en la densa masa urbana. Los carros pasan, los buses pitan, los peatones buscan ese espacio público que les fue negado hace ya tanto tiempo. En su lugar, bancas y más bancas invaden los andenes, en un intento por materializar la idea aparentemente genérica de congregación e igualdad. Sin embargo, tras mirar un poco más en profundidad, más allá de las bancas, los bolardos y los postes de luz, surge una nueva ciudad, una ciudad polifacética, cambiante, rebosante de significados que surgen de la cotidianidad. Una ciudad compuesta de fragmentos, de relatos separados, que juntos dan cuenta de lo que representa la ciudad latinoamericana. En Bogotá el espacio público y la apropiación que se le da por parte de los ciudadanos, en muchos casos, se aleja de lo que aparentemente es su uso propuesto. En San Victorino, por ejemplo, un vendedor ambulante pone su mantel en el suelo y organiza su mercancía: “bufandas de lana tejidas a mano”. Sus dos hijos, de 6 y 4 años al parecer, juegan con las bolsas de plástico negras que usan para transportar todos los días las prendas no vendidas durante el día. Las personas se mueven frenéticamente entre coloridas sombrillas ambulantes, roperos, manteles, hornos, fritadores, puestos de jugos, una gran escultura incluso, para abrirse paso entre la multitud. El andén se vuelve la extensión de muchos locales comerciales, de donde salen cualquier cantidad de artículos de todos los colores, olores y sabores. En un contexto urbano diverso, aparece de nuevo la sombrilla ambulante como ese elemento que desafía los estándares formales establecidos, como ese elemento que es capaz de potencializar la actividad a su alrededor. En este caso, 1
los locales de San Victorino son reemplazados por grandes restaurantes y centros comerciales, que se organizan sobre una calle peatonal. Aparecen nuevos personajes disfrazados, con instrumentos, con volantes, quienes buscan en el espacio público un escenario donde actuar.
San Victorino 2013, imagen tomada de dontstopbogota.blogspot.com
Los graffitis, incluso, hacen parte marginal de este escenario urbano abierto a todos los ciudadanos. Los avances en la infraestructura de la ciudad dejan a su paso paredes virginales, tentando constantemente al arte callejero, sinónimo colectivo de rebeldía e insurgencia, a intervenir en ese espacio de nadie. Los que no se dedican a pintar en las paredes, encuentran en las bancas genéricas, antes cuestionadas, el reto perfecto para superar con sus patinetas y bicicletas. Se podría decir entonces que el espacio público trasciende los límites que le han sido impuestos con la banalización y la simplificación del término en la ciudad. Se identifica el espacio público por políticos, técnicos y comerciantes, como aquel espacio al que se puede acceder sin ninguna restricción y donde, en teoría, se pueden expresar libremente los ciudadanos. Sin embargo, al minimizar la construcción del espacio urbano a una serie de requisitos legales, se olvida su calidad urbana y su valor cultural como integrador social. Aunque el dominio europeo haya alcanzado regular las ciudades Latinoamericanas bajo sus trazados y normativas de conquista y colonia, el hecho de no tener las mismas costumbres ni tradiciones, convirtió a América Latina, en un continente cuyas características físicas pudieron ser similares a las españolas y portuguesas, más sin embargo, la cultura las transformó un caos medianamente controlado el cual ha caracterizado el territorio latino desde sus inicios hasta la actualidad. El orden, la limpieza y el buen funcionamiento de los servicios es algo que caracteriza a las ciudades del primer mundo, y por ende, son características que los países latinoamericanos están en constante búsqueda, debido a la noción eurocentrista y recientemente nor-americanizada sobre las cuales se ha basado nuestra idea de progreso y sociedad. Por más que en América Latina, el ideal de ciudad sea la de una ciudad europea, con andenes amplios, parques públicos y comercio en las calles, es 2
probable que por las condiciones culturales de los países del territorio, las necesidades de los individuos no encuentren una respuesta adecuada en estos prototipos que se han intentado importar a la ciudad. Cada cultura y cada idiosincrasia debe responder con sus propias herramientas a sus asuntos, ya que es probable que las soluciones que se han dado en el espacio público en otros países, no sean las adecuadas para las ciudades latinoamericanas. De este modo, debe replantearse, si las respuestas esporádicas y en algunos casos informales, son más adecuadas y capaces de satisfacer las exigencias de los latinoamericanos. Como primera medida, el crecimiento desmesurado de las ciudades latinoamericanas, ha desdibujado los límites físicos que delimitan el área urbana, producto de la migración a las capitales. La rápida apropiación del espacio libre, en las áreas urbanas, ha conllevado a la creación de nuevos “barrios” y extensas urbanizaciones, que debido a su formación espontánea carecen en muchos casos de planeación, lo que se ve reflejado en el acceso limitado a los servicios públicos. Esta es una característica inherente a cualquier metrópoli latinoamericana contemporánea. Aun cuando el crecimiento se da de forma espontánea, las ciudades han aprendido a crecer de este modo, lo cual significa que, si bien hay conciencia del problema, se convive con él y adquiere un lugar dentro de las dinámicas de la ciudad. Como se ve en la siguiente imagen, la expansión de la mancha urbana nunca para, los elementos naturales son consumidos y agotados tras la construcción de ciudad. Los elementos que solían constituir la ciudad, se alteran: la calle desaparece, el andén se convierte en el espacio residual entre una vivienda y otra, el tejido adquiere la forma de la topografía y la configuración que resulta, no es más que miles de casas una al lado de la otra, intentando mantenerse de pie mientras otras muchas se conforman con el paso de los años a su alrededor.
Comunas de Medellín. El crecimiento informal de la mancha urbana. Imagen tomada de: http://itshumannature.blogspot.com
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Sin estos procesos incontrolados de expansión masiva, las ciudades latinoamericanas perderían sus cualidades que las convierten en lugares diversos, esporádicos y dispuestos a albergar cualquier tipo de actividad que las represente. Las dinámicas que propician el desarrollo del crecimiento urbano informal, sirven igualmente para explicar la apropiación informal del espacio público. Podría pensarse entonces, que las soluciones informales surgen como una respuesta a la necesidad inmediata, al Estado no estar en la capacidad de suplir ciertas carencias, por lo cual está en manos de los ciudadanos el salir adelante por sus propios medios. En primera instancia, las condiciones de pobreza y desempleo llevan a que se pasen por alto las normas con tal de sobrevivir. Esto lleva además a revisar la naturaleza estática de esas normas y su falta de previsión y capacidad de cambio frente a la naturaleza en constante transformación de las ciudades latinoamericanas. Estos factores sirven de evidencia, para explicar el intento fallido por parte de los mandatarios y urbanistas por mejorar las condiciones urbanas, teniendo en cuenta solamente temas de eficiencia, de indicadores previamente establecidos, de asuntos de presupuesto. Muchos lo llaman recursividad, otros astucia, pero al final terminan siendo todos aquellos procesos que se llevan a cabo sin ningún plan, ningún estudio y bajo ninguna ley. La informalidad es común en los países latinos y es, de algún modo, la única solución que se le puede dar a la carencia de respuestas adecuadas a los habitantes. En cuanto a la calle y al espacio público, las ciudades latinoamericanas carecen de espacios caracterizados que propicien la apropiación de los lugares. Podría pensarse entonces, ¿es mala la informalidad?, ¿afecta de manera negativa a la ciudad, o más bien le da unas características únicas y especiales?
Vendedores ambulantes, sombrillas ambulantes. Imagen tomada de: http://www.vanguardia.com/santander/ bucaramanga/183421-vendedoresambulantes-tendran-en-oferta-mas-demil-doscientos-empleos
Es probable encontrar aspectos positivos y negativos frente a estos interrogantes, pues la informalidad no debe ser la única respuesta, sino que ésta debe actuar acompañada de lo formal. Esto quiere decir, que aunque la ciudad no le de espacios adecuados a los habitantes para vivir el espacio público, el 4
comercio informal, por ejemplo, en la ciudad de Bogotá, surge como una respuesta adecuada a la necesidad de los peatones en las calles. En estas llamadas sombrillas ambulantes, dónde es posible conseguir desde un cigarrillo, hasta un minuto de celular, se genera un nodo de actividad, en donde los peatones encuentran un lugar donde permanecer unos instantes, e incluso hablar con otras personas. Es aquí donde se suplen aquellas necesidades que los primeros pisos de las construcciones son incapaces de satisfacer. Un intento que hubo en la ciudad, de formalizar aquel comercio típico de la capital, fue la implementación de los llamados hongos comerciales, los cuales cumplían la misma función de una sombrilla, albergar paquetes, bebidas, cigarrillos, dulces y demás, con la diferencia de ser elementos fijos y pertenecientes al distrito, aparentemente legales. Aunque teóricamente, la función era la misma, al parecer, ésta preocupación por organizar este tipo de comercio no respondía a las necesidades de los vendedores. A todos los hongos les fueron agregadas bancas, carros de mercado e incluso las famosas sombrillas, lo que quiere decir que es el reto de la adaptación de las dinámicas informales está aún inalcanzado, pues se necesita comprender previamente, por medio de qué elementos puede constituirse la adecuada apropiación del espacio público.
Kiosko o hongo comercial. Imagen tomada de: GoogleStreetview
Sin embargo, enfocándose en esta bien intencionada labor de dotar a la ciudad con puntos específicos de comercio medianamente legal, es dónde se hace evidente el entendimiento que se ha generado, de articular la legalidad con la ilegalidad. Probablemente la solución está es en controlar dicha espontaneidad y vincularla a la planeación, propiciando que los mismos ciudadanos, (ya sean vendedores o compradores) se encarguen de apropiarse del espacio público adecuadamente y que las actividades resultantes nutran la ciudad de vida urbana. Así pues, la respuesta no es dictar funciones específicas sobre los espacios de encuentro, sino permitir el evento espontáneo de manera ordenada. La 5
informalidad puede verse como la respuesta genuina por parte de los ciudadanos ante una necesidad previamente no contemplada dentro de la planeación de la ciudad. En muchos casos, la apropiación del espacio público se ve afectada por la prelación de lo privado sobre lo público. Mientras se siga planeando y proyectando la ciudad desde el ámbito privado, la comprensión de la complejidad de la ciudad se verá reducida a espacios residuales que no construyen ciudad ni vida urbana. Las entidades administrativas optan por beneficiar los bienes privados, lo cual se ve reflejado en el mantenimiento de las vías, pues aunque los andenes y las calles se encuentren en mal estado, se prefiere reparar una vía vehicular, antes que un paso para el peatón. La lucha diaria que deben realizar los transeúntes en búsqueda de un espacio en buenas condiciones para caminar, está obstaculizada igualmente por los vendedores ambulantes, quienes se sitúan en zonas estratégicas o en intersecciones de alto tráfico. Ocurre incluso, que en la actualidad se opta por tomar los centros comerciales como espacio público, lo cual aleja a los ciudadanos del paisaje urbano. Lo que se debe hacer es establecer una serie de relaciones, de composiciones, de complementariedades, de subdivisiones entre lo público y lo privado con el fin de percibir la relación sistémica de lo que es realmente la espacialidad urbana. El panorama, sin embargo, no es del todo desesperanzador. Aun cuando representa un reto el proyectar espacio público que tenga en cuenta las dinámicas de la informalidad y permita una apropiación espontánea y auténtica, existen casos en Colombia que evidencian la buena articulación entre lo formal y lo informal. No se trata de permitir el caos y el desorden, sino de propiciar encuentros que evidencien la cotidianidad.
Parque de los Deseos, Medellín. Imagen propia
Por ejemplo, el Parque de los Deseos en Medellín, es un espacio público que a través del manejo de niveles, planos inclinados y elementos de mobiliario muy sencillos, permite que el evento espontáneo tenga lugar al interior de la ciudad. La plaza se extiende entre el Planetario y la Casa de la Música, edificios 6
que se enfrentan para conformar el vacío. El agua articula, refresca, permite que los niños jueguen y disfruten del clima. Hay quienes escogen sentarse en el piso inclinado a mirar; otros que prefieren las comodidades de las sillas, para cuidar a los niños mientras juegan en la arena. Hay incluso mesas, en donde se puede ver desde un partido de ajedrez hasta una familia entera comiendo pollo frito de almuerzo. En un espacio con estas características es donde se puede ver realmente la diversidad y el poder de congregación que tiene el espacio público cuando entiende las lógicas profundas del comportamiento humano. No se trata entonces, de proponer espacios vacíos y genéricos que permitan que pase cualquier cosa, ni saturar el espacio público con elementos simbólicos que busquen materializar una idea colectiva de identidad latinoamericana. Se trata de proponer elementos que den cuenta de un lugar y que paradójicamente permitan el caos de manera organizada, que incluyan la cotidianidad como formalización de lo informal. Si bien la acción sobre el espacio público se puede pensar desde la planeación y la intervención del distrito, también se puede pensar desde acciones puntuales producto de la iniciativa de los mismos ciudadanos. Se podría decir incluso que esta iniciativa viene de las mismas dinámicas de lo informal, de la determinación latinoamericana de cambiar el entorno para responder a las necesidades que surgen en el día a día. Estas acciones no necesariamente deben ser masivas ni monumentales, sino que pueden ser acciones tan simples como envolver bolardos con plástico y convertirlos en materas. Ésto, además de transformar el área de un andén específico, se convierte en una crítica a las decisiones que toma la ciudad.
Bolarbolitos. Imagen tomada de: http://cuyabracadabra.wordpress.com/bolarbolitos/
La informalidad es una realidad inherente a las ciudades latinoamericanas, lo cual se evidencia, tanto en el crecimiento de las ciudades como en la apropiación del espacio público. Esto resulta en la lucha constante entre los ciudadanos por reclamar el espacio público que les pertenece pero que la ciudad 7
no es capaz de suplir. En un intento por abrirse paso en ciudades en donde la idea de progreso europea ha cegado el desarrollo local, la informalidad como expresión de una sociedad con necesidades cambiantes, ha sido capaz de responder de manera más efectiva al día a día de los ciudadanos. Sin embargo, la respuesta no está en hacer un espacio público dictado por la informalidad, sino en el entender el mutuo beneficio que pueden brindarse el orden y la espontaneidad, acompañado de la recursividad, la conveniencia y lo cotidiano. Las ciudades latinoamericanas, por su desarrollo, producto de influencias externas, están compuestas por factores complejos que dificultan la igualdad social. Es a través del espacio público que se propician encuentros capaces de diluir los límites entre una sociedad elitista e individualista y una marginada. Es entonces urgente, hacer del espacio público una prioridad y no un producto de acciones facilistas para cumplir con requisitos normativos.
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