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Memoria del cuerpo
MEMORIA DEL CUERPO
Mis manos preguntan por ti y no sé qué responderles. Parece que hubieran quedado prendidas a aquella cama donde, quinceañeros, descubríamos los misterios del tacto, el deleite de las formas de la carne y la dicha de ser flexibles.
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Todo lo que recuerda mi boca pertenece a la tuya: esa savia espesa que de ella escurría, la lengua que más de una vez generó palabras dulces para mí, tus dientes caníbales y todo que me hacías con ellos.
Mis dedos soban mi cuerpo, lo auscultan, lo sopesan reconociéndolo desnudo, pretendiendo que eres tú el dueño de esas pericias: mi dueño al fin.
En mi corazón al rojo vivo sigue sonando, como un eco inextinguible, tu nombre.
Lo sé: he entrado a la sombra del zodiaco, y bajo su ley implacable estoy sufriendo las trampas que su mano sabe urdir.
Ah, quisiera que me vieras ahora con mis ojos en los quedó grabada tu imagen suspirando, preguntándome: ¿a dónde va el amor púber si no es a la separación?