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Baladí o nuestros primeros días de romance
BALADÍ O NUESTROS PRIMEROS DÍAS DE ROMANCE
Recuerdo muy bien aquello: pensar en ti con ese velo de hormonas que disimulaba tus torpezas haciéndome revolotear entre paredes.
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Esperar a que tocaras a mi puerta como un niño espera el premio piadoso de una golosina; y apretarte al recibirte queriendo exprimir, del olor de tu ropa a limpio y a colonia, hasta mi último suspiro.
Sonrisas a la menor excusa. Brindar porque sí. O ver juntos comedias estúpidas, yo recostado en tus piernas, comiendo pizza hasta que nos doliera el estómago. Canciones de sopranos para caramelizar esas tempranas noches y apretar tu mano para llamarte la atención a alguna frase que se asemejara a mi gozo. Pensar que la vida sería buena sin pensar en nada más.
Y esperar a que afuera hiciera buen clima para que a tu regreso a casa ni viento ni lluvia pudieran desalojar mis besos que se aferraban todavía a ti para no resbalar desmayados, ya por pudor, ya de impudicia.