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Venéreo
VÉNEREO
Cuando tus pies alrededor de mi cuello trenzan mis triunfos y entro así en ti, presionando de improviso para el espasmo, estoy ya obnubilado por la locura del planeta que nos hechizó: ese rútilo azul de la tarde que señala la visita a la cama de la fornicación. Intercambiamos salivas; y te muerdo más. Despojo tu aliento, y ya estás preparado para recibirlo todo.
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Minutos más contigo, sopeso precio al fumar. Y sé: el amor es bueno porque es libre, aun cuando sea suma de soledades.
Ruego entonces desconocer la comezón de extrañarte sin ir a buscarte a los prostíbulos. Que un rubor no me acuse la falibilidad del comercio.
Otro día: igual animosidad. Echo una moneda al aire. Cae de nueva cuenta al abismo que gusta de llamarnos por nombre. Ese espanto gozoso. Ese imperativo de abandonar mis efusiones en alguien. Luminiscencia luciferina.