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Retrato a lápiz
RETRATO A LÁPIZ
El hombre que amo tiene la cara como un sol de vez en cuando atravesado por la nube de un pensamiento: ¿Qué será de sí cuando no pueda agasajarlo con mis labios, con mi palabra tendida sobre su cuerpo como una red insalvable?
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No hay dos como él. Sus miembros, su torso son los de un espécimen ejemplar. Es fuerte como bien me gusta y me hace montarlo para correr con celeridad las horas inquietas de la noche, venciendo tormenta y oscuridad con nuestro fuego: mi heroico corcel hasta el amanecer.
Huele a trabajo. Y a veces a ron: los días de fiesta en que nos amamos mejor y me emborrachan su saliva y nuestras sonrisas que sólo paran para besar.
El hombre que amo tiene ojos sinceros. En ellos siento caer más allá del amor y más adentro de su carne. Hasta la unidad.
Su desnudez es regalo de dioses, manjar inagotable. ¿Qué será de mí cuando ya no pueda enamorarlo con mis versos?