D ’ A L B A D U C A I L
LXVIII
TEMPORADA
IL DUCA D’ALBA Gaetano Donizetti (Bérgamo, 1797 - 1848) y Matteo Salvi (Sedrina, 1816 - Rieti, 1887)
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La tarde del sábado 5 de junio de 1568, en la plaza mayor de Bruselas, que rodearon tres mil soldados españoles, los condes de Egmont y Hornes fueron decapitados por alta traición. Alba, que observó los terribles acontecimientos desde la ventana del palacio del gobernador, sufrió una gran impresión. Según un testigo, derramó lágrimas “grandes como guisantes”. El informe oficial que el duque envió a su rey era seco y traslucía tensión: “El castigo se hizo como VM verá por los despachos que van con ésta. VM queda hoy señor de estos estados.” […] Estas muertes conmovieron a la opinión pública de toda Europa. Desde la decapitación de Tomás Moro en Inglaterra, una generación antes, no había suscitado una ejecución de Estado una condena tan universal y unánime. El embajador de Felipe en Viena no pudo dejar de comunicar a su señor la reacción completamente negativa de Alemania, donde los príncipes protestantes difundieron el rumor de que España se estaba preparando para invadir el Imperio. […] No hay duda de que Felipe consideraba a Egmont responsable de gran parte del problema de Flandes. La decisión ejecutiva, sin embargo, correspondía exclusivamente a Alba, incluso aunque (según algunos) se mostrara remiso a autorizar la ejecución. Felipe expresó formalmente su pesar a Alba. “Me ha pesado en gran manera de que las culpas de los condes fuesen tan graves que hayan merescido por ellas la justicia que se ejecutó.” El Gran Duque de Alba. Henry Kamen.
No obstante, antes de abandonar Bruselas, Alba tenía que ocuparse de sus valiosos prisioneros. En los días 1 y 2 de junio, ejecutó a los líderes de la invasión capturados pocas semanas antes: pero ¿y el resto? El Consejo de Trublas había sacado a la luz pruebas contundentes contra los condes de Hornes y Egmont. Varios prisioneros afirmaron que Hornes les había animado a oponerse a Margarita y permitido a los calvinistas profesar abiertamente su culto, dejándoles incluso construir dos “templos”. Egmont afirmó en su propio testimonio que Hornes y su hermano Montigny habían obtenido promesas de ayuda militar y financiera de sus parientes franceses. Egmont testificó temeroso: él también había flaqueado en su apoyo a Margarita y realizado concesiones a los calvinistas de Flandes. Las invasiones de 1568 le colocaban en la peor de las situaciones: por un lado, la decisión de los colaboradores más cercanos de Egmont de levantarse en armas desacreditaba su afirmación de que la “oposición” siempre había sido leal; por otro, Alba no se atrevía a dejar tras él al vencedor de Gravelinas, el único noble flamenco capaz de liderar un ejército. Así pues, el verdugo decapitó tanto a Egmont como a Hornes en la Plaza Mayor de Bruselas el 5 de junio de 1568, una medida que sin duda también había contado con la previa aprobación del rey, porque, en su respuesta al informe de Alba, Felipe manifestaba que “el castigo que se ha hecho ha sido tan acertado como lo va mostrando el suceso”. Continuaba: “cierto que a mí me ha pesado en gran manera de que las culpas de los condes fuesen tan graves que hayan merecido por ellas la justicia que se ejecutó en sus personas; mas pues se hizo con tanto fundamento y justificación, no hay que decir sino encomendarlos a Dios”. Felipe II. Geoffrey Parker.
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Retrato de Felipe II. Sofonisba Anguissola (1565-1573). Museo Nacional del Prado de Madrid.
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Otro de los grandes pintores flamencos de esta época, el natural de Breda, Willen de Key (ca. 1515-1568), retrató igualmente al duque de Alba ya a finales de la década de 1560, momento en que era gobernador en los Países Bajos. El ejemplar conservado en Liria, datable en 1568, posee los caracteres típicos de las galerías de retratos de este período: formato no muy grande, importancia de la inscripción y, sobre todo, presentación del personaje en un potente primer plano que acentúa y refuerza los rasgos de su rostro. La armadura, la medalla del Toisón, la banda de general y el bastón de mando, todos ellos igualmente muy destacados, se han convertido ya, por su carácter repetitivo, en atributos prácticamente emblemáticos del personaje, como sucede en tantos grabados y esculturas. Esta pintura también la compró el duque Carlos Miguel y fue mencionada por Van Mander en sus biografías de pintores flamencos de 1604. La pinacoteca del palacio de Liria: tres siglos de coleccionismo aristocrático. Fernando Checa Cremades. El Palacio de Liria.
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Fernando Álvarez de Toledo, III duque de Alba. Willem de Key, siglo XVI. Palacio de Líria de Madrid.
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Le Duc d’Albe fue la primera de las cuatro óperas de Donizetti escritas para la Ópera de París, pero la última en ver la luz. […] El contrato inicial entre el compositor y la Ópera se firmó el 16 de agosto de 1838; a partir de esa fecha, aunque de forma intermitente, el compositor estuvo trabajando en la partitura. Un cambio de dirección en la Académie Royal de Musique fue lo que arruinó el estreno de Le Duc d’Albe. El nuevo e impulsivo director Léon Pillet llegó; y con él su amante, la inflexible Rosine Stoltz, que se convirtió en primadonna assoluta. La Stoltz tenía un problema: Donizetti estaba escribiendo Le Duc d’Albe para una soprano lírica, y sólo había una disponible, su odiosa rival Julie Dorus-Gras, así que la obra se convirtió en maldita, ¡no comenzaría su reinado con el estreno de una ópera para su rival! Por ello, eligió en su lugar La Favorita, uno de los mayores éxitos de los escenarios parisinos hasta fin de siglo, y posteriormente, el papel estelar de Zayda en Dom Sébastien, roi de Portugal de 1843. Mientras, la Dorus-Gras tuvo que contentarse con la Pauline de Les Martyrs. Y así la partitura incompleta de Le Duc d’Albe quedó olvidada en el escritorio del compositor hasta su muerte. The «hache sanglante» of the Duke of Alba. Alexander Weatherson Donizetti Society, nº 102, Octubre 2007.