N A B U C C O
LXVIII
TEMPORADA
N A B U C C O Giuseppe Verdi (Le Roncole-Busseto, 1813-Milรกn, 1901)
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identidad nacional italiana significaría empobrecer sus valores más universales. La grandeza de Va, pensiero (una grandeza que podríamos extender al arte verdiano en general) consiste en proporcionar un inmenso paraguas bajo el que todos tienen la sensación por un momento de tener una única voz, de pertenecer a una misma comunidad: ser, en definitiva, una colectividad.
La grandeza de Va, pensiero consiste en proporcionar un inmenso paraguas bajo el que todos tienen la sensación por un momento de tener una única voz, de pertenecer a una misma comunidad La propia escritura musical del coro secunda este sentimiento. Si en los corales de Bach la armonización a cuatro voces encarna el sentido comunitario, la pertenencia a un orden, aquí en cambio un resultado análogo se consigue empleando las voces en un unísono casi constante. Hay algo impalpable pero cálidamente persuasor en Va, pensiero que te invita a sumarte, a participar, a cantar tú también. Este impulso es captado a la perfección en Tosca’s Kiss, la película de Daniel Schmid sobre Casa Verdi, la residencia que el compositor hizo construir para músicos y cantantes retirados que carecían de medios de subsistencia. En la escena en la que los residentes de Casa Verdi cantan juntos Va, pensiero, se hace palpable el sentido de liturgia colectiva implícito en los compases de este coro. El teatro verdiano no busca consolar al espectador, sino ampararlo y fortalecerlo, infundiéndole un sentir común que sería muy limitativo reducir a instancias políticas o nacionalistas. Tal vez la definición más acertada sobre Verdi y su música la diera el poeta Gabriele D’Annunzio cuando escribió de él: “Lloró y amó por todos”.
He intentado explicar el significado que para un italiano tiene una pieza como Va, pensiero, las sensaciones y valores –no sólo musicales- que su audición despierta, en muchos casos de forma inconsciente. Sin embargo, el interés de Nabucco no se limita a Va, pensiero y su papel dentro de la producción y la biografía verdiana es primordial por razones tanto musicales como circunstanciales. “Con esta ópera puede decirse que empezó mi carrera artística”, reconocía el propio compositor como si los dos títulos anteriores –Oberto y Un giorno di regno- representasen una simple toma de contacto con el género melodramático desprovista de acentos personales. Nabucco es la ópera en la que Verdi es por primera vez Verdi.
Sin el éxito de Nabucco, es posible que Verdi hubiese abandonado la composición y hubiese regresado a su pueblo para emprender una anónima carrera de músico de provincia Sin el éxito de Nabucco, es posible que Verdi hubiese abandonado la composición y hubiese regresado a su pueblo para emprender una anónima carrera de músico de provincia. El sonado fracaso de Un giorno di regno, la muerte de su mujer y sus hijos, la soledad, la dureza del ambiente milanés… todos los elementos parecían conjurar contra él. Nabucco salvó a Verdi del desaliento absoluto y le hizo consciente de sus capacidades. Pero es en el apartado musical donde Nabucco ofrece más pistas sobre el Verdi venidero. Se me ocurre una por encima de todas. El dúo “Donna, chi sei?” entre Nabucco y Abigaille, en la Primera Escena de la Tercera Parte, es el punto de partida de una excepcional galería de enfrentamientos entre soprano y barítono caracterizados por la ambivalente oscilación entre violencia y ternura (siempre me ha parecido Verdi más persuasivo y profundo en los dúos para soprano y barítono que en los dúos para soprano y tenor).
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Si Nabucco es un título que no suele representarse con mucha frecuencia, ello se debe en parte a que el papel de Abigaille está al alcance de pocas sopranos. Una ambición y un odio desmedido dotan a este personaje de carácter monolítico, expresado en una escritura vocal vehemente de soprano dramática de agilidad. Para ella concibe Verdi una de las páginas más fuertes de Nabucco al comienzo de la Segunda Parte. La escena se abre con un intenso y vigoroso recitativo (“Ben Una ambición y un io t’invenni”) tras descubrir Abigaille que ella no es la odio desmedido primogénita de Nabucco, sino una esclava. La reveladotan al personaje ción aumenta su odio hacia Fenena, la verdadera hija de Abigaille de un del rey, con la que rivaliza además en amor por el iscarácter monolítico, raelita Ismaele. Este crescendo emocional desemboca expresado en una en una cavatina de resonancias bellinianas (“Anch’io escritura vocal dischiuso un giorno”), acto de despedida de su humavehemente de nidad, para entregarse finalmente a su sed de poder y soprano dramática venganza en una encendida cabaletta (“Salgo già del de agilidad trono aurato”). Más matizado y complejo es el papel del protagonista, que encuentra en las distintas fases del drama acentos variados y acordes al momento. Sutileza que, entre paréntesis, brilla por su ausenEl tono estruendoso y esquemático cia en la escritura orquestal de de numerosos pasajes (doscientos Nabucco, considerada desde golpes de timbal se han computado siempre uno de los eslabones tan sólo en la Sinfonía de la ópera) débiles de la partitura. El tono suscitó la previsible ironía de los coestruendoso y esquemático de mentaristas franceses numerosos pasajes (doscientos golpes de timbal se han computado tan sólo en la Sinfonía de la ópera) suscitó la previsible ironía de los comentaristas franceses. Es evidente que Verdi no había liberado aún sus oídos de los ecos de las bandas de pueblo.
Desplazados judĂos en Varsovia. El pianista. Roman Polanski.