La voz espesa se perdió en un murmullo. Bayta sólo oyó las palabras «la chica, pero la otra voz complaciente se fundió en una carcajada seguida de una frase confidencial, casi de camarada -Dagoberto, usted no envejece. Miente quien diga que no es un jovencito de veinte años. Se rieron juntos, y la sangre de Bayta se heló en sus venas. Dagoberto, alteza... El viejo Emperador había hablado de un hijo testarudo, y la implicación de los susurros le resultó ahora de una alarmante claridad. Pero semejantes cosas no sucedían a la gente en la vida real... Oyó de pronto la voz de Toran, que profería una lenta y dura maldición. Abrió los ojos, y Toran, que la estaba mirando, expresó un inmenso alivio. Dijo con fiereza: -¡Este acto de vandalismo será castigado por el Emperador! ¡Soltadnos! Bayta se dio cuenta de que sus muñecas y tobillos estaban fijos a la pared y al suelo por un intenso campo de atracción. La voz espesa se acercó a Toran. El hombre era barrigudo, sus párpados estaban hinchados y sus cabellos eran escasos. Había una alegre pluma en su sombrero de pico, y en los bordes de su jubón lucía un bordado de espuma de metal plateada. Se burló con pérfida diversión -¿El Emperador? ¿El pobre y loco Emperador? -Tengo su pase. Ningún súbdito puede entorpecer nuestra libertad. -Pero yo no soy un súbdito, basura del espacio. Soy el regente y príncipe heredero, y tienes que hablarme como a tal. En cuanto al bobalicón de mi padre, le divierte tener visitas de vez en cuando, y nosotros le seguimos la corriente. Halaga su vanidad imperial. Pero, como es natural, la cosa carece de cualquier otro significado. Entonces se plantó delante de Bayta, y ella alzó la vista con desdén. Se le acercó y ella notó que su aliento olía fuertemente a menta. El hombre dijo: -Tiene los ojos bonitos, Commason; es aún más hermosa cuando los abre. Creo que servirá. Será un manjar exótico para un paladar ahíto, ¿no crees? Toran intentó fútilmente ponerse en pie, pero el príncipe heredero le ignoró. Bayta sintió que un escalofrío recorría todo su cuerpo. Ebling Mis continuaba inconsciente, con la cabeza colgando sobre el pecho, pero en cambio Magnífico, como Bayta comprobó con una sensación de sorpresa, tenía los ojos abiertos, muy abiertos, como si hubiera estado despierto desde hacía ya mucho rato. Sus grandes ojos marrones miraban a Bayta con fijeza, y entonces susurró, moviendo la cabeza en dirección del príncipe heredero: -Ese tiene mi Visi-Sonor. El príncipe heredero se volvió en redondo al oír la nueva voz. -¿Esto es tuyo, monstruo? Se descolgó el instrumento del hombro, donde lo había llevado suspendido por su correa verde sin que Bayta lo advirtiera. Lo palpó torpemente, intentó hacer sonar una cuerda y no lo consiguió. -¿Sabes tocarlo, monstruo? Magnífico asintió una vez con la cabeza. Toran dijo de improviso: -Han disparado contra una nave de la Fundación. Si su padre no nos venga, la Fundación lo hará. El otro, Commason, contestó lentamente: -¿Qué Fundación? ¿O es que el Mulo ya no es el Mulo? No hubo respuesta a esta pregunta. La sonrisa del príncipe mostró unos dientes desiguales. El campo de atracción del bufón fue neutralizado, y le ayudaron a empujones a ponerse en pie. Con un golpe le pusieron el instrumento en las manos. -Toca para nosotros, monstruo -ordenó el príncipe-. Toca una serenata de amor y de belleza para esta dama extranjera que tenemos aquí. Dile que la prisión de mi padre no es ningún palacio, pero que puedo llevarla a uno donde nadará en agua de rosas... y conocerá el amor de un príncipe. Colocó un grueso muslo sobre la mesa de mármol y balanceó perezosamente una pierna, mientras su fatua y sonriente mirada llenaba a Bayta de silenciosa furia. Los músculos
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