Isaac Asimov. Fundación e imperio.

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-¿Patriotismo? -La débil voz del tercer hombre tenía un acento burlón. -Al diablo con el patriotismo -dijo Forell con voz ecuánime-. ¿Creen que daría tan sólo dos soplos de emanación atómica por el futuro Segundo Imperio? ¿Suponen que arriesgaría una sola misión comercial para allanarle el camino? Pero... ¿acaso se imaginan que la conquista imperial ayudará a mi negocio o al de ustedes? Si el Imperio vence habrá cantidad suficiente de cuervos para acabar con los despojos de la batalla. -Y nosotros seremos los despojos -añadió secamente uno de los presentes. El segundo hombre rompió el silencio de improviso, cambiando su enorme cuerpo de posición y ha tiendo crujir la silla. -¿Por qué hablar de eso? El Imperio no puede ganar, ¿verdad? Contamos con la afirmación de Seldon de que al final formaremos el Segundo Imperio. Esto no es más que otra crisis. Ha habido tres con anterioridad. -¡Sólo otra crisis, sí! -Forell estaba furioso-. Pero en las dos primeras teníamos a Salvor Hardin para guiarnos; en la tercera, a Hober Mallow. ¿A quién tenemos ahora? Miró fríamente a los otros y prosiguió: -Las reglas de psicohistoria de Seldon, en las que es tan cómodo confiar, tienen probablemente entre sus variables una cierta iniciativa normal por parte del pueblo mismo de la Fundación. Las leyes de Seldon ayudan a quienes se ayudan a sí mismos. -Los tiempos hacen al hombre -dijo el tercero-. Este es otro proverbio. -No es posible fiarse de él con seguridad absoluta -gruñó Forell-. Bien, yo opino lo siguiente: si ésta es la cuarta crisis, Seldon la habrá previsto. De ser así, será posible vencerla, y entonces tiene que haber un modo de conseguirlo. Ahora el Imperio no es más fuerte que nosotros; siempre lo ha sido. Pero es la primera vez que estamos en peligro de un ataque directo por su parte, por lo que su fuerza se convierte en una terrible amenaza. Si hemos de vencerla, ha de ser nuevamente, como en todas las crisis pasadas, por medio de un método, y no por la fuerza. Hemos de encontrar el punto débil del enemigo... y atacarlo. -¿Y cuál será ese punto débil? -interrogó el cuarto hombre-. ¿Piensa adelantarnos una teoría? -No. A eso quiero ir a parar. Nuestros grandes jefes del pasado siempre vieron los puntos débiles de sus enemigos y los atacaron. Pero ahora... Había indecisión en su voz, y por un momento nadie hizo ningún comentario. Luego, el cuarto personaje tomó nuevamente la palabra y dijo: -Necesitamos espías. Forell se volvió rápidamente hacia él. -¡Tiene razón! Ignoro cuándo atacará el Imperio. Es posible que aún tengamos tiempo. -El propio Hober Mallow entró en los dominios imperiales -sugirió el segundo. Pero Forell movió la cabeza. -Nada tan directo como eso. Ninguno de nosotros es precisamente joven, y todos estamos enmohecidos por la burocracia y los detalles administrativos. Necesitamos jóvenes que ya estén trabajando... -¿Los comerciantes independientes? -preguntó de nuevo el cuarto. Forell asintió con la cabeza y murmuró:-Si aún hay tiempo...

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