4. EL EMPERADOR Cleón II, comúnmente llamado El Grande. Ultimo emperador poderoso del Primer Imperio, importante por el renacimiento político y artístico que tuvo lugar durante su largo reinado. Sin embargo, es más conocido en los romances por su conexión con Bel Riose, y para el hombre de la calle es simplemente "el Emperador de Riose". Es importante no permitir que los acontecimientos del último año de su reinado oscurezcan cuarenta años de... Enciclopedia Galáctica Cleón II era Señor del Universo. Cleón II estaba aquejado, además, de una enfermedad dolorosa que carecía de diagnóstico. Por los extraños giros de los asuntos humanos, estas dos características no se excluyen mutuamente, ni son especialmente incongruentes. Ha habido en la historia una larga serie de molestos precedentes. Pero a Cleón II no le importaban nada aquellos precedentes. Meditar sobre una larga lista de casos similares no mejoraría su sufrimiento personal ni siquiera en el ínfimo valor de un electrón. Tampoco le aliviaba pensar que mientras su bisabuelo había sido el gobernante pirata de un planeta minúsculo, él dormía en el palacio de recreo de Ammenetik el Grande, como heredero de una estirpe de gobernantes galácticos que se remontaba a un lejano pasado. En aquellos momentos no le procuraba ningún alivio pensar que los esfuerzos de su padre habían limpiado el reino de las marcas leprosas de la rebelión, restaurando la paz y la unidad disfrutadas bajo Stanel VI, y que, en consecuencia, durante los veinticinco años de su reinado no había empañado su gloria la menor sospecha de sedición. El Emperador de la Galaxia y Señor de Todo gimió al apoyar la cabeza en el plano vigorizador de fuerza de las almohadas, que se hundía sin ofrecer ningún contacto, y se relajó un poco al sentir el agradable cosquilleo. Se incorporó con dificultad y contempló las distantes paredes de la enorme cámara. Era demasiado grande para estar a solas en ella; todas las habitaciones eran demasiado grandes... Pero era mejor estar solo durante aquellos ataques paralizadores que soportar los contoneos de los cortesanos, su exagerada simpatía y su condescendiente y blanda estupidez. Mejor estar solo que ver aquellas insípidas máscaras tras las cuales se tejían tortuosas especulaciones sobre las posibilidades de muerte y las fortunas de la sucesión. Sus pensamientos le acosaban. Estaban sus tres hijos; tres altivos adolescentes llenos de promesa y virtud. ¿Dónde desaparecían aquellos días aciagos? Esperaban, sin duda. Cada uno de ellos espiaba a los otros; y todos le espiaban a él. Se removió, inquieto. Y ahora Brodrig quería una audiencia. El plebeyo y fiel Brodrig; fiel porque era odiado de forma unánime y cordial, lo cual constituía el único punto de unión entre la docena de pandillas que dividían su corte. Brodrig, el fiel favorito que tenía que ser fiel, pues si no poseyera la nave más veloz de la Galaxia y no se alejara en ella el día de la muerte del Emperador, le esperaría la cámara atómica al día siguiente. Cleón Il tocó el suave botón del brazo de su gran diván, y la enorme puerta del extremo de la habitación se disolvió en un transparente vacío. Brodrig avanzó por la alfombra carmesí y se postró para besar la mano fláccida del Emperador. -¿Vuestra salud, señor? -preguntó el secretario privado con voz baja y ansiosa. -Vivo -respondió exasperado el Emperador-, si se puede llamar vida a ser usado por todos los granujas que saben leer un libro de medicina como blanco y campo receptivo de sus torpes experimentos. Si existe un remedio concebible, químico, físico o atómico, que aún no haya sido probado, algún culto charlatán de los confines del reino llegará mañana para ensayarlo. Y otro libro recién descubierto, o más probablemente una falsificación, será utilizado como una autoridad. Por la memoria de mi padre -prosiguió enfurecido- que no parece existir un solo bípedo viviente que pueda estudiar la
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