-Lo sé -repuso ella con voz temblorosa y algo parecido a la adoración en su mirada-. Ha sido algo insólito en ti. -Bueno, aún no sé lo que ocurrió. Hablé con la pistola en la mano, sin saber siquiera cómo usarla, y le convencí. Ignoro por qué lo hice. Miró hacia el pasillo de la nave, que les llevaba lejos del área de la playa, para ver al bufón del Mulo dormido en su asiento, y dijo con extrañeza: -Es lo más difícil que he hecho en mi vida. El teniente estaba cuadrado respetuosamente ante el coronel de la guarnición, y éste le miró y dijo: -Bien hecho. Ya ha terminado su misión. Pero el teniente no se retiró en seguida. Observó: -El Mulo ha perdido prestigio ante la gente, señor. Será necesario llevar a cabo una acción disciplinaria para restaurar la debida atmósfera de respeto. -Esa medida ya ha sido tomada. El teniente se volvió a medias, y entonces dijo con resentimiento: -Estoy dispuesto a admitir, señor, que órdenes son órdenes, pero estar ante aquel hombre con la pistola y tragarme su insolencia sin replicar ha sido lo más duro que he hecho.
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