Isaac Asimov. Fundación e imperio.

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-Ya les he dicho que desconozco el grado de su mutación. Tal vez aún no está dispuesto para la conquista de la Fundación, y sería una señal de gran sabiduría resistir las provocaciones hasta que lo esté. Permítanme hablar con el bufón. El capitán se enfrentó al tembloroso Magnífico, que evidentemente no se fiaba de aquel hombre gigantesco y duro. El capitán empezó con lentitud: -¿Has visto al Mulo con tus propios ojos? -Ya lo creo que sí, respetable señor. Y también he sentido el peso de su brazo en todo mi cuerpo. -No me cabe la menor duda. ¿Puedes describirle? -Me asusta recordarle, señor. Es un hombre de enormes proporciones; junto a él, incluso usted sería un enano. Sus cabellos son de un llameante carmesí, y ni siquiera con todo mi peso y fuerza podía bajarle el brazo que tenía extendido, ni tan sólo un milímetro. -La delgadez de Magnífico daba la impresión de que todo él se trataba únicamente de un montón de brazos y piernas-. A menudo, para divertir a sus generales, o a sí mismo solamente, me suspendía en el aire, a una tremenda altura, con un solo dedo, mientras yo recitaba poesías. Sólo me liberaba al vigésimo verso si eran improvisados y de ritmo perfecto; de lo contrario, me dejaba suspendido. Es un hombre de fuerza excepcional, respetable señor, y cruel en el uso de su poder... y sus ojos no los ha visto nadie. -¿Qué? ¿Qué es lo último que has dicho? -Lleva gafas, señor, de un tipo muy peculiar. Dicen que son opacas y que ve por medio de una poderosa magia que sobrepasa con mucho las facultades humanas. He oído -y su voz se hizo leve y misteriosa- que verle los ojos equivale a morir; que mata con sus ojos, respetable señor. La mirada de Magnífico se posó alternativamente en los tres rostros. Añadió, temblando -Es cierto. Tan cierto como que estoy vivo. Bayta aspiró profundamente. -Parece que tiene usted razón, capitán. ¿Qué nos aconseja que hagamos? -Bien, repasemos la situación. ¿No deben nada aquí? ¿Está libre la barrera del hangar? -Puedo despegar cuando quiera. -Entonces, váyase. Puede que el Mulo no desee antagonizar a la Fundación, pero corre un gran riesgo dejando huir a Magnífico; lo demuestra la persecución de que ha hecho objeto al pobre diablo. Es posible que haya naves esperándole arriba. Si usted se pierde en el espacio, ¿a quién acusar del crimen? -Tiene razón -asintió fríamente Toran. -Sin embargo, usted dispone de un escudo, y su nave es probablemente más veloz que las suyas, así que, en cuanto salga de esta atmósfera, describa un círculo en zona neutral hasta el otro hemisferio, y después láncese hacia fuera con el máximo de aceleración. -Sí -asintió a su vez Bayta-; y cuando estemos de nuevo en la Fundación, ¿qué pasará, capitán? -Ustedes dos son fieles ciudadanos de Kalgan, ¿no? Yo no sé de nada que lo desmienta, ¿verdad? Nadie dijo nada más. Toran se volvió hacia los controles. Hubo una imperceptible sacudida. Cuando Toran había dejado lo bastante atrás Kalgan como para intentar su primer salto interestelar, el rostro del capitán Pritcher se contrajo, ya que ninguna nave del Mulo había intentado en forma alguna detener su marcha. -Parece que permite que nos llevemos a Magnifico -dijo Toran-. Esto contradice su teoría. -A menos -corrigió el capitán- que quiera que nos lo llevemos, lo cual no es bueno para la Fundación. Después del último salto, cuando estuvieron dentro de la zona neutral de vuelo de la Fundación, las primeras noticias radiadas por ultraondas llegaron a la nave. Y hubo una en particular que fue mencionada sin ningún énfasis. Al parecer, un señor guerrero -que el aburrido locutor olvidó identificar- había comunicado a la Fundación el secuestro de un miembro de su corte. El locutor pasó en seguida a las noticias deportivas. El capitán Pritcher observó en tono glacial: -Va un paso por delante de nosotros, después de todo. -Y añadió pensativamente-: Está listo para enfrentarse a la Fundación, y utiliza esto como una excusa para dar paso a la acción. El asunto hace las cosas más difíciles para nosotros. Tendremos que actuar antes de estar verdaderamente dispuestos.

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