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ELVIA DEL PILAR BENÍTEZ GUERRERO

ELVIA DEL PILAR BENÍTEZ GUERRERO

MÉRIDA, MÉXICO

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Es como amanecer dentro de un pájaro

Es como amanecer dentro de un pájaro, cuando escucho amarilla la ventana del cielo Pasa un automóvil y otro en esa carretera mística (herrumbre de gaviotas diluye sus cruces en el manglar del templo) Caracolas mecánicas oxidan sus pesares en la orilla rocosa de viejas geografías Imágenes rotas de memoria: Pienso en la vieja vecina balanceando el sillón de sus recuerdos, desde el umbral nocturno de su casa en ruinas Sobre tendederos de palmeras, el sol pone a secar un mar de nubes Pescadores anónimos arrastran el silencio de sus barcas En la mujer de arena se adormecen crepúsculos, como dos falsos párpados donde navegan peces Va cayendo el silencio como caen anémonas, hacia el profundo lecho de un suspiro Y las bahías delgadas de sus manos, tejen un chal de soledad y música, igual que un arrecife acuático donde nadan remotos hipocampos “Hubo una vez un teatro en esa esquina, junto al cíclope azul de nuestro faro, la danza de muchachas describía

una risa de valses y de flores. al caer el último tranvía, los relojes de arena incendiaban la isla coralina del romance…” La mujer de los ojos almendrados transfiguró mi sombra con su océano aniquilando en trágicos espejos, la húmeda respiración de sus paredes Pasiones que cincelan con sus golpes la estatua de una vida Bajo este mar de cipreses y veletas flotando en el olvido, hemos de abrir las lluvias del pasado, destilar nuestro dolor en alambiques rotos Qué haremos con todos los naufragios donde habitan los objetos inútiles, una estela de barcos inaudibles, un fogón de nostalgia donde hierven los sueños Tras lo vertiginoso de las olas, yacen los últimos deseos del crepúsculo y mujeres de cobre anochecen bajo el sargazo de sus playas lúbricas La memoria es una calle sin ventanas donde agoniza el tiempo

Paraíso

Dejo correr mis peces por entre tus aguas Tiembla mi boca y se humedece el aire Algo de fiebre llevan tus raíces al resbalar tu lengua en mi deseo erguido Los caprichosos bulbos de mis dedos desabrochan tu voz que penetra con suavidad en mis palabras Bajo mi blusa las hormigas furiosas de tus ansias cuando sobre tu espalda tatuajes de alacrán dejan mis uñas Destellos como pájaros corrompen los voluptuosos montes los templos las cavernas de nuestra geografía Se humedecen de lluvia nuestros árboles En la profunda constelación de Leda el cisne hunde sus cálidos enigmas Un aroma de pájaros marinos explota de tempestad entre mis grutas El vino que resbala de las fuentes los deliciosos jugos de las frutas caen sobre mi piel sobre tu cuerpo Lúbricas mieles inundan los caminos Hemos creado el paraíso

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