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CRISTIAN EDUARDO CAMACHO SALAS
CRISTIAN EDUARDO CAMACHO SALAS
GUADALAJARA, MÉXICO
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Textos publicados en “Cien Vidas Contigo” (Mandrágora Ediciones, 2020).
Poesía
Ella y yo nunca hemos tenido sexo...
Aquello que ocurre en la madrugada, en las noches o por las mañanas... En la ducha, en el cuarto o en la sala...
Aquellas veces que viajo sin pasaporte en el vuelo de su pasión, descendiendo en la desnudez de su piel, cruzando todas las fronteras del pudor.
Aquellas veces que recorro con caricias los cuatro puntos cardinales del paraíso, mientras beso su boca...
Y un orgasmo es la melodía que susurran a mis oídos sus labios.
Cuando no pensamos en nada más que en nosotros... Cuando acariciamos nuestras almas y somos sólo uno y no dos...
No es sexo... Eso no es sexo...
Es lo que le dio el título a este texto.
Te extraño
Me dijiste que fuera feliz, pero nunca me dijiste cómo serlo sin ti...
¿Cómo lo hago?
Te fuiste más lejos de lo que pude llegar, y no existe un mapa para encontrarte.
Eras la única que podía cambiar lo que siento, lo único hermoso en mi vida a cada momento. Pareciera que el tiempo no existe en ti, pero no ha dejado de avanzar en mí...
Mi mente es más vieja que mi apariencia, y hace tiempo que se fue la inocencia. Todo desaparece poco a poco... Todos cambian… menos tú.
Aún eres esa hermosa niña que recuerdo, la dulce voz dentro de mis pensamientos, la felicidad de mis mejores momentos.
¿Cuál es el precio que tengo que pagar para sentir que estás aquí?
Eres el sueño más hermoso del que intento no despertar...
La dulce voz que me gustaría todo el tiempo escuchar... La linda sonrisa que quisiera cada día volver a mirar...
Eres mi luz y mi oscuridad, mi paz y mi tempestad, El refugio más bonito, para esconderme de la realidad.
Eres el abrazo que necesito cuando ya no puedo soportar más... La felicidad que alguna vez sentí y nunca podré olvidar...
Eres el nombre que todos los días quiero recordar.
El canto del ruiseñor
El fin se acercaba y yo lo sabía, le supliqué que se quedara, le dije que lo era todo en mi vida, le dije que ella era mi única poesía.
Ella me miró por última vez, mientras soltaba mi mano… ¿Qué es la poesía?, me ha preguntado Me quedé en silencio, me quedé pensando…
Pero, ¿cómo puede uno proclamarse poeta sin siquiera conocer esa respuesta? Y tiene la razón… No tenía una respuesta.
Busqué entre palabras simples divagué entre las complejas, pensando que quizá, tal vez, me salvaría la elocuencia.
Pero ella se fue… Y aquella flor se marchitó. Al no tener una respuesta de lo que era la poesía empecé a borrar cada palabra que escribía… comencé a cuestionar todo aquello que sentía…
Pasé noches en vela buscando la respuesta, entre libros, bebidas y el humo del cigarrillo. Por el momento el canto del ruiseñor armoniza el silencio en mi habitación…
Me gustaría ser como él… Aun privado de su libertad es capaz de cantar al sol, mirando por la ventana a través de su jaula, cautivando el corazón con su hermosa canción…
Pero, qué hijo de puta he sido… ¿Por qué fui tan ciego para comprender?
Tu no cantas de alegría al mirar al sol anhelas con el alma salir de tu prisión, extender tus alas hacia un mundo mejor… Hoy comprendo que tu canto, es el reflejo de tu dolor… Que aquello que me da alegría, es la causa de tu agonía…
Gracias, querido ruiseñor por mostrarme mi egoísmo, por permitirme ver la luz más allá de este abismo…
Pues ahora lo entiendo…
Y es que quizá la poesía es el lenguaje del alma, que pocos pueden escuchar…
Un lenguaje olvidado por muchos, palabras encerradas en el alma buscando la luz en la oscuridad…
La voz de nuestro corazón, al encontrar una razón de existir.
Y es que ahora comprendo, el por qué no estás aquí…
Dibujé los más hermosos paisajes, creando un mundo perfecto para ti, pero nunca te pregunté… si realmente querías estar allí.
Nunca te escuché y nunca te entendí, solamente quería tenerte junto a mí…
Gracias ruiseñor por mostrarme mis errores, mis codicias y temores. Gracias a tu canto, una semilla vuelve a florecer…
Hoy abriré la jaula para agradecerte, entenderé si no quieres volver a verme.