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Síntomas de comer fragarias

Mi pluma también es hilo

De Tamara Fromm

“El cuerpo humano está hecho en su totalidad de tejidos. Tejido adiposo, tejido cartilaginoso, tejido epitelial, tejido fibroso, tejido linfático, tejido muscular, tejido óseo, tejido conjuntivo. El tejido conjuntivo está formado por hilos elásticos y flexibles que se entretejen en una red muy delicada, que se parece mucho a la seda. Bajo la piel, une las partes del cuerpo.”

Punto de Cruz de Jazmina Barrera

En el cruce entre la escritura y el tejido, emerge una relación íntima que va más allá de lo simbólico; una conexión profundamente corporal. Tanto el escribir como el tejer son procesos que implican una relación directa con el cuerpo, una interacción que convierte al cuerpo en un lienzo de memorias latentes.

El cuerpo, la escritura y el hilo son elementos que comparten el contexto de las experiencias femeninas. Estas tres formas de expresión no solo se entrelazan en la historia de las mujeres, sino que también emergen como símbolos de resistencia.

Aunque las técnicas para curar heridas han evolucionado, se siguen usando la aguja y el hilo. Hay algo en los tejidos. En cómo se componen y se recomponen, se ordenan, se regeneran, se reúnen y se cosen. En ellos hay que buscar respuestas.

El bordado, el tejido y otras formas de trabajo textil han funcionado como actos de reclamación. A través del hilo, las mujeres han tejido historias, han transmitido conocimientos, y han dejado huellas indelebles en la memoria colectiva. En la literatura, la escritura del cuerpo también se convierte en un acto de reclamación, un proceso a través del cual se articulan vivencias y anhelos. Muchas teorícas han escrito sobre la escritura a través del cuerpo, entre ellas Luce Irigaray; cuya teoría habla sobre cómo el cuerpo de la mujer debe ser reivindicado como fuente de conocimiento y significado.

Jazmina Barrera, en su novela Punto de cruz, escribe una prosa que considero poética, dado que utiliza el bordado como metáfora central para hablar sobre el cuerpo, la herencia y la conexión entre generaciones de mujeres y la escritura. Aquí, el acto de bordar se convierte en un acto literario, que perpetua la memoria.

Mi pluma también es hilo. Yo no sé bordar, ni tejer, pero mi cuerpo se conforma de tejidos, y bajo la piel, une mis órganos. Yo escribo a través de mi cuerpo. Un cuerpo que escribe una poética visceral y corporal, que teje versos llenos de sensaciones, fluidos, recuerdos, miedos, y resignifica lo cotidiano.

Escribir es como bordar, cada letra es como una imagen o una fila de puntadas, una vez que aprendes las letras solo tienes que aprender a coserlas todas juntas.
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