Almudena Jim茅nez Virosta Segundo de comunicaci贸n audiovisual
Índice Página 1
_Londres, 1887: Introducción.
Páginas 1, 2
Victoria Regina: Contexto Victoriano.
Páginas 3, 4
Biografía de A.C. Doyle. -
Páginas 4, 5, 6
Sobre el Dr. Bell
Página 4.
Club Diógenes: Sociedad Victoriana. -
Páginas 7, 8
Sobre la cultura del opio & otras drogas _Página 6.
The Strand Magazine: La novela de folletín.
Página 8
Conoce mis métodos: La novela detectivesca.
Páginas 9, 10
Culto a las series: folletín, radio & soap opera.
Página 11
Sherlock: Introducción.
Páginas 12-18
God Save The Queen: Contexto británico actual. -
La ciudad Estéticas cinematográficas Localizaciones usadas en Sherlock Atrezzo Vestuario Realización y montaje Música Temas tratados
Página 12. Páginas 12, 13. Páginas 14, 15. Página 15. Páginas 15, 16. Página 16. Páginas 16, 17. Páginas 17, 18.
Escándalo en Belgravia/ Escándalo en Bohemia. Páginas
19-29.
La carroza fúnebre vacía/ La casa deshabitada / El problema final. Páginas
30-39.
*Las influencias se ven analizadas a lo largo de todo el trabajo.
L o n d r e s, 1 8 8 7. Beeton’s Christmas Annual.
Posiblemente aquel mes de Noviembre, Sir Arthur Conan Doyle hubiera roto a carcajadas si le hubieran contado que Sherlock Holmes iba a cambiar la narrativa tal y como hoy la conocemos. Pero lo cierto es que cambió cuando el Beeton’s Christmas Annual lanzó en aquella publicación la primera de sus aventuras, Estudio en Escarlata. Por otra parte, no rompió récords de venta hasta la publicación serializada de El sabueso de los Baskerville en The Strand Magazine. Cuatro novelas y cincuenta y seis relatos escritos, entre 1887 y 1927, del puño y letra de Doyle fueron continuados por centenares de obras de todo tipo, casi de forma ininterrumpida hasta nuestros días. Un asesor detective de título inventado. Indiscutiblemente no aficionado. Con una memoria seccionada según lo interesante del conocimiento. Arrogante. Innegablemente brillante. La lista de calificativos sería un no acabar si intentáramos cubrir las personalidades de todos los Holmes y adaptaciones de éste que han llegado hasta la actualidad. Sherlock surge en uno de tantos viajes en tren a Cardiff, lugar de producción de la aclamada serie Dr. Who, donde Steven Moffat y Mark Gatiss discutían incansablemente sobre si sería buena idea o no adaptar las novelas. El mismo Gatiss criticó las adaptaciones televisivas de entre 1930 y 1940 -donde entrarían las películas de Rathbone- como “demasiado reverenciales y demasiado lentas”. Para Moffat, Holmes no tenía casos, tenía aventuras, y si fuera trasladado al día de hoy usaría las tecnologías como herramientas. Estudio en rosa, capítulo que abre la serie, fue emitido el 25 de Julio de 2010 en el Reino Unido de la mano de la BBC. Cadenas como la PBS estadounidense o las principales de Australia, Suecia, Holanda, Noruega, Bélgica y Dinamarca ya habían comprado los derechos para finales del mismo año, llegando a Rusia y a España en 2011. Además de la excelente crítica, el fenómeno fandom surgido, sobre todo alrededor de Benedict Cumberbatch, quien ha sido laureado por Steven Spielberg como “el mejor Holmes de la pantalla”, ha hecho clave el triunfo de la serie.
Victoria Regina El mejor modo de demostrar la lealtad hacia la corona, quizá, no fuera el “grabado” de las siglas de su majestad en una pared mediante disparos. Pero es bien sabido que Holmes no era el mejor expresando sus sentimientos. La Londres victoriana nace –simbólicamente- el 20 de junio de 1837 con la coronación de Victoria I dando lugar al reinado más largo de la monarquía británica – hito casi alcanzado por la actual Isabel II. Las Reform Act, que comenzaron apenas 5 años antes de la coronación Victoria I, contribuyeron a marcar la brecha con el periodo de la regencia, así como las nuevas cuestiones sobre la ciencia, la vida y la religión supusieron notables cambios.
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Éstos tuvieron lugar, sobre todo, en las primeras fases del periodo, donde se asientan los logros de la revolución industrial y suceden cambios políticos y sociales de peso como, por ejemplo, en relación a los derechos legales para la mujer respecto al divorcio o a los hijos, o la supresión del trabajo infantil; siendo el último periodo el de Conan Doyle, en la que destacan los conflictos con las colonias del Imperio y con Irlanda. Debido a la gran extensión temporal del reinado, nos centraremos éste último contexto. En relación al canon, cabe destacar a Ronald Knox, estudioso de la literatura, quien analizó las historias originales de Holmes. Años después, Sir Sydney Castells Roberts – presidente de la Sherlock Holmes Society of London – añadió a los ensayos de Knox una biografía de Watson. Así, el análisis del canon y la deducción de las biografías de sus personajes han generado todo tipo de historias apócrifas. Aquí construiremos un tejido social hipotético, sirviéndonos del contexto, la biografía del autor y lo concerniente únicamente al canon, que pudiera ilustrar al original con la sociedad de Holmes.
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A r t h u r C o n a n D o y l e, el Watson del Dr. Bell. En la Edimburgo de 1889, Arthur Conan Doyle nació de Charles Altamont Doyle, funcionario –y dibujante- que había perdido el trabajo por su poca ambición y su habitual deje a la bebida; y de Mary Foley. Su abuelo era el artista John Doyle. Si bien su familia se había visto envuelta en semejantes dramas, Doyle dispuso – gracias a sus tíos– de una posición acomodada junto a sus hermanos. Estudió en las escuelas jesuitas de Saint Mary’s Hall en Lancashire y en Stella Matutina en Austria, y posteriormente la carrera de Medicina en Edimburgo, de 1876 a 1881, donde conoció a su mentor, su principal inspiración para sus historias, el Dr. Joseph Bell, médico forense. Su carrera literaria surgió en medio de sus estudios, así como la inspiración le venía dada de sus propias vivencias. El tratado naval o The Captain of the Pole- Star, por ejemplo, fueron inspirados en sus expediciones marinas, en las que ejerció como cirujano durante la década de 1880. Su madre, ávida lectora y narradora fue quien introdujo a éste en el mundo de la literatura desde la infancia. De hecho, Doyle ya publicó, en el Saint Mary’s Hall, dos periódicos escolares que revelaban el talento de éste, el Stonyhurst Figaro y el Avispa, El primero de sus relatos publicados fue The Mistery of the Sasassa Valley en 1879, en el Chamber’s Edinburgh Journal. Posteriormente, en 1887, Estudio en Escarlata abriría paso a las historias de Holmes al publicarse, pero el éxito de Micah Clarke (1899), su primera novela histórica, alimentaría el deseo de ser novelista histórico en detrimento del género detectivesco –en realidad, su primera novela fue La narrativa de John Smith, no publicada hasta la actualidad. Gracias al escaseo de clientes en la consulta que abrió en Londres, su tiempo libre se aumentó a favor de Holmes, por lo que comenzó a escribir para el Strand Magazine. Sin embargo, su sentencia sobre Holmes fue cumplida en 1893, ya que según explicó a su madre, era un personaje que le desgastaba y que acabaría matando. Sherlock Holmes fue asesinado por Moriarty y por Conan Doyle en el vacío de las cataratas de Reichenbach. Pero había subestimado al gran Holmes. Sus lectores, que no eran pocos, no solo inundaron la casa de Coyle con súplicas, sino también de insultos y amenazas. Diez años le tomó dar su brazo a torcer cuando escribió La casa deshabitada, donde se descubría que Holmes nunca había muerto. Previo a esto, también publicó El Sabueso de los Baskerville, el cual había estado meticulosamente fechado antes del incidente de Reichenbach. En la década de 1900, Doyle fue médico en Sudáfrica, lo cual le impulsó a escribir un artículo en defensa de la conducta de Inglaterra durante la guerra de los bóers. Cuando volvió de estos viajes, ya se había convertido en un autor aclamado y reconocido, por lo que abandonó la medicina. En 1902 fue nombrado Caballero del Imperio Británico. Doyle abandonó la carrera literaria en 1906, tras la muerte de su primera esposa Lous Hawkins (se casó una segunda vez con Jean Leckie), hasta que en 1912 naciera el profesor Challenger en El mundo perdido –fuente de inspiración para Spielberg para Jurassic Park. Tras la muerte de uno de sus hijos, Doyle, declarado agnóstico abiertamente, comenzó unas sesiones de espiritismo que le llevaron a cambiar sus creencias. Las conferencias que
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dio sobre el tema y el caso del montaje de dos inglesas que él mismo defendió como hadas le llevaron a la desacreditación. Doyle murió en 1930, a los 71 años de un ataque al corazón. Teniendo en cuenta estos datos, no es difícil adivinar lo que llevó a Doyle a generar la pareja Holmes-Watson. John Watson, médico militar, al servicio del Imperio británico en la segunda guerra de Afganistán y retirado para darse a la escritura; un personaje inspirado en su persona. Este último paralelismo con Doyle se torna incluso irónico, ya que ambos se retiraron de la medicina y escribieron sobre la misma persona, Sherlock Holmes. Así pues, no es extraño que posteriormente se hayan producido obras audiovisuales como Sherlock Holmes: Murder Rooms, producida por la BBC en el año 2000, donde las historias relatadas tienen como protagonistas a Doyle y al Dr. Bell. Otra curiosa adaptación es la de la serie House: Medical Investigation, donde el Dr.House – llamado así por ser similar a Holmes- toma el papel del Dr. Bell, junto a su compañero John Wilson – llamado así por Watson – ante las más bizarras situaciones médicas. House vive en el 221B de Baker Street – aquí en Nueva Jersey -, toca el violín y es drogadicto – adicto al vicodín. Otros guiños a Doyle son los nombres de algunos pacientes, como Rebbeca Adler, Esther Doyle o Moriarty; y algunos detalles, como los libros que Wilson regala a House por navidad, uno de Conan Doyle y otro del Dr. Bell. Por esto, cabe citar que el Dr. Joseph Bell (Edimburgo en 1837-1911), como Holmes, es parte de una familia donde otros personajes han dado a la nación británica – y en este caso al mundo – un servicio brillante, como en el caso de su antepasado Sir Charles Bell – conocido por la parálisis de Bell – o de John Bell – teorema de Bell. Bell era enérgico, curioso y minuiciosamente observador. Aficionado a la literatura, al deporte y a las aves. Se dedicó a estudiar el acento, los gestos, las manos, la vestimenta de las personas… lo que le permitía deducir a cerca de estas. Solo que Bell no resolvía crímenes. Su capacidad para la deducción fue utilizada con fines didácticos, pues les daba la tarea a sus alumnos de medicina de reconocer a sus pacientes al detalle, como si eran zurdos o diestros, si trabajaban o no, en qué trabajaban o si habían estado en algún otro país o parte del mundo. Como Holmes, Bell aplicaba su razonamiento deductivo sin que el paciente abriera la boca, provocando la admiración de muchos, incluido el propio Doyle. Bell llegó a escribir el prólogo de uno de los libros de éste, ya que mantuvo bastante interés en las aventuras de Holmes. Como curiosidad, algunos afirman que llegó a trabajar para Scotland Yard en el caso de Jack el destripador.
T h e D i o g e n e s C l u b, for shy gentlemen. Al pensar en Inglaterra, es posible que una de las primeras visiones sea la de la figura del gentleman. La sociedad británica se ha caracterizado atemporalmente por una fuerte diferencia de clase muy acentuada en el periodo victoriano. Compuesta exclusivamente por miembros hereditarios, la aristocracia británica entró en conflicto con las nuevas élites dedicadas al comercio y la industria, provocando que se consiguiera el ascenso a la Upper Class en virtud de las ocupaciones, pasando a ser miembros algunos clérigos anglicanos, directivos del ejército, miembros del Parlamento y ministros. La figura del gentlemen mantenía un componente moral ambiguo que derivó en la necesidad de un código del caballero, rescatado de obras feudales. A lo largo del tiempo, los debates sobre el mérito de dicho título concluyó, en tiempos de Doyle, en aceptar como sir a
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quien hubiera tenido una educación liberal tradicional, con más importancia de lo elitista de su universidad que de sus orígenes – lo cual es precisamente el caso de Doyle, aunque no fuera parte de la upper class. Realmente, hasta Las memorias de Sherlock Holmes, no hemos conocido datos de la familia Holmes. En La aventura del intérprete griego Holmes explica a Watson algunos datos sobre su familia, quien ya lo había dado por huérfano. Los Holmes eran nietos de terratenientes, por uno de los progenitores, y de la hermana del pintor Horace Vernet - por parte del otro. Curiosamente, en Sherlock de la BBC, Watson ha hecho casi la misma conjetura de la orfandad de éste hasta que en La carroza fúnebre vacía aparecen sus padres, en una breve escena casi sin diálogo, momento que le basta a Watson para sacar en clave que sus padres son “personas normales”. En Su último saludo, tantos los hermanos Holmes como Watson y Mary pasan una pequeña velada navideña en casa de los padres de Holmes, donde se les ve en buena posición económica – no al extremo de Mycroft – y con hábitos corrientes. Retomando el hilo victoriano, tanto en La corbeta de Gloria Scott como en El ritual de los Musgrave se habla de compañeros de la universidad de Sherlock, especificando que Reginald Musgrave fue un joven de distinguida familia. De Mycroft, por su profesión y por los confirmados estudios de su hermano siete años menor, se intuye que asistió también a la universidad. Así pues, podría entenderse que la familia Holmes pertenece a la clase alta británica, aunque los hermanos traten de desvincularse de esto, ya que Mycroft no acepta títulos ni condecoraciones así como mantiene un puesto de trabajo aparentemente normal – como explica Sherlock en Los planes del Bruce-Partington -, y que Sherlock mantiene una situación de escasa necesidad económica en relación a su tipo de vida modesto – de lo que le habla a Watson en El problema final a razón de lo que ha cobrado de Francia y Escandinavia. A pesar de las modestias de cada uno, Mycroft sí cumple el papel de caballero inglés, pese a no tener el título, y el perfil de miembro del establishment británico –término que no existía en la época-, ya que como el mismo Sherlock explica en Los planos del BrucePartington su posición en el gobierno británico es tal “que, de cuando en cuando el Gobierno británico es él”. De hecho, a explica que el salario de su hermano asciende a 400 libras al año – una barbaridad en comparación a los 11 chelines y medio que Watson cobra del gobierno sin que le llegue para vivir, como éste afirma en Estudio en Escarlata. Para mayor elitismo, Mycroft es cofundador del Club Diógenes, fundado según Sherlock en El intérprete griego como lugar de aislamiento social –irónicamente los clubs servían para lo contrario- para hombres que pretenden leer periódicos y pensar en soledad ya que solo se permitía una única sala para hablar. Estos clubs eran muy frecuentados por la alta y media-alta clase como signo de distinción. En la Middle Class se encontraba la baja burguesía inglesa compuesta por académicos, abogados, ingenieros colegiados y médicos que eran bajados a veces a la clase trabajadora en función del capital, de los valores, de los modales, de la educación, de los círculos de amigos e incluso en función del acento. Así, estos tenían una renta más o menos baja que les permitía subsistir de una forma aceptable. La clase trabajadora estaba compuesta sobre todo por trabajadores domésticos. Económicamente no disponían de aspiración ni beneficio social pero el sueldo más o menos posibilitaba una vida digna. Bajo a esta clase se encuentran “los pobres”, que necesitaban de la caridad para vivir. El periodo de Doyle fue testigo de la consolidación de las categorías sexuales modernas. Al tratarse de un periodo de doble moral, donde la prostitución estaba a la vuelta de
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la esquina a la vez que se predicaba la castidad. Se llegaron a prohibir las discusiones sexuales al punto de que estas, de interés para la sociedad, tuvieron que ser insertadas cuidadosamente en la literatura y expuestas como relatos de escándalos. En el Este de Londres se concentraban los burdeles y las salas de juego, así como en las calles de toda la ciudad se veían las apuestas, las orgías, los escándalos homosexuales o el abuso de menores. Según Scotland Yard, Whitechapel estaba plagado de burdeles y de prostitutas, las cuales cobraban pocas monedas y venían incluso de otros países. Los asesinatos de Jack el Destripador, en 1888, hizo que la histeria se apoderara de toda Inglaterra, pese a que el asesinato de prostitutas y el suicidio mediante una raja en la garganta era algo habitual. En cuanto a las drogas, de nuevo en la doble moral, se conoce que la cultura del opio se extendió incluso hasta la corte así como el láudano, la morfina o la cocaína, droga a la que el propio Sherlock Holmes solía acudir, como él mismo dijo, para escapar de “la aburrida rutina de la existencia”, ya que su cerebro inquieto necesitaba estimulación en los periodos donde no abundaban los casos. Todas estas drogas eran legales en la época, ya que sus efectos secundarios eran desconocidos. Además de estas drogas, Holmes era un gran fumador. Watson, en El signo de los cuatro, dice sobre Holmes: “Sherlock Holmes cogió la botella del ángulo de la repisa de la chimenea, y su jeringuilla hipodérmica de su pulcro estuche de tafilete. Insertó con sus dedos largos, blancos y nerviosos, la delicada aguja, y se remangó la manga izquierda de la camisa. Por un instante sus ojos se posaron pensativos en el musculoso antebrazo y en la muñeca, cubiertos ambos de puntitos y marcas de los innumerables pinchazos. Finalmente, hundió en la carne la punta afilada, presionó hacia abajo el delicado émbolo y se dejó caer hacia atrás, hundiéndose en el sillón forrado de terciopelo y exhalando un profundo suspiro de satisfacción. Durante muchos meses había presenciado esa operación tres veces al día; pero la costumbre no habia llegado a conseguir que mi alma se adaptara”. Unas frases más abajo, Holmes incita a Watson a que este pruebe también la cocaína, a lo que este sermonea enormemente explicándole los efectos que él creía secundarios. Holmes le explica que si le lleva un trabajo que haga mover su mente prescindirá de los estimulantes artificiales, pues ha escogido ser detective asesor por odiar la monotonía de la existencia. En la Inglaterra victoriana, la primera oleada de consumo de cocaína se produjo en el periodo de Doyle, donde un número de científicos y médicos escribieron cartas, panfletos y ensayos sobre lo “milagroso” de esta droga, al eliminar los dolores, desde el producido por una muela hasta el de un parto. Freud recomendó la droga incluso para la anemia, el asma o la sífilis.
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T h e S t r a n d M a g a z i n e, novelas en serie. The Strand Magazine fue una de las revistas mensuales publicadas en el Londres victoriano. Lanzada entre 1891 y 1950 llegó a publicar 711 números que alcanzaron los 500.000 ejemplares mensuales en todo Reino Unido. No es de extrañar que con semejante tirada fuera escogida por algunos autores como Agatha Christie, Dorothy L. Sayers, Edgar Wallace, Wiston Churchill… Como ésta, otras muchas revistas participaron en la difusión de la novela – tales como Revue de Paris donde Flaubert publica Madame Bobary- así como periódicos – como Siècle, donde Dumas publica Los tres mosqueteros-, dando lugar a que estas novelas se conocieran al final como novelas de folletín, o si el género era el horror como penny dreadful. Con esto trataron de asegurar la demanda mediante giros de la trama o el uso del cliffhanguer –pausa narrativa para generar la necesidad de interés en la siguiente trama- de un número a otro. El escritor cobraba por palabra lo que generaba una enorme extensión de hermético lenguaje. La realización iba en función de la venta y la demanda, por lo que a veces los personajes y las situaciones escritas eran incoherentes entre sí. Dentro de la novela victoriana existían diversas temáticas que buscaban la verosimilitud con la vida social. Entre éstas destacaban las situaciones macabras y morbosas, relatos de escándalos, que incluyeran raptos, violencia y adulterios. Así, gracias a este tipo de literatura sensacionalista de la que el mismo Holmes estaba al día, éste podía tener un banco de archivos en su cabeza sin igual, pues como él bien explicaba, “las cosas suceden una vez bajo el Sol y luego solo se repiten” –tanto de sus conocimientos sobre esta literatura como de la citada afirmación se hablan al comienzo de Estudio en Escarlata. El suspense era la clave de estas obras y quizá una de las características más singulares es la intrusión del autor en el texto para informar de algo al lector o recordarle algo importante. Además de la novela victoriana, gracias a este tipo de publicaciones se dieron a conocer algunos de los mayores clásicos de la literatura universal. Cabe destacar a Dickens, Wilkie Collins y Robert Louis Stevenson en el Reino Unido; en el romanzo d’appendice, nombre que cobró el folletín en Italia, a Salgari y su Sandokán o a Collodi con Le avventure de Pinocchio; a Benito Pérez Galdós, entre muchos otros, en España; e indudablemente a las grandes obras que ha dado jamás la literatura, como Crimen y Castigo de Dostoievski o Guerra y Paz de Tolstoy. El fenómeno surge en la Francia romántica, donde la gente trata de huir de la realidad mediante la lectura y las artes, algo característico de este periodo en todos los lugares que alcanzó. Gracias a las revoluciones burguesas las clases más bajas pudieron ser consumidores masivos de estas novelas debido a la subida del nivel de alfabetización entre éstos y al bajo coste de dichas publicaciones. Así, los periódicos introducían capítulos en las franjas bajas de sus páginas o en folletos anexos. En Noviembre de 1887, Sir Arthur Conan Doyle cobró 25 libras por Estudio en Escarlata al publicarla en Beeton’s Christmas Annual, después de ser rechazada en otros folletines. La edición fue ilustrada por Charles Altamont Doyle, su padre. La primera edición en América la publicó J. B. Lippincott Co. en 1890, misma editorial que publicaría El Signo de los
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Cuatro posteriomente. The Strand Magazine, perteneciente a la compañía de George Newnes, fue la principal impulsora de la carrera de Holmes, publicando Las Aventuras de Sherlock Holmes, Las Memorias de Sherlock Holmes, y el record de ventas, El Sabueso de los Baskerville, y fue para esta revista para la que Sidney Paget dibujó a Mr. Holmes tal y como hoy lo imaginamos. Otras compañías como la de John Murray editaron obras como El Archivo de Sherlock Holmes.
C o n o c e m i s m é t o d o s, a p l í q u e l o s
En la Inglaterra pre-Scotland Yard, la seguridad era encomendada a detectives privados, un trabajo no demasiado codiciado por la precariedad del mismo, por lo que era frecuentado por jubilados o desempleados sin preparación. Ante la delincuencia y la inseguridad, Jorge II y Jorge III crearon una guardia que patrullara la City por las noches. Debido a la corrupción de estos agentes se generalizó la asociación guardia-soborno, lo que llevó a un mayor descontrol y a una mayor preocupación en la gente. En 1822 y 1829, Prusia e Inglaterra crean la institución policial que junto a la abolición de la tortura –que llevó a los agentes a buscar alternativas como el interrogatorio para sacar información - se convierte en fuente de inspiración literaria, sirviendo Scotland Yard al mismo Conan Doyle para las aventuras de Holmes. En 1840 nace de Alan Poe, Auguste Dupin, encargado de resolver el caso de Los crímenes de la calle Morgue, El misterio de Marie Rogêt, La carta robada y El escarabajo de oro. La importancia de Los Crimenes de la calle morgue reside en que establece un punto de inflexión en la literatura detectivesca, es su génesis completa, tal y como hoy la conocemos, así como en la aparición de Dupin, el primer detective como tal de la literatura. Monsieur Lecoq de Émile Gaboriau es considerado también uno de los antecedentes de Holmes. Así, y como el mismo Holmes explica a Watson al comienzo de Estudio en Escarlata, ambos personajes, tanto Dupin como Lecoq “no eran más que inútiles” alegando su descontento al compararlos con su persona. De Lecoq, además, afirma que su literatura podría ser el perfecto manual para Scotland Yard sobre lo que no se debe hacer en ningún caso. Tras Doyle, Agatha Christie y sus personajes estrellas – Hércules Poirot y Miss Marple- se convirtieron en otro de los pilares básicos para que la novela policiaca inglesa llegara a su edad de oro creando escuela. Según dicha escuela, cada relato se resolvería mediante puzles que encajen de acuerdo a una explicación lógica, y que, sin perder de vista una de las mayores características de la novela victoriana, se desarrollasen en torno a la vida social Real o a la clase alta. De entre las novelas de Christie cabe destacar la famosísima Murder on the Orient Express. Ronald Knox es quien estudia las premisas de este tipo de literatura en su ensayo "Decálogo de las reglas de la ficción detectivesca", donde recomienda que debe descartarse el origen sobrenatural de los elementos. Para Knox es importante que una historia "tuviera como principal interés la investigación de un misterio, cuyos elementos se expusieran con claridad al lector en una etapa temprana del desarrollo de la trama, y cuya naturaleza estuviera orientada a despertar la curiosidad del lector, y hacia el final de la obra, satisfaciéndolo plenamente con el desenlace". Knox participó en las convenciones que llegaron a celebrarse en esta edad de oro de la literatura detectivesca. Como influencia posterior de este tipo de literatura, cabe destacar la novela policiaca o de homicidios, así como el cine negro o el giallo italiano.
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E l c u l t o a l a s s e r i e s,
la nueva narrativa.
Es habitual que cuando se encuentra una fórmula de éxito ésta se repita y se adapte al interés de la nueva producción hasta que realmente deje de funcionar. Así, la aparición de la televisión, y su necesidad de contenidos, ha reinventado la narrativa adaptando simplemente la fórmula de otros soportes. Bajo esta premisa, la literatura se serializó y tomó las formas de la novela de folletín para poder venderse en los periódicos. Posteriormente, ésta fue convertida por la radio en radio-teatros y radio-novelas de enorme éxito. La guerra de los mundos de Welles (adaptación a su vez de la novela homónima de H.G.Welles) es destacable por haber pasado a la historia por su polémica emisión. En España, destaca Ama Rosa, el gran éxito de Cadena Ser en los años 70. Sherlock Holmes, tuvo su espacio en la radio en diversas épocas y cadenas. The New Adventures of Sherlock Holmes fue emitido en las radios de EEUU entre 1939 y 1947. Entre 1989 y 1998, la BBC también emitió historias sobre Holmes. Si bien ya existía la ficción cinematográfica y radiofónica, la televisión precisó de un cambio de formato, ya que era un nuevo soporte que necesitaba de otras duraciones y otras pausas dramáticas que sirvieran de corte, para la inserción de la publicidad, o de corte final, para hilar con un nuevo capítulo. Básicamente, la ficción televisiva fue una adaptación de la radionovela, es decir, una telenovela – o soap opera. Con la novela de folletín, la mujer llegó a convertirse en el principal target de mercado de estas historias, por lo que sus argumentos buscaban basarse en los intereses de sus lectoras, siendo tradicionalmente la desventura amorosa –lo que culminó en la novela romántica. De este modo, la radio continuó con los mismos tópicos y argumentos que llegaron posteriormente al serial televisivo. A pesar de que los límites de este formato quedaron claros, el surgimiento de la soap opera en los países latinoamericanos dio lugar a una clara diferenciación entre serie de televisión y telenovela. Si bien éste último término había servido para cualquier lugar de procedencia del relato, consensuadamente la telenovela como tal ha pasado a ser la soap opera latinoamericana y la serie, ya sea drama o comedia, para Estados Unidos y Europa, fundamentalmente. Ya que la mayoría de los relatos televisivos comenzaron insertos en otros programas, la comedia de la CBS I Love Lucy es tomada, generalmente, como una de las primeras series de la televisión como tal, a pesar de que su retransmisión date de los años 50. A lo largo de la historia de la televisión las series y telenovelas han pasado a convertirse de simple entretenimiento a objeto de culto (series de culto) y coleccionismo, como ha ocurrido con I Love Lucy. En las últimas décadas, con el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y su constante evolución, la necesidad de adaptar estos formatos de siempre ha ido aumentado al punto de creer que con la televisión en movilidad haya un cambio inherente en la narrativa.
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Internet ha convertido a la serie de televisión en aquella novela de la que todos hablaban. Algo que literalmente ha sido posible con el auge de la interactividad simultánea vía chat o vía redes sociales dada por el ordenador y por los nuevos dispositivos inteligentes, algo muy destacable ya que ha llegado a dar lugar a comunidades de seguidores de una misma serie, así como eventos de grandes multitudes relacionados. Un claro ejemplo de esto ha sido el fenómeno Juego de Tronos, una adaptación de la saga literaria Canción de hielo y fuego que ha promovido juegos virtuales y eventos especiales (como la coronación del ganador del juego online, o estrenos de capítulos esperados en cines) por parte de Canal Plus, quien tiene sus derechos en España. El fandom de Sherlock también ha hecho de ésta una serie de gran popularidad. Desde algunas de las frases célebres de sus personajes – algunas se mencionarán en los análisishasta las páginas webs de los protagonistas, las cuales han sido materializadas por los propios guionistas: La ciencia de la deducción, página que Holmes usa a modo de periódico victoriano donde escribir sus artículos; y el El blog de Watson, donde éste relata, como el de Doyle, las aventuras de ambos compañeros. En referencia a los eventos, cabe destacar el montado por la BBC para anunciar la fecha del capítulo que “resucitaba” a Holmes: un coche fúnebre vacío lleno de rosas se paseó por Londres anunciando la fecha, el 1 de Enero de 2014. Evento anunciado en las redes sociales bajo el hashtag #SherlockIsAlive. Los estudios y las profesiones en el sector están cambiando. Internet se ha convertido en la “segunda pantalla”, la gran apuesta del sector. Las mismas universidades ofrecen asignaturas sobre series y telenovelas, ya sean respecto a la confección del guión, la historia, la realización o la semiótica. Ahora, existen realizadores dedicados exclusivamente a la ficción y se ha producido una hibridación escritor-guionista de serie de televisión, un ejemplo de esto es George Martin, escritor de la saga Canción de hielo y fuego y guionista de la serie televisiva antes mencionada. Henry Jenkins, profesor de comunicación y cinematografía en la Universidad de California, afirma que el diseño del universo de ficción puede sostener la franquicia desarrollada a partir de éste. Si hablamos de franquicia, la primera posición de todas las listas es, generalmente, para Star Wars y todo el universo creación de Lucas. Así, el cine ha inundado a la literatura, los videojuegos y las series televisivas, etc, generando un circuito transmedia entre diferentes formatos que, además, ha derivado en el fenómeno fandom, donde cabría destacar series como Buffy Cazavampiros, Seinfeld o Expediente X, o algunas de las últimas décadas como The Wire, Los Soprano o Breaking Bad. Estas son las series de culto, serie que por su transcendencia entre décadas por parte de los fans -como Buffy Cazavampiros- o por la complejidad de sus tramas – Los Soprano, serie basada en la familia italoamericana con constantes guiños a El Padrino, ha sido escogida como el mejor guión por el sindicato de guionistas de Hollywood – o su brillante realización han pasado a la historia. De hecho, algunas incluso han llegado a tener su versión de telenovela latina, como en el caso de Metástasis, la versión de la americana Breaking Bad. En la última década, Hollywood se está quedando detrás de Silicon Valley, donde proliferan las nuevas tecnologías de la información, como los nuevos operadores de video bajo demanda tipo Netflix, que han llegado a ser productores de sus propias series con el fin de colgarlas en sus propias plataformas. Aquí el espectador elije cómo y cuándo ver la serie, un hecho curioso ya que ha vuelto la ficción a convertirse en novela completa, sin entregas por folletín.
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S h e r l o c k, un sociópata bien integrado. . La BBC se ha caracterizado por una fuerte producción propia en ficción. Series como Dr. Who, - en antena desde el 63 al 89 y retomada desde 2005 con un enorme éxito – o las arraigadas a su literatura como la mini serie Jane Eyre o El joven drácula han conseguido una imagen de marca para la cadena inconfundible. La BBC ya había llevado en dos ocasiones a Holmes y Doyle a la pequeña pantalla, la primera, de la mano de Douglas Wilmer, como Holmes, en la década de los 60. En el 2000, la segunda vez, con Sherlock Holmes: Murder Rooms, serie que se centra en cómo Arthur Conan Doyle se inspira en los casos que le llegan al Dr. Bell. Entre 1984 y 1994, Granada Television, también británica, creó una adaptación basada en Las Aventuras de Sherlock Holmes, con Jeremy Brett como Sherlock. Para Moffat y Gatiss, (refiriéndose a todas las versiones audiovisuales anteriores) Holmes había sido sacado de su personaje, de su personalidad, y cuando no – refiriéndose aquí a las películas de entre los años 30 y 40 – el audiovisual había sido demasiado lento y ceremonioso. En palabras de Gatiss: «Lo que nos atrajo de la idea de hacer 'Sherlock' en la actualidad es que los personajes se han convertido casi, literalmente, en unos perdidos en la niebla... Y yo soy, más que nadie, el que disfruta de ese tipo de narración Victoriana, y quería volver a los personajes y explicar por qué se convirtieron en la dupla más maravillosa de la literatura.» El elenco de personajes es interpretado por Benedict Cumberbatch, como Holmes; Martin Freeman, como John Watson; Lara Pulver, como Irene Adler; Mark Gatiss, como Mycroft Holmes; Andrew Scott, como James Moriarty; Una Stubbs, como Sra. Hudson; Rupert Graves, como Lestrade; y Amanda Abbington, como Mary Morstan. Respecto a los episodios hasta la fecha emitidos se encuentran:
Estudio en Rosa, basado en Estudio en Escarlata.
El banquero ciego, basado en El signo de los cuatro y el Valle del Terror.
El gran juego, basado en Los Planos de Bruce-Partington.
Escándalo en Belgravia, basado en Escándalo en Bohemia.
El sabueso de Baskerville, basado en El sabueso de Baskerville.
La caída de Reichenbach, basada El Problema final.
La carroza fúnebre vacía, basada en La casa deshabitada y en El Problema final.
El signo de los tres, basada en El signo de los cuatro.
Su último juramento, basada en Su último saludo en el escenario con elementos de las obras Charles Augustus Milverton y El hombre del labio torcido.
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G o d S a v e T h e Q u e e n, dear Mycroft. Londres sigue siendo, sin duda alguna, “el corazón de la nación británica”, como Mycroft Holmes habría apuntado a su hermano si estuviésemos en Estudio en Rosa. El nacionalismo británico sigue siendo bastante ferviente aun en el paso de los años, no solo por sus ciudadanos, sino también por la cantidad de extranjeros que se sienten atraídos por esta ciudad. Londres sigue siendo uno de los escenarios narrativos preferidos por los autores, ya que a diferencia de otras ciudades mantiene intacta su esencia: la del Londres neblinoso victoriano. Centro del Imperio Británico, fue la ciudad más grande del mundo en la época de Doyle. Una ciudad que no dejaba de crecer. Dos incendios, uno en 1212, y el segundo, el Gran Incendio de Londres, en 1666, junto al declive de la población en los siglos XIX y principios del XX, contribuyeron a que la gente decidiera trasladarse a las afueras. Así muchos edificios fueron demolidos para la construcción de edificios de oficinas, sobre todo. Barbican Estate, donde se encuentra el Museo de Londres, se construyó como bloque residencial entre 1965 y 1976, décadas de gran proliferación en la construcción de edificios como el NatWest Tower, primer rascacielos de Reino Unido. Los muelles de London Docklands se convirtieron en los años 80 en el complejo financiero Canary Wharf así como en el año 2000 se inauguraron los edificios actualmente más emblemáticos de la ciudad –además de los tradicionales-, el London Eye, el Millenium Bridge y el Millenium Dome. La City, que a día de hoy conserva su perímetro medieval, actualmente es su centro financiero. En 1940, Londres fue foco de inmigración, sobre todo de países de la Commonwealth, fenómeno que ha ido en aumento. A día de hoy, pasear por Picaddilly Circus es introducirse en un portal étnico y gastronómico sin igual que ha enriquecido a la ciudad notablemente, convirtiéndola en una de las ciudades de mayor diversidad étnica en Europa. Además de la inmigración, las subculturas, procedentes sobre todo de la década de los 60 han contribuido a este papel de diversidad de la capital. Así pues, no es difícil encontrar banderas británicas en ropa, accesorios y otros objetos de uso cotidiano en todo el mundo, ya que se ha creado un merchandising sin igual de la nación que contribuye al aumento de este nacionalismo. Al igual que hizo la literatura, el cine y la televisión han perpetuado estas imágenes y estéticas que todos concebimos del caballero inglés, del humor inglés y de la nación como tal. Según la época y estilo, la Londres audiovisual se ha visto sometida a numerosos cambios estéticos. El metro de Londres, escenario narrativo de tantos crímenes literarios y escenas de acción, lleva funcionando desde 1863, siendo el sistema de transporte más antiguo del mundo. La monarquía británica, sigue siendo protagonista de tales historias, ya que es objeto de un tremendo respeto entre sus ciudadanos, así como su protocolaria sociedad, que mantiene las tradiciones victorianas. En las últimas décadas, numerosos cineastas como Christopher Nolan o Sam Peckinpah, entre otros, han generado una nueva estética decadentista en sus películas. En
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el caso de Nolan, por ejemplo, ha transformado la ciudad de Gotham, una ciudad que Burton ya había asemejado a la estética tradicional del cómic, en una ciudad sucia, oxidada y completamente corrompida. La estética en las películas de Holmes, generalmente, ha sido señalada como la de una ciudad tremendamente diplomática, limpia y encantada por la niebla. Pero las películas de Guy Ritchie sobre Holmes, protagonizadas por Robert Downey Jr. y Jude Law, se han convertido completamente al canon de lo sucio y lo oxidado, transformando al mismo Holmes en un personaje descuidado, rudo y no muy limpio, bastante lejos del canon homelsiano. Quizá, otra película que mantenga dicha estética es la versión Disney, Basil el Ratón Superdetective, ya que trata de reproducir mediante sus dibujos la estética real victoriana, sucia y no muy higiénica (que no oxidada ni corrupta) por las circunstancias contextuales. Pero Basil, en este caso, es un ratón limpio, caballeroso y desordenado en el desorden habitual de un Sherlock Holmes cualquiera. En el caso de Sherlock de Moffat y Gatiss, Londres se mantiene en su contexto actual intacto. La City como centro financiero, la diversidad étnica, la Londres monárquica, entre otros elementos, componen el escenario y atrezzo de esta serie que combina la inundación tecnológica con el entorno natural victoriano.
Tanto la realización o el montaje de la serie, como la visita de Sherlock a la City o el uso de la tecnología, como adaptación de las herramientas originales, así como los elementos introducidos en referencia a un nuevo contexto histórico, han hecho de la serie una obra de verdadera innovación y creatividad que posiblemente ha hecho acercarse a un gran número de espectadores a las obras originales, pero sin perder de vista a los veteranos, mediante la adaptación de las obras de Doyle, los innumerables gags a éstas y el respeto de la esencia de sus personajes. Analizando los aspectos artísticos, los emplazamientos que se han tomado
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en la serie reflejan el espíritu de la Londres cosmopolita actual a la vez que se intercalan otros históricos más emblemáticos. Por ejemplo, tanto en Estudio en Escarlata como en Estudio en Rosa, Watson y Holmes se conocen en el St. Barts - Hospital de San Bartolomé – hospital que sobrevivió al Gran Incendio de Londres y a la Segunda Guerra Mundial. El hospital se mantiene desde 1995 como centro de investigación, algo que Sherlock Holmes sabe al pie de la letra. Las escenas de interior fueron filmadas en los estudios de Cardiff, pero los exteriores son los originales del St. Barts. El 221B de la calle Baker fue filmado en North Gower Street imitando perfectamente la original situada en Westminster. Sus interiores son muy similares al Museo de Sherlock Holmes, y se sitúan en Cardiff. En el episodio La caída del Reichenbach, Sherlock es enjuiciado junto a Moriarty en The Old Bailey. Se trata del edificio donde se llevan los casos criminales más graves de toda Inglaterra y fue construido entre 1902 y 1907, aunque el tribunal lleve allí desde 1580 realmente ya que el edificio anterior se destruyó en el Gran Incendio de Londres. Las escenas interiores fueron filmadas en Cardiff a excepción de la sala del tribunal en sí, filmada en Swansea Guidhall Council, en Gales. La Torre de Londres aparece también en La caída del Reichenbach. Construida en 1078 es uno de los edificios más emblemáticos de Londres ya sea por su historia como por su museo interior, entre ellos, uno de los más famosos el de las joyas de la corona. Debido al enorme atractivo turístico y a la seguridad del edificio, utilizarla como emplazamiento real era imposible por lo que el rodaje se efectúo en el Castillo de Cardiff, de similar parecido en pantalla con los arreglos de postproducción. Esta vez, Moriarty viola su seguridad y “roba las joyas” como acto de rebeldía y superioridad, ya que se queda dentro de la cámara para que lo cojan. El ficticio club Diógenes de Doyle es sitúado en la British Academy de Carlton House Terrace, órgano para las humanidades y las ciencias sociales a nivel nacional. Wellington Barracks, donde reside la Guardia de Infantería de Londres, se encuentra en Westminster y fue inaugurado en 1833. Ya que su entrada es inaccesible en el capítulo El signo de los tres se utiliza el Museo de la Guardia, justo al lado del edificio. En el capítulo, se ve como la guardia custodia la entrada, algo que en la realidad no ocurre. Pero quizá el emplazamiento más llamativo e icónico es el de El Palacio de Buckingham, construido en 1705, es utilizado como el lugar de reunión entre Sherlock, acompañado por Watson, y el enviado de la reina junto a Mycroft en Escándalo en Belgravia. Pese a que los exteriores son reales, los interiores han sido rodados en el salón de Goldsmiths’Hall, de 1835. De entre los emplazamientos más modernos, cabe destacar la torre NatWest donde desarrollan el misterio en el banco ficticio Shad Shanderson de El banquero ciego. El único añadido al edificio fueron los logotipos que adornan lo adornany atrezzo concreto, ya que el edificio en sí es un complejo de oficinas y restaurantes.
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El Millenium Bridge, construido como símbolo de la modernidad por Sir Norman Foster fue inaugurado en el año 2000 generando un vínculo directo entre St. Paul’s Cathedral y Southbank. Aunque fue cerrado por fallos de ingeniería durante dos años, a día de hoy es un sitio perfectamente transitable, incluso por Irene Adler, en el episodio Escándalo en Belgravia. El metro es un lugar bastante utilizado también en la serie. Sumatra Road, estación ficticia de La carroza fúnebre vacía es realmente una estación fantasma llamada Aldwych que sí aparece en los mapas. Esta estación se encuentra inaccesible por lo que el rodaje se dio en Westminster y Charin Cross, así como el vagón bomba se encontraba en plató de los estudios de Cardiff. En cuanto al atrezzo, los interiores de Baker Street son realmente parecidos a los de la Casa Museo de Sherlock Holmes, incluida su particular versión del VR – Victoria Regina – que plasmó a base de disparos en su pared durante The Adventure of the Musgrave Ritual. En este caso, en el episodio El gran juego. Sherlock, aburrido, dibuja con un spray amarillo un smiley, conocidísimo emoticono que representa una carita sonriente, al que posteriormente usa como diana de sus tiros, un guiño al conocedor de la historia real del VR. En el Palacio de Buckingham, la casa de Irene Adler o la de Mycroft se mantiene un mobiliario completamente victoriano.
Por otra parte, el vestuario se mantiene acorde a la clase social del personaje que lo lleva, lo que le permite a Sherlock en numerosas ocasiones descifrar quien es o de donde viene, como en el caso de los empleados de la familia real en Escándalo en Belgravia, elegantemente enchaquetados con un corte de pelo estricto y manicura. Mycroft por su parte se mantiene en cada capítulo con su traje de chaqueta clásico, siempre perfectamente vestido y acicalado, a excepción de El Signo de los Tres, donde aparece en su propia casa haciendo gimnasia con un chándal bastante ridículo en contraposición a su personalidad.
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Irene Adler es un personaje que también representa su posición a través del vestido. Siempre perfectamente maquillada y peinada, Adler se presenta como dominatrix en todos los sentidos. En privado, es posible verla en lencería fina, de un modo elegante y refinado, nada vulgar ni obsceno. Con vestidos formales y tacones altos en lugares públicos o completamente desnuda, ante Holmes y Watson, con el fin de impresionarles. En palabras de Adler en Escándalo en Belgravia “el disfraz es el autoretrato de uno mismo”, lo que hace curioso que únicamente aparece desmaquillada, despeinada y vestida informalmente cuando aparece, aparentemente vulnerable, en casa de Holmes pidiendo ayuda. Los personajes más despreocupados en cuanto a su posición, los que realmente no juegan a las apariencias ni ningún trabajo les impone vestimenta son los que visten de un modo totalmente normal y actualizado a las modas de hoy, así son la policía, la señora Hudson, los irregulares que en este caso pertenecen a diferentes tribus urbanas, o el propio Holmes, que viste de un modo informal pero elegante, siempre apegado a las formas de su hermano pero completamente distinto. Holmes lleva el abrigo largo que Paget le dibujó en el Strand Magazine así como es obligado por Watson –igual que le ocurriría al Holmes de Billy Wilder y bajo el mismo argumento: “a la gente le gusta”- a llevar el gorro dibujado también por Paget. Un dato curioso es que la bata usada por Sherlock en casa es muy similar a la usada por Basil, el personaje de Disney, la bata marrón que en el canon se habla. Desde el punto de vista técnico, la realización y el montaje de la serie es ya signo característico de Moffat y Gatiss, ya que es muy similar a Dr. Who, respecto a esto. Un lenguaje completamente nuevo donde los personajes guardan el aire detrás de sus cabezas en dirección contraria a la mirada, donde la imagen da una vuelta, nada molesta ni desconcertante, y se transforma en otra o donde los mensajes de texto o los pensamientos de Holmes aparecen directamente en la pantalla. Un ejemplo de esto es Escándalo en Belgravia, donde Holmes le habla a Adler sobre un crimen, de repente, se encuentran en el escenario del crimen pero está congelado a excepción de ellos dos, él sigue hablando de pie, ella está oyéndole inmersa en la conversación sentada en el sofá victoriano de su propia casa que ya no está en el salón, si no en la escena del crimen. A priori, puede resultar extraño el excesivo uso del ambiente futurista que puedan crear los mensajes de texto, las combinaciones o contraseñas marcadas o los mismos pensamientos de Sherlock en pantalla, pero realmente se mimetiza con el espíritu de esta obra sin que interfiera esencia de la misma. La música es usada para enaltecer momentos de tensión, éxito, fracaso… como es habitual en todas las narraciones audiovisuales. Un añadido a ésta es el violín de Sherlock, lo que muestra sus estados de ánimo o en el caso de Escándalo en Belgravia anuncia un cambio de fecha en el episodio, en este caso define que es Noche Buena. En este mismo episodio, Sherlock toca el God save the Queen para irritar a Mycroft, a quien llama en la misma ocasión “reina”. A las apariciones de Moriarty le ha acompañado desde La gazza ladra de Rossini hasta el Staying alive de los Bee-Gees. Respecto a esto, cabe destacar el uso de canciones no originales para enfatizar momentos, como en La carroza fúnebre vacía, cuando Watson se abalanza en el bar hacia Sherlock donde suena irónicamente el tango “qué pasó Yolanda” de Pink Martini. La BSO es de David Arnold y Michael Price, compositor de Casino Royale, Quantum of Solace y editor musical de la trilogía de El señor de los Anillos de Jackson, respectivamente. Respecto a la realización de la cabecera, donde suena el Sherlock Medley de Arnold y Price, el cual se ha convertido en uno de los mayores iconos de referencia de la serie, cabe destacar la importancia de la imagen como contenedor de referencias. Picadilly, una
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panorámica de Londres, el violín en contraluz respecto al fuego de la chimenea, la inconfundible silueta de Holmes, los labios rojos de Adler mientras esta se pinta, la silueta de esta a contraluz, imágenes aleatorias de Holmes y Watson, el 221B y finalmente, la gota de una pipeta que cae generando una reacción química en lo que parece sangre vista al microscopio – lo que podría ser un guiño a Estudio en Escarlata de Doyle, donde Sherlock investiga con éxito al microscopio un mecanismo de diferenciación entre la sangre y el barro. En cuanto a los cambios contextuales y las adaptaciones tecnológicas es necesario hacer referencia a la frescura de la escritura de Doyle la cual ha permitido hilar a la perfección ambas épocas permitiendo que Holmes siga siendo un hombre de costumbres. Los debates actuales sobre la introducción del tabaco, la droga, la bebida, la violencia, la sexualidad – y la homosexualidad, principalmente – son fuertemente limitados y conflictivos en cuanto a la televisión se refiere. Cada vez más, el tabaco está limitado en las series de televisión así como los homosexuales son introducidos, a veces forzadamente, como rasgo de tolerancia. Los conflictos sociales y más si incumben a lo político, el terrorismo o la realeza suelen ser objeto de crítica también. En la serie, la nocividad del tabaco es debatida entre Mycroft y Sherlock en Escándalo en Belgravia cuando éstos fuman en el interior de la morgue – algo prohibido por la ley pero absurdo para ellos, ya que todos los allí presentes ya están muertos. Además, éste es presentado, en el caso de Holmes, como un sustituto de la droga que a su vez es sustituido por parches de nicotina – en Estudio en Rosa, Watson encuentra a Sherlock en el sofá con demasiados parches puestos lo cual este justifica que el caso los requiere, como el Holmes de Estudio en Escarlata habría dicho de las pipas. En cuanto a la droga, Holmes es encontrado por Watson, en Su último voto, en una casa abandonada llena de drogadictos esparcidos por el suelo y en muy malas condiciones al modo en que el Watson le encontró en el fumadero de El hombre del labio torcido, en ambos casos, buscando a otra persona. Su último voto, es la única ocasión donde se ve a Holmes en un ambiente de drogas al igual que El signo de los cuatro es el único donde se ve a este drogarse directamente. Como el Holmes de Doyle, Sherlock considera que necesita estimulación para salir de la aburrida rutina en la que vive, lo que soluciona con el tabaco o con un buen caso. En El sabueso de los Baskerville de la BBC, Sherlock “discute” divertidamente con Watson para que le devuelva el tabaco que éste le ha escondido. Al llegarle el caso del episodio, le devuelve el tabaco, ya que ya no lo necesita. En cuanto a la sexualidad, Irene Adler ha sido uno de los personajes más polémicos en la serie. Desde el momento en el que aparece desnuda hasta el momento final en el que es salvada por un hombre, Sherlock. Una oleada de feministas protestaron en las redes ante la emisión de Escándalo en Belgravia, episodio donde era representada según las protestas como mujer indefensa que conseguía las cosas a cambio de sexo, damisela en apuros, bisexual o lesbiana – ya que sacan de contexto que su asistenta sea su confidente. Y el mayor error según las protestas: una mujer inteligente que al final no lo es porque su condición de mujer le lleva al sentimentalismo y la emoción dejando al hombre, Holmes, como el raciocinio de la relación. Tales afirmaciones han llevado a tachar a Moffat y Gatiss de machistas y patriarcales, ante lo que éstos se han pronunciado en prensa completamente en contra, así como una oleada de fans en defensa de estos dos.
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Sin embargo, esta Irene Adler tiene mucho de la Gabrielle Valadon de Billy Wilder. Una espía alemana que trafica con información, que trabaja para el enemigo y que “enamora” y vence a un Holmes, que acaba sumido en la droga ante su muerte. Las diferencias quedarán expuestas en el análisis de Escándalo en Belgravia. Incluso, respecto a su desnudez podría haber un sutil lazo con la escena en que Gabrielle Valadon aparece desnuda en la habitación de Holmes. La otra perspectiva de Adler sugiere que el hecho de ser dominatrix sea una metáfora que revele el poder de Adler, pues como Mycroft le dice más adelante fue “la dominatrix que puso de rodillas a toda la nación”. El propio Sherlock Holmes, en el momento que le hablan de su profesión y le revelan su jugada contra la Casa Real comenta: “revela su poder ante la familia más poderosa de Gran Bretaña, eso sí es una dominatrix”. La homosexualidad, es frecuentemente un tema recurrente - como un punto cómico aquí- entre Watson y Sherlock, a quienes todos creen pareja por vivir juntos y por la fuerte relación entre ellos. Este argumento, ha sido recurrente en muchísimas películas, como en La vida privada de Sherlock Holmes, donde para salir del paso, Holmes hace creer a la diva del ballet donde se encuentran que no puede mantener relaciones con ella ya que es homosexual y además pareja del Dr. Watson. Otro punto quizá sacado de contexto, en relación a Adler, es el momento en el que en un encontronazo con Watson ésta la dice que es lesbiana, lo que probablemente no sea más que una treta, como Holmes haría con la diva del ballet de Wilder, aunque en este caso para desconcertar a un Watson que la cree enamorada. Los escándalos son relacionados con el terrorismo, tema completamente al día con el panorama internacional, o la realeza, como el hecho de que la cliente de Adler fuera “una joven” de la casa Real inglesa – lo que podría encajar con Eugenia de York ya que ha sido centro de diversos escándalos lésbicos públicos.
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A S c a n d a l i n B e l g r a v i a , the woman.
“Para Sherlock Holmes ella siempre fue la mujer. Rara vez he oído que la mencione por otro nombre. A sus ojos, ella eclipsa al resto del sexo débil. No es que haya sentido por Irene Adler una emoción que pueda compararse al amor. (…) una brizna en un instrumento sensitivo o una grieta en uno de sus cristales de gran aumento no habría sido más perjudicial que una emoción intensa en una naturaleza como la suya. Y, sin embargo, para él no hubo más que una mujer…” –J.H. Watson. Escándalo en Bohemia.
Escándalo en Belgravia es el título del primer episodio de la segunda temporada de Sherlock. Emitido el 1 de Enero de 2012 en Reino Unido, se ha convertido en uno de los episodios más preferidos y a la vez polémicos por parte de los seguidores de la serie, ya que en él se inserta el personaje de Adler, que aparece por primera y última vez. El episodio ha sido escrito por Steven Moffat y digido por Paul McGuigan. Se trata de una adaptación de Escándalo en Bohemia, relato de Arthur Conan Doyle de 1891 que abre Las aventuras de Sherlock Holmes. Este relato ha sido base del romance AdlerHolmes tan recurrentes en las nuevas versiones, como por ejemplo en las películas de Guy Ritchie, o de algún modo implícito en ésta versión misma. Si bien en el relato original nunca se expresa de forma explícita este romance, Watson, además, aclara en el comienzo del relato que no se trata de amor romántico en ningún caso, aunque para Holmes, ninguna mujer pudo reemplazar su lugar jamás. En el relato, Watson explica que su vuelta a la medicina le ha llevado a visitar a Sherlock Holmes, a quien echa de menos debido a que su nueva vida de casado y su trabajo le mantiene demasiado ocupado. Esta situación se materializa en los miedos de Sherlock en el episodio El signo de los tres donde acontece la boda de Watson y Mary Morstan, cuando hablando con su hermano Mycroft éste le atormenta con que las cosas cambiarán entre ellos. En Escándalo en Belgravia, así llamado por la localización de la casa de esta Irene Adler en el barrio de Belgravia, Watson vive aún con Sherlock, aún soltero y sin ejercer la medicina. El episodio comienza con éste escribiendo las aventuras de ambos en el blog, como el Watson del canon habría hecho en sus escritos. Mediante los títulos que pone a las entradas del blog se ven los guiños a los relatos, como si fueran éstos casos que ya han tratado, como “El intérprete de frikadas” en alusión al El intérprete griego (lo cual tiene más sentido en inglés ya que geek, friki en inglés, se parece mucho a greek, griego); o el caso de “La rubia con manchas” –en alusión a La banda de los lunares- que tratan en una corta escena más adelante (Sherlock analiza en la morgue a una joven rubia llena de motas cuya muerte es inconclusa). En esa misma escena de la morgue, curiosamente Sherlock, haciendo alusión a la poca imaginación de su amigo para los títulos, pregunta si realmente alguien lee el blog, a lo que Watson responde que es de donde salen todos sus clientes y no de su web, La ciencia de
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la deducción, donde Holmes enumera 243 clases de cenizas. Una referencia a la monografía que Sherlock escribió en El signo de los cuatro donde reúne información sobre 140 tipos de tabaco. En otra escena, Watson escribe “Sherlock Holmes desconcertado”, en mención a la primera película de la historia sobre Sherlock Holmes; y pone el contador de visitas de la web a 0. En 8 horas, tenían 1895 visitas, la prueba para Watson de que no viven de los 243 tipos de ceniza. En las siguientes escenas, se nos presentan hechos cruciales para la resolución del caso que completa el episodio. Si en la primera escena, como hemos dicho, Watson escribe estos casos en su blog, por su parte, Holmes, va escogiendo clientes según el interés del caso, entre los cuales destacan un hombre al que le han cambiado las cenizas de su tía y unas niñas cuyo abuelo fallecido no han podido ver, ya que serán importantes luego. Una trama secundaria (conocida como “el senderista y el petardazo”) surge, únicamente utilizada como un juego entre Adler y Holmes: En Baker Street, un hombre con sobrepeso y mal aspecto de salud entra sin pedir permiso por estar la puerta abierta, la señora Hudson, ya acostumbrada a esto llama a Holmes, quien insiste al nuevo cliente en que no le aburra. 14 horas antes, este cliente ha tratado de arreglar el motor de su coche cuando se da cuenta de que un senderista se encuentra en el otro extremo del campo. Al explotar algo en el motor – lo cual solo provoca ruido-, el cliente se asusta y al volver a mirar el senderista está muerto. Ante esto, Sherlock, que ha decidido que se trata de un caso de gravedad 6, envía a Watson a la escena del crimen (él nunca sale por menos de un 7) con el portátil. A través de la web-cam de éste, se pondrá en contacto con él y con el jefe de policía al mando, alguien desconocido para ellos y advertido por Lestrade de que tendrá que hacer caso a Holmes, por irritante que éste sea. La conversación se corta cuando dos hombres enchaquetados irrumpen en la habitación y le cierran el portátil a Holmes –la señora Hudson les ha dejado entrar pensando que eran clientes de Sherlock. Éste, que se encuentra desnudo por la casa y envuelto en una sábana, se niega a vestirse para ir a ninguna parte, pues sus deducciones le han llevado a saber que son servicio de Mycroft y del Gobierno Británico. Mientras tanto, en la escena del crimen, un policía de menor rango le indica a Watson que un helicóptero ha venido en su busca. Se dirigen al palacio de Buckingham. En Escándalo en Bohemia, tanto a Holmes como a Watson les llama la atención el majestuoso carruaje que condujo al “enviado” del Rey hasta Baker Street. En Escándalo en Belgravia, no muchas personas pueden permitirse enviar helicópteros privados, por lo que la sorpresa de Watson es también perceptible. Conducido por un empleado del servicio al salón, Watson encuentra a Sherlock sentado, envuelto en su sábana. Su ropa, perfectamente doblada junto a sus zapatos, se encuentra encima de la mesa. Ante la pregunta sobre si habrán venido a ver a la Reina, Sherlock entre risas afirma que sí, ya que en ese momento entra en la habitación Mycroft, quien les ruega que se comporten como adultos. Un detalle curioso es que en Los Planos del Bruce-Partington, Sherlock explica a Watson los detalles del trabajo de su hermano en el Gobierno Británico y su poca pasión por lo detectivesco, lo cual concluye de una manera similar a llamarle “La Reina” – en este caso dice “Pero hoy nuestro Júpiter baja de su trono”. El acompañante de Mycroft, Henry, es un empleado de la Reina Isabel II. En realidad, todos los datos propiciados por Mycroft y Henry no son más completos que los que la carta que
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le llega al Holmes de Escándalo en Bohemia, donde se le explica, que se trata de un asunto de vital importancia para una de las casas reales de Europa y le es encomendado por haber demostrado ser persona de confianza. Sin querer decirles quien es el cliente, Sherlock se levanta dando los buenos días, aún envuelto en su sábana, a lo que Mycroft responde pisándosela y dejándole el torso al descubierto. Sherlock, irritado por su hermano finalmente accede a vestirse y a escuchar sobre el caso.
En Escándalo en Bohemia, el Gran Duque de Cassel-Felstein y Rey hereditario de Bohemia, fue quien se presentó en casa de Holmes aquella noche bajo el disfraz y la identidad de un conde enviado por el Rey. En Escándalo en Belgravia, se mantiene que quien acuda sea un mandado, aunque en este caso sea realmente el servicio. Tras un divertido diálogo entre los hermanos Holmes, en el que el menor acusa al mayor de tratarle como a un hijo, entre otros puntos, Henry y Mycroft revelan, al igual que hace el Rey de Bohemia en el relato, de la existencia de ciertas fotografías comprometidas que la señorita, Irene Adler, tiene en su poder. Como punto cómico, Henry reconoce a Watson que su jefa, la Reina, es fiel admiradora de su blog asegurando que el preferido es sin duda el caso de la muleta de aluminio, lo que induce a este a mofarse de Sherlock. Este punto es un guiño a La vida privada de Sherlock Holmes, donde la Reina Victoria es lectora de sus aventuras. El caso de la muleta de aluminio no es un caso desarrollado pero sí que aparece mencionado en El Ritual de Los Musgrave, de Las memorias de Sherlock Holmes. En Escándalo en Bohemia, el Rey de Bohemia, por entonces príncipe soltero, conoció a la aventurera Irene Adler. Holmes, que ya la tenía registrada en sus archivos – algo que el actual hace con Google-, como a tantas otras personas a las que ni conocía, explicó de ella su nacimiento y profesión. Si las cartas comprometidas de Adler, entre las que se encontraba una fotografía de los dos, salieran a la luz, el compromiso de éste con la hija del Rey de Escandinavia sería roto. Además, Adler que haría cualquier cosa por romper dicho matrimonio
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amenaza con hacer pública la fotografía. Por su parte, el Rey la presenta como una mujer de alma de acero, con el rostro de la más hermosa de las mujeres, y la mente del más resuelto de los hombres. En esta ocasión, Henry y Mycroft explican que la implicada es una mujer joven de la casa real, que tiene fotografías comprometidas con Irene Adler, residente en Belgravia y de profesión dominatrix. Al enseñarle las fotografías de la web de ésta, donde se apoda “The Woman”, Sherlock le dice que desconoce su existencia, lo cual difiere del relato original donde al escuchar su nombre comienza a sonarle. La solución de Holmes es que le paguen lo que ella pida inmediatamente. Para su sorpresa ya lo han intentado y ésta no quiere nada, con lo que su interés en el caso aumenta lo suficiente como para aceptarlo. Ya en Baker Street, Sherlock busca el atuendo adecuado para visitar a Adler desarmando medio armario y probándose indumentaria ridícula, chubasquero de policía incluido –lo que revela que esté buscando un disfraz. Finalmente, en el coche, Watson observa que al final no se ha cambiado. En un callejón a dos calles, Holmes se quita la bufanda y le pide a Watson que le pegue. Éste, al negarse, recibe un puñetazo del otro por lo que se abalanza con todas sus ganas sobre él, pues al fin y al cabo, por mucho que le quiera, llega a ser irritante. En Escándalo en Bohemia, Holmes explica a Watson que ha perseguido a la señorita Adler y a Godfrey Norton, el único hombre que la visita cada día. Holmes se encontraba en los alrededores de la casa de Adler con el fin de encontrar información sobre ésta. En cuestión de minutos, Norton entra y sale de la casa corriendo, montando en carruaje y seguido por el carruaje de la señorita Adler. Al perseguirles, se encuentra con que éstos van a casarse en secreto y, sin comérselo ni bebérselo, se verá hecho testigo legal de la misma boda. Al ir disfrazado de mozo, Adler no le reconocerá posteriormente. En el mismo relato Holmes se ausenta del salón unos minutos y vuelve vestido de sacerdote, con sombrero negro, pantalones negros y corbata blanca. Según explica a Watson, la fotografía estará en la casa ya que Adler pretende usarla pronto y será ella misma quien le diga paradero. Una pelea entre vagabundos y demás personas –todos contratados por Holmes, algo que también hará el de la BBC, como en el episodio La carroza fúnebre vacía – le servirá para llegar hasta Adler, escondida en el carruaje a causa de la pelea. Al estar a su lado aprovecha para hacerse el desmayado, sangre en la cara incluida –pintura roja que tenía en su mano. Al verlo caer, los vecinos se acercan a su socorro por lo que Adler le deja entrar en la casa con el fin de que le practicaran unos primeros auxilios. Volviendo a Escándalo en Belgravia, un Holmes disfrazado de sacerdote – al quitarse la bufanda se descubrió un alzacuellos – y herido en la cara –gracias a Watson antes- llama al portero automático de Irene Adler haciéndose el desesperado, el recién atracado que precisa de primeros auxilios. La asistenta, bajo las órdenes de Adler, le deja entrar junto a Watson, quien explica que lo ha visto todo y que es médico. Una vez sentado en el sofá de Adler, ésta entra disculpándose por los modales de la asistenta, y para sorpresa de Holmes, se encuentra completamente desnuda, pues ésta ha estado en todo momento enterada de que Holmes acudiría a su casa, como se ve en escenas previas (aquí no comentadas por su escasa importancia).
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Al ofrecerles Adler el té, Holmes contesta que ya lo han tomado en Palacio, lo cual confirma ésta ya que sabe quién es él y él sabe quién es ella. Sherlock no deja de observarla y de intentar deducir algo sobre ella, pero en ningún momento es capaz de sacar nada en claro. En cambio, le sobran segundos para saber cualquier cosa sobre Watson. Por más que la mira no puede saber nada –de hecho, cuando la mira, en la pantalla se dibujan interrogaciones al lado de ésta. Adler, en un gesto de arrogancia digno de Holmes, le explica que el problema de los disfraces es que siempre son un autorretrato, en su caso Holmes delira y cree en un poder superior, él mismo. Watson, en su límite, le pide que por favor se tape aunque sea con una servilleta, por lo que Holmes, caballeroso, le presta su abrigo. Ya que todos saben quiénes son y lo que quieren, Adler explica no es posible que tengan las fotos pero que ya que están allí le senderista y el petardazo, ya que le gustan los relatos de detectives tratando de flirtear con Holmes, ya que para ella “lo inteligente es fenómeno en las redes sociales y en todo el merchandising de la serie.
contundentemente que expliquen el caso del y los detectives en sí, sexy”, frase que será
Sherlock, que sin querer se siente en la necesidad de sorprenderla, comienza su relato sobre el senderista, introduciendo hábilmente en la historia que las fotos que él busca están en esa misma habitación. Adler impaciente por conocer el final del relato le dice que “vale”, pero que le cuente qué mata al senderista. En ese momento, Holmes da la señal a Watson, quien sale en dirección a la alarma de incendios. Holmes continúa su relato confundiendo a Adler, que ahora cree que busca las fotografías. Éste, arrogante, le dice que ella misma se lo dirá al final. En su relato, se interrumpe al decir que los estruendos son importantes, que los ruidos son clave, mientras la alarma de incendios comienza a sonar: una versión sofisticada y tecnológica de la compañía de actores que gritaba en el original.
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En Escándalo en Bohemia, una vez está Holmes en el sofá da la señal a Watson para que lance el cohete por la ventana. Segundos más tarde, Holmes grita que es una falsa alarma y al poco después ya está fuera de la casa con Watson. Entonces le explica a éste que una mujer que piensa que su casa se ha incendiado corre a rescatar lo más preciado por instinto: una madre corre a por su hijo. Esta misma explicación le dará Sherlock a Adler, directamente, en Escándalo en Belgravia, al mirar ésta al espejo de la chimenea. En Escándalo en Bohemia, la caja fuerte escondida bajo el espejo será un anaquel escondido en el mismo lugar. En el relato, Adler no mira el sitio, si no que coge directamente la fotografía depositándola en su lugar al dar Holmes la falsa alarma.
Al pedirle a Watson, en Escándalo en Belgravia, que apague la alarma, unos americanos apresan a éste. Sherlock se dispone a apretar algún número en la caja cuando aparecen los americanos con Watson a punta de pistola amenazando a Holmes con matarlo de no abrir la caja, -lo que implica qué hay más gente interesada en las fotografías. Ante esto, Watson y Adler gritan que Holmes no sabe la combinación, pero los americanos siguen insistiendo, pues habían escuchado que Adler había mencionado antes que ya le había dicho la combinación a Holmes. Bajo la presión de la amenaza de matar a Watson, Holmes marca una combinación (32-24-34, medidas de Adler, observación que impresiona a ésta luego) que se va mostrando en la pantalla. En ese momento Sherlock grita “¡el robo en el Vaticano!” – en inglés diría los camafeos del Vaticano, en relación al asunto homónimo que mantuvo alejado al Doctor Mortimer de la muerte del señor Charles Baskerville en El Sabueso de los Baskerville. “El robo en el Vaticano” es una frase usada en la serie - El signo de los tres- como código de alarma entre Watson y Holmes. En ese momento, una pistola, trampa mortal de la caja de seguridad, se dispara. Ante el desconcierto de los presentes, Adler y Holmes aprovechan para tomar las riendas del asunto: ahora son ellos quienes tienen las pistolas. Adler se apresura a la caja fuerte pero ésta ya está vacía. Resulta que las fotografías, así como la información que buscaban los americanos, están en un teléfono móvil, ahora en las manos de Holmes. Adler aprovecha que 221B| ALMUDENA J.VIROSTA
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Watson va a comprobar si todo ésta bien para inyectarle algo a Holmes en el cuello y dejarlo drogado en el suelo, aunque éste trata de forcejear con ella al final le quita el teléfono. Le da las gracias por todo y le pide que la recuerde como la mujer que le venció. Sherlock, quien aún intenta ponerse de pie acaba situado, de nuevo por un movimiento de cámara, en el lugar de “el senderista y el petardazo”, donde Adler le explica la solución del caso: el senderista miraba un boomerang, y al asustarse con el estruendo del coche volvió la cabeza para mirar, sin ver que el boomerang le daría en ella. El objeto sería llevado por la corriente por lo que no sería encontrado. Al volver a la realidad, Holmes se encuentra en su habitación y se cae de la cama. Watson va en su ayuda y vuelve a acostarle mientras Holmes pregunta por “la mujer, alias la mujer”. Al irse Watson el teléfono de Holmes suena, está en su abrigo, y su abrigo lo tenía Adler, lo que indica que ésta ha entrado sin ser vista. El sonido de su móvil ha sido cambiado por un gemido obsceno de mujer que será utilizado a lo largo del capítulo como un elemento cómico. Escenas después, en Noche Buena, todos están reunidos. Sherlock Holmes, con un estado anímico entre la irritabilidad y la preocupación, se dedica a hacer deducciones de los invitados por Watson y la señora Hudson, al extremo de incomodarles. En un momento de la escena, Holmes recibe un SMS de Adler en el que dice que tiene un regalo en la chimenea – una mujer lista, pues ha vuelto a colarse en casa de Holmes sin ser vista. El regalo resulta ser el teléfono de Adler, por lo que Holmes avisa a Mycroft de que va a encontrarla muerta. Watson, ha contado 57 mensajes desde el primero que oyó con ese sonido e importuna a Holmes con esto. Esa misma noche, Mycroft, Sherlock y Molly Hooper, una forense amiga de Holmes, se encuentran en el St. Barts para reconocer un cadáver. Molly advierte que éste tiene el rostro desfigurado. Al destaparla entera, Holmes de una pasada confirma que es ella, algo que pone nerviosa a Molly, enamorada de Holmes. La conversación anteriormente citada sobre el tabaco tiene lugar en este momento en el pasillo de la morgue. Al irse Sherlock, Mycroft avisa a Watson de que se dirige a Baker Street, ya que éste está rebuscando el teléfono entre las cosas de Holmes. Esa mañana, Watson baja a la calle cuando se encuentra con una secretaria que le indica que se monte en un lujoso coche. Éste, acostumbrado a que Mycroft le haga estas cosas sin previo aviso en otros capítulos, se monta. Al llegar a su destino, unas instalaciones industriales retiradas, se encuentra con Adler, quien realmente le ha llevado hasta allí, sabiendo que este asimilaría que era cosa de Mycroft. Adler revela que tiene como cliente al del archivo de la morgue por lo que pudo falsificar el ADN. Ésta quiere recuperar su teléfono y ante la insistencia de Watson accede a enviarle un SMS a Holmes diciéndole que está viva. Al enviar el SMS, el móvil de Holmes con tal peculiar sonido suena allí mismo. Está allí, y es visto por Adler y Watson que le dejan irse sin decir nada. Watson está preocupado por su amigo que no come ni habla y solo toca el violín – algo que el Holmes de Estudio en Escarlata le advierte que haría según su grado de nostalgia. Meses después, según nos indica la escena, Sherlock entra en Baker Street, oliendo desde el pasillo algo inusual. Al entrar en su habitación se da cuenta de que Irene Adler está
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dormida en su cama – lo que también podría tener relación con Gabrielle Valladon de La vida privada de Sherlock Holmes, la cual también se hace “la damisela en apuros”. Cuando ésta despierta Watson y Holmes la interrogan. Adler confiesa que hay asesinos que la persiguen y que necesita el teléfono, donde guarda información con la que chantajear por su propia seguridad. Sherlock le da el teléfono y ésta marca el “1058”, lo cual da error, pues Holmes había mandado hacer un duplicado solo para ver los números que ésta introducía. Al coger el original y meter dicho código se da cuenta de que Adler ha vuelto a engañarle. Ante la incómoda situación que se produce para Watson, al ver que uno alaga la inteligencia del otro constantemente, Adler cambia de tema y cuenta que un cliente suyo es del Ministerio de Defensa. Éste le enseñó un mail que según él salvaría el mundo y ella, sin que se diera cuenta, lo fotografió. De nuevo comienza su juego pues vuelve a tratar de subir el ego de Holmes retándolo a descifrarlo, ya que uno de los mejores criptógrafos del país no ha podido. En ocho segundos éste lo ha descifrado: Mañana, a las 18:30, un jumbo 747 despegará de Heathrow hacia Baltimore, ya que no es un código, es la asignación de los asientos. Tal dominio del tema es un guiño al Holmes del canon que conoce al dedo todos los rincones de Londres. Holmes cae en la cuenta de que el vuelo es el 007 lo cual le dice algo… Mientras tanto Adler envía un SMS a Moriarty en el que le da los datos. Moriarty le envía un SMS a Mycroft en el que dice “Avión Jumbo. Madre mía, señor Holmes, madre mía”. La relación entre Moriarty y Adler será explicada al final del episodio. En realidad, tanto la explicación de Holmes respecto al jumbo como el SMS de Moriarty a Mycroft están inspirados en El valle del terror. Así, en este relato de Las memorias de Sherlock Holmes, Holmes recibe una carta firmada por el seudónimo “Porlock”, quien resulta ser de la red de Moriarty. La carta está escrita en código numérico, pero es Holmes quien se da cuenta de que los números realmente son las palabras en un libro, por la página y columna, consiguiendo decodificar la carta (este argumento casi tal cual está utilizado en el episodio El banquero ciego). En el epílogo, una nota llega al buzón de Holmes en la que reza “Dios mío, señor Holmes, Dios mío”, lo que dice tal cual en la versión del episodio en inglés. Mientras Sherlock se muestra pensativo arañando las cuerdas de su violín en su regazo – como ya anunciaba Watson en Estudio en Escarlata que éste hacía cuando estaba preocupado- la voz de Mycroft repetía una y otra vez “Confirmad con Coventry”, algo que le oyó decir una mañana –en escenas anteriores- mientras éste estaba al teléfono. Sherlock consigue atar los cabos que reúnen las palabras “Coventry” con el vuelo 007, y le cuenta la historia real de Coventry a Adler, sentada junto al fuego del salón a su lado: Los aliados de la Segunda Guerra Mundial sabían que los alemanes bombardearían Coventry, ya que descifraron su código, y les dejarían hacerlo para que no se enteraran de que podían descifrar sus códigos. Adler, aparentemente ignorándole, le cambia de tema tratando de flirtear con él por lo que se acerca hacia él cogiéndole de la mano entre susurros. La conversación se basa en la pedida de una cena – que realmente, como ella explica, era una insinuación en toda regla- que el rechaza, haciéndose el loco, porque no tiene hambre. Él, que le sigue el juego, le coge la mano a ella hasta que la señora Hudson le llama a voces. Los mismos tipos de palacio han vuelto a por Holmes, esta vez con billetes para el vuelo 007 antes deducido. Al llegar allí se encuentra con que el avión está apagado y todos los
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pasajeros son cadáveres. “El enigma de Coventry, el vuelo de los muertos” afirma Mycroft, quien aparece en ese momento. El avión estallará. Tanto el gobierno de EEUU como el británico lo saben, los terroristas creen que han tenido éxito y nadie sale herido. Mycroft se mofa de Sherlock (-Limpio, ¿verdad? ¿o te aburría demasiado para fijarte en la pauta?) haciéndole recordar los casos del principio: el abuelo de las niñas y la tía del hombre de las cenizas eran pasajeros. Ahora, el vuelo ha sido cancelado ya que los terroristas han sido informados gracias a un fragmento de un mail filtrado. Para la sorpresa de Sherlock, su hermano le culpa a él por habérselo revelado a Irene Adler, quien le dice que le ha tendido una trampa de libro haciéndole caer en la “desventaja del amor”. En ese momento, Adler, que aparece tras Sherlock, indica que tardó menos de un minuto en descifrarlo y que necesita hablar con el señor Holmes, pero no con el pequeño, puesto que ya no lo necesita para nada. Ahora Adler amenaza a Mycroft, no solo con los escándalos que pueda levantar con la información de su teléfono, si no con la noticia de que el mayor filtrador de datos es su hermano pequeño. La escena a continuación acontece en el despacho de Mycroft, donde Sherlock y Adler se encuentran presentes. Mycroft amenaza a Adler con algún castigo legal, ya que tiene el teléfono en sus manos y tiene gente que pueda desbloquearlo. Sobre esto, Adler afirma que ha comprobado que no es cierto ya que ni el mismo Sherlock Holmes ha podido hacerlo en seis, a sabiendas incluso que le ha hecho radiografías. Estas revelaron únicamente que el teléfono tenía en su interior cuatro dispositivos explosivos que romperían el teléfono en caso de abrirlo. Adler saca una lista de sus demandas y sugerencias para su protección, lo cual abate a Mycroft, quien tendrá que tomar una decisión sin consultar a nadie, a petición –más bien ordende Adler. Ésta aprovecha para dar recuerdos de Moriarty y revela su relación con éste, el “delincuente asesor”, quien le dio todos los consejos sobre cómo jugar con “el hombre de hielo” y “el virgen” –Mycroft y Sherlock, respectivamente. No trabaja para él, ni nada parecido, solo que Moriarty se ofreció. “Y aquí está la dominatrix que puso a un país de rodillas, Buena jugada” dice Mycroft a lo que un firme y sereno Sherlock grita que no. En ese momento, se levanta hacia Adler y le explica que se ha dejado llevar, ha disfrutado con todo esto demasiado. Ha tenido sentimientos y el sentimiento es un defecto químico de los perdedores, según le dice. Adler se ríe de él preguntándole si realmente creía que estaba interesada en él y que por qué lo cree, ¿por qué es el gran Sherlock Holmes?, a lo que Holmes contesta con un susurro en su oído: “porque te tomé el pulso”. En ese momento pasa en imágenes los momentos de ellos dos al fuego, cuando ella trataba de flirtear con él escenas anteriores, mientras la voz de Holmes explica que tenía el pulso acelerado y las pupilas dilatadas. Holmes no estaba siguiéndole el juego, le cogió la mano para tomarle el pulso y descubrir que ésta sí tenía sentimientos por él. “Imagino que Watson cree que el amor es un misterio para mí pero la química es sencillísima y muy destructiva” dice el cogiendo el móvil de la mesa y confirmando las teorías de Watson en Escándalo en Bohemia. Sherlock le recuerda lo que dijo sobre el disfraz y el autorretrato y le recuerda que la combinación de su teléfono es algo más íntimo que sus medidas para la caja fuerte, más íntimo que una mujer desnuda. Al teclear la combinación, Adler le suplica y un Holmes impasible la rechaza. El teléfono está desbloqueado y ahora en manos de Mycroft. “(Adler en la calle) no duraría ni 6 meses sin su seguro” explica Holmes.
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Respecto a la clave del móvil de Adler cabe aclarar que en el teléfono ponía como pantalla de bloqueo “I’M _ _ _ _ LOCKED” (en inglés estoy bloqueado, separado por los cuatro dígitos que componen la contraseña). Al darse cuenta Sherlock de los sentimientos de ésta cae en el juego de palabras “I’M SHERL-LOCKED” ya que el prefijo –ed en inglés compondría con el nombre de Sherlock algo así como “estoy ensherlockeado”, en referencia al estar enamorado. Esta frase se ha convertido por el fenómeno fan en uno de los elementos de mayor atractivo para el merchandising de la serie. Meses después, Mycroft se reúne con Watson en un bar y le enseña el expediente de Adler, completamente cerrado ya que está muerta: fue capturada por una célula terrorista en Karachi y fue decapitada. A pesar de esto, cree que deberían decirle a Holmes que sigue viva gracias algún programa de protección de testigos en EEUU que le imposibilitará verla jamás. Un dato curioso de esta conversación es que Mycroft le cuenta a Watson que su hermano ha elegido ser detective, aunque tiene el cerebro de un científico o de un filósofo, casi parafraseando lo que Watson diría al lector en Escándalo en Bohemia – “el teatro ha perdido a un magnifico actor, y la ciencia a un extraordinario investigador cuando decidio convertirse en especialista de criminología”. Además, mantienen otro diálogo sobre el hecho de que la llame “la mujer” (“-O es odio o un saludo: la genuina, la única mujer que importa.” Dice Mycroft). Al llegar a casa, Watson encuentra a Holmes en el microscopio y le da el expediente de Adler optando por la versión del programa de protección de testigos, por lo que no podrá volver a verla. Sherlock, sin inmutarse, le replica que para qué querría volver a verla, ya que ni si quiera quiere ver el expediente. Al tratar de salir Watson, Sherlock le pide el teléfono, quiere quedárselo, aunque ya no contenga nada, sin dar más explicaciones. Al salir finalmente Watson, Sherlock relaja su postura y se aparta del microscopio para mirar su propio teléfono móvil. En la pantalla se nos muestran los mensajes de “La mujer”, como le tiene de nombre de contacto. Algunos de éstos mensajes son bastante curiosos como “BBC1, ahora mismo, te vas a reír”. El último de estos mensajes es un “adiós, Sr. Holmes”.
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Al final de Escándalo en Bohemia, Irene Adler, de casada Irene Norton, envía una carta a Sherlock Holmes en la que le revela, que como la Irene de Escándalo en Belgravia también ha sido informada en todo momento de sus movimientos, a sabiendas incluso de que se presentaría en su casa. Tal y como le ocurre a la Irene de Escándalo en Belgravia – en su desliz al afirmar que la fotografía estaba allí – Adler, a sabiendas de que era él el sacerdote, también cae en la trampa del fuego revelándole la posición de ésta. La carta termina con una despedida de una Adler enamorada de su nuevo marido, que indica al Rey que puede estar tranquilo de sus secretos, pues ya no tiene interés en él. Al final del relato, Holmes pide un único pago al Rey: la fotografía de Adler. En la escena anterior, Watson pregunta si no podría haberse escabullido otra vez a lo que Mycroft, irónicamente responde que haría falta Sherlock Holmes para volver a engañarle y no cree que anduviera por allí. Irónicamente, porque en la última escena se ve a Adler a punto de su decapitación. Como Moriarty le hizo a Holmes en El problema final, los captores le dejan enviar un SMS de despedida. En el momento que ésta lo envía, cierra los ojos y se prerpara, pero el peculiar sonido del móvil de Holmes se oye allí. “-Cuando te diga corre, corre.”, le dice Holmes, quien está disfrazado del captor encargado de decapitarla. Al final del episodio, se ve una imagen de un Holmes nostálgico en la ventana que juega únicamente a tirar en el aire el móvil de Adler y cogerlo mientras dice entre risas: “la mujer… ¡La mujer!”.
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así fue también como los mejores planes de Sherlock Holmes fueron arruinados por el ingenio de una mujer. Antiguamente mi compañero acostumbraba a burlarse mucho de la supuesta inteligencia femenina, pero no he oído que lo haga a últimas fechas. Y cuando habla de Irene Adler, o cuando se refiere a su fotografía, siempre lo hace bajo el honorable título de <<la mujer>>”. John. H. Watson, Escándalo en Bohemia.
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T h e E m p t y H e a r s e, dos años sin Mr. Holmes.
La carroza fúnebre vacía es el título del primer episodio de la tercera temporada de Sherlock, una adaptación de La casa deshabitada y de El problema final. El apabullante éxito que alcanzó se debió, entre otras cosas, a la ansiada espera que había provocado el final de la segunda temporada: La caída de Reichenbach. El episodio, escrito por Mark Gatiss y dirigido por Jeremy Lovering, se estrenó el 1 de Enero de 2014, después de dos años de espera y después del mini episodio de 7 min. Manny Happy Returns lanzado el 24 de Diciembre de 2013 como estrategia comercial. En éste Donovan y Lestrade discuten sobre la posibilidad de que Sherlock esté vivo realmente mientras John le rememora viendo un video que éste le había grabado por su cumpleaños. Una tumba, negra, lisa y brillante donde reza únicamente una inscripción: SHERLOCK HOLMES; abre la primera imagen de todas. A continuación el distinguido reflejo de Holmes se deja ver en ella. Tras esta pequeña introducción, el episodio arranca con imágenes de La caída de Reichenbach para ponernos en situación. El problema final fue escrito por Doyle en 1883 e incluido en Las memorias de Sherlock Holmes. Como se ha mencionado en apartados anteriores, este relato supuso un escándalo entre los lectores. Holmes, quien siempre ha mantenido la templanza y el porte incluso en las peores situaciones, a pesar de su carácter enérgico y naturaleza inquieta, se torna, en el comienzo de este relato, en un Holmes nervioso y preocupado que se apresura a tomar las más cautelosas medidas para entrar en el 221B. La red de Moriarty iba a ser desmantelada por Holmes y un nimio error podría no solo desbaratarlo, si no acabar con su propia vida. Para esto, Watson y Holmes se encomiendan en una aventura en tren que acabará su curso en las cataratas suizas de Reichenbach. Allí, Watson será llamado al hotel por una urgencia médica teniendo que abandonar a Holmes sin ninguna opción. Tanto la carta recibida como la urgencia resultaron ser falsas y Holmes fue lanzado al vacío de las cataratas por Moriarty. Para el episodio televisivo, las cataratas fueron sustituidas por el hospital de St. Barts. Aquí, Moriarty se ha dedicado a demostrar su poder hackeando la seguridad de tres de los lugares más protegidos de Londres: La torre de Londres, la prisión de Pentoville y el Banco de Inglaterra; y la red a desmantelar de la que se habla en el relato se dejará para el episodio a analizar: La carroza fúnebre vacía. En esta ocasión, Sherlock y Moriarty tendrán su encaramiento en el tejado de St. Barts donde Moriarty obliga a éste a tirarse al vacío a cambio de no matar a tres de sus seres queridos: Lestrade, la señora Hudson y el mismo Watson, que habla con él por móvil desde la esa misma calle. La nota de despedida que Moriarty tuvo el detalle de dejar escribir en Suiza se ha convertido aquí en la supuesta “nota de suicidio”. Esta no será más que esa despedida telefónica, con Watson al móvil, que acaba con el salto al vacío de Sherlock, mientras éste y un centenar de personas de a pie le ven caer. Lo curioso de la “nota de suicidio” y la despedida es que Sherlock en todo momento repite a su amigo que no aparte la vista de él, algo que pudiera parecer macabro e inhumano para cualquiera que sepa que va a morir a los ojos de un ser querido. Aquí Moffat y Gatiss establecen el hilo conductor a la “no muerte” de Holmes, pues mientras recuerdan el trágico final del episodio anterior se insertan imágenes de un Moriarty muerto que está siendo movido
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hacia alguna habitación del hospital, donde se le coloca una cara de látex con el rostro de Sherlock y lentillas azules. Sherlock se lanza al vacío y la red de actores, que no es otra que la de los irregulares del canon, comienza a funcionar en cadena. Estos se las arreglan para dejar a Watson inconsciente por unos segundos - con un golpe de un chico en bici y un segundo actor que usa la hipnosis - el tiempo de preparar el perfecto escenario, donde “enfermeras”, “médicos” y “gente alarmada” corren a socorrer a un Holmes ya en el suelo, que no es más que el cuerpo sin vida de Moriarty. Watson intenta acercarse a ver a Sherlock, pero está lo suficientemente conmocionado como para no darse cuenta de nada. Sherlock se había tirado con una cuerda de puenting y había atravesado los cristales del laboratorio donde Molly Hooper, la forense, le espera, y para sorpresa de ésta, la besa. Evidentemente, a continuación se explica que esto nunca ha pasado y que solo son conjeturas de Donovan, el ayudante de Lestrade, quien desesperado por confirmar que Sherlock está vivo debate con éste. Pues como argumenta Lestrade, su relato ni si quiera es verosímil ya que aparte del efectismo que éste ha introducido en la escena, el chico de la hipnosis era el conocido ilusionista inglés Derren Brown. Y es que Donovan se ha obsesionado con el tema al punto de fundar La casa deshabitada, un club de fans de Sherlock Holmes que debaten para discutir teorías sobre el paradero de éste, convencidos de que aún vive- un fenómeno real que últimamente se está dando en la sociedad ante la muerte de algunos ídolos, como los grupos que niegan la muerte de Elvis Presley, o más recientemente, Michael Jackson. A continuación se nos lleva al cementerio de St. Woolos, donde la tumba que habría el episodio está siendo visitada por un Watson ahora con bigote –como era el del canon original según los dibujos de Paget- y mujer. Esta es la primera imagen que se nos muestra de Mary Morstan, que como explicará en el mismo episodio es su prometida, aunque en el canon esto ocurra en el Signo de Los Cuatro, -en el episodio El signo de los tres, que toma de referencia esta novela y que precede a La carroza fúnebre vacía, tiene lugar la boda entre Watson y Mary.
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La red de Moriarty que Holmes trataba de desmantelar en el relato La caída del Reichenbach, se toma en este episodio como el argumento sobre lo que ha hecho Holmes durante estos dos años de ausencia – tres en el relato original. Se ve a un Holmes descuidado, de pelo largo y barba, que corre por los bosques serbios perseguido por perros, radares y soldados con ametralladoras. Al capturarlo, le llevaron a una sala de torturas custodiada por soldados que le maniatan y pegan con el fin de que éste suelte información sobre su cometido allí. Pero Holmes, agudo e inteligente, comenzó a murmurar en serbio algunos datos sobre la mujer del soldado, informándole que si salía inmediatamente podría encontrarla con su amante. Al irse éste, el otro soldado saluda al señor Holmes en perfecto inglés y le indica que una célula terrorista atacará Londres por lo que le necesitan allí con urgencia. “Se acabaron las vacaciones, querido hermano”, le sonríe un disfrazado Mycroft Holmes. Una vez en Londres, Mycroft está sentado en un despacho mientras alguien del servicio afeita y pela a Sherlock en una camilla. Lo curioso de la escena es posiblemente el atrezzo usado. La habitación, que más que un despacho parece un búnker tiene cierto aire victoriano a la vez que aristocrático y los utensilios para acicalar a Sherlock son a la vieja usanza. Tras hablar de las ocupaciones de Sherlock durante estos dos años tratando de desmantelar la red de Moriarty. La captura ha sido impulsada por no otro que el Barón Maupertuis, personaje nombrado en relación a la Netherland-Sumatra-Company en relatos como El vampiro de Sussex y The Adventure of Reigate Squire –en ambos relatos se hace hincapié en lo demasiado importante que es el asunto como para contarlo. En realidad de tal personaje sabemos poco, pero en la literatura posterior a Doyle, en Young Sherlock Holmes: Death Cloud de Andrew Lane concretamente, el Barón Maupertuis se ha consolidado como un peligroso contrincante de Holmes. Finalmente, Mycroft pide a Sherlock que desmonte la célula terrorista y le da datos detallados sobre el paradero de Watson, alegando que siempre le ha mantenido más o menos vigilado: ya no vive en Baker Street, ha seguido con su vida, y esa misma noche tiene una reserva en Marylebone Road. Aquí Mycroft también aprovecha para alardear, en este caso, sobre sus conocimientos de sumiller. Mientras esta conversación tenía lugar, Watson ha llegado a Baker Street. Al entrar, mira las escaleras de su antiguo piso con nostalgia. La señora Hudson interrumpe sus pensamientos con su presencia. Toman el té en casa de ésta donde un Watson, cabizbajo, pide disculpas a la señora ante el monumental enfado de ésta, ya que no ha recibido de su parte ni una sola llamada desde la muerte de Sherlock. En La casa deshabitada, Watson entra en el 221B, después de tres años, acompañado de Holmes - ya que este hecho se sitúa al final del relato. En el audiovisual, al subir al piso de arriba, el salón está inundado de ácaros y polvo, ya que nadie entra desde la muerte de Holmes. La señora Hudson se disculpa por no haber limpiado y se excusa en que a Sherlock no le gustaba que ella tocara sus cosas, ni tampoco podría dejar entrar a ningún inquilino nuevo. Esto es fiel en cuanto a La casa deshabitada, ya que Watson se sorprende de la inalterabilidad de las habitaciones desde que las dejaran, gracias a la señora Hudson y a la supervisión de Mycroft como indica en el relato; pero a la vez difiere respecto a la cantidad de polvo en la habitación, ya que el otro hecho que a Watson le llama la atención, en el relato, es la exagerada pulcritud que había en contraposición a lo que estaban acostumbrados.
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En algún que otro relato, Sherlock, ha encontrado en el polvo un fiel aliado. Pese a que algunas versiones posteriores lo han planteado como un hombre sucio y desordenado, lo cierto es que Holmes es, realmente, estratégicamente sucio en cuanto a sus bienes y estratégicamente desordenado. Un divertido ejemplo, donde Holmes explica su relación con el polvo es expuesta por Billy Wilder en La vida privada de Sherlock Holmes, quien sin duda tomo ésta referencia de Las Aventuras de Sherlock Holmes: “Dust, Mrs. Hudson, is an essential part of my filing system. By the thickness of it, I can date any document immediately”. En Estudio en Escarlata, Holmes explica que “estos hechos se hallaban escritos en el polvo” en referencia al nerviosismo del supuesto asesino de las botas de punta cuadrada, que no dejaba de andar por toda la habitación, según Holmes, dejándolo registrado en el polvo. En este mismo fragmento analizado de la La casa deshabitada, Watson comienza a hacer alusiones a los objetos de Holmes, situados donde él quería, incluida la mancha de ácido en la mesa de química o el tabaco guardado en la babucha. En el audiovisual, después de tanto tiempo sin noticias de Watson, la señora Hudson se pregunta el porqué de su visita repentina. Éste anuncia su compromiso con Mary Morsten, hecho del que la señora Hudson se alegra muchísimo no sin antes dejarle claro que si se casara con un hombre, como ella siempre había augurado, estaría de su parte aunque no sin antes expresar que quizá fuera demasiado pronto para una relación con lo de Sherlock tan reciente –retomando el hilo cómico de la “relación homosexual” entre los compañeros ya propuesta por Wilder. Entre las muchas habilidades y excentricidades de Sherlock Holmes, en el disfraz era hábil maestro, cualidad que ya se ha explicado con anterioridad. En La casa deshabitada Watson recorre algunos puntos de la ciudad para tratar de resolver el misterio de Park Lane por su cuenta, o al menos tratar de entenderlo él mismo. Encontrándose, de hecho, en esta calle, se encontró a un grupo de curiosos mirando la ventana del asesinato. Al alejarse de éstos, Watson chocó con un anciano al que le tiró al suelo los libros que llevaba. El anciano, que en ese momento fue grosero, se presentó en el estudio de Watson para disculparse, ante la sorpresa de éste. Explicó que le conocía por ser su vecino, ya que tenía una pequeña librería al lado del estudio a la que le invitaba en cualquier momento para regalarle algún volumen, pues se había fijado en que tenía un estante vacío. Al girar la cabeza Watson hacia el estante, Sherlock Holmes se descubrió de su disfraz y Watson se desmayó por primera vez en su vida al descubrirlo En el audiovisual, Sherlock ha dado con el restaurante donde Watson irá a cenar, sin saber que su amigo se encuentra en una mesa, nervioso, preparando su pedida de matrimonio para una Mary Morsten que llegara en cualquier momento. Al encontrar a Watson, sin acercarse a él le observa y se encuentra nervioso por el reencuentro. Aunque no le lleva más que unos segundos encontrar la solución perfecta: el disfraz. Una pasada al local le bastará para vislumbrar los materiales necesarios. Holmes se acerca a una mesa y derrama hábilmente una copa de agua sobre un señor con pajarita, disculpándose y secándole con una servilleta. Sherlock, consigue quitarle la pajarita al hombre, sin que éste se diera cuenta. Una vez se pone la pajarita, ve unas gafas en una mesa que podrían servirle en su camuflaje. Se acerca a la mesa de otro hombre que lee una carta del restaurante y se las quita al intercambiarle la carta sugiriéndole algún plato de
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ésta. Finalmente, y como toque último a su disfraz, encuentra el bolso abierto de una mujer a mano, con un lápiz de ojos que le servirían para pintarse un ridículo bigote negro. Una vez preparado, Sherlock se esconde tras una carta y adoptando acento francés aconseja a Watson sobre vinos haciendo varias alusiones a su relación como “el vino es como un viejo amigo” o “es familiar, se sorprenderá”. Watson, con el nerviosismo de la pedida, ignora completamente a Sherlock quien sigue insistiendo en sus idas y venidas. Mary llega por fin, y entre risas Watson intenta pedirle la mano ya que este singular camarero no deja de interrumpirles, esta con que “el vino es algo nuevo, como cuando en una multitud de extraños uno ve la cara de un viejo amigo”. Mary se ríe en todo momento de la situación y Watson, ya enfadado, se aproxima a sermonear al inoportuno camarero cuando le mira a la cara por primera vez mientras éste explica: “que interesante es un esmoquin. Da distinción a los amigos y anonimato a los meseros”. Watson está nervioso, a punto de llorar, de gritar y de desplomarse. Sherlock, con su fanfarronería habitual reconoce que ha sido malvado aparecer así ya que podría haberle dado un infarto, o como en el relato original, podría haber sufrido un desmayo. Mary, desconcertada, comienza a preguntar qué ocurre a lo que Sherlock contesta tajante: “Versión corta: no estoy muerto”. Ella cae en la cuenta de quién es y mantiene con él un divertido y escueto diálogo basado en un “-Oh Dios. -No. -¿Tú?. -Sí. -Oh Dios Mío. -Tampoco tanto”.
Sherlock, con un elegante movimiento, coge agua de una copa y se quita los bigotes con la servilleta, no para otra cosa que para mofarse del bigote real de un John Watson que sigue tartamudeando – las constantes alusiones al bigote recuerdan a como en Estudio en Escarlata Holmes afirma que el matrimonio le ha sentado bien a su compañero, puesto que ha engordado, afirmación que les lleva un escueto debate sobre cuantas libras ha engordado.
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Sherlock intenta disculparse interrumpido por un golpe en la mesa de Watson. Este le pide explicaciones sobre cómo ha podido hacerle esto, pero Sherlock sigue empecinado en el asunto del bigote por lo que Watson se abalanza sobre Sherlock a cámara lenta. La banda sonora del momento, “Qué paso Yolanda” de Pink Martini, contribuye a lo cómico de la escena. Como es observable, esto difiere completamente del relato La casa deshabitada donde Watson reacciona, una vez despierta de su desmayo, con alegría y entusiasmo. En el audiovisual, esta mala reacción únicamente da lugar a una serie de acontecimientos en el episodio con la finalidad de dar un toque de humor, el cual consiguen sin lugar a dudas, y a demostrar, el fuerte lazo de amistad de entre éstos dos personajes. El único dato inventado que sí hace variar elementos del canon con importancia es la aparición de Mary Morstan, ya que cambia contundentemente los episodios basados en El signo de los cuatro. A continuación, en el audiovisual, Sherlock, Watson y Mary se encuentran en un bar de comida rápida, una especie de cafetería, donde Sherlock explica que habían trece opciones para escapar de Moriarty en el tejado del St.Barts y explica que Moriarty tenía que ser detenido así como que fue todo un plan de Mycroft. Watson, se escandaliza ante el hecho de que alguien hubiera sabido sobre el tema y que le hubiera dejado sufrir esos dos años. Sherlock explica, ante la insistencia de Watson, que Molly Hooper, la forense, también lo sabía, así como veinticinco chicos de su red de vagabundos (sus irregulares) “como mucho”. Watson se abalanza por segunda vez sobre Sherlock. Segundos más tarde, en un kebab –algo muy de moda en Londres-, Sherlock tiene el labio rajado y Watson se encuentra más calmado, algo que le dura poco ya que Sherlock vuelve a insistir en si se va a quitar el bigote deduciendo que a Mary no le gusta tampoco. Watson retoma el asunto de su muerte y Sherlock le acusa, no de mal modo, de que su indiscreción podría haberle delatado, y le explica que ha vuelto por el ataque terrorista pidiéndole su ayuda. Mientras, le recuerda la adrenalina de enfrentarse a un caso y los sentimientos de ambos juntos contra el mundo. A lo que Watson contesta con un cabezazo. Ahora en la puerta del kebab, Sherlock tiene ahora la nariz sangrando. Pide perdón a Watson y este enfadado se sube a un taxi. Mary le promete que le convencerá. El hecho de que hayan ido cambiando de lugar se debe a los escándalos –el abalanzarse dos veces y el cabezazo- montados por Watson y Sherlock. Lo curioso, es como va bajando el nivel de renta y de exquisitez de estos lugares, desde un restaurante de lujo hasta la puerta de un kebab: la puerta, porque de adentro se entiende que les han terminado echando. En cambio, en La casa deshabitada, Sherlock explica a Watson que no podría haberle confesado que estaba vivo porque si no él no hubiera escrito con tanta crudeza ni realidad sobre su hazaña y era crucial que todos pensaran que estaba muerto. Le pide perdón y le explica que solo Mycroft sabía la verdad, así como le cuenta sus aventuras estos tres años por Florencia, en el Tibet con el Dalai Lama, Persia, La Meca… También le explica cómo consiguió sobrevivir, a diferencia del audiovisual donde en las muchas versiones que Holmes da nunca se queda claro. En el relato original, Holmes se descolgó hacia un sendero, no sin antes haber lanzado al vacío a Moriarty, echando a correr, pues ahora huía de un cómplice de Moriarty que por allí estaba.
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En La casa deshabitada Sherlock explica a Watson como al presentarse en Baker Street le provocó un ataque de histeria a la señora Hudson. Esto es exactamente representado mediante imágenes en el audiovisual, al contemplar ésta, preparada sartén en mano, la inconfundible silueta de Sherlock a contraluz en la puerta de la entrada. Una vez en Baker Street, Sherlock se prepara para el nuevo caso, colocando en la pared del salón datos sobre sus “marcadores”, personas que por un motivo u otro tiene controladas y que si algo fuera a ocurrir en Londres saldrían de su rutina habitual.
En las siguientes imágenes, Sherlock y Mycroft intercambian información sobre el caso terrorista mientras aparentemente juegan al ajedrez, lo que posteriormente se demuestra que es solo una ilusión óptica en la posición de los objetos, tras el ajedrez estaba el verdadero juego: “Operación”. Mycroft, pierde al romper el corazón de lo que Sherlock hace muchos chistes. Los hermanos comienzan a hacer deducciones basándose en un gorro de lana que Sherlock tenía por casa, de un cliente se lo había dejado allí. El juego que tiene lugar entre los hermanos Holmes es muy similar al que mantienen en La aventura del intérprete griego en el Club Diógenes. Las deducciones de aquel gorro de lana tan gastado y cosido tantas veces no está basado en otro más que en el sombrero de fieltro de El carbunclo azul. Por su parte, Watson ha vuelto a ejercer la medicina y en esta ocasión Mary hace el papel de su recepcionista. No muy emocionado con el trabajo debido a los casos nimios, y desagradables que le llegan. De repente aparece un anciano de pelo blanco y barbas, con una indumentaria ridícula que incluye gafas de sol. Al observar la extraña forma de hablar del anciano, así como su comportamiento – le enseña las carátulas de algunas películas– Watson empieza a reírse y a tirarle del pelo, suponiendo que es Sherlock Holmes disfrazado. Lo cual resultó no ser. Este anciano está inspirado en el disfraz de Sherlock antes mencionado en La
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casa deshabitada, que al igual que el anciano real del episodio televisivo, le mostró las cubiertas de algunos libros. Volviendo a Sherlock, Molly Hooper ha sido escogida por Holmes para sustituir a Watson como ayudante, ya que este aún no le dirige la palabra. Este cambio en el argumento respecto a los relatos originales sirve únicamente para dar cabida al personaje de Molly, quien estando siempre enamorada de Sherlock, se toma esto como un regalo. Los clientes comienzan a llegar, y los casos y deducciones salen, en su mayoría y apenas sin alterar de Las Aventuras de Sherlock Holmes, entre ellas, a destacar por ejemplo, Un caso de identidad, donde incluso se llega a mantener el nombre del Sr. Windibank, el padrastro que se hace pasar por el novio, aquí cibernético y no epistolar, de la hijastra para que ésta no pueda casarse con nadie y él no perder nunca la pensión de la joven. Otro de los casos a los que Sherlock, junto a Molly y Lestrade, se enfrenta en este episodio es el de Jack el destripador, que no era más que un “montaje” de la organización montada por Donovan en sus intentos de llamar la atención de Sherlock Holmes. Esto podría ser interpretado como un guiño a todos los Holmes apócrifos que se han encontrado con el famoso asesino. Sherlock, al echar de menos a Watson, acaba hablando solo y llamando a Molly “John”. A continuación, los tres aparecen en una casa cuyo dueño resulta ser además, el dueño del gorro de lana. Éste, que trabaja como vigilante de las cámaras de seguridad en el metro de Londres, ha llamado a Holmes ante un dato desconcertante: Un hombre entra la penúltima parada del último vagón. En la siguiente y última no se baja nadie. Las puertas no pueden abrirse por el sistema de seguridad. El viaje es directo, sin túneles. Y el conductor del tren desde entonces no ha vuelto a trabajar. Un caso desconcertante sin duda, a excepción de que Holmes ha visto a ese hombre misterioso antes, se trata de Lord Moran. El caso del tren es un guiño al tren que desaparece entre dos estaciones conectadas en The Lost Special, de Arthur Conan Doyle. Por su parte, Lord Moran no es otro que el villano homónimo que trató de matar a Holmes en La casa deshabitada, donde Holmes le llama “el hombre más peligroso de Londres”. En el relato, Moran es quien dispara desde la habitacióndonde Sherlock y Watson han ido a esconderse para vigilar- al muñeco de cera que la señora Hudson ha colocado cuidadosamente en Baker Street y que gracias a un contraluz perfecto provoca la ilusión de ser la silueta del verdadero Holmes. Para tener una idea clara del caso del tren y no obviar ningún detalle que pueda ser importante, Sherlock visualiza en su cabeza todos los mapas con absoluta precisión, lo que en la realización del audiovisual se traduce en imágenes de los mapas del metro proyectadas en su rostro y alrededor de él. Esto conforma un guiño al perfecto conocimiento del callejero de Londres del Sherlock Holmes original. Mientras tanto, en Baker Street, alguien choca con Watson en la calle mientras le clavan una aguja con droga en el cuello, y sin poder defenderse éste, es raptado. Aparece en una especie de bosque, herido, amordazado y bajo lo que parecen ramas y escombros: está dentro de la fogata de Guy Fawkes, que tantos relatos ingleses – y de todo el mundo – ha presenciado. Mary, quien va por la calle recibe un SMS con un mensaje extraño por lo que corre en busca de Sherlock. Al descifrarlo, éste descubre que Watson está en Saint James The Less, y que tienen 20 min, por lo que toman prestada una moto a unos jóvenes y salen en busca de Watson. Mientras, a Mary le van llegando al móvil mensajes con el tiempo que les queda. Al
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llegar al sitio, acaban de rociar la fogata con gasolina y comienzan a prenderla, pero Sherlock ya ha visto el fuego y ha atado cabos, por lo que sale gritando en dirección de Watson. La gente horrorizada por el suceso no deja de gritar. Al final, Watson está bien. A la mañana siguiente, Sherlock sigue mirando sus recortes sobre las personas “marcadores” hasta que cae en que la información de Mycroft (información que le dio en una conversación en escenas anteriores: la red subterránea de Londres) era literal por lo que relaciona a Moran, su “rata uno” -ya que trabaja para Corea del Norte desde hace algunos años y es del Ministerio de desarrollo marítimo a su vez- con el misterio del tren. Sherlock cae en la cuenta de que salen 7 trenes y llegan 6, por lo que el vagón entero desaparece y recuerda que están a 5 de Noviembre: Moran piensa volar el Parlamento esa noche (objetivo del Guy Fawkes original) en la que todos los miembros van a aprobar la nueva Ley sobre el Terrorismo que puede que no sea beneficiosa para sus aliados. Al volver a consultar al vigilante, éste le habla de Sumatra Road, una estación fantasma cerrada antes de llegar a abrirse - por lo que no aparece en los mapas- y que desafortunadamente se encuentra bajo el Palacio de Westminster. Holmes y Watson consiguen encontrarla y entrar en ella, el escenario es sucio, oxidado y ruinoso, así que bajan hasta las vías, con cuidado de no ser electrificados, para encontrar el vagón, perfectamente situado a la altura del Parlamento. Sherlock encuentra unos cables que conducen a las bombas, todas situadas bajo los asientos. Segundos más tarde, encuentra una tabla suelta, bajo la que encuentra el dispositivo central de la bomba. En ese momento, Watson discute con Sherlock ya que este no sabe desactivar la bomba, no lo cree posible y piensa que solo pretende hacerse el fanfarrón en el último minuto. El otro, nervioso, repite una y otra vez que no tiene ni idea. Tanto Sumatra Road como que Moran fuera “la rata uno”, es una alusión al relato de El vampiro de Sussex. Moran, mientras tanto, abre un maletín en la habitación del hotel y marca un código. En este caso Moran, tal y como hace en La casa deshabitada actúa desde la lejanía, uno con una bomba y otro con una pistola, para matar a Holmes, aunque en este caso no fuera su propósito directo. La bomba ha sido activada y Watson y Holmes se ponen histéricos, por lo que comienzan a discutir acerca de que Sherlock pidió a Watson que no llamara a “la incompetente” policía. El contador marca dos minutos y medio y Watson le grita desesperado a Sherlock que piense en algo, pero a éste, por más que piensa, no se le ocurre nada. Sherlock, con los nervios, le vuelve a pedir perdón, de una manera mucho más humana y real de la que lo había hecho hasta ahora. Watson se ablanda y le cuenta lo mal que lo pasó sin él, lo mucho que lo ha extrañado. Sherlock se parte de risa, ya que hacia un rato que el contador se había bloqueado entre el segundo 28 y 29 sin que Watson se diera cuenta. Había un botón, según Sherlock siempre hay un botón para todo, pero era cierto que de otra manera no sabía cómo arreglarlo. En ese momento, la policía llega, pues realmente solo le dijo que no a Watson para hacerse el arrogante. Watson le amenaza con matarlo, a lo que Sherlock contesta “por Dios, matarme es de hace dos años Watson”, por lo que éste no puede aguantar la risa y le perdona. Por su parte, Moran salió de la habitación cuando pulsó el botón. Al disponerse a coger el ascensor, la policía disfrazada de servicio del hotel le apresan, como apresaron al Moran de La casa deshabitada, aunque en el relato no se disfrazaran y sencillamente le cogieran en el acto.
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Una vez pasado todo, en Baker Street, Watson y Sherlock hablan sobre el rapto de Watson puesto que no entienden aún nada – se resolverá en episodios posteriores. Watson pregunta una última vez cómo escapó de Moriarty a lo que Sherlock contesta con su “conoces mis métodos” famoso de El sabueso de los Baskerville. Watson le da las gracias por haber cumplido el último milagro que le pidió en su funeral: que no estuviera muerto. Algo que Sherlock apuntilla con que lo escuchó todo porque estuvo allí, en su propio funeral, se coloca el gorro (el mismo de Paget) que tanto detesta y sale con Watson a la calle, ante decenas de periodistas. Al final, aparece un video de Sherlock contando “la verdadera” historia sobre como huyó de Moriarty y desmanteló su red. Para esto le explica que tenía 13 posibilidades para escapar de allí sin que Moriarty matara a nadie, y que por tanto, tenía un código secreto con Mycroft el cual le enviaría por móvil una vez se decantara por una de dichas posibilidades. En este caso el mensaje fue “LAZARUS”, el cual hace referencia al nombre de un episodio de Dr. Who protagonizado por el mismo Mark Gatiss. Todo había sido un truco de magia. Esta vez, el cuerpo de Moriarty con lentillas y una máscara no era arrojado, ni Sherlock se tiraba con una cuerda de puenting. Esta vez, Sherlock caía en una colchoneta gigante que era movida por los irregulares mientras Watson, estratégicamente colocado por estos sin que se diera cuenta, no podía ver. El cuerpo de allí era el mismo Holmes, con sangre falsa y con una pelota de squash bajo el brazo - para que le cortara el pulso unos instantes- y así engañar a John si se acercaba, como cuenta que hizo. Al acabar su relato, Sherlock aprovecha para regañar a Donovan -que es el que graba el video para el club de La casa deshabitada- por lo de Jack el destripador, y éste cae en la cuenta de que lo que Sherlock ha contado tampoco es la versión real, algo que queda abierto para la imaginación del espectador.
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Bibliografía
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Filmografía
Series:
Sherlock, BBC, Mark Gatiss- Steven Moffat. 2010-Actualmente.
Estudio en Rosa. El banquero ciego. El gran juego. Escándalo en Belgravia. El sabueso de los Baskerville. La caída de Reichenbach. La carroza fúnebre vacía. El signo de los tres. Su último saludo.
Películas: Sherlock Holmes, Guy Ritchie, 2009. Basil, el ratón superdetective, Disney, 2009. La vida privada de Sherlock Holmes, Billy Wilder, 1970. Sherlock Holmes desconcertado, mini corto, 1900.
Videos explicativos:
Descubriendo a Sherlock, material extra en el DVD de la primera temporada de Sherlock.