Crítica – Manha de Santo Antonio

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Almudena Jiménez Virosta

LA VIDA EN MARTE, O EN LISBOA El 13 de Junio es fiesta grande en Lisboa. El patrón de ésta, y de tantas otras ciudades, San Antonio de Padua hace las veces de casamentero. A pesar de hacérsele trabajar todos los días del año, ese día, en especial, el Santo es víctima de sus propios milagros y es agredido en más de una ocasión si el resultado no es el esperado. La tradición afirma, como João Pedro Rodrigues indica al inicio de su cortometraje Manhã de Santo António (2012) que los enamorados se regalarán como símbolo de su amor una maceta de manjerico (albahaca), la cual se adorna con una flor de papel maché junto a los versos de algún poema. Así, con una boda masiva, las veneraciones al Santo, las macetas de manjerico y un concurso de sardinas, Lisboa se convierte en un templo del amor romántico. El cortometraje abre con una Lisboa desierta, las primeras luces del amanecer y los más madrugadores se asoman a la mañana de lo que parece el 14 de Junio. Todo permanece tranquilo, y entonces, el apocalipsis zombie. Como si de una película de ciencia ficción se tratara, un grupo masivo de jóvenes adormilados, ebrios y fuera de sí mismos aparecen en escena para llegar desde la estación de metro común a sus respectivas casas después de tan agitada noche. Vómitos, caídas, incluso alguna sordera protagoniza el momento. Las alarmas de los coches les detectan como si fueran entes extraños. Algunos consiguen llegar a casa, otros pierden sus pertenencias por el camino, otros se pierden, simplemente. Y es que la juventud se ha vuelto víctima de sus propios milagros, como el Santo. Una juventud que vive presa de su propia vanidad, de su narcisismo, de su imaginación y de su impulsividad. Tres personajes se tornan con el protagonismo sobre el resto. Los tres mantienen lo que parece una conversación por mensajería instantánea en sus teléfonos móviles hasta llegar a sus terribles destinos. La chica, anda sin mirar hacia otra parte que no sea su teléfono móvil. Únicamente observa su reflejo en la pantalla, ensimismada, y llega a sumergirse por completo, levantando solo el teléfono y hundiéndolo consigo misma al final. Es una juventud zombie, que vaga hacia un punto sin saber como llegar. Y en este caso, literalmente, pues es el cansancio y el alcohol lo que les mantiene en este catatónico estado. El amor, el amor de juventud, el amor zombie. Un amor tan fuerte y ciego que lleva a una pareja incluso a caminar atravesando un estanque. Se están mojando, podrían haberlo rodeado, pero no importa, porque es amor zombie. ¿Pero qué ocurre cuando el Santo nos falla? ¿Qué pasa con la decepción y el desamor zombie? Sin duda, el momento más cómico de todo el cortometraje aparece con una situación similar al Romeo y Julieta de Shakespeare, probablemente una de las tragedias más reutilizadas de la historia. De los tres protagonistas, el joven de blanco aparece en diversos puntos de la historia cargando una maceta de manjerico adornada según la tradición. Se sienta en el columpio de un parque hasta que aparece una joven, quien al llegar al lugar cae desmayada. El chico se va en ese preciso instante sin darse cuenta de que ella solo estaba desmayada, y que momentos después se pone de pie como si nada. Llega a la plaza donde se ubica la estatua del Santo y sin más dilación le tira la maceta a la cara (curiosamente, todos los planos a partir del metro son filmados en picado a excepción del que recoge el primer plano del Santo), y entonces cae al suelo, cual Romeo, cuando un zombie compañero acude en su ayuda, el tercero de este trío protagonista. Quizá este Romeo y su Julieta no se conozcan de nada pues, en realidad, no hay una aparente conexión entre ellos, aunque a lo mejor se trata de ese amor zombie, o de una relación viva por mensajería instantánea. Lo que si está claro es que San Antonio le ha fallado a este chico, quien había preparado unos versos de Fernando Pessoa, tan importante figura de la literatura portuguesa, en el ornamento de su maceta: “En el baile en que bailan todos, alguien finge bailar. Mejor no ir al baile, que estar sin estar”, sería su traducción al español. Quizá el ser humano es el único ser capaz de permanecer ausente aún en su presencia, como estos jóvenes, zombies, virtuales y enamorados de sí mismos.


Manhã de Santo António - João Pedro Rodrigues - 2012 Almudena Jiménez Virosta


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