Leer o no leer. Libros, lectores y lectura en México, de Juan José Salazar Embarcadero

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Leer o no leer [Libros, lectores y lectura en en MĂŠxico]

Juan JosĂŠ Salazar Embarcadero


Leer o no leer. Libros, lectores y lectura en México D. R. © Juan José Salazar Embarcadero D. R. © 2011 de la presente edición C.E.L.T.A. Amaquemecan, A. C. Bolívar Sierra 29 Fraccionamiento Las Delicias, Atlautla Estado de México, 56982 Primera reimpresión, 2014 Las características gráficas y tipográficas de esta edición son propiedad del editor. Diseño de portada: Rocío Solis Cuevas. Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, fotocopia o grabación, sin autorización previa y por escritos del editor., ISBN: 978-607-95253-8-5 Impreso y hecho en México


A la memoria de mi abuelo, don Sabino Embarcadero.



Presentación

En México, la lectura es uno de los fenómenos culturales con mayor presencia en las discusiones del espacio público. Desde al menos tres décadas se generó un intenso movimiento para promover la lectura reflejado en cursos, talleres y diplomados que buscan formar a mediadores para trabajar en espacios comunitarios, escuelas y bibliotecas. En los últimos diez años, la instrumentación de estudios sobre consumo cultural metodológicamente sólidos como la Encuesta Nacional de Lectura, la Encuesta Nacional de Prácticas y Consumo Culturales y los resultados de México en evaluaciones internacionales de desempeño educativo, impulsaron un intenso debate entre diversos actores en torno a la necesidad de incrementar los índices de lectura. Los aportes de los dos estudios, realizados por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), arrojaron datos que ayudan a explicar, en parte, las razones de los bajos índices de lectura en México. En México, de acuerdo con el Atlas de infraestructura cultural, no hay una librería en el 94% de los municipios del país, y este hecho se refleja directamente en los índices de lectura. En la Encuesta Nacional de Lectura los mayores índices de consumo de libros se da entre quienes viven en municipios donde hay una población mayor y presencia de al menos una librería. O la correlación existente entre escolaridad, condición socioeconómica y consumo de libros, sugerida también en la misma encuesta y el hecho de que la disponibilidad de libros y la variedad de títulos en la oferta puede influir de forma decidida en los gustos de los consumidores y necesariamente en su formación lectora.

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La formación de mediadores y las políticas públicas en torno a la lectura debe pasar por el conocimiento de los distintos factores sociales, económicos y culturales en los cuales se construyen los procesos lectores. Hablar de promover la lectura significa, entonces, conocer y reconocer los mediaciones sociales, económicas y culturales para entender los procesos lectores de los sujetos en su contexto. Compuesto por cuatro apartados, el presente libro busca abonar a la intensa discusión nacional sobre la necesidad de mejorar las prácticas de lectura de los mexicanos. El autor se desmarca, con sólidos argumentos, del discurso fácil de la falta del hábito de la lectura para identificar y describir los factores que inciden directamente en la posibilidad de leer. Explica las condiciones, ofrece ejemplos de políticas públicas favorables al libro y sugiere líneas de acción para mejorar la situación lectora del país. Con la colección Alexandrina, Amaquemecan se suma a la necesaria tarea de poner en el centro de la discusión a la lectura, los procesos lectores y su relación con la industria editorial y sus procesos particulares de producción y circulación

Los editores

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“Agradezco a Dios el que no tengamos ni escuelas gratis, ni imprentas; y espero que no las tengamos por cientos de años. Porque el aprendizaje ha traído desobediencia y herejía y sectas al mundo; y la imprenta las ha divulgado, lo mismo que libelos contra el mejor gobierno. Dios nos salve de ellos.” Sir William Berkeley, gobernador de la colonia Británica de Virginia en América, 1671.1

La Industria editorial en México Brevísima revisión histórica de la industria editorial mexicana Antes, un poco de historia: los libros circularon durante muchos siglos antes de la invención de Gutenberg. “La primera casa editorial de cuyas actividades tenemos noticias detalladas, a través de las cartas de Cicerón, es la fundada en Roma hacia el año 50 a de C. por Tito Pomponio Attico para la difusión de los clásicos griegos y de las novedades latinas: estaba organizada de manera no muy distinta a las casas editoriales de nuestros días, con la diferencia de que en lugar de tipógrafos [hoy formadores] había un gran número de escribas.”2

En México, la Revolución tomó por sorpresa a un país hundido en la miseria que compartía territorio con una clase burguesa afrancesada y un grupo de intelectuales, reunidos en torno al Ateneo de la juventud, obsesionados en la lectura de los textos clásicos. Sin embargo, la lectura era una experiencia ajena a una buena parte de la población básicamente rural y mayoritariamente analfabeta. Se sabe que algunos soldados que sabían leer leían periódicos en voz alta a sus compañeros. En buena medida, la prealfabetización de “la bola” se debe al gran número de periódicos editados por las distintas facciones inmersas en la batalla. “En Hispanoamérica, no obstante que en estos años [la década de 1920] había algunas editoriales importantes en países como Argentina, Chile, Costa Rica y México, no se había desarrollado una verdadera industria. En México, por ejemplo, la baja densidad de la población y el elevado

1. Belisario Betancur, “El destino manifiesto del libro en Iberoamérica”, en: Pasajes de la edición: hablan los profesionales. I Foro Internacional de Editores, México, Universidad de Guadalajara/Secretaría de Educación Pública, 2003, p. 15. 2. Italo Calvino, “Las ferias del libro y el placer de la lectura”, Libros de México, México, núm. 4, julio-septiembre, 1986, p. 16.

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3. Engracia Loyo, “La lectura en México, 1920-1940”, en: Josefina Zoraida Vázquez (coord.) Historia de la lectura en México, México, El Colegio de México, 2000, p. 251. 4. Ibid. p. 251. 5. Engracia Loyo, op. cit. p. 251.

grado de analfabetismo [80%] hacía los tirajes muy reducidos y el libro poco costeable.”3

Sin embargo, estos factores no impidieron la creación, en 1914, de la editorial Porrúa, y dos años más tarde este mismo grupo (libreros establecidos desde 1900 en el antiguo barrio universitario) fundó la editorial Cvltvra [sic], editores de la obra de José Vasconcelos, Antonio Caso y Agustín Loera y Chávez. En la década de los veinte, con el país en paz después de la Revolución y la lucha de facciones que la precedió, el Estado impulsó una importante labor editorial para reducir la brecha entre la población analfabeta y un reducido grupo de lectores, pues “a principios de la década, una gran parte de los libros que se leían en el país eran extranjeros. Procedían de España, Estados Unidos, Francia, Alemania, Bélgica e Inglaterra, en ese orden. La agencia Espasa-Calpe de España controlaba toda la importación española que era la más cuantiosa.”4

La búsqueda de una identidad nacional (un elemento que caracterizó al movimiento cultural impulsado por José Vasconcelos y reflejado particularmente en la producción muralista de pintores como Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros) “aumentó el interés por lo mexicano; los lectores permanecieron fieles a los poetas nacionales y recibieron calurosamente la aparición de un nuevo género: la Novela de la Revolución.”5 La falta de una masa crítica de ciudadanos que participaran en el espacio púlico ausente por diversas razones (un régimen dictatorial, carencia de participación ciudadana en la vida política, analfabetismo y una sociedad fragmentada social, económica, geográfica y culturalmente), permitieron la participación y mediación de los intelectuales. Con su participación no sólo se construyó la nueva identidad nacional, sino un nuevo sentimiento de nación. Con José Vasconcelos como secretario de educación, se editaron numerosas novelas clásicas que se repartieron en el territorio nacional. Sin embargo, sus detractores le reprochan la distribución de obras clásicas entre una población mayormente analfabeta y necesitada de lecturas que le permitieran superar el estado de pobreza y segregación que caracterizaba al México mayoritariamente rural en esos años. Hacia 1926, con Plutarco Elías Calles como presidente de México,

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“se dejó claramente sentado que se harían a un lado las ediciones costosas de años anteriores y se editaría en cambio folletos y manuales útiles que ayudaran al pueblo a avanzar económica y socialmente. […] se preferían las


obras didácticas a las literarias y, entre estas últimas, las de autores mexicanos que hicieran reflexionar sobre la realidad. El objetivo no sería producir belleza sino encauzar el pensamiento por caminos más generosos.”6

Con la orden presidencial se tiraron más de un millón de folletos con temas como cría de animales, prácticas agrícolas y obras breves sobre cajas de ahorro y movimientos cooperativistas. Y en ese mismo año,

6. Engracia Loyo, op. cit. p. 267. 7. Engracia Loyo, op. cit. p. 273. 8. Engracia Loyo, op. cit. p. 270.

“comenzó a desarrollarse en México una verdadera industria editorial propiciada por las necesidades mismas del país, por la guerra [civil, entre franquistas y Republicanos] de España que canceló temporalmente la producción editorial de ese país y por la creación de la Compañía Productora e Importadora de Papel que recibió un subsidio del gobierno y la exención de impuestos y tarifas aduanales, lo que abarató considerablemente el precio del papel y en consecuencia del libro”.7

A pesar de ello, los tirajes eran cortos y limitada la cantidad de títulos editados. La investigadora de El Colegio de México, Engracia Loyo, da cuenta de un análisis realizado en 1933 por Gilberto Loyo a partir del Anuario Bibliográfico de 1931. De dicho análisis se desprende que durante el año de referencia se publicaron 638 obras nuevas, de las cuales 74.5 por ciento pertenecían a editoriales privadas, frente a un 25.5 por ciento de ediciones oficiales, con un porcentaje de 94.1% de temas masculinos contra apenas un 5.9% de interés para las mujeres. Muestra también el centralismo cultural, pues el 87.1% de las obras se publicaron en la ciudad de México. Además, prevalecía la folletería y las revistas, pues el 42.9% de estas publicaciones tenía entre una y 50 páginas y sólo el 14% contaba con más de dosientas. En temas, sobresalía la literatura y dentro de ella, sorprendentemente, la poesía.8 La llegada del General Lázaro Cárdenas a la presidencia de la República en 1934 le dio un giro a la educación al poner en el centro del sistema educativo las luchas sociales inspiradas en el Marxismo y en el ejemplo de la triunfante revolución rusa de 1917. La nueva educación socialista estaba al servicio de los campesinos y los obreros, quienes formaban parte de un pueblo con un índice de analfabetismo del 59% contando a la población mayor de diez años. La revista El maestro rural, creada por Narciso Bassols cuando fue secretario de educación entre 1931 y 1934, publicaba amplios artículos para convencer a los alumnos de que la causa de su explotación era la ignorancia y aprender a leer y escribir era un paso importante de la liberación de su clase. Los temas relacionados con la lucha del proletariado inundaron las librerías e inspiraron los catálogos de editoriales de la época como América que publicó la Colección Popular

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9. Valentina Torres, “La lectura, 1940-1960”, en: Josefina Zoraida Vázquez (coord.) Historia de la lectura en México, México, El Colegio de México, 2000, p. 251. 10. Graciela Márquez, “Daniel Cosío Villegas, sus años como economista”, El trimestre económico, vol. LXXI (4), núm. 284, octubre-diciembre, 2004, pp. 902-903. 11. Bowker editores, La empresa del libro en Latinoamérica, Buenos aires, 1974. Citado por Valentina Torres, “La lectura, 1940-1960” en: Josefina Zoraida Vázquez (coord.), Historia de la lectura en México, México, El Colegio de México, 2000, p. 299. 12. Valentina Torres, “La lectura, 1940-1960”, en: Josefina Zoraida Vázquez (coord.), Historia de la lectura en México, El Colegio de México, México, 2000, p. 312. 13. Cifras de Josefina Berroa mencionadas por Valentina Torres.

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Lenin, la Editorial Popular con La historia del partido comunista en la URSS y el Grupo de Acción Social realizaba folletos políticos. Por su parte, la Editorial Cvltvra publicó obras de André Gide. Es importante destacar la labor de la Comisión Editora Popular creada en 1936 para editar una gran cantidad de material didáctico para niños (la serie SEP), para escuelas rurales (Simiente) y para los sectores obreros (Método para aprender a leer y escribir) con tirajes desde cinco mil hasta tres millones 420 mil ejemplares como la serie Simiente en cuatro tomos. Otro factor importante fue la creación, en 1934, del Fondo de Cultura Económica (FCE) por iniciativa de Daniel Cosío Villegas, Manuel Gómez Morín (uno de los fundadores del Partido Acción Nacional, PAN), Eduardo Villaseñor, Adolfo Prieto y Emigdio Martínez Adame. Cosío Villegas dirigió el FCE de 1934 a 1947. La labor editorial del FCE cubrió un “vacío bibliográfico y cultural en habla española que la guerra civil en aquél país había propiciado”9 al publicar obras de economía. En 1939, con la llegada a México del exilio español en pleno Cardenismo, Cosío Villegas firmó un contrato con la Casa de España (hoy Colegio de México, una institución fundada también por Cosío Villegas) para publicar la obra de autores españoles como José Gaos, José Moreno Villa, entre otros.10 y hoy es uno de los grandes sellos editoriales en castellano con presencia en México, España y Latinoamérica. En sus inicios, el lema del Fondo era “una universidad en casa”. La presencia de los refugiados españoles resultó en un factor determinante para la vida cultural de México. Con su apoyo se crearon instituciones como El Colegio de México y tuvieron que ver, en buena medida, con la creación del FCE. El entusiasmo con el que los Republicanos encararon su nueva vida se sumó a una amplia base popular heredada del cardenismo, el entusiasmo por la reconstrucción del México posrevolucionario y la economía impulsada por la guerra. Con el inició del “milagro mexicano” también comenzó una nueva etapa para la industria editorial, pues “a finales de los años cincuenta ya trabajaban en el país prácticamente cien editoriales”11 y “se contaba ya con 212 negocios catalogados como editoriales, incluyendo las de las universidades y los gobiernos de los estados.”12 La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), actualmente el mayor editor de libros en castellano, editaba cien libros al año, cifra que se elevó a 245 para la siguiente década (1960) donde se ubicó como el cuarto editor nacional detrás del FCE (356 títulos), Editorial Novaro (288) y Nacional (273). Destaca en el sexto lugar editorial Diana con 201 títulos y la entonces conservadora y católica editorial panista Jus con 165 títulos.13


En el contexto latinoamericano la industria editorial mexicana mantuvo un amplio liderazgo durante la década de los 50 y hasta los 70. A partir de la década de los 80 se aprecia un estancamiento en la producción nacional, pero también en la de países como Argentina y Colombia con una tradición editorial similar a la mexicana. Esta tendencia se agudiza en la década de 1990 como efecto de las crisis económicas cíclicas, “la contracción del mercado lector regional y las quiebras de centenares de librerías [...] por los colapsos económicos y las devaluaciones”14 de las monedas locales, así como por la llegada del neoliberalismo a los países latinoamericanos y el consecuente abandono del papel proteccionista del Estado que caracterizó, por ejemplo, al programa de sustitución de importaciones impulsado por la Comisión Económica para América latina y el Caribe (CEPAL). “Entre 1999 y 2000, los editores del país dejaron de producir 15.3% de ejemplares, redujeron la cantidad de títulos editados en 11.6%, lo que representa 12 millones 720 mil 222 libros menos que en 1999; la oferta de empleos de base en las editoriales privadas disminuyó en 26% y las importaciones de libros ascendieron 32%, mientras en el mismo lapso, las exportaciones de ejemplares se constriñeron un 33.8 por ciento.”15

No solamente hubo una reducción en términos de ejemplares producidos y en las exportaciones. Durante el período de 1990 al 2000, el panorama editorial mexicano registró una reducción de hasta el 40% en el número de casas editoriales, y la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem) reportó una reducción similar en el número de sus agremiadas al pasar de 423 a 238 casas editoriales registradas. Al mismo tiempo, un grupo de especialistas del Grupo de Economistas Asociados (GEA) afirmó, en una entrevista con el periódico Reforma, que la industria editorial registró una baja en la venta de libros de 543 a 362 millones de pesos en el período de 1994 al 2000.16 Junto con el dejar hacer al mercado con la oferta y la demanda como regla única, la excesiva apertura económica facilitó el crecimiento de sellos editoriales ya establecidos en México como Santillana, Océano, Grupo Planeta, Ediciones B, entre otros. Con el transcurso de los años se incrementó el número de sellos editoriales de origen español y de distribuidoras de sellos peninsulares a tal punto que hoy en día, como se verá más adelante, México es el primer importador de libros de España. Sumado a la pérdida de competitividad, se advierte la pérdida de mercado no sólo en países latinoamericanos, que tradicionalmente eran

14. Néstor Garcia Canclini y Ernesto Piedras Feria, Las industrias culturales y el desarrollo de México, México, Siglo XXI Editores/ Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), 2006, p. 12. 15. Lorena Camacho y José Antonio Martínez, “La ley del IVA y la letra impresa”, en Libros de México, México, núm. 66, julio-septiembre, 2002, p. 5 16. De acuerdo con los datos proporcionados por Lorena Camacho y José Antonio Martínez, “La ley del IVA y la letra impresa”, Libros de México, México, núm. 66, julioseptiembre, 2002, p. 10.

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17. Todas las cifras de este apartado: Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, (2002), Actividad editorial, Caniem, Conaculta, Cerlalc, 2000. 18. Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, Encuesta de percepción y expectativas del sector editorial, enero 2010. Documento de distribución exclusiva entre los agremiados. 19. Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem), “competitividad exterior de la industria editorial mexicana”, en Editores 349, 2 de julio de 2007, p. 2.

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sus clientes, también en el mercado de libros en castellano de los Estados Unidos de Norteamérica.

Libros, desarrollo nacional y Producto Interno Bruto. La industria editorial mexicana. Comparativo 1999-2000 Durante 1999, la industria editorial mexicana reportó la producción de 18 097 títulos; para el año 2000 el número de novedades se redujo a 16 003, 11.5% menos que el período anterior. En cuanto a la cantidad de ejemplares, en 1999 se colocaron 115,426,429 contra 97,805,581 en el año 2000, una reducción de 15.2%.17 Más recientemente, durante el segundo semestre de 2009, se observó una tendencia a la baja en la producción editorial de hasta un 9.5%, reducción en la venta de ejemplares del 23.6% y un incremento en el porcentaje de devoluciones de un 4.7% en relación con el 2008. El precio de los libros se incrementó hasta un 5.7%, porcentaje muy similar a la inflación anualizada para el mismo período. Sin embargo, no se corresponde con el incremento en el precio del papel, un alza que afectó los planes de al menos el 74% de los editores mexicanos.18 Tradicionalmente, México es el principal exportador de libros a los Estados Unidos y países centroamericanos. Pero de 1999 a 2000, sus exportaciones editoriales disminuyeron 29.3% en un solo año, es decir, pasaron de 14 millones 461 mil 810 ejemplares en 1999, a 10 millones 210 mil 540 en el año 2000. En un período de siete años, entre 1998 y 2004, las exportaciones decrecieron en términos de unidades al pasar “de 17 millones de ejemplares a 10.9 millones, con una tasa de variación anual de -5.9 por ciento.”19 Hay una disminución en la producción y en la presencia internacional del sector editorial mexicano. En contraste con la norteamericana, que se ha incrementado. Si antes los editores mexicanos editábamos pensando en dos mercados, en el mexicano y el latino de Estados Unidos, ahora los editores norteamericanos editan para los latinos, pensando también en el mercado latinoamericano. Uno de los apartados que ilustran la baja competitividad de la industria es el de la compra-venta de derechos de edición y comercialización. Durante el año 2000 los editores de libros del sector privado publicaron 1784 títulos traducidos al español. Esto significa que los editores mexicanos compraron derechos a empresas extranjeras, no necesariamente norteamericanas. En contraparte, sólo 33 de los 16,003 títulos editados en México, fueron cedidos para traducción a otros idiomas en el extranjero.


Subsector de interés general Este es el subsector editorial con el mayor dinamismo pues en él se incluyen temáticas tan diversas como literatura, superación personal y todo lo que no sea libros de textos, técnicos y científicos. En 2004 se vendieron en el país 23 millones 307 mil 107 ejemplares importados, mientras que en 2003 la cantidad fue de 23 millones 580 mil 599 ejemplares, una variación mínima de menos 1.2% en términos globales. Al desagregar esta cantidad en subsectores, las cifras muestran que el rubro interés general es el que muestra un mejor desempeño. En el mismo período, las ventas de ediciones propias fue de 121 millones 155 mil 341 ejemplares en 2004, mientras que en 2003 se vendieron 112 millones 522 mil 636 ejemplares, una variación positiva entre esos años de 5.8%. Para 2005 existían en México “279 empresas privadas dedicadas a la edición de libros”,20 de las cuales 124 se dedicaban a la edición y comercialización de libros de interés general, 79 a libros científicos, técnicos y profesionales y 49 a la edición de libros de texto.21 A pesar de que las editoriales dedicadas a la edición de libros de interés general representan casi el 45%, las empresas macro detentan el 46% del mercado y las empresas grandes el 33% del mercado editorial mexicano. Hay una concentración muy significativa en manos de unas cuantas empresas editoriales que, en conjunto detentaban, en 2005, el 78% del mercado editorial. La mayoría de ellas dedicadas a la edición de libros de texto. En términos de oferta, los libros de texto representan apenas el 8.2%, frente a los de interés general que alcanzan el 36.4por ciento.

20. FUNTEC, Caniem, Ibid p. 1. 21. FUNTEC, Ibid, p. 1. 22. FUNTEC Caniem, Ibid, p. 3.

En términos de producción, “entre 1994 y 2005, más del 76% del volumen producido de libros correspondió a libros de texto y libros y otras ediciones especiales. El 24% restante se distribuyó entre ediciones humanísticas, científicas y técnicas. La producción de libros de texto, en sus tres categorías temáticas (primaria, secundaria y preescolar) representó alrededor del 64% del volumen total”22

Los datos sobre producción editorial de la Coordinación de Estadística de la Caniem responden a los parámetros aplicados por el Centro Regional para el Fomento del Libro para América Latina y el Caribe (Cerlalc) a más de diez países latinoamericanos. De acuerdo con esta metodología, quedan excluidos del universo los proyectos editoriales cuya distribución es gratuita, así como las empresas dedicadas exclusivamente a la importación y distribución de libros.

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Desde diversos puntos de vista, y sobre todo desde los editores de libros, el oficio del editor es muy particular y se ha querido ver desde fuera del mercado, es decir, como un oficio lejos de las reglas comerciales. Otra visión, diametralmente opuesta, ve al conjunto de lectores (o de probables lectores) como un gran mercado de posibles consumidores. En la oferta editorial mexicana conviven ambas visiones. Las empresas editoriales independientes aparecen más identificadas con una línea editorial que ofrece una amplia diversidad de libros, apuestan a nuevos autores o a géneros poco comerciales como la poesía y el ensayo. En cambio, los sellos editoriales que publican mayormente best sellers suelen estar identificados con una línea editorial que busca un rápido retorno de la inversión al publicar libros de alta rotación que no están en librerías más de tres meses. Cuando un título está por salir del mercado (con ventas en números negros), ya hay en los estantes un título nuevo que lo sustituye. Hay un avasallamiento de novedades editoriales que llenan las librerías con títulos nuevos. En la mayoría de los casos suelen ser títulos que pertenecen a grandes holdings, conglomerados de empresas multinacionales con presencia en la mayoría de los mercados latinoamericanos. En medio de la globalización y sus implicaciones comerciales, la industria editorial mantiene grandes flujos de circulación entre los diferentes mercados tanto nacionales como internacionales. Todos, o casi todos los sellos que tienen presencia en México y cumplen con estas características son de origen español. Hoy en día en la industria editorial mexicana existe una marcada tendencia hacia la conformación de conglomerados industriales que suman cada ves más sellos editoriales y son liderados por grupos editoriales trasnacionales, principalmente españoles. ¿Qué pasa con las editoriales independientes? Hace poco, en una reunión de editores, alguien preguntó qué hacía que una editorial fuera independiente. Marcelo Uribe, editor de Ediciones Era, impulsor de la Ley del libro en México y uno de los editores mexicanos más respetados, sugirió las siguientes características: un catálogo con libros de fondo, no pertenecer a un holding o conglomerado de medios y mantener una línea editorial definida dentro de su catálogo. Es decir, difícilmente se verá un libro de Noah Gordon en el catálogo de Era, pero sí a autores como Sergio Pitol, Carlos Monsiváis y Elena Poniatowska. Algunos editores independientes defienden a esta característica de su sello editorial. En el medio existe una diferencia real, marcada por el catálogo y la línea editorial, entre editores independientes y holdings empresariales. En medio de lo que podría verse como un “desgarramiento de vestiduras” existe una realidad: la característica simbólica de las industrias


culturales y sus productos, frente a otras mercancías que no tienen la investidura cultural. No es lo mismo vender calcetines que libros. Más todavía: no es lo mismo editar y vender best sellers que libros con un contenido cultural. Los primeros entran en circuitos comerciales muy amplios, desde las librerías –canal natural para la comercialización y distribución de libros– donde comparten espacio (es un decir, pues la relación espacio-exhibición entre best sellers y libros de fondo en librerías es mayor para los primeros) hasta locales cerrados como restaurantes, cines, cafés y video clubes. En ocasiones en el catálogo de un editor conviven best sellers con libros de fondo. Es lo que el editor Carlos Anaya Rosique llama la disyuntiva cultura-comercio, “que viene ‘por lo menos desde el siglo XIX’ al referirse a los libros de fondo y los best seller. Pero aparece como una disyuntiva falsa, ya que ‘cualquier editor profesional está obligado a obtener resultados comerciales con sus libros’ de lo contrario desaparece. ‘El libro tiene una dualidad insustituible’ y también una mercancía, ‘aunque sea peculiar como ninguna’. Existe la necesidad de obtener resultados financieros positivos, ‘un milagro en un negocio absolutamente imperfecto’ y melancólico, ya que pocos títulos logran un balance en términos financieros”.23 Para el legendario editor alemán Siegfried Unseld, autor del libro El autor y su editor,

23. Nicolás Pergamino, “II Foro internacional de Editores: un debate permanente sobre el futuro del libro”, Libros de México, México, núm. 72, febrero-abril, 2004, p. 18. 24. Siegfried Unseld, “El autor y su editor. Apuntes sobre la tarea del editor”, Libros de México, México, núm. 3, 1986, p. 5.

“el viejo secreto del editor consiste precisamente en la combinación, la mezcla y la amalgama de autores jóvenes y viejos, de libros de venta segura y de venta dudosa y hasta de libros seguramente invendibles […].”24

Una probable explicación puede estar en la fetichización de conceptos como mercado, industria y consumo por parte de editores, escritores y en general para casi cualquier trabajador de la cultura. Nada tan dispar a la idea de cultura (que implica un sutil y especial contacto de almas) como la de industria (que evoca montajes, reproducción en serie, circulación extensa y comercio de objetos convertidos en mercancía). Sin embargo, hoy en día la producción artística, sea literaria, cinematográfica, multimediática (desde medios impresos hasta las nuevas formas de expresión artística a través del videoarte, radioarte y el performance) se encuentran inmersas en dinámicas de consumo, aunque cada una con distintos y muy diversos grados de desarrollo. En el caso del objeto del presente trabajo –la producción, circulación y consumo de libros de interés general en México– existen posturas diversas en torno al papel del libro como producto cultural, más que como mercancía. Más aún, el término industria, aplicado al trabajo editorial, continúa provocando resquemores.

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25. Peter Weidhaas, “Otros posibles caminos para las industrias culturales después de la caída de las ilusiones digitales”, en: Pasajes de la edición: hablan los profesionales. I Foro Internacional de Editores, México, Universidad de Guadalajara/Secretaría de Educación Pública, 2003, p. 39.

Por naturaleza, dice el fundador del New York Times Review of Books, el editor norteamericano Jason Epstein,

26. André Schiffrin, La edición sin editores. Las grandes corporaciones y la cultura, México, Ediciones Era, S. A. de C. V., 2001, p. 13.

La visión de Epstein corresponde a la industria decimonónica del libro, una época marcada por la aparición de grandes sellos editoriales. No es, de ninguna manera, una visión equivocada. Tampoco se trata de un viejo editor que vive de los recuerdos o las glorias pasadas. Se trata de dos visiones encontradas, dispares de la industria editorial no sólo en México, sino a nivel mundial. Una cosa es cierta: la economía del libro es una economía con sus propias particularidades. En pleno Siglo de las Luces, en Francia, el enciclopedista Denis Diderot afirmaba que de diez títulos publicados, siete pierden dinero, dos llegan al equilibrio y sólo uno permite llegar a un equilibrio general. Nada más cierto.

“el sector editorial es una rama económica organizada de manera preindustrial, descentralizada, improvisada y personal. Alcanza su mayor eficacia en grupos homogéneos que aman su artesanía, cuidan de su autonomía y responden con sensibilidad a los deseos de los escritores y, así mismo, a los intereses de los lectores. Si su meta primordial fuese el dinero, habrían apostado por otras profesiones.”25

Industria editorial y globalización: del oficio artesanal a los grandes holdings

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Aparejada con el proceso de globalización en el mundo, la nueva ideología del libre mercado, la idea de convertir al mundo en un gran mercado global para las grandes empresas multinacionales llegó al mundo editorial. La prisa por someter al mercado a todos y cada uno de los compartimentos estancos de la producción, desde la banca hasta la producción de alimentos, también afectó al mundo de la edición de libros con sus consecuencias: la atomización de buena parte de sellos y casas editoriales en grandes grupos corporativos. Los cambios en la edición, en la forma y los parámetros de ver a los lectores, en las prospectivas de ventas a corto plazo. Dice André Schiffrin: “la edición mundial ha cambiado más en el curso de los últimos diez años que durante el siglo anterior.”26 ¿Cómo sucedió, en qué momento? En A la sombra de los libros, Fernando Escalante sugiere una fecha inaugural, el “momento monopólico”: cuando comienza a cotizarse en la bolsa de Nueva York una primera emisión de acciones de la editorial Random House en octubre


de 1959. En México, la única editorial mexicana que cotizó en bolsa durante muchos años fue Editorial Diana, adquirida por el grupo editorial Planeta en noviembre de 2006. Si se quiere buscar la génesis de los grandes consorcios editoriales, es necesario entender el proceso de globalización, en donde no hay fronteras ni Estados para los capitales ni para las grandes corporaciones que primero fueron trasnacionales para después ser llamadas multinacionales y hoy en día empresas globales. En el ánimo del capitalismo de hoy, las empresas de bienes y servicios se sumergen en nuevas formas de producción y comercialización a escala planetaria. Un ejemplo: un libro de una empresa editorial es preparado en México para ser impreso en Singapur y luego distribuido en los países del área hispanohablante: México, Colombia, Guatemala, Perú, Ecuador, Venezuela. Las grandes empresas multinacionales con intereses en diversas industrias, sobre todo en la de telecomunicaciones, están adquiriendo en los últimos años los catálogos de las pequeñas y medianas editoriales:

27. Ibid. pp. 13-14

“las editoriales compradas por los grupos implicados en la industria cultural han visto desaparecer de sus catálogos los títulos más prestigiosos o aquellos destinados a la enseñanza. En cuanto a los grupos centrados en la información, se desembarazaron muy pronto de las editoriales y publicaron sólo libros de interés general.”27

Estos cambios se reflejan en la oferta de libros, en la forma en que se ponen en circulación y sobre todo en la recepción que tienen, en la forma en que se consumen, en cómo se reconfiguran los mercados tradicionales y se configuran nuevos consumidores de libros. Una nueva etapa en la industria editorial donde se habla de la edición dedicada al gran público, a los lectores ocasionales. La lógica misma del capitalismo, que durante décadas o quizás siglos ignoró a la industria editorial como algo que no tenía modo de convertirse en un verdadero negocio, es decir, en una fuente de ganancias a gran escala, acabó por descubrir que los libros sí podían ser rentables, que era posible generar importantes rendimientos si se trabajaba a gran escala y no con todos aquellos libros que los editores originales (independientes) habían buscado difundir: surge la edición corporativa. Por ejemplo, el Grupo Planeta ocupa el duodécimo lugar global en el mundo editorial, con una facturación cercana a los 1,080 millones de euros para el año 2006. A principios de 2008, Planeta negociaba la compra de la editorial francesa Editis. El precio de venta se acercó a un millón de euros. Planeta, el número uno en la edición en España y

21


Indice

9

Presentación

11

La Industria editorial en México

27

11

Brevísima revisión histórica de la industria editorial mexicana

16

Libros, desarrollo nacional y Producto Interno Bruto. La industria editorial mexicana. Comparativo 1999-2000

17

Subsector de interés general

20

Industria editorial y globalización: del oficio artesanal a los grandes holdings

25

La paradoja mexicana: mar sepia y sobreoferta editorial

Comercialización editorial 28

Características del mercado editorial mexicano: “el lector no ha muerto, está enfermo de marketing”

35

La distribución editorial en México: la reconquista española

37

Los canales de venta

111


51

85

38

Librerías

44

Las ferias del libro

46

Grandes superficies, espacios cerrados y librerías virtuales

48

Las ventas institucionales: el Estado como cliente

49

“Como una oferta, como una promoción...” Ambulantaje y piratería editorial

El consumo cultural y los índices de lectura 51

El consumo cultural en México

58

Consumo televisivo: sus implicaciones en la lectura

60

La industria editorial mexicana desde el consumo cultural

68

Índices de lectura en México

74

Las condiciones necesarias: accesibilidad, dotación y mediación

76

El sistema educativo nacional, ¿está creando lectores?

Las industrias culturales y las políticas públicas 85 Las industrias culturales en México y el Producto Interno Bruto Nacional (PIB) 87 Las industrias editoriales y los tratados de libre comercio: de la protección a la inundación. ¿Está haciendo agua la industria? 88 Las políticas públicas en torno a la cultura y su importancia en el desarrollo nacional 99

La Ley de fomento para la lectura y el libro

105 Las políticas públicas en torno a la lectura y su importancia en el desarrollo nacional

112

109 Fuentes consultadas



Leer o no leer. Libros, lectores y lectura en México se terminó de imprimir en marzo de 2011 en los talleres de CVC Impresos. El tiraje consta de 1000 ejemplares más sobrantes para reposición. Concepto diagramático, diseño y formación: Juan Carlos Cué y Rocío Solis. La fuente utilizada es Absara TF de Xavier Dupré para Font Font.



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