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La sirena y el pescador

La sirena y el pescador

Había una vez, un pescador muy pobre llamado Pablo que vivía en Chirocollo. Cada tarde bajaba a pescar truchas al río Apurímac para poder comprar víveres y mantener a su familia.

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Su madre ya era una anciana y su padre había fallecido, pero Pablo siempre recordaba sus consejos, ya que él también fue pescador de truchas. En vida, su padre le había dicho que él iba debajo del puente colgante Q’eswachaka a pescar, pues ahí encontraba lo suficiente para poder mantener a su familia.

Una tarde, Pablo fue a pescar truchas al río Apurímac y esperó durante horas. Pensó que pescaría y nada; ya era media noche y no cazaba ni una trucha. Atrapó solo una cuando ya estaba amaneciendo y regresó triste a su casa. Una semana más tarde, recordó lo que su padre le había dicho y decidió volver al río Apurímac. Pasó por el puente Q’eswachaka y bajó al río. Se sentó en una piedra y vio una trucha gigante.

Quiso entrar, pero la trucha ya había desaparecido, así que preparó su caña y empezó a pescar. Atrapó varias truchas y regresó feliz a su casa. Al llegar, le contó a su madre todo lo ocurrido, en especial sobre aquella trucha gigante que vio mientras pescaba. Su madre, muy emocionada, le dijo que su padre también había visto una trucha gigante y que se trataba de una buena señal. Pablo se sorprendió con la noticia y al día siguiente regresó al río a pescar.

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Al pasar por el puente Q’eswachaka vio el mismo gran pez revoloteando en el agua. Bajó despacio, dejó su caña de pescar en una piedra para no espantarlo, y cuál sería su sorpresa al llegar a la orilla y ver que el pez ya no estaba. Esperó que regrese, pero ya eran las 12 de la noche. Apareció entonces una linda chica junto a él, Pablo se asustó, sintió escalofríos y perdió la conciencia.

Al amanecer, despertó con el cuerpo cubierto de manchas rojas. Un señor que pasaba por allí, le ayudó para que pudiera irse a su casa. Al llegar con su madre, Pablo encontró dentro de su bolso, un pez de oro.

Gracias al regalo del río, pudieron salir de pobreza y vivieron felices para siempre.

Autor: Luis Fernando Oviedo Huayhua Edad: 12 años

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