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El cóndor encantado y el apu Q’eswachaka

El cóndor encantado y el apu Q’eswachaka

Había una vez, un cóndor llamado Apiña, el guardián de los Andes. A él le gustaba la disciplina y que todas las cosas anden bien.

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Un día, el cóndor se sintió muy inquieto, pensó en miles de ideas maravillosas que realizar, pero se quedó con un plan: Fabricar una q’eshwa para atrapar a los quilquinchos malos que siempre se burlaban de él por todos los sacrificios que hacía para mantener una buena organización. El hábito de hacer q’eshwa se practicó desde ese entonces y está presente hasta el día de hoy.

El cóndor después de vivir por mucho tiempo en una aldea y un pantano, huye a pueblos muy lejanos, con la visión de encontrar paz y tranquilidad. Casi sin fuerzas, se desvanece a mitad del recorrido y cae a un abra llana de pico muy elevado.

Al amanecer, el cóndor asustado, despierta y grita:

—¿Dónde estoy? ¿Dónde me encuentro? ¿Qué hago aquí?

Se hace muchas preguntas sin encontrar una respuesta y todo el día se la pasa sollozando hasta que se queda dormido. Y a la media noche, escucha una voz encantadora cerca de él. Aterrorizado se queda muy callado y de tanto temor se le sale la orina. Después de un tiempo de silencio, una voz muy aguda le dice en voz baja:

—Hijo, no temas, el deseo de los apus te trajo hasta aquí.

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El cóndor reacciona con un sobresalto, pero no ve a nadie. Después de cierto tiempo, escucha que nuevamente le dicen:

—Hijo mío, inclínate ante mí. A partir de hoy andarás por nuestro camino.

Quienes le hablaban eran la santa tierra Pachamama, el apu Huantuqo y su compadre Año Pukara, que en ese momento eran los máximos jefes y cuidadores del puente Q’eswachaka.

Con el paso del tiempo, el cóndor vivió junto a los apus, informándoles todos los sucesos que ocurrían antiguamente.

Un día el cóndor vio a una chica muy linda con cola de pez, de color azulino brillante, que saltaba sobre las torcazas debajo del puente Q’eswachaka. El cóndor se enamoró apasionadamente de la chica y se pasó el resto del día mirándola.

Al día siguiente, el cóndor volvió a su morada y se atrevió a mentirle a los apus, les dijo que tuvo problemas con sus alas y por eso no pudo llegar antes. Pero los espíritus sabían que el cóndor no decía la verdad y fueron en vano sus buenos modales. Por mentiroso, el cóndor fue expulsado del pueblo hasta el día de hoy.

Autor: Salvador Huayhua Ccoyori Edad: 17 años

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