Los secretos de Q'eswachaka

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El cóndor encantado y el apu Q’eswachaka

H

abía una vez, un cóndor llamado Apiña, el guardián de los Andes. A él le gustaba la disciplina y que todas las cosas anden bien.

Un día, el cóndor se sintió muy inquieto, pensó en miles de ideas maravillosas que realizar, pero se quedó con un plan: Fabricar una q’eshwa para atrapar a los quilquinchos malos que siempre se burlaban de él por todos los sacrificios que hacía para mantener una buena organización. El hábito de hacer q’eshwa se practicó desde ese entonces y está presente hasta el día de hoy. El cóndor después de vivir por mucho tiempo en una aldea y un pantano, huye a pueblos muy lejanos, con la visión de encontrar paz y tranquilidad. Casi sin fuerzas, se desvanece a mitad del recorrido y cae a un abra llana de pico muy elevado. Al amanecer, el cóndor asustado, despierta y grita: —¿Dónde estoy? ¿Dónde me encuentro? ¿Qué hago aquí? Se hace muchas preguntas sin encontrar una respuesta y todo el día se la pasa sollozando hasta que se queda dormido. Y a la media noche, escucha una voz encantadora cerca de él. Aterrorizado se queda muy callado y de tanto temor se le sale la orina. Después de un tiempo de silencio, una voz muy aguda le dice en voz baja: —Hijo, no temas, el deseo de los apus te trajo hasta aquí.

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