Los secretos de Q'eswachaka

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Los secretos de Q’eswachaka — Cuentos —


Los secretos de Q’eswachaka Gobierno Regional del Cusco @ 2021 Año del Bicentenario nacional La publicación de este libro forma parte del proyecto: “Mejoramiento de los servicios turísticos en el Puente Queshuachaka del distrito de Quehue, provincia de Canas, departamento de Cusco” Edición: Amaru Cartonera Diseño y maquetación: Johanna F. Casafranca Corrección de estilo en quechua y traducción: Chiri Uchu TXT Los cuentos presentados en esta edición, fueron escritos por niños y adolescentes de la comunidad de Huinchiri, provincia de Canas, ganadores del Concurso “Mi Cuento y su Pintura”.



Los secretos de Q’eswachaka

I. Relatos del puente Q’eswachaka

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Historia del puente Q’eswachaka Luz Clarita Callasi Puma

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El origen del puente Q’eswachaka Edu Noe Callasi Puma

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II. Relatos mitológicos: Sirenas y animales de poder

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Leyenda del puente inka Q’eswachaka y del negro Yuly Madeleyne Vilca Puma

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El cóndor encantado y el apu Q’eswachaka Salvador Huayhua Ccoyori

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El cóndor y la chica

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Las sirenas en Q’eswachaka y el pescador Patricia Enriquez Muñoz

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El pescador y la sirena de Q’eswachaka

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La sirena y el pescador Luis Fernando Oviedo Huayhua

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Vocabulario

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I Relatos del puente Q’eswachaka


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Historia del puente Q’eswachaka

sta historia se remonta a la época incaica. En aquellos tiempos, los incas solían hacer puentes con sogas o piedras para comunicarse de una comunidad a otra. Aquí planeaban construir un puente de piedra y para ello tenían que derrumbar parte del apu Llanthuko y extraer sus piedras talladas. Cuentan los antiguos pobladores que durante la construcción del puente se utilizaron tremendos bloques de piedras que caminaban y se encajaban solos en su sitio, al ver el lazo o el zurriago imponente que empuñaban los incas. Por otra parte, se expandía la noticia de que los españoles pretendían invadir la cultura inca y estratégicamente decidieron cambiar el material de construcción. Fabricaron un puente colgante con fibra de ichhu, para que a la llegada de los invasores, pudieran cortar fácilmente el puente de q’eswa y nunca crucen al otro lado. Desde esa época hasta la actualidad, este puente colgante es denominado Q’eswachaka y se renueva cada año. Cuentan que durante la construcción del puente, el chaka ruwaq cayó al vacío y perdió la vida. Tanto los familiares como los pobladores se quedaron muy preocupados y decidieron visitar a un altumisayuq. Caminaron tristes, con lágrimas en los ojos y poco antes de llegar a la casa del sabio, fueron vistos por dos cóndores que volaban por la zona y decidieron bajar a preguntarles: —Hermanos míos, ¿qué les ha sucedido? ¿Por qué están llorando? —preguntó uno de los cóndores.

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—Cuando estábamos construyendo el puente Q’eswachaka, el chaka ruwaq cayó al río y murió —le respondió muy apenado uno de los pobladores. —Hay tres apus muy importantes —le dijo el cóndor más anciano— Llanthuco, Pukar y Huaytamullo, a ellos tres deben pedir permiso mediante un ritual de ofrenda a los apus y a la Pachamama, caso contrario cada año va a morir una persona. Ya saben. Después de aquel encuentro con los cóndores, los pobladores de la comunidad decidieron realizar una ofrenda cada año, dirigida a la Pachamama y las tres deidades más importantes de la comunidad, para que durante la renovación del puente Q’eswachaka, no ocurra ningún accidente y el puente dure mucho tiempo.

Autora: Luz Clarita Callasi Puma Edad: 10 años

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El origen del puente Q’eswachaka

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esde el tiempo de los incas, se han construido puentes de piedra y de fibras vegetales que servían para conectar a las comunidades. Un día, los pobladores de la margen izquierda del río Apurímac, decidieron construir un puente de piedra. Para ello tenían que derrumbar el cerro llamado Llanthuku y extraer la piedra tallada que había ahí. Estas eran arriadas por las personas con lazos y zurriagos, y las rocas caminaban solas hasta el lugar donde se iba a construir el puente. Estos pobladores fueron caminando hacia el cerro Llanthuku y se les apareció una serpiente muy grande. —¿Para qué están arriando las piedras? —les preguntó la serpiente con curiosidad. —Para construir un puente que cruce el río —respondió el más joven y avezado del grupo. La serpiente, mirándolos fijamente, les dijo: —No lo hagan de piedra será muy pesado. Más bien háganlo parecido a mí, flexible como paja brava porque los españoles nos van a invadir pronto y necesitamos ser más astutos que ellos. Desde ese momento, los comuneros empezaron a construir las alvinas con piedras y cal, en los dos lados del río Apurímac, mientras que otros realizaron el sogar de q’uya y con ello construyeron el puente Q’eswachaka.

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Así, cuando los españoles llegaran con intención de invadir, cortarían el puente y de esa forma no podrían cruzar el río. Desde aquellas fechas, decidieron construir Q’eswachaka cada año, con pagos rituales y ofrendas a la madre Tierra y a los apus.

Autor: Edu Noe Callasi Puma Edad: 8 años

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ii R e l ato s m ito l ó g i co s S i r en as y an im ale s de poder


Leyenda del puente inka Q’eswachaka y del negro

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ntiguamente, al puente inca Q’eswachaka lo renovaban el 5 de enero de cada año, durante tres días consecutivos.

El encargado de renovar el puente era llamado kuraka (varón). Él se vestía durante un año con una montera negra redonda, un punchu tejido de lana de oveja, color gris y una chalina tejida de lana de vicuña, color marrón, que se amarraba en la cintura. También lucía una chunta adornada con incrustaciones de oro y plata, y utilizaba un ch’uspa en el cuello llena de coca. La mujer del kuraka era llamada wayru; vestía montera negra, phullu negro, pollera negra, unkhuña gris y llevaba una khipucha llena de coca y llipta. Estas parejas andaban de casa en casa, invitando coca y alcohol a las personas, convenciéndolas de ayudar en la renovación del puente inca Q’eswachaka, durante un año. En ese entonces, no habitaba mucha gente en la comunidad de Huinchiri y el chaka ruwaq, llamado Juan Huanca, hacía sus pagos a los apus y a la tierra Pachamama durante tres días para que no pase ningún accidente en la renovación del puente. El primer día, querendones y familiares, entran al puente inca llevando q’eswas. Las mujeres traen el kharmu para realizar el allwiy. El segundo día, realizan el tizado de los duros donde no se podía estirar bien. Por falta de personas, el chaka ruwaq hace el pago al “negro” para que le dé su fuerza y logren estirar bien el puente.

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—Negro, oso, kallpallaykita qoykamuwayku kay chakallayku chutanaykupa1. Al recibir el pago y escuchar aquellas voces tan hermosas, el negro les entrega su poder a las personas de la comunidad, lo que hace que el puente inca Q’eswachaka quede bien estirado y bonito. El tercer día, los comuneros hacen el tejido con sirpha y kallapu, y con esta actividad termina la construcción del puente Q’eswachaka. Durante un año, las personas que habitaban en la comunidad Huinchiri y otros que venían de diferentes pueblos, hacían pasar las llamas y las ovejas en la temporada de lluvia (poqoy killa) gracias a este negro, un oso que vive pegado al apu Llanthuku y que hasta el día de hoy podemos ver en el costado del apu.

Autora: Yuly Madeleyne Vilca Puma Edad: 11 años

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Negro, oso, danos tu fuerza para poder estirar este puente. 19




El cóndor encantado y el apu Q’eswachaka

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abía una vez, un cóndor llamado Apiña, el guardián de los Andes. A él le gustaba la disciplina y que todas las cosas anden bien.

Un día, el cóndor se sintió muy inquieto, pensó en miles de ideas maravillosas que realizar, pero se quedó con un plan: Fabricar una q’eshwa para atrapar a los quilquinchos malos que siempre se burlaban de él por todos los sacrificios que hacía para mantener una buena organización. El hábito de hacer q’eshwa se practicó desde ese entonces y está presente hasta el día de hoy. El cóndor después de vivir por mucho tiempo en una aldea y un pantano, huye a pueblos muy lejanos, con la visión de encontrar paz y tranquilidad. Casi sin fuerzas, se desvanece a mitad del recorrido y cae a un abra llana de pico muy elevado. Al amanecer, el cóndor asustado, despierta y grita: —¿Dónde estoy? ¿Dónde me encuentro? ¿Qué hago aquí? Se hace muchas preguntas sin encontrar una respuesta y todo el día se la pasa sollozando hasta que se queda dormido. Y a la media noche, escucha una voz encantadora cerca de él. Aterrorizado se queda muy callado y de tanto temor se le sale la orina. Después de un tiempo de silencio, una voz muy aguda le dice en voz baja: —Hijo, no temas, el deseo de los apus te trajo hasta aquí.

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El cóndor reacciona con un sobresalto, pero no ve a nadie. Después de cierto tiempo, escucha que nuevamente le dicen: —Hijo mío, inclínate ante mí. A partir de hoy andarás por nuestro camino. Quienes le hablaban eran la santa tierra Pachamama, el apu Huantuqo y su compadre Año Pukara, que en ese momento eran los máximos jefes y cuidadores del puente Q’eswachaka. Con el paso del tiempo, el cóndor vivió junto a los apus, informándoles todos los sucesos que ocurrían antiguamente. Un día el cóndor vio a una chica muy linda con cola de pez, de color azulino brillante, que saltaba sobre las torcazas debajo del puente Q’eswachaka. El cóndor se enamoró apasionadamente de la chica y se pasó el resto del día mirándola. Al día siguiente, el cóndor volvió a su morada y se atrevió a mentirle a los apus, les dijo que tuvo problemas con sus alas y por eso no pudo llegar antes. Pero los espíritus sabían que el cóndor no decía la verdad y fueron en vano sus buenos modales. Por mentiroso, el cóndor fue expulsado del pueblo hasta el día de hoy.

Autor: Salvador Huayhua Ccoyori Edad: 17 años

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El cóndor y la chica

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abía una vez, una chica llamada Anastacia que solía pastar sus borregos en la pampa Pomourqo y por el puente Q’eswachaka.

Caminaba acompañaba por su perro Duki, mientras iba detrás de sus borregos. Un día, apareció en su camino un joven con chalina blanca y casaca negra que poco a poco fue acercándose a ella y después de un tiempo prudencial decidió hablarle. —Hola, Anastacia —le dijo el joven misterioso—. ¡Qué linda eres! ¿Por qué no vienes a jugar conmigo? Puedo llevarte en mi espalda... —Me gustaría jugar con usted —le contestó la chica después de pensarlo por largo tiempo—, pero no puedo alejarme porque tengo que pastear mis borregos. Además, no creo que puedas cargarme, soy muy pesada. Al escucharla, el joven cogió uno de los borregos más grandes y lo cargó para demostrarle cuánta fuerza tenía. Entonces, le dijo a la chica en tono orgulloso: —Como ves, tengo mucha fuerza. Y si puedo cargar este borrego también podré contigo. La chica se dejó convencer y empezaron a jugar. Sin darse cuenta, el joven la llevó hasta el cerro Llanthuko, dentro de una roca de la cual era difícil bajar. Al momento de llegar, Anastacia se dio cuenta que esa era la casa del joven, gritó y lloró, pero ya no pudo hacer nada, 26


pues en ese momento descubrió que aquel muchacho misterioso no era humano, sino un cóndor. Así pasó un tiempo, entre llantos y tristezas. Anastacia dejó de comer porque el cóndor sólo le daba carne cruda, y el cóndor preocupado, fue a robarse el fuego del ser humano para complacer a la chica. Con el tiempo tuvieron un hijo, hasta que un buen día, Anastacia le dijo al cóndor: —Llévame debajo del puente Q’eswachaka, quiero lavar los pañales del niño. El cóndor obedeció y descendió del cerro dejando a la chica debajo del puente. Entonces, apareció un picaflor y Anastacia le pidió que avise a sus padres y que la liberen. El señor picaflor se compadeció de ella y fue hasta la casa de los padres de Anastacia, a contarles todo lo sucedido y pedirles que se preparen para la llegada de su hija. Luego, la chica le pidió un favor a la señora sapo: “Cuando mi marido me llame, tú le respondes y mientras tanto yo me voy a mi casa”. Al poco tiempo, el cóndor empieza a llamar a Anastacia. —¿Ya terminaste? —preguntó el cóndor desde las alturas. —¡Aún noooo! —le contestó la señora sapo. Pasó un buen tiempo y el cóndor volvió a llamar a la chica. —¡¿Ya terminaste?! —¡Aún noooo! —le respondió nuevamente la señora sapo. 27


El cóndor bajó al río con mucha cólera y sólo encontró sentado a un sapo que parecía lavar ropa encima de una piedra grande y cuando lo vio se metió dentro del agua. Mientras tanto la chica ya había llegado a su casa. Entonces, el cóndor fue furioso hasta la casa de la chica y como los padres ya estaban preparados para su llegada, lo recibieron tranquilamente invitándolo a entrar. —Pase —dijo el padre de Anastacia—, siéntese encima de ese cuero. El cóndor confiado se sentó sobre el cuero sin saber que debajo había agua hirviendo y perdió la vida. Anastacia pudo entonces volver al lado de sus padres y juntos vivieron muy felices por toda la eternidad.

Autor: Alexander Coyori Condori Edad: 14 años




Las sirenas en Q’eswachaka y el pescador

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ace mucho tiempo, las sirenas vivían en el río Apurímac Q’eswachaka. Las sirenas eran muy hermosas, tenían una linda voz y con su melodiosa canción encantaban a los pescadores que iban a pescar al lugar.

Un día, un pescador fue al río Apurímac antes del amanecer. Salió de su casa a las cuatro y llegó a las siete de la mañana al río. El pescador pescó cinco kilos en todo el día y como ya era muy tarde, se quedó en el río Apurímac a dormir. A las once de la noche, el pescador escuchó una voz muy hermosa. Se despertó preguntándose quién podría estar cantando a esta hora y cuando se paró, apareció frente a él una mujer muy hermosa con una larga cola. Esa mujer era una sirena. El pescador dudó por unos minutos, pues no sabía si aquella visión era parte de un sueño o se trataba de la realidad. Siguiendo su intuición, recogió sus cosas para irse, pero la sirena le cantó y el pescador quedó paralizado por su melodiosa voz. La sirena, aprovechando la confusión de aquel hombre, lo llevó hasta el fondo del río y en pocos minutos el pescador murió. Sus familiares lo buscaron durante meses, pero no lo encontraron. Nunca más se supo de aquel pescador y hasta el día de hoy siguen existiendo las sirenas.

Autora: Patricia Enriquez Muñoz Edad: 17 años 31




El pescador y la sirena de Q’eswachaka

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abía una vez, un pescador llamado Antonio que iba constantemente a pescar al río Apurímac.

Dicen que el señor era de familia pobre y se dedicaba a la pesca de truchas, ya que estas eran el sustento de su familia. A veces se veía a Antonio pescando por la margen derecha o izquierda del río. Cruzaba por el puente Q’eswachaka porque no había otra forma de atravesar el caudaloso río Apurímac. Antonio recorrió las orillas del río buscando un lugar donde la pesca de truchas fuera abundante y descubrió que ese lugar estaba debajo del puente Q’eswachaka. Una vez, Antonio fue al río Apurímac a pescar. Como ya era costumbre, sacó varias truchas debajo del puente y se sintió feliz, pues esa tarde llevaría mucha comida a su familia, pero se hacía cada vez más tarde y en su lugar favorito, de pronto apareció una bella señorita que le indicó que siga pescando sin preocupaciones. Aquella mujer era una sirena y Antonio, confiando en ella, pescó truchas hasta entrada la noche. De pronto la mujer convirtió el río en un palacio hermoso e invitó al pescador a pasar con intención de darle más truchas para su familia. Antonio nunca más salió del palacio, pues las aguas profundas del río Apurímac se lo tragaron para siempre y así murió el pescador encantado.

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De esta forma, dicen que la sirena siempre ha encantado a muchos pescadores seduciéndolos con truchas poderosas.

Autor: Kevin Cjuno Mamani Edad: 10 años

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La sirena y el pescador

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abía una vez, un pescador muy pobre llamado Pablo que vivía en Chirocollo. Cada tarde bajaba a pescar truchas al río Apurímac para poder comprar víveres y mantener a su familia.

Su madre ya era una anciana y su padre había fallecido, pero Pablo siempre recordaba sus consejos, ya que él también fue pescador de truchas. En vida, su padre le había dicho que él iba debajo del puente colgante Q’eswachaka a pescar, pues ahí encontraba lo suficiente para poder mantener a su familia. Una tarde, Pablo fue a pescar truchas al río Apurímac y esperó durante horas. Pensó que pescaría y nada; ya era media noche y no cazaba ni una trucha. Atrapó solo una cuando ya estaba amaneciendo y regresó triste a su casa. Una semana más tarde, recordó lo que su padre le había dicho y decidió volver al río Apurímac. Pasó por el puente Q’eswachaka y bajó al río. Se sentó en una piedra y vio una trucha gigante. Quiso entrar, pero la trucha ya había desaparecido, así que preparó su caña y empezó a pescar. Atrapó varias truchas y regresó feliz a su casa. Al llegar, le contó a su madre todo lo ocurrido, en especial sobre aquella trucha gigante que vio mientras pescaba. Su madre, muy emocionada, le dijo que su padre también había visto una trucha gigante y que se trataba de una buena señal. Pablo se sorprendió con la noticia y al día siguiente regresó al río a pescar.

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Al pasar por el puente Q’eswachaka vio el mismo gran pez revoloteando en el agua. Bajó despacio, dejó su caña de pescar en una piedra para no espantarlo, y cuál sería su sorpresa al llegar a la orilla y ver que el pez ya no estaba. Esperó que regrese, pero ya eran las 12 de la noche. Apareció entonces una linda chica junto a él, Pablo se asustó, sintió escalofríos y perdió la conciencia. Al amanecer, despertó con el cuerpo cubierto de manchas rojas. Un señor que pasaba por allí, le ayudó para que pudiera irse a su casa. Al llegar con su madre, Pablo encontró dentro de su bolso, un pez de oro. Gracias al regalo del río, pudieron salir de pobreza y vivieron felices para siempre.

Autor: Luis Fernando Oviedo Huayhua Edad: 12 años

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VOCABULARIO

Apu: Montaña sagrada y protectora de su jurisdicción. Allwiy: Ceremonia. Altumisayuq: Sabio andino designado por la Pachamama para ser sanador y autoridad. Chaka ruwaq: Quien construye un puente. Chunta: Pieza de madera que se usa para fines rituales. Ch’uspa: Bolsa que se cuelga. Ichhu: Paja brava de las alturas andinas. Kallapu: Tronco para apuntalar y evitar derrumbes. Kuraka: Varón encargado de dirigir la renovación del puente de Q’eswachaka. Kharmu: Refrigerio, merienda. Khipucha: Pequeño paquete para llevar hojas de coca. Llipta: Complemento ideal de la hoja de coca que potencia sus efectos en el masticado.


Pachamama: Gran madre tierra. Punchu: Poncho. Phullu: Manta tejida. Q’eswa / Q’eshwa: Soga de paja torcida. Sirpha: Soguilla vertical que se usa para la construcción. Unkhuña: Tejido cuadrangular que se usa en la espalda. Wayru: Mujer que acompaña al kuraka en su función de encargado de la renovación del puente de Q’eswachaka.


Ganadores del Concurso “Mi Cuento y su Pintura” Categoría: PRIMARIA Primer Lugar Yuly Vilca Puma Segundo Lugar Kevin Saúl Cjuno Mamani Tercer Lugar Luz Clarita Callasi Puma Cuarto Lugar Edu Noe Callasi Puma


Categoría: SECUNDARIA Primer lugar Alexander Ccoyori Condori Segundo lugar Patricia Enriquez Muñoz Tercer Lugar Luis Fernando Oviedo Huayhua Cuarto Lugar Salvador Huayhua Ccoyori


Gracias al apoyo de:

Impreso en Cusco, el mes de abril de 2021




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