¡ Bi e n v e n i d o s a m i g o s F ú ! Volvemos con la primavera recién estrenada y traemos un número que vais a devorar. ¡Viene más c a l e n t i t o q u e n u n c a ! M o r f i da l s e h a e n a m o r a do de L o l a Wellington, Miss Sousa tiene el remedio perfecto para sus males de amor, Sor Virtudes está más desatada que nunca, Adolfa ha vuelto al cine, Porfirio se ha puesto con o t r a l e c t u r a h o t , R u s o r e g r e s a c o n s u s a v e n t u r a s , O je t e e s t á r e v o l u c i o n a d o p e r d i d o , E n c a r n a y Ge m a s e h a n puesto reivindicativas, Rocío Camino destripa una bonita c an c i ó n p r i m av e r al y e s t r e n am o s s e c c i ó n s o b r e ar t e c o n M a r g a r i t a l a O ji p l á t i c a . M o l a , ¿ e h ? ¡ No t e l o p u e d e s p e r d e r !
Su m a
ar i o f Ăş
Amores fiesteros capítulo 4 —¡Perpetuaaa! ¡Perpetua espabilaaaa! Perpetua echaba un sueñecito en el banco de siempre; el cuello le iba cediendo y, cuando pareciera que la cabeza se iba a estrellar contra el suelo, la empuñadura de su bastón frenaba el guarrazo. Mientras, a la vista de doña Macaria no escapaban ni las moscas. —¡La hija de la Leonarda ha entrao en lo del salchicha! —Doña Perpetua dio un respingo sacudiéndose la modorra del cuerpo. —Pdzch pdzchaa ¿Lo queeee? —chilló la anciana, batallando con la dentadura para que no se le saliese de la boca. —¡La Clarita, la hija de la Leonarda! —¿La que se fue a putear a la Francia? —¡La mesma! Con estos ojos que la acabo de ver. —La anciana levantó un dedo torcido por la artrosis hundiéndolo en la ojera derecha. Detrás del mostrador de la carnicería seguía Modesto… Ahí, rígido como una estatua marmórea. —Buenas tardes Modesto —saludó Clara—. Han pasado muchos años… pero creo que aún se me reconoce. Después del soponcio inicial, y alentado por la visión de unos huevos
de toro que lucían viriles en la cámara expositora, el hombre r e ac c i o n ó . — Clari… engrmm, Clara.— La voz trémula no le salió con mucho fuelle. Definitivamente, de cuello para abajo no era el mismo hombre que Clara recordaba… “¡Qué de músculo!” —Estás… distinto—observó ella—. La vida te ha tratado bien. La sangre bullía en el escote de machote del carnicero, que percibía como un brote de calor se extendía por los hombros y le subía por el cuello. En parte por el cumplido, en parte porque era la primera vez, que él recordase, que Clarita le hubiese echado un piropo, si es
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que estar “distinto” significaba estar menos esmirriado. —Bueno…—sonrió aturullado— procuro llevar una vida sana. Tú te ves…—tragó saliva— muy bien, como siempre—. Le pareció reconocer la coquetería de la muchacha de ayer en el rostro de la mujer de hoy que tenía en frente, ese rostro con el que había soñado tantas veces en su juventud y que había sido el causante de más de un disgusto. —Tenía que hacer unos recados y he pensado que podría saludar a mi hija. —Sí, claro, por supuesto ¡Enseguida la aviso! Bueno, mejor pasamos adentro… pasa, pasa, no te quedes ahí, mujer. Clara rodeó el mostrador y Modesto le facilitó el paso haciendo a un lado la cortina tintinera. Se sintió minúscula con semejante pretoriano a sus espaldas. Cuando pasó a los corrales su Greta, con toda su carrera y educación urbanita, arremangada y escoba en mano barría el forraje y las briznas de paja sobre el tosco suelo de cemento. Allí dentro olía que era un primor… —¿Mamá? —levantó la vista sorprendida. — Hola cariño, tenía que hacer unos encargos y he pensado que podía pasar a un verte un momento. —¡Claro! seguro que a Modesto no le importa que hayas venido… Modesto corroboró con un gesto, elevando en lo posible las comisuras de sus finos labios, ansioso por complacer. La visita fue breve, ya se marchaba cuando se cruzaron con Marco, que salía de la cámara frigorífica. —Clara —habló Modesto—, este es mi hijo Marco. Marco se adelantó para saludar y le tendió la mano educadamente.
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—Lo mato, lo mato… ¡Lo maaaato! Greta metió la cabeza bajo la almohada mientras
s e i m ag i n ab a a s í m i s m a sumergiendo al gallo en un caldero con agua hirviendo. El muy desgraciado no respetaba ni los domingos. Tratando sin éxito de dormir otro poquito, permaneció en la cama holgazaneando; le pareció escuchar el motor de un vehículo afuera, seguidamente, algunos porrazos. Se asomó por la ventana y se quedó con la boca abierta: Modesto descargaba de su furgoneta unos sacos mientras Marco, cuerpazo en shorts y camiseta de tirantes, raspaba el muro de la entrada con un apero de albañil. Vio que su madre salía de la casa llevando una bata fina, Modesto le explicaba y hacía gestos con las manos señalando, probablemente, las grietas y desconchones que pretendían arreglar. —Oh…pero esto es mucha molestia —objetó Clara apurada. —¡Molestia ninguna! En un par de horitas apañamos este muro. —Pero es que os vais a…
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—Sin peros, mujer, que es poca cosa y así ejercitamos. ¿Verdad, hijo? Clarita miraba atónita cómo Modesto se echaba un saco de arena a las espaldas como si fuese una bolsa de plumas. Marco escondió una sonrisa asestando un golpe seco al muro con una piqueta. —En fin…se agradece, os prepararé un buen almuerzo. Greta se apañó el pelo y se aplicó unos toques discretos de barra de labios antes de salir a saludar. Agradeció el gesto, y como los obreros declinaron su oferta de ayuda, se colocó las gafas de sol, se subió a una tapia y se dedicó a recrear la vista. ¡Mamma mía! (como solía decir Francesco). Carga y descarga de músculo y material, sudor del bueno y testosterona flotando sexualmente en el ambiente… El gallo matón se acercó sigiloso atacando a Marco por la espalda y a traición, asestándole un señor picotazo en el cuello. “¡Gallo cabrón!” Con la arteria aorta a punto de explotarle agarró al bicho por el pescuezo y lo zarandeó alzándolo a la espera de instrucciones. — ¡Todo tuyo! —gritó Greta desde lo alto. Entonces, Marco lo lanzó con fuerza al otro lado de la tapia; el muy teatrero armó un plumoso alboroto cagándose mientras volaba por los aires. —¡Tiempo sin verla, doña Leonarda! —exclamó Modesto al ver que la anciana salía al patio acompañada por Clarita. La mesa estaba dispuesta para el almuerzo bajo la sombra que ofrecía el techado de caña y fresca hiedra. —Los achaques hijo…A mi edad todo son puñetas. —Madre —intervino Clara—. ¿Se acuerda usted de Modesto? —¡¿Pues no me voy a acordar, puñetas?! Que me hacéis chocha. —He sabido que estaba delicada —dijo Modesto—pero yo la encuentro de lo más saludable, ¡está usted hecha una jovenzuela! —Aduladorrr—la anciana arrugó el morro—. Si hubieses gastado esa labia en otros tiempos…Óyeme —añadió—pues no sé si será de esos pollos tuyos que te comes, pero hay que ver hermoso te has puesto. Clara se sonrojó profundamente y comenzó a servir la comida sin levantar la vista de los platos. Llegó Greta seguida por Marco, se habían quedado atrás mientras ella le curaba el picotazo entreteniéndose un poco más de la cuenta: un momento a solas, palpando la solidez del cuello moreno de Marco mientras lo desinfectaba con una gasa… —Este debe ser tu Marquitos —adivinó doña Leonarda. Marco estaba tenso como una cuerda de violín después de la cura, necesitaba beber algo con urgencia, algo frío. Muy frío. —Sí, este es mi chico, ya está hecho todo un hombre. —La anciana echó una ojeada al bigardo muchacho y luego clavó la vista en su nieta. — Parece que el negocio familiar os va muy bien —comentó Clarita, una vez sentados a la mesa. — Sí, no podemos quejarnos. Aunque hubiese preferido que Marco no hubiese abandonado la universidad.
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—Los hijos…—suspiró Clara—. Les quitas el pañal, les salen cuatro granos, y ya son adultos y toman sus propias decisiones, aunque nos cueste asumirlo. Marco cruzó una mirada con Greta, no podía quitarle los ojos de encima, la observaba todo el tiempo, pero con disimulo. Ella le dedicó una sonrisa juguetona. —Aunque me alegra tener a mi hijo a mi lado, me gustaría que un día tuviese su propio negocio, tiene muy buenas ideas. En estos momentos está preparando un viaje a Italia para participar en un concurso. —¡Vaya! —exclamó Clarita. — ¿Ah, sí? –inquirió Greta, clavando sus ojos verdes en el más que atractivo hijo del carnicero. —Sí… algo así —respondió Marco, mientras el rubor comenzaba a calentarle el rostro. —¿Y qué tipo de concurso es? —indagó Greta. —Es un concurso gastronómico, se premia al producto artesanal. —Y tú vas a llevarles un poco de mortadela. —Así es —confirmó Marco satisfecho, aunque por dentro se preguntaba qué pensaría ella de él. —Hace unos días llegó una carta con la invitación —explicó Modesto, henchido de orgullo paterno como un pavo real. —Enhorabuena —lo felicitó Greta— así que para eso quieres el diccionario… Yo puedo ayudarte —le ofreció espontáneamente—. No es que domine el idioma, no — aclaró— pero creo que lo suficiente como para echarte una mano, si lo necesitas… —Marco sintió el peso de tres pares de ojos sobre su persona, unos, especialmente bonitos —. Está bien, te lo agradezco. —¡Estupendo!— exclamó Modesto—. Podrías dedicar la última media hora de la jornada para enseñar a mi chico to-do lo que quieras… Marco lanzó a su padre una mirada asesina. El almuerzo resultó agradable y distendido a pesar de las ocurrencias de doña Leonarda, que a los Guerrero les resultaban muy graciosas. Se miró el reloj, su padre asintió y se puso en pie. —Señoras…, estamos disfrutando mucho del placer de su compañía, pero Juan cochinos se ha tomado el domingo libre y aún tenemos que pasar por la granja para echar de comer a los cerdos. Clara, el almuerzo estaba delicioso— manifestó Modesto— tienes muy buena mano para la cocina. —Nada especial— contestó Clarita llanamente— son platillos fáciles. Modesto se inclinó levemente aproximando su boca al oído de Clara. Todo lo tuyo es especial. ****
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Carne de cerdo de primera, tocino, pimentón, un surtido de secretas especias y las manos de un soberbio charcutero, eran algunos de los ingredientes con los que Marco embutía su mejor Mortadela. Dejó a un lado la mezcla, se lavó y secó en el delantal pues era la hora de su clase y ella lo estaría esperando en la salita. —He preparado una lista de frases usuales para que vayamos traduciendo —le mostró Greta— como por ejemplo: “Tengo una reserva en su hotel” “¿puede indicarme cómo llegar a esta dirección?” “¿cuánto cuesta?” “Necesito un médico” “Me han robado la cartera” “Llamen a los carabinieri” —Me lo estás pintando un poco negro…—Greta soltó una carcajada y se disculpó—. Lo siento, no era mi intención, pero hay que estar preparados para cualquier eventualidad. —Espero que no me secuestre la Camorra. Cuando Marco se relajaba y la miraba sin parpadear…Tenía unos ojazos chocolate noir capaces de taladrar un corazón. —No, por favor— contestó Greta— sería una pena… ahora que empezamos a entendernos. Esa era una de las cosas que más le gustaban de ella, no tenía miedo a expresar en voz alta lo que pensaba en cada momento. Un par de mechones ondulados de su pelo castaño descansaban en el escote, contrastando con el cálido tono de su piel y el brillo sensual de sus ojos verdes. La guinda del pastel la ponían los labios; preciosos con forma de cereza… naturalmente atrayentes. Respiró hondo y se removió en su asiento tratando de concentrarse. —Lo que llevo fatal es la pronunciación —confesó Marco, que se despistaba con cada gesto femenino. —Es cuestión de práctica –Greta abrió el diccionario—, al lado de la traducción está la pronunciación, ¿ves? aunque esté escrita como el culo, es lo más parecido a cómo debería sonar. Marco tomó el diccionario y escogió una palabra. —Bel-léz-za
A finales de semana Greta sorprendió a sus jefes con un presente: un par de delantales cortados y cosidos por su madre, con sus respectivos nombres bordados a mano. A Modesto se le iluminó el rostro como bombilla en feria. Ese viernes, el ambiente festivo y el estallar de los petardos alborotaban cada rincón del pueblo de Ojete. Oficialmente y hasta el martes siguiente se celebraban las fiestas de agosto. A medio día los tableros ya estaban dispuestos para la degustación de gachas populares y tintorro. Los vecinos y visitantes (si 10
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eran de pueblos cercanos solían acabar a palos) se concentraban en la plaza del ayuntamiento engalanada con banderitas para ponerse tibios de comida y bebida por cuenta del consistorio. Las vecinas más participativas elaboraban postres, dulces, tartas y bizcochos, que acompañaban con copitas de mistela. Por la tarde, después del concurso de rebuznos, el bar del pueblo, que triplicaba las mesas en la terraza y sacaba a la calle una barra con serpentín, despachaba tapas y platos de oreja a tutiplén. Ofrecía sangría suavecita, para que pudiesen beber todas las viejas sin que las fulminase un golpe de tensión, y se ponía a enfriar en grandes barreños con hielo. Con la excusa de las fiestas, Modesto había mandado recado invitando a Clarita a tomar un refresco y disfrutar de la actuación en la plaza de la Orquesta Pasodoble. Al contrario que Greta, que no se había hecho de rogar y había quedado con Marco a la primera insinuación, Clarita lo meditó algo más, pero finalmente aceptó la propuesta porque secretamente sentía deseos de volver a encontrarse con el carnicero. —Madre, en media hora llegará Modesto a recogernos, ¿está segura de que no le apetece acompañarnos? —A mí no se me ha perdido nada en el pueblo. ¿No vas muy fresca hija ?—Clarita se había puesto un bonito vestido de gasa por encima de la rodilla. —Madre, estamos a treinta y cinco grados… Le he dejado la cena preparada y las pastillas en su bandeja con un vaso de leche, no volveremos tarde, usted acuéstese y quédese tranquila. —¡Adiós abuela! —exclamó Greta.
La terraza del bar estaba a reventar. Modesto y Clarita, acompañados por sus hijos, ocuparon una de las mesas al aire libre. Justo al lado estaban sentadas Las Pacas con sus maridos, que rebañaban los platos mientras sus respectivas hacían trajes a medida. — Vaya cuajo…—comentó María Francisca— si su mujer levantase la cabeza, pobretica que en gloria esté. —Esa Clara siempre ha sio una fresca—contestó Francisca María—. Se
p r e s e n t a a q u í de s p u é s de t a n t o s a ñ o s y ¡ m i á l a ! a p o r e l M o de s t o , q u e t i e n e b u e n o s c u ar t o s . —Dicen que la hija está engatusando a Marquitos…¿Cómo es que se llama? —Cocreta o algo así. Anclado a la barra del bar, El Liendres se hacía el interesante con su pelo cardado y postura estudiada de seductor barato. A juzgar por el rastro oloroso que dejaba a su paso debía haberse capuzado todo el frasco de la colonia Jacks de su padre. El Josete, que era sobrino del dueño de la taberna, no podía disfrutar de las fiestas con sus amigos ya que esos días se veía obligado a echar una mano a su tío en el bar.
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—Qué suerte tienen algunos —comentó El Liendres contemplando a Greta con la boca abierta. —¿Te refieres al hijo del salchicha? Bahhh—exhaló El Llagas—ese siempre se liga a la más guapa… debe ser porque está cachas. —Ya veréis el día que yo me deje los bocadillos de panceta —aseguró El Liendres, reventado de la envidia —. Esta sangría es agua colorá, vamos, una
m i e r da J o s e t e ¿ L a h a s h e c h o t ú , n o ?
—Pues sí que está floja… tu tío es un miserias —convino El Llagas. —Nnn nooo tengo la cuuul culpa, yo le pongo lo que me meee dice mi tío —se justificó El Josete. —Eh, Llagas ¿has visto a La Pepi? Mírala, mírala…ya la tienes ahí, te va a desgastar de tanto mirarte. La jodía no se afeita el bozo ¡ni en fiestas! ¿También tiene el felpudo así de negro? —Al Llagas le entraron los calores de la muerte, apuró el vaso y se limpió las chorreras de sudor que le caían por la frente. —No jodas tío, ¿cómo voy a acordarme si estaba borracho? No pienso enrollarme con esa fea otra vez. —Esto es un muermo —se quejó El Liendres— se me está ocurriendo algo. Josete ven para acá… Dos litros de vodka y un paquete de azúcar por cada cubeta de sangría, medio de Ponche Caballero, una chorrá de ginebra y todo lo que tengas a la mano, le habían dicho. Pedir una tapa daba derecho a barra libre de sangría. Debía de estar buena, porque el personal acudía una y otra vez al barreño para rellenar el vaso. Modesto estaba que
no cabía de gozo al lado de Clarita, se sabía observado, pero a él los chismes y cotilleos de sus paisanos le traían al pairo. —Más sangría para las damas —ofreció eufórico, dejando otra ronda sobre la mesa. —Yo no quiero beber mucho, Modesto —declaró Clarita. — Pero si está muy suave, mujer. Está rica y fresquita, ¿verdad chicos? Marco asintió, estaba hecho un flan. Greta se veía preciosa esa tarde, como estaba muy cortado delante de la madre, bebía sangría. El Josete no daba abasto preparando más bebida; la mezcla altamente explosiva comenzaba a dar sus frutos, efectos que se hacían visibles en los coloretes y risas desinhibidas del populacho. —¡Pschhhh, Josete! —llamó El Liendres— ¡Tío ezto ezzz un éxzito! No zé qué le habrázs ezchado a la zangría pero llevo un peeedo. —Y yyyoo oioioioi —secundó El Llagas—. La Pepi, siempre al acecho del objeto de su amor, espiaba a tan solo unos pasos de los muchachos. —¡Os he oído! ¿Qué habéis echao a la sangría, que están tos más tontos que una calabaza? —Hostias, Pepi… no jodas la diversión —se quejó El Llagas—. La muchacha se ofendió y amenazó con irse de la lengua.
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—Pedo Pepi, zi estamos en fiezstaz…¡Venga, tómate una copita con nozotrozz que te invitamoz! ¿Verdad Llagaz?. Eh, tío— le susurró al oído— vaz a tener que zer cariñozo con ella para que no ze chive… Al Llagas se le encogió la almorrana ¡Maldita su suerte! Comprendió resignado que la situación requería… un poco de tacto. Al caer la tarde, Clarita, su hija y sus respectivos acompañantes, se encontraban más que achispados; al escuchar las pruebas de sonido que indicaban que empezaba la verbena siguieron jubilosamente a la multitud que se trasladaba al otro extremo de la plaza. Las viejas y los viejos, como era costumbre, se traían las sillas de casa y se colocaban en primera fila dejando la zona central libre para los bailongos. La cantante, con la melena leonina y pintada como una puerta, salió al escenario, saludó a su público y seguidamente se arrancó con el tema “La morena de mi copla”. Pepe el pedorro y Jacinto el practicante, ambos sesentones, invitaron a sus mujeres a sacudir la polilla sacándolas a la pista para bailar agarrados. Modesto sacó a Clarita, que contenta y desinhibida como estaba, se arrimó bien al cuerpo del hercúleo ex-pretendiente, que olía a gloria bendita. Para cuando tocaron los pajaritos ya estaban todos bolingas perdidos: moños sueltos, pies descalzos y más de un descamisado en medio del griterío y el contento general. Las señoras ya se habían olvidado de la faja meneando culo y tetas sin el menor pudor. Las Pacas tuvieron que separar a sus maridos cuando uno de ellos quiso pegarle un puñetazo al otro. —¡Le has tocado el culo a mi mujer! —¡Te digo que ha sio un error! Que me he confundío y pensé que era mi Paca ¿Pos no ves tú que son iguales, bestia? Marco y Greta, huyendo del jaleo, de pisotones y de cuescos silenciosos, se apartaron del bullicio para tomar un poco de aire fresco. Llegó el turno del Bimbó de Georgie Dann. Modesto movía el esqueleto con gracia y desenvoltura, el pobre estaba más caliente que el queso de un san Jacobo. Cuando tocaron una lenta tomó a Clara por la cintura resbalando la mano hasta la cadera, ella no se incomodó. Los años habían pasado para ambos, la cintura de avispa de jovencita se había ensanchado, las caderas eran más generosas, pero seguía siendo una mujer guapa. Doña Macaria y La Perpetua, enlutadas como de costumbre, observaban el espectáculo desde sus sillas de cuerda. — Mialá cómo provoca, y qué vestío me lleva —rezongó doña Macaria— si va más apretá que peo en visita… Pasadas las doce de la noche las ancianas abrían la boca sin parar y decidieron recoger los bártulos. —Miá qué horas… Ámonos pa casa Perpetua, que estas joventudes no tien jartura. Perpetua echó una última mirada reprobatoria a sus vecinos pero algo vio que la descompuso repentinamente. Intentaba hablar, pero sufrió un ataque de tos repentino. Macaria, con toda su mala baba, le dio unas palmaditas en la espalda hasta que la dentadura salió disparada por los aires aterrizando en el bolsillo del panadero.
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—¡Virgen Santa! —chilló doña Perpetua—¡Si es la Leonarda! Doña Leonarda se apareció entre la multitud, abanicándose enérgicamente. —¡Madre! —exclamó Clarita, atónita repasándola de pies a cabeza. La mujer llevaba puesto un vestido de domingo, la toquilla de ganchillo y las zapatillas de estar por casa. —¡¡¿Pero qué hace usted aquí?!! ¿Quién la ha traído? —He cogido la ranchera. —¿Ha conducido usted? ¿De noche? ¡Virgen Santísima! —A ver si te crees que no puedo, que me hacéis chocha ¡puñetas! ¿Sabes qué hora es? ¿Has bebido, Clarita? —indagó doña Leonarda clavando sus ojos de halcón en el rostro acalorado de su hija. Aquello era surrealista, Modesto, que trataba de mostrar seriedad delante de doña Leonarda se ofreció de inmediato a llevar a las dos mujeres de vuelta a la finca. —Le pido disculpas doña Leonarda, la culpa ha sido toda mía por no darme cuenta de la hora que es. Tiene usted tooda la razón del mundo, ahora mismo nos vamos a acostar. —¿Y mi nieta? — Emm, no se preocupe por su nieta que mi hijo la llevará a su casa…
Greta y Marco paseaban por callejuelas. Charlando sin rumbo fijo fueron a parar a un pequeño mirador, se sentaron en un banco de piedra con vistas a la sierra iluminado tenuemente por la luz de una farola cercana. Greta le gustaba muchísimo, tanto que no se conformaría con el rollo pasajero de verano que probablemente obtuviese de esa relación. No era la primera vez que una chica de fuera le interesaba…y el romance veraniego no pasaba del otoño. No quería que esta vez ocurriese lo mismo, por eso rehuía sus propios sentimientos tratando de contener sus impulsos cuando estaba con ella. Sin embargo, la intimidad de la noche y los vasos de sangría debilitaban la voluntad… —¿Qué estudiabas en la Universidad? ¿Por qué lo dejaste? – preguntó Greta al percibir que Marco se sentía algo tenso. —Ingeniería alimentaria. Mi madre falleció de repente y…bueno, no quise dejar solo a mi padre, insistió en que podía arreglárselas pero yo quería volver para estar a su lado. —Es una pena que alguien muera tan joven —Greta posó una mano sobre la pierna de Marco y le dio un suave apretón —esta vida hay que aprovecharla al máximo…—terminó la frase en un susurro y la mano ya se había trasladado al pecho atlético del joven. Bajo su suave caricia percibió el latido enérgico del corazón masculino, sintiendo el deseo irrefrenable de tocar la piel que ardía pulsante bajo sus dedos. Marco le acarició la mano y ella se dejó caer suavemente contra su pecho. Desde que lo vio por primera vez sintió deseos 14
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de besarle el cuello; la descarga que provocó en Marco la suave lengua femenina cuando comenzó a lamerle el cuello le erizó hasta el último vello del cuerpo. La intensa sensación, la agitación en su entrepierna y el calor de la pasión, borraron por completo hasta la última de sus reticencias. Él abrió la palma de su mano enredando el pelo de Greta entre sus dedos, envolvió su cabeza ejerciendo una ligera presión. Por un instante ella creyó que la detendría, pero su sorpresa fue comprobar que no solo no la detuvo, sino que la alzó sin titubear colocándola a horcajadas sobre sus sexys y poderosos muslos enfundados en unos vaqueros; le retiró unos mechones de cabello de la cara para poder besarla profundamente. A Gr e t a t o d o l e d a b a v u e l t a s : l a l e n g u a d e M a r c o n o d a b a t r e g u a ; sus manos la oprimían, la acariciaban y la provocaban a un mismo tiempo: la estaba volviendo loca. Un clásico: chico, chica, unas copas, una noche de verano y pegarse el lote como posesos hasta que el algún desgraciado te aguaba la fiesta. —¡Pepi! Pepi vamos, que pesas un huevo…¡No puedes llegar con este pedo a tu casa! El Llagas, ya sobrio el pobrecillo, salió de un callejón con la Pepi a rastras aferrada al cuello de su camisa. Consiguió que lo soltara, la zarandeó un poco y la apoyó en poste de la farola. —Daaammme otro beezoo. —No puedo Pepi, que ya sabes que me salen llagas… —Pero yo tegquieroooooooo. Muuuchooooooo — No sabes lo que dices, estás borracha. —De ammmmorrrrrrrrr. —¿De amor? ¡De sangría! Pero no lloriquees… ¿Qué te pasa ahora? —La muchacha le estiraba de la pechera acercándolo peligrosamente al mostacho mientras balbuceaba palabras inteligibles… — Qué dices Pepi, no te entiendo ¿Qué quieres? —Aaa caa —¿Qué? — Me haago ca-ca. Aquello cortaba el rollo hasta al más fogoso. Marco y Greta observaban la escena desde el anonimato que ofrecían las sombras. Greta se refugió en brazos de Marco convulsionándose violentamente a causa de la risa. —Será mejor que los dejemos solos…—sugirió él. Modesto esperaba en el patio sentado en uno de los sillones de mimbre, calmaba la sed y el regusto dulzón que le subía por la garganta echándose unos tragos de agua fresquita del botijo mientras una docena de grillos, sabiamente camuflados, restregaban sus alas en cansino cantar. Sentía pesada la cabeza y una sed infinita. Clara había entrado en la casa para cerciorarse de que doña Leonarda se metía en la cama. —Ya está, se ha tomado una pastilla para dormir y ha dejado de hacer la puñeta. Todavía no puedo creer que haya tenido las santas narices de bajar al pueblo a buscarnos… 15
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—Bueno, afortunadamente no ha pasado nada. —Mi madre está ya muy mayor. Ahhh —se lamentó— hay que tener una paciencia…¿Dónde se habrán metido los chicos? Dimos un par de vueltas antes de marcharnos pero no los vimos por ninguna parte. —Son jóvenes y se recogerán tarde, dejémosles que disfruten de las fiestas— Se produjo un embarazoso silencio —Clara…—continuó— no quisiera morirme sin saber cómo es un beso tuyo. Aquella declaración la dejó patidifusa. Clara era consciente de que la vida pasaba por delante de sus narices a la velocidad del ave. No se había vuelto a plantear en serio volver a tener una relación con ningún hombre desde que un francés hizo añicos su corazón. Trabajando y criando a una hija los años habían pasado volando, no había tenido una vida desgraciada después de todo, su Greta era lo más valioso y hermoso que ese embustero le había dejado pero…¿y ella? Todavía era joven. Modesto estaba ahí, mirándola con ojos anhelantes y esos labios finos…, tensos a la espera de una reacción, una palabra. Estaba inquieto pero seguro de lo que quería, de que la quería; porque ella lo presentía y ahora lo sabía ciertamente. —A lo mejor te llevas una decepción…—respondió Clara mientras le entraba flojera. —Me arriesgaré —Modesto le tendió una mano. Clara aceptó la mano que Modesto le ofrecía. Él tuvo la intención de levantarse pero ella lo detuvo y con delicadeza se sentó a su lado sobre el ancho brazo del sillón de mimbre. No tuvo que inclinarse mucho ya que él era bastante más alto. Su olor varonil la embriagaba, su piel cuidada la seducía. Ni en sus mejores sueños hubiese imaginado un
b e s o a s í , l l e n o de s e n t i m i e n t o , de v i da y de e s p e r a n z a .
— ¿Querrías hacerme el amor, Modesto? –le propuso ella sin rodeos. Modesto sintió la sangre alborotársele en el cuerpo, no podía creer que estuviese ocurriendo de verdad. —¿Y… tu madre? – vaciló, sintiéndose torpe y excitado. —Mi madre ronca como una fiera, si pones atención lo puedes comprobarlo tú mismo. Los muelles del colchón de la cama chirriaban escandalosamente por la falta de costumbre. Entre risas y tropiezos agarraron una colcha mullidita, una botella de vino y, como furtivos colegiales, corrieron en pelotas hasta la pinada para hacerlo bajo el cielo estrellado. Resultó que Modesto era fuerte en todo su esplendor, no como muchos de esos musculitos de anchas espaldas que tanto presumen y, a la hora de la verdad, dentro del pantalón tienen un Grefusito. Para una mujer como Clara, que había padecido de hambruna sexual, el tamaño no era lo primordial, pero si el pretendiente estaba bien dotado, y además, sabía utilizarla… pues miel sobre hojuelas.
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Marco conducía en silencio, los faros de la furgoneta alumbraban en la oscuridad de la noche el terroso camino de acceso a Los Laureles. Después del arrebato pasional en el mirador no había intentado volver a besarla. Greta observaba su perfil en la penumbra del interior del vehículo mientras él manejaba absorto en quién sabe qué pensamientos. Llegaron a la finca y Marco apagó el motor. —¿Te arrepientes? —quiso saber Greta. —No…—contestó dubitativo— Es solo que… no importa—se interrumpió. Negó con la cabeza y la miró fijamente —no me hagas caso ¿Vendréis mañana a la barbacoa? Por tradición, el segundo día de las fiestas, el carnicero se encargaba de suministrar el género y preparaba la gran barbacoa al mediodía. —¿No has oído una risita? —preguntó Greta mirando por la ventanilla en dirección a la pinada. No se escuchó nada salvo el cri cri de los grillos.—Allí estaremos—confirmó melosamente.
Marco se aproximó al asiento del copiloto y le plantó un maravilloso beso húmedo a modo de despedida. Cuando Greta hubo entrado en la casa, puso en motor en marcha y encendió las luces encarando la furgoneta hacia el camino cuando uno hombre, con los pelos revueltos y la camisa abierta hasta la cintura, le salió al paso haciéndole el alto. Marco frenó sobresaltado. —¡Papá, qué susto me has dado! —Modesto subió a la furgoneta— ¿Pero se puede saber qué haces aquí? Y con esas pintas…—no se molestó en terminar la frase, la sonrisa de gilipollas que llevaba su padre estampada en la cara lo decía todo. —Estoy muerto, hijo…—Modesto se estiró en el asiento cerrando los ojos—.Volvamos a casa…mejor hablamos por la mañana.
A la mañana siguiente, otro hombre (italiano para más señas), en otro lugar, tecleaba en el navegador de su Fiat cabrio: DESTINO: Ojete de Abajo Continuará…
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Desnuda
T
umbado en la arena, panza arriba con la boca abierta y roncando suavemente. Así es como me encuentro a mi queridísimo amigo Porfirio cuando me siento a su lado, bajo la sombrilla. Estamos pasando unos días de descanso en la playa, antes de que me incorpore a mi nuevo trabajo. Sí, por fin voy a ejercer mi profesión de modelo para uno de los mejores fotógrafos del país. Todo llega en la vida… —¿Ya estás aquí, preciosa? —¡Pero si estabas dormido!¡ Si hasta te he oído roncar! —¿Yo? ¿Qué dices? —Se incorpora rápidamente y me mira con cara de no haber roto un plato en su vida. —No, estaba pensando en la última novela que he leído. —¿Cuál? —Añado mientras saco el bronceador de mi bolsa playera. —Pues sentí curiosidad por
u n a c u y o t í t u l o “ D e s n u da ” e r a m u y s u g e r e n t e . S u au t o r a e s R ai n e Miller, ¿la conoces? —No, ni idea —respondo mientras me extiendo la crema bronceadora por las piernas. —Yo tampoco, hasta que me dio por ojear en la página de la editorial que la publica algunos comentarios de lectoras que ya la habían leído. —Me quita el frasco de la mano, y empieza a extenderse a su vez el bronceador por la barriga y el pecho.
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—Supongo que las críticas serán sublimes. —Por supuesto, por eso me decidí a comprarlo ¿Tú te resistirías a conocer a “personajes inteligentes y complejos, inmersos en un relato moderno con un ritmo frenético”? —Me quedé mirándolo fijamente, intentando descubrir qué había más allá de la pregunta inocentemente planteada. —Vamos a dar un paseo y me cuentas que te veo con ganas de soltar la lengua. —Nos pusimos de pie, Porfirio tapó con una toalla las bolsas, como si aquel gesto nos librara de que algún amigo de lo ajeno nos pudiera robar las pocas pertenencias que bajábamos a la playa. —No sé si te van a gustar las ideas que he sacado en conclusión, tras haber dedicado un par de horitas de la siesta de ayer al librito… —Si no empiezas ya a explicarte, nunca lo sabré. —Paseábamos con los pies metidos en el agua, de forma reposada ¡Por favor qué delicia! —Fíjate Teté que soy hombre y estoy indignado con lo que he leído… —Pero, ¿por qué? —Nos paramos como las viejas a comentar la jugada. —Verás, la protagonista, una tal Brynne Bennet, es modelo. —¡Andaaa! ¡Igual que yo! —Si tú supieras de lo que estoy hablando, no dirías eso.
Porfirio Discount
—Vamos a tomarnos algo y me lo aclaras tranquilamente. —Retrocedimos hasta la sombrilla. Cogí la cartera y nos dirigimos a un chiringuito cercano. Nos sentamos. En seguida vino un camarero con el que Porfirio ya había hecho migas y eso que sólo llevábamos una semana por aquellos lares. —¿Qué tal parejita? ¿Os pongo lo de siempre? —A mi me bautizas hoy el vermut con un poquito de ginebra, por favor —Añade Porfi con un guiño de ojos —¿Y tú preciosa? —A mí me pones hoy un gin-tonic, por favor. —Esa sonrisa arrebatadora del camarero, me está dejando muerta, deslumbrada. Señor, ¡qué locura de hoyuelos se le forman cuando ríe! —Teté. —Mmmm… —Teté, cariño ¿estás bien? —Sí perfectamente, ¿por qué? —Porque se te van a colar en la boca montones de moscas como no la cierres. —En seguida reacciono, carraspeo y me recompongo como puedo, ¡uf ahí viene otra vez! ¡Vaya bíceps! —Pues aq u í
t i e n e s am i g o , t u v e r m u t b a u t i z a do , y un gin-tonic para la c h i c a m ás b o n i t a de …
—Sí, sí ya puedes retirarte majo. —Porfi no lo puede evitar, no son los celos los que le hacen ser así de antipático, eso lo sé perfectamente, sino el afán protector que tiene conmigo. Si supiera que bajo el posavasos me ha dejado una notita escrita con lo que parece un número de teléfono. El camarero se va no sin antes guiñarme un ojo. ¡Ay Dios mío! —A ver Porfi, me contabas que la protagonista de la novela era modelo. —Sí, la tal Brynne Bennet, es una modelo americana, que vive en Londres, huyendo de un pasado terrible, a saber cuál, porque en el primer libro no lo aclara, y desde luego no voy a perder más tiempo leyendo a esta señora para averiguarlo. Es fácil deducir que con la profesión que tiene el protagonista, se encargue de protegerla. —Pues sí que te ha cabreado. ¿Qué profesión tiene? —Ethan Blackstone, el protagonista, es un tío rico que lleva una agencia de seguridad privada durante los Juegos Olímpicos de Londres. —Bueno, bueno Porfi ya sé por dónde te viene la indignación —Creo que estoy empezando a beber más deprisa de la cuenta.
Ú l t i m am e n t e n o sop or to a l os m ac h o s - al f anoveleros de última g e n e r ac i ó n .
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Novelas con discount
—Déjate algo de ese matarratas para lo más interesante, Teté. —Prácticamente me arranca la copa de la mano, en un intento de que le preste mayor atención. —Los protagonistas se conocen en una exposición de fotografía, en la que se vende un desnudo de la chica. —¿Lo compra el “Neanderthal”? —Sí. Bueno eso era lógico, ¿no? Así que niña, agárrate bien a la silla, que despegamos. —¡Camarero! ¡Tráenos otra ronda de lo mismoooo! —Mister “Hoyuelos” con el pulgar en alto nos indica que ha escuchado a mi amiguete. En nada y menos, un nuevo gin-tonic con otra notita misteriosa puesta disimuladamente bajo el posavasos y otro vermut con un aperitivo ocupa la mesa. Apenas atisbo cuatro garabatillos que no logro descifrar. —A partir de ahora, el Sr. Blackstone tomará las riendas del asunto. Se ofrece cuando termina la exposición a llevarla a su apartamento en coche, hasta ahí podríamos tildarle de caballero, pero la chica comete un pequeñito desliz consistente en quedarse dormida durante el trayecto, con lo que aprovecha para revolverle el bolso y pillarle el número del móvil. —Cerdo… —Pues sí un poquito, y es que el señorito no dará tregua a la prota hasta que no consiga cenar con ella. —¡Camareroo! —Esta vez soy yo la que chasquea los dedos para llamar a “Hoyuelos” —¡Vooy! —¡No tardes Hoyuelos! —Niña, ¿cómo le has llamado?
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—¿A quién? —Pongo cara de despistada, sin embargo el mosqueo de Porfirio es evidente. —Da igual. —Bebe un sorbito del vermut y coge una aceituna del platillo de los aperitivos. —No veas el efecto que producen unos ojos azules en una mujer. —¿Hoyuelos tiene los ojos azules? —No Teté, ¡Ethan Blackstone! Este señor con un simple gesto, digamos una sencilla alzada de ceja consigue un efecto exponencial en el cuerpo de la fémina en cuestión. La deja balbuceante, hecha un manojo de nervios. —Aquí tenéis otra rondita, chicos. —Efectivamente Hoyuelos tiene unos ojos azules de escándalo. Va recogiendo los vasos a medio vaciar, y coloca con primor los nuevos. Se va no sin antes alzarme una ceja… —Vamos que la deja sin capacidad de reacción. —Comenté mientras advertí de nuevo que había otra servilleta de papel medio doblada con dos líneas escritas, junto al platillo de las almendras. —Las escenas que se van sucediendo solo sirven para que se te pongan los nervios de punta, en el sentido de que el pelele del personaje femenino, acepta que el macho alfa se
Porfirio Discount
haga cargo de cualquiera que sea la situación anodina que nos plantee la autora. El chico establece el control sobre todo. —Es decir, que nos presenta
a u n t í o q u e t e al i m e n t a, t e f o l l a, y t e a r r e g l a l a v i da . O di o a e s e t i p o de hombre, Porfirio. Esos que te anulan el pensamiento, o la disposición para reaccionar o actuar con autonomía. —Disimuladamente leo la notita que me ha dejado escrita Hoyuelos en la servilleta. “¿Cenamos? Te invito, aunque preferiría comerte mientras imagino que eres mía…” —Nena esos tíos son los que se llevan ahora en las novelas. —Vaya, vaya, así que Hoyuelos es un Blackstone de playa. —¿Cómo dices? —Nada cariño, sigue… —En sí el argumento no tiene nada. La autora nos plantea un perfil psicológico de mujer que confunde estar dominada por un hombre, con sentirse segura y a salvo en sus brazos. Una mujer con un cerebro que lucha constante y permanentemente por absorber todo lo que le dice el atapuerqueño para poder agradarle al máximo. —¿Y en la cama qué tal se comportan? —Me removí en el asiento, la situación descrita en la novela me parecía patética. —Deprimente. Las escenas
s o n m e c á n i c a s h a s t a de c i r b a s t a , el condón aparece en escena como un invitado incómodo, es mucho mejor follar sin él para poderse correr hasta el infinito y más allá. Si además le añades a esto que él no le deja tener el deseado orgasmo hasta que no le diga que es “SUYA”… —Vomitivo.
—A lo largo del libro aparecen frases marca Blackstone con las que se te descuelga la mandíbula, todavía me acuerdo de algunas como “Soy muy posesivo con lo que es mío” o “Solo toco lo que es mío” ¡Quiero azotarte, follarte! —¡Camarerooo! —Seguro que el grito que pego ha llegado a Sebastopol. —Ya estoy aquí. —Se sienta en una silla vacía que hay a mi lado. La blancura de sus dientes me fascina, pero yo no soy Brynne Bennet por supuesto. El tío se envalentona y me pone una mano en el muslo y comienza a acariciarlo ¡Será cerdo! Pues no estoy yo calentita ni nada con la historia que me acaba de soltar Porfirio. ¡Vamos que me sale humo por las orejas! —Mira Hoyuelos acabo de leer tus notas, y quería aclararte un par de cositas. —Si no te viene bien quedar a las doce, pasaré a la una a recogerte. No te puedes negar. —Me negaré si me da la gana. ¿Últimamente a todo el mundo le da por confundir el culo con las témporas o qué? Mi amigo aquí presente me acaba de contar una historia que ha leído, en la que nos describe a hombres como tú que confunden ciertos conceptos como por ejemplo ser sumisa en la cama con serlo las 24 horas del día. Cierra la boca Porfirio, sino quieres comerte las moscas que no me tragué antes. —La retahíla fue acompañada con la retirada de mano de mi muslo. —Y ahora si no te importa nos traes la cuenta y sin notitas añadidas. Hombres como tú no me interesan en absoluto. —La blancura de sus dientes se extendió por todo el rostro. Se fue como alma que lleva el diablo a por la
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Novelas con discount
cuenta; pagamos, no dejamos ni un céntimo de propina. Nos levantamos y encaminamos nuestros pasos hacia la playa a tumbarnos de nuevo en la arena. —¿Sabes qué Porfirio? Me da rabia que últimamente haya autoras que escriban este tipo de bazofias. Personas de mi mismo sexo que después de tantos años de lucha por la igualdad de la mujer vengan a decirnos que un tío manipulador, posesivo y hasta acosador es lo que nos conviene y nos va a evadir de la puta realidad, y de los telediarios llenos de noticias horribles. ¿Cómo puede gustar leer a una
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pavisosa que se “desnorta” solo con notar la presencia del protagonista? ¿Cómo puede encandilar un macho alfa que piensa que una relación perfecta de pareja consiste en cocinar y ver la tele juntos? —¡Cuánto daño está haciendo el Sr. Grey, Teté…! —añadió Porfi. Casi instantáneamente comenzó a roncar… Continuará…
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Fue bonito mientras duró
P
ues aquí me encuentro con muchas dudas existenciales, dudando del mundo y de las brujas que habitan en él. Porque no existen brujas más pérfidas y tocanarices que las que van disfrazadas de monjitas. Sí, sí, esas que hablan y hablan y no predican con el ejemplo; esas que dicen ser tus amigas y luego te ponen verde por detrás; esas que están todo el día colgando en el Facebook frasecitas reflexivas y hacen lo contrario; o hablan de lo injusta que es la vida, de lo mal que se porta la gente con ellas mientras se entretienen a pisotear a las compis; o esas que hacen «el bien a alguna honorable causa» a modo de promoción novelística y no dudan en ponerse medallas por sus «buenas acciones». De este último tema se podría hablar durante horas y horas y no llegaríamos a ninguna conclusión. Tales tácticas de promoción son usadas incluso por las estrellas de cine. Vaya, una mierda total, a mí ya no me engañan. Las cosas hay que hacerlas de corazón, no pensando en el beneficio propio, sino en el colectivo. En fin, que cada cual haga lo que le salga del coño, uyyy perdón… del moño. Sí, sí, descarriados, que esto del Facebook es la bomba, pero una mierda a la vez. Que aquí no se salva ni mi pobre Dios de salir atizado por gallinas cotorras que dicen saber de todo cuando en realidad no tienen ¡NI PUTA IDEA DE NADA! y que solo buscan un poco de fama a costa de arrancar la piel al prójimo. Yo las llamo el Club de las Putarras, uyyy perdón… cotorras, Club de las Cotorras; específico porque hay diferencia entre una puta y una cotorra, y por nada del mundo quiero ofender a las putas. Son tan rastreras que por un cotilleo se venden al mejor postor, incluso venderían su alma al mismísimo Satanás. No sé si se comportan así por qué tienen hemorroides en el culo, uyyy perdón… ano que queda más finolis, o en la cabeza, el caso es que han dejado de ser personas para convertirse en salvajes con machetes, dispuestas a cercenar cabezas. No entiendo tanto fanatismo sin sentido, tanta vomitera mental y tanta bajeza moral. Quizá, las pobres, solo buscan atención, seguramente debe ser eso. Decir que mi atención la han captado, pero en sentido contrario porque huyo como la peste de este Club. Pues bueno, el caso es que he tenido algún que otro roce con el Club de las Putarras, uyyy perdón… cotorras; ya que cuando se les dice la verdad resulta que te eliminan y bloquean. 24
Sor Virtudes
Se creen que eso las hace más grandes, más divas y lo único que consiguen es que sean más miserables, si cabe. En fin… que brindo por el Club de las Putarras, uyyy perdón… cotorras; y que fue bonito mientras duró y que mi respeto lo tendrán cuando respeten al prójimo, que ya está bien de tanta tontería, que si todas se dedicaran a su vida y a su trabajo, no se darían situaciones tan surrealistas como las que he visto últimamente. Hala… y ahora a otra cosa mariposa, que la mierda, cuanto más se mueve más huele. Bueno, eso me dice mi santa madre, que Dios la bendiga por haber parido a un ejemplar único como yo, no todos los días se dan tales milagros. Después del desahogo inicial, voy directa a la reseña. EL LÍMITE DEL PLACER Eve Berlin Terciopelo ¿Hasta dónde estás dispuesta a llegar para conocer los límites de tu placer? Para la autora de novela erótica Dylan Ivory, el control lo es todo; ella lleva una vida organizada y segura, estable, sin riesgos. Hasta que se topa con Alec, un hombre que es todo lo contrario a ella… pero que es todo lo que realmente querría ser. Alec Walker es un escritor de thrillers psicológicos y un hombre que vive al límite. Las motos, el snowboard, nadar entre tiburones, nada es demasiado arriesgado ni demasiado peligroso para él. Y ese riesgo también se extiende a sus gustos en el dormitorio. Alec encuentra el placer en la dominación y es en su club de BDSM donde da rienda suelta a sus deseos. Como labor de investigación y documentación para su próxima novela, Dylan mantiene un encuentro con Alec y este la invita a probar los placeres que se ocultan tras ese delicioso fruto prohibido que es el mundo del BDSM. Alec quiere demostrarle que no hay placer más sublime que la sumisión y, con esa idea en mente, la tienta a probar el placer infinito. Pero ¿sabrá él mantenerse firme ante la primera muj er que es capaz de doblegarlo? ¿Será Dylan capaz de conquistar su corazón?
Este libro no me ha llenado, solo me han parecido aceptables las últimas páginas, y a continuación explicaré el porqué. Las primeras páginas no son nada del otro mundo: narración sin chispa, telegráfica, parece el primer libro que escribe la autora con un manual al lado de cómo escribirlo.
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Virtudes viciosas
Los personajes, Alec Walker y Dylan Ivory, son unos pijos tan normales y tan vistos que no me llegan, no me atraen. Nada nuevo bajo el sol. Es más de lo mismo: descripciones parecidas a infinidad de libros, tópicos muy manidos, no aporta frescura ni innova en nada. Cierto que la novela romántica erótica está cargada de tópicos, pero un escritor de buena pluma siempre dará su toque que lo diferenciará de la mayoría. Una cosa que me ha puesto de muy mala leche es que el tal Alec mencionara en el libro, y con orgullo, que el BDSM abre a las personas. Creo que el tipo está confundido, lo único que abre el BDSM son las piernas y ya sabéis para qué. BUFFFFFF si una mujer necesita que le den latigazos para «confesar» lo que lleva dentro, mal andamos, machote; o que la dominen, aunque sea consensuado, para que sea una persona más aceptable dentro de la sociedad es que tus fusibles mentales están atrofiados. Alec, hermoso, acude con Dylan al psicólogo de guardia porque tenéis un problemón muuu gordo. Oyeeeee que no soy novata en este tema y he leído tochos de libros sobre este tipo de sexo y os puedo decir que cuanto más sé, más cuenta me doy que el BDSM no es cultura sexual ni nada de nada, solo perversión llevada al extremo. Que cada cual que haga lo que le dé la gana con su cuerpo y asuma las consecuencias, que ya somos mayorcitos. Y la cosa no acaba aquí, resulta que el machote dominador le encanta hacer viajes espirituales porque el tipo es espiritual. Sí, claro, sobre todo el BDSM es muy espiritual. Madre míaaaaa. Aquí ya me subo por las paredes. Precisamente la espiritualidad va en 26
Sor Virtudes
sentido contrario; la espiritualidad habla de conocerse a uno mismo, de cultivar su interior dejando aparte el mundo exterior. Ni mucho menos tiene relación con este tipo de sexo. La espiritualidad habla de llegar al equilibro mental y físico, conocer el cuerpo y agradecerle cada día su función, no habla de lastimarlo ni de dominarlo. Un hombre espiritual no tiene afán de dominar a nadie, ni de golpear con un látigo en busca de placer. Un hombre espiritual fluye sexualmente, pero dentro del respeto a su cuerpo y alma y respetando el cuerpo y alma de su pareja. Me cabrea sobremanera que la escritora mezcle estas cosas y se le tendría que caer la cara de vergüenza por mezclar BDSM con espiritualidad. Haced como yo, os emplazo a que leáis libros sobre la espiritualidad y la sexualidad, que los hay, y entenderéis que no tiene nada que ver una cosa con la otra. Aquí la escritora se ha pasado dos pueblos y si la tuviera delante le explicaría con mucho gusto la diferencia. Otra cosa que me ha puesto de los nervios es que el machote sabelotodo hable de domar como si la chica fuera una yegua. ¿De verdad os gustaría que vuestra pareja os viera como una hembra a domar? Lo siento, pero a ese tal Alec le metía su látigo allí donde la espalda pierde su nombre. Es que no puedo con estos libros, con estos personajes, me sacan de mis casillas. AHHHHH, por cierto, hablando de látigos y antes de que se me olvide: no podré usar la espátula de la cocina nunca más, solo con pensar el uso que le ha dado el susodicho a la susodicha en sus nalgas, se me quitan las ganas de cogerlas. Y bueno, como todos los protagonistas de este tipo de novelas, ambos tienen traumas que solucionar; y menos mal que hay algo de emoción, porque de tramas poquísima, por decir que solo hay una y es la sexual, solo el sexo une a esta pareja junto a la necesidad de dominar, por parte de uno, y obedecer, por parte del otro. He echado de menos conversaciones vibrantes de una pareja que empieza a enamorarse. Si al susodicho y a la susodicha se les quita el sexo, se convierten en dos extraños incapaces de encajar, ya que no tienen nada más en común, solo una polla y un coño que encajan claro está, ¿qué coño y qué polla no encajaría? En fin, como he dicho al principio solo las últimas páginas se salvan. Los dos sacan lo que llevan dentro y se dan cuenta de que se aman. Las conversaciones se vuelven más intensas y vibrantes sin ser nada del otro mundo ehhhhh. Incluso la última escena sexual es la que ha merecido la pena dedicarle atención. Ya ves tú, ¡la última! En ella hay sexo con amor, con mucho amor, diría yo. No existe la necesidad de dominación, ni sumisión, ni de pegar con látigos y espátulas, solo la necesidad de sentir, de dejarse arrastrar por esos sentimientos recién descubiertos que te ponen las emociones a flor de piel. Ovejitas mías, el amor con sexo es eso, no es sexo BDSM. En resumen, es un libro totalmente prescindible. Sinceramente, yo no voy a repetir con esta autora, no me han quedado ganas de darle una segunda oportunidad. Y ahora me voy al confesionario, que tengo muuuucho que confesar. He descubierto que el párroco de mi ciudad, debajo de la sotana, NO LLEVA NADA, igualito que los highlanders. Seguramente os preguntaréis que cómo lo he descubierto. ¡¡¡Pues pensad mal y acertaréis!!! Hala… Que Dios os bendiga a todos y todas. Besos y orgasmos para todos. 27
Mujeres guerreras
E
l pasado 8 de marzo se celebró, como cada año, el Día de la Mujer y, aunque sea tarde, me gustaría celebrar esta fecha con vosotras. Todas sabemos que cada día se tendría que celebrar tal acontecimiento, pero darle un día al año más importancia siempre ayuda a que nuestras demandas sean escuchadas con más interés. Muchas somos las que luchamos; si bien veo que algunas confunden el hecho de mejorar sus derechos laborables y personales con una guerra silenciosa contra los hombres y, sinceramente, no se trata de eso. Para explicarme mejor dejo esta frase de una mujer guerrera que luchó por la libertad de su pueblo:
Para l i be rars e , l a mu j e r d e b e s e nti rs e l i bre , no p a r a r i va l i z a r c o n l o s h o mb r e s , s i n o l i bre s e n s us c a p a c i da de s y p e r s o n a l i da d. Indira Gandhi
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Pero la sociedad ha evolucionado y las maneras en que algunas mujeres reclaman derechos, también, como por ejemplo enseñar los pechos con mensajes escritos en ellos. Si una cosa he aprendido con el pasar de los años es que estos actos no conducen a nada, solo a la admiración de los hombres que les gustan mirar pechos mientras babean, nada más. Si queremos respeto y que se nos tome en serio, primero hay que empezar por respetarnos a nosotras mismas y a todo lo que nos rodea. La agresión física, verbal o enseñar los pechos no creo que sea el camino a seguir. Las mujeres, aparte de pechos, tenemos un cerebro, entonces usémoslo a favor de nuestra causa sin tener que desnudarnos. Estrujemos mentes y busquemos nuevas fórmulas de reivindicación, que seguro que las hay, solo hace falta ponernos a trabajar unidas. Honoremos con nuestros actos a tantas mujeres guerreras que perdieron la vida
Toda tuya
luchando para que nosotras, en la actualidad, podamos disfrutar de más libertad y más igualdad. Solo hace falta echar una mirada al pasado para percatarse de la gran cantidad de mujeres guerreras que hubo. Pero las que cambiaron profundamente los derechos laborables fueran las personas que fallecieron en el incendio de la fábrica de camisas, Triangle Shirtwaist, de New York el 25 de marzo de 1911 donde murieron 123 trabajadoras y 23 hombres solo porque pedían mejores condiciones laborables.
época, se podría haber iniciado debido a una colilla mal apagada dentro de un cubo con restos de tela que hacía meses que no se vaciaba. Otras fuentes, sin embargo, apuntaron a que el fuego empezó en una máquina. Fuera como fuera, una vez iniciado el incendio ya os podéis imaginar el caos que le siguió. El edificio se convirtió en una trampa infernal, sin escapatoria para toda aquella gente encerrada miserablemente. Su pecado: se habían atrevido a quejarse y solo pedían un trato digno, pues muchas de esas mujeres eran inmigrantes que solo buscaban no morirse de hambre y que no se las trataran como esclavas. Muchas de ellas, y empujadas por el pánico, saltaron por ventanas. Otras murieron asfixiadas, y otras tantas quemadas.
Duro, ¿verdad? Pues g r a c i a s a e s a s m u je r e s g u e r r e r a s s e t o m ó c o n c i e n c i a de l a situación. Siempre pasa lo m i s m o , t i e n e q u e s u c e de r u n a gran tragedia para que se abran ojos y mentes. A partir de ese día hubo E l i n c e n di o de l a f á b r i c a t e x t i l T r i a n g l e S h i r t w a i s t , e n N u e v a Y o r k , e l 2 5 d e ma r z o d e 1 9 1 1
Muchas muertes, demasiadas muertes y cada una de ellas injustas. Este triste suceso marcó un antes y un después en los derechos laborables gracias al coraje de unas mujeres, que hartas de su situación, se unieron y se manifestaron. En aquella época era muy común cerrar las puertas y salidas de los edificios en los que la gente se manifestaba, era una manera de reprimir las revoluciones obreras. El caso es que en esta fábrica de camisas hubo un incendio. Según las informaciones de aquella
cambios legislativos, los cuales protegían los derechos y la salud de los trabajadores. Y también, a partir de entonces, el Día Internacional de la Mujer quedó marcado por esta tragedia. Es bueno no olvidar estas mujeres guerreras que dejaron su impronta en la Historia y en la sociedad. Hagamos honor a su valerosa conducta, ellas no tuvieron miedo; no pisoteemos el trabajo que hicieron, que es mucho. Tomemos el relevo y unámonos a una lucha justa por mejorar la sociedad en la que vivimos haciéndolo de una manera inteligente, siempre desde el respeto y el amor por todo y todos. Encarna Magín
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El cazador cazado
por el Doctor Morfidal
Q
uerida Miss Sousa:
No ha sido nada fácil para mí, decidirme a escribir este email. En primer lugar porque me resulta casi bochornoso reconocer que me siento incapaz de dar con la solución correcta a mi problemilla sentimental. He fundido los plomos a mis herramientas de trabajo, en un intento vano de sobreponerme y dar salida a esta emoción que me invade. En segundo lugar siento hacerte perder el tiempo con mis cuitas. ¡Estás siempre tan ocupada! Entre bailes, fiestas y demás jolgorios… Aun así y dado que somos “casi” colegas de trabajo, te rogaría que me echaras una manita con las cartas, por caridad profesional. En fin, voy al grano y te pongo en situación: Al igual que cualquier persona con gran inteligencia y mejor gusto, leo y sigo la revista Amor Fú. En seguida me llamó la atención una de las escritoras que allí publican. Sí, digo bien me llamó la atención, por la sinceridad con la que se despacha. Una mujer que ha estudiado dos carreras para documentar una novela no es moco de pavo, Miss. Me gusta la gente culta no lo puedo remediar. No solo es instruida, sino que además se vanagloria de ello cosa que por supuesto le honra. Así pues de la admiración fui pasando poco a poco a… No sé cómo podría denominar esto que siento, quizás ¿Cuelgue? Sí, porque estoy enganchado hasta los tuétanos. No sé si achacarlo a la primavera. No hago más que suspirar como un adolescente cincuentón. Porque en su grandeza encuentro mi gloria y mi poder, en su genio mi figura, en su honradez mi integridad, en su inteligencia mi juicio y mi razón. No digamos ya lo que siento cuando despliega esos ramalazos de bondad. Un sudor frío me recorre todo el cuerpo y tiemblo de ganas de tocarla o por lo menos de verme reflejado en sus gafas de cristal espejado. Porque si a ella tanta bondad no le cabe en una talla 130 copa D de sujetador, figúrate Miss cómo puedo contener sin que se me salten los botones del pantalón, los treinta y cinco centímetros de generosa y dulce expectativa. 31
El tarot del amor
Estoy enfermo, malito de verdad. La fiebre arrasa mi cuerpo. No soy capaz de concentrarme en mi trabajo, ni de atender en condiciones, tal y como se merecen mis clientes. Estoy perdiendo “el oremus”. Tanto es así que el otro día en mi consulta atendí a un caballero que pretendía que le prescribiera un potingue, o algún brebaje para poder yacer con su amada en la cama al menos cuatro horas sin desfallecer, sin perder el equilibrio, porque deseaba que todo lo que se desprendiera de aquel lecho de amor fuera sutil, sincronizado y apasionado. El pobrecito padece del corazón así que las pastillitas azules quedaron descartadas desde el principio. Como no estoy en lo que estoy, sino que vivo deslumbrado permanentemente por los puñeteros cristales espejados, le receté unas hierbas con efecto antagónico. Desde entonces el pobre hombre no para de dar gatillazos y la sincronización y la armonía que pretendía se han convertido en risas, befas y mofas por parte de la que ya no es su amada. Las consecuencias nefastas de mi mala praxis no solo las sufre él. He tenido que cerrar al público durante una temporada mi consulta y esconderme en una cabaña perdida de la Sierra de Gredos, que me construí por si algún día pasaba como me temía, este tipo de cosas. El tío ha jurado que no parará hasta encontrarme, descuartizarme y hacer albóndigas con mi carne serrana. Orchídea te pido, no, más bien te suplico que me eches una tiradita y me digas cuánto más voy a tener que estar escondido de todos y de todo. No soy nadie si no ejerzo mi profesión. Un error lo tiene cualquiera, ¿verdad que sí? A la espera de recibir noticias tuyas, se despide de ti un loco enamorado.
Dr. Oliverio Morfidal Pd: Te he enviado unas cartas del tarot por correo certificado y con acuse de recibo, para que luego no digas que te las has olvidado en otro cuarto .No quiero excusas, ya ves mi grado de desesperación.
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Miss Sousa
Respuesta para Dr. Morfidal Q
uerido amigo, doctor Morfidal:
Para mí es un honor que usted haya decidido dirigirse a mí para solventar ese asunto de amor que le tiene en un sinvivir. Le entiendo perfectamente porque cuando me enamoro todos mis conocimientos sobre el amor y mi tarot no me sirven absolutamente de nada. Y tampoco es que me angustie, me lanzo y ya está. Lo vivo y que sea lo que tenga que ser. Le advierto que a estas alturas no temo a las consecuencias, porque he descubierto hace bastante que yo soy las consecuencias. Y como hace mucho que decidí que estoy aquí para pasarlo bien, disfruto sin más, no me complico para nada, querido amigo. Como bien sabe vivo en una fiesta permanente en la que por supuesto entre copa y copa, entre suspiro y gemido, puedo sacar tiempo para atender a los que me necesitan, como usted. Encantadísima de poder ayudarle con su enamoramiento súbito-delirante. ¡Ay la juventud! Cómo me identifico con usted, a mí también me gusta la carne fresca, para reliquias ya tengo mi joyero y donde esté una piel tersa y firme que se quiten los colgajos. Si a eso se suma una inteligencia excepcional, el talento, el don, el divismo, el resultado es que caes con todo el equipo como le ha pasado a usted. No busque excusas, ni motivos, ni razones, esto pasa y ya está. ¿No me enamoré yo la semana pasada de un joven talento de Hollywood que vino a promocionar su película? Seguro que está pensando en quién será. No puedo decirlo. Soy una mujer discreta, no puedo facilitarle el nombre, pero me tiene loca-loca, y estoy como usted, suspirando todo el día, como siempre, la verdad porque desde que me parió mi madre no he dejado de hacer otra cosa. Pero ahora es por este ejemplar que si lo viera… Mejor no digo nada que por la descripción enseguida sabría quién es. Si vieran qué amante tan excepcional. En fin, me callo que no quiero ponerle los dientes largos, a usted que no cata a su amor más que en foto. ¡No quiero imaginar cómo tendrá de babeada la pantalla! Es una muchacha tan linda, se entiende su locura de amor. Sin embargo, amigo, tengo malas noticias para usted. Las peores porque intuyo que la gran y única Lola W. por rebeldía y porque vive entregada a su obra magna es una célibe convencida. Y ante eso, caro amigo, hay poco que hacer. Siento ser yo la que se lo diga, pero Lola es de su obra y es del mundo. No pertenecerá jamás a nadie. No hay nada que hacer, y fíjese si lo tengo claro que ni me hace falta sacar la baraja, entre otras cosas porque me la he dejado en el hotel del actor este del que hablé unos párrafos atrás. Las mías y las que usted me regaló. Las dos. Pero que no me hacen falta… 33
El tarot del amor
Usted y Lola no tienen nada que hacer. No hay más. #esoesasí. Y no pasa nada. No pasa nada pues, ¿por qué Lola cuando yo estoy aquí? ¡Y yo soy divina también! Y no solo eso… Soy libre. Soy del mundo. Estoy abierta a todo. Y más cuando ante mí tengo a alguien que calza un 35 de generosidad y expectativas. Piénselo. Me gusta la carne fresca, pero no hago ascos a buen vino cosecha del… 35. Y a usted intuyo que también le gusta la fruta madura, así que podríamos pensarlo. Aprovechemos ese cuerpo febril, esas ganas, esa desesperación y hagamos arte. Nosotros podemos y sabemos. ¿Qué le parece? Además, estoy dispuesta a ponerme las gafas de espejo, si es que eso lo que realmente le pone. Yo por usted hago lo que haga falta. Y le garantizo que lo nuestro será sutil, será sincronizado y será apasionado. Será salvaje. Será como nunca. ¿Ha hecho el amor alguna vez en la selva? ¿Acechado por miles de peligros, mientras usted se siente más vivo que nunca? Pues así será. Le garantizo que volverá a recuperar la paz y el sosiego, porque lo que me cuenta de que ha vuelto a un señor impotente no puede volver a suceder. Probemos y ya verá como en breve volverá a abrir la consulta. Si quiere me voy a buscarle a la cabaña de Gredos, va a ser genial, ya verá, a ver, Gredos no es la selva, pero con un poco de imaginación nos podemos teletransportar, que donde hay gatos es fácil imaginarse que hay tigres. Y ya desde allí planeamos algo para que el minga fría recupere la alegría y pueda usted regresar a su vida de siempre. ¿El impotente es guapo? Tal vez podría hacer algo con él, he devuelto a la vida a más de uno… ¿Cómo se llama? El nombre es muy importante para mí. Dígame que tiene un nombre de cuatro sílabas y le aseguro que el problema estará resuelto en un periquete. Ya verá como sí. Y ahora ya le dejo. Tengo que regresar a la fiesta. Pero usted tranquilo que de todo se sale. Vamos hablando… Con cariño, Miss Orchidea Sousa
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http://www.amazon.es/SalvajeEncarnaMag%C3%ADnebook/dp/B00G3CVI3M/ref=sr_1_1?s=digitaltext&ie=UTF8&qid=1382685224&sr=11 http://www.lituralia.com/roma/62salvaje.html
Disponible en librerías y puntos de venta habituales
¿ Q u é p i n t a n l a s m u je r e s e n un m use o? El sábado 8 de marzo, en torno al mediodía, mi móvil vibró, sacándome bruscamente de mi sesión de inventario en la librería y devolviéndome a la realidad. Se trataba de un wasap de mi amiga Elena emplazándome para una de sus inesperadas (pero irrechazables) citas: “Tienes la tarde libre? Te espero a las cinco en la puerta del Thyssen para celebrar el Día de la Mujer…”. Ya tenía la tarde organizada. Sus citas siempre se prolongaban hasta la hora de cierre del museo o el lugar en el que nos encontrásemos. Estaba impaciente por saber qué maravillas me mostraría de un museo que, para mi vergüenza, no conozco demasiado bien a pesar de haber nacido en Madrid. Poco antes de las cinco estaba entrando en el patio del Palacio de Villahermosa, sede del Museo Thyssen desde 1992. Había bastante público y sospechaba que dentro habría más. Elena emergió de la multitud enarbolando dos entradas de acceso. —¡Marga! Ya tengo las entradas. Me he adelantado para que no tengamos que esperar la cola. —¡Qué detalle! Ya sabes que me agobian las multitudes. Dime que dentro no habrá tanta gente… —No te preocupes… este museo es un oasis, un remanso de paz comparado con otros en los que no se puede dar un paso. Dejamos los bolsos en el guardarropa y nos dirigimos a la entrada de la colección permanente.
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Margarita la ojiplática
Iba a coger un plano cuando Elena me interceptó el brazo a medio camino del mostrador: —No necesitas el plano. No vamos a ver el museo de manera normal. —¿Entonces…? –pregunté confundida. No veía sentido a moverme por un museo casi desconocido sin un plano. —¿Hoy qué día es? —El Día Internacional de la Mujer, por supuesto… —Entonces vamos a ver qué pintan las mujeres en el museo. O más bien, cómo han sido pintadas. Sin decir una palabra más, subimos en silencio las escaleras hasta la segunda planta, donde se inicia la visita en sentido cronológico con la pintura medieval. Sin ningún tipo de preámbulo entramos en la sala y Elena me dijo: —¿Qué tal se te dan los porcentajes? —Si se trata de saber en cuánto se incrementa el precio de los productos de mi tienda con el IVA, soy una experta… —Entonces, ¿te atreverías a decir qué porcentaje de pinturas
r e a l i z a d a s p o r m u je r e s h a y e n e s t e m u s e o y q u é p o r c e n t a je d e p i n t u r a s q u e r e p r e s e n t a n a m u je r e s h a y ? —Pues… a ojo obviamente no sabría decirte. Pero mi sentido común sospecha que hay una gran diferencia entre un porcentaje y otro. —Así es y así ocurre en este y otros muchos museos. Y a las feministas no se les escapó este hecho para convertirlo en uno de sus principales argumentos. Te voy a enseñar una cosa…
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Por amor al arte
Sacó su móvil y comenzó a buscar algo en internet. A los pocos segundos me acercó la pantalla, donde pude ver una especie de cartel con una mujer desnuda de espaldas con el rostro cubierto por una máscara.
La máscara me hizo pensar al momento en el Jeti… o King Kong. —¿Tienen que estar las mujeres desnudas para entrar en el Met Museum?— traduje. —El Museo Metropolitano de Nueva York, exacto. Y mira el subtítulo: “Menos
de l 3 % de l o s a r t i s t a s e n l a s s e c c i o n e s de A r t e M o de r n o s o n mujeres, pero el 83% de los desnudos son femeninos”. —Es una reflexión acertada. En cierto modo también pasa con los libros, hay más hombres escribiendo sobre mujeres que mujeres escribiendo. ¿De quién es esto? —De un grupo de artistas feministas que se formó en Nueva York en 1985. Buscaban llamar la atención sobre la relación entre el arte y la mujer. De hecho ellas mismas vestían con las máscaras de gorila de este póster… —¡Vaya! Eso sí es pisar fuerte. —Su intención era cuestionar el mundo del arte: por eso se llamaron Las Guerrilla Girls.
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Margarita la ojiplática
—¿Guerrilla Girls? Me tomas el pelo. —Así se llamaban y se llaman algunos grupos que existen hoy y se autoproclaman sus sucesoras. —Un nombre muy belicoso… —Ya sabes que en el arte del siglo XX hay que llamar la atención como sea: es lo que se llama succès de scandale: éxito por el escándalo. —Una cosa: el desnudo (sin la cara de gorila, claro) me recuerda mucho a alguna pintura que he visto en libros de arte. —Claro, es la célebre Odalisca del francés Ingres. Y seguro que te recuerda a una obra de Velázquez, La Venus del Espejo, que también participó en el movimiento feminista a su manera, aunque salió algo mal parada. —Ah sí, esa obra está en la National Gallery Londres. ¿Qué ocurrió? —El encontronazo de la Venus con el feminismo vino de la mano de la sufragista de origen canadiense Mary Richardson, quien ya había tenido sus roces con la justicia debido a la colocación de alguna bomba y la rotura de ventanas de edificios gubernamentales. —Una buena pieza. Intuyo que no visitó a la Venus para fotografiarla precisamente… —Pues no. Un diez de marzo de 1914 Mary entró en la National Gallery con un hacha de pequeño tamaño dentro de su abrigo y se colocó delante de la Venus, atacándola con tal ímpetu que no sólo rajó el lienzo en siete ocasiones, sino que para ello tuvo que romper a golpes el cristal que protegía la obra… —Pero… ¿por qué hizo algo así? ¿Le ofendía que una mujer apareciera desnuda, como si fuera un objeto para ser mirado por un hombre?
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Por amor al arte
—En realidad hubo una causa más “mundana”: poco antes habían detenido a la famosísima sufragista Emmeline Pankhurst y Mary consideró que con esta detención el Gobierno la había destruido, a ella, el “personaje más bello del mundo”. —Ya… y en respuesta ella destruyó una de las pinturas más bellas del mundo. —Así es, o al menos eso es lo que dijo a la prensa. El próximo diez de marzo se cumplirán cien años de ese ataque. Por suerte, los restauradores hicieron un buen trabajo… Mientras Elena terminaba de contarme esta historia, llegamos a la Ninfa de la fuente de Lucas Cranach. No pude evitar preguntarme qué pensarían acerca de todo
esto las grandes pintoras del pasado, tan relegadas al olvido como pintoras, tan protagonistas de las obras como anónimas mujeres. Otro día se lo preguntaré a Elena.
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Lo verdaderamente romántico
U
na de las frases que más se repite cuando se habla del género romántico, y que a mí no me gusta nada porque creo que cada vez que se pronuncia no hace más que denostarnos, es: “Leo novelas románticas porque para desgracias ya están los telediarios”.
Con la frase, a mi juicio, nosotras mismas nos ponemos la soga, p ue s no h ac e m os m ás que r e m ac h ar e ste r e ot i p os y p r e jui c i os, aparte de que las novelas románticas y los telediarios comparten la misma estructura. Es cierto que los noticieros están llenos de desgracias y tragedias, como muchísimas novelas románticas, pero siempre terminan bien, con noticias amables que dejan cierto buen sabor de boca. Así que no sé qué hacemos contraponiendo dos cosas que vienen a ser lo mismo. Pero lo que más me molesta de esa afirmación es que vendría a confirmar la teoría de que las novelas románticas son una evasión, un anestésico con el que nos chutamos, mientras no solo damos cobardes y egoístas la espalda a realidad, sino que también nos arrebatan derechos y libertades delante de nuestras propias narices. De tal manera que, para esta corriente de pensamiento las
n o v e l a s ro m á n t i c a s s e r í a n u n a d ro g a d u r a y m u c h o m á s p e l i g ro s a que otros tipos de evasión, como la lectura de novelas de distintos géneros, el alpinismo o el macramé, ya que nuestras novelas venden el o más diabólico de todos, la última utopía posmoderna: el amor romántico.
Una utopía individual y emocional, perversa y tóxica, que vendría a llenar el vacío dejado por las grandes utopías colectivas ya muertas y enterradísimas, que no sería más que una construcción simbólico-social, un instrumento de control y de perpetuación de los valores del patriarcado y del capitalismo, que con la añagaza del príncipe salvador y la felicidad eternas, nos mantiene idiotizadas con amores ridículos, para que no pensemos en lo que de verdad importa. O sea, en las cosas que salen en los telediarios (o mejor dicho que deberían salir y que casi nunca salen). 41
Corazón DeSastre
Estando así las cosas, yo pref iero reivindicar se puede y se debe e s t a r e n e l m u n d o , i m p l i c a d o y c o m p ro m e t i d o , y t a m b i é n s e p u e d e y s e d e b e n l e e r n o v e l a s ro m á n t i c a s . Es más, defiendo que lo romántico es político. Porque a pesar de que con las novelas románticas queramos sobre todo emocionar y entretener, lo queramos o no también ofrecemos una visión del mundo, unas ideas y unos valores, de las que somos absolutamente responsables. Por eso, cuando me preguntan por qué leo o escribo novelas románticas, en vez de recurrir al tópico del telediario, prefiero responder que leo y escribo novelas románticas porque me apasionan las historias de amor, de amor verdadero, por supuesto. Las historias de amor patológico y dependiente no me interesan para nada.
Yo quiero leer y aspiro a escribir historias de amor auténtico, del subversivo, del que te hace ser mejor, del que se escapa a c u a l q u i e r c o n t ro l s o c i a l , q u e s e b u r l a d e l c a p i t a l i s m o y d e t o d o , porque es igualitario, creativo, enriquecedor y enorme. Y cuando uno ama así, está en el mundo de una forma en la que es imposible mirar para otro lado. Se está con todas las consecuencias. No hay evasión posible, solo solidaridad, implicación y compromiso.
Gema Samaro.
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L a i m p o r t a n c i a de l a f o t o
E
n las RRSS (redes sociales, para los no-puestos) la foto es crucial. Tanto la propia como la ajena. Cuando eliges la foto te la juegas. Comencemos por la ajena. Si eres novelista, una forma de promocionar tu novela es poner un fragmento de tu obra con una foto alusiva. Desde ya te digo que el texto da lo mismo. Ni te esfuerces. Y te lo dice una gran pluma, la mejor, la que está llamada a quedarse hasta que este planeta estalle en pedazos. Bien, pues yo te digo que lo importante es la imagen. Si eliges bien, la sola elección de la foto te traerá el aluvión de RT’s y de MeGustas. Por ejemplo, imaginemos que tienes una escena en la que el protagonista se sube al coche feliz, con intención, con unas ganas locas de ir a ver a su amada para ponerla a veinte uñas. Ya estás en situación, ¿verdad? El texto podría ser: “Ya en el coche solo podía pensar en el tremendo bulto que pujaba entre mis piernas y que estaba a punto de reventar mis viejos y desgastados Levi’s”. Bien, pues ahora seleccionemos la foto:
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Corazón DeSastre
¡MAL! Rematadamente mal. Puede que a tu abuela le pusiera muchísimo Sazatornil, pero hoy si quieres Likes, si quieres RT’s, si quieres que la gente sueñe, debes de poner un Fassbender o algo similar. ¿Verdad que la cosa cambia? Elige bien la foto y triunfarás. Tus textos de mierda, bajo la foto de un tío bueno, se harán invisibles, nadie se percatará de tu mediocridad, tendrás Likes y RT’s y la gente se irá pitando a buscar tu novela. Igual sucede con nuestra foto de perfil, si gozas de una belleza sublime, como es mi caso, te aconsejo que la dosifiques bien. Que no te des a tu público por completo, que te ocultes un poco, como hago yo con mis gafas de espejo. ¿Por qué? Pues porque cuando
estás más buena que el pan de p u e b l o y e l q u e s o de l C a s a r , t o do e l m u n do q u i e r e meterte… en sus grupos, les encanta etiquetarte para presumir ante sus amigos de
que tienen contactos guapos, les mola que les des Likes a sus páginas absurdas y te entran vía chat con sus poemas patéticos, sus textos ridículos, sus lánguidos “Holas”, sus fotos de desayunos horteras y flores de plástico, y ya, cuando se toman un pelín de confianza te sueltan eso de que te la meterían hasta en el bolso.
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Lola Wellington
Y da igual que indiques que estás casada o que estas a punto de ingresar en las clarisas. Da lo mismo. Es el sino de los guap@s. Nuestro sino. Gajes del oficio. #nosepuedeestartanbuen@. ¿Ante esto qué hacer? No queda más que asumir que eres un elegid@ y ocultarte un poco, no darlo todo. ¡Y mantenerlos a raya! Ay si yo os contara. Esta primavera he vuelto loco de amor a mi compañero el doctor Morfidal, uno más en la infinita lista de seres que tengo colgados por mí. Le he tenido que dar unas cuantas largas cambiadas y decirle a través de Miss Sousa mi única verdad: vivo entregada a mi obra. Soy suya. Solo me dejo poseer por mis letras, por mi propio verbo creador. Solo orgasmo cuando me leo, solo pierdo el sentido por mis novelas, solo suspiro por mi arte, solo me pone y cómo me pone el frenesí tecleador. Escribir y escribir, entre gemidos y sudores, hasta que el cansancio me vence, rota de placer. Así que ya sabéis, gentes que me idolatráis: no me interesa más amor que el propio, ni más sexo que el onanista. Me amo a mi misma hasta el deliro y solo follo conmigo misma a través de mi genio creador.
E n t i e n do q u e e s t é i s r e n di do s de a m o r y a dm i r a c i ó n p o r m í , pero no esperéis reciprocidad. No tenéis nada que hacer. Vosotros no. Sin embargo, él… mmm, ay si un día apareciera por mi privado Fassbender… Bueno, ya desarrollo esta idea en otro artículo. ¡A disfrutar de la primavera, queridos!
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Br i s a d e e s p e r a n z a
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s primavera, me he puesto a recordar canciones alusivas a la estación, y la primera que ha venido a mi mente es la de Nuria Fergó. Brisa de esperanza. Dice la letra que los malos tiempos pasaron/al fin tus desaires se fueron/el juego de mi locura/solamente para mí. Para empezar, lo de que esperanza venga en forma de brisa me parece algo sensato, es mejor no esperar demasiado, hay que huir de los huracanes de esperanza, porque te haces ilusiones y luego sucede que no pasa nada de nada, o más bien muy poco y te frustras muchísimo. Así que sí, mejor que la esperanza sea como una brisa primaveral de esas que te obligan a ponerte una rebeca y un pañuelo, y a veces también la chaqueta que te ofrece el chico gentil que tienes a tu lado y que ahora, con la primavera, estás empezando a mirar con otros ojos. Es que con el invierno, nos ponemos por dentro tantas capas como por fuera. Es difícil vernos, tocarnos, sentirnos, de verdad. Pero cuando llega el buen tiempo la cosa cambia y empezamos a vernos, a reencontrarnos, a recuperarnos, a nosotros mismos y a los demás.
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Rocío Camino
¡Cómo me gusta la primavera! ¡Qué ganas de salir a la calle! Pero todavía tengo que terminar de destripar esta letra. A
ver, a mí me da que esto va de un narciso perverso, de un tío que volvió majara a la chica, con sus manipulaciones y desaires, y que además era un inf iel desalmado y cobarde, de los que van dejando pistas, para que los pillen y así evitarse el trago de tener que soltar la verdad a la pareja a la que ya no se ama. Decidme si no, cómo se interpreta esto: Ay cuánto daño me hiciste/Cuando besaste su boca/El alma quemaba por dentro/Sabiendo que estaba cerca el fin. ¿De verdad era necesario ponerse a besar la boca de la otra delante de ella para que todo llegara a su fin? Pues cuando eres un cagado, lo es. Un hombre decente aborda el asunto con entereza, pero un cobardica hace esto: morrearse delante de la chica para que capte la indirecta y sea ella la que corte. Qué espanto. Qué poca elegancia y qué poco todo. Menos mal que la chica parece que ya lo ha superado: Primavera clara/zapatitos nuevos de tacón/ay coloraíto el corazón/ buscaré un amor desde mi balcón. Los zapatos tienen que ser de veinte centímetros como poco, para que la chica prefiera ligar desde el balcón. Igual es también que tiene alergias y que la calle le sienta mal en esta época del año. O igual son las dos cosas a la vez. Lo que no entiendo es lo que dice del corazón coloraíto. ¿De qué se le ha puesto así? ¿Está sonrojado porque ya le ha echado el ojo alguno? ¿Será que quiere decir que ya está fresco, después de que el asqueroso cobarde se lo dejara mustio y estrujado como una bola de papel de aluminio? La chica insiste: Brisa de esperanza/Peina mi cabello bajo el sol/Unas horquillitas de color/Buscaré un amor desde mi balcón. Pues mira, me parece fenomenal, yo la veo contenta, además es primavera la estación ideal para dejar a los impresentables atrás, ponerse las horquillas y los tacones, y salir al balcón. Buscaré un amor desde mi balcón/para que me queme con su tentación/Buscaré un amor/que me dé calor/y que me tenga abrigaíto/el corazón. Como declaración de intenciones me parece fabuloso. Espero que tenga unos buenos prismáticos o un telescopio, que encuentre pronto al que le queme con su tentación y que se baje pronto a las calles, descalza y sin horquillas, a gritar: ¡Viva el amor y la primavera! Yo desde luego es lo que pienso hacer ahora mismo…
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Esperando la Primavera (Sound) Little Angel
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erdida la cuenta de las cervezas y de empalmada, la tarde del viernes desapareció, sin que me diera casi cuenta. Una alerta en mi memoria me recordó que tenía una cita. Anoche Los Madison actuaron en el Mobie Dyck y fue parte de mi larga noche de jueves-viernes. El cantante Txetxu, es una animal de escenario, uno de los mejores guitarristas del panorama musical español y además, y eso es lo que le hace casi perfecto, es amigo mío. Nos conocimos hace un montón de años en la noche de Madrid y hemos mantenido un contacto intermitente pero intenso entre humo, alcohol y “groupies” desatadas. Le había prometido asistir y con amigos o sin ellos no pensaba fallarle. Incapaz de librarme de ellos, y sin que sirva de precedente, arrastré a mis amigos al lado más pijo de la ciudad para ir de gorra a un concierto. Lejos de agradecérmelo y tratar de disfrutar, estuvieron toda la noche dándome la paliza. Sigo sin recordar en que momento de despiste confirmé que iba a ir en coche al festival. Vamos que no les hice ni caso. O eso intenté después de soltar la frase desafortunada pero no logré desanimarlos. En cuanto acabó el concierto se largaron, no sin antes hacerme prometer que los llevaría conmigo en el coche a Barcelona y ahí me dejaron tirado. Llegué hasta la barra y me quedé embobado viendo como preparaban un gin tonic: copa como un botijo de grande, ginebra azul, tónica rosa, pepino, lima, bolitas de enebro, vaina de canela... algunos tardan menos en preparar una ensalada mixta. Bueno, pensando este tipo de gilipolleces estaba cuando me di cuenta de que ahora el observado era yo. La
o b s e r v a do r a era p r e c i s am e n t e la “dueña” de esa copa con más colores que un cuadro de Andy Warhol. 48
Ruso
-Qué aburrido, ¿no? -Perdona, ¿qué? -Tu tercio. Un poco soso -Bueno, cuestión de gustos, supongo... a tu copa en cambio, no le falta de nada. -Por lo que cobran por una de estas dejaría que me pusieran hasta piña en almíbar... -Menos es más. ¿No crees? -Muy bonito, pero casi nunca menos es más...salvo para el gobierno. Reímos con ganas y entramos en la fase de las presentaciones, los gustos, los estudios, los trabajos... todo lo que hay que currarse para llegar con opciones a la pregunta clave: ¿y ahora qué hacemos? Tenía, según me dijo sin que yo preguntara, 39 años; había estudiado Logopedia y era de un pueblo de Cáceres (¿habrá alguien en Madrid que no sea de fuera?), el resto de la “disección” se la hice yo entre confidencia y confidencia. Se había quitado algún año pero no me importó, pelo castaño levemente ondulado que todavía olía al acondicionador, ojos verdes, pechos generosos y culo contundente. Sin duda era carne de gimnasio. El resto
de m i n o c h e s e p i e r de e n u n a b r u m a de c ó c t e l e s de c o l o r e s , p i s o de di s e ñ o y l e n c e r í a n e g r a . Que odio despertarme temprano los sábados no es ninguna novedad, ni creo que sea exclusiva mía. Hace años que las 5 estrellas del viernes me amarran a la cama más de lo que me gustaría admitir y, seguramente, más de lo recomendable por los estudios de la Organización Mundial de la Salud. Si tienen estudios para todo, digo yo que tendrán uno que afecte a mis horas de sueño inducido por el alcohol. En fin, que este viernes tuvo una noche muy larga que empezó de jueves y no pretendía amanecer hasta bien entrado el sábado, así que el día prometía resaca, desgana y café tardío. ¿Pero qué cojones...? después de pegar un cabezazo contra la mesilla, tropezarme sucesivamente con mis zapatos, mis pantalones y un libro que por su tamaño debía ser por lo menos “Los pilares de la tierra”, caí en la cuenta de que lo que sonaba no era el timbre de la puerta, sino el puto “Whatsapp” del teléfono. Uno que es perro viejo en esto de hacer el vago ya domina ciertas técnicas básicas: apagar el teléfono, bajar las persianas, quitar los “plomos” para que no llamen testigos de Jehová o el cartero comercial... pero entre que llegué más pegado que legaña seca y que la tecnología ni me gusta ni me comprende ahí se quedó el móvil encendido y conectado al wifi para más Inri... Después de bailar por toda la habitación en busca del artefacto maléfico lo encontré en el bolsillo del pantalón. Bueno encontré el teléfono, unas monedas, un halls de menta, un condón y una tarjeta de una logopeda. Me senté en el borde de la cama e inmediatamente caí de espaldas con el teléfono en la mano y un “su puta madre” en la boca. No, no era un “Whatsapp” normal, era que me habían metido en un grupo de esos del infierno ¡qué cabrones! Como se nota que la mitad de ellos ahora lleva una modélica vida familiar y que les da la una en casa. ¿En qué maldita hora le comenté a Manu que este año no me iba en tren sino en mi coche a Barcelona? 49
Maneras de vivir
Aquello no paraba de pitar. Intentaba ver qué era lo que hablaban yendo al principio de la conversación, pero un nuevo mensaje me llevaba al final. Hasta que no pude más y con un ojo cerrado escribí malamente “se callen, coño” seguido de “parad hasta que yo os avise”. Vale, leí a todo cisco: “pillar entradas”, “última semana de mayo”, “solo cuatro en el coche” (seguro que eso me incluía a mi), “comida” (bueno, algo mejora la cosa...), “festival”... ¡¡¡Festival!!! ¿qué clase de tarados se levantan hablando de lo mismo de lo que hablaban justo antes de irse a dormir? Bueno, era retórico, no es necesario que me contestéis la pregunta. “Ok. Ya podéis seguir...” sin mí, claro. Porque pensaba borrarme de ese grupo en cuanto dejasen de moverse las letras en la pantalla. Resumiendo, seré el último en enterarme de quién vendrá en mi coche al Primavera Sound porque estos locos aún se están peleando por las cuatro plazas. No eran ni las once de la mañana.... ¿qué se supone que se hace un sábado a esa hora? Porque ni recuerdo cuando fue el último sábado que estuve despierto a estas horas. Creo que mi padre siempre lavaba el coche los sábados; mi primo dedicaba las mañanas que no trabajaba para salir a dar una vuelta con la bici; mi madre aprovechaba para hacer ruido con la aspiradora intentando no dejarme dormir... pero yo desde hace años que no me levanto un sábado a tiempo para el telediario. Ahora ya no podía quitarme el festival de la mente. Siendo sincero no es el festival lo que me tiene descolocado. Es una muchacha apenas pero con un talento y una personalidad como nunca he visto. De pie, acariciando las tapas de mi cuaderno de notas, recordé a mi Little Angel. El mes pasado presentó su segundo disco y confirmé lo que ya sentí la primera vez que la oí. En su debut hace un par de años aquella voz siempre pegada a su guitarra acústica me hizo escribir: “Este pequeño ángel del indie folk es aparentemente frágil. Con grandes canciones y una voz preciosa de maneras añejas nos deja completamente enamorados a todos.” Ahora, además de su voz y al sonido de su guitarra puedo recordar el sonido de su risa, su acento de Missouri, su nariz pequeña y pecosa y las ojeras bajo el azul de sus ojos. Porque conseguí hablar con ella para una breve entrevista. Posee una voz quebradiza y una juventud apabullante, ¿cómo alguien tan joven puede escribir con tanta coherencia del desamor? Y es que, por delante de la pena y el dolor de sus letras la esperanza se convierte en la idea fundamental de todo su álbum. Podría llegar a enamorarme de alguien como ella. Y que en medio de su gira se tome la molestia de escribirme, aunque sea contándome pequeñas cosas, no ayuda. Hace que una y otra vez mi mente vuelva a ella. “I wish you with me in Barcelona”
m e di c e ...
Podría llegar a enamorarme.
Intentar volverme a dormir me parecía a esas alturas una tarea imposible. Como Madrid es una ciudad para andar, pensé, y yo casi siempre la recorro de noche seguro que descubro algo. Me puse el vaquero gastado de la noche anterior, eché al bolsillo las monedas,
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Ruso
el caramelo Halls y el condón que había sacado; busqué una camiseta que no oliera a tabaco y que a su vez estuviera medianamente planchada (me llevó más tiempo del que esperaba); me até los cordones de las zapatillas (las Wambas, qué decía siempre mi madre) y bajé a la calle. Las gafas de sol nunca son lo suficientemente oscuras en casos como este, así que comencé a andar cabizbajo tratando de ocultar mis ojos de la claridad del medio día. No llevaba ni cinco minutos andando cuando la necesidad de cafeína en mi organismo fue completamente evidente. No sé cómo se llama el bar, pero vamos, que podía llamarse “Los Arcos”, “La Encina”, “La Tapita”... lo típico. En la barra un parroquiano dándole al orujo, otro tomándose un café con un pincho de tortilla y otro jugando a la máquina tragaperras... muy Kiko Veneno todo. Pedí un café solo y por suerte el molinillo tenía café porque no sé si hubiera soportado ese ruido infernal que hace de tanto en tanto ese artilugio del diablo. El café estaba bueno, con cuerpo y con una concentración de cafeína tal que notaba como se abrían mis venas a su paso y mi mente se despejaba un poco. Estiré el brazo para alcanzar un periódico que había sido abandonado por su anterior lector de malos modos sobre la barra. Yo los periódicos -no me preguntéis por qué- siempre los empiezo por el final... con la excepción del Sport que lo empiezo “como Dios manda” y tampoco sé por qué. ¿Cuánto hace que no compro un periódico? Por lo menos desde que compré el portátil – pensé- mientras pasaba la contraportada, la programación de televisión, los deportes, el tiempo, los obituarios... ¡a este paso me ventilo el periódico en dos minutos! En la sección de cultura me detuve un poco más. Uno, a pesar de sus debilidades, es un enamorado de la cultura y el arte: más del teatro que del cine; más de la música que de la danza; más del gótico que del barroco... Nunca he tenido problemas de hipertensión, así que pedí otro café. Bueno, eso, y que de la cocina salió una chica sorprendentemente española, joven y despierta: – Hola, ¿me pones otro café solo? – Ahora mismo. La noche ha sido durilla, eh... –La noche no. Ha sido el despertar antes de lo previsto. – Pues nada, aprovecha la mañana. – No, por favor. No me digas que lave el coche, que salga con la bici o que pase la aspiradora. – Ja ja ja. Y de ir al fútbol, ya ni hablamos... – Bufff, ¡qué pereza! – Pues acuéstate otra vez porque... ya me dirás tú que haces levantado con el ánimo que llevas. – E s p e r a n do l a p r i m a v e r a . Se me quedó mirando unos segundos después de dejar frente a mí el café. Vale, sé que la frase no tiene mucho sentido para ella. Pero lo cierto es que yo desde
q u e h a b l é c o n m i L i t t l e A n g e l n o p u e do p e n s a r e n o t r a c o s a .
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M
El Protector e voy a hacer famosa.
Eso lo sabía yo antes de ponerme a escribir con la gente tan maja esta de Amor Fú. Porque desde luego en mi pueblo nadie ha visto más películas que yo. Manuela, la estanquera, me guarda todas las semanas las que vienen con los periódicos y veo toditas las que dan en la sobremesa. No me pierdo ni una después de comer. Con la cantidad de canales que hay ahora da gusto, siempre se encuentra alguna película (ya que no soy mucho de culebrones). Aunque descabece un sueñecito alguna vez que otra me entero de todo lo que pasa. Tampoco es que tengan una trama como para perderse, seamos sinceros. Pues como os decía, me voy a hacer famosa. La hija de mi vecina y todas sus amigas leyeron lo que os conté de la otra película (esa del muchachito guapetón y la rubia pavisosa cuyo padre era Tom Selleck, Killers me parece que se llamaba). Me pararon en la plaza, cargada como iba con la compra. Bueno parece que no están muy de acuerdo conmigo. Según ellas “la peli se sale” pero que me van a seguir leyendo, que les gustó mucho la revista, y que se “partieron” con ella. No sabía yo que mis seguidoras iban a ser tan jóvenes, pero siempre se agradece. Os cuento esto de mi inminente fama al hilo de que ha llegado a casa Jessica, la niña de mi vecina, diciendo que también su madre nos lee en la tableta. Otra fan más. Me ha pillado viendo el DVD de “La casa de los líos” que me ha dado hoy la
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Manuela, con Arturo Fernández. A este hombre todo se le vuelve “joder, joder” “bueno, bueno” “esto, esto” y tirones de la chaqueta. Pensaba que Resines (el de la serie de los Serrano) había creado la escuela de actuar repitiendo dos veces la última palabra. ¡Que olvidadiza puede ser la mente algunas veces! Está claro que el precursor de la escuela fue Arturo Fernández. No me gusta. He sido siempre más de Carlos Larrañaga ¡qué pena de hombre, ay! Menos mal que me ha interrumpido esta niña porque me estaba empezando a aburrir. Venía con el argumento de la película de la que os voy a hablar hoy, se llama El Protector. Os lo copio aquí: Titulo original: Avenging Angelo Durante un tiroteo en un restaurante de Nueva York, el capo Mafioso Angelo Allieghieri es asesinado mientras que su guardaespaldas, Frankie Biggio, sobrevive. Habiéndose liberado de la muerte por los pelos, Frankie recuerda que debe cumplir su j uramento de proteger a la única hij a de Angelo, Jennifer Barret, quien desconoce sus orígenes mafiosos. Ella no sabe que es la hij a de Angelo Allighieri, un poderoso capo de la mafia, lo primero que tiene que hacer Frankie es revelarle a Jennifer su verdadera identidad y advertirla del grave
Adolfa Lafuente
peligro que corre. Frankie cumple honorablemente su j uramento a Angelo y se mantiene unos pasos por detrás de Jennifer protegiéndola en todo momento.
*** Y claro, si una lee esto ¿qué piensa? ¿Qué es una película de mafiosos y tiroteos? Sí, sería lo más lógico. Si os digo que el protagonista es Sylvester Stallone ya os lo estáis imaginando, metralleta en mano, en su eterno papel de Rambo ¿verdad? pues no. Nada más lejos de la realidad.
Bajo lo que parece una p e l í c u l a de a c c i ó n , de e s a s de f a m i l i a m a f i o s a de t o da l a v i da , s e e n c u e n t r a u n a c o m e di a de a c c i ó n con claros tintes de película romántica. Por mucho que os asombre (y más con el amigo Rambo de por medio) hacedme caso a mí que de pelis ñoñas entiendo. Tiene continuos toques cómicos, rozando el absurdo, que hacen indefinible el tipo de película que estamos viendo. A medio camino entre lo original y un desatino completo. Momentos muy muy predecibles y algún momento ingenioso. Es como si quisieran meter con calzador todos los tópicos del género, habidos y por haber. No deja de parecerme meritorio que Stallone intente cambiar de registro por una vez. Ya imaginaréis (si me leísteis en el otro número sobretodo) que si tengo que elegir entre los actores musculados- recauchutados con el que me quedaría es con el Schaurch,
Schuawrze... (¿nunca aprenderé a escribir el apellido de este hombre?) Arnold, el Conan vamos. Pero esta vez Rambo está casi simpático. Haciendo de bobito enamorado. La cara de pan que ponía mirando a su jefe fue lo que me decidió a quedarme viendo El protector. Fue justo por la escena inicial con el jefe por lo que paré con el mando en mi búsqueda de películas. ¡¡Pero si todavía no os he dicho quién es Angelo!! si es que me voy por las ramas siempre, no tengo arreglo. Angelo Allighieri, el poderoso capo de la mafia, es Anthony Quinn. Aparece siempre sentado y muy mayor, creo que poco después de esta película se murió. Me gustaba mucho este señor, porque le gustaba España y porque le gustaban las señoras. Eso me temo que ni lo intentaba disimular. ¡Las películas que habré visto de este hombre! y no solo las que todos dicen al mencionar su nombre “Zorba el
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Crítica fílmica
Griego”, “Viva Zapata” etc. sino las románticas que tanto me gustan en las que tenía una participación secundaria magistral: en “Un paseo entre las nubes” es el abuelo de Aitana Sánchez-Gijón y curiosamente en Venganza (la de Quevin Costner) es el marido cornudo de Madeleine Stowe, que después sería su hija en El protector. Cosas del cine. Pues ahí tenemos a un Stallone con mirada tierna, grabando en vídeo a su anciano jefe que quiere como última voluntad confesar toda la verdad. Vemos la complicidad de años, el cariño entre ellos. Nos cuentan que llevan años cuidando y vigilando en secreto a la hija de Angelo. Son diez minutos los que podemos disfrutar del señor Quinn, pero está estupendo. Luego nos presentan a la hija, que como una loca creyendo ver desde el coche a su hijo en el avión saca medio cuerpo por la ventanilla del techo. Y es que mandan a su niño de siete años de camino a un internado militar, parece ser que en contra de la voluntad (poca parece tener en este momento la buena mujer) de la madre. La verdad es que el personaje de ella roza lo absurdo y sobre - excitado, se queda en la fina línea entre simple loca y mujer al borde de un ataque de nervios. Con una serie de pequeñas escenas hacen que nos enteremos de que el matrimonio no es feliz, él tiene problemas con el dinero y ella... bueno, ella tiene problemas
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con él y problemas por culpa de él. Las amigas (tan pijas como ella) para calmar a esta pobre la dopan a base de pastillas que ella toma de buen grado y en gran cantidad. Entonces es cuando hace su entrada en el club de lectura Marcello de la Rosa, afamado novelista... ainssss. Perdón por el suspiro.
¿Por qué no habrá ni un hombre parecido a ese ni en Veradilla ni en toda la región? ¿Voy a tener que mudarme a Italia? ¡Qué ojos! ¡qué cuello! ¡qué boca! ¡qué... me pierdo! Raoul Bova debería ser patrimonio de la humanidad, he dicho. Volviendo al tema, a la película digo, Jennifer regresa a su hogar (que parece un hospital robado) mal que bien. Me parece que drogada Jennifer tiene su puntito. Tiene más voluntad. Y tiene buena puntería. A tiro limpio se deshace de la amiga con la que encuentra en pleno acto a su marido y del propio marido. Olé por ella. Luego, después del tiroteo en el restaurante en el que muere Angelo, llega a la puerta de Jennifer un malherido Frankie. Un malherido gracioso, con una gran compostura y educación para el momento en cuestión. Se cose a sí mismo la herida y todo. Alaba sus senos con mucho arte; “pechos como copas de champán” dice.
Adolfa Lafuente
Como una mujer sola en casa abre la puerta y deja pasar a un desconocido sangrando lo tenéis que ver vosotros mismos, porque por mucho que os lo explique no tendría sentido. Luego ven juntos el vídeo del viejo Angelo, contando su vida con una extraña y a la par absurda trama mafiosa y terminando con la confesión de paternidad y el lema familiar “Los Alleghieri no aceptamos las derrotas”. Bueno, pues ya tenemos todas las cartas dispuestas, empieza el juego. O no. El abnegado guardaespaldas intentando controlar a la niña bien que está histérica y tratando de que asuma los cambios repentinos que ha tenido su vida. De todas maneras me parece normal que esté un pelín de los nervios esta chica: los enemigos de la familia detrás de ellos. Los padres que no lo eran, ni son lo que parecen. Un extraño que llega de la nada para protegerla y que resulta ser un gran cocinero. Un marido que la engaña con una de sus amigas del club. Y una tormenta de tiros... Vamos el día a día de cualquiera.
F r a n k i e e s t á e n a m o r a do h a s t a l a s t r a n c a s de J e n n i f e r y v a t r a t a n do de m a n t e n e r l a s di s t a n c i a s , e n e s t o q u e e n t r a e n escena Marcello. Claro, no es por ser
pantalones sobaqueros a lo Julio Iglesias al lado de Bova ejem... No hay color. Madelaine (la actriz que interpreta a Jennifer) luce palmito con vestidos que delinean su silueta, dando un toque erótico sin que se le llegue a ver nada. La trama juega todo el tiempo con temas como la nostalgia, la venganza y el amor. La historia va un poco a trompicones y con algunas lagunas y contradicciones. Avanza lenta a ratos y en otros pasa en 5 minutos lo que debía ocupar 20. Para mi gusto el final se precipita, en dos minutos acaban con el jefe mafioso rival (no diré más, para no fastidiar sorpresas) en tres nos muestran la incipiente relación de Jennifer con Marcello y en los diez minutos restantes nos da para el apoteósico final y el consabido epílogo de la situación meses después. Bueno, he de decir que tiene un final feliz, como todas las comedias. No es una gran película pero resulta entretenida. Prometo que para la próxima elegiré una que no tenga ningún tiroteo, palabra.
mala (ya sabéis eso de que las comparaciones son odiosas) pero si pones a Stallone con sus
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