Por fin ve la luz el segundo número de nuestra revista y hemos de agradecer, y mucho, la estupenda acogida que hemos tenido desde el principio: más de 3300 lecturas en issuu, otras tantas en nuestra web y blog, cientos de seguidores en las redes sociales y multitud de felicitaciones. Nos comprometimos a que en nuestras páginas encontrarías mucho amor y humor y en ello volcamos nuestras ganas, llevando a esta revista todo ese ánimo gamberro-jocoso del que hacemos gala. Hemos perdido por completo la poca vergüenza que teníamos, estabamos sin pelos en la lengua pero en este segundo número venimos más cañeros aún si cabe y con fusta incluida dispuestos a que el espíritu fú se expanda sin control. Miles de gracias por seguirnos, por estar aquí y por hacerlo posible. Mogollón de besos fú.
A m or f ú
Suma
rio fú
Un hombre sin pasado ¿Qué tienen en común una mujer sencilla, completamente integrada en una estricta comunidad religiosa y un forajido? ¿Y una respetable viuda y un famoso asesino? ¿Qué pueden compartir una mujer que percibe su familia y comunidad como partes de sí misma y un hombre solitario? ¿Y una mujer que cree que solo a través del camino recto y estrecho se puede llegar hasta Dios y un descreído? ¿Cómo puede congeniar una mujer cuyo código de conducta se basa de forma rigurosa en la máxima de ofrecer la otra mejilla, con aquel que ha sobrevivido a base de ser siempre el más rápido al disparar? No quiero llevar a nadie a engaño, así que las que se animen a leer Un hombre sin pasado deben saber a lo que van, pues Williamson no te va a obsequiar con una pormenorizada descripción de la relación sexual de los protagonistas, un clímax que, para colmo, no se produce hasta bien pasada la página 500. Un hombre sin pasado es un libro para quienes disfrutan con historias de amor cocidas a fuego muy lento, con aventuras y personajes con sustancia, nada de fast-food, sino guisos de la abuela con caldo espeso y nutritivo. La autora es respetuosa con los personajes creados, no toma el camino fácil, desarbolando a su conveniencia aquello que se supone que los protagonistas son, por llevarte de los pelos hasta un final feliz a través de atajos que rompan con la naturaleza de sus caracteres. La relación amorosa fluye tranquila e insegura, por los sinuosos meandros que necesariamente ha de tomar el río del amor de Rachel y Johnny Caín, que no puede bajar rápido y tempestuoso al mar o resolución que supone su matrimonio, porque el terreno en que se mueven como pareja, tiene tendencia a crear pantanos, es propenso a hacer desaparecer la corriente para renacer con más fuerza como los Ojos del Guadiana. Tampoco esperes o busques una florida declaración amorosa emulando a nuestro sufrido Quevedo y su “polvo enamorado”, pues Johnny Caín se nos queda en un atribulado y avergonzado, pero no por ello menos sentido “Sí, yo también. Quiero decir que siento lo mismo que tú. Por ti.”. Ni por supuesto ostentosos bailes, ni glamour, ni duques, ni vampiros, ni ajustados pantalones de cuero, ni espaldas amplias como armarios roperos, pues deberás conformarte con un cuatrero enjuto y curtido por el sol y a no salir de una comunidad puritana dedicada a la cría de ovejas en un pueblo perdido en medio de la nada. Porque allí es donde llegará 6
Por Vara Gold
un día el exhausto cuerpo de Johnny Caín al borde de la muerte, muy gravemente herido en una reyerta sin otra motivación que el deseo de unos muchachos de poder exhibir una muesca en la culata de sus revólveres en conmemoración al asesinato de un forajido famoso, como alegoría de su muerte. Y es allí donde encontrará una viuda y un huérfano que, en oposición a él, intentan aceptar con cristiana resignación, como voluntad divina, el ahorcamiento por parte de unos vecinos del cabeza de familia, por una falsa acusación, por un supuesto malentendido. Rachel acogerá en su casa el cuerpo moribundo que arriba a su puerta y lo cuidará hasta su total restablecimiento, a pesar de la oposición de su hermética
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Joyas y yoyas
comunidad a que una viuda que vive sola con su hijo, albergue a un hombre, para colmo de nefasta reputación. Sin embargo Rachel dará prueba de su carácter y no se dejará manipular, hará lo que considere correcto, no olvidando nunca lo que la congregación piensa, pero no doblegándose a ello priorizando la opinión ajena sobre la propia, los dictados de su conciencia están por encima del qué dirán, lo diga quien lo diga. Más aún, es así como Caín permanece en casa de Rachel, contratado como pastor, incluso cuando está físicamente recuperado, tentando ambos de forma consciente al destino con la atracción mutua que sienten. El prolongar la estancia de Johnny es una huida hacia adelante, pues alargando en el tiempo su convivencia están dándose ocasión para tantear una relación que ambos reconocen como nacida muerta. Mas, al final, su amor lo vencerá todo, pagará todos los precios, el insignificante de la adaptación de dos personas opuestas en su forma de concebir la vida y el exorbitante desembolso que supondrán los dos principales escollos en su camino a la felicidad: el hecho de que él no puede ser aceptado en el mundo de ella y el de que Caín no puede escapar de su pasado, que lo persigue incluso en una cabaña en medio de ninguna parte, pues su popularidad convoca a fanfarrones descerebrados que quieren medir con el mejor su rapidez al desenfundar y no admiten un no como respuesta. ¿Cómo pueden encontrar un camino común dos personas cuando una de ellas aspira a doblegarse sumisamente ante los reveses del destino, pues todos ellos provienen del inapelable designio divino, mientras que la otra ha tenido, desde su más tierna infancia, que abrirse paso en el mundo a codazos, luchando a brazo partido por cada pequeño espacio que ha ocupado, devolviendo a la vida golpe por golpe? ¿Cómo pueden encontrar un terreno común en el que anidar juntos, cuando sus mundos se repelen? Pues sí que pueden, y os aseguro que merece la pena verlos batallar consigo mismos y con el mundo en general, para terminar acercándose paulatina pero ineluctablemente el uno hacia el otro, porque, en el fondo, son mucho más parecidos de lo que podría parecer y porque sus diferencias terminan siendo las respuestas a las carencias del otro. Y todo ello contado por una escritora que te coge de la mano al principio del libro y te lleva sin prisa pero sin pausa, con un gusto y una elegancia que me maravillan, hasta el final. Sin estridencias lo consigue todo del lector, desde una sonrisilla hasta una carcajada, desde un encogimiento del corazón hasta unas gruesas lágrimas de emoción. Y sin despeinarse, oiga. Eso es lo que puedes esperar de Un hombre sin pasado y de Penélope Williamson: una historia verosímil, sin saltos injustificados en la trama ni en el temperamento de los personajes, contada con elegancia, emotiva, emocionante, enternecedora, apasionante… Una autora imprescindible. Un libro chapó.
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No v i a a l a f u g a , S u s a n E l i s a b e t h P h i l l i p s
E
ran las nueve de la mañana y como siempre me dirigía a la tienda de mi amigo Porfirio a relajarme con una buena charla totalmente intrascendente, acompañada de un buen cafetito bautizado con una chispita de orujo para entonarnos. Bajaba silbando por la cuesta de Sto. Domingo sentido Plaza de España la última de Alejandro Fernández, “Procuro olvidarte”, cuando de repente observé en “la lontananza” a mi Porfi salir de la tienda con un crucifijo en ristre a toda velocidad y pararse en el borde de la acera… y como si fuera una centella, entrar de nuevo en su chiscón, agitando la cruz a modo de estandarte, gritando como un descosido palabras indescifrables que no llegaron a mis lindos oiditos dado que me encontraba todavía a unos cincuenta metros de la chamarilería…
Cuando entré en la tienda hallé al pobre hombre tirado en una silla, con la cara blanca como un folio y la respiración agitada… —¡Qué te pasa por Dios no me asustes! —No me hables Teté. Creo que tengo ratas en la tienda… —¿Y por eso abandonas el local como un poseso empuñando un crucifijo como si fuera una navaja de Albacete? ¿Qué tal si llamas a una empresa de desratización? —Dejé apoyado el bolso y los cafés en un huequito que quedaba libre en el mostrador, entre platos de Duralex, palillos chinos y discos de Falete. —¡Ay qué rica! Si fuera tan sencillo como eso que me cuentas… Ven siéntate a mi lado que te voy a comentar la jugada más relajadamente. Acércate esa silla y perdona que no lo haga yo querida, pero tengo que recuperar el resuello. —No tardé ni un segundo en cumplir con aquel deseo. La curiosidad me estaba matando. —Verás —empezó a narrarme en tono confidencial, arrimando su boca a mi oreja— resulta que estaba leyendo esa novela que dijimos de esta mujer que ahora no me viene el nombre a la cabeza… ¡como se llame! —añadió en tono desdeñoso—. El caso es que cada vez que comento algo en voz alta oigo un ruido muy extraño en ese rincón de ahí —señaló con el crucifijo a modo de puntero. Mis ojos volaron al sitio indicado, y acto seguido hice ademán de levantarme. —Nooo.
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Novelas con discount
—Nooo, ¿qué? —Observa primero—. Y alzando las cejas un par de veces a modo de seña de dúplex, como si estuviera jugando al mus, comenzó su relato: —Ponte en situación querida, imagina a una novia a punto de casarse que le da el pronto y deja plantados a los invitados y al novio justo cinco minutos antes de que comience la ceremonia. Sale corriendo por la puerta de atrás, deshaciéndose del vestido y cogiendo una túnica de color azul del coro de góspel, que se endosa para disimular que es la hija de la que fue presidenta de los EEUU.. —Mmm me suena a la peli aquella de Julia Roberts —añadí prácticamente en susurros mientras seguía hipnotizada observando aquel rincón misterioso —Shhhh. ¡No me interrumpas!Tras correr yo qué sé cuánto tiempo huyendo de periodistas y curiosos, aparece de “la nada” un motero que se la lleva prácticamente en volandas de allí. Y a partir de ahora, la protagonista llamada Lucy, pero solo por un ratito, andará por esos pueblos perdidos de la mano de Dios, disfrazada de cantante de góspel con casco de motera durante más de cincuenta páginas acompañada por un hombre apodado Panda, que es muy guapo por otra parte pero que, según la autora, tiene la nariz roma de punta cuadrada…… “ññiñiñiññiñiññiñi”. —¡¡¡¡Qué ha sido esooooooo!!!! Grité histérica perdida. —La rata. ¡¡¡¡ Érase un hombre pegado a una nariz tan
cuadrada como superlativaaaaa!!!!
— “Ñiñiñimentirañiñiñiñ” —Porfirio me puso una mano en el hombro tratando de tranquilizarme, mientras que con la que sostenía el crucifijo que no había soltado ni aunque lo sometieran a tortura, apuntaba ahora más sereno a la pared del fondo adornada con un póster de Cassius Clay. Continuó con la historia como si no hubiera ocurrido nada… —Lucy, que de niña había tenido una vida de perros, pero que había sido adoptada por tan ilustre mujer, había huido nada menos que con un tipo que eructaba, bebía como un borrachuzo y que comía con la boca abierta, pero solo por un ratito… porque según vas pasando las páginas de este novelón, vas descubriendo mi querida amiga, que nada es lo que parece…que la remilgada y dulce protagonista que no practicaba apenas sexo con su maravilloso novio, porque tenía miedo de que sus gemidos fueran fuertes, sus movimientos torpes, sus caricias indecisas en las zonas inadecuadas, su aliento fuera apestoso o que se le escapara un pedo en pleno coito… Se siente atraída por este tío aparentemente zafio que la abandona por el camino, y por lo tanto decide emularle y llevárselo al huerto, ha decidido que los eructos son mejores que la erudición, así que a partir
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Por Porfidio
de ahora comenzará una nueva vida, en la vieja casa de él, que por supuesto allanará y modificará a su antojo y para que haga juego con el nuevo hogar, modificará su indumentaria de señorita ONG , por unas faldas de tul complementadas con unas botas militares, camisetas guarras, piercings y tatuajes falsos, así como rastas de distintos colores según le plazca…todo esto aliñado con un buen apodo: “Víbora” y pagado por supuesto con las tarjetitas de crédito de mami la expresi. —Ñiiñuñubiennñiñihiiiiiiiiiiiiii. —De nuevo aquel ruido mitad humano mitad “Black&Decker” invadía el local… En un tono totalmente confidencial como si estuviéramos en un confesionario añadió: Ahora verás cómo cambian las revoluciones de la onomatopeya, en cuanto que meta caña a los protagonistas… —La tal Víbora, que no es otra que una mujer de 31 años cronológicos pero 14 mentales, posee un listado escrito en un papel (adornado con dibujitos de hello kitty ) con unos cuantos deseos que ha de cumplir a riesgo de perder la vida, a saber: Fugarse de casa, Dormir por ahí, decir palabrotas, emborracharse en público, gastar una broma ¿?¿?¿?¿?… —Espera un momento Porfirio ¡Para el carroooo! ¿No había por ahí una novela de una noble borderline que también tenía una lista…? —Sí, Teté. Esto huele a chamusquina, porque los deseos que necesitan cumplir a toda costa tanto la contemporánea como la cansina histórica aquella, son de lo más peregrino… Centrémonos en esta y dejemos a aquella que ya no tiene remedio… Figúrate una mujer hecha y derecha llamando por teléfono a un número desconocido comunicándoles que les va a dejar a la puerta de su casa 50 kilos de estiércol….”ñiñiñiñjiijijiñiñiñi”. —Veo que a la rata le hace mucha gracia. —solté algo más relajada. —No tanta como cuando escuche el siguiente objetivo que nos propone. —No me lo cuentes, ¡bañarse en las playas de Fukushima! —Casi aciertas pero no, es algo más trepidante, como irse a la
cama sin desmaquillarse después de haber trasnochado. —Se me desencajaron las mandíbulas, no daba crédito a tanta estupidez supina junta. —Esta Lisbeth Salander de cuarta regional, que quiere beneficiarse al protagonista, que no es otro que su guardaespaldas contratado por su excelsa madre, con un grado universitario y amante de la ópera, militar, policía, guardaespaldas, entrenador de famosas de la televisión… —¿¡Pero no era un cerdo ignorante?!- Salté muerta de la risa. —Los gruñidos que provenían de detrás del poste del boxeador me hacían elevar el tono
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Novelas con discount
de voz a unos decibelios peligrosos para la salud. —¿Tú no me escuchas Teté? ¡En esta novela nada es lo que parece! Este pobre que también ha vivido entre ratas, con madre drogata y padre narcotraficante, no puede amar a la víbora de Lucy , está traumatizado por tanto sufrimiento. —iiiiiiiiñiñiñiññiiiiiiii. —¡Cállateeeeee ! —Fue el grito de guerra que se escapó de nuestras gargantas al unísono al percibir tanto asentimiento ratonero. —En resumen y para no aburrirte con tanto despropósito junto causado por las desgracias infantiles de Panda y Víbora, agregaré que la señora escritora, introduce unos cuantos elementos que actúan de cemento compactante para que la pareja termine unida: la vecina traumatizada por un matrimonio nauseabundo, el niño traumatizado por ser un huerfanito, cuya tutora es la vecina traumatizada, la presentadora de un reality show traumatizada por su condición sexual, el vendedor de bienes muebles e inmuebles traumatizado por haber jodido en su juventud a la vecina traumatizada por el matrimonio nauseabundo, la psicóloga amiga de la presentadora de televisión traumatizada porque en su juventud padeció trastornos de alimentación… según sumaba traumas a su perorata, (tanto trauma suena “morboso”, ¿verdad?) fue levantándose despacito de la silla para dirigirse al rincón misterioso, de donde procedían los gruñidos con timbre cada vez más humanoide… Con un movimiento ágil impropio para su edad, arrancó de un solo manotazo el póster y… —No te lo vas a creer querida. Acércate y “flípalo”. —¡Madre mía, Porfirio! ¡Menudo agujero a
modo de butrón te ha hecho la “jodía” rata! Continuará…
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ilustraci贸n M. Hidalgo
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L as m e l l i z as y C í a.
omenzaba el otoño con pocas ganas de dejarse notar. Las tardes se alargaban perezosas hasta la madrugada en las terrazas de la pulcra, invadida y familiar la Latina, (porque no todo va a ser Malasaña, Chueca o Lavapiés) con el gentío propio de un pueblo que saca a la calle los bares a poco que tenga ocasión. Y allí estaba yo. Acodado en una ventana en el bar de abajo, que es como mi segunda casa, con un botellín en la mano y un teléfono en la otra. Las mellizas habían llamado la noche antes avisando de que iban a venir, para que estuviera localizable y no perdiera el teléfono durante unas horas. ¡Como si fuera mi nuevo hobby comprar un nuevo aparato cada trimestre! de un despiste o dos hacen un chiste estas crías, joder. Así que llevaba todo el día con ese trasto al alcance de mis ojos ( aunque hay gente que creo que lo lleva tatuado en la mano) y estaba empezando a estar harto de ellas antes de que llegasen. Porque son un auténtico dolor de cabeza y las conozco, lógicamente desde que nacieron. Vienen “a conquistar la ciudad” tal como dijo Elena. Bueno, técnicamente a buscar piso, comenzar los estudios y posteriormente conquistar lo conquistable. Con su edad aún es posible. No hablo
de c o n q u i s t a r s i n o de a l b e r g a r e s e s e n t i m i e n t o de p o de r i n ab ar c ab l e . Elena va a estudiar periodismo por mucho que he tratado de hacerla cambiar de idea. “¡Pero si yo no quiero ser como tú, Ruso!” fue la frase lapidaria que terminó con nuestra discusión. Y es que en ningún momento había pensado que yo fuera ejemplo ni espejo en el que se mirara, ¡ni de casualidad vaya!. Pero la rotundidad de su frase me dejó un regusto amargo que tardé un buen rato en digerir. No he vuelto a dar mi opinión sobre su elección, aunque siga pensando lo mismo. Esther tiene claro que lo suyo es la filosofía, y nadie en la familia lo hemos dudado ni un momento. Reflexiva, analítica y certera, así es ella. Qué las salidas profesionales del grado elegido se reduzcan prácticamente a la enseñanza no parece preocuparle lo más mínimo. Y como damos por hecho 14
Por Ruso
que ya ha calculado a lo que querrá dedicar sus días tampoco hemos insistido con ella. Rápida de reflejos, como siempre, Sonia me cambio el botellín vacío justo tras dar el último trago. Me miró con esa sonrisa suya de “te
c o no z c o m á s q u e na d i e , no m e l a d a s c o n q u e s o ” y m e h i z o u n g e s t o c o n l a b a r b i l l a . S o n a ñ o s de c u i da r m e , observarme y acompañar mis neuras. Nuestra amistad comenzó desde que Raquel me hizo el favor de dejarme y me mudé al estudio que ahora ocupo. “Ahora vuelvo y me lo cuentas” dijo mientras desaparecía entre la gente bandeja en ristre. Luego, frente a sus ojos escrutadores tuve que soltar lo que me tenía agobiado. Porque a Sonia no se le puede mentir sin que te suelte una mirada de pena y un “Ya. Claro”. Las pocas veces que lo he hecho me ha tenido a dieta de sonrisas y tapas varios días. Y teniendo en cuenta que mi alimentación casi se reduce a lo que surge de su bandeja es bastante malo para mi salud. Al cabo de tres botellines aparecieron mis hermanas volviendo la esquina precedidas de sus risas, cargadas con maletas y bolsones. “¡Ruso, echa una mano!” Me grito Esther, tendiéndome una bolsa casi del tamaño de ella. Mientras Elena se colgaba de mi cuello para besarme y yo obediente cargaba cuantas bolsas podía. Por detrás descubrí a la muchacha que veía con ellas con una trolley rosa chicle. Algo en su forma de afilar la mirada me hizo ponerme en lo peor. Y cuando me la presentaron pude confirmarlo, esta chica me iba a dar dolores de cabeza. Se agarró de mi hombro y me inclinó hasta su altura, en lo que parecía un remedo de reverencia y me dio los dos besos de presentación más lentos y sonoros que me han dado en la vida. Menuda y pequeña, de un rubio poco natural y con poderosa delantera se movía como si fuera la reina del neón sobre unos tacones de vértigo. Sí, efectivamente, la amiga venía con mis hermanas. Venía quiere decir que se quedaba también en mi casa mientras ellas se dedicaban a la búsqueda del piso que iban a compartir. Sonia se reía ante mi cara de susto. Estoy seguro de que la muy cabrita sabía la tesitura en la que la amiga me iba a poner. “Esther, las tres no podéis quedaros en casa” empezaba ya a desesperarme intentando que entendieran que no habría sitio ni para las maletas. “No entiendo por qué, Ruso” y volvían con la cantinela esa de dónde caben dos caben tres, o cuatro... Ellas iba a dormir en mi cama y yo
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Maneras de vivir
ilustraci贸n M. Hidalgo
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Por Ruso
en el sofá del salón. Allí dejé los bultos que cargaba, suspirando. Iba a tener que conseguir algo para que una durmiera en el suelo porque tres cuerpos en mi cama, si no están sobrepuestos, no entran. De eso estaba seguro. “Trae algo de cenar” me gritaron mientras el caos absoluto se apoderaba de los 50 metros a los que llamo casa. Al verme en mitad de la acera teléfono en mano, pasando la mano por el pelo una y otra vez Sonia se acercó a preguntarme. “El colchón hinchable de Luis pasó a mejor vida” expliqué. “Si esperas a que cerremos te dejo el colchoncito del sofá cama” me dijo dando ánimos.
Aquel sofá cama barato del Ikea conocía perfectamente la separación entre mis costillas. Lo estrenamos y lo customizamos juntos cuando la compañera de piso de Sonia aún tenía nombre de mujer. He conocido tres fundas distintas, a juego siempre con el tono de piel de mi amiga y coincidiendo sus adquisiciones con la remodelación de su hábitat posruptura. Sonia dice que sus amigas cambian de color de pelo, pero que a ella le gusta mucho tal y como lo tiene y prefiere cambiar de funda o de edredón. Asilo en su casa es lo que yo quería en esos momentos. Aunque no nos moviéramos del sofá cama en dos días. Ella es de las pocas que comprende que los hombres llevamos un gen que nos pide continuamente tratar de reproducirnos y no se toma a mal que lo intente una y otra vez. Creo que incluso se enfadaría conmigo un día si no trato de desnudarla al primer resquicio. “Qué poco te gusta que invadan tu mundo” contestó, haciendo referencia a las pocas veces que he dejado que durmiera en casa conmigo. “No es invadir, Sonia, es arrasar” contesté pesaroso, mientras veía como ella cargaba con todos los vasos de una de las mesas y se marchaba riendo. Los fideos chinos de la cena casi ni me pasan de la garganta viendo como sacaban a manos llenas CDs de la estantería que cubre toda la pared y los apilaban a sus pies, en montones desordenados y sin sentido. Sentadas en el suelo, reían, hacían planes, e ignoraban mi ceño fruncido con una soltura profesional. Llegué cargando con el colchón y lo acoplamos en el suelo junto a la cama. El salón parecía terreno minado. Dos maletas abiertas en las que habían rebuscado la ropa para dormir. Conté cinco pares de sandalias antes de desplomarme en el sofá, y desde allí vi otras dos bajo la silla del escritorio. Secadores, pinzas y planchas para el pelo, y botes que ni sé de
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Maneras de vivir
que serían. Salió de la ducha la amiga con una toalla enroscada. Se paró un momento a mirarme, tirado como estaba y os puedo jurar que vi como relucía el ojo izquierdo. Esta niña nació loba, ya desde la cuna lo
e r a . M e l a p o dí a i m a g i n a r e n s e ñ a n do l a s e n c í a s a l m é di c o e l día que su madre la parió.
Pasé al baño y allí de frente me topé con el sujetador de encaje rosa y negro colgando del toallero. Colocado como en un expositor, por si a simple vista no había captado el calibre que portaba la muchacha. “Inmoderadamente descarada. Descaradamente joven” pensé. En el sofá no había quién durmiera, tampoco es que yo tuviera el sueño fácil. Volví los ojos a las pilas de ropa y CD's. y tracé un camino hasta el escritorio y el ordenador. Estaba tratando de recordar mis primeros días en la universidad, pensando si será igual para las mellizas como lo fue para mi. Reconozco que era un niño. Prácticamente desconocedor de todo. Y sin embargo yo miro a mis hermanas y las veo mucho más preparadas para la vida de lo que me sentía yo. Será eso que dicen de que los tiempos cambian o que verdaderamente las mujeres maduran antes... Algunas, claro. La búsqueda de piso parecía que no iba tan bien como pensaban. “Barrios muy chungos, Ruso”, “Oscuro como la boca del lobo”, “¡Y el de las taquillas en vez de armarios! Sólo faltaban las literas para parecer un cuartel” Llevaba dos días invadido, escribiendo con el portátil en un bar, y con la espalda como un siete. Tratando de esquivar el descarado sobeteo de la pequeña rubia. Qué incluso se me coló en el baño justo antes de entrar en la ducha y ni sé cómo, porque el pestillo lo eché. “Tus hermanas han ido a por la cena, ¿necesitas algo antes de que vuelvan?” me dio un escalofrió porque os juro que su voz sonó como Sarita Montiel. Fui cuidadoso mandando a la cría a paseo, pero noté
e n s u s o jo s u n m o s q u e o d i g n o d e t e m e r .
Afrontaba mi tercera noche en el sofá. Después de dar un par de vueltas encontré una extraña posición, boca abajo con las piernas sobre la silla. No sé si sería el cansancio pero por un rato quedé dormido. Sentí una mano en mi pierna y empezaba a volverme bajando las piernas de la silla cuando un sonoro azote en el culo me dejó paralizado. “¡Bernardito! Gordo, vamos de paseo” soltó la loca de la rubia tirando del cuello de mi camiseta. El pasmo y lo absurdo de la situación me dejaron allí, de rodillas con el cuerpo sobre el sofá y una rubia de metro y medio ahogándome. 18
Por Ruso
“Vamos, Bernardito” volvió a decir soltándome otra sonora palmada. “¡¡La madre que la parió!!” grité poniéndome en pie justo cuando aparecían mis hermanas, porque había visto claramente como sujetaba una sonrisa. “Ruso, que es sonámbula. Te ha confundido con su perro” trataba de apaciguarme Esther, mientras Elena lloraba de risa sujetándose en la pared. “Vas a tener que afeitarte, te confunden con un chucho, jajajajaja”. Sí, me habían llamado perro antes, aunque no en referencia a un San Bernardo de 90 kilos. Sí, también me habían dado algún azote pero en otro contexto que ya imaginareis. No como esta niña, que se iba a ir de rositas con la excusa de ser sonámbula. Pero ya estaba bien. Quiero mucho a mis hermanas pero a pequeños sorbos, y estas alturas tenía sobredosis. Estuve llamando a cuanta gente conocía. A ver quién tenía un primo, un amigo, un vecino, a punto de mudarse. En plan oficinista total y dejando de lado hasta cosas del curro. De algo tendrá que servir tener la agenda a más no poder. Al final a media tarde tenían dos pisos para elegir, un billete para volver a Albacete. El caso es que su amiga al final se quedó estudiando en Albacete y no la he vuelto a ver desde entonces. Pero no se fue del todo de mi casa, a los dos días en un cajón me encontré un tanga con un lazo y una nota “Un besito, Bernardito”.
ilustración M. Hidalgo 19
Película: Killers
S
oy Adolfa Lafuente y vivo en Veradilla del Campo. Si vienen por aquí pregunten por la hija el campanero. Un hombre despistado, decía mi madre. En toda su vida no llegó a pronunciar cien palabras. Ya saben, el que tenga un hijo majadero, que lo ponga campanero. Pero era un buen hombre. Tenía la costumbre de cagarse en los huertos de los vecinos. Despistado, que decía mi madre. Se perdía en el monte las noches de luna llena. Despistado, decía la buena mujer. Tengo edad casadera. ¡Aún no cumplí los cincuenta y seis! Los mozos de este pueblo no entienden de mujeres. Yo los caté y ninguno me gustó. Pepinos, pepinos todos... y además con el amargor propio de tal hortaliza. De ahí mi total adicción televisiva, porque en este pueblo no hay ninguno que se pueda comparar a mis hombres “ti-vi”. Soy experta en cine ñoño de televisión. Sí, sí... ya saben
ustedes de que hablo: chico conoce chica o viceversa, saltan chispas (malas y buenas o un poco de las dos) y todo termina con un happy end, ejem. Mezclen también en el puchero a alguna amiga gorda o fea, un gay o dos, una mujer rica pero infeliz o un hombre rico pero incompleto, algunos malentendidos, declaraciones melosas (bajo la lluvia/ en medio de un gentío/ en el aeropuerto/ parando el tráfico... ainsssss) y algún que otro “descamisamiento” sin venir a cuento ni tener por qué.
He de decir que tengo otras pasiones aparte del cine. Por ejemplo, una que a mi prima Rutina le causa repelús, dice que es como un perro shih tzu con coleta y diastema. ¡Cómo se nota que no entiende! Esta pasión no es otra que el jardinero de la tele ¡ Ainnssssssss, mi Iñigo, tan seco, tan tieso, con su ceño fruncido y con esa cola! Tiene pinta de aizkolari loco, de buena cepa y sin un solo gen recesivo con el que regar su descendencia. Un talador de árboles en potencia y resulta que se dedica a las florecillas, mimándolas, acariciándolas con ternura.. Los fines de semana no me pierdo ni un programa suyo porque es oírle decir pasiflora, y me entran mil calores por el cuerpo. Pasiflora, uhhhhh. Pasiflora, ahhhhhh ¡Yo si que le daba pasiflora en grandes dosis! Una “huerta natural del todo”, explicaba el otro día que iba a hacer (que no termino de entender cómo vas a hacer una huerta de plástico, pero da lo mismo, que él 20
Por Adolfa L.
haga lo que quiera con mi huerta) y le decía a la dueña de la casa que la huerta tenía que estar ahora en todo su apogeo, que él nunca se iba de vacaciones en agosto porque es cuando la huerta está a tope. Igualito, igualito que yo... así tengo mi huerta todo el día, pero un poco más de abono nunca viene mal. Bueno, que me pierdo, a lo que iba. Como experta en pelis ñoñas de s o b r e m e s a q u e s o y a n a l i z a r é , di s e c c i o n a r é , c o m e n t a r é , y gozaré con vosotros mis pasiones cinéfilas. Os pongo aquí el resumen que me ha sacado la hija de mi vecina de interné: Spencer (Ashton Kutcher) es un agente secreto que trabaja para un jefe oculto, para ser más exactos, es un sicario. Cuando Spencer conoce a la bella y divertida Jen (Katherine Heigl) quien veranea junto a sus padres decide dejar su angustioso y estresante trabajo para así poder casarse con ella y llevar una vida matrimonial lo más normal posible entre los dos. Pero él oculta un secreto...y ella también. Sin embargo la felicidad en el matrimonio durará muy poco, debido a que han puesto precio a la cabeza de Spencer, nadie sabe quién ha podido ser el que haya dado la orden de asesinarle, ¿sus amigos?, ¿sus vecinos?, ¿familiares?... Sólo se sabe que son cinco asesinos los que van en su busca y captura. Finalmente unirá fuerzas con su esposa para tratar de averiguar quién se esconde detrás de todo esto, antes de que los "matones" den con ellos.
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Crítica fílmica
**** Cuando la película comienza, con toda la familia en los asientos del avión, deja clara sus intenciones: parecer una comedia pero no serlo. Tenemos una hija cargante, un padre extrañamente misterioso y sobreprotector y una madre que parece pasar de todo, y que aguanta a los demás a base de copazos. La chiquita rubia, la protagonista, igualita a la hija de Carmela con su cara de estar perdida y su camisa de cuello cerrado con su collar de perlas, con dos poderosas razones para ir con la cabeza en alto pero sin ser consciente de que están ahí... ¡Ay, señor, dios da mocos a quién no sabe sonarse! Más pavisosa no se puede ser. La deja el novio y se va de viaje con sus padres, no os digo más. Pero para ser sincera (porque no sé ser de otro modo) paré mi cruzada
p o r l o s c a n a l e s c u a n do e l b i e n p l a n t a do b i g o t e de m i adorado Tom Selleck cruzó por la pantalla ¿No os he dicho que es el padre de la rubia? Bueno, pues es el padre. Ainnssss tiene un bigote tremendo, y lo que no es el bigote. Fue, y siempre será, el señor Magnum.
Y luego, yates, helicópteros, Ferraris rojos y geo-satélites, por si no te quedaba claro que es espía el chaval. Espía, espía... Y claro, ya en los primeros cinco minutos de película nos aparece descamisado. ¡Ay, por dios! ¿En los hoteles elegantes sube y baja la gente en bolas en el ascensor? Mira que me pongo a ahorrar ya mismo para ir, aunque sea una vez en la vida, si me aseguran que me cruzo con un mocete así. El principio es bastante divertido, el pequeño engaño y lo gracioso de la situación inicial, cuando ambos protagonistas se conocen por primera vez. Ambiente europeo, Niza... Incomprensible como semejante, ejem, espía pide salir a cenar al pato mareado de la rubia, que con la chaqueta esa puesta tenía el encanto más bien difuminado. Pero claro, así es el cine. Si con un no parar de meter la pata y hacer el bobo consigues lío, prometo que si tengo una cita en lo que queda de siglo lo pienso usar de manual de comportamiento, ea. La besa, le quita el vestido a golpe de machete y... ¿Que podíamos esperar de esta chica? Bingo, se queda dormida sin más ni más. Copyright © 2009 Lionsgate y Katalyst Films. Fotos por Magali Bragard. Distribuida en España por DeAPlaneta. Todos los derechos reservados.
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Por Adolfa L.
Y nos muestran después una serie de idílicas imágenes de postal; calas solitarias, besos con puesta de sol, picnic (que dicen los finos, merienda en el campo que lo llamo yo) cenas románticas, etc... A todo esto deducimos que ha surgido el amor, fus fus. Pero sinceramente mucha chispa no tienen ninguno de los dos. ¡Qué buena película haría yo con el padre de la rubia!
A l e s p í a l e h a s t í a s u t r a b a jo d e m a t a r i f e a s u e l d o y redimido por el amor (ay, esto me suena) deja este bien pagado empleo para casarse con la chica. La madre resume perfectamente la situación con la frase: “Creo que lo mejor es que por fin estás con alguien realmente atractivo”. Después la historia decae durante demasiado rato, nos muestra lo que hace un matrimonio a los tres años de estar casados (es decir, nada de nada). ¿Cómo mantenemos entretenidos a los espectadores? Sencillo, enseñando carnaza. Salir con el sostén al aire a la mínima oportunidad, porque no solo con el torso del imberbe vamos a captar audiencia. Ahora te empujo sobre esta mesa, ahora te beso por acá, ahora una escena de dos segundos con solo una toalla. ¡Qué bonito es todo! Pero en medio de esta felicidad doméstica el pasado vuelve por la puerta grande, ohhhh y es al espía-asesino a quién persiguen para matarlo porque han puesto precio a su cabeza (los clásicos nunca fallan, no queda ni un tópico por mostrar). La Doña Croqueta de la mujer (que más que mujer parece su madre) entra en shock al enterarse de la antigua profesión de su marido. Un vulgar asesinillo por aquí, una vecina insoportable por allá, un familiar todo el día borracho por acullá. Mezclar bien con un posible embarazo, con un par de mentiras y ya tenemos toda la trama lista.
¿Os acordáis de Mentiras arriesgadas? Sí, aquella del Schochieneguer, Schuarche... bueno el Conan, para que me entendáis. Aquella en la que es un espía pero no lo sabe su mujer. Con la mítica escena del estriptis ¡o aquel final bailando tango ainnnss! Pues Killers es un remedo malo malo de l a p e l í c u l a q u e o s di g o .
La parte final, con persecuciones, tiros y explosiones en medio de discusiones de pareja, tratando de emular a Sr. y Sra. Smith se hace eterna. Tratando he dicho, que nadie se llame a engaño, porque entre nuestros protas la química es nula. Un muerto o dos, un descubrimiento (que ya imaginábamos) y un final feliz. Que por eso me temo que lo llaman comedia, porque todo acaba bien.
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多 No s s i g u e s ?
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Sor Virtudes… Una oveja negra
B
ueno, bueno… aquí está Sor Virtudes −o sea yo− para atacar de nuevo con una nueva reseña que hará las delicias de unos y enfadará a otros, porque esta vez voy a vomitar, sí, a vomitar literalmente toooooooooooo lo que llevo dentro. ¿Y qué es lo que llevo dentro? Pues a eso voy. Os invito a sentaros con una tila en la mano, os va a hacer falta. Así que agarraos fuerte que después de leer esto muchas brujas terrenales preparan una hoguera para mí. Lo que ellas no saben es que estoy hecha de material ignífugo, al igual que mis opiniones. Aquello de pienso, luego existo y me quitan de en medio es muy típico de esta sociedad. En el Cielo, ya es otra cosa: Dios sabe que digo la verdad y nada más que la verdad; él y yo nos llevamos muy bien.
NUESTRA PARA AMARTE AUTORA: Shayla Black. Xander Santiago lleva años ejerciendo a la perfección el papel de playboy millonario. Jamás le dieron la oportunidad de contribuir en el imperio empresarial de la familia, y se convirtió en un maestro del sexo. Su hermano Javier se ha erigido en el único responsable del holding y ha conseguido elevarlo a la cúspide empresarial a base de trabajo y dedicación. Pero ese esfuerzo le ha pasado factura que, unida al asesinato de su esposa, provoca que desde hace un año busque refugio en el fondo de una botella de vodka. La ira y la culpa han tomado las riendas de su vida… hasta que su hermano Xander acude a su rescate y, obsesionado por ayudarlo a salir de la rueda de autodestrucción en la que está inmerso, le aparta del mundo y la rutina. Lousiana parece un buen punto de partida… Y allí conocerán a la única mujer capaz de equilibrar las enormes diferencias entre sus mundos. London McLane es una mujer irresistible. Posee un carácter y una tenacidad implacables, lleva una década luchando contra las secuelas de un terrible accidente sufrido cuando era una adolescente y ha decidido que es el momento de vivir la vida en toda su plenitud. Los hermanos Santiago están más que dispuestos a ayudarla en todos los sentidos y ella se presta a todas sus sugerencias con la esperanza de poder recompensarlos con un amor limpio, capaz de sanar todas sus heridas. Pero un asesino les vigila con la inquebrantable misión de destruir a los hermanos Santiago, su empresa y a la propia London. El miedo y el deseo se enlazan en sus corazones, pues saben que cada latido puede ser el último… 25
Virtudes Viciosas
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ación Lara Herrera © -Ultrapervert-
Por Sor Virtudes
Estoy inspirando y espirando, incienso puesto, vela puesta, música para apaciguar los demonios puesta… Amén. ¡¡¡EMPECEMOS!!! Pues todo empezó un mes de julio caluroso, de esos que te suda hasta la almeja, de esos que te tienes que levantar el hábito y con un abanico calmar la calentura que recorre tu pesebre por ver a tanto macizo en la playa marcando paquete, tabletas de chocolate y culetes respingones… Si fuera sardina y uno de esos maromos se metiera en el agua sé lo que comería, ayyyy se me hace la boca agua. O un pulpo, ¡ohhhhh Dios mío, infinidades de manos para tocar y tocar! ¿Por qué siempre me desvío del tema? Sor Virtudes, céntrate, que no estás en la playa dando de comer a los ojos. Pues eso… yo iba con mi Vespa rosa con mi radiante libro haciendo olor a nuevo, ese olor embriagador que me llena el alma. Me encanta.
Me encerré en mi celda y con una botella de whisky en la mano −whisky que robé religiosamente del mueble bar del párroco de mi pueblo, esta vez la cerveza me parecía floja para la lectura que se me avecinaba− empecé a leer Nuestra para amarte de Shayla Black publicado por Phoebe. Tengo que decir que la tarde acabó con relámpagos y truenos. Si es que hasta las alturas celestes se unieron a mi estupefacción por lo que leía, porque, página a página, dicha estupefacción crecía a cotas parecidas a la de la bomba atómica. El librito de marras (de cuyo nombre no quiero acordarme) es erótico, hasta aquí bien. Llevo infinidad de este tipo de literatura leída y sé de lo que hablo al igual que sé lo que leo o con lo que me voy a encontrar; así que en este sentido no soy virgen, ni en el otro tampoco, yo puntualizo no sea que vengan las corderitas sabiondas de turno, o las chonis frustradas sin materia gris (¿sabrán esas lo que es la materia gris? Si no que se ponga en contacto conmigo y yo religiosamente lo explico, chicas, hay que ser buena samaritana), o las escritoras (con sus amiguitas) de egos superiores y digan que no estoy bien follada. Sobre si estoy bien follada o no… ejemmmm hasta aquí puedo explicar; si yo os contara cambiarías de opinión y mantendríais el pico cerrado. Pero eso lo dejo para mis libros: «Manual de cómo hacérselo uno mismo», «Un paso a paso celestial», «Experiencias religiosas», «Pasión en el Vaticano» y un motón de ideas más que rulan por mi cabecita bien amueblada y que, sí o sí, algún día verán la luz. Sigamos, que me desvío del tema. Pues bueno, el principio
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Virtudes Viciosas
de la historia prometedor: dos hermanos, Xander y Javier, que se llevan muy mal, con traumas y conflictos que arreglar. Ricos los dos, guapos los dos; lo típico, hasta aquí bien. Entra en escena una chica muy mona, London, que también está traumatizada por un grave accidente en el que casi pierde la vida, con deciros que quedó en coma y arrastró con graves secuelas que ella superó con mucha fuerza de voluntad. Ella es virgen, aunque reconozco que en esta historia tiene sentido que permanezca casta, aunque la chica no es tonta y reconoce que se da algún que otro homenaje celestial cuando la necesidad aprieta. Yo entiendo a London, es lo que hay, bufffffffffff de eso sé mucho. Empecé a tragar saliva, ya que lo vi venir en cuanto London puso sus ojos primero en Javier y luego en Xander, y los hermanos Santiago en ella. No hace falta ser una lumbreras para saber qué iba a pasar. Xander, aconsejado por un amigo, decidió que lo mejor era compartir la mujer, una relación de pareja, pero entre tres: DOS HERMANOS (lo pongo en mayúscula y negrita para que quede claro) y una mujer. Oye, tú, qué fashion, qué morbo, qué modernidad, qué superexcitante, qué… qué… puajjjjjj DESAGRADABLE (dicho finamente), y aquí me paro porque la boca se me calienta. Como he dicho he leído libros con tríos y lo que se ponga por delante. Unos me gustan, otros me encantan, otros ni fú ni fa, otros no me gustan, otros los encuentro poco fuertes, otros los aborrezco… etcétera, etcétera, etcétera… Este lo pondría en la lista de los «¡qué mal gusto!, ¿qué le ha pasado a la escritora por la cabeza para escribir esto?». Supongo que escribir delante de la maceta de marihuana tiene sus consecuencias. Y ahora Sor Virtudes se pone en plan serio. Allá voy: no soy nadie para vetar libros y mucho menos vetar el trabajo de escritoras. Tampoco pretendo decir qué leer y escribir o qué no leer y escribir, nada de eso. Solo invito a que se haga un ejercicio de reflexión, que buena falta nos hace. Tenemos que ser consecuentes con nuestras lecturas y si escribimos tenemos que ser consecuentes con las historias que ofrecemos al público. Hemos llegado a un punto en el cual prima, por encima de todo, el dinero fácil antes que la calidad o lo ético. Se ha traspasado una línea que jamás se tendría que haber traspasado. Pregunto: ¿De verdad las lectoras de romántica estamos tan necesitadas de sexo y amor para zamparnos todo lo que se publica sin ahondar absolutamente en nada? Porque esa es la imagen que estamos dando, y no, la cosa no va así. Soy lectora y tengo cosillas escritas de novela romántica, pero para nada estoy desesperada sexualmente. Me gusta el sexo, el buen sexo y sé distinguir si me están dando gato por liebre. Estoy harta de que hagan de todo un estandarte de ventas (ohhhh número uno de ventas; ohhhh fulanita dice esto del novelón en cuestión; ohhhh lleva tropecientas críticas positivas cuando todos sabemos que las editoriales «compran» a las reseñadoras de turno con ejemplares gratuitos; ohhhh dicen que
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Por Sor Virtudes
levanta el apetito sexual de las mujeres españolas −nenas que puntualicen, lo siento, a mí no me lo levanta, así que pongan que levanta el apetito sexual de algunas mujeres, no todas−). Estoy harta de que intenten manipularme, de que intenten endosarme libros con campañas de marketing virales, que por cierto… en mí han hecho el efecto contrario, porque huyo lejos de estos fenómenos, sé lo que hay detrás de ellos y no quiero entrar en este juego de mentiras cubiertas de verdades.
S a b é i s , a e s t a s a l t u r a s d e m i v i d a m e c o n s i d e ro l o s u f i c i e n t e m e n t e i n t e l i g e n t e pa r a d e c i r ¡ b a s t a ! y e s c o g e r m i s lecturas libremente, sin presiones de ningún tipo, y lo mejor de todo sin importar lo que piensen de mí. Solo deseo buenos libros, buenas historias y buen sexo, algo que últimamente no abunda, porque las escritoras tiran por el camino fácil: al escándalo, al morbo, a la confrontación. ¡¡Qué obsesión, por Dios!! La literatura es ilimitada y cuando se tira por el camino fácil en realidad demuestran el poco potencial que tienen como escritoras. A ver, esto es como la comida, hay comida basura tipo Mcdonals o comida de verdad como la que ofrecen los hermanos Roca o Ferrán Adrià. El problema es que en la literatura romántica nos están vendiendo mortadela caducada a precio de jamón de Jabugo, y esto ya es demasiado. Como dicen en el Media Mark: «¡¡¡¡¡¡¡Yo no soy tonta!!!!!!!». En este rebaño no todas las ovejas son blancas, yo soy una oveja negra y me siento orgullosa de ser diferente y tener criterio propio e independiente. Al fin y al cabo las ovejas negras son las que marcan la diferencia. A lo largo de la historia, si el mundo ha cambiado ha sido gracias a la unión de esas ovejas negras. Tal vez sería hora de montar un rebaño y decir hasta aquí hemos llegado, tened en cuenta que si no hay demanda, tampoco habrá oferta. En nuestra mano está cambiar las cosas. Fin de la cita, o mejor dicho, del sermón. Llegado a este punto continuo con la novela Nuestra para amarte que a este paso no terminaré nunca. Bueno, y yo sigo preguntando: ¿De verdad que es normal que dos hermanos follen al mismo tiempo con una mujer? Porque aquí ya no se trata de que hay un trío, sino de DOS HERMANOS que follan, que se excitan cuando uno u otro toca a la chica y lo hacen como si fuera lo más normal del mundo, y para postre ella también reacciona como si estas circunstancias fueran normales. Imaginaos a vuestros hermanitos y una mujer follando juntitos. Se mire por donde se mire esto no es un comportamiento normal en pleno dos mil trece. Repito, no es normal, no es normal, no es normal y millones de veces: no es normal que se den estos comportamientos en gente con una mente sana y evolucionada. Y lo que cabrea es que encima te lo planteen y te lo vendan como si fuera lo más normal del mundo cuando es simplemente vomitivo. Yo, que tengo visión de futuro, ¿qué será lo próximo? ¿Dos hermanas y un hombre? ¿Madre e hija? ¿Una familia entera experimentado? ¿Tan poca capacidad creativa ha tenido la escritora que ha tenido que echar mano a un recurso de tan baja
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Virtudes Viciosas
categoría? Coño, que se exprima los sesos y no esté pendiente de a ver cuántos libros es capaz de publicar, que como he dicho antes, la literatura es infinita en creatividad. Vale, entiendo que es bueno que las parejas tengan sus dosis de morbo, juegos sexuales; yo, sin ir más lejos tengo lo míos. Pero este libro ha sido un insulto a mi inteligencia, lo encuentro de muy mal gusto y ha sido la gota que ha colmado el vaso de mi paciencia. Me siento insultada por parte de la escritora y de la editorial.
Y según iba leyendo más repulsión me daban los personajes, la historia y toooodo. Tengo que decir que me leí las escenas de sexo a la velocidad del rayo, saltándome trozos, porque era incapaz de imaginar nada. Solo pensaba en lo mal que está el mundo para que no haya una repulsión social contra estas historias y otras de similares o degradantes. Que nadie me venga diciendo eso de la libertad de expresión, porque lo despedazo vivo sin pasar primero por el confesionario. La libertad de expresión está para enriquecer al ser humano, para crear debates interesantes donde se aprenda y no para degradar las mentes con comportamientos enfermizos. Continuo pensando que hay límites que no hay que traspasar, que todos llevamos la verdad dentro y que si analizamos sabemos que esto no es normal, ni sano. Ya os digo, el libro para nada me gusta. Esto de los dos hermanos me fastidió mucho. Deciros que hay una trama de espionaje a la que la escritora no le ha sacado partido, es más, el desenlace es rápido y poco trabajado, vamos que no se ha estrujado mucho los sesos. Claaaaaaro estaba demasiado centrada en la trama sexual. Me pregunto si tendrá dos hermanos y si se los ha imaginado tal como están los Santiago en sus escenas sexuales. O si tiene dos hijos y de mayores hacen lo que su madre escribe en los libros: ¿qué pasaría? Porque claro, es tan normal todo esto, tan chik, tan de mujer moderna, tan de mujer liberal. Oye que no me pongan en el grupo de las womens estas, prefiero estar en el otro grupo y con la conciencia tranquila, libre y con criterio propio, aunque solo seamos un puñado de ovejas negras. En conjunto es un libro poco profundo, lo veo poco elaborado y las escenas eróticas mejor no las comento porque es que me dan repulsión por las circunstancias mencionas más arriba y no quiero repetirme más. Este libro reescrito de nuevo y enfocado de otra manera, sacando partido a la trama de espionaje industrial y dando un sentido más racional y sano a las escenas eróticas podría haber sido un gran libro romántico erótico con una muy buena trama, pero se ha quedado en un mal recuerdo que quiero borrar de mi mente inquieta. Tengo que decir que salen las parejas de otros libros y ves qué son de ellos, esto siempre gusta. Que sea una serie no impide que te los puedas leer por separado, cada historia es independiente, yo, por ejemplo, no los he leído todos, solo este y otro más. No volveré a repetir y más teniendo en cuenta que uno de esta serie también es
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Por Sor Virtudes
una historia de amor de tres: DOS PRIMOS y una chica. Paaaaso, paaaaso a mí no me vuelven a liar más. Estos comportamientos no son sanos, no son normales. Ahora entiendo al niño del anuncio del palo «¡un palo, un palo, un palo…!». Me veo a mí
misma con mi hábito puesto, mi Vespa rosa circulando a toda v e l o c i d a d y u n a n o v e l a ro m á n t i c a e ró t i c a d e c a l i d a d e n l a mano gritando «¡por f in una novela, una novela, una novela…!». Y como me gusta dar el coñazo y aún no lo he dicho tooodo, tooodo, aquí os dejo un pensamiento de London que me dejó a cuadros: «Sí, dolía… pero incluso el dolor se había convertido en algo hermoso y la inundaba de pies a cabeza». Esto es de risa, ¿desde cuándo el dolor es hermoso? Ahora cuando tenga un dolor de cabeza diré: «Ohhhh, qué hermoso dolor de cabeza», o cuando menstrúe: «Pero qué hermoso dolor de ovarios», y al cura de mi ciudad le daré un buen rodillazo en los huevos y le diré: «¿A que es hermoso el dolor, padre?». Se nota ehhh que el libro me ha hecho cabrear, es lo que pasa cuando me siento insultada, menudos latigazos le he dado a mi cerebro con Nuestra para amarte. Bueno, y el final del libro surrealista, horroroso, sin sentido y un largo etcétera. No puedo explicar nada sin desvelar el desenlace y no quiero estropear a quien no lo haya leído y no quiera spoilers; aunque sinceramente, nenas, no os perdéis nada, mejor que invirtáis el dinero en otra cosa. Deciros que cuando cerré el libro puse la misma cara de la Ana Botella cuando Madrid quedó eliminada en la primera ronda. Y ahora, hermanos y hermanas, os dejo, me voy a un relaxing cup of café con leche in convento mientras ideo un plan para llevarme al huerto al nuevo párroco (que está como un queso). Casi lo tengo en el bote. ¡¡¡Que Dios os bendiga!!!
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M o r f i da l e n l a s n o c h e s de v e r a n o
L
legó la época que más aprecio: El verano. Me encanta recorrer los pueblos de la Sierra de Gredos con mi vieja Vespa. Es un modelo 150S del año 62. Los entendidos sabréis de lo que os hablo, ¿verdad? ¡Oh qué maravilla! No os imagináis cómo gozo “tumbando” la moto en cada curva del camino. Pero quien más disfruta del viaje es mi querida y vieja amiga la quijada. En cada bache con el que nos topamos y, son unos pocos, rebuzna con la felicidad de un pollino. Supongo que esa sensación de libertad que produce el viento, que azota en la cara producto de la velocidad, no es exclusiva de los humanos, y si vamos al caso tampoco de las quijadas. ¡Qué decir de mi rabo incorrupto! Como el mejor de los látigos de siete colas se emplea a fondo con las moscas, los tábanos y demás bichos alados que por desgracia se estrellan contra nosotros. En este tiempo lleno de fiestas, risas y jarana el Ayuntamiento de la localidad que mi rabo siempre tiene el honor de elegir, me cede un puesto con mesa y dos sillones bajo palio en la Plaza Mayor para ayudar con mi gracia y desparpajo a los pobres descarriados por el Amor Fú a resolver sus problemillas sentimentales. Así
q u e am i g o s as i s t i r e m o s e s t a v e z a u n a c o n s u l t a e n v i v o y e n di r e c t o ¡ E m o c i o n a n t e ! Os preguntaréis hacia dónde me dirijo con mi moto y mis instrumentos… Pues a ¡Tiñosillos! (provincia de Ávila por supuesto). Una vez instalado en mi puesto de trabajo observo que un muchacho joven, muy apuesto y ¿trajeado? ¡Con el calor que hace por favor! se dirige con paso incierto hacia mí, tan incierto que el tropezón que pega es mayúsculo ¡Será torpe! … —Buenas tardes. ¿Es usted don Oliverio Morfidal? —¿Te has hecho daño hijo? Tranquilo respira, mi rabo te abanicará. —¿Cómo dice? —El salto hacia atrás que volvió a pegar fue apoteósico al igual que su caída. Mi pobre quijada rebuznó loca perdida, los ojos del zagal delataban un miedo exacerbado ¡Será tarugo! Rápidamente me levanté a socorrer a la pobre criatura. Le aproximé despacito el rabo para que no se asustara. Este empezó a moverse y a girar haciendo las veces de un ventilador improvisado. El chico cerró los ojos agradecido. También le acerqué a los labios una botella de agua fresquita. Bebió ávidamente como si hubiera atravesado el desierto en vez la plaza del pueblo. —¿Tu nombre muchacho? —Procopio – respondió con voz temblorosa—. Procopio Veraz. —¡Será raro! La quijada rebuznaba como poco a doscientas revoluciones por minuto… se estaba partiendo de risa. 32
Por Dr. Morfidal
—Bien hijo, has venido aquí para que te ayude ¿Veraz, digo verdad? Sentémonos. —Sí claro, por supuesto. El motivo principal de mi consulta es que la gente no alcanza a discernir el grado de complejidad de mi intelecto cognoscible que al transmutarse en mi boca en signos expresados verbalmente pierde en el canal de la comunicación toda racionalidad y comprensibilidad para el interlocutor… —¿Qué te pasa en la boca, hijo? -¡Será petulante! —Mire no lo puedo evitar. Fui educado de esta forma y ahora supone para mí toda una tragedia euripidiana, expresar mis más excelsos sentimientos a la más bella y primorosa de las féminas que mi infortunado y desvaído ego ha tenido la dicha de conocer… —No me extraña hijo. Menos mal que la quijada me está traduciendo que si no ¡ es que ni jota! —Ella es la más delicada y etérea de las flores del jardín de las delicias que mi paupérrimo ser ha llegado a rozar con el ápice de mis extremos digitales. Dice que mi cuerpo está diseñado por un arquitecto deífico. —¿Eso te dice? —No, exactamente eso no. Tenga la amabilidad de esperar pacientemente unos segundos por favor- Observé atónito cómo rebuscaba en los bolsillos de su chaqueta y al poco extraía una hoja de papel pulcramente doblada. Con gran agilidad desplegó el papel y leyó: —Concretamente se dirige a mí persona en estos términos: “Ola keaase kemedaiwuá chati kiero fFFUuUrRrNÃcaÄr**** con tigo —Observe por usted mismo. Nuestras psiques y
n u e s t r a s a l m a s s e a c o p l a n y e n l a z a n a t r a v é s de l a a p l i c a c i ó n wh a t s a p p . —¡Madre de Dios! Pero ¡qué le pasa a esta también en los dedos! —Mi lógica coherente no alcanza a discernir ese código secreto que sólo sabe Dios de qué país lejano provendrá. Tenga en cuenta que yo me comunico con precisión en treinta y cinco idiomas y cuarenta y cuatro dialectos… —¿Y tú cómo reaccionas? —Yo plasmo en la pantalla de mi teléfono frases sencillas tales como si mi cuerpo le parece apetecible y compruebe por favor, tenga la bondad de leer la respuesta. —Nutentiendonaaa pero killoooooooooo Aaaaaiiiiiii mi <3*:) qué AaaAiiI mi
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Consultorio amoroso
MoRenoH prrrreSiosoohH Te ComiA EnteRiitoh Qe me PoneH er ChiFli coMo un Honohh Cuando mi Romerita rebuzna a mas de 300 revoluciones por minuto significa que se puede bloquear de un momento a otro , como era el caso, por otro lado difícil de resolver. El universo había tenido el mal gusto de criar a dos almas contrapuestas y Dios de juntarlas cuando claramente eran incompatibles; se parecían lo mismo que un huevo y una castaña, el día y la noche… No, esto que pienso no podía ser . —Mira hijo- Comencé en tono totalmente paternalista, este pobre era un cándido digno de lástima- No te preocupes que no te voy a abandonar en semejante tesitura. —Por favor Don Oliverio, tenga clemencia se lo suplico, y derrame toda su sapiencia sobre mi mente desolada, y mi cuerpo destruido, arrasado y devastado por este sentimiento ígneo y calcinador que me invade como….. —¡¡¡¡¡Diosssssss te quieres callarrrrrrr de una puñetera vez ,Verazzzzz!!!!!! ¡Con tanto vocabulario erudito no puedo pensarrrrrr! —Lo siento. —Apenas era un susurro quejumbroso lo que llegó a mis oídos. —Creo que ya lo tengo, si eres capaz de decir una frase, solo una, de corrido, sin tapujos, sin equivocaciones de las que te pone ella ,como el consabido ¡Olakease! habrá esperanza para ti y tu… ¿cómo dices que se llama? —Su nombre es como el rocío que cubre los más delicados pétalos… —Al grano hijo… —Layo. —¿Layo? Héroe divino, fundador de la ciudad de Tebas… —No señor. Es algo más prosaico, me conminó a que le llamará Layoli, creo recordar que se presentó de esa forma ¡soilayoliiiii“gυη sιтιO ☆⠗Vale no te preocupes. Haz un esfuerzo sobrehumano, sé que te va a costar, pero muchacho, con tantos idiomas y dialectos que me comentas que dominas, tiene que ser fácil para ti decirme rapidito y sin leerlo en un papel olakeaseeee ¡Ánimo Veraz! Si eres capaz, sé de un curso que puedes hacer online en ese idioma, y de unos parques que practican esa conversación mientras brindan con calimocho, querido amigo. Los ojos le brillaban llenos de amor y esperanza porque
por fin veía una solución a su problema tan, tan, en fin prefiero n o e t i q u e t ar l o … —¡¡Hola qué haces!! ¿Qué tal don Oliverio? —Mire sin equivocarme. —Uff ese es el tema hijito, que debes equivocarte… A ver quítale las haches…cambia que por ke y la ce por ese ¡Tú puedes! —Ola qué haces… Olake hace… Ola kehace .. Ola hace… olake… olakeas … olakeasesssssss…. Olakease.. —Muy bien hijo si no te importa , ¿puedes seguir practicando en el rinconcinto que voy a seguir atendiendo? Ya no me escuchaba tan concentrado que estaba en su pequeño triunfo que le pondría si Dios no lo remediaba en brazos de su Yoli. Continuará…. 34
“ Y t ú de q u i é n e r e s ” Capítulo 2
O
jete era un pueblo pequeño y por lo que le habían contado, un pueblo de catetos con mala sombra que vivían anclados al pasado y a los que les importaba un rábano la moderna sociedad. Greta pensaba en
Francesco, no se había tomado muy bien el súbito cambio de planes que daba al traste con las románticas vacaciones en Sicilia. Francesco era un compañero de universidad y amigo “especial” desde hacía unos meses. Al principio su relación era puramente intelectual pero, como suele ocurrir en estos casos, pasaron de hacer trabajos en la biblioteca, a hacer manitas en el baño. Además de aprender italiano, practicaban el griego, el árabe, el francés... Se despertó al amanecer sobresaltada por el kikiriki de un gallo. El olor a café recién hecho la atrajo hasta la cocina. Allí se encontraba su madre preparando la bandeja con el zumo y las pastillas para la abuela. —Buenos días Greta, ¿has dormido bien? —Como un tronco hasta que el gallo ha empezado a tocar diana. Por cierto, el teléfono no funciona— se sirvió café con leche, dos galletas y una breva madura; tampoco había mucho más en la despensa. —Se habrá estropeado la línea, otra vez. —Mamá, creo que necesitamos hacer la compra… en el pueblo — lo dejó caer, mientras se llevaba una galleta blanduja a la boca. —Sí…ya va haciendo falta. Durante estos días no he querido dejar sola a tu abuela y nos hemos ido apañando. Siempre podemos echar mano del gallo. —Le perdonaré la vida, de momento —murmuró Greta mientras una idea le rondaba por la cabeza—. ¡Iré yo a comprar! —No, no —se apresuró a contestar doña Clara—. Mejor te quedas esta tarde con tu abuela mientras yo hago las compras. —Pero mamá, no voy a pasarme todo el verano encerrada en Los Laureles ¡En algún momento tendré que pisar el pueblo! —¡Claritaaaaaaaa! ¡Mis pastillas! —interrumpió doña Leonarda desde el piso de arriba. —¡Ya voy madre! Tengo que llevarle la bandeja a tu abuela, está imposible esta mujer. Minutos después, Greta subió a su cuarto. Apresuradamente se enfundó unos vaqueros 35
Amor y mortadela
desgastados y una blusa fucsia de tirantes, se recogió la larga melena en una cola alta colgándose la bandolera al hombro y, desde la puerta preguntó: —¡Mamá! ¿Me necesitas? —¡No, ya puedo yo! ¡No te preocupes! —¡Estaré en la arboleda, hace un día estupendo! ¡Pasaré la mañana estudiando! —¡Muy bien, cariño! —¿Dónde ha dicho que va la chica? —preguntó rauda Doña Leonarda. —Madre, haga el favor de no moverse tanto mientras la visto si no quiere pasar el día con el culo al aire. —Qué descreída eres ¡puñetas! Clavaíca a tu padre —murmuró la anciana por lo bajini. Greta encontró una vieja bicicleta roja en el pajar, llevaba un cestito cursi del año catapún en la parte delantera. Se disponía a abandonar la finca montada en el velocípedo cuando un gallo le salió al paso en trasversal, arreó tras ella levantando el vuelo, cosiéndole los tobillos a picotazos. Greta pedaleó como alma que lleva el diablo haciendo un par de virajes hasta que consiguió dejarlo atrás y hacerse con el control del aparato, las ruedas parecían estar en buen estado. Guiándose por la visión de la torre-campanario de la Iglesia fue a parar a una de las calles empedradas que desembocaban en la plaza principal de Ojete, la típica plazuela de pueblo con el suelo adoquinado rodeada por casas bajas. Abundaban fachadas de piedra, puertas de ajada madera y antiguos picaportes de hierro colado. Refrescaba el ambiente una modesta fuente hexagonal con dos chorros acicalada con geranios en coloridos tiestos de barro. Un olor irresistible a pan recién hecho la llevó hasta la puerta de un horno, donde Greta compró un enorme pan casero que crujía con sólo mirarlo. El panadero era un señor panzón con el rostro rechoncho y las manos anchas y regordetas, que la atendió rodillo en mano con la cara salpicada de harina. A Greta le pareció que tenía la intención de preguntarle alguna cosa, pero éste salió disparado como un cohete al olor del pan tostado. Sentadas en un banco, bajo la sombra de una morera, encontró a una pareja de ancianas vestidas de luto riguroso, llevaban medias tupidas y alpargatas. De camino a lo
que parecía una tienda de comestibles, Greta sintió dos pares de ojos pegados en el cogote. “Ultramarios”, rezaba la pizarra desgastada y apenas legible situada junto a unos portones de vieja madera con enormes cuarterones de cristal. Una ventana en la fachada hacía las veces de escaparate donde se exponían todo tipo de mercaderías: pastillas de jabón Lagarto, vino, conservas, gaseosa de marca desconocida, tiritas, garrafas de aceite, cubitos de Avecrem, papel higiénico…Cuando Greta entró en el establecimiento, la actividad se congeló en el interior como en una peli de Matrix. 36
Por
Betty Love
La paisana que llenaba la cesta con patatas se quedó con la patata en la mano. La que olisqueaba un bote de colonia, de esos de litro, con la nariz pegada a la botella. La que pagaba, con el billete en la mano. —Buenos días —saludó Greta. —Buenas —contestó, al cabo de unos segundos, la señora que despachaba detrás del alto mostrador. La tendera llevaba el pelo recogido en un moño bajo muy prieto y vestía una ridícula bata a cuadros un tanto descolorida. La tienda tenía forma de tubo con techos muy altos y estantes en las paredes. Sobre los desgastados baldosines del suelo descansaban enormes sacos con legumbres y hortalizas dispuestos frente a un mostrador encima del cual, lucía una antigua báscula de metal, de esas que se ven de vez en cuando en los mercadillos de segunda mano. Dos de las clientas allí presentes eran como gotas de agua, vestían las mismas batas de tela fresca con estampado romboidal y el mismo corte y color de pelo, peinado sin gracia ni miramientos, todo sea dicho, melena estilo sota de bastos con flequillo a lo rulé. — ¿Ya está todo, Pacas? —voceó la tendera. A todas luces eran hermanas gemelas. — Todo — respondió una de ellas. —No nos cargues con más cosas, Ene —recriminó la otra— que luego tenemos que rendir cuentas a los “maríos” que no piensan más que en el fornicio y en las perras que una gasta. Pasaron por delante de Greta al salir, pegándole un repaso visual de los pies a la cabeza, primero la una, luego la otra. —Adiós, buenos días —se despidieron al unísono. —Dime hermosa, ¿te pongo algo? —preguntó la tendera. Greta echó otro rápido vistazo al caótico batiburrillo de comestibles. —Sí, por favor. Mmm… Quería leche, unas magdalenas, un kilo de manzanas, arroz, patatas y una tableta de chocolate, una de esas que tiene en ese estante. —Pues claro, guapa ¡Y sin favor! ¿Tiés dineros o de fíar? — Al contado, por favor. Imagino que no admitirá pago con tarjeta… —¡Quiá! ¿Traes cesto? —Pues no. La mujer le tendió dos bolsas con la compra y palpó a conciencia el dinero que Greta le entregó. El “clin” de la caja registradora, modernita también, resonó en el establecimiento. Antes de marcharse la joven preguntó: —¿Sabe dónde puedo comprar algo de carne? La tendera apuntó con un dedo hacia el otro lado de la plaza. —Justo enfrente tiés “al Salchicha”. Oye guapa, tú no eres de por
aq u í …
—No, bueno…— titubeó —. Sí, vivo en Los Laureles, soy la hija de Clara. La tendera abrió mucho los ojos, estudió con atención el rostro de Greta y soltó: —¿Eres la chica de “La Clarita”? ¿La franchuta? —Me llamo Greta, gracias —apenas sonrió, salió a la calle y continuó con el rústico tour. Decidió que no iba a molestarse por el comentario, su abuela y su madre ya la habían 37
Amor y mortadela
advertido sobre la gente del pueblo. Sabía que su padre era francés, que conoció a su madre cuando ella estuvo en París y que murió antes de saber que estaba embarazada, al menos era lo que le habían contado siempre. De nuevo en el centro de la plaza se dirigió hacia la carnicería, volvió a pasar por delante de las dos abuelas, que seguían sentadas en idéntica postura. —Pschhhhhhhh. –Greta escuchó el sonido procedente del banco y se volvió a mirar. —¿Tú de quién eres, hermosa? —preguntó la más delgada de las abuelas con el dedo índice en alto, apretaba la boca como si se le fuese a escapar la dentadura postiza. Greta inspiró con fuerza. —Buenos días. Me llamo Greta y vivo en los Laureles, llegué ayer, para más datos. De pronto, la anciana sufrió una especie de conmoción, un tic en el ojo derecho al tiempo que la ceja izquierda se le subía hasta el nacimiento del pelo como tirada por un resorte, se volvió hacia su comadre y le dijo a viva voz: — PERPETUAAAAAAAA, LA MOZA ES LA NIETA DE LA LEONARDAAA. A lo que la otra contestó: — ¿Lo queeé? — QUE LA MOZA ES LA NIETA DE LA LEONARDAAAAAA. —¡¿La franchuta?¡ Greta les dedicó una sonrisa falsa, lanzó un bufido y apretó el paso. Empiezo a estar hasta el ojete… se dijo a sí misma. La pared del bajo de la carnicería estaba encalada de un blanco inmaculado, a medio metro de la puerta se podía leer: CARNECERÍA, rotulado y pintado de color burdeos. En el interior, alicatado casi hasta el techo con azulejos en blanco brillo, se estaba fresquito y olía un poco fuerte, como un matadero. Nada más entrar te encontrabas frente a una vitrina frigorífica dividida en dos zonas. A la derecha la carne; pollos, conejos, patas de cerdo, algo de cordero y surtido de vísceras. A la izquierda, los quesos y embutidos. Colgaban del techo ristras de chorizos, morcillas, salchichas y unos cuantos jamones. Un hombre salió de detrás de una cortina de cuentas llevando en la mano un pollazo enorme, probablemente, para la señora que esperaba con el bolso arrepretao contra el pecho. El carnicero era madurito y de proporciones descomunales: como metro ochenta de estatura, de hombros anchísimos y cinturita bien estrecha. Vestía una camisa clara arremangada a la altura de los bíceps y tenía los brazos como un martillo hidráulico. Por las marcadas arrugas de expresión y el color del cabello, probablemente teñido, debía ser ya cincuentón. Iba peinado hacia atrás con litros de gel fijador y lucía una barba bien recortada. Sus labios, delgados, llamaban especialmente la atención, demasiado finos para un Hércules Farnesio como aquel. —¿Le parece bien este, doña Angustias?– La voz del hombre era grave, Greta casi temió escuchar “Sayonara Baby”, como el Terminator. Efectivamente, doña Angustias estaba a otra cosa. Estudiaba a Greta con gran interés por encima de las gafas de pasta color miel rancia y turbio cristal, se disponía a lanzar la pregunta cuando el carnicero reclamó de nuevo su atención.
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Por
Betty Love
—¿Doña Angustias?— insistió. —Ehmm… Sí, ese es bueno pal puchero. —¡Buenos días!— saludó Hércules, centrando ahora su atención en Greta, guiño de ojo incluido—. Enseguida te atendemos, ¡Marco! –gritó. Un joven de pelo oscuro y enormes ojos negros apareció tras el tintinear de la cortina. Al percatarse de la presencia de Greta empezó a ponerse colorado. —Marco — le dijo su padre— atiende a esta belleza como se merece. Al joven no le salía el habla del cuerpo, la sorpresa de encontrar a una chica forastera, alta y guapa, y con ese par de ojos verdes fijos en él, lo dejó momentáneamente fuera de juego. Agachó la cabeza, descolgó un delantal blanco de la pared y se lo ató a la cintura con dos movimientos rápidos. Sus brazos también eran fuertes— se percató Greta, aunque no tanto como los del Terminator. Tenía el cuello firme, bronceado. —Dígame —consiguió articular palabra—. ¿Que—é necesita? —Quisiera comprar unos filetes de ternera, por favor, y un kilo de pechugas de pollo. Marco se desplazó hasta la zona de la carne, tomó una pieza y se la mostró. —¿Le parece bien esta? Sale muy tierna— le explicó con timidez, sin levantar la vista de carne magra. —Sí, gracias. Marco cogió el cuchillo carnicero y dejó caer la pesada pieza en la tabla de partir, sujetaba la carne con la mano izquierda mientras partía, con suma delicadeza, cada unos de los filetes con la diestra. Inconscientemente Greta seguía cada uno de sus movimientos, el chico tenía unas manos bonitas y las uñas cuidadas. Envolvió los filetes en papel plastificado y los dejó sobre el mostrador. —¿Necesita algo más? —Marco... —apuntó su padre, que en ese momento asestaba un golpe de hacha al muslo del pollazo —dale a probar a la señorita un poco de tu mortadela. Aquello fue lo pior. Marco quiso que el suelo de la carnicería se abriese en ese momento bajo sus pies y se lo tragase, bueno no, mejor que se tragase al bocazas de su padre. ¡ Y para siempre! Si antes se había sonrojado, ahora, a todas luces estaba rojo como la grana, lanzó una mirada asesina a su progenitor y a éste le dio la risa, a carcajada limpia que se reía el muy…Tras el impacto inicial de aquella frase, Greta hacía enormes esfuerzos para no reírse, la cosa se estaba poniendo divertida, pero le dio apuro hacer algún comentario por miedo a que el pobre chico se sintiese aún más violento. Cuando Hércules recuperó el habla, se excusó: —Verás, ¿cómo te llamas, preciosa? —Greta— y Greta pensó, ahora viene la preguntita de los huevos. —Verás, Greta. Es que mi hijo prepara una mortadela riquísima, no vas a encontrar otra igual en toda España. —Greta lanzó una mirada comprensiva hacia el muchacho y sonrió. —Muchas gracias, pero se me ha hecho un poco tarde y tengo un poco de prisa, tal vez otro día ¿Qué le debo? Salió de la Carnicería mirando el reloj, se había entretenido y ya era casi medio día, 39
Amor y mortadela
tenía que volver a Los Laureles, y rapidito. A esa hora la plaza estaba más concurrida, le pareció que algunos se habían reunido allí simplemente para ver a “la franchuta”, como si se tratase de un tití. Tal parecía que el chisme en Refugio viajaba más rápido que la velocidad de la luz. Divisó una cabina de teléfonos en un extremo, debía ser la de origen, llevaba años sin ver una de esas. Se encaminó hacia ella y se detuvo en seco cuando un tipo montado en una “Rieju” aterrizó a metro y medio de ella rugiendo y pegando acelerones. El tipo bajó de la moto, se echó al hombro el radiocassette y subió el volumen. You´re my heart, you´re my soul I´ll keep it shining everywhere I go Se situó tan cerca de ella que podía oler su aliento a tintorro. Llevaba el pelo largo y la melena escalonada con mechas rubias a lo Modern Talking. Y sí, le habló, directamente a las tetas. —Hooola— Le faltó pasarse el pulgar por el labio al más puro estilo Martini, pero sin un ápice de sex appeal rural. Este debe ser el chulo del pueblo, pensó Greta. Estaba de suerte, porque en ese mismo instante un amigote del pelucas reclamaba su atención a grito pelao : —¡Eh, Liendres! ¿Vienes o nos vamos sin ti? El Liendres se giró y Greta aprovechó para escabullirse. Liendres… no le extrañaba nada, en ese pelo se podían cultivar champiñones. En el trayecto de vuelta a la finca, al salir de una curva, tuvo que frenar en seco para no atropellar a un paisano con pinta de guarreras que orinaba en mitad del camino. La rueda trasera de la bici derrapó, pero consiguió mantener el equilibrio. —¡Yeeepa! —exclamó el paisano al volverse, subiéndose la cremallera de los pantalones de los que colgaba un cuerda de esparto ¿Tas bieeen bonica? ¿Ande vaaas con tanta prisa? ¡Gasta cuidao no te caigas en un ribaaazo!
Greta pedaleó fuerte para alejarse de aquella boca seca y desdentada. Llegando a Los Laureles divisó a su madre de pie junto al muro de la entrada protegiéndose la vista del sol con una mano y buscando en todas direcciones. —¡Puñetas!... Continuará…
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Culpable
L
o confieso: soy la culpable del divorcio de mi prima Adela. Y a mucha honra. Me da igual lo que murmuren a mis espaldas, ha pasado lo mejor que podía pasar y algún día me lo agradecerán. Los genios siempre h em os si do i nc om p r endi dos. Cuántos casos no hay como el mío... Desde Galileo a la Barbara Cartland. Las mentes preclaras de la Humanidad es lo que tenemos, agitamos conciencias y luego pasa lo que pasa... Os cuento... Resulta que le pasé a Adelita mi novela MIERDA, Mirada Indiferente Es Rara De Amar, la maravillosa historia amor del cacique Don Laureano Buendía y Casel, marqués de Linilla, con la dulce y encantadora María Elvirita de la Fuente y Robles de Pinilla... (Si quieres saber más de esta historia lee el número anterior). Ya sé que no tenía que haberle permitido que leyera mi novela, debería haberme esperado a que se publique,
pero es que debo confesaros algo: soy muy buena. No lo puedo evitar. La
gente buena es lo que tenemos, adoptamos bichos y contribuimos con cuanta c a u s a j u s t a s a l g a a n u e s t ro paso. Yo soy muy buena, ya digo, sin embargo no lo voy a desarrollar ahora que no tengo espacio, otro día. Aunque, no me resisto a apuntar... solo a apuntar... que soy madre como la que más, madre a más no poder, y que tengo un corazón, bueno, mirad si tengo corazón que uso una 130 copa D de sujetador, también es que al cirujano se le fue un poco la mano con las prótesis, pero eso es otra historia. Como iba diciendo, yo no quería que nadie leyera mi novela hasta que fuera publicada como merece, como merezco, a lo grande, todo siempre a lo grande, todo todo, pero como soy tan buena, tan generosa, tan madre, y vi tan mustia a Adelita este verano en el pueblo, un pueblo que es como para considerar 41
Escribe o revienta
seriamente la idea del suicidio, imaginad siete casas mal puestas, una llanura desmochada y gentes hijoputescas digo hostiles, pues eso es el pueblo, un lugar que oye, si eres creativa como yo se sobrelleva malamente, ahora que como seas una gazmoña a lo Adelita, es que saca
lo peor de t i, hasta el últ imo de los demonios que te habita y que en el caso de Adelita tomó la forma de adicción a la Nutella y al calimocho. Terrible. Bochornoso. Foca y borracha. ¡Quién da más! Otra en mi lugar hubiera mirado para otro lado y que cada quién se las apañe, pero como yo soy tan buena, no sé si lo he dicho ya, pero sí, soy muy buena, entonces, me dije que tenía que salvar a mi prima de esas garras que la tenían apresada como si fuera una vulgar coneja de campo, ella siempre ha sido un poco ligera de cascos, dicho sea de paso, aunque esto también es otro post, pero sí, ella no merecía esa suerte. Así que le pasé MIERDA para que la leyera bajo la higuera birriosa que plantó el abuelo Mateo y que jamás ha dado un puñetero higo decente, solo unas pelotillas verdes que no hay quien se coma, aunque no todo es malo, si colocamos tres sombrillas, el arbolillo no da mala sombra. En fin, que así se ha pasado el verano Adelita, bajo la higuera, sin dar palo al agua, escaqueada de todo, mas 42
libre al fin de las cadenas de la Nutella y el calimocho, y entregada al noble afán de la lectura. Claro que la perfección es la enemiga del bien, porque resulta que ahora dice que al leer mi novela se ha dado cuenta de que José Antonio, su marido, un cretino de metro y medio y cuarenta kilos de peso, un peso mosca cojonera, puritita cuajada caducada y verde, un cerdo que no ha hecho otra cosa que amargarle la vida, es un lastre del quince del que le urge deshacerse ya mismo, porque necesita otra cosa, merece otra cosa, y más concretamente un don Laureano, un marquesazo de tomo y lomo, para ella solita. Y nada, que se nos divorcia en una semana... Y todo por mi culpa, qué le vamos a hacer, las grandes mentes estamos para esto. Para abrir los ojos a las pánfilas estas y hacerles ver que están emparejadas con cerdos y peleles de los que deben liberarse a la de ya. Tal y como
hizo Galileo con la Tierra y la C ar tl and c on l a l ady D i. Recuerdo yo que la buena señora se declaró culpable en su día del divorcio de los príncipes de Gales... ¿Vosotras lo recordáis? Esta más reciente que lo de Galileo pero... No sé yo... Venga, os voy a hacer un favor, que sé que sois de natural perracas, y os copio y pego un trozo de entrevista que le hicieron a la señora esta para que no tengáis ni que
Por
buscarlo, ay qué buena soy, de verdad, muy buena: "Diana ha leído todos mis libros, en los cuales todo el mundo vive felizmente hasta el final". Claro con estos referentes ¿cómo iba a tragar la pobre Lady Di con la mala vida que le daba el orejones? Ni de coña. Menos mal que leyó los libros de su abuelastra Cartland... Libros donde aparecen mujeres enamoradas de: "esos hombres apuestos y altos que aparecen en las novelas y arrebatan el amor de las mujeres". Acabáramos. Y es que si no te arrebatan y encima tienen unas orejas enormes, lucen peinado espantoso y tienen además una amante clavadita a tu potra Gladys, lo mejor es darle puerta y esperar a que llegue EL HOMBRE DE
Lola Wellington
Como ha hecho mi prima Adelita inspirada en el amor VERDAD.
de don Laureano y María Noséqué,
por f in se ha librado del e s pa n t a j o d e l m a r i d o y a h o r a l a N u t e l l a s e l a u n t a a l c a r t e ro del pueblo, que no es que sea muy apuesto, ni muy listo, ni muy sensible, pero el apaño de momento se lo hace. Y es feliz, feliz no para tirar cohetes, pero felicilla, y todo gracias a mí, que soy grandiosa como Galileo y como la Cartland... Ay qué suerte tenéis de leerme. Pero por hoy ya basta. Os dejo, monas, y tened siempre a mi don Laureano como referente... ¡Me lo agradeceréis! ¡Hasta la próxima!
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E
No v e l i l l a s
l otro día, al comentarle a alguien que escribía novelas románticas, me dijo con el clásico gesto desencajado del desbordad@ por la vida: “Yo también quiero escribir novelillas, pero el trabajo, la casa, los gemelos, el perro, la gata, los jacintos, la azaleas… La vida… Ya sabes…”. Sé. Vaya si sé. Y entonces me acordé de una de las reinas de las novellilas, Barbara Cartland, a la que le dio tiempo a todo: a casarse varias veces, a diseñar aviones, a comprometerse hasta las pestañazas postizas con distintas causas… y a escribir casi novecientas novelillas. Qué tía la Cartland… La editorial M-Y Books publica en el Reino Unido su obra completa compuesta por novelillas de puro romance y 0, 0 de sexo, que escribía a razón de dos al mes. ¡Y sin rechistar! Y qué novelillas… Ella en su autobiografía confesaba: "no se compliquen con mis novelas. Son todas iguales". Pues sí para qué engañarse… “Mis novelas hablan de amor puro –decía la Cartland en una entrevista-, el romance es lo que importa. El sexo significa cosas sucias, sucias”. Y por ende: "A ninguna de mis heroínas le está permitido acostarse antes de la boda".
C u a n do l e í l a n o t i c i a de q u e s e p u b l i c ab a s u o b r a c o m p l e t a p e n s é : ¿Novelería blanca en tiempos de Grey?
El director de la editorial lo explicaba a renglón seguido: "Barbara Cartland es una autora única, conocida en todo el mundo por su escritura puramente romántica y porque sus novelas son adecuadas para todos los públicos". Lo traduzco: 50 Sombras es un cuento de hadas revistado mil veces no apto para menores ni para paladares exquisitos, pero un cuento de hadas al fin y al cabo, una historia como las de las novelillas de la Cartland repletas de cenicientas que acaban comiendo perdices en mansiones Tudor, después de la boda, por supuesto, porque antes de la boda ya sabemos que sus heroínas no comen nada de nada. Y desde esta perspectiva la apuesta editorial tiene sentido: los cuentos de hadas son atemporales y después de todo nos mola que nos los cuenten muchas veces… 44
Barbara Cartland. Pho
otograph: Rex Features
Por
Gema Samaro
Ahora además, parece que todo el mundo quiere contarnos cuentos, sus propios cuentos, el mismo cuento, y supongo que por eso proliferan las guías y los manuales para escribir novelillas, en las que se nos enseña lo fundamental de la técnica: la planificación, la estructura, del punto de vista… que está fenomenal, pero que no sirve de nada si no estás hecho de otra pasta. Porque para escribir novelillas, además de dominar la técnica, hay que tener la piel gruesa y la espalda de estibador para soportar cosas como: “tu novelilla es previsible, aburrida, truñesca-castañera-petardesca, tus personajes son planos, tus escenas son olvidables, no conozco a nadie al que regalaría esa cosa que has escrito y que ni con un palo sería capaz de tocar…”, se necesita paciencia, perseverancia, honestidad, autenticidad, humildad... y un vestido rosa de lentejuelas y plumas y un chihuahua que haga juego con tus sombra de ojos. Me fascinan las imágenes de Barbara Cartland con sus pestañones postizos y sus tres toneladas de maquillaje, con sus trajes de noche y sus plumas en su salón de Camfield Place, un casoplón en las afueras de Londres, donde vivía rodeada de muebles antiguos, cuadros, y flores y chihuaha disecados. Me encanta verla tumbada en su sofá vestida de tiros largos y dictando sus novelillas de puro romance a una diligente secretaria que jamás suspirará por nada. Pero en cambio ella… Era una mujer conservadora, con un discurso rancio y trasnochado, pero también era muchas más cosas. Me flipa la joven Barbara que junto a dos oficiales de la Real Fuerza Aérea diseñaron el primer avión-planeador remolcado por vía aérea (por el que recibió el Premio de la Industria Aérea Wright por su contribución al desarrollo de la aviación), la que obtuvo el Certificado de Mérito del Comando Oriental por los servicios prestados durante la Segunda Guerra Mundial, la que más adelante luchó por los derechos de los gitanos y logró una ley del parlamento, la que contribuyó a la mejora las condiciones de matronas y enfermeras, la que fundó y presidió la Asociación Nacional de Salud del Reino Unido, la que logró la Medalla de Oro de París, por sus 25 millones de libros vendidos en Francia, la que fue nombrada Dama de la Orden del Imperio Británico por su contribución a la literatura y por su trabajo para la comunidad… Casi nada. En fin, que cuando escucho lo de los gemelos y los jacintos, siempre pienso en esta señora y suelto la misma sentencia: no te queda mili
para escribir novelillas…
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C a n c i o n e s L e ja n a s
C
ometí el error de amigar a un antiguo novio en el Facebook y ahora me paso el día espiando sus estados porque es obvio que en ellos se encuentran mensajes cifrados para mí. Él era un gran aficionado a los jeroglíficos de Ocón de Oro y sé que todo lo que cuelga es alusivo… Lo último el “Canciones Lejanas” de Eros Ramazzotti… Una canción que colocó en su muro con la siguiente frasecita: “Para Rocío Camino (y tres corazones seguidos)”. O sea que va para mí, seguro, lo que pasa es que la canción parece escrita por un gallego que no sabe si sube o si baja, no sé, la letra es muy extraña, demasiado críptica, confusa, nebulosa, farragosa, vamos, que no me queda nada claro qué es lo que este tío pretende… A ver, arranca muy bien: Cuanto tú/ tú me hablabas de amor/ cuando yo/ te di mi corazón/ solo tú/ tú me hacías soñar/ eras tú/ mi principio y final… El comienzo sí, es obvio, éramos novios y nos dimos los corazones, hablábamos de amor, nos hacíamos soñar y éramos alfa y omega, sí, hasta aquí todo perfecto. Pero cuando la locura empieza es ahora: canciones lejanas que a veces también recuerdo/ sonando en la radio en el cuarto de mi hermano/ melancolía de nuestros padres… ¿Melancolía de nuestros padres? ¡Pero qué invento es ese! No sé… A ver… Sus padres… y la radio… Que yo recuerde el padre solo escuchaba a José María García, no creo que por ahí vayan los tiros. No. Tiene que ser por el lado de la madre. Sí. Ahora que lo pienso, a su madre le gustaba mucho Rocío Jurado y la tenía siempre puesta en el cuarto de su hermano mientras planchaba. ¡Dios! ¿Estará haciendo alusión al “te amo con las
fuerzas de los mares, yo”? ¿Se me estará declarando? Ay, qué calor me está entrando. Mejor sigo desmenuzando la letra, que ahora habla de amigos que no volverán… de eso paso, de amores fugaces, tampoco me interesa, de singles rayados en tocadiscos, ¿disco 46
Por Rocío Camino
rayado? Eso tampoco va conmigo, yo no soy chapas ni brasas, hablo lo justo y necesario, así que no, la disco rayado definitivamente no soy yo, esa en todo caso debe ser la madre que me tenía siempre tres horas al teléfono para contarme siempre lo mismo, no sé qué cruzada que tenía emprendida con una cajera del Día que siempre la miraba mal y le preguntaba si tenía cambio de 5000 pesetas. Solo de recordarlo, me duele la tripa. Horror. Voy a seguir con la letra: es siempre más cómodo/quejarse que reconocer/ el tiempo malgastado que no vuelve más/ cuando dicen que eran mejores/ entonces sí y les respondo que lo bueno esta ahora aquí... Esto es un
l í o d e t r e s pa r e s d e n a r i c e s , p e ro c r e o q u e l o t e n g o p o r q u e soy una crack de la decodif icación. Me parece que se lamenta por haberme dejado marchar, al tiempo que reconoce que yo soy ahora lo único bueno que tiene. ¿Es eso? A ver si la estrofa final nos lo aclara… la nostalgia me atrapará /con esa trampa agridulce para el corazón, que sí, que sí, que ya sé que me recuerdas y tal… melancolía de nuestros padres, esto es otra vez la Rocío Jurado, fijo, tal vez un pretexto para hablar de amor / pues sí, mira, háblame de amor que me mola, ya que por lo visto se les olvidó/ y si un día tengo que darles la razón/ puede ser así pero de momento no. Solo son desde hoy canciones lejanas… ¿Pero qué pastiche,
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Cántame, me dijiste cántame
por favor? O sea, a ver si me aclaro, que si un día tiene que darle la razón a los padres con lo de que cualquier tiempo pasado fue mejor… que se lo dará, pero que por ahora que no. ¿Pero que no, qué? ¿Qué es mejor lo que tiene ahora? ¿Y lo que tiene ahora qué es? Si lo único que hace es ponerme cosas alusivas, pero realmente no me dice nada concreto. Y yo estoy loca porque me lo diga de una vez, y no porque me guste, qué va, si lo mejor que me pasó en la vida fue sacarme a este muerto de encima. Quita, quita. Yo estoy con el jueguecito de las alusiones y los intercambios de fotitos y videos en los muros para vengarme más que nada, lo
que yo pretendo es que me diga lo de la Jurado y darle un zas en toda la boca con el “Se nos acabó el amor” y después rematarlo con una de las pocas canciones que reconozco que me habría gustado escribir “Ese hombre”, concretamente esta parte: Es un gran necio, un estúpido engreído, egoísta y caprichoso, un payaso vanidoso, inconsciente y presumido, falso enano rencoroso que no tiene corazón. Lleno de celos, sin razones ni motivos, como el viento, impetuoso, pocas veces cariñoso, inseguro de sí mismo, soportable como amigo, insufrible como amor. Qué a gusto me voy a quedar. Ay. Y ya no debe quedar mucho para que ese momento llegue, jojojo, entretanto, para que las horas se me hagan más cortas, me quedaré destripando unas cuantas cancioncitas con mi moto-sierra rosa… Ya os cuento en el próximo número…
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Querida Miss Sousa: Soy María Desamparada… Le escribo porque me gustaría saber si voy a encontrar pronto al hombre de mi vida. Estoy fatal. Mi último novio acaba de dejarme porque mi perra tenía la fea costumbre de mearse en sus alfombras. Puede creer que me pase esto a mí? A mí que el amor es mi bandera, que pienso que todo lo puede y que todo lo vence…. Cómo me puede dejar un tío porque mi caniche se mee en sus horribles alfombras? El tío tampoco es que fuera muy allá, solo tenía pelo donde no hay que tenerlo, un gusto terrible para todo, y una conversación que aburría a las piedras, pero podía haber sido él. Desde el principio me pareció muy poco interesante y físicamente me repelía, pero como lo importante es el interior y todo eso, decidí darle una oportunidad… Pero nada. El interior horrendo, alfombras de estampados imposibles que mi perra con muy buen criterio no podía parar de mear, cortinones de palacete de marquesa venida a menos y muebles heredados de una abuela rompetechos. Y qué tío más aburrido, cuando no me hablaba de la ex, una descerebrada adicta a las compras, aunque después de conocerle pienso que buena culpa tuvo él de que la tía se hiciera adicta, porque yo le juro que estuve a punto de esnifar pegamento después del fin de semana que pasamos juntos, y luego estaba muy obsesionado con su interior, con encontrarse a sí mismo y esas gaitas que no sirven para nada porque lo primero que debes hacer, si te preocupa tu interior, es poner unas alfombras decentes en tu casa, persas, como poco.
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Así que nada, miss Sousa, que aquí sigo sola pero con esperanza, la esperanza nunca la pierdo, ahora que tampoco le voy a mentir, me estoy empezando a cansar de tanto esperar al pelma de mi príncipe que yo no sé dónde estará metido el muy cierrabares, porque mira que lo busco, o en qué burra viene montado para venir a mi encuentro, bueno eso sí lo sé, en una burra reumática porque más lento ya no se puede ser. No puedo más. Mire a ver en sus cartas si aparecerá pronto, ~ porque como se demore como unos diez anos, yo ya paso de tirarme a más espantajos humanos, me lo tomo de otra manera más relajada y por supuesto que dejo de catar tanto yogur caducado con la cosa de si es él. Así que por favor la necesito, dígame si aparecerá pronto el hombre de mi vida…
El tarot del amor
Querida María Desesperada, perdón, Desamparada: Me pillas sin cartas en este momento, pero tranquila que no me hacen falta. El hombre de tu vida dices… ¿Pero eres de las que se conforma con tener solo uno? ¿Y cómo pudiste pensar que el hombre de tu vida podía ser un tío con esas alfombras terribles? ¡Por favor! A la menor señal de alarma, siempre hay que poner los pies en polvorosa. Tu caniche sí que sabe. Fíate de ella. Una perra sabe muy bien donde mea, querida, si yo te contara la historia de una perra que no para de mear en muros ajenos… pero eso es otra historia. Volviendo a lo tuyo, a ver si empiezas a hacer las cosas bien, no vuelvas a relacionarte con adefesios porque por definición un príncipe no puede ser un adefesio. No te engañes. Los adefesios son siempre adefesios. No vuelvas a tomar nada caducado, jamás. Y en cuanto a si aparecerá pronto el hombre de tu vida, pues yo que sé. Aparecerán hombres de todo tipo, y cuando menos te lo esperes, aparecerá uno que te traerá ilusión y ganas de vivir, como a mí ahora. Mira, yo que no espero nada, ahora tengo un amante persa, como las alfombras que debería tener tu último fiasco, que me tiene bien relajada. ¿El hombre de mi vida? El hombre de las últimas seis horas. ¡Y qué seis horas! Así que no seas boba, amiga. No busques hombres para toda una vida, eso es una lata, qué tostonazo, madre mía. ¡Espabila! Además, ¿no te ha dicho tu abuela o una amiga un poco más lista que tú que ni siquiera enviagrados logran estar a la altura, toda una vida? Total no pides nada, querida, eres una ilusa y me temo que ya no tienes quince años, bueno, yo es que ni a los quince me tragué el cuento ese. Así que baja de la nube, mona. Y da gracias si encuentras uno apañado, que te deje todo el día con una sonrisita boba en los labios… ¿Lo encontrarás? Parece mentira que te tenga que explicar esto, pero como se te ve así como cortita, te revelaré una verdad que deberías saber desde los tres años: los hombres son como esos pendientes bonitos que solo aparecen cuando no los buscas. Yo tengo unos buenos pedrolos, unos esmeraldas que quitan el hipo, que solo aparecen en mi joyero cuando no me los quiero poner. Es así. Los tesoros tienen esos códigos. No hay más. No puedo decirte otra cosa, querida. No busques, ni comas más productos pasados de fecha; sal, viaja, diviértete y seguro que la vida te sorprende. Hazme caso. ¿De acuerdo? Te dejo ya, querida, que el persa me está mirando de aquella manera y yo no estoy para perder el tiempo… Un saludo muy cariñoso, Miss Sousa 50
Aquí se van a escribir relatos a la carta, igual que si fuera un restaurante; sin embargo, este va a ser literario donde tú escoges lo que te apetezca. ¿Tienes una fantasía que te gustaría ver plasmada en un relato? ¿Quieres sorprender a tu pareja con una declaración peculiar convertida en historia? ¿Simplemente tienes una historia y quieres verla escrita? Decide lugar, características físicas, nombres, ambientes, situaciones, época, etc… Lo que quieras, lo que más te guste, tú elige, haz volar tu imaginación. Pide por esa boquita que ahora tienes la oportunidad de que te escriban la historia que tienes en la cabeza. Solo hace falta que nos envíes un correo a info.amorfu@gmail.com con tu petición, nosotras escogeremos uno al azahar, lo escribiremos y lo publicaremos en el próximo número. A que mola, pues venga… que arrancamos.
La vida en pareja y las relaciones en general son complicas y enriquecedoras al mismo tiempo. Quien no ha tenido ganas de enviar a la mierda a su pareja y amistades más de una vez. La línea que separa el amor y el odio puede ser tan delgada que da la sensación de que se unen y se muta en un sentimiento complicado y difícil. Eso de «te quiero mucho, pero no te soporto» alguna vez lo hemos experimentado en la vida, sea con una pareja o amistad, incluso tal vez sea el tipo de relación sentimental con la que lidia un ser cercano. Y de esto hablábamos no hace mucho un grupo de amigas y yo. Cada una dio su punto de vista, algunas explicaron experiencias de gente a la que conocían y que encajaban en el «te odio, pero te quiero». Mis amigas, que saben lo mucho que me gusta escribir, me retaron a que diera mi opinión en un relato. En Amor fú nos encantan los retos y por ello acepté sin pensármelo.
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Toda tuya
Te odio a primera vista
C
arlos y Carla se conocieron en la gestoría en la cual trabajaban. Lo suyo no fue un amor a primera vista, sino un te odio a primera vista. Las coincidencias entre ellos eran graciosas, puesto que no solo se trataba del nombre, también ambos eran morenos de ojos azules y habían nacido el mismo día: un veinte de agosto de mil novecientos ochenta y cinco. Aún así ni dichas coincidencias fue suficiente motivo para que se llevaran bien o los uniera algún sentimiento cordial. En el primer día de trabajo, en el cual su jefe los presentó, saltaron chispas de esas capaces de electrocutar a un ser vivo a un kilómetro a la redonda. Los días fueron pasando y a más sabían uno del otro, más crecía el odio. A uno le gustaba la fruta, al otro la verdura. Carla adoraba los gatos y Carlos los perros. Ella tenía pasión por el cine, él por el teatro. Uno veraneaba en la playa y el otro en la montaña. La Coca-Cola era la mejor bebida para él, pero ella decía que la Pepsi-Cola era mil veces mejor. Y para acabarlo de rematar Carlos era de políticas de derechas y ella de izquierdas, imaginaos los debates políticos que estallaban entre ellos. Increíble. Pero la cosa no se quedó en debates surrealistas y riñas infantiles, ¡qué va! La oficina pronto se convirtió en un campo de batalla de bromas de mal gusto. Todo empezó un día en que Carla se le ocurrió la brillante idea de untar la silla de su «queridísimo compañero» de Loctite. Imaginaros la escena: Carlos pegado a una silla, intentando despegarse con desesperación mientras un coro de risas estallaba a su alrededor. Su orgullo masculino quedó tocado, pero no hundido. Carlos devolvió el golpe y un día le puso colorante al café de Carla. La mujer estuvo días con unos bonitos dientes y labios teñidos en azul eléctrico. Los compañeros de esta peculiar pareja temían lo peor y por más que intentaron interceder, no hubo nada qué hacer. Incluso su jefe amenazó con despedirlos a los dos. No obstante, ellos siguieron a lo suyo, con sus bromas de mal gusto, a veces crueles. Hasta que no hubiera un ganador, aquello no pararía. Se odi aban. Se de te staban. Li te r al m e nte a m ue r te. Carlos y carla vivían para lastimarse; ideaban planes rocambolescos mientras comían, bebían, trabajaban, duchaban… pensando en cómo joder la vida al otro. Se convirtió en una terrible obsesión que no los dejaba ni dormir. Pero Carla sabía que ella sería la ganadora. No tardó en darse cuenta de que su contrincante guardaba un secreto. Carlos, a veces, desaparecía sin más, no daba explicaciones en el trabajo y siempre faltaba los mismos días y
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Por Rocío Camino
los intervalos entre ellos siempre eran también los mismos, como si algo estuviera cronometrado. Por ello un día decidió que lo seguiría;
ella se encargaría de sacar a la luz lo que él guardaba tan celosamente, y entonces se proclamaría vencedora. Casi paladeaba la
victoria. Así que un día Carla esperó a que Carlos saliera de su casa. Había alquilado un coche por aquello de que no quería que la reconociera si conducía el suyo propio. El hombre entró en un hospital y ella no entendió nada, las preguntas se amontonaban en su mente. Y todas tuvieron respuesta. Carlos estaba muy enfermo. Sus riñones habían dejado de funcionar y tenía que ir a diálisis sí o sí. Cuando Carla lo vio en aquella habitación repleta de enfermos como él, tumbado en la cama y enchufado a una máquina como si se tratara de una condena a cadena perpetua, su corazón dejó de latir. Entonces ella tuvo la solución. Las pruebas de compatibilidad, que Carla había pedido que le hicieran, habían salido positivas. ¡Bien! La mujer estaba radiante de felicidad. Carla ofreció uno de sus riñones a Carlos a cambio de nada. No quería
a g r a d e c i m i e n t o d e n i n g ú n t i p o , n i q u e l e ro d e a r a n e l c u e l l o con medallas. Su regalo era ver a Carlos fuerte, lleno de salud y de regreso al trabajo, porque sin él nada sería igual. En una semana el hombre estaba liberado de su condena perpetua y un trozo de ella formaba parte de él. A partir de ese día las cosas cambiaron. Aunque las diferencias de gustos e ideas eran muy diferentes entre el uno y el otro, el amor entre ellos existía; de hecho siempre había existido, aunque ninguno en un principio se dio cuenta debido a ese sentimiento de superioridad y orgullo que embarga siempre al ser humano. Carlos y Carla se casaron. En el jardín de su casa había un huerto donde se plantaban verduras y árboles frutales. Adoptaron un perro y un gato. En la nevera te podías encontrar Coca-Cola y Pepsi-Cola. La pareja veraneaba un año en la playa y al otro en la montaña. De vez en cuando se acercaban al cine y si no, al teatro. Sus dispares ideas políticas siempre encontraban puntos en común. En el hogar de Carlos y Carla convivían muchos matices e ideas, todas dispares, pero fluían en plena armonía, porque lo que más reinaba en el interior de esa casa era el amor y el respeto. Las barreras nos las marca nuestra mente, no la vida ni sus circunstancias. Si se quiere, se puede. Encarna Magín encarnamagin.blogspot.com
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D i s e ñ o de p o r t a da :
L u c a M a r t i da n y © M a r t i da n y s h o o t i n g M aq u e t ac i ó n : LuZe Trotaversos R e da c c i ó n y a dm i n i s t r a c i ó n : E di t o r e s f ú C or r e o: i n f o . a m o r f u @g m a i l . c o m
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