Bi e n v e n i d o s Amor Fú es una revista de amor y humor escrita por seis mujeres y diseñada por un hombre, todos mega fú perdidos. Confesamos que el amor nos pone y hablamos y escribimos sobre él y sobre sus novelas sin prejuicios, sin pedir perdón, p l a n t a n d o c a r a , d e f r e n t e , a p e c h o d e s c u b i e r t o , c o n u n pa r , s a l i e n d o a g a n a r y c o n f a l d a s y a l o l o c o . N o s c o m p ro m e t e m o s a q u e e n n u e s t r a s pá g i n a s e n c o n t r a r á s m u c h o a m o r - a r t í c u l o s sobre el amor, relatos de amor, reflexiones sobre las novelas de a m o r , r e s e ñ a s d e n o v e l a s ro m á n t i c a s , d e s c u a r t i z a m i e n t o s d e c a n c i o n e s d e a m o r y c o n s u l t o r i o s a m o ro s o s - ; a d e r e z a d o c o n r i s a s , d i v e rs i ó n , l o c u r a , p a s i ó n , o r i g i n a l i d a d y r i e s g o . Y d e c i m o s esto no porque no tengamos abuela, que algunos la tenemos, sino porque los que escribimos en Amor fú lo hacemos movidos por u n a s g a n a s d e pa s a r l o b i e n y d e d i v e r t i r n o s q u e n o p o d e m o s c o n ellas. Por lo que a poco que sepamos llevar a nuestros escritos e s t e e s p í r i t u g a m b e r ro - j o c o s o - a m o ro s o q u e c o r r e p o r n u e s t r a s venas lo mismo que un ciclón, te arrancaremos una sonrisa, s e g u ro . S í , s í , s e g u ro . Y s i n o e s d e f o r m a e s p o n t á n e a , s e r á a p u n t a d e n a v a j a p l a t e á , p e ro d e a q u í n o s e m a r c h a n a d i e ( s o b r e todo si está de buen ver) sin que le arranquemos la camisita, digo, la sonrisita. Así que no pierdas más t iempo, ponte a leer y ya nos cuentas cosas bonitas, que te recuerdo que vamos a r m a d o s h a s t a l o s d i e n t e s y s o m o s m u y p e l i g ro s o s . ¿ C a p i s c i ? Pues amig@, muchas gracias por estar aquí y mogollón de besos Fú.
S u m ar
arrio fĂş
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i nombre es Oliverio Morfidal soy psicólogo tengo 58 años. A la tierna edad de 12 años se me encomendó una misión muy especial consistente en conocer la mentalidad del homo sapiens en cuestiones de amor fú y a los humanos que por casualidad tuvieran la dicha de confesarme sus problemas sentimentales. No os quiero engañar, prefiero empezar como es debido, de frente y sin embustes. No tengo carrera universitaria ni falta que me hace ¿para qué? Cuando os cuente mi experiencia personal de vida comprenderéis que he sido ungido con los óleos del conocimiento místico del amor y soy capaz de solventar lo que no tiene apaño ninguno por mucho que el destino se empeñe en señalarnos lo contrario. Nací en Poyales del Hoyo, provincia de Ávila, en pleno valle del río Tiétar. Maravilloso paraje. Si podéis haced una excursioncita, no os arrepentiréis. El verano en que cumplí los doce años en una de esas noches en las que mis amiguetes y yo íbamos a robar fruta a la huerta del tío Venancio montados todos en la burra Romera, propiedad de mi abuelo, se desencadenó una tormenta de las de aúpa. Mis tres amigos se apearon del jumento y me dejaron solo con ella. Corrían como alma que lleva el diablo. Mi abuelo siempre me advertía de que le tapara las orejas a Romerita con un sombrero si me pillaba la “tempestad” en medio del campo ya que éstas atraen a los rayos… Me dio tiempo tan solo de estirar la mano para coger el sombrerito de las alforjas. La centella entró por el rabo de la burra y salió por las quijadas. Esa fue la última visión que tuve. Curiosamente no morí porque podría haberse dado el caso, sería lo más natural… No para nada, para nada. Desperté algo cambiado eso sí con los pelos de la cabeza algo más rubios y rizados y los del pubis también más lisos; fue entonces cuando asistí a un espectáculo insólito. Un anciano me tocó en la cabeza con una vara de fresno al tiempo que pronunciaba unas palabras en un idioma extraño pero que comprendí a la perfección. Yo era “ El Elegido”. Me puso en las manos las quijadas y el rabo incorrupto de la burra y me comunicó mi maravilloso cometido. Ayudaría a solventar los problemas amorosos de la gente guiado por los conocimientos depositados en estos originales instrumentos terapéuticos. ¿Qué? ¿No os lo creéis? Pues probad y preguntad lo que queráis. Sin reparos. Soy el mecánico del Amor Fú y ayudado de la quijada y de mi rabo incorrupto no hay ni habrá problema del corazón que se me resista.
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Consultorio amoroso
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uerido Dr. Morfidal. tengo un hambre lobuna de sexo y desenfreno… ¿Se puede creer querido Oliverio que tardó menos de un minuto en colocarme la canción de Antonio Molina “Cocinando me doy una maña que no hay en España quien guise mejor”? Me entraron los sudores de la muerte… como loca busqué un menú completo para 24 comensales en las imágenes de Google y se lo planté. M e r e s p o n d í ó c o n u n a f o t o
Mi nombre es María del Desamparo de Dios. Podría haberme presentado como muchas personas hacen, a través de mi horóscopo, pero la desazón me lleva por los derroteros de la sinceridad. Yo no sé si estará puesto en esto de las nuevas tecnologías y las redes sociales, pero tengo una fe depositada en usted y su quijada que surca los mares. Empezaré por el principio para no despistar y que me pueda ayudar en condiciones. Mi amiga Potxi de Langreo m e a n i m ó a q u e m e a b r i e r a u n p e r f i l d e Fa c e b o o k. Estoy aburrida de mi vida cotidiana ¿sabe? ¡Ni le cuento! ¡En qué hora! HE CONOCIDO A UN HOMBRE…… Y usted pensará ¿y qué? Normal. Pues no señor ¡lo nuestro no es normal! Todo empezó por el dichoso botoncito del “Me gustas” Si, ese invento que solo puede ser obra del demonio pero del demonio coronado, te haces amiga de un señor que a su vez es amigo de otra amiga tuya así de forma inocente porque te fías de la otra que parece que le dio entrada sin mucho apuro… y te colocas la soga al cuello. Te condenas en vida. La cosa empezó por una fotito de unos calamares a la romana que colocó. ¡uy me chiflan!No me pude negar. Le dí al me gustas. En señal de agradecimiento y como me daba un poco de vergüenza escribir en su muro coloqué un pollo en pepitoria sin mucha salsa no fuera que se pensara que me deleito, me regodeo y me chupo los dedos cuando se trata de mojar pan en el caldito y dedujera que
de un banquete nupcial…¡Qué d e l i r i o !, el éxtasis se apoderó de mis deditos y como tirados por un hilo invisible registraron internet en busca de un par de anillos de compromiso que hicieran juego con esa foto del banquete nupcial….Y de repente,
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Consultorio amororo
como vino así se marchó… yo creo que lo asusté. Han pasado los días querido Oliverio y él no me ha vuelto a hablar. Sin embargo de un tiempo a esta parte siento en el cogote de mi Facebook unos ojos de águila que me escudriñan y analizan mis fotos, mis canciones y mis pensamientos “feisbukeros” Si yo hablo del calor se pone una piscina en su muro así sin venir a cuento y yo en mi mismidad pienso ¿ será para mí? y me envalentono y coloco una toalla de felpa de rizo americano de esas de 600 gramos/m2 buenas, buenas, nada de toallas de Portugal compradas en Valença do Miño. Al rato observo en la pantalla de inicio desfilar una imagen de un bastoncillo de algodón de esos para deshollinarse las orejas… y la duda me corroe y subo una oreja de elefante no se vaya a creer que estoy necesitada de algo… con la boca abierta y sin poderla cerrar de la estupefacción contemplo
como pasa ante mis ojos una imagen de un pigmeo… Oiga Oliverio ¿los pigmeos no cazan elefantes? Bueno pues como respuesta a este desafío y conociendo la estatura de este grupito étnico le lanzo una foto de un enano de esos que venden en los chinos y que mis amigas chaleteras colocan en las esquinitas de sus jardines. Los odio, odio la estética de esas figuras infames con risas cretinas y barbas patéticas. Pero creo que si no contesto, la locura y las ganas de saber si se está comunicando conmigo con un lenguaje no escrito basado en imágenes que solo él y yo desciframos, se apoderarán de mi cuerpo y me volveré tarumba… Mi querido Oliverio necesito desesperadamente de su ayuda .
¿Cree que estos signos son la clara e v i d e n c i a d e u n a m o r l o c o ? Se despide de usted una Desamparada.
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Estimada Desamparada: No veo el problema por ningún lado bonita . Observo sin embargo que te has desviado un poco de la idea que te podría enganchar de nuevo al ser amado y que en un principio fue la solución “La comida” Bien es verdad que te pasaste con los anillos de compromiso. Siempre os lo digo No agobiéis a los hombres ¡Respetad los tiempos, que luego os pasa lo que os pasa!. Ahora tranquila y toma nota de lo que te diga la quijada: “Con una foto suya que cubrirás tres veces al día durante la semana de luna llena con medio kilo de azúcar blanquilla y dos kilos y medio de miel de pino piñonero te situarás delante del ordenador y mirando a la foto de su muro rezarás la siguiente plegaria con mucho mucho fervor: Señor de la Cañita arrebátale los sentidos Y que empiece a emitir gemidos Quijada de asno en salmuera Si no me quiere que se muera Rabo de burro estofado Que por mi amor se sienta arrebolado Virgen de la teta arrastra Que por mis huesos viva de día y de noche empalmado Te puedo asegurar querida Desamparada que a la vuelta de un mes lo tendrás arrodillado y a tu plena disposición No te desesperes bonita y pónle bien ahí de fotos de estofados y paellas para doce que al hombre siempre se le gana por el estómago.
L as vacas gr iegas dicen μ.
Esto último es una enseñanza del rabo de mi burra…..Todas las consultas llevarán una.
Doctor Morfidal
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i nombre es Porfirio. Soy viudo. Tengo una ristra de años aunque muchos menos de los que te puedas imaginar, poseo un negocio ruinoso en la calle Leganitos de Madrid, cerca de la Gran Vía. Los artículos que se venden en mi tienda en esencia son trastos viejos que los vecinos de la calle me van suministrando. Entre radiocasetes de los años 70 planchas eléctricas de viaje por supuesto sin vapor, vajillas de Duralex de aquellas de color verde, rayadas pero indestructibles, relojes de cuco sin cuco, carritos de bebé de tijera y montones de crucifijos de los que se colgaban encima del cabecero de las camas de matrimonio antiguamente, iba transcurriendo con más pena que gloria mi vida laboral, de tal manera que no pude creer en mi “buena suerte” cuando una mañana de verano de no hace mucho entró aquella mujer en mi tienda. Otra cosa no tendré pero psicología de tendero poseo para dar y regalar y esta tipa no me la daba con queso. Su sonrisa llena de dientes no podía enmascarar aquellos ojos ahuevados desorbitados y llenitos de ansiedad por mucho que lo intentara. Empujó con demasiada fuerza la puerta de mi establecimiento y gritó con excesiva euforia ¡¡¡Buenos días!!! Si ya lo decía mi padre más sabe el diablo por viejo… Como por arte de birlibirloque sacó de la nada una colección de libros de una tal Sarah MacLean, que no había visto en mi vida, y como si se tratara de incunables intentó endosármelos a la nada despreciable cantidad de 20 euros por libro. La majadera se pensaba que yo había nacido ayer o que me había caído de un guindo tanto daba, pero decidí seguirle el juego y hacerme el panolis porque vamos a ver ¿quién en su sano juicio osaría entrar en una chamarilería llena de cachivaches y trebejos como si fuera una tienda de Almoneda, a vender casi estaba seguro mierdas a 20 euros? Le compré la moto porque tengo una amiga puta que está pasando por un mal momento y se me ocurrió en aquel mismo instante que si leíamos un cuento de hadas victorianas entre los dos y comentábamos se nos haría más ligera esta existencia tan gris y monótona. Así que elegí para empezar “ Diez lecciones para cazar a un lord y que te adore” Teté. Así se llama mi amiga. Nombre de guerra “boom boom bazooka”. Parece el mote de un boxeador, ¿verdad? Es una luchadora nata no hay duda. Todos los días antes de irse a dormir pasa a mi tienda y nos tomamos un par de cafés del Starbucks con unas galletitas de chocolate blanco. Ahí viene, espero alegrarle el rato. Uy ¡qué cara me trae hoy! Está más quemada que la pipa de un indio! ¡Mi olfato de tendero no falla! –Porfi ¿ te importa cariño que haya bautizado hoy los cafés? –Mientras no sea con pacharán no, cielo. Odio las endrinas, demasiado amargas para mi gusto.
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–Pues yo ODIO A LOS HOMBRES. Hoy un cliente me ha venido con una cajita de una joyería .¡Había anulado todas mis citas! Sabes que tengo la cochina manía de enamorarme de aquellos que me visitan más de dos veces en una semana. Pensé que quería ponerme ya el anillo en el dedo… ¡qué rato más malo Porfiiiiii! –No me lo digas chati, no era una joyita anular sino anal, –¡Sí! Ha sido horrible, prefiero no hablar más de semejante rata de alcantarilla. Nos abrazamos un momento para consolarnos. Sé que tengo la culpa de que se sienta así. Le meto ideas estúpidas en la cabeza sobre hombres inexistentes a través de novelas de medio pelo, pero no lo puedo evitar. Nos reímos tanto que nos sirve de terapia. –Sabes querida que para dar caza a un señor con posibilidades no tienes que ser tan verdulera ni tan soñadora, solo debería percibir tu presencia así, disimuladamente, sin notarla. –¡Ah sí! como la pesada esta que nos traemos entre manos. ¿Has terminado con las hazañas de lord Nicholas Pluscuamperfecto y lady Isabel Townsed? –Más bien han terminado ellos conmigo. Un lord tedioso con ínfulas detectivescas que se encandila con una señora que se pasa el día en un tejado como una salamanquesa… –Lo estaba reparando no seas así…. –Sí, si ya. Al principio pensé que me podría enganchar una historia de una mujer que una y otra vez es apostada por su padre en tugurios apestosos, que es capaz de montar en su hogar una casa de acogida para mujeres víctimas de los hombres pero… –Pero no hay quien soporte las lecciones de la revista “Perlas y pellizas” para cazar a un lord, que se inventa la señora escritora para dar relleno y fuste a la novelita de marras; la lección tres es como para morirse de la risa Porfi. ¿Te imaginas no mostrar las mejores virtudes cuando un hombre te gusta ni enseñarle que tienes una cabeza que sirve para algo más que para llevar sombrerito de tul? –Tú lo has dicho bombón: lección cuatro o cinco no recuerdo bien, creo que me caí de la silla del cabezazo que pegué. Es mucho mejor conquistarle bordando mantitas para la silla de montar… –Tarde o temprano lo podríamos cansar con nuestra inteligencia, el siguiente consejo es divino: mostrar asombro por la suya rozándole los deditos y sin palabras, pidiéndole que haga gala de sus habilidades. –Desde luego este es de lo más normalito con las pericias sexuales con una bajada al pilón y un misionero despacha a la prota. –Talentoso en la cama no es pero como dice Perlas y pellizas podremos perdonarle un par de defectillos ¿verdad Porfi? Que un señor sea un aburrido sexual no es ni de lejos tan deficiente como tener una risa estridente o la vista cansada. Total cuando la chica se
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envalentona un poco la llama descarada… –Da lo mismo, aquí lo que prima es ser misteriosa, Teté: cuando lo hayas cazado te piras y lo dejas con un palmo de narices para que empiece la caza y el lord disfrute. –Te juro que esto no hay quien lo aguante ¿Y quién dices que te sopló 20 euros por semejante castaña? –Una que entró el otro día en la tienda con cara de chunga y ganas de engañarme. Se creyó que no la vi pero además de los veinte euros me afanó un crucifijo –Joder seguro que lo quiere para algún aquelarre. Brindemos Porfirio porque no nos a b a n do n e l a c o r du r a e n e s t e m u n do de l o c o s . –¡Salud! Mañana será otro día…
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Nunca los vicios fueron tan religiosos
¿Qué explicar de mí, una monja cuarentona casta y pura? De verdad, hermanas y hermanos, no hay mucho que contar. A parte de mi vocación religiosa, me gusta desplazarme con una vespa pintada de rosa neón. Que bajo mi hábito marrón oscuro llevo leotardos de colores. Que no llevo bragas porque me irritan el… ya sabéis eso... el coño. Que en mi celda tengo un par de macetas de marihuana. Que me gusta practicar puntería con las fotos de políticos. Que odio cazar elefantes. Que me limpio el cu** con la propaganda electoral. Que no consumo productos alemanes. Que he empapelado las pareces de mi celda con posters de tíos buenos. Ya veis… soy muy normal. Poca cosa más puedo contaros, salvo que he descubierto una afición la cual llevo en secreto. ¿Y cuál es esa afición? Yo os la cuento, no sin antes disculparme ante esas cristianas mentes encerradas en una prisión de oscuridad y mentiras que seguramente se llevarán las manos a la cabeza cuando terminen de leer lo que tengo que contaros. Porque en el fondo todos somos libres de creer y escoger; y si ellos escogen odiarme, pues bienvenido sea. A mí, como dicen los jóvenes: «me la suda» o «me la sopla». Olé la madre que me parió. Todo empezó un día de invierno, esos días en que los pelos de las piernas se levantan como escarpias cuando una bocanada de aire helado se cuela por debajo de mi hábito de monja. Todo era normal, yo iba a impartir clases de catecismo a las niñas de quince años internadas en el colegio de monjas La Iluminación de Nuestro Señor Espíritu Santo de Todos los Cielos y Salvador de las Almas Pecadoras. Impartí la clase correspondiente y puse unos ejercicios. El aula estaba en silencio, yo iba de un lado a otro vigilando que las alumnas hicieran dichos ejercicios cuando a una de esas rebeldes se le cayó un libro al suelo. ¡Plaf! Me di la vuelta y vi la prueba del pecado, allí mismo, en el suelo. No se trataba del libro de catecismo, ¡qué va! Allí se extendía un rectángulo, como un agujero negro dispuesto a absorberme sin piedad. Sin
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demora recogí el libro y leí el título: Secretos peligrosos de Lisa Marie Rice. Mmmmm ¿Secretos peligrosos? Miré a la niña de reojo, fijándome en cómo su cara ardía de vergüenza. Miré otra vez la portada: un hombre y una mujer se besaban. Miré otra vez a la niña: esta vez ella pareció encogerse en su asiento, empequeñecerse ante mi mirada devoradora, acusadora, inquisidora, amenazante, peligrosa… Sí, ella sabía que el castigo era inminente, que no habría piedad, porque a los pecadores se les castiga. Dios castiga a los infieles. Eso dice la Iglesia, es lo que nos han hecho creer toda la vida. Pero bueno, de las mentiras de la Santa Iglesia ya hablaré otro día. «Es de mi madre, lo he cogido por equivocación», dijo la chavala. Yaaaa, claro, y yo soy la reencarnación de Elvis Presley. Pues a lo que iba. Abrí el libro y dejé que el azar me enseñara una de sus páginas, que mi mirada se deslizara por las letras y se detuviera en un punto también escogido a su suerte. «Le venían tantas imágenes a la mente… El rostro de Nick mientras entraba y salía lentamente de ella. En ocasiones se apoyaba en los brazos, con los bíceps contraídos, y bajaba la mirada hasta al lugar donde se unían los cuerpos. También ella había mirado, observando cómo su enorme pene salía con lentitud, empapado con sus jugos, grueso y surcado de venas…». (Página 208)
¡Virgen Santísima! El libro, de pronto, quemó en mis manos. Lo agarré con fuerza: quería leerlo. Quería leerlo ¡ya! ¿De verdad existían libros tan… tan calientes? Idiota de mí… y yo aún mirando religiosamente pelis porno en VHS que heredé de una tía soltera y que miro en una tele antigua y un video de la época de los dinosaurios. En fin… volví mi atención a la chavala, la pobre estaba temblando de miedo. Sabía la que le caería encima. En otras circunstancias la hubiera enviado al despacho de la madre superiora. Pero mi agradecimiento interior por tamaño descubrimiento impidió que lo hiciera. ¿No dice la Biblia que es cristiano perdonar a las ovejas descarriadas? Eso es lo que hice, así que nadie podía recriminarme nada. En el fondo soy una buenorra, una cristina que da ejemplo a las
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multitudes. Eso sí, le confisqué el libro. Yo ahora no lo soltaba. Así se abriera el Cielo y me
escupieran desde aquellas puras alturas. Eran tantas las ganas de leerlo que ante la clase aquejé un ataque de piedra en el riñón, una hernia discal y otra de hiato, un desprendimiento de retina, una migraña de caballo y un esguince de tobillo. Salí de allí dispuesta a encerrarme en mi celda, a devorar el libro sin piedad. Me senté en la cama y debajo del colchón saqué la cerveza que había robado honradamente de la nevera del párroco del pueblo la tarde anterior cuando fui a visitarlo. Mientras bebía la cerveza y eructaba, miré la sinopsis: SECRETOS PELIGROSOS Como bibliotecaria de un pequeño pueblo, Charity Prewitt jamás soñó conocer y enamorarse de un hombre como Nicholas Ames, un encantador y atractivo millonario que un buen día apareció en su vida y la cambió por completo. Nick es poderoso, sensual, el hombre perfecto. Sabe qué decir y dónde tocar para lograr que la joven alcance nuevas y ardientes cotas de placer. Nunca antes la pudorosa y decente Charity se acostó con un perfecto desconocido, pero ahora nada podrá impedirlo. Sin embargo, Nick Ames no es lo que aparenta ser. En realidad es un agente encubierto de alto nivel que no dudará en mentir, seducir, traicionar… incluso matar, si es necesario, por el bien de la misión. Y esta vez su misión es Charity Prewitt. Luego, abrí el libro y… ¡ohhhh qué buen comienzo! Impactante. Sí, señor, la historia empieza bien, promete. Sin darme cuenta devoro las páginas. ¡Joder! (Uyyyy perdón). Menudo prota, se llama Nick, qué buenorro está el tío, es como 007 pero más bueno, más duro jejejeje sí, sí, duro… jijiji no solo su carácter y su oficio de agente secreto, su dureza se extiende a otras partes más visibles de su anatomía jijijiji… Y mucho más cuando ve y huele a la chica. Y la prota, qué decir de la prota: me encanta, tan cándida, tan educada, tan… tan perfecta. Se trata de una bibliotecaria, Charity, refinada, elegante, culta, con un gran vocabulario y nada ordinaria, ni vulgar. Vamos… igual que yo, qué casualidad, me encantan estas coincidencias. Me la imaginé vestida con mi hábito al lado del aquel machoman. Ayyyy Virgen María Purísima, qué encantadora pareja hacemos… Puse los ojos en blanco, mi diosa interior ataca. Mi pesebre se conmueve; ese pesebre que hace años que permanece cerrado y que ningún San José ha visitado recientemente. Seguí con la lectura. Me apasiona, me absorbe, me atrapa en sus garras sensuales. Su narración es cuidada, sin vulgaridades; las tramas bien estructuradas; los personajes bien perfilados de principio a fin, sin altibajos chirriantes. Suspiraba y ponía los ojos en blanco cuando mi diosa interior devoraba página tras página, cuando el machoman pensaba en su bibliotecaria, cuando la cuidaba, cuando la acariciaba y se la fo****. Jijijiji la escena de la biblioteca me encanta; no sabía que las bibliotecas servían para algo más que prestar libros. Mi mente divaga, mi pesebre lo sigue: madre mía lo que se puede hacer entre Don Quijote de la Mancha y Fortunata y Jacinta. Tal vez le pida a la madre superiora que me deje llevar la
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biblioteca de la escuela porque tengo muchas ideas bufffffff… Qué calor. Qué entretenidos voy a tener a Galdós y a Cervantes. Pues eso, que me desvío del tema. Hay una cosa que no entiendo del libro, bueno, sí entiendo si estuviera dentro de un cerebro masculino (joooooder −uyyyy perdón− que vacío y oscuro esta este lugar: ¿dónde están las neuronas?). Supongo que cuando a un hombre deja de circularle la sangre por la cabeza de arriba es normal que se tengan estos lapsus. Sinceramente no entiendo como ese varonil machoman se pone una sotana de látex y tiene miedo de dejar sus curitas encima del vientre de ella. ¿Acaso la sotana tiene descosidos? Ojos en blanco. Mi diosa interior sigue sin entenderlo: «Batió el record en tierra en desnudarse. Abrigo; camisa; camiseta interior; pantalones; calzoncillos; zapatos y calcetines. Se puso un condón en apenas un instante». (Página 75)
Bueno, hasta aquí bien. La escena continúa caliente y sensual. Y me encuentro con esto: «Podría continuar con aquello eternamente, acariciarla tan sólo en el silencio de la noche, pero cuando bajó la mirada hacia su palpitante miembro, comprendió que sería mejor hacerlo a la antigua usanza antes de que se corriera sobre su vientre y pusiera a ambos en una situación embarazosa». (Página 77)
Ojos en blanco. Mi diosa interior se rebela: ¿cuándo un hombre con una sotana de látex puesta y repuesta puede eyacular en el vientre de su amante? ¿Acaso sus curitas son tan listos que saben como eludir una barrera infranqueable? Otra vez ojos en blanco. Mi diosa interior sigue sin entender. El malo pues qué decir, que es muy malo, lógico. Sin embargo, mi diosa interior lo compadecía y lo entendía: las injusticias pueden volver loco al más sensato y al más bueno. O si no que se lo digan a Paco el de los cementos. Sí, un novio que tuve de adolescente que transportaba cemento en una cuba a obras en construcción. Aún me acuerdo de la cabina de ese camión, sobre todo del techo porque mi Paquito me tenía siempre mirando al techo. Él era el rey del cemento. Todo el mundo apreciaba su cemento y se hizo con todas las obras del lugar a cambio de repartir sobres a personas influyentes. Hasta que un día su libreta de anotaciones −donde tenía la contabilidad B de los sobres repartidos− cayó en manos de Maruja, una pilingui muy zorra. Se desató el caos y Paquito se quedó sin camión, sin cemento y sin obras. Entonces se volvió malo, como el Worontzoff de la novela, con ganas de cargarse el mundo entero al estilo malo, malote desequilibrado mental de las pelis de James Bond. Y cuando terminé el libro me quedaron enormes ganas de leer más, supe que irremediablemente tenía que hacerme con más novelas de ese tipo. Quería más. Mucho más. Mi pesebre necesitaba emoción. En una milésima de segundo elaboré un complicado plan: entraría en Casa del Libro y cuando nadie me viera robaría honradamente algún ejemplar. Debajo del hábito cabe un mundo, os lo digo yo que le he metido de todo… de todo. Pues nada más, que Secretos peligrosos es un libro para que se te caigan las bragas
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(bueno… para quien las lleva puestas, claro). Hay sensualidad a raudales, escenas eróticas sencillas pero de alta calidad, buena narración, una ambientación muy cuidada y bien explicada, erecciones, penetraciones, amor, emoción, acción, protas interesantes, personajes secundarios igual de interesantes… todo esto aderezado con un toque de cocina italiana de calidad. Solo confesaros que me está entrando el gusanillo de hacerme escritora. ¿Os imagináis? Mmmmmm ya tengo título: Pasión en el Vaticano de Sor virtudes. Yo la prota y de prota masculino un sacerdote muy viril tipo El pájaro espino. La fantasía de toda monja es liarse con un sacerdote como ese en el confesionario. También es mi fantasía. Es la única manera de poner luces de Navidad a mi pesebre. Seguramente se convertiría en el bestseller nacional, ¡qué digo!, nacional noooo, internacional, a lo grande. Se traduciría a todas las lenguas, incluso en chapaloa. Y harían una peli. Y el Papa vendría todo orgulloso a la presentación. Y ganaría un Oscar. Alfombra
roja. Hábito de la mejor seda diseñado por Prada. Rodeada de muchos machoman. Entonces me convertiría en la Sor Virtudes de Hollywood, estaría a la altura de la Marylin Monroe. Sería el icono sexual para el próximo milenio... ¡Qué futuro me espera! Bueno, os tengo que dejar. Ya os explicaré como va mi novela y mi éxito en próximos números, ahora me voy cagando leches (uyyyy perdón) a la inauguración del aeropuerto. Ya sabéis… esos aeropuertos sin aviones que están tan de moda. Voy porque dan comida gratis: un aperitivo de esos para el pueblo donde ponen cuatro ganchitos y cola del Mercadona mientras ellos lo celebran en fiestas privadas con cava, langosta, pilinguis y polvos blancos… sí, esos tan caros que sirven para descongestionar la nariz. Los pobres cómo se sacrifican, que mal trabajo tienen, ¿verdad? Hala… que Dios os bendiga, hermanos y hermanas.
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í, has leído bien. Soy toda tuya para lo que quieras. Tú pídeme que satisfaré tus más oscuros deseos. Soy una máquina. Una fuente inagotable de perversidad. La reina del morbo quiere consentirte, hacerte feliz. No te cortes ni un pelo. De día, de noche, a cualquier hora, en cualquier circunstancia aquí estoy, a punto de caramelo, a tu servicio, única y exclusivamente para ti. Sé todo lo malo y lo travieso que quieras. Tus deseos son los míos. Tus órdenes serán satisfechas al pie de la letra, de mi boca nunca saldrá un «no». Recuerda… estoy aquí para complacerte, no lo olvides. Sí… más… no pares… no pares nunca de pedir… ohhhh me encanta… me vuelves loca... Ohhhh, no me tengas en ascuas, coge el teléfono, ¡ya estás tardando! Llámame al 8********
Bueno… bueno… a estas alturas tu mente calenturienta te está confundiendo. Vaaaaaale, yo tengo la culpa, lo reconozco, pero necesitaba tener toda tu atención y este recurso nunca falla. Así que te explico qué se pretende hacer en este espacio. Aquí se van a escribir relatos a la carta, igual que si fuera un restaurante; sin embargo, este va a ser literario donde tú escoges lo que te apetezca. Puede participar cualquiera, sea chico o chica. ¿Tienes una fantasía que te gustaría ver plasmada en un relato? ¿Quieres sorprender a tu pareja con una declaración peculiar convertida en historia? ¿Tal vez un viaje romántico? ¿Qué te parece un detective, o un SEAL, o un agente secreto? ¿Quieres ser un pirata donde rescatas a tu dama o simplemente la secuestras para enamorarla? ¿Te apetece ser esa debutante que eclipsa a toda la nobleza masculina en su primer baile? ¿Qué tal la heredera de un reino? ¿O eres de los que les encanta chupar sangre de cuellos suaves y femeninos? ¿Y si tu sueño secreto es convertirte en un hombre lobo y buscas una hembra con la que sobrellevar tu más peligroso destino? ¿Simplemente tienes una historia y quieres verla escrita? Decide lugar, características físicas, nombres, ambientes, situaciones, época, etc… Lo que quieras, lo que más te guste, tú elije, haz volar tu imaginación. Pedid por vuestras boquitas que ahora tienes la oportunidad de que te escriban la historia que tienes en la cabeza. Solo hace falta que nos envíes un correo a info.amorfu@gmail.com con tu petición, nosotras escogeremos uno al azahar, lo escribiremos y lo publicaremos en el próximo número. A que mola, pues venga… que arrancamos.
*Escritora de novela romántica. Autora de Salvaje (Ediciones Rubeo), Suaves pétalos de amor (El Tercer Nombre), "Sin preguntas" relato dentro de la antología La mujer suave y otros relatos románticos (Ediciones Rubeo), "Arquitecto de sueños" relato dentro de la antología Ese amor que nos lleva (Ediciones Rubeo) y "Respeto y educación hasta la muerte" microrrelato dentro de Epidermis (Ediciones Rubeo).
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Bueno sí, Vara Gold es un seudónimo, ¡a ver si yo iba a ser menos! Para escribir en Amor Fú, salvo que seas escritora (a las que por supuesto se les concede bula), tienes que imbuirte del alma de la revista, permitir que te posea el espíritu de la jarana y la bulla. Y Vara Gold, que nació a principios de este mes de Junio, bajo el premonitorio signo de Géminis, no la posee un espíritu, sino dos. Para que os hagáis una idea, os diré que cohabitan en su interior la Reina de Oros con la Reina de Bastos, incompatibles pero complementarias, como Edward Norton y Brad Pitt en El club de la lucha, y esta bipolaridad la hará cantar las alabanzas o alumbrar filípicas según sople poniente o levante, alternar el síndrome de José Luis Moreno con el de Tourette dependiendo de por qué lado se baje de la cama, fluctuar entre los oros y los bastos, entre las joyas y las yoyas, atendiendo a causas desconocidas incluso para sí misma. Así que ¡pasen y vean al monstruo de las dos cabezas! En este circo de tres pistas no se pueden aburrir…
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elicioso es lo que yo llamaría un clásico actualizado, lo que a las joyas vendría a equivaler a la remodelación del vetusto anillo de compromiso de la difunta bisabuela del novio para que la flamante prometida pueda lucirlo aunando tradición, modernidad y buen gusto. Porque ¿qué es Delicioso sino una brillante restauración de la Cenicienta? ¿Qué si no una filigrana producto de las manos de una de las mejores orfebres del género: Sherry Thomas? Que Delicioso proviene de la fundición de la añeja sortija de la Cenicienta no lo digo yo, Thomas lo pone en boca de sus protagonistas. Es así como descubrimos que Cenicienta no es siempre amable, dulce y estoica “porque esos cuentos los han escrito hombres, hombres que nunca han pasado más de una hora en la cocina. La verdadera Cenicienta suelta tacos, fuma y bebe demasiado. Le duelen los pies. Le duele la espalda. Y está resentida. Le gustaría atropellar a la malvada madrastra con su carroza de calabaza. Y también al príncipe sapo, si fuera posible”, que al hijo de la reina parece ser que el azul no le sienta bien y al recibir su beso ha involucionado a batracio, que el genuino príncipe azul envidia al hijo de la reina porque “siempre se casa con la chica más guapa: Cenicienta, la Bella Durmiente, Blancanieves. Y por supuesto, también hereda el castillo y el reino. Lo que lo lleva a uno a preguntarse qué ha hecho para merecer tanta suerte, aparte de ser hijo de la reina” y se ve a sí mismo más como Aladino “un joven de origen humilde que se hace con el control de un poderoso genio que le concede riquezas y una esposa noble y hermosa.” Sin embargo no debemos dejarnos engañar, porque el saber de dónde venimos no delata con exactitud hacia dónde vamos, el conocer la composición de la aleación primigenia no nos revela el aspecto de la alianza resultante, Delicioso es mucho más que la Cenicienta. Olvidémonos de la
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un protagonista cuasi-frígido, Stuart, que ha escogido el desapego como forma de autodefensa, las tres personas más importantes de su vida (madre, padre y sortija de la yaya y analicemos la alhaja que tenemos entre manos. Para empezar tenemos
hermano) lo han defraudado en su niñez y adolescencia, así que el adulto resultante ha renunciado a la vertiente sentimental de sus relaciones personales y en todo momento rige su comportamiento por los dictados del intelecto, que en su vida profesional lo ha sacado prácticamente de la indigencia y lo ha encumbrado a lo más alto de la política, que ha probado ser el origen de éxito tras éxito, mientras que en el plano personal no ha dejado más que un erial, un vacío ante el que prefiere permanecer anestesiado, una cavidad que Cenicienta desbordará, rebosará, inundará sin el más mínimo esfuerzo. Pero no adelantemos acontecimientos, conozcamos primero a Verity. Nuestra protagonista es justo lo contrario. Una niña y una adolescente felices, amadas y con una vida plena tanto sentimental como pecuniariamente, han dado lugar a una adulta muy segura de sí misma, de sus capacidades, rasgo que en ocasiones deriva en soberbia y en tozudez, Verity no deja que nadie le diga lo que tiene que hacer, sabe lo que quiere, sabe lo que espera de la vida y no se parará ante nada ni ante nadie para conseguirlo, es valiente, decidida y hará lo que quiera asumiendo las consecuencias de sus actos sin lamentarse ni achicarse. Esta visceralidad, la ha llevado por el camino inverso del príncipe, le ha hecho perder su vida de princesa y la ha arrojado a las cocinas del castillo, donde trabaja para ganarse el pan para sí misma y para su hijo, pero donde no sólo
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salvaguarda su autodeterminación, sino también donde expresa su fuerza y genialidad elevando al estatus de arte su trabajo frente a los fogones. Verity nunca hace nada a medias, jamás se reserva o escuda, lucha siempre a pecho descubierto cuando sólo es ella quien tiene que perder y lo dará todo por proteger a quienes ama, es decir, su hijo y el príncipe. Y es ahora cuando llegamos a su historia en común. Verity busca a Stuart por despecho, quiere vengarse de su príncipe sapo y Stuart es la herramienta perfecta, pero a ambos les basta conocerse para darse cuenta de que han hallado en el otro a su piedra de toque. Stuart sale de su marasmo afectivo como la Bella Durmiente despierta a la vida tras su beso desencantador y le pide matrimonio a Verity tras su primera noche juntos, que ha resultado ser casi una experiencia religiosa. Sin embargo, como ya dije al principio, el cuento de referencia es la Cenicienta y Verity sale corriendo antes de que su carruaje vuelva a convertirse en calabaza, sabe que, para un príncipe hecho a sí mismo, casarse con una cocinera a la que han despojado de sus galones de princesa a consecuencia de su enfrentamiento con las reglas establecidas, con fregona con sus antecedentes, no es una opción. Así que desaparece del panorama durante muchos años, dejando atrás su zapatito de cristal (un par de botas de agua prestadas) y escondiéndose en la cocina donde el príncipe no la buscaría jamás. Nuestros protagonistas no volverán a encontrarse hasta mucho tiempo después, pero ese tiempo no ha conseguido diluir en ninguno de los dos el recuerdo de esa noche compartida lustros atrás, lustros durante los cuales las enredaderas y espinos han vuelto a enseñorearse del bosque que da acceso al corazón dormido de Stuart. Volveremos a asistir al despertar de sus sentidos, empezando por su sentido del gusto. Verity volverá a abrirse paso hacia él, a la vez que lucha con sus propios demonios y por último asistiremos a la batalla de Stuart contra los dragones que acosan a su amada. Y no sólo eso, Thomas nos deleita también con otra historia paralela que en ocasiones rivaliza en brillo con la de Stuart y Verity, otras dos personas que, al ser mucho menos perfectas de lo que aparentan, son mucho más interesantes y compatibles de lo que creían. ¿Pueden una agraciada y ambiciosa joven con justificadas aspiraciones a casarse bien, que bordea la humillante frontera que la convertirá en solterona y que para colmo oculta unos vergonzantes episodios de tintes sáficos y el haber asistido a algún que otro concierto sinfónico de extranjis y el desheredado y metrosexual hijo de un noble que trabaja para sobrevivir porque su padre lo excluyó del usufructo de sus bienes al enterarse de que era asiduo a los espectáculos de cabaret, ser compatibles como pareja? La respuesta es afirmativa, pero no puedo ser yo quien os explique, tenéis que leerlo para conocer de primera mano los cómos y los porqués. Este libro es en mi opinión el máximo exponente de aquello en lo que Thomas es tan diestra: coger una historia que se ha escrito una y mil veces, y relatarla de forma parezca inédita. Añade los giros y alteraciones justas pero suficientes para que, manteniendo en el fondo la estructura y la historia de toda la vida, el cuento resulte nuevo, inesperado, cautivador. Proeza no al alcance de cualquiera. Sin duda alguna una pieza imprescindible en mi joyero.
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por Gema Samaro
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os del Amor Fú tenían la foto de una margarita enmarcada en un dorado historiado y han dicho: venga, vamos a hacer algo con esto, vamos a lanzar una pregunta peregrina a ver si se atreve a responder la Gema Samaro. Qué poco me conocen... ¿Verdugo la margarita? ¿De quién? Pero si siempre hacemos trampas c o n l a s m a r g a r i t a s y c u a n do v a a s a l i r e l n o , e l n o - m e - q u i e r e , l o q u e h ac e m o s e s ar r an c ar p é t al o s s e g ú n n o s c o n v e n g a, vengativos y crueles, para quedarnos con u n s í , t a n m u t i l a do y t r i s t e c o m o e l e s q u e l e t o de f l o r q u e s o s t i e n e n f i n a l m e n t e nuestros dedos. D e v e r da d q u é p r e g u n t a . L a s m a r g a r i t a s l l e v a n de s de l a n o c h e de l o s t i e m p o s s i e n do v í c t i m a de l a de s c o n f i a n z a de l o s q u e n o s a b e n q u e s o l o c o n a m a r y a se gana. Pero es tan fácil olvidarlo que nos p o n e m o s a d e s h o ja r f r e n é t i c o s i n c l u s o c u a n do s o m o s c o r r e s p o n di do s y a p e s a r de l a s c e r t e z a s , c o m o l a M a r g a r i t a de l p o e m a de R u b é n D a r í o , e s a s e ñ o r a q u e , a u n a m a n do y s a b i é n do s e a m a da , e r a e l terror de las florecillas del campo: Tus
labios escarlatas de púrpura maldita/ s o r b í a n e l c h a m p a ña d e l f i no baccarat;/ tus dedos deshojaban la blanca margarita,/«Sí... no... sí... no...» ¡y sabías que te adoraba ya! Tal vez demasiado champán, o tal vez el amor sea as í y l as c e r t e z as n u n c a n o s b as t e n . C o n t o do a l g u n o s t i e n e n s u e r t e , S e r r a t p o r e je m p l o , q u e d i c e : q u e “ l a m u je r q u e y o quiero no necesita deshojar cada noche u n a m a r g a r i t a ” . Y e s q u e a v e c e s s u c e de , a v e c e s , a p e s a r de q u e s a b e m o s q u e e l a m o r e s c o m o u n a f l o r , b e l l a y e f í m e r a, decidimos aceptar el pasado, aprender de lo vivido y saltar desde lo más alto para a m a r de v e r da d a a l g u i e n q u e l o h a c e de l a misma forma. Alguien para el que somos la f l o r a z u l , e s e s í m b o l o l e g e n da r i o de l i m p o s i b l e , e s a f l o r r ar a q u e s o l o s e e n r aí z a en la tierra pura y generosa. Y entonces, c u a n do s e a m a a s í , y a n o h a y v í c t i m a s n i v e r du g o s , s o l o f l o r e s a l e g r e s q u e b a i l a n t a n g o s b a jo e l s o l l o c o y l a l l u v i a n e g r a . F l o r e s ... F l o r e s c o m o m i s a z u c e n a s , l a s de m i n o v e l a E n t r e l a s a z u c e n a s o l v i da do . U n a n o v e l a de l a q u e y o n o v o y a h a b l a r p o r q u e queda feo, pero vamos me ha dicho Aurelia de M a dr i d ( o s e a m i a b u e l a ) q u e e s u n a maravilla que no hay que perderse por nada del mundo. Ya, ya sé que este no es el lugar para meter cuñas, pero es que repito que siempre hacemos trampas y si no que s e l o p r e g u n t e n a l as m ar g ar i t as .
R e g r e s o a O je t e d e A b a jo Capítulo 1 –Señoras, por favor, tomen asiento. Veamos –el doctor carraspeó con la vista fija en los informes que tenía entre las manos-. Como sospechaba, padece usted una insuficiencia cardíaca congestiva, aegrrrjjj –carraspeó nuevamente–. Tiene las cañerías atascadas, por decírselo de una manera que usted me entienda. Doña Leonarda lo miraba fijamente, sin pestañear, se disponía a soltar uno de sus comentarios punzantes, pero su lengua se frenó al darse cuenta de la palidez en el rostro de su única hija. –Afortunadamente, estamos a tiempo -añadió, carraspeando de nuevo-. Haremos un tratamiento previo, en unos días quiero volver a verla y concretaremos la intervención –se despidió ofreciéndoles un enérgico apretón de manos. Durante el trayecto de vuelta a casa, madre e hija iban más calladas que la h. En el autocar viajaba un matrimonio con dos pequeños monstruos que se encargaron de eternizar con sus gritos y contorsiones, las dos horas de viaje que había desde la capital al pueblo de Ojete de Abajo. –Madre, no tenía usted que haber esperado a ponerse azul para contarme que se encontraba mal. –Este asiento criminal me está matando la espalda –protestó la mujer. –Tal vez, madre, si se reclinase un poco y no fuese tan rígida, estaría un poco más cómoda. –¿Apoyarme dices? ¿Quieres que me quede pegada como un velcro a esta cosa llena de mugre? –Aghhhrrr. –¿Qué ocurre ahora? –Yo huelo a pies…, menos mal que siempre llevo en el bolso un pañuelo perfumado ¡Puñetas! –Madre, por favor, recuerde que el médico ha dicho que no deber alterarse. –Que no me altere, dice… –masculló entre dientes, torciendo el gesto y poniendo los ojos en blanco.– Camila observó a su madre y suspiró, a pesar de los años, el genio no la abandonaba.
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Amor y mortadela, por Betty Love
–Tendremos que decírselo a tu nieta…
*** En el hospital, cuando la paciente dormía y se agotaba el crédito del televisor, Camila cerraba los ojos y se daba una vuelta por el pasado. Recordó el día en el que cumplió 25 años y sin preámbulos, le dijo a su madre que quería estudiar moda en París. Su padre estaba empeñado en buscarle un pretendiente que le asegurase el porvenir, pero viendo frustrados todos sus intentos, intercedió por ella hasta que Leonarda permitió “tamaña locura”. Don Facundo buscó una buena casa de costura, no la más cara, pues los ingresos de un modesto veterinario de pueblo no se lo permitían, pero sí una pequeña escuela taller de corte y confección, regentada por Madame Petibon, hija de un emigrante español, situada a pocos pasos de la Place Vendôme. Con lo que costaban las clases y el alojamiento, bien podía haber comprado la finca colindante a Los Laureles, pero como él le decía en ocasiones: “es mi deseo gastar mi amor en ti porque eres mi hija y yo tu padre”. A pesar de la dificultad del idioma y del gran cambio para una chica de provincia, Camila se habituó pronto a su nueva vida, con la inestimable ayuda de Madame Petibon. Por las mañanas cosía y por las tardes tomaba clases de francés en una academia para extranjeros. Fue allí, en la academia Vive La France, donde conoció a Eugène, el profesor Eugène. Camila se enamoró perdidamente de Eugène casi desde la primera pronunciación y él…, bueno, él también se enamoró de ella. Luego vino lo que vino, pero le gustaba pensar que así había sido. De la mano de Eugène, Camila había conocido la magia y el encanto del París romántico; los paseos estivales por las orillas del Sena, las lecciones al aire libre bajo la Tour Eiffel, el amour y la pasión en el pisito que él poseía en el pintoresco barrio de Montmatre. La vida diurna y nocturna de la gran urbe la fascinaron. Le encantaba callejear, sentarse en la terraza de cualquier café coqueto diccionario en mano. La dicha duró lo que duró el verano parisino, con el fin de las vacaciones llegaron las verdades y las lágrimas. La decepción, y el regreso desde la costa de la mujer y los dos hijos de Eugène. Le había jurado que la amaba, le rogó que no se marchase, prometió que la cuidaría siempre, pero él ya tenía una familia a la que amar y ella decidió regresar junto a la suya, volver al pueblo y afrontar las consecuencias de su “tamaña locura”. Meses después, vino al mundo su pequeña. Nada de Abundias ni Orencias, Greta, como “La Garbo”. Tuvo claro desde el momento de su nacimiento, que no la expondría a las habladurías y los chismes de la gente de un pueblo pequeño y conservador. Una tarde de otoño, la visita de Eugène sorprendió a todos. No hicieron falta presentaciones, la pequeña Greta tenía los mismos enormes ojos verdes que su progenitor. No fue bien recibido,
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Amor y mortadela, por Betty Love
no podía ser de otra forma, regresó a París “escopetao”, como suele decirse, con la promesa, arrancada a punta de doble cañón, de no volver jamás. Cuando Greta tuvo edad para ir a la escuela, madre e hija se trasladaron a la capital. Camila tenía apalabrado un trabajo como ayudante de modista en unos grandes almacenes, al principio, haciendo arreglos y cosiendo dobladillos. Don Facundo y Doña Leonarda las visitaban como mínimo una vez al mes, ayudando con un dinero para los gastos y el alquiler. Ellas volvían a Los Laureles en las fiestas y vacaciones, donde colmaban a Greta de amor y caprichos, intentando suplir la ausencia de un padre.
Semanas más tarde… La vuelta al pueblo coincidió con la inminente llegada de las vacaciones. En los últimos cinco años, desde que empezase a estudiar leyes, Greta apenas había estado en los Laureles. Durante esas visitas no se había atrevido a bajar a Ojete de Abajo porque en el fondo sabía que a su madre la incomodaba y a su abuela la disgustaba. Sentía curiosidad por ese “nido de víboras”, como ellas lo llamaban. La pequeña finca quedaba a las afueras, a una media hora en bicicleta hasta el centro de la plaza. Conduciendo la vieja ranchera del abuelo, su madre fue a recogerla a la gasolinera, donde tenía la parada el autobús de línea. A su llegada a Los Laureles, lo primero que se esfumó fue la cobertura del teléfono móvil -perfecto- pensó en Francesco, que estaría esperando su llamada. Al bajar de la camioneta se dio cuenta de que la propiedad se encontraba bastante deteriorada, las malas hierbas crecían rebeldes a lo largo del camino de entrada y poco quedaba de la verde y frondosa arboleda que fue su jardín de infancia. Los muros de la entrada, que recordaba de un blanco inmaculado, estaban desconchados por las lluvias y agrietados por el sol castigador. Lo que no había cambiado era el hermoso y colorido patio que daba acceso a la casa, cubierto por un techado de cañas y verde hiedra, y un sinfín de plantas y flores de vivos colores. Seguían en el mismo lugar los sillones de mimbre, la mesita auxiliar y el tapete de ganchillo sobre el que descansaba el botijo de beber “a gallo”. Abrió las fosas nasales para aspirar el inconfundible olor a tierra húmeda y jazmín. Aunque se consideraba una chica de ciudad, sentía Los Laureles como su hogar. La abuela Leonarda casi saltó de la cama para abrazar a su nieta.
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Amor y mortadela, por Betty Love
–¡Qué guapísima está mi nieta! Un poco delgada… ¿Es que no comes, niña? ¿Y tus exámenes? –No te preocupes, abuela, hablé con el director, sólo quedan unas semanas de clase y los exámenes finales. Lo he arreglado todo para que me envíen los apuntes y no faltaré a las pruebas. En el hospital estuve estudiando por las tardes, mientras te cuidaba, ¿no lo recuerdas? –¡Claro que me acuerdo! Que me tomáis por chocha… –Greta veía signos de debilidad alrededor de los ojos acuosos de su abuela– estoy muy orgullosa de mi nieta, pero no tenías que haber venido hasta terminar el curso ¡Puñetas! –¡Abuela! No debes preocuparte absolutamente por nada. Ahora estoy aquí para cuidar de ti, además, –mintió– no tenía planes para este verano y pasarlo con vosotras me parece un magnífico plan para estas vacaciones –afirmó, mientras aplastó de un manotazo una hormiga negra y cabezona que escalaba por su pantorrilla buscando el punto idóneo para hincar los dientes. Las flores le gustaban, los bichos… Su cuarto no había cambiado, las paredes pintadas de color canela, la cama con el dosel de madera, el cubrecama de patchwork, igualito al que tenía en su dormitorio en la ciudad, ambos confeccionados por su madre como la mayoría de su vestuario. La brisa fresca y perfumada de media tarde se colaba por la ventana agitando los visillos bordados de tulipanes rojos, la madera de las puertas y contraventanas necesitaban una buena mano de pintura. Se sintió acongojada, probablemente no habían podido gastar nada en el mantenimiento de la casa para poder seguir costeando sus estudios. Cuando el abuelo Facundo vivía, se encargaba de todo estuviese como nuevo, era un manitas. En ese momento lo echó tremendamente de menos, su abuelo ya no estaba, y era evidente que poco o nada quedaba del dinero que dejó al morir. Su madre había tenido que dejar el trabajo y mudarse definitivamente a Los Laureles para cuidar de la abuela, la incertidumbre que se cernía en torno a su futuro y la falta de ingresos, no ofrecían un panorama muy esperanzador, puñetas… Continuará…
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Estudié periodismo en la Complutense. Hasta hace unos años fui un becario más. Ahora tengo la fortuna de estar fijo en el suplemento cultural de un periódico de tirada nacional y de tener varias columnas de música en periódicos on-line. Soy Ruso. Nadie me llama de otra forma, ni mi propia familia utiliza el nombre que aparece en mi D.N.I. Cada uno que me conoce da una explicación del porqué de este nombre. Unos dicen que me llamaban así en la facultad por ser de Albacete. Por esos mismos años, en los que aún andaba reñido con el ejercicio, alguien sacó parecido a mis pelos y mi barba con los de un cantante griego cuyo apellido se pronuncia de manera similar a mi mote. Otros cuentan que es por lo impronunciable de mi castellano a ciertas horas de la madrugada tras haber humedecido el gaznate incansablemente. O porque en alguna borrachera me decidí a cantar Triki, triki, triiiiki, triiiki, triki, Mon Amour... con los brazos en alto. Son incontables los orígenes de mi mote. Como incontables son las noches en vela, los cuadernos escritos, las risas con los amigos, los amores repartidos y las maneras de vivir.
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Noite da Queima e acerca la noche de San Juan y no puedo evitar recordar mi primer baño de las nueve olas. Me viene a la mente la imagen de los ojos de la meiga que me enseñó el rito, con el fuego reflejándose en ellos.
Volvía de correr temprano por el recién inaugurado salón de pinos, sudando como si el estío recién estrenado quisiera hacernos olvidar la primavera de golpe. Había adoptado ese itinerario por una pelirroja “razón” y trataba de averiguar sus rutinas horarias, porque las de indumentaria deportiva empezaba a sabérmelas de memoria. En el portal de mi casa Luis insistía con el telefonillo. ¿Ruso, dónde te metes? Fue su saludo al verme. Respondí con un gesto vago, alzando cejas y hombros, mientras trataba de recuperar el aliento. Te llamé anoche y llevo toda la mañana tratando de localizarte. Cómo no iba a localizarme si este era ya el segundo teléfono que perdía en lo que iba de año, y sin conseguir nada más de la chica de la tienda que un ¡No lo pierdas esta vez!. Simpática. Demasiado. Con una simpatía algo forzada que parecía producto de una imposición más que una reacción a mi presencia. A lo que iba, Luis tenía planes (para él y en los que se me incluía a mí como de costumbre) de los que parecía ser que ya me había hablado en el concierto que dieron un mes antes. Me recorrió un escalofrío. Yo conocía esa expresión en la cara de mi amigo. Es más o menos así; abre sus ojillos de manera que los parpados no tocan el iris, sonríe con un sutil “quiero y no puedo” en plan mona Lisa (salvando las distancias, claro, porque no hay misterio en lo que hace sonreír así a este hombre: siempre tiene nombre de mujer...) y las orejas se le despegan unos milímetros de la cabeza. Lo juro. No he llevado encima nunca un metro cuando ha ocurrido, pero
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Maneras de vivir, por Ruso
cuando alguien lleva el rapado de mi amigo y sus pabellones auditivos tienen las proporciones que tienen los suyos... esas cosas se notan. Y así terminé conduciendo seis horas hasta tierras gallegas, con mi amigo y sus compañeros, porque sabía que cuando las orejas de Luis despegan el fin de semana será memorable. Estaban en el cartel de un festival en Pontevedra, tocaron varios grupos durante toda la tarde y parte de la noche. Algunos locales fueron una sorpresa, mal está por mi parte que lo diga y anoté sus nombres para seguir un poco su pista. Más de una vez me han salvado a última hora estás notas y algún artículo pasable podría salir de allí el día de mañana. Los minis pasaban de mano en mano mientras oscurecía y el colegueo aumentaba. Público heterogéneo frente al escenario y niñas de risa fácil entre los músicos. Luis no perdía el paso, ni quitaba los ojos, de una morena menuda que mantenía una sonrisa permanente en su boca. Un flequillo recto sobre unos ojos azules muy claros y muy redondos. Ruso, es tierra de meigas. ¡Déjate hechizar!, me soltó un Luis pletórico del brazo de su Cleopatra al ver que mantenía la verticalidad perfecta, el ceño marcado y la cadera contra una pila de bafles. Y es que yo me estaba esperando algo del estilo a la última escapada que me organizó Luis, cuando apareció ante mí colgado del brazo de dos alemanas de metro ochenta . Cómo consiguió ligárselas es un misterio. Ellas de español solo sabían olé, paella y Macarena. Y él de inglés casi lo mismo que de alemán. ¡Este es Ruso, veréis que bien lo pasamos! Gritaba, y ellas riendo todo el tiempo repetían algo así “ic furs teiu das nik” que di por hecho sería algo como “qué dice este tío”. Terminamos en la sierra, con varias litronas vacías y dos alemanas coloradas enrollándose en la parte trasera de mi coche y él y yo mirándonos con cara de tontos. Mientras el cantante de uno de los grupos me hacía partícipe de todo el conocimiento musical que poseía en un intento por camelarme para que escribiese de su grupo y de él, acabé perdiendo de vista a Luis. No pasaba nada, sabía que estaría bien acompañado y justo dónde quería estar desde antes de salir de Madrid. Imaginé que daría señales de vida cuando el sol calentase un poco a media mañana y dejé pasar las horas con mi habitual despreocupación. Dejamos bajar unas Estrellas en Barbol, un pequeño bar de tapas con unas camareras muy majas. Un buen surtido de tapas abundantes y con la consumición: callos, croquetas, calamares y el consabido pinchito de tortilla alargaron el mediodía. Luis y la morena no se quitaban las manos de encima. Cuando ya estábamos en los coches, dispuestos para la vuelta, Luis me puso una mano en el brazo diciendo Oye, vamos a Coruña, Ruso, a las hogueras. Le miré un segundo, desde unos pasos de distancia Cleopatra esperaba la respuesta. Tres son multitud pensé, malditas las ganas que tengo. He quedado con mi primo, nos esperan. Versos de Quevedo me vinieron a la mente mientras asentía; “Amor me ocupa el seso y los sentidos, absorto estoy en éxtasis amoroso, no me concede tregua ni reposo esta guerra civil de los nacidos...”
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Maneras de vivir, por Ruso
Nos encontramos con el primo junto a la estatua del gigante Breogán, a los pies de la Torre de Hércules y fuimos en busca del resto hacía la plaza de María Pita. No sé como llegué, y mucho menos como aparqué en el paseo, ya que según caía la tarde la ciudad bullía de gente, copando calles y plazas. Formábamos un grupo ecléctico. Los amigos del primo, amables y generosos, adoptaban a todo aquel que se les unía, que por los acentos eramos más de uno, sin preguntas y con complacencia.
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Maneras de vivir, por Ruso Desde la fachada del Palacio Municipal las cuatro Gracias vigilaban el gentío y las dos matronas en lo alto sujetaban el escudo de la ciudad. Según una leyenda, Hércules se enfrentó al mítico rey de Brigantium, lo derrotó y posteriormente le cortó la cabeza. Enterró sus restos y construyó sobre ellos un gran faro para ayudar a los navegantes a surcar las peligrosas costas gallegas. Me recuerda a una bandera pirata, me parece la leche tener como escudo de la ciudad dos tibias y una calavera.
La noche se desperezaba con alma de fiesta y las parrillas prendían en cada recodo llenado el aire con olor a sardina, como dice el refrán popular "Por San Xoán a sardiña molla o pan". Mi mente voló, sin que yo hiciese mucho por evitarlo, a una noche de agosto en una playa de Mijas, poco tiempo después de terminar la carrera. Con los espetos en el fuego y nosotros sentados en la arena. Raquel con su larga melena rizada me dejaba besar su boca con sabor a mar. Es increíble como ciertos olores consiguen evocar con tal nitidez los recuerdos, y me pregunté si ella recordaría esa noche de igual manera que lo hacía yo. Seguro que tenía razón cuando me dejó diciendo que lo hacía por mi, que yo era un lobo con piel de cordero y que me gustaba más cazar una presa que tener la certeza de una despensa llena. Tampoco sé si es cierto o no. Aún estoy intentando entenderlo. Me gusta más la versión de mi hermana de que soy un romántico solitario. Deambulamos por la Ciudad Vieja, aún cerca de la plaza de María Pita, hasta un parque. Junto a los ábsides de una pequeña iglesia románica nos esperaban dos amigos más, con palés y
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Maneras de vivir, por Ruso maderas traídos de todas partes, bolsas con bebidas y neveras con hielos. De allí nos marchamos a la playa. En el aire cabalgaban las notas de una lejana verbena y a ratos se podían oír charangas, bandas de cornetas y tambores y de gaitas. Miles de personas abarrotaban el Paseo Marítimo, entre las playas de Riazor y Orzán. En el arco de la ensenada del Orzán, cientos de pequeñas pilas de cartón y madera aguardaban para la noche mágica, de ritos y cultos ancestrales, pues por mucho que lleve desde hace siglos el nombre de un santo católico, el fuego y la fiesta tienen claros tintes paganos. Parecían haber acordado la zona de la playa que era la suya, delimitada por cintas en parcelas y alejados de la gran Hoguera. Acomodaron cajones y maderos, y ya perdí la cuenta de los que éramos en grupo cuando rebasamos la veintena. El ambiente cálido de principio de verano no hacía necesario usar chaquetas y aún había claridad en el cielo. Sería cerca de la medianoche y sentí una extraña emoción. Llegó a la playa la vistosa comitiva del fuego de San Juan y comenzaron a alzarse las llamas. Me quedé mirando el mar cuando el cielo se iluminó de fuegos multicolor y empezaron a arder con fuerza las hogueras. Era la hora bruja y el ambiente parecía crepitar como las llamas, lleno de energía. El primo de Luis se acercó a mi dándome una palmada en la espalda, a noite de san Xoán, pasaralo ben, e o día seguinte mal, me dijo y con un guiño me tendió una cerveza. Yo lo estaba pasando realmente bien sólo que a veces me gusta quedarme apartado sintiendo el momento. Pero no es porque no disfrute, todo lo contrario, la magia de la noche se podía sentir, la fuerza de una costumbre tan ancestral como la humanidad misma. Y la luz de las hogueras se proyectaba en el cielo y en el mar, con un color casi fantasmal.
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Maneras de vivir, por Ruso Volví al grupo junto a la hoguera. Al otro lado de las llamas descubrí unos ojos fijos en los míos. Por un segundo quedaron ocultos por el fuego y sentí un chispazo en la nuca.¿Qué había pasado? ¿Dónde estaban esos ojos? ¿Habían sido todo imaginaciones mías? No. No porque sus ojos seguían fijos en mí mientras me acercaba a ella, que parecía haber decidido por ambos en algún momento de la noche. Media melena por encima de los hombros, unos enormes ojos hazel que parecían camuflarse con las llamas. Llevaba un vestido corto de algodón azul marino y una chaqueta vaquera con las mangas dobladas. ¿Eres una meiga? Pregunté exhibiendo una carencia total de ingenio e imaginación. Con mi brazo como punto de apoyo se deshizo de las sandalias que llevaba. Unas veces más, otras menos. Vamos, descálzate, hay que darse el baño de las nueve olas. Me descalcé mientras ella dejaba la cazadora y la bandolera sobre las sandalias. Con las manos sobre mi pecho se alzó en puntillas y susurró: “Si no piensas quitarte la ropa, al menos deja el móvil aquí”. La risa bailaba en sus ojos sin rastro de maquillaje. No pude contenerme y, mientras acariciaba su mejilla, la besé. Cuando me preguntó mi nombre me planteé por un momento qué versión del origen de mi mote debería utilizar. Explicar que mis hermanas, que posiblemente fueran de su edad, me bautizaron como Ruro cuando comenzaron a balbucear no era una opción. Pero ella, Uxía, sólo sonrió y tras escuchar mi nombre, dijo: “Muy apropiado”. Me parecía tan joven que me daba miedo calcular su edad. Solo con pensar en las mellizas se me anudaban las tripas. Mi cabeza no paraba de dar vueltas, porque meiga o no, cuando uno sobrepasa la treintena dejarse hechizar por ciertos duendecillos puede traer consecuencias. Aún así vacié lo que llevaba en los bolsillos sobre su bolso, y quitándome la camiseta lo cubrí todo. Tal y como me encontraba, descalzo y en vaqueros, me dejé llevar al mar para cumplir de su mano el rito purificante. Tenía la voz dulce como la cantante a la que debía el nombre. Parecía tener tan claro todo, que ni pedía ni preguntaba. Tomaba las cosas sin más, con esa pasmosa seguridad que da el tener claro lo que se quiere. Y aquella noche Uxía me quería a mí. Estudiaba cuarto del grado en Publicidad y Relaciones Públicas en la Universidad de Vigo, por lo que pasaba de los veintiuno. Hablaba de todo pero sin hablar de nadie, reía con cada poro de su piel y se mordía el labio al final de un beso largo. A su lado, con esa simple alegría de vivir que destilaba, la huella de las noches de insomnio y humo que el tiempo ha dejado en mis ojos se intensificaba. Pero no parecía que le importaran mis arrugas, ni su procedencia. Hablando junto al fuego dejamos secar nuestras ropas. Sus amigos se dedicaban a beber y fumar. Algunos decidieron saltar por encima de la hoguera, en otro de los ritos acostumbrados: Salto por enriba do lume de San Xoán pra que non me trabe nin cobra nin can.
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Maneras de vivir, por Ruso
Al igual que mi amigo Luis y su compañera la noche antes, buscamos la forma de perdernos unas horas antes del amanecer. Había conversaciones y exploraciones que con naturalidad no se podían realizar en la abarrotada playa. Mi pequeña meiga poseía una sabiduría ancestral y amaba haciéndote sentir el único hombre del mundo. Pensé que sin duda había sido la noche más corta del año cuando el sol nos pilló abrazados en el monte de San Pedro. Después de aquello no hubo email's, ni números por medio, ni promesas de volverse a verse, sólo el placer mutuo de habernos conocido. Sin más.
Benja y María ©Un paseo una foto
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S
oy Lola Wellington, escritora. Lola como mi abuela y mi madre y Wellington como el solomillo que tanto le gustaba a mi abuelo Vicente.
Mi verdadero apellido es Sevilla, pero claro Lola Sevilla suena demasiado a tonadillera, que no es que yo tenga nada en contra de la señora que hizo de Carmen Vargas en Bienvenido Míster Marshall, pero es que he leído por ahí que son mucho más comerciales los nombres anglosajones. Nadie es profeta en su tierra, qué le vamos a hacer. Y es que la envidia es muy mala, pero no voy a empezar a pisar callos tan pronto, mejor sigo con lo mío. Comencé a escribir mi primera novela, Mirada Indiferente Es Rara De Amar (MIERDA), allá por 1999, sí, cuando nadie escribía romántica en España más que Corín Tellado y por supuesto, repito, yo. Ahora todas se apuntan al carro del pionerismo, pero la que empezó a escribir la nueva novela romántica actual fui yo, con MIERDA. Lo que sucede es que MIERDA todavía no ha visto la luz, por eso se aprovechan esas que se ponen medallas que no les corresponden. Y si no ha sido publicada es porque yo valoro muchísimo lo que hago y no voy a entregar a mi niña, a mi MIERDA, a cualquiera porque lo tengo clarísimo: sé lo que quiero y cómo lo quiero. Que no me he pasado yo catorce años escribiendo una novela para acabar en el último rincón de la librería. No. Yo exijo escaparates, publicidad en los autobuses y pirámides de libros, cual bombones Ferrero Rocher, en todas partes. No me conformo con menos. Es que lo merezco, lo merezco más que nadie, porque para empezar he estudiado dos carreras para documentar MIERDA. Tengo que reconocerlo, sí, soy extremadamente rigurosa, profesional, seria, y si hay que estudiar dos carreras para escribir una historia convincente, lo hago. Y así ha sido. MIERDA está ambientada en la España de la Restauración, cuenta la historia de don Laureano Buendía y Casel, marqués de Linilla, terrateniente y médico, influyente y rico, o sea lo que viene a ser un cacique de pro, de esos que seguían las instrucciones del gobernador y amañaban las elecciones (se nota que estoy bien documentada, ¿eh?). Bien, pues don Laureano, joven apuesto, de oceánicos ojos azules, putero mujeriego y castigador, harto de utilizar la violencia y las amenazas, de cambiar votos por favores y de los pucherazos (es decir harto de ser un hijo de puta) no puede evitar caer rendido ante los encantos de María Elvirita de la Fuente y Robles de Pinilla, la hija pequeña del nuevo gobernador. María Elvirita, bella como nadie, con los ojos de luna llena (grandes, no de rana) y los labios de fresa (rositas, pero sin
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Escribe o revienta, Lola W.
pintas, quiero decir sin llaguitas ni aftas, rositas solo, que hay que explicároslo todo, joer), también siente una gran atracción por el cacique que al tiempo detesta. Y no es para menos, ella viene de la capital, con muchas ideas nuevas, y no para de liarla (y ni se os ocurra criticarme diciendo que es un personaje demasiado siglo XXI porque ipso facto pensaré que sois unas jodidas envidiosas de verruga y bigote, así que absteneros guapas, que sois todas guapísimas, mientras estéis calladitas): se niega a que se elija al “encasillado”, el candidato elegido por las élites, denuncia la manipulación electoral y exige el control de los votos, a pesar de que eso suponga poner en riesgo su vida. Pero María Elenita no está sola, digo María Elvirita, pues cuenta con la ayuda de un desconocido, de oceánicos ojos azules, que le ayudará a salir airosa de las situaciones más peregrinas peligrosas y por el que también se pondrá perraca sentirá una inexorable pasión. Y ya no cuento más porque os destripo MIERDA y tenéis que leerlo porque es una piedra dura de Chipiona; una obra de arte inconmensurable. Sublime. Perfecta. Una novela de 1012 páginas de extensión que me ha obligado a estudiar en profundidad el sistema canovista, porque moninas yo no soy como esas que se conforman con la Wiki y tres articulillos del Google -escritos por un niño de ocho años- para documentar una novela, no, yo me empapo de todo, me empapo tanto que hasta me salen hongos, y es que me licencié en Historia y me doctoré con una tesina sobre Cánovas del Castillo y el caciquismo español. Pero no conforme con eso, y para entender a don Laureano me he pimplado la carrera de Medicina y me he ido de gigolós, y aquí estoy, catorce años después, muy ilustrada y culta, bien follada amada y, por ende, con mi novela terminada y… buscando una editorial que la merezca. Desde luego, no pienso cejar en el empeño. Seguiré y seguiré hasta que lo consiga. Entretanto, relataré en esta revista (que no es digna de mí, pero por algo hay que empezar), todo lo que me suceda hasta que logre encontrarle a mi niña el marido que merece. Y por supuesto, continuaré escribiendo novelas porque yo soy Lola Wellington y escribo o reviento…
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U
na trapecista húngara me enseñó a leer el tarot durante un viaje ParísBudapest en el Orient Express hace ya unos cuantos años. Ni pienso decir cuántos, ni pienso decir nada más sobre mí. Por supuesto yo no me llamo Miss Orchidea Sousa, pero el nombre me gusta tanto como beber vodka mientras disfruto del descenso de Saint Moritz desde la terraza de mi casa en Parrot Cay. El apodo me lo puso una espía rusa que era amante de un actor mexicano que compraba crucifijos para su madre en la chamarilería de Porfirio de la calle Leganitos de Madrid. Yo por aquel entonces frecuentaba esa tienda porque salía con un cirujano burgalés y cleptómano al que lo que más le relajaba era afanar planchas antiguas. Era un ladrón patoso al que ayudaba a delinquir sacando mi tarot para distraer a los tenderos y clientes. Ni que decir tiene que entre tirada y tirada pagaba siempre lo que hurtaba mi ladrón de medio pelo hasta que un día me cansé y lo dejé por un banquero que sí que robaba con arte. De él también me deshice en seguida, pero no quiero hablar de mí, así que no insistan. Solo diré que de quien no me he cansado nunca es de Porfirio, que ha sido el que me ha animado a colaborar con esta revista. Y es que todavía recuerda el día que le vaticiné a la rusa que dejaría al actor por un noble polaco apuesto, escultor y peluquero, de pelo negro y ojos azules, aficionado a perderse por el Amazonas, a tomar ayahuasca y a tocar la bandurria las noches de luna llena... Como así fue... Pero yo no tengo mérito ninguno, todo lo que sé lo aprendí de la trapecista húngara a la que por cierto volví a ver hace un par de años haciendo kate-surf en Tarifa y eso que debe tener ya una tupa de años. Según Porfirio me dijo en su día, ese encuentro fue una señal para que compartiera mis conocimientos con los demás, para que me pusiera al servicio de todos los que tengan cualquier duda, cuita o problema relacionada con el amor, porque ya les adelanto que lo que me enseñó la húngara solo funciona con el amor, con los demás asuntos no doy pie con bola, si bien qué más da ¿hay algo más importante que el amor? Pues eso. Y nada, hace un par de semanas recibí una carta de Porfirio en la que me contaba que iba a colaborar en una revista en la que necesitaban una tarotista del amor y que ni me lo pensara, que había llegado el momento de darme a los demás, de arrojar luz a los que están perdidos en los mares de la incertidumbre y/o el desespero amoroso, que esa sección solo podía ser para mí. Y, efectivamente, ni me lo pensé. Creo que ya va siendo hora de que me ponga a disposición de todos los flechados, de todos los que se desangran por amor, de todos los que en definitiva necesitan una respuesta. Así que aquí me tienen, háganme sus preguntas, con toda confianza, amigos.
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Tarot del amor
Para:
info.amorfu@gmail.com
Asunto:
Tarot del amor
Estimada Miss Sousa: Yo necesito una respuesta. Verá me llamo, no sé, digamos que Casandra, que es un nombre que siempre me gustó mucho pero que mi marido no se lo quiso poner a mi hija porque prefería que la llamáramos Octavia como mi suegra. Y yo como era idiota y joven, tragué. Pues eso, que me llamo Casandra y no sé por dónde empezar, bueno, comenzaré por cómo lo conocí a él, él no es mi marido, sino al motivo de mis desvelos, a un tal... llamémosle Apolo. A Apolo le conocí en las clases de salsa, es que estaba tan harta de la vida que llevo, que aprovechando que en un centro de okupas que tengo al lado de mi casa daban clases de baile gratis, me apunté y le conocí a él, a Apolo. Un caribeño que baila demasiado bien y que tiene insomne desde hace seis meses. Mi marido es un hombre bueno, de esos de peli y manta, que me lleva cuando le pido al centro comercial y a cenar al mismo restaurante desde hace ya no sé cuántos años. Ya digo que es bueno, pero lo mismo que le digo eso también le confieso que siento que vivo en el día de la marmota desde que lo conozco. Y no lo llevo mal, con mis ansiolíticos y mis depresivos, tiro para adelante, asqueada de la vida pero siempre para adelante, con la sensación de que tengo un agujero por dentro, de que estoy muerta en vida, pero siempre para adelante. Y así he pasado muchos años hasta que me dio por meterme en el centro ese y empecé a bailar con Apolo el hombre que me ha hecho renacer. No sabe cómo es Miss Sousa... Es un hombre que siempre tiene una sonrisa en los labios y que me hace reír todo el rato. Es muy zalamero, pero también muy sensible. Y muy listo. Se da cuenta de todo, me lee por dentro y eso que estoy tan empastillada que debo de tener lo de dentro con nubarrones muy densos, pero me lee. Y yo me siento cada día mejor, bueno, fíjese si me siento bien que hay días que siento que floto como un nube rosa. Hace un par de semanas, después de una clase me invitó a tomarme un café... y me besó en la boca. Un beso de tornillo. Con lengua. Húmedo. Sabroso. Y me gustó muchísimo y no me sentí culpable. Qué va. Al revés. Ahora lo único que deseo es que me bese y me bese y que me haga el amor de la misma forma rica con que mueve su cintura cuando baila. No puedo pensar en otra cosa... Mi mejor amiga, digamos que se llama... Majórica... me dice que me estoy volviendo loca, que he perdido el norte, que adónde voy, que donde esté un amor seguro y sereno como el de mi marido que se quiten estos experimentos, que la pasión se pasa, pero los grandes amores como el que me profesa mi marido son para siempre. Y en estas que mi Apolo me dice que está enamorado de mí, que me desea y que me quiere, que soy su delirio. Bueno, Miss Sousa me dice cada cosa, porque tiene un pico que no vea, de oro del bueno, y mi marido como no habla... No vea usted qué diferencia. Y en estas estoy, que no sé qué hacer... Mi amiga Majórica me dice que lo corte ya, antes de que se me vaya de las manos, pero yo solo de pensar en la idea de no volver a ver a mi Apolo me muero de pena. Y entre usted y yo, Miss Sousa, que yo no quiero dejarlo, que yo quiero seguir viviendo esto... ¿Hago mal? ¿Si sigo con mi Apolo me echaré a perder? ¿Debo dejarle y volver a mi vida de siempre? Digo vida por decir algo, porque la vida estoy empezando a vivirla ahora... Pero dígame usted ¿qué hago?
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Tarot del amor
Para:
casandra@**gmail.com
Asunto:
Rwd: Tarot del amor
Querida amiga Casandra: No tengo las cartas aquí, estoy en el Lago Como con unos amigos, entre ellos un crupier australiano que me tiene loca, y yo a él, así que tendré que ser breve, espero que lo entienda. Le respondo sin necesidad de tarot porque no me hace falta mirar nada. Usted misma se ha dado la respuesta, en su carta me dice que quiere seguir con su Apolo, que no se imagina la vida sin él, ¿entonces? ¿Qué más certezas quiere que las de su corazón? Apunte a su amiga Majórica al centro ese, a ver si espabila como usted al fin lo está haciendo. No puedo decirle otra cosa más que que viva, que ame, que sueñe y que salga el sol por Antequera. Esa es mi respuesta, si tiene alguna duda más, vuélvame a escribir. Con cariño, Miss Sousa
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M
i nombre es Rocío Camino y soy letrista. Vale que tengo miles de letras registradas y todavía nadie se ha interesado por ellas, pero eso no obsta para que yo sepa mucho de esto. Y del amor, bufff, del amor lo sé casi todo, de qué si no iba a yo a cantarle al amor... Bueno, cantar no canto, escribo, escribo para que canten otros, pero por ahora nada. En fin. Tengo paciencia y determinación. No sufráis por mí. Seguiré haciendo lo que me gusta hasta que un día alguien se fije en mis letras y todo el mundo acabe cantando mis estrofas con cara de flipados. Mientras tanto, hasta que ese momento llegue, he decidido que me voy a dedicar a descuartizar canciones de amor de los otros que me relaja mogollón y aprendo muchísimo ¿me acompañas? De verdad que no lo hago por venganza ni por envidia a los que han logrado lo que más anhelo, no. A ver, me fastidia muchísimo que gente destalentada y absurda, sin absolutamente nada que decir, triunfe, pero bueno... lo llevo bien. No respiro por la herida ni nada. Solo prometo descuartizar canciones haciendo mucho ruido y poniéndolo todo perdido de sangre.
Blanco y Negro de Malú. Lo primero que tengo que decir es que odio esta canción porque José Ernesto, Jernest para los amigos y followers, uno de mis últimos novios decía que definía a la perfección nuestra relación. Y sí, tenía razón, aquello fue un infierno with or without you, ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio, del que logré escapar porque tuve un arrebato de lucidez en medio de aquella locura. Amor Fú. Al lío, vayamos con la canción que empieza así: Se que faltaron razones/Sé que faltaron motivos... Y digo yo ¿si lo sabes para qué sacas el tema ahora? Enreda-bailes, water-party, mete-mierdas, eso es lo que eres. Luego sigue diciendo: Contigo porque me matas/Y ahora sin ti ya no vivo... Puaj, puaj, el clásico perro del hortelano que ni come ni deja comer, que ni sabe si sube o si baja. Que te dice que quiere ir al cine y ya en el cine te dice que está ahí porque tú te has empeñado, que él lo que quería hacer era irse de cañas con su amigo Joaquín, Joaco para los amigos y followers, que recién acaba de llegar de Nueva Zelanda y le interesa mucho lo que tiene que contarle porque él quiere marcharse para allá en cuestión de semanas, pero que tú, Roci, RociCam para los amigos del Feis y los followers, cari, no te preocupes, que por Skype las relaciones funcionan mejor que en la vida palpable. ¿Palpable? Respondes, pero si no me tocas desde hace cuatro meses y cuando lo haces esa mierda de bandera no se levanta ni izándola entre veinte estibadores del puerto de Génova. Arggggggggggggggggggg. Pero yo no respiro por la herida, no... Y creo en el amor, de verdad, a pesar de
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estos tíos de museo de los horrores, sigo teniendo fe y confío en que un día aparecerá alguien que me redimirá de todos estos pufos de amores de tercera. Lo sé. (Solo espero que no sea en la residencia y a tres semanas de palmar). Y ahora vuelvo a la canción que continúa con Tú dices blanco yo digo negro/tú dices voy yo digo vengo/ Miro la vida en color/ y tú en blanco y negro. ¿Pero qué mierda de relación es esta? Para qué quiero estar con un tío que es un toca-pelotas, que cuando abro el pico y digo mis dientes son blancos, él me suelta que son negros... Un tío con el que me voy a pasar el día en el camino, porque si cuando él dice voy, yo digo vengo...ya me dirás, apañados vamos, y que para colmo de males es un pobre perroflauta que todavía tiene en casa la Telefunken en blanco y negro de la abuela.... ¿pero qué invento es este? Pero lo peor es lo que viene ahora: Dicen que el amor es suficiente/pero no tengo el valor de hacerle frente.... Manolete si no sabes torear pa qué te metes, y ahora remata la faena: Tú eres quien me hace llorar/pero solo tú me puedes consolar. ¿Perdona? ¿Esta majadería qué es? Y que no me vengan con que quien bien te quiere te hará llorar, porque quien te hace llorar es un cerdo, del que no hay que esperar ni consuelo. Nada. ¿Qué consuelo? ¡Si quieres consuelo, cómprate un dildo! Si me haces llorar, soy yo la que te va a mandar a Parla, que está más cerca y te va a gustar más. Se me llevan los diablos, pero es que por si ya no tuviera bastante, la letra sigue: Te regalo mi amor te regalo mi vida/ A pesar del dolor eres tu quien me inspira/ ¿Cómo? ¿Que tengo que regalar a este pedazo de impresentable mi amor y mi vida, si es más malo que taconazos de plástico de dos tallas menos? ¿Y qué me inspira para qué? ¿Para escribir un manual sobre mil maneras de deshacerse de un chungo? Pero espera que todavía hay más, que por si acaso no te has enterado la letra insiste en que: No somos perfectos solo polos opuestos Sí, yo polo de fresa y tú de limón de marca blanca y caducado. Y ya termina diciendo: Mientras sea junto a ti siempre lo intentaría ¿Y qué no daría? Pues yo lo daría todo para que se quedara en Nueva Zelanda, que por fin se marchó, y lo de intentarlo... ¡No me vuelvo a subir a unos zancos de plástico ni muerta!
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* Manualidades adultos: de la literatura erótica a los cupcakes
¡Hágalo usted mismo! ¿Qué tienen en común el boom de la literatura erótica con los cupcakes? Todo. Ambos forman parte del mismo fenómeno que arranca con Lehman Brothers, su desplome y la tremenda crisis económica internacional que se nos vino después. La crisis nos obliga a pasar muchísimo tiempo en casa, porque no hay ni para pipas, y eso nos hace redescubrir los placeres del handmade y al DIY (Do it Yourself), las cositas manuales, vamos. Ahora podría ponerme a disertar un poco sobre la fiebre de los cupcakes, los muffins, el knitting y la bisutería variada, pero esto es Amor Fú y debo centrarme en otro tipo de manualidades para adultos. Y es que con esto de que estamos más en casa, tenemos más tiempo para disfrutar con la pareja o con nosotros mismos, y ahí es donde creo que estriba el éxito de la novela erótica, que viene muy bien tanto para reavivar el fuego de la pasión matrimonial (¿mito? ¿oxímoron?) como para deleitarse a solas... Woody Allen dice que el sexo “es como jugar al bridge. Si no tienes un buen compañero, más vale que tengas una buena mano" y qué duda cabe que las novelas eróticas dan mucha vidilla a la mano traviesa de los desparejados y de los que tienen pareja pero se encuentra tan ansiosa y/o deprimida, por el temor a la pérdida del empleo o por haberlo perdido hace ya tanto que ni se recuerda, que no tiene el cuerpo para muchas alegrías. De hecho los expertos nos advierten de que es muy difícil tener una relación sexual sana cuando no llega la camisa al cuello, así que es normal que las erecciones y el deseo se apaguen al tiempo que nuestras esperanzas se hacen fosfatina. Según datos del Estudio Europeo sobre Satisfacción Sexual 2012, realizado por Pfizer, un tercio de los españoles (34%) afirma que la preocupación actual por la situación económica de España ha repercutido sobre su libido y deseo sexual. Otros estudios señalan que debido a la crisis económica cuatro de cada 10 parejas españolas tienen problemas sexuales añadidos por este motivo. En fin, que la crisis se mete en la cama y repercute en el deseo, la frecuencia y calidad de las relaciones sexuales y la vida amorosa. Así el andrólogo José Luis Arrondo, presidente del comité organizador del XVI Congreso Nacional de Andrología, Medicina Sexual y Reproductiva asegura que “la respuesta sexual de las personas está muy influenciada por la actual situación de crisis social y económica” y que “los casos de impotencia y de falta de deseo sexual están aumentando en España, sobre todo entre las personas con dificultades para pagar hipotecas o en parejas que se encuentran de pronto desempleadas”. Estando así las cosas lo que nos queda es indignarnos, protestar, manifestarnos y al llegar a casa, recurrir a la lectura erótica y con cacharrería varia para seguir sintiéndonos vivos, dignos y libres. Así que no se llamen a engaño, leemos novela erótica porque necesitamos más que nunca orgasmar, liberar dopamina, sacudirnos la ansiedad y ya liberados y sin miedo, gritarles a todos esos que nos han metido en este hoyo: señoresvayanseustedesalamierda. * Escri tora . a u tora d e l a s n ovel a s Su sa n a &Co, U n a N a vi d a d en M a n h a tta n (El M a q u i n i sta ) , Pa si ón Bereber (M a n d erl eySU M A) y En tre l a s a zu cen a s ol vi d a d o (Fi n a l i sta Prem i oH QÑ ) . H a g a n a d o va ri os prem i os l i tera ri os en tre el l os el M a rg a ri ta Xi rg ú d e G u i on es Dra m á ti cos d e RN E- REE (1 9 9 6) y el XVI I I Certa m en Li tera ri o I n tern a ci on a l Du l ci n ea en l a m od a l i d a d d e en sa yo (2 0 0 5 ) y el Prem i o I n tern a ci on a l d e N ovel a Rom á n ti ca d e Seseñ a (2 0 1 1 ) .
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