Boletín UBI CARITAS 2021, num 57

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Una apuesta firme siempre va de la mano de una responsabilidad extrema Alberto Zumaquero Sánchez

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so es lo que sentíamos todos los miembros de la Banda de Cornetas y Tambores del Paso y la Esperanza, tras conocer la noticia de que habíamos sido los elegidos para acompasar el caminar del malagueñísimo misterio del Stmo. Cristo del Amor, una responsabilidad tremenda. Era inevitable poner en valor muchas cuestiones. La primera de ellas era que, nuevamente, una cofradía malagueña apostaba por nosotros para dar el giro definitivo al género musical que acompañaba a su Titular. Otra cuestión, no menos importante, es que esta apuesta llegaba de la mano de una cofradía de Viernes Santo, donde el repertorio -e incluso el cariz interpretativo- debe tornar hacia el sonido más solemne y lúgubre posible, evitando estridencias y buscando la cadencia constante en la percusión. Algo igual de reseñable es la extensión del recorrido de esta Cofradía en metros, ya que cuenta con uno de los recorridos más amplios de nuestra Semana Mayor. Y a esa extensión en metros, hay que sumarle el esfuerzo físico que conlleva el salir de una zona alta de la ciudad, añadiendo por tanto a ello un sobreesfuerzo para los hombres y mujeres de trono, tanto a la bajada como a la subida. Como digo en mis primeras líneas, la apuesta fue firme, y no solo eso, sino que el talante del equipo del trono del Señor fue absolutamente impecable en las primeras reuniones que mantuvimos. Los responsables del trono del Stmo. Cristo del Amor ponían siempre en valor nuestras sugerencias, sabiendo sacrificar lo que quizás pu-

CARIDAD

dieran idealizar algunos, en puntos concretos del recorrido, frente a la apuesta de que el trono del misterio regresase a Fernando el Católico lo más entero posible -no olvidemos que esto es lo que debe primar en cualquier cruceta que se precie-. En este sentido es inevitable recordar con un inmenso cariño al malogrado Pedro Montes, con el que me unían muchos lazos tanto cofrades como rocieros y con el que mantenía en cada reunión -y en tono jocoso- una disputa por hacerle ver que una cruceta cargada de marchas va a favor del desgaste de los hombres y mujeres de trono; un abrazo allá donde estés. Ese talante colaborativo al que me refiero, unido a la experiencia y maestría de los miembros del equipo de trono, fueron ingredientes suficientes para que la primera salida que el crucificado victoriano realizara a los sones de nuestra música, tuviera un resultado, bajo mi humilde criterio, de notable alto. En un primer año se salvaron todos y cada uno de los obstáculos que comentaba en líneas anteriores y lo más importante, los hombres y mujeres de trono solo necesitaron un par de horas para que pareciera que llevaban décadas acompasando el caminar del Señor con una banda del género de cornetas y tambores. Estoy seguro que hablo en nombre de todos mis compañeros al afirmar que la sensación con la que terminamos aquel Viernes Santo, nunca la habíamos experimentado en ninguna hermandad a la que acompañábamos en su primer año. Sin ningún lugar a dudas fue todo un éxito.

UBICARITAS

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