Boletín UBI CARITAS 2021, num 57

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Carta del Director Espiritual Rvdo. P. D. Alejandro Escobar Morcillo

Párroco de la Basílica y Real Santuario de Santa María de la Victoria y la Merced

Queridos amigos:

E

stamos viviendo una situación muy difícil, de mucho dolor y el sufrimiento alcanza a nuestras familias, a los enfermos y a cuantos están sufriendo las consecuencias sociales de esta pandemia. Contemplando al Cristo del Amor descubrimos que incluso en medio del dolor hay lugar para la esperanza y que hay situaciones humanas en las que son ineludibles el dolor y la soledad, la angustia y la muerte, pero gracias a Cristo puede en ellas experimentarse la cercanía de Dios. Necesitamos orar para descubrir el rostro amable y cercano del Padre de Jesús en el Dios de la cruz. Os invito a entrar de lleno en estos días en la meditación y en la experiencia del título que llevamos: “Amor”, “Caridad”. “El amor nunca se busca a sí mismo, porque cuando alguien se busca a sí mismo, luego cae del amor.” (Tomás de Kempis) Y la Caridad que es espléndida, pero humilde, servicial, solidaria y compasiva. La Caridad es señora y se hace esclava, siendo hacendada, se hace pedigüeña, es alegre y sabe llorar, es fuerte y se hace débil y siendo grande, se achica. Necesitamos que nuestros Titulares hagan que nuestra Hermandad se sienta muy unida con los lazos y las correas del amor. Porque la Caridad tiene que ser el rostro más brillante de nuestra Hermandad. Y hemos de aprender la lección que nos ofrece

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UBICARITAS

el Cristo del Amor: la unidad se apoya en dos actitudes: la humildad y el servicio; porque Él siendo Dios, se humilló y se hizo siervo para el bien de todos. No podemos vivir nuestra estación de penitencia en las calles, y esto nos entristece, pero, a su vez, puede ser una invitación a vivir esta Semana Santa con más hondura en las celebraciones litúrgicas y en el silencio y la intimidad de nuestra oración personal. Somos conscientes de nuestra fragilidad, pero descubrimos que podemos mantenernos firmes gracias a la fuerza del que compartió nuestra debilidad y nuestro sufrimiento, incluso la muerte, pero Resucitado es el Señor de la vida y el Pastor que cuida a los suyos y por ello nos sostiene en el camino, a veces duro, de nuestra vida. Que la vivencia de la fe en estos días nos ofrece la liturgia alimente la llama del amor fraterno que arde en el corazón de cada uno de nosotros. Donde hay Caridad, hay libertad, pero siempre se trabaja por el bien común. Nuestra fuerza nace de la confianza en el Señor y de la solidaridad humana. Por eso es tan bello ser creyentes de corazón y verdaderamente hermanos de los demás. Y, como María, la Madre de la Caridad, podemos mantenernos de pie y con el corazón iluminado por la esperanza. No dejemos que nos alcance el desaliento. Vivamos estos días con intensidad y no permitamos que nuestra fe se duerma. ¡El Señor nos quiere bien despiertos!

AMOR


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