Viaje por la literatura: otros tiempos, otros espacios.
3ยบB 2014-2015
A lo largo de este curso, los alumnos de 3º ESO van a emprender un largo y maravilloso viaje. Rompiendo fronteras, viajaremos en el tiempo y en el espacio.
Para
tan
ardua
necesitaremos
empresa
combustible,
¡en grandes cantidades!, pero se tratará de un combustible especial ¡IMAGINACIÓN!
Calentemos motores. Escribid una historia que termine con esta oración de El principito: “Es tan misterioso el País de las Lágrimas”
Pensaba en todo aquello, lo que había sucedido y en todo lo que no. Pensaba en todas aquellas horas sin dormir, en los cientos de amaneceres que habían visto y en los mil y un besos que se habían dado. Pensaba en lo largo que sería aquel invierno y en lo cálido que le había parecido el anterior; mientras la abrazaba y ella sentía aquellos suspiros suyos de placer. Pasó sin darse cuenta por los lugares que más frecuentaban, haciendo de tripas corazón y recordando las primeras veces que habían ido, riendo como niños y abrazándose, compartiendo miradas y sonrisas secretas, mientras ignoraban todo lo que sucedía a su alrededor y pensaban que podían comerse el mundo. Pero el mundo se los había comido a ellos. Ambos habían sido rociados con aquel cinismo que adquieren las personas al madurar y se habían visto desprovistos, poco a poco, de todo lo que les había unido. La vida les había quitado aquello como el que quitaba un caramelo a un niño: engatusándolo y manipulándolo. Rememoró la mirada de compasión de su mejor amigo y supo que él también lo había engañado. Que todo el mundo lo sabía menos él. Que ella se había reído en su cara. Y allí estaba ahora, recordando momentos felices que había vivido en la ignorancia, intentando comprender la razón de todo aquello. Humillado, devastado, usado. Y el dolor era tan grande que solamente sentía un gran vacío dentro de él, en lo más hondo de su ser, como si le hubiesen arrancado de cuajo todo lo que poseía. El dolor era tan grande que podía oírlo, tanto como se oía un grito sordo. Era tan tangible que podía haberlo cortado con un cuchillo. Tan grande que no había soltado ni una lágrima y tenía los ojos completamente secos. Es tan misterioso el País de las Lágrimas… AZUCENA ALBERO GARCÍA
Juan atravesó el espejo en un abrir y cerrar de ojos. No sabía dónde se encontraba. Estaba aturdido, mareado, todo le daba vueltas. Cuando logró ponerse en pie y poder
investigar dónde se hallaba, lo
único que vio fue gente y más
gente, todos tristes, llorando.
Estaban agrupados por tristezas,
cada tipo de tristeza en un
edificio. Juan entró en el edificio
de la tristeza por muerte, y se
encontró a él
llorando por la
muerte de su abuelo; también se
encontró a él mismo en suspensos
en exámenes. Juan ya había
llegado a la conclusión de qué era
todo eso. Era el País de las
Lágrimas y las Penas.
Volvió corriendo al espejo y regresó a su casa. Juan creía que la gente, al mirarse al espejo se quitaba las penas y las tristezas y las llevaban allí. Pero nadie sabe qué más podrá haber allí. Es tan misterioso el País de las Lágrimas… JESÚS BARRANQUERO TOMÁS
Me desperté esa mañana. Fue muy extraño ya que no desperté en casa. Estaba en una especie de bosque de cristal. No veía el sol, pero tampoco había nubes ni nada. No sabía qué estaba pasando. Decidí andar para descubrir dónde me encontraba. No había animales, en cambio, escuchaba ruidos, no eran como los de la ciudad. Había una especie de riachuelo, y del agua salió una muchacha hecha de agua cristalina. Me tendió la mano y me explico dónde estábamos, en el País de las Lágrimas. _ ¿El País de las Lágrimas? _pregunté. _ Sí, es un lugar aislado del mundo, adonde llegan los elegidos _dijo ella. Me quedé pensando, ¿los elegidos? Pero… ¿por qué yo? Se quedó mirándome con cara de satisfacción, como si me hubiera estado esperando mucho tiempo. _ Ven, voy a enseñarte todo esto _me dijo, y me volvió a tender la mano, esperando que fuera con ella. Le di la mano y comenzamos a sumergirnos en una especie de lago, donde podía respirar e incluso hablar. _ ¿Por qué respiro debajo del agua? Pregunté extrañado. _ Porque no es agua, sino lágrimas de cristal, y aquí no hay límites _me contestó. Me enseñó todos los lugares y me explicó que permanecería ahí para siempre, rodeado de personas de alma pura. Es tan misterioso el País de las Lágrimas… CARMEN MARÍA BELMONTE GONZÁLEZ
Un buen día, me desperté por la mañana y me di cuenta de algo raro. Tenía en el cuerpo una sensación extraña, como de ganas de llorar sin motivo aparente. Me asomé a la ventana y, en lugar de ver mi habitual ciudad, vi enormes ríos y lagos alimentados por gente llorando. Y no es que estuvieran tristes para tener ganar de llorar. Simplemente expresaban sus emociones muy fuertemente. Por ejemplo, vi a una pareja sentada en un banco, que de repente comenzó a reírse. Y tanto reían, que se les saltaron las lágrimas y crearon un afluente que se unía a otro río principal. Después me fijé en un niño que montaba en bici, y se cayó. Lloró y lloró hasta que creó un pequeño lago a su alrededor. Y así mucha más gente. Es tan misterioso el País de las Lágrimas… PABLO GÓMEZ GARCÍA
Perfecto. Ahora solo debemos aprender a mirar y estaremos listos para partir. Yo ya sé, me enseñó el zorro. Aún recuerdo bien sus palabras:
“He
aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.”
¿Tú que ves? Aquella chica me transmitía humildad, pobreza, dolor, miedo… Mejor dicho, lo que me transmitía todo esto era su mirada, sus ojos, aquellos inmensos, preciosos, coloridos e intensos ojos que la definían. RAQUEL MOMPEÁN REY
Se trata de una mujer joven, sencilla; transmite tristeza y pobreza. De ella podemos destacar esos ojos verdes, intensos, que se clavan en los ojos de cualquier otra persona, la forma de sus labios tan definida, que parece que nunca han sonreído, un tono de piel marrón curtido por el sol, y una nariz bien perfilada. CAROLINA SOTO LÓPEZ
Este precioso animal con un pequeño y feo cuerpecillo, pero con enormes, coloridas y sugerentes alas, parece que quiere compartir con nosotros esa elegancia, belleza y libertad que desprende. Esta, en concreto, con los colores azulados que posee, es como si en sus alas reflejara la gracia y la libertad del día, del sol, el cielo claro…, y también la elegancia y sumisión de la noche, alumbrada por las estrellas, con los tonos negros y blanco. YOLANDA YÁÑEZ MERTÍNEZ Esta mariposa tiene unas grandes alas azules como el mar y con finas rayas similares a un caudaloso río. Su pequeño cuerpecillo y sus imperiosas alas le dan un aspecto frágil. Parece como si en esas alas hubiera un inmenso océano. ALBERTO ALMAGRO LARROSA
Aquella tarde de mayo, cuando miró a su alrededor y vio la casa en la que había vivido durante meses, deseó poder soltar un suspiro, como los que los gigantes dejaban escapar cuando algo les producía tristeza. Así que, llegado el momento, miró a su alrededor y desplegó el manto de duelo bordeado en obsidiana que portaba en sus espaldas, y pensó que con él sobrevolaría el mundo, surcando los cielos y transmitiría algo mejor que la melancolía. Lo había construido para enseñar felicidad y la serena melodía que podían llegar a componer dos colores tan distintos. Y emprendió el vuelo, hacia un nuevo hogar, hacia un desconocido futuro. AZUCENA ALBERO GARCÍA
TE FROTAS LOS OJOS DESESPERADAMENTE PORQUE NO ACABAS DE CREÉRTELO. CRUZAS EL PUENTE Y…, AHORA NO SABES DÓNDE ESTÁS. EL CAMINO CONTINÚA, DIVISÁNDOSE A LO LEJOS UNA CIUDAD. UN GRUPO DE PERSONAS SE DIRIGE A ELLA, LOS ALCANZAS CON LA INTENCIÓN DE PREGUNTARLES QUÉ CIUDAD
ES
AQUÉLLA.
SE
QUEDAN
MIRÁNDOTE
FIJAMENTE, COMO SI VIESEN UN FANTASMA, Y TÚ TAMBIÉN LOS OBSERVAS CON CARA DE INCOMPRENSIÓN, PUES APRECIAS QUE VAN VESTIDOS DE FORMA EXTRAÑA. TE DAS CUENTA ENTONCES DE QUE, SIN SABER CÓMO, HAS EMPRENDIDO UN EXTRAÑO VIAJE, UN VIAJE EN EL TIEMPO Y EN EL ESPACIO. TRAS HABERSE REÍDO DE TU ASPECTO Y DE TU EXTRAÑA VESTIMENTA, LOS LABRIEGOS, AMABLES, TE INVITAN A QUE LOS ACOMPAÑES HASTA EL PUEBLO. COMPRENDES ENTONCES QUE VAS A ENTRAR EN BURGOS Y QUE VIVES EN EL SIGLO XII.
La ciudad está muy animada, pues es día de mercado.
Paseando
entre
las
gentes
descubres un enorme grupo y hacia él te diriges. Rodean a un juglar que cuenta historias maravillosas de héroes y luchas. Los Cantares de gesta, recuerdas. Te dispones a disfrutar del espectáculo. CANTAR DE LOS REYES DE CASTILLA Antes del siglo XIII, a finales del XII, reinaban en España dos reyes de Castilla hermanos, Federico II y Gonzalo IV. Su padre, Pelayo IX, los nombró reyes a los dos, puesto que nacieron el mismo día, a la misma hora, minuto y segundo, en la misma habitación; ninguno era mayor ni menor que el otro. Eran tiempos de guerra contra los musulmanes, y aunque no era con los judíos, estos a veces también causaban problemas. Todos los días había una batalla; el ejército cristiano al mando de Federico y Gonzalo aún aguantaba contra las tropas musulmanas, pero no lo harían mucho más tiempo. Almanzor, el rey moro, seguía mandando tropas de todas partes de lo que quedaba de califato, además traía guerreros del Norte de África. La guerra nunca acababa, y si el ejército cristiano seguía así, los musulmanes acabarían entrando en Castilla. Los reyes, dada la situación, decidieron actuar dentro de las tierras de Almanzor. Se les ocurrió darle un golpe bajo mandando a los tres únicos soldados judíos de su ejército a las tierras del califato. Mandaron vestirles de musulmanes de clase alta, y se les encargó hacerse pasar por mercaderes de pieles y piedras preciosas, para engañar a la mujer de Almanzor y asesinarla. A la semana, los tres judíos habían llegado a la capital. Iban armados hasta los dientes, debajo de sus ropajes. Entraron en el palacio y hablaron con Almanzor y con su mujer. Era media tarde, la hora perfecta, puesto que Almanzor tendría que ir con el ejército.
Después de que se fuese. Su mujer pidió que le enseñasen su mercancía. Los judíos sacaron un pedazo muy pequeño de rubí; era tan pequeño que la reina tuvo que acercarse hacia ellos, justo como querían. Cuando estaba enfrente, el primer judío cerró la mano con el rubí, el segundo la agarró con fuerza y la silenció; y, por último, el tercero le cortó la cabeza, la cogió y la guardó como trofeo. Los judíos saltaron a un árbol rompiendo una ventana, bajaron de él y superaron la muralla con un túnel que habían cavado antes del crimen. Salieron y huyeron hacia el norte a toda prisa, dejando atrás el cadáver y dos cruces en señal de los reyes a los que representaban. La misión fue cumplida con éxito. La furia de Almanzor fue desatada pues la cabeza fue colocada encima de la bandera de Castilla en la siguiente batalla. Como venganza, Almanzor decidió reunir a sus doce generales, los mejores soldados que luchaban en toda la península, y con ellos ganar la siguiente batalla contra los cristianos. Pero no fue solo eso. Mandó al mejor artesano de su reino fabricar dos cabezas con cera, la de cada rey. Dado que los hermanos de Castilla luchaban en la misma batalla pero en frentes y horas distintas, los musulmanes mostrarían al primero la cabeza falsa del segundo y viceversa. El día de la batalla, los generales estaban listos y las dos cabezas era exactamente como las de verdad. El primer hermano que lucharía, Federico, lo haría al medio día; y su hermano Gonzalo, al ocaso del mismo día. Empezó la primera batalla y todo fue según lo planeado por Almanzor. Al enseñar la cabeza falsa d Gonzalo a Federico, este enloqueció y se lanzó con su ejército a por el rey moro. Cuando cayó la noche, la batalla contra el rey Gonzalo acababa de empezar. Los doce generales sacaron la cabeza de cera de Federico y el rey, al igual que su hermano, se enfureció tanto que se lanzó con el ejército hacia los musulmanes. Al final, en cada batalla, el rey fue decapitado. Pero no solo rodaron las cabezas de Federico y Gonzalo, sino que también lo hizo la de Almanzor. Y además, a pesar de la presencia de los doce generales de Almanzor, los cristianos consiguieron hacer frente a los moros venciéndolos en la que hoy se conoce como Batalla de Rabadón. ÁLVARO ALEMÁN GUARDIOLA
Suenan campanas y todos se dirigen a una iglesia. Los monjes de un monasterio vecino representan
el Auto de los
Reyes
pueblo
Magos.
El
disfruta,
fascinado y divertido, cada verso.
Ahora han comenzado a sonar unas campanas. Ves que todos acuden alegres hacia una pequeña iglesia. Curioso, te acerca a preguntar a los lugareños el porqué de su actitud. Aunque apenas disimulan las risas que les provoca tu extraño aspecto, amablemente te cuentan que don Gonzalo va a decir misa y que siempre les regala con algún hermoso milagro realizado por la Virgen María. Ante tu extrañeza, te hacen saber que estás en el siglo XIII, en Berceo, y te apremian diciendo que don Gonzalo debe estar por comenzar. Entras con ellos en la iglesia y escuchas estas hermosas historias.
Si a vosotros y ustedes el tiempo no faltara, a este pueblo ahora mismo otra historia yo contara. Pero en cualquier momento que el personaje hablara necesitaría que usted el silencio guardara. Durante las noches el ladrón salía a robar, pero a Santa María solía saludar. Justo antes que la faena tornara a empezar con agua bendita su frente solía mojar. Una noche de tierno pan se quiso apropiar y con una espada se le hizo ajusticiar. La Virgen al matador no podrá perdonar, bajó del cielo para su vida arrebatar. Cuando el ladrón se acercaba al guardián de la puerta, San Pedro le dijo que no se la daba abierta. Por haber robado, para comer, de otra huerta al cielo no entraría aquella mente incierta. Y nuestra Santísima Madre que estaba huraña al oír aquello hasta con San Pedro se ensaña. Maldijo a San Pedro, hijo de la mala putaña. Esta vez la Madre consiguió una gran hazaña. Pues como el devoto mucho le había rezado al día siguiente ya había resucitado, despertándose en su cama libre de pecado. Y el alguacil, finado por haberle matado. Miles de milagros tiene la Madre María. Ni yo mismo contaros todos nunca podría. Pero sin embargo mostrarlos me encantaría y si vosotros queréis, alguno más os diría.
JESUS BARRANQUERO TOMÁS
Esto era una muchacha que todos los días, antes de salir, a la Virgen María rezaba. Ella tenía un buen porvenir, pues a su familia el dinero no le faltaba; pero aun así, ella iba a pedir. Pedía y les quitaba el dinero a los que les hacía falta para vivir, pero aun así, a Nuestra Señora oraba antes de pedir. Un día, la muchacha fue a pedir a la ciudad, y para ir, por un puente tenía que pasar. El puente se rompió y ella no logró sobrevivir. Y así es cómo la chica falleció en pecado. El padre la desterró de sagrado al saber que salía a pedir y ordenó que le dieran el cadáver a los lobos.
Nuestra Señora bajó a por el cuerpo de su sierva y se encontró con que los lobos la iban a devorar. Cogió el cuerpo de la muchacha y lo protegió. Al padre se le apareció y le dijo: “Tú, hombre de mala madre, que te atreves a dar el cuerpo de esta muchacha a los lobos, a ver si eres tan valiente como para enfrentarte a una manada de lobos hambrientos. Ahora ve y recoge a mi sierva y entiérrala como y donde se merece, o si no atente a las consecuencias”. Dicho esto, la Virgen desapareció. Esa misma tarde el padre fue con sus hombres a por la muchacha y dos milagros vieron. Uno de ellos era que la chica tenía un precioso vestido blanco y desprendía un agradable olor a rosas, y el segundo, que no estaba devorada ni tenía pinta de haberse ahogado. La muchacha fue enterrada en el cementerio, cerca del monasterio de Nuestra Señora la Virgen maría, MARINA FUENTES MARTÍNEZ LA VIRGEN DE LOS NECESITADOS Hace unos años, en la calle más oscura, triste y casi totalmente abandonada de todo el barrio, vivía un joven huérfano, vagabundo, delgadísimo y con sucio rostro. Era muy humilde, educado y generoso, ya que lo poco que ganaba mendigando, lo gastaba en un poco de comida caliente para él y para sus amigos callejeros. Esto no significaba que ganara bastante ya que, como antes he dicho, el lugar estaba casi abandonado. Las pocas personas que pasaban por ahí, generalmente lo ignoraban, exceptuando a las piadosas viejecitas de aquel barrio y a los pequeños niños que pasaban por ahí y les pedían dinero a sus padres, por la profunda lástima que daba. El joven, llamado John, vivía con la esperanza de que un día cambiara su suerte, aunque en el fondo sabía que no iba a ocurrir. Siempre rezaba a la Virgen para que le protegiera, ya que cada día era una lucha para el pobre John, tan desgraciado y hambriento. Un día, parecía que toda esa tortura iba a terminar de una vez, que su corazón dejaría de latir y sus pulmones de funcionar. Pero el pequeño John no se rindió y gastó su último aliento para agradecerle a la Virgen maría todos esos años difíciles de vida, que era, minuto a minuto, una constante guerra contra el hambre y el frío. Milagrosamente y, la verdad, nadie sabe cómo pasó exactamente, John despertó de su profundo sueño. Él, desesperado por irse ya, por liberar eternamente su alma de aquel martirio, se sorprendió al ver que no se encontraba abandonado a su suerte en la calle. Se encontraba en un cálido hogar, pequeño pero suficiente para acoger a una familia poco numerosa. Llevaba un traje limpio y nuevo, e incluso podría decir que
no tenía nada de hambre. Miró a su alrededor y lo primero que vio fue a una bella mujer, de blanca y rojiza piel, con cabellos oscuros y una lustrosa corona. Era la Virgen María. John se levantó como pudo y se postró ante ella. _ ¿Habéis sido vos mi salvadora? _dijo con euforia. _ No, tú has salvado tu alma del egoísta mundo en el que vives, solo he esperado el mejor momento para agradecerte tus oraciones. _dijo con una amplia sonrisa_ Creo que con un hogar donde cobijarte y unas cuantas monedas para alimentarte bastará. _ Muchas gracias, mi Señora _exclamó con lágrimas en los ojos. La Virgen se desvaneció, como una nube de humo. John, lleno de júbilo, se dirigió a la vieja calle donde antes mendigaba y ofreció cobijo a sus amigos callejeros. Todos pudieron recuperarse poco a poco y vivieron una vida normal, como la de cualquier persona. Desde entonces, cada vez que veían a un mendigo, joven o viejo, blanco o negro, alto o bajo…, le daban una pequeña limosna, porque lo que para un o son unas pequeñas moneduchas, para otros supone un par de días más de vida. YOLANDA YAÑEZ MARTÍNEZ Juan era un hombre que estaba muy enfermo, pero nadie conseguía averiguar qué padecía. Iba de hospital en hospital, y nadie sabía nada. Pero un día se le ocurrió rezarle a la Virgen maría y en la siguiente revisión a la que fue, le diagnosticaron una enfermedad terminal y le dijeron que no sabían si conseguirían curarlo antes de que la enfermedad acabase con él. Juan no perdió la esperanza y siguió rezándole a la Virgen. Al final, Juan acabó estando muy grave y lo ingresaron en el hospital. Estando allí, nadie creía que fuese a salir vivo. Pero se le apareció la Virgen y le dijo: “No morirás debido a esta enfermedad, sino que morirás de anciano”. La Virgen le dio un beso en la frente y desapareció. Juan no podía creer lo que había pasado, pero, según transcurrían las horas, iba encontrándose mejor, hasta que los médicos fueron a la sala para ver cómo se encontraba y descubrieron que Juan, ahora, estaba curado y ya podía volver a su casa. Juan, a partir de ese día, fue a todas las misas y le rezaba mucho más a la Virgen, a la par que se lo agradecía. LAURA MUÑOZ SAHELICES
Sales contento de la iglesia y te diriges a una posada en la que decides pasar la noche. Tras cenar una riquísima sopa y un trozo de queso, te acuestas a descansar. Pero cuando llega el nuevo día todo parece haber cambiado. La gente que te rodea no es la que te acompañara la noche anterior. Al calor del hogar, un pequeño grupo de señores escuchan, mientras desayunan unas gachas, a un joven que sostiene un libro. Consigues leer el título y descubres asombrado, que se trata de un ejemplar de El conde Lucanor de don Juan Manuel, luego deduces que te hallas en el siglo XIV. Decides escuchar los cuentos. Otra vez hablaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero, y le dijo esto: _ Patronio, un pobre me ha dicho que si le doy una pequeña cantidad de dinero, me dará el doble dentro de un mes. _ Señor conde Lucanor _dijo Patronio_, para que vos le podáis aconsejar sobre esto, me gustaría que supieseis lo que le ocurrió una vez a un rey avaricioso. El conde le preguntó cómo había sido aquello. _ Señor conde _dijo Patronio_, un rey, cegado por su avaricia, quería más dinero. Esto lo sabía todo el pueblo, pues dejaba las puertas abiertas a los listos que querían engañar al rey. Un día, se presentó un pobre en la corte real e hizo llamar al rey. El rey se presentó ante el pobre y este le dijo que tenía una planta que echaba dinero por las raíces. El rey le pidió que hiciera una demostración. El pobre previamente había escondido dinero en la tierra. Dijo al rey que regara la planta. El rey lo hizo y entonces el pobre quitó la tierra y enseñó el dinero que había dentro de la maceta. El rey compró la planta por un montón de dinero y el pobre huyó rico y más alegre que unas castañuelas. El rey se dio cuenta y mandó a su ejército a darle caza pero ya había huido muy lejos y no lo encontraron. Desde entonces, ese rey fue considerado en el reino el más tonto de este. Y con este cuento, le recomiendo que le haga caso omiso a ese pobre. El conde consideró este un buen consejo. Y don Juan lo hizo escribir en este libro e hizo estos versos que dicen así:
No aventures nunca tu riqueza por consejo del que vive en la pobreza.
NICOLÁS NAVARRO
Era un día en que estaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero, y le dijo así: _ Mi buen Patronio, una persona lleva alabando mis riquezas durante un mes. Confiesa que soy la persona que más admira y que no dudará en echarme una mano. ¿Qué debo hacer? ¿Debería confiar en él? Dadme un consejo. _ Antes de darte un consejo, me gustaría que supieras lo que le pasó a un perro y a un gato. _ ¿Qué les pasó? _preguntó el conde Lucanor. _ Estaba un perro tranquilamente comiendo después de una sesión de caza con su dueño. Un gato lo vio y, como tenía hambre, no dudó en acercarse al perro. Este, al ver al gato, le dijo desconfiado: _ ¿Qué buscas? ¡Atrás! _ No voy a robarte comida de tu cuenco _le dijo el gato_. Quisiera saber cómo puedes ser tan bello. Te llevo observando durante largo tiempo y nunca había visto tal milagro. El perro, halagado, se bufó en señal de agradecimiento. El gato siguió y siguió halagándolo hasta que le dijo: _ ¿Podrías darte la vuelta para que vea tu cola, sin duda hermosísima? El perro se dio la vuelta y espero los halagos del gato, pero, después de un rato sin que este dijera nada, se dio la vuelta y entonces se dio cuenta de que el gato había desaparecido y el cuenco también. _ Así que no te dejes llevar por lo que otros, exageradamente, te digan, posiblemente quieran algo de ti. Al conde le pareció bien el consejo y lo puso en práctica. Don Juan recogió esto en un libro y escribió estos versos:
Quien te alaba de lo que tú no tienes cuida que no te quite lo que tienes.
ALBERTO ALMAGRO LARROSA
Otra vez hablaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero y le dijo esto: _ Patronio, tengo un amigo que está muy preocupado. Desde hace siglos han sido guerreros de mucho prestigio. Su padre quiere que él también luche y mantenga el honor de la familia, pero él, lo que de verdad quiere ser en la vida es trovador. Desde pequeño le encanta la música y tiene una facilidad asombrosa para escribir poemas. ¿Qué debería hacer? Os ruego que me digáis de qué manera puede ser feliz. _ Señor conde Lucanor _dijo Patronio_ antes de aconsejarle, un breve cuento he de contarle. ¿Sabéis lo que le pasó al hijo pequeño de una familia de leñadores? El conde preguntó cómo había sido aquello. _ Señor conde _comenzó Patronio_ en una familia de leñadores, vivían humildemente cinco hermanos. Todos los días, a la hora de la cena, los cuatro hermanos mayores se reían del pequeño mediante un juego que consistía en darle a elegir entre una moneda de poco valor o una de menor tamaño pero más valiosa. El
pequeño siempre elegía la moneda más grande, provocando enormes carcajadas entre sus hermanos. Un día, viendo esto, su padre le pregunto aparte cómo era que no se daba cuenta del engaño, a lo que este respondió: _ El día en que escoja la de mayor valor, el jueguecito acabará y ya no recibiré más mi pequeña moneda. Así que más vale parecer un tonto con el bolsillo lleno, que escoger un par de días la más valiosa y que se cansen de jugar, pues ya no obtendría ninguna moneda. No me importa nada lo que piensen de mí, pues yo sé bien que los verdaderos tontos son ellos. _ Y vos, señor conde, aconsejad a aquel amigo vuestro que no le importe lo que piense su familia, pues la verdadera felicidad la obtendrá si se dedica a aquello que ama, y no, complaciendo a su padre mientras se pasa la vida haciendo algo que no quiere. El conde consideró este un buen consejo, y don Juan Manuel lo hizo escribir en este libro, e hizo unos versos que dicen así:
Por miedo de las críticas no dejéis de hacer Lo que más conveniente pareciere ser.
PABLO GÓMEZ GARCÍA
EL BUEN PERRO Y EL VIL ZORRO Estaba hablando el conde Lucanor con Patronio, otra vez rogando de sus sabios consejos. _ Patronio, me han llegado rumores de una posible traición hacia mi persona por parte de un buen y fiel amigo. Dime, ¿qué debería hacer, creer los rumores o fiarme de mi buen amigo? _ Señor conde Lucanor _dijo Patronio_ yo le aconsejaré, no sin antes darle una buena historia de lo que le pasó a un buen perro por fiarse de las palabras de un vil zorro. Una vez, en un bosque, habitaba un hábil cazador que vivía con su fiel y buen perro. Había estado con él desde que era un cachorro y había sido siempre su fiel mascota y hábil compañero de caza. Pero el perro se estaba haciendo viejo y ya no rastreaba tan bien como en sus tiempos mozos. Aprovechose de esto un astuto zorro al que, sabiendo la cercanía de la temporada de caza del zorro, se le ocurrió una artimaña con la que escapar del peligro. Hallábase el perro tranquilo y descansado al lado de la casa cuando apareció el zorro. Alterado se puso el viejo perro ya se preparaba para arremeter cuando este le dijo: _ Alto, mi amigo, solo vengo a ayudarte. El perro, confundido, preguntó: _ ¿Ayudarme? ¿Con qué? _ Pues a evitar tu muerte.
El perro, aún más confuso además de enfadado por lo que había dicho el zorro, preguntó: _ ¿Cómo que evitar mi muerte? ¡Explícate! _ordenó. _ Verás, el cazador, tu “buen amigo” está planeando deshacerse de ti _afirmó el zorro. El perro, ya muy furioso dijo: _ ¿Por qué querría deshacerse de mí y por qué debería fiarme de ti? _ Pues porque ya estás viejo y no puedes rastrear bien, además, debes fiarte de mí ya que somos familia. El perro, ya más preocupado y triste que enfadado, preguntó<: _ ¿Cómo que familia? El zorro respondió: _ Siiiii, somos familia, ¿no ves? Ambos tenemos pelo, nos movemos a cuatro patas y tenemos un hocico alargado. El perro tragó saliva y dijo: _ ¡No! Él no haría eso. ¡Vete! El zorro hizo caso y empezó a irse, pero justo cuando estaba a punto de desaparecer entre la maleza comentó: _ ve a casa de tu amo y mira por la ventana, si está pensando deshacerse de ti estará preparando las armas ¿no? _y entonces desapareció entre la maleza. El perro al ver que se había ido hizo lo que le dijo y miró por la ventana. Cuán grande fue su sorpresa al encontrarse a su amo preparando las armas tal y como había dicho el zorro. El perro, al ver su fin cerca corrió y corrió a través del bosque durante días, hasta que las fuerzas le flaquearon y cayó muerto al suelo. El cazador, que estaba preparando sus armas para la temporada del zorro, buscó a su amigo durante el resto de sus días para no encontrarlo nunca, mientras el vil y malvado zorro reía porque su plan había funcionado. Pues, _dijo Patronio_ no te fíes de las malas lenguas que pongan verde a sus fieles amigos, conde Lucanor. Quedó don Juan Manuel tan encantado con la historia que mandó copiarla e hizo estos versos que dicen así:
Al que te aconseja encubrirte de tus amigos le es más dulce el engaño que los higos.
GUILLERMO RAMÓN LÓPEZ
Contento por haber comenzado el día escuchando tan bellas historias, decides conocer el lugar. Te encaminas hacia la iglesia. Esta te impresiona vivamente pues sus vidrieras representan unas tremendas Danzas de la Muerte. Como desde la distancia no puedes observar muy bien las imágenes, el párroco te hace saber que entre los tesoros del monasterio vecino se encuentra un ejemplar donde se recogen estas pinturas acompañadas de hermosos textos. Obviamente te diriges hacia allá pues no ves el momento de tener entre tus manos ese extraño ejemplar.
Fin
Estabas descansando un poco la siesta, pero te ha despertado un enorme bullicio. Preguntas al posadero, al que de nuevo descubres distinto. Como te cree un loco y ante la cara de estupor que
presentas, te dice que os encontráis en Granada, en el siglo XV, y que la algarabía que has escuchado es la que ha organizado la gente alrededor de un juglar, recién llegado al pueblo, que va a recitar romances. Decides, pues, unirte a la fiesta. Él era un apuesto chico, que muy enamorado estaba de una hermosa chiquilla, Florentina se llamaba. El chico, Pepito Pérez, encasillado él estaba, pues decirlo no podía, y la chiquilla, apenada. El rey se lo prohibía, pues príncipe le tocaba, y no podía casarse con ella, la aldeana.
Tengo yo un dolor constante, Que imposible es remediar. Tanto llanto, tanto llanto Que ya puedo hacer un mar. Parezco una depresiva, Que solo quiere olvidar, Problemas y más problemas Que se tienen que esfumar. Manos blancas como nieve, Y llanto azul como el mar. ¡Tengo tantos problemas que Debo yo solucionar!
El príncipe se escapó, mas el rey le espiaba. El rey dejole escapar, pero vigilado estaba. Pepito se fue corriendo a la casa de su amada, Florentina sollozaba asomada a la ventana. El guardia supervisaba, a su príncipe observaba, el príncipe bien gustoso se puso a hablar con su amada. Explicole a Florentina, decidieron que escapaban. Del guardia se escaparon y su vida comenzaba. ALEJANDRO FÉRNÁNDEZ SÁNCHEZ
MARÍA JOSÉ OCHOA CRUZ
Rodrigo luchó en Valencia, en Aragón y en Castilla, pero al rey Alfonso Sexto no sirvió su valentía. Por Burgos fue desterrado, Tizona ya no lucía. Ya llegando a una posada, una niña le abriría: _Si ustedes quieren, aquí entrar usted sí podría, pero a nosotros el rey nuestro cuerpo quemaría. Rodrigo marchó en Babieca, si no Burgos moriría. Rodrigo llegó a Valencia, muchos moros morirían. Ya Valencia conquistó. Ya Tizona relucía. Los infantes de Carrión con sus hijas casaría. JESÚS BARRANQUERO TOMÁS EL PASO DEL TIEMPO Los recuerdos de la infancia que a veces cuesta salvar, llenos de buenos momentos sin poder recuperar. El amor no molestaba, que entonces nos daba igual. Ahora, en la adolescencia mi amor ya está por llegar, y aunque con dificultad pronto ya aparecerá. En un futuro cercano la pubertad ya se irá dando paso a una época de mayor dificultad. La edad adulta se asoma y marcha la libertad, dependiendo del trabajo esperando bien cobrar. Mantener a la familia nuestra ocupación será y llevar algo a la boca y así hambre no pasar.
Aunque pueda ser difícil lo podremos superar, y cuando llegue el momento lo tendremos que afrontar. Y más tarde la vejez por desgracia llegará, nuestro estado de salud poco a poco va a empeorar. Y por mucho que nos pese la muerte nos va a acechar. Cuando legue ese momento lo tendremos que afrontar porque aunque no lo queramos será ese nuestro final. YOLANDA YÁÑEZ MARTÍNEZ, CELIA PÉREZ GARCÍA y CAROLINA SOTO LÓPEZ
Cuando has despertado hoy, te has percatado de que la gente habla y viste como ayer, por lo que deduces que debes continuar en el siglo XV. Pero al salir a la calle, descubres que te encuentras en otro lugar. Preguntas y te enteras de que estás en Ocaña. Mientras comes, escuchas a un grupo de jóvenes que leen unas coplas. Acercándote a ellos, te hacen saber que son amigos de Jorge Manrique, y que están intentando emular sus Coplas a la muerte de su padre, el maestre don Rodrigo pues también ellos se duelen por lo rápido que se escapa el tiempo. ¿Qué fue de aquellas zagalas? ¿Qué ha sido de esos vestidos? ¿Qué ocurrió? ¿Quién les ofreció sus alas? ¿Dónde están esos cumplidos? ¿Qué pasó?
¿Qué fue de aquellos peinados? ¿Qué les pasó a esas sonrisas? ¿Dónde están? Sus vidas ya han terminado. ¿De qué sirvieron las prisas? ¿Dónde irán? ALBERTO ALMAGRO LARROSA
¿Qué fue de aquellos pupitres dobles y con su tintero? ¿Dónde están? ¿Y de las verdes pizarras en las que tanto escribió el maestro?
¿Qué fue de aquellas muchachas? Tantos sueños por cumplir. ¿Qué pasó? Quizás fracasaron muchas,
¿Qué fue de aquella tarima que los alumnos notaban en sus pies? ¿Dónde quedaron las láminas tan finamente ilustradas? No se ven. PABLO GÓMEZ GARCÍA y NICOLÁS NAVARRO o aprendieron a vivir. Se logró. ¿Qué fue de aquel profesor al que entonces tanto amaban? Se marchó Felicidad alrededor que en esa época ya estaba. No cambió.
YOLANDA YAÑEZ MARTÍNEZ y MARINA FUENTES MARTÍNEZ
¿Qué fue de esas faldas largas? ¿Dónde están aquellos chicos? ¿Y sus sueños? ¿Dónde están esas pizarras ¿Qué ha sido de aquellos libros? ¿Y sus dueños? ¿Dónde están las profesoras? ¿Qué fue de aquel director? Tan guerrero ¿Qué ocurrió con las libretas? ¿Qué hacían sin radiador? Todo lejos. CARMEN BELMONTE y LUCÍA DEL CERRO
El día ha sido intenso. Paseando por Ocaña descubres una acogedora posada y decides tomar allí algún refrigerio y pasar la noche. La elección resultó realmente acertada pues has dormido profundamente. Bajas a desayunar y, ya sin mucha sorpresa, descubres que nada te resulta familiar. El mesonero te hace saber, mirándote con desconfianza, que te encuentras en 1499, en la ciudad de Burgos. Comes algo y sales a patear la ciudad. Pronto te atrae un grupo de gente. Acercándote a ellos escuchas cómo celebran la aparición de una nueva obra literaria, La
Celestina.
La Celestina
Celestin La CCelestina CelestinaCelestina. Es tanto el entusiasmo que transmiten que decides hacerte con un ejemplar. Se trata de una versi贸n ilustrada y simplificada que, por tus estudios de literatura, sabes que no ha
Fin
Aunque ya has asumido tu viaje por el tiempo y por el espacio, no deja de sorprenderte el maravilloso espectáculo del que disfrutas ahora. Preguntas, interesado, y descubres que te encuentras en Toledo. Como tu atuendo hace creer a las gentes que eres un loco, te explican con detenimiento y consideración. Así te comunican los buenos toledanos que os encontráis en el siglo XVI. Sabes que durante este siglo el Renacimiento revoluciona el mundo. Nueva mentalidad, nuevo arte, nueva literatura. El endecasílabo y el heptasílabo; sonetos, liras; mitos, amor, naturaleza idealizada… se abrían paso en la literatura. Recuerdas haber estudiado que durante el Renacimiento la novela había experimentado un enorme auge. Lazarillo de Tormes nos acercaba a las aventuras del joven Lázaro. Ahora ves que son muchos los que conocen sus aventuras, pues a la hora de la cena, amables gentes te cuentan algunas de sus vivencias, no recogidas en el famoso libro. Tras mi última aventura, poca apetencia de servir me quedaba, mas comer yo no podía ya que dinero no tenía luego trabajar debía. De camino a la ciudad de Murcia, me encontré a un vendedor ambulante que me dijo “Buenos días, mozo, se te ve falto de alimento y dinero, ¿te gustaría servirme?” Yo le respondí que sí. Entonces me estrechó la mano y dijo: “Te enseñaré el oficio, mozalbete, y así serás tan bueno como yo y me servirás mejor.” Seguimos caminando y paso a paso, cada vez el egocentrismo de mi nuevo amo se iba dejando notar más y más. Al rato, un guardia, que pasaba por nuestro lado, le preguntó al vendedor: “¿Este crío es suyo?”. “No”, respondió el vendedor, “Ahora trabaja para mí, soy su amo”. El guardia asintió y siguió su camino. Cuando llegamos a Murcia, el hombre me hizo lavarle sus prendas y prepararle el alimento solo a él y me encadenó un pie con un grillete y me dijo: “No saldrás de aquí hasta que no termines lo que te he dicho y cuando acabes la comida y coma, irás al pozo de enfrente a coger agua para lavar mi ropa”. Le hice caso y no pude escaparme, ya que me dirigía a punta de arcabuz. Los armarios los tenía cerrados con llave para que no pudiese coger nada, y los vigilaba cual felino agresivo. Tras unos meses, ya harto de tanta esclavitud, una noche, cogí su arcabuz, me cubrí bien la cara y lo disparé al aire. El vendedor despertó asustado y dijo: “¿Quién hay ahí?, salga o cenará pólvora”.
Le puse una cuerda a la altura de los pies, se tropezó y cayó intentando coger su arcabuz, que ya no estaba. Al darse cuenta de que no lo tenía, se asustó tanto que dijo: “Por favor, por favor, no tengo mucho, llévese lo que quiera, pero no me haga daño, por favor”. Solté al arcabuz, cogí uno de sus caballos y salí de allí galopando lo más deprisa posible. CARLOS VALDIVIESO BRICEÑO Llegué a Murcia entre andanzas y carros, siguiendo el aroma a huerta que ya se respiraba desde el sur de la Mancha. Rebosaba todo el suelo de flores que habían caído, aunque todos los almendros seguían rosas. Al lado de una agrupación de estos, encontré en una iglesia al que sería mi próximo amo; un hombre noble que se dedicaba a vivir de las rentas de una gran casa. A pesar de que he hecho hincapié en hacer notar que cada amo era peor que el anterior, con este he de admitir que al verlo me sentía como ante el mismo diablo. Poseía despensas enteras llenas de comida, mas yo solo comía los domingos las tres cosas que eligiese (de las que él me diese a elegir). El resto de días me buscaba la vida, cogiendo una pizca de allí y otra de allá, sin que se diese cuenta, pues entonces me azotaría hasta quitarme el hambre, y no sería la primera vez que lo hiciera. Sin embargo, esto de intentar matarme de hambre no sería nada nuevo, pues lo malo de él era cuando le daba por ir a su coto de caza, en el que yo era perseguido por jabalíes, lobos y perros. Como consecuencia, al acabar la jornada llevaba moratones y heridas por todos lados y apenas podía levantarme. Y así cada poco. Un día, ya cansado de recibir golpes y cornadas, se me ocurrió una idea. Entonces empezó la caza. Mi amo se encontraba en la ladera del monte, y yo, un poco más arriba. Esperaría mi amo a ver movimiento en las ramas para disparar, y así lo hizo, de forma que dio un golpe certero a un jabalí. Yo aproveché para quitarlo y esconderlo y utilizar su sangre para ponérmela por el abdomen. Me agujereé la camisa con un palo y quedé tumbado donde el jabalí. Llegó mi amo que, entre preocupaciones y gritos se fue a buscar ayuda para llevarme a un cementerio. . Yo fui directamente a su casa para coger toda la comida que pudiera y revolverla hasta dejar la cocina en la sala, y esta, a su vez, en el desván. Así pues, me fui de este señor noble y partí hacia Andalucía. ÁLVARO ALEMÁN GUARDIOLA Me cansé de estar con ese cura tan aburrido así que me monté en un carro con un buen señor de cabeza peluda y manos gordas. El hombre me llevó hasta Murcia, una ciudad de buena gente, pequeña y acogedora. Al llegar a una plaza muy bonita, con árboles rumorosos, me encontré a un señor alto y bien vestido, que buscaba a un “Lázaro”, a alguien que le ayudase en casa.
Una ciudad bonita y un hombre con apariencia de tener dinero. Era la combinación perfecta. Le dije que quería servirle sin pensarlo dos veces. Asintió y me acompañó a su casa. Su casa era pequeña: un salón, chimenea, sillas y una cocina muy sucia, una habitación con una cama cuya madera crujía más poco a poco. Me dijo su nombre, Antonio Francés se llamaba. Antonio Francés para los amigos. Era una persona simple, soñadora, le gustaba leer libros de aventuras. Poco a poco me enseñó a leer y a escribir. Al principio me costó pero hoy estoy escribiendo esto, así que creo que me enseñó bien. También le gustaba la magia, en especial la cartomagia. Iba a todos lados con una baraja. Todas las tardes, cuando volvía de trabajar me hacía un truco diferente. Nunca me contó en qué trabajaba. Un día, por la noche, mientras cenaba mi trozo de pan diario, Antonio llegó a casa más borracho que nunca. Me dijo que me sentara a su lado y me contó una historia que me llegó al corazón. Hoy en día la recuerdo como si aún estuviera conmigo: “Un día, actuando en un teatro viejo, saqué a un niño para hacerle un truco, un niño un poco especial, cogí el pañuelo y lo hice desaparecer. Un truco sencillo, pues bien, yo nunca había visto una mirada tan profunda, aquel niño era ciego, había visto el truco con los ojos del alma.” Los años pasaron y cada vez me caía mejor aquel buen hombre. Hoy en día, los dos somos un buen equipo en su trabajo. ANTONIO FRANCÉS BOLARÍN
Pasados unos días vislumbras a lo lejos una nube de polvo. Dentro de ella, a medida que te acercas, descubres a dos individuos. Uno de ellos es alto y espigado, cabalga satisfecho sobre un flaco rocín; el otro lo hace sobre un burro y es bastante rechoncho. Se presentan y, como sospechabas, son don Quijote y Sancho Panza. Hace poco que han dejado la Ínsula Barataria y, mientras compartís un poco de queso, Sancho te cuenta, complacido, algunos de los complicados casos que resolvió. Luego, preguntas a don Quijote por su dama y éste te contesta, muy compungido, que todavía se halla encantada. Para animarlo lo invitas a que te narre alguna de sus aventuras, sus ojos se llenan de vida y comienza a contar.
Hallábanse Don Quijote y Sancho Panza cabalgando en sus corceles después de haber pasado cuatro noches en casa de aquel caballero. Don Quijote le contaba a Sancho cómo hacía cinco días había vencido al león que liberó. _ Y allí hallábame yo frente a la más grande y fiera bestia que tus ojos y oídos jamás habrán visto ni oído hablar, nos miramos mutuamente a los ojos, fue como un duelo de miradas contra el “Malvado”, pero a la bestia, mi fiera mirada, mi fuerte valor y mi portentosa figura le asustaron, haciéndole abrir su enormísima boca, repleta de dientes más afilados que la espada de cualquier caballero, para echar un gigantesco grito de pánico y él solo se encerró de nuevo en la jaula por puro pavor ante mi persona _ le contó Don Quijote a Sancho ya por séptima vez ese día. _Vaya, qué increíble hazaña, cada vez que lo cuentas es "más" increíble _dijo Sancho Panza sarcásticamente, o al menos es lo que trataba de hacer sonar, pero debido a la falta de experiencia al hacer sarcasmos, a Don Quijote le sonó real por lo que volvió a contarle la historia. _La jaula por puro pavor ante mi persona _volvió a contar Don Quijote yendo ya por la vigésimo octava vez que lo contaba, mientras que a Sancho, con un tic en el ojo y estando muy airado por haber oído la misma historia una y otra vez durante todo el día exactamente igual, por fin se le ocurrió algo para evitar la vigésimo novena, viendo que anochecía. _ Mire, señor, el sol está ocultándose por las montañas y la luna saliendo por el otro lado y hallándome yo agotado, perdóneme por no volver a oír su fantástica historia pero creo que va siendo hora de que reposemos para las aventuras de mañana. _Tienes razón, amigo Sancho, reposemos para las aventuras que nos aguardan para mañana. Y dicho así, ambos durmieron, Sancho, acostado en una enorme piedra roncando aún más fuerte que el rugido del león del otro día y Don Quijote durmiendo en el suelo, acostando la cabeza sobre una roca hasta que el ruido de un búho lo despertó en media noche impidiéndole dormir. Así que, observando que no podía dormir fue a dar un paseo solo-visto que Sancho no se encontraba de humor para acompañarlo, ya que dijo groserías acerca de su familia cuando le despertó. Hallábase él caminando a través del bosque que se encontraba al lado de donde se encontraban durmiendo decidido a buscar al búho que lo había despertado, visto que no tenía nada más que hacer debido a encontrarse despierto y sin sueño. Caminó a través del bosque hasta que escuchó el sonido más extraño que jamás sus oídos habían oído hasta ese momento y acercándose al lugar en medio del bosque de donde provenía tan extraño sonido vio una luz azul que le cegó y de la nada aparecieron dos extraños sujetos que salieron de un extraño vehículo parecido a una especia de carruaje combinado con un sillón, pero, no tenía dónde sujetar al caballo para que arrastra del carruaje. Aún más impactantes eran los sujetos que lo conducían. Vestían ropas de campesino solo que del mismo color plateado de una
armadura de caballero y Don Quijote, escondido entre los matorrales, pudo ver cómo los sujetos se encontraban observando el terreno, sujetando extraños rectángulos que emitían luces rojas apuntando a las plantas y los animales que se acercaban a ver lo que ocurría para, tan pronto como eran apuntados por la luz, huir corriendo. Don Quijote, viendo a los sujetos que habían aparecido de la nada y utilizaban extraña brujería, además, oyéndoles hablar su idioma pero de una manera tan extraña que ni siquiera un moro hablaría con tal acento ni de tal manera, supo que debía ser su acérrimo enemigo Frestón, quien hacía ya lunas le había robado sus libros de caballería, y el otro, probablemente, su aprendiz o compañero. Tras un tiempo observándoles decidió levantarse y enfrentarse a Frestón y cobrar venganza por el hecho de que le hubiera robado los libros. Se levantó de su escondite se sacó la espada y les dijo a los que creía eran Frestón y su socio: _¡Eh! Tú, truhan, Frestón y compañía, sacad vuestras batutas mágicas y preparaos para luchar contra maese Don Quijote de la Mancha, el Caballero de la Triste Figura. Dicho esto, los "brujos" abrieron tanto los ojos que parecían platos de comida y "Frestón" dijo: _M++++a nos ha descubierto un ciudadano de esta época, ¿qué hacemos? a lo que respondió su socio: _Saca el borramentes, hay que asegurarse de que no recuerde nada de lo que ha visto o nos destruirán con el vapostriturador de protones. _ No sé, trúhanes, que extrañas palabras utilizáis pero hoy os daré muerte, brujos, para librar al mundo de vuestro mal _dijo Don Quijote lanzándose con la espada en mano. Pero, mientras que "Frestón" se acercaba al extraño carruaje para huir, su socio, viendo que Don Quijote les iba a atacar, sacó un extraño y pequeño aparato con forma de arcabuz. Al dispararlo salió una extraña luz de color rojo, diferente a las de antes, que al tocar la espada de Don Quijote la convirtió en polvo. Don Quijote, al ver esto, dijo: _Eres poderoso brujo pero no creas que bastará con convertir mi espada en polvo para parame, te equivocas. No necesito mi espada para acabar con vosotros. Dicho esto, se lanzó contra el brujo. Pero justo cuando Don Quijote estaba a menos de dos pies de distancia, una poderosa bola de luz lo golpeó en la cabeza lanzándole como si fuera una rama contra un árbol, a lo que apareció Frestón junto a su socio. _Menos mal que encontré a tiempo el borrador de mentes. _ Vaya, ya podrías haber regulado la potencia un poquito ¿no crees? Podrías haberlo matado y entonces ya sí que la habríamos cagado pero bien. _Ya, pero no lo hemos hecho y sigue vivo, lo mejor será que volvamos al siglo XXIV antes de que aparezca otro loco. Creo que ya tenemos suficientes datos de la época. Y dicho esto se subieron a su extraño carruaje, y tras emitir la misma luz que antes había emitido, todo acabo como empezó.
Pero, por mala suerte para ellos, su extraño artefacto no había borrado la mente de nuestro héroe. Habiéndose despertado Don Quijote se fue hasta donde Sancho quién se encontraba durmiendo y le despertó para contarle cómo había estado a punto de derrotar a Frestón y su socio pero se le habían escapado. Aunque Don Quijote nunca dejó de decir que la historia era verdad, Sancho solo le dijo que todo lo había soñado y así siguieron discutiendo hasta que llegaron a un punto muerto, justo antes de encontrarse con unos cómicos disfrazados de la muerte hacia los que, ¿cómo no? nuestro valiente héroe se lanzó para apalizarlos y acabar apalizado él. GUILLERMO RAMÓN LÓPEZ Volvía ya don Quijote, acompañado de su amigo Sancho, de la batalla contra la terrible dragona Shyvana, con escamas de la misma, a la posada más cercana. Se acercó a la recepción y preguntó: _ ¿Tenéis habitaciones para dos personas? _ ¡Pero si es el gran don Quijote! ¿Y esas escamas que llevas ahí? _preguntó el muchacho. _ Se las he arrancado a la dragona Shyvana _contestó el caballero. _ ¿Me dejas verlas? _ ¡Pues claro! Aquí tienes. _ Si me das una, te dirá algo que te puede interesar… _Adelante _aceptó nuestro hidalgo. _ Esta misma tarde se va a celebrar una gran justa en el castillo de Dulcinea y el ganador se podrá casar con ella. _ ¿De verdad? _gritó don Quijote emocionado. _ Sí, sí, cuando el sol se coloque delante del castillo. _ Pues voy corriendo. Gracias, aquí tienes _dijo don Quijote entregándole una de las escamas. _ Pero don Quijote, ¿no habíamos quedado con el barbero y el cura? _preguntó Sancho. _ No cuestiones mis decisiones, es muchísimo más importante conseguir la mano de la bellísima Dulcinea. _ De acuerdo entonces. Iban ya hacia el castillo cuando vieron que el sol estaba a punto de colocarse y aceleraron a toda marcha.. Cuando llegaron, don Quijote se inscribió. Era el último en hacerlo ya que el sol se colocaba delante del castillo. _ Os anuncio que la gran justa va a comenzar y el ganador podrá casarse conmigo _dijo Dulcinea.
La justa comenzó y los caballeros iban cayendo uno a uno. Don Quijote tumbó a más de cuatro. Ya solo quedaban dos, Don Quijote de la Mancha y el Caballero de la Larga Lanza Negra. _ ¡Yo me casaré con Dulcinea! _gritó nuestro hidalgo. _ ¡No! Seré yo _repuso su contrincante. Tomaron carrerilla para embestirse mientras que Sancho animaba desde la grada. Cuando estaban ya muy cerca, el Caballero de la Larga Lanza Negra esquivó por la derecha a don Quijote y le metió tal lanzazo que lo tumbó. Dulcinea se levantó y comenzó a hablar, mientras don Quijote empezaba a llorar. _ ¡Enhorabuena, Caballero de la Larga Lanza Negra, ¿quieres casarte conmigo? _preguntó la dama. _ Sí, quiero _contestó el caballero. Y don Quijote se puso a llorar más fuerte, aunque en seguida paró, porque era un hombre fuerte, pero regresó cabizbajo y Sancho también estaba triste. A lo lejos, don Quijote vio al caballero besando a Dulcinea. Había perdido la mejor oportunidad de su vida. Esa noche comió perdices, pero no vivió feliz. Lo que no sabía don Quijote era que el Caballero de la larga lanza Negra era en realidad Sansón Carrasco. MIGUEL JORQUERA ESCUDERO
Te levantas ilusionado para disfrutar del día con don Quijote y Sancho, pero pronto la realidad se impone. Ellos no están. Acostumbrado ya a ese extraño viaje, te cuelas entre el gentío de hidalgos, canónigos y gente de a pie y, deambulando por calles y callejas vienes a dar con un gran mercado. Ahora lo ves, estás en Madrid. “¿Podría decirme su merced qué día es hoy?”. Te miran y sonríen, “Es uno de junio del año del Señor 1609”. El Barroco, recuerdas. Avanzas y encuentras a un grupo de poetas lanzando versos. Te cuentan que imitan a Góngora. _Don Luis _te dice uno de ellos_ huye de la realidad y se refugia en la magia que encierran las
palabras. Aspira a mejorar la expresión llenándola de metáforas de gran fuerza poética. Esta imaginación poética sustituye a la realidad. Escucha. - Las tortugas son lagartos con casa, las medusas, bolsas de plástico. - Los pelos de las piernas son hormigas haciendo colas.
(Manuel Jesús)
- El abanico azul se movía de un lado a otro, de derecha a izquierda, y lucía como las olas rompiendo a la orilla del mar. - La luz de la luna es el resplandor de la esperanza en la oscura noche.
(Azucena)
- El asterisco es un punto despeinado. - Las cenizas son la esencia que deja de existir.
(Álvaro Alemán)
- Sus lindos ojos de cielo. - El amor es un viaje.
(Alberto)
- La nieve que tenía por piel era más cálida que un desierto. - Dos pozos, uno sin agua, tenía aquel hombre tuerto en la cara.
(Jesús)
- Hay que exprimir la vida para sacar jugo. - Llegaste como caída del cielo ¿no?
(Álvaro Cánovas)
- Tus palabras son melodías de paz.
(Alejandro)
- La noche es negra como una pantera. - Tus ojos cerrados son como un garaje por la noche.
(Antonio)
- La bailarina se deslizaba con movimientos suaves y armoniosos como las olas del mar. - Tenía una sonrisa tan sincera y profunda como la mirada de un niño.
(Marina)
- Una responsabilidad es una cadena si no se sabe llevar. - Tu corazón es un muro de hielo.
(Daniel)
- Su piel es café tostado.
(Pablo)
- Los gritos son máquinas que perforan mis oídos. - Su cuerpo es una lombriz.
(Miguel)
- El sol es naranja como una llama.
(Leonardo)
- Al verte, mis ojos se convirtieron en ríos sin destino ni lugar al que marchar. - Él tenía arrugas en el alma, ella piedras en el corazón.
(Raquel)
- La televisión es una caja que encierra almas. - Lo que nos ha dicho ha sido peor que una patada. - Tus incontables lazos de oscuridad. - Los meandros de tu ser.
(Laura)
(Juan Fernando)
- Manzana color infierno. - El infierno es del color del amor. - Ella era tan dulce como las chuches. - Sus ojos brillaban como dos farolas.
(Nicolás)
(María José)
- Ella es tan fría como el agua que pasa libre por la montaña. - Su oreja es un laberinto. (Celia) - Sus labios son rojos como Madrid en navidad. - Se movía tan rápido como la luz.
(Beatriz)
- Es frágil y blanca como la porcelana. - Es más bella que el amanecer en las montañas. - Los ojos de esa niña son mares de lágrimas. - Su cuaderno era un pozo de secretos. - Me trae la oscuridad de su mirada. - Dormir con las persianas de los ojos cerradas. - La música es el pulso de la vida.
(Guillermo)
(Carolina) (Carlos)
(Yolanda)
Tras un largo día de caminatas por la capital del reino, decides parar en una taberna a cenar algo. Dentro del local, un nutrido grupo de gente rodea a un hombre que habla gritando y hace reír a todos. Te acercas curioso y rápidamente lo reconoces, es don Francisco de Quevedo. Has visto sus retratos en clase de literatura y su figura resulta inconfundible. Recuerdas que era el maestro de la caricatura. Y eso es lo que hace en esos momentos, animando a sus contertulios a que sigan su ejemplo. Los ojos los tenía como platos rotos, ya que te rompía con su mirada; la nariz era como la del señor Potato. Era morena Leo, pero más alta que él. Era la portadora del anillo ya que era un orco. El cuerpo lo tenía como como el roble, duro y esbelto; sus brazos eran dos cosas raras que al universo le sobraron. Y ni te imaginas sus uñas como azulejos. Pasemos a las piernas, eran como las patas de un elefante, gordas y negras. Y sus pies, pues simplemente eran pies. ÁLVARO CÁNOVAS RUIZ Es tan moreno como el chocolate caliente en invierno. Sus ojos son verdes como los inmensos prados de Edimburgo y resaltaban como un africano con una camiseta blanca. Su sonrisa se repite más que el calor en Murcia en verano. Es tan alto como un edificio de Dubai. Me gusta más que a un tonto un lápiz. BEATRIZ PÉREZ GOMARIZ Para empezar, tiene los ojos tan pequeños, que parecen la hebilla de su cinturón y una barbilla tan grande que es el doble o más de su nariz. Tiene un cuello tan gordo que es su cabeza de ancho y parece que no tuviera. Y es tan gordo, tan gordo que tiene su propia órbita gravitacional como un planeta más. CARLOS VALDIVIESO
Tiene la cabeza calva como una bola de billar y hueca como un cajón vacío. Su barriga es como un barril, grande y llena de cerveza. Su ropa varía más
que la posición de una estatua. Sus ojos son blancos, redondos y grandes con un punto negro, como una peonza vista desde abajo. Sus actos son incluso menos inteligentes que los de una mosca, pero su mujer, con su largo arbusto azul en la cabeza, siempre le ayuda. YOLANDA YAÑEZ MARTÍNEZ
También Lope
de
Vega huye de la
realidad e invita a los madrileños a hacerlo, pues mientras gentes de todas las condiciones viven inmersos en los amoríos,
honras
y
deshonras
de
los
personajes que se mueven por las tablas del teatro, no recuerdan su dura realidad. Todos en Madrid adoran a este Lope que les hace soñar…, pero cuántos corazones ha roto este ser pasional que ama, olvida, reza…, vive, con tanta intensidad. Me cuentan, mientras tomo un refrigerio, de sus amores con Marta de Nevares. (. . .) Cuantas veces el ángel me decía: ¡Alma, asómate agora a la ventana, verás con cuanto amor llamar porfía! ¡ y cuántas, hermosura soberana: Mañana le abriremos -respondía- para lo mismo responder mañana! Es difícil saber cuánto tiempo ha pasado dormida. La habitación está prácticamente a oscuras, a pesar de la pequeña y pobre vela que ilumina, como siempre, el abarrotado escritorio de Lope. La noche hace tiempo que cubrió al pacífico azul y por la pequeña ventana no entra ni siquiera la tenue luz de la luna. Marta se limita a cerrar de nuevo los ojos y removerse contra las cálidas sábanas. Tan desnuda como se acostó, está ahora. Su piel, blanca e impoluta, se roza ociosa y lánguidamente una y otra vez contra las almidonadas sábanas de su amante, buscando su calor en la pequeña cama. Como era obvio desde que despertó y no sintió sus brazos rodearla, está sola. Las pestañas negras se agitan un par de veces antes de que vuelva a abrir los ojos y mira de nuevo al escritorio.
Félix está sentado enfrente de él, dándole la espalda. Quizá por eso, o por las cadenas del sueño que tan aprisionada la tenían momentos antes, se acaba de percatar de que está ahí. Quizá es su presencia la que impide que la vela ilumine el cuarto. No debería extrañarle. Lope siempre está en esa incómoda silla. A veces repantigado, otras completamente erguido y con las piernas extendidas, o bien cruzadas. Pero siempre ahí. Pocas veces ha despertado junto a ella. A Marta ya no le molesta. Hubo un tiempo en el que la incomprensión le nublaba la razón y no le permitía ver aquella verdad. Llegó a sentirse celosa de esa silla, ese escritorio. Incluso de sus obras y del mismo Dios. De todo aquello que hizo que se enamorara de él. Marta también puede componer. Claro que sí. Félix ha leído muchos de sus versos y canciones. Ha alabado su talento y la ha recompensado con creces. Sin embargo, él no ha visto los versos más bonitos que ha escrito. No ha leído sus sentimientos. Ni lo hará. Esas obras, guardadas bajo llave, están en su mente y su corazón, que se fusionan y desaparecen cuando piensa en él, algo que jamás sucedió con Roque. Félix es arte. Marta no puede describirlo de otra manera. El arte nunca es necesariamente bonito, comprensible o coherente. Simplemente inspira algo. Bueno o malo. Lope es más bien arrepentimiento y frustración al mismo tiempo. Y amor, mucho amor. Sabe que no está escribiendo porque no oye la pluma rasgar el papel, pero está concentrado y ella no desea interrumpirlo. Deja caer la sábana al suelo y descalza y desnuda, se dirige hacia él. Sabe que le ha salido malla jugada en cuanto se gira y la rodea con sus brazos, a la vez que cae sentada sobre su regazo. Recorre con sus finos dedos las suaves y volubles arrugas de su cara. Su piel blanca. Su pelo cano. Perfila sus labios con delicadeza y le sonríe. -¿Qué escribías? A toda respuesta, él solamente señala con los ojos avellana un papel arrugado que hay en el escritorio. Marta no tiene que leer más que el primer verso. ¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras? Suspirando, centra sus ojos verdes en su amante. Sentada así es más alta que él. Inclina la cabeza y los cortos tirabuzones negros le hacen cosquillas en la cara. Puede ver el sentimiento en él, la confusión y el odio hacia sí mismo. Él siente con pasión, con toda su alma y su cuerpo. Y puede ser por el amor que le profesa, o quizá I'.O, pero ella también lo hace. Palpa, saborea, abraza al arrepentimiento por los pecados que cometen juntos y que hacen que él falte a su voto a Dios. Pero en cuanto sus labios se unen, en la privacidad y oscuridad del pequeño cuarto, eso desaparece tan rápido como apareció, y algo más fuerte, -el amor, caprichoso- lo hace desaparecer, como otras tantas veces. Puede ser que Lope sea de Dios, pero Félix es de Amarilis. AZUCENAALBERO GARCÍA
LE ESTÁS TOMANDO EL GUSTO A ESTO DE MOVERTE POR OTROS LUGARES Y POR OTROS TIEMPOS. YA HA CAÍDO LA NOCHE Y TE ACUESTAS PREGUNTÁNDOTE DÓNDE APARECERÁS AL DÍA SIGUIENTE. CASI CON DOLOR, CASI CON MAYOR ESTUPEFACCIÓN QUE CUANDO COMENZÓ ESTA LOCURA, DESCUBRES QUE ESTÁS EN TU CASA. ¿HABRÁ SIDO TODO TAN SOLO UN HERMOSO SUEÑO? ENTONCES ALGO LLAMA TU ATENCIÓN, UN EXTRAÑO LIBRO A LOS PIES DE TU CAMA. LO COGES Y LO LEES ILUSIONADO: VIAJE POR LA
LITERATURA:
OTROS
TIEMPOS,
EL LIBRO QUE ESCRITO DURANTE ESTE CURSO. ESPACIOS.
3ºB,
OTROS
HAS