TE FROTAS LOS OJOS DESESPERADAMENTE PORQUE NO ACABAS DE CREÉRTELO. CRUZAS EL PUENTE Y…, AHORA NO SABES DÓNDE ESTÁS. EL CAMINO CONTINÚA, DIVISÁNDOSE A LO LEJOS UNA CIUDAD. UN GRUPO DE PERSONAS SE DIRIGE A ELLA, LOS ALCANZAS CON LA INTENCIÓN DE PREGUNTARLES QUÉ CIUDAD
ES
AQUÉLLA.
SE
QUEDAN
MIRÁNDOTE
FIJAMENTE, COMO SI VIESEN UN FANTASMA, Y TÚ TAMBIÉN LOS OBSERVAS CON CARA DE INCOMPRENSIÓN, PUES APRECIAS QUE VAN VESTIDOS DE FORMA EXTRAÑA. TE DAS CUENTA ENTONCES DE QUE, SIN SABER CÓMO, HAS EMPRENDIDO UN EXTRAÑO VIAJE, UN VIAJE EN EL TIEMPO Y EN EL ESPACIO. TRAS HABERSE REÍDO DE TU ASPECTO Y DE TU EXTRAÑA VESTIMENTA, LOS LABRIEGOS, AMABLES, TE INVITAN A QUE LOS ACOMPAÑES HASTA EL PUEBLO. COMPRENDES ENTONCES QUE VAS A ENTRAR EN BURGOS Y QUE VIVES EN EL SIGLO XII.
La ciudad está muy animada, pues es día de mercado.
Paseando
entre
las
gentes
descubres un enorme grupo y hacia él te diriges. Rodean a un juglar que cuenta historias maravillosas de héroes y luchas. Los Cantares de gesta, recuerdas. Te dispones a disfrutar del espectáculo. CANTAR DE LOS REYES DE CASTILLA Antes del siglo XIII, a finales del XII, reinaban en España dos reyes de Castilla hermanos, Federico II y Gonzalo IV. Su padre, Pelayo IX, los nombró reyes a los dos, puesto que nacieron el mismo día, a la misma hora, minuto y segundo, en la misma habitación; ninguno era mayor ni menor que el otro. Eran tiempos de guerra contra los musulmanes, y aunque no era con los judíos, estos a veces también causaban problemas. Todos los días había una batalla; el ejército cristiano al mando de Federico y Gonzalo aún aguantaba contra las tropas musulmanas, pero no lo harían mucho más tiempo. Almanzor, el rey moro, seguía mandando tropas de todas partes de lo que quedaba de califato, además traía guerreros del Norte de África. La guerra nunca acababa, y si el ejército cristiano seguía así, los musulmanes acabarían entrando en Castilla. Los reyes, dada la situación, decidieron actuar dentro de las tierras de Almanzor. Se les ocurrió darle un golpe bajo mandando a los tres únicos soldados judíos de su ejército a las tierras del califato. Mandaron vestirles de musulmanes de clase alta, y se les encargó hacerse pasar por mercaderes de pieles y piedras preciosas, para engañar a la mujer de Almanzor y asesinarla. A la semana, los tres judíos habían llegado a la capital. Iban armados hasta los dientes, debajo de sus ropajes. Entraron en el palacio y hablaron con Almanzor y con su mujer. Era media tarde, la hora perfecta, puesto que Almanzor tendría que ir con el ejército.
Después de que se fuese. Su mujer pidió que le enseñasen su mercancía. Los judíos sacaron un pedazo muy pequeño de rubí; era tan pequeño que la reina tuvo que acercarse hacia ellos, justo como querían. Cuando estaba enfrente, el primer judío cerró la mano con el rubí, el segundo la agarró con fuerza y la silenció; y, por último, el tercero le cortó la cabeza, la cogió y la guardó como trofeo. Los judíos saltaron a un árbol rompiendo una ventana, bajaron de él y superaron la muralla con un túnel que habían cavado antes del crimen. Salieron y huyeron hacia el norte a toda prisa, dejando atrás el cadáver y dos cruces en señal de los reyes a los que representaban. La misión fue cumplida con éxito. La furia de Almanzor fue desatada pues la cabeza fue colocada encima de la bandera de Castilla en la siguiente batalla. Como venganza, Almanzor decidió reunir a sus doce generales, los mejores soldados que luchaban en toda la península, y con ellos ganar la siguiente batalla contra los cristianos. Pero no fue solo eso. Mandó al mejor artesano de su reino fabricar dos cabezas con cera, la de cada rey. Dado que los hermanos de Castilla luchaban en la misma batalla pero en frentes y horas distintas, los musulmanes mostrarían al primero la cabeza falsa del segundo y viceversa. El día de la batalla, los generales estaban listos y las dos cabezas era exactamente como las de verdad. El primer hermano que lucharía, Federico, lo haría al medio día; y su hermano Gonzalo, al ocaso del mismo día. Empezó la primera batalla y todo fue según lo planeado por Almanzor. Al enseñar la cabeza falsa d Gonzalo a Federico, este enloqueció y se lanzó con su ejército a por el rey moro. Cuando cayó la noche, la batalla contra el rey Gonzalo acababa de empezar. Los doce generales sacaron la cabeza de cera de Federico y el rey, al igual que su hermano, se enfureció tanto que se lanzó con el ejército hacia los musulmanes. Al final, en cada batalla, el rey fue decapitado. Pero no solo rodaron las cabezas de Federico y Gonzalo, sino que también lo hizo la de Almanzor. Y además, a pesar de la presencia de los doce generales de Almanzor, los cristianos consiguieron hacer frente a los moros venciéndolos en la que hoy se conoce como Batalla de Rabadón. ÁLVARO ALEMÁN GUARDIOLA
Suenan campanas y todos se dirigen a una iglesia. Los monjes de un monasterio vecino representan
el Auto de los
Reyes
pueblo
Magos.
El
disfruta,
fascinado y divertido, cada verso.
Ahora han comenzado a sonar unas campanas. Ves que todos acuden alegres hacia una pequeña iglesia. Curioso, te acerca a preguntar a los lugareños el porqué de su actitud. Aunque apenas disimulan las risas que les provoca tu extraño aspecto, amablemente te cuentan que don Gonzalo va a decir misa y que siempre les regala con algún hermoso milagro realizado por la Virgen María. Ante tu extrañeza, te hacen saber que estás en el siglo XIII, en Berceo, y te apremian diciendo que don Gonzalo debe estar por comenzar. Entras con ellos en la iglesia y escuchas estas hermosas historias.
Si a vosotros y ustedes el tiempo no faltara, a este pueblo ahora mismo otra historia yo contara. Pero en cualquier momento que el personaje hablara necesitaría que usted el silencio guardara. Durante las noches el ladrón salía a robar, pero a Santa María solía saludar. Justo antes que la faena tornara a empezar con agua bendita su frente solía mojar. Una noche de tierno pan se quiso apropiar y con una espada se le hizo ajusticiar. La Virgen al matador no podrá perdonar, bajó del cielo para su vida arrebatar. Cuando el ladrón se acercaba al guardián de la puerta, San Pedro le dijo que no se la daba abierta. Por haber robado, para comer, de otra huerta al cielo no entraría aquella mente incierta. Y nuestra Santísima Madre que estaba huraña al oír aquello hasta con San Pedro se ensaña. Maldijo a San Pedro, hijo de la mala putaña. Esta vez la Madre consiguió una gran hazaña. Pues como el devoto mucho le había rezado al día siguiente ya había resucitado, despertándose en su cama libre de pecado. Y el alguacil, finado por haberle matado. Miles de milagros tiene la Madre María. Ni yo mismo contaros todos nunca podría. Pero sin embargo mostrarlos me encantaría y si vosotros queréis, alguno más os diría.
JESUS BARRANQUERO TOMÁS
Esto era una muchacha que todos los días, antes de salir, a la Virgen María rezaba. Ella tenía un buen porvenir, pues a su familia el dinero no le faltaba; pero aun así, ella iba a pedir. Pedía y les quitaba el dinero a los que les hacía falta para vivir, pero aun así, a Nuestra Señora oraba antes de pedir. Un día, la muchacha fue a pedir a la ciudad, y para ir, por un puente tenía que pasar. El puente se rompió y ella no logró sobrevivir. Y así es cómo la chica falleció en pecado. El padre la desterró de sagrado al saber que salía a pedir y ordenó que le dieran el cadáver a los lobos.
Nuestra Señora bajó a por el cuerpo de su sierva y se encontró con que los lobos la iban a devorar. Cogió el cuerpo de la muchacha y lo protegió. Al padre se le apareció y le dijo: “Tú, hombre de mala madre, que te atreves a dar el cuerpo de esta muchacha a los lobos, a ver si eres tan valiente como para enfrentarte a una manada de lobos hambrientos. Ahora ve y recoge a mi sierva y entiérrala como y donde se merece, o si no atente a las consecuencias”. Dicho esto, la Virgen desapareció. Esa misma tarde el padre fue con sus hombres a por la muchacha y dos milagros vieron. Uno de ellos era que la chica tenía un precioso vestido blanco y desprendía un agradable olor a rosas, y el segundo, que no estaba devorada ni tenía pinta de haberse ahogado. La muchacha fue enterrada en el cementerio, cerca del monasterio de Nuestra Señora la Virgen maría, MARINA FUENTES MARTÍNEZ LA VIRGEN DE LOS NECESITADOS Hace unos años, en la calle más oscura, triste y casi totalmente abandonada de todo el barrio, vivía un joven huérfano, vagabundo, delgadísimo y con sucio rostro. Era muy humilde, educado y generoso, ya que lo poco que ganaba mendigando, lo gastaba en un poco de comida caliente para él y para sus amigos callejeros. Esto no significaba que ganara bastante ya que, como antes he dicho, el lugar estaba casi abandonado. Las pocas personas que pasaban por ahí, generalmente lo ignoraban, exceptuando a las piadosas viejecitas de aquel barrio y a los pequeños niños que pasaban por ahí y les pedían dinero a sus padres, por la profunda lástima que daba. El joven, llamado John, vivía con la esperanza de que un día cambiara su suerte, aunque en el fondo sabía que no iba a ocurrir. Siempre rezaba a la Virgen para que le protegiera, ya que cada día era una lucha para el pobre John, tan desgraciado y hambriento. Un día, parecía que toda esa tortura iba a terminar de una vez, que su corazón dejaría de latir y sus pulmones de funcionar. Pero el pequeño John no se rindió y gastó su último aliento para agradecerle a la Virgen maría todos esos años difíciles de vida, que era, minuto a minuto, una constante guerra contra el hambre y el frío. Milagrosamente y, la verdad, nadie sabe cómo pasó exactamente, John despertó de su profundo sueño. Él, desesperado por irse ya, por liberar eternamente su alma de aquel martirio, se sorprendió al ver que no se encontraba abandonado a su suerte en la calle. Se encontraba en un cálido hogar, pequeño pero suficiente para acoger a una familia poco numerosa. Llevaba un traje limpio y nuevo, e incluso podría decir que
no tenía nada de hambre. Miró a su alrededor y lo primero que vio fue a una bella mujer, de blanca y rojiza piel, con cabellos oscuros y una lustrosa corona. Era la Virgen María. John se levantó como pudo y se postró ante ella. _ ¿Habéis sido vos mi salvadora? _dijo con euforia. _ No, tú has salvado tu alma del egoísta mundo en el que vives, solo he esperado el mejor momento para agradecerte tus oraciones. _dijo con una amplia sonrisa_ Creo que con un hogar donde cobijarte y unas cuantas monedas para alimentarte bastará. _ Muchas gracias, mi Señora _exclamó con lágrimas en los ojos. La Virgen se desvaneció, como una nube de humo. John, lleno de júbilo, se dirigió a la vieja calle donde antes mendigaba y ofreció cobijo a sus amigos callejeros. Todos pudieron recuperarse poco a poco y vivieron una vida normal, como la de cualquier persona. Desde entonces, cada vez que veían a un mendigo, joven o viejo, blanco o negro, alto o bajo…, le daban una pequeña limosna, porque lo que para un o son unas pequeñas moneduchas, para otros supone un par de días más de vida. YOLANDA YAÑEZ MARTÍNEZ Juan era un hombre que estaba muy enfermo, pero nadie conseguía averiguar qué padecía. Iba de hospital en hospital, y nadie sabía nada. Pero un día se le ocurrió rezarle a la Virgen maría y en la siguiente revisión a la que fue, le diagnosticaron una enfermedad terminal y le dijeron que no sabían si conseguirían curarlo antes de que la enfermedad acabase con él. Juan no perdió la esperanza y siguió rezándole a la Virgen. Al final, Juan acabó estando muy grave y lo ingresaron en el hospital. Estando allí, nadie creía que fuese a salir vivo. Pero se le apareció la Virgen y le dijo: “No morirás debido a esta enfermedad, sino que morirás de anciano”. La Virgen le dio un beso en la frente y desapareció. Juan no podía creer lo que había pasado, pero, según transcurrían las horas, iba encontrándose mejor, hasta que los médicos fueron a la sala para ver cómo se encontraba y descubrieron que Juan, ahora, estaba curado y ya podía volver a su casa. Juan, a partir de ese día, fue a todas las misas y le rezaba mucho más a la Virgen, a la par que se lo agradecía. LAURA MUÑOZ SAHELICES
Sales contento de la iglesia y te diriges a una posada en la que decides pasar la noche. Tras cenar una riquísima sopa y un trozo de queso, te acuestas a descansar.
Pero cuando llega el nuevo día todo parece haber cambiado. La gente que te rodea no es la que te acompañara la noche anterior. Al calor del hogar, un pequeño grupo de señores escuchan, mientras desayunan unas gachas, a un joven que sostiene un libro. Consigues leer el título y descubres asombrado, que se trata de un ejemplar de El conde Lucanor de don Juan Manuel, luego deduces que te hallas en el siglo XIV. Decides escuchar los cuentos. Otra vez hablaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero, y le dijo esto: _ Patronio, un pobre me ha dicho que si le doy una pequeña cantidad de dinero, me dará el doble dentro de un mes. _ Señor conde Lucanor _dijo Patronio_, para que vos le podáis aconsejar sobre esto, me gustaría que supieseis lo que le ocurrió una vez a un rey avaricioso. El conde le preguntó cómo había sido aquello. _ Señor conde _dijo Patronio_, un rey, cegado por su avaricia, quería más dinero. Esto lo sabía todo el pueblo, pues dejaba las puertas abiertas a los listos que querían engañar al rey. Un día, se presentó un pobre en la corte real e hizo llamar al rey. El rey se presentó ante el pobre y este le dijo que tenía una planta que echaba dinero por las raíces. El rey le pidió que hiciera una demostración. El pobre previamente había escondido dinero en la tierra. Dijo al rey que regara la planta. El rey lo hizo y entonces el pobre quitó la tierra y enseñó el dinero que había dentro de la maceta. El rey compró la planta por un montón de dinero y el pobre huyó rico y más alegre que unas castañuelas. El rey se dio cuenta y mandó a su ejército a darle caza pero ya había huido muy lejos y no lo encontraron. Desde entonces, ese rey fue considerado en el reino el más tonto de este. Y con este cuento, le recomiendo que le haga caso omiso a ese pobre. El conde consideró este un buen consejo. Y don Juan lo hizo escribir en este libro e hizo estos versos que dicen así:
No aventures nunca tu riqueza por consejo del que vive en la pobreza.
NICOLÁS NAVARRO
Era un día en que estaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero, y le dijo así: _ Mi buen Patronio, una persona lleva alabando mis riquezas durante un mes. Confiesa que soy la persona que más admira y que no dudará en echarme una mano. ¿Qué debo hacer? ¿Debería confiar en él? Dadme un consejo.
_ Antes de darte un consejo, me gustaría que supieras lo que le pasó a un perro y a un gato. _ ¿Qué les pasó? _preguntó el conde Lucanor. _ Estaba un perro tranquilamente comiendo después de una sesión de caza con su dueño. Un gato lo vio y, como tenía hambre, no dudó en acercarse al perro. Este, al ver al gato, le dijo desconfiado: _ ¿Qué buscas? ¡Atrás! _ No voy a robarte comida de tu cuenco _le dijo el gato_. Quisiera saber cómo puedes ser tan bello. Te llevo observando durante largo tiempo y nunca había visto tal milagro. El perro, halagado, se bufó en señal de agradecimiento. El gato siguió y siguió halagándolo hasta que le dijo: _ ¿Podrías darte la vuelta para que vea tu cola, sin duda hermosísima? El perro se dio la vuelta y espero los halagos del gato, pero, después de un rato sin que este dijera nada, se dio la vuelta y entonces se dio cuenta de que el gato había desaparecido y el cuenco también. _ Así que no te dejes llevar por lo que otros, exageradamente, te digan, posiblemente quieran algo de ti. Al conde le pareció bien el consejo y lo puso en práctica. Don Juan recogió esto en un libro y escribió estos versos:
Quien te alaba de lo que tú no tienes cuida que no te quite lo que tienes.
ALBERTOALMAGRO LARROSA
Otra vez hablaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero y le dijo esto: _ Patronio, tengo un amigo que está muy preocupado. Desde hace siglos han sido guerreros de mucho prestigio. Su padre quiere que él también luche y mantenga el honor de la familia, pero él, lo que de verdad quiere ser en la vida es trovador. Desde pequeño le encanta la música y tiene una facilidad asombrosa para escribir poemas. ¿Qué debería hacer? Os ruego que me digáis de qué manera puede ser feliz. _ Señor conde Lucanor _dijo Patronio_ antes de aconsejarle, un breve cuento he de contarle. ¿Sabéis lo que le pasó al hijo pequeño de una familia de leñadores? El conde preguntó cómo había sido aquello. _ Señor conde _comenzó Patronio_ en una familia de leñadores, vivían humildemente cinco hermanos. Todos los días, a la hora de la cena, los cuatro hermanos mayores se reían del pequeño mediante un juego que consistía en darle a elegir entre una moneda de poco valor o una de menor tamaño pero más valiosa. El pequeño siempre elegía la moneda más grande, provocando enormes carcajadas entre sus hermanos. Un día, viendo esto, su padre le pregunto aparte cómo era que no se daba cuenta del engaño, a lo que este respondió:
_ El día en que escoja la de mayor valor, el jueguecito acabará y ya no recibiré más mi pequeña moneda. Así que más vale parecer un tonto con el bolsillo lleno, que escoger un par de días la más valiosa y que se cansen de jugar, pues ya no obtendría ninguna moneda. No me importa nada lo que piensen de mí, pues yo sé bien que los verdaderos tontos son ellos. _ Y vos, señor conde, aconsejad a aquel amigo vuestro que no le importe lo que piense su familia, pues la verdadera felicidad la obtendrá si se dedica a aquello que ama, y no, complaciendo a su padre mientras se pasa la vida haciendo algo que no quiere. El conde consideró este un buen consejo, y don Juan Manuel lo hizo escribir en este libro, e hizo unos versos que dicen así:
Por miedo de las críticas no dejéis de hacer Lo que más conveniente pareciere ser.
PABLO GÓMEZ GARCÍA
EL BUEN PERRO Y EL VIL ZORRO Estaba hablando el conde Lucanor con Patronio, otra vez rogando de sus sabios consejos. _ Patronio, me han llegado rumores de una posible traición hacia mi persona por parte de un buen y fiel amigo. Dime, ¿qué debería hacer, creer los rumores o fiarme de mi buen amigo? _ Señor conde Lucanor _dijo Patronio_ yo le aconsejaré, no sin antes darle una buena historia de lo que le pasó a un buen perro por fiarse de las palabras de un vil zorro. Una vez, en un bosque, habitaba un hábil cazador que vivía con su fiel y buen perro. Había estado con él desde que era un cachorro y había sido siempre su fiel mascota y hábil compañero de caza. Pero el perro se estaba haciendo viejo y ya no rastreaba tan bien como en sus tiempos mozos. Aprovechose de esto un astuto zorro al que, sabiendo la cercanía de la temporada de caza del zorro, se le ocurrió una artimaña con la que escapar del peligro. Hallábase el perro tranquilo y descansado al lado de la casa cuando apareció el zorro. Alterado se puso el viejo perro ya se preparaba para arremeter cuando este le dijo: _ Alto, mi amigo, solo vengo a ayudarte. El perro, confundido, preguntó: _ ¿Ayudarme? ¿Con qué? _ Pues a evitar tu muerte. El perro, aún más confuso además de enfadado por lo que había dicho el zorro, preguntó: _ ¿Cómo que evitar mi muerte? ¡Explícate! _ordenó.
_ Verás, el cazador, tu “buen amigo” está planeando deshacerse de ti _afirmó el zorro. El perro, ya muy furioso dijo: _ ¿Por qué querría deshacerse de mí y por qué debería fiarme de ti? _ Pues porque ya estás viejo y no puedes rastrear bien, además, debes fiarte de mí ya que somos familia. El perro, ya más preocupado y triste que enfadado, preguntó<: _ ¿Cómo que familia? El zorro respondió: _ Siiiii, somos familia, ¿no ves? Ambos tenemos pelo, nos movemos a cuatro patas y tenemos un hocico alargado. El perro tragó saliva y dijo: _ ¡No! Él no haría eso. ¡Vete! El zorro hizo caso y empezó a irse, pero justo cuando estaba a punto de desaparecer entre la maleza comentó: _ ve a casa de tu amo y mira por la ventana, si está pensando deshacerse de ti estará preparando las armas ¿no? _y entonces desapareció entre la maleza. El perro al ver que se había ido hizo lo que le dijo y miró por la ventana. Cuán grande fue su sorpresa al encontrarse a su amo preparando las armas tal y como había dicho el zorro. El perro, al ver su fin cerca corrió y corrió a través del bosque durante días, hasta que las fuerzas le flaquearon y cayó muerto al suelo. El cazador, que estaba preparando sus armas para la temporada del zorro, buscó a su amigo durante el resto de sus días para no encontrarlo nunca, mientras el vil y malvado zorro reía porque su plan había funcionado. Pues, _dijo Patronio_ no te fíes de las malas lenguas que pongan verde a sus fieles amigos, conde Lucanor. Quedó don Juan Manuel tan encantado con la historia que mandó copiarla e hizo estos versos que dicen así:
Al que te aconseja encubrirte de tus amigos le es más dulce el engaño que los higos.
GUILLERMO RAMÓN LÓPEZ
Contento por haber comenzado el día escuchando tan bellas historias, decides conocer el lugar. Te encaminas hacia la iglesia. Esta te impresiona vivamente pues sus vidrieras representan unas tremendas Danzas de la Muerte.
Como desde la distancia no puedes observar muy bien las imágenes, el párroco te hace saber que entre los tesoros del monasterio vecino se encuentra un ejemplar donde se recogen estas pinturas acompañadas de hermosos textos. Obviamente te diriges hacia allá pues no ves el momento de tener entre tus manos ese extraño ejemplar.
Fin
Estabas descansando un poco la siesta, pero te ha despertado un enorme bullicio. Preguntas al posadero, al que de nuevo descubres distinto. Como te cree un loco y ante la cara de estupor que
presentas, te dice que os encontráis en Granada, en el siglo XV, y que la algarabía que has escuchado es la que ha organizado la gente alrededor de un juglar, recién llegado al pueblo, que va a recitar romances. Decides, pues, unirte a la fiesta. Él era un apuesto chico, que muy enamorado estaba de una hermosa chiquilla, Florentina se llamaba. El chico, Pepito Pérez, encasillado él estaba, pues decirlo no podía, y la chiquilla, apenada. El rey se lo prohibía, pues príncipe le tocaba, y no podía casarse con ella, la aldeana.
Tengo yo un dolor constante, Que imposible es remediar. Tanto llanto, tanto llanto Que ya puedo hacer un mar. Parezco una depresiva, Que solo quiere olvidar, Problemas y más problemas Que se tienen que esfumar. Manos blancas como nieve, Y llanto azul como el mar. ¡Tengo tantos problemas que Debo yo solucionar!
El príncipe se escapó, mas el rey le espiaba. El rey dejole escapar, pero vigilado estaba. Pepito se fue corriendo a la casa de su amada, Florentina sollozaba asomada a la ventana. El guardia supervisaba, a su príncipe observaba, el príncipe bien gustoso se puso a hablar con su amada. Explicole a Florentina, decidieron que escapaban. Del guardia se escaparon y su vida comenzaba. ALEJANDRO FÉRNÁNDEZ SÁNCHEZ
MARÍA JOSÉ OCHOA CRUZ
Rodrigo luchó en Valencia, en Aragón y en Castilla, pero al rey Alfonso Sexto no sirvió su valentía. Por Burgos fue desterrado, Tizona ya no lucía. Ya llegando a una posada, una niña le abriría: _Si ustedes quieren, aquí entrar usted sí podría, pero a nosotros el rey nuestro cuerpo quemaría. Rodrigo marchó en Babieca, si no Burgos moriría. Rodrigo llegó a Valencia, muchos moros morirían. Ya Valencia conquistó. Ya Tizona relucía. Los infantes de Carrión con sus hijas casaría. JESÚS BARRANQUERO TOMÁS EL PASO DEL TIEMPO Los recuerdos de la infancia que a veces cuesta salvar, llenos de buenos momentos sin poder recuperar. El amor no molestaba, que entonces nos daba igual. Ahora, en la adolescencia mi amor ya está por llegar, y aunque con dificultad pronto ya aparecerá. En un futuro cercano la pubertad ya se irá dando paso a una época de mayor dificultad. La edad adulta se asoma y marcha la libertad, dependiendo del trabajo esperando bien cobrar. Mantener a la familia nuestra ocupación será y llevar algo a la boca y así hambre no pasar.
Aunque pueda ser difícil lo podremos superar, y cuando llegue el momento lo tendremos que afrontar. Y más tarde la vejez por desgracia llegará, nuestro estado de salud poco a poco va a empeorar. Y por mucho que nos pese la muerte nos va a acechar. Cuando legue ese momento lo tendremos que afrontar porque aunque no lo queramos será ese nuestro final. YOLANDA YÁÑEZ MARTÍNEZ, CELIA PÉREZ GARCÍA y CAROLINA SOTO LÓPEZ
Cuando has despertado hoy, te has percatado de que la gente habla y viste como ayer, por lo que deduces que debes continuar en el siglo XV. Pero al salir a la calle, descubres que te encuentras en otro lugar. Preguntas y te enteras de que estás en Ocaña. Mientras comes, escuchas a un grupo de jóvenes que leen unas coplas. Acercándote a ellos, te hacen saber que son amigos de Jorge Manrique, y que están intentando emular sus Coplas a la muerte de su padre, el maestre don Rodrigo pues también ellos se duelen por lo rápido que se escapa el tiempo. ¿Qué fue de aquellas zagalas? ¿Qué ha sido de esos vestidos? ¿Qué ocurrió? ¿Quién les ofreció sus alas? ¿Dónde están esos cumplidos? ¿Qué pasó?
¿Qué fue de aquellos peinados? ¿Qué les pasó a esas sonrisas? ¿Dónde están? Sus vidas ya han terminado. ¿De qué sirvieron las prisas? ¿Dónde irán? ALBERTO ALMAGRO LARROSA
¿Qué fue de aquellos pupitres dobles y con su tintero? ¿Dónde están? ¿Y de las verdes pizarras en las que tanto escribió el maestro?
¿Qué fue de aquellas muchachas? Tantos sueños por cumplir. ¿Qué pasó? Quizás fracasaron muchas,
¿Qué fue de aquella tarima que los alumnos notaban en sus pies? ¿Dónde quedaron las láminas tan finamente ilustradas? No se ven. PABLO GÓMEZ GARCÍA y NICOLÁS NAVARRO o aprendieron a vivir. Se logró. ¿Qué fue de aquel profesor al que entonces tanto amaban? Se marchó Felicidad alrededor que en esa época ya estaba. No cambió.
YOLANDA YAÑEZ MARTÍNEZ y MARINA FUENTES MARTÍNEZ
¿Qué fue de esas faldas largas? ¿Dónde están aquellos chicos? ¿Y sus sueños? ¿Dónde están esas pizarras ¿Qué ha sido de aquellos libros? ¿Y sus dueños? ¿Dónde están las profesoras? ¿Qué fue de aquel director? Tan guerrero ¿Qué ocurrió con las libretas? ¿Qué hacían sin radiador? Todo lejos. CARMEN BELMONTE y LUCÍA DEL CERRO
El día ha sido intenso. Paseando por Ocaña descubres una acogedora posada y decides tomar allí algún refrigerio y pasar la noche. La elección resultó realmente acertada pues has dormido profundamente. Bajas a desayunar y, ya sin mucha sorpresa, descubres que nada te resulta familiar. El mesonero te hace saber, mirándote con desconfianza, que te encuentras en 1499, en la ciudad de Burgos. Comes algo y sales a patear la ciudad. Pronto te atrae un grupo de gente. Acercándote a ellos escuchas cómo celebran la aparición de una nueva obra literaria, La Celestina. Es tanto el entusiasmo que transmiten que decides hacerte con un ejemplar. Se trata de una versión ilustrada y simplificada que, por tus estudios de literatura, sabes que no ha llegado a la posteridad.
La Celestina
Fin