Todo

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Pรกginas del Saavedra Curso

Llegรณ con tres heridas:

14-15

la del amor,

Viaje por la literatura

la de la muerte, la de la vida.

4ยบA


Páginas del Saavedra

ÍNDICE

Introducción……………………………………………………………………….. pag. 3 Romanticismo………………………………………………………………………. Pag. 4 Realismo……………………………………………………………………………….. pag. 13 Generación 98……………………………………………………………………… pag. 17 Vanguardias…..……………………………………………………………………… pag. 26 Generación 27 …………………………………………………………………….. pag. 37 Últimas tendencias……………………………………………………………… pag 43

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LA VIDA, EL AMOR, LA MUERTE. Estas tres heridas de las que hablara Miguel HernĂĄndez se han clavado en el corazĂłn de todos los hombres, de ahĂ­ que su presencia sea constante en nuestra literatura. A lo largo de este curso, vamos a rastrear las huellas que estas tres realidades han

ido

escritores

dejando de

en

nuestra

tierra.

Palpitaremos

autores

murcianos que vivieran

durante

el siglo XIX, durante

el XX, durante el XXI.

Emprendamos

ya

este

hermoso viaje por nuestra literatura.

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con


Páginas del Saavedra

El

Romanticismo

dejó profunda huella en Murcia. Por ello,

podemos leer hermosas historias o sentidos poemas en los que percibiremos ese malestar que crea en los románticos la necesidad de evadirse, al menos con sus palabras, a otras épocas a otros espacios, al interior de sí mismos, o de buscar esa otra evasión definitiva que es la muerte. El otoño o el invierno serán las estaciones en las que tengan lugar estas historias. La noche envolverá a los personajes con esa luna omnipresente y esa naturaleza que grita en rayos y truenos. Lo sobrenatural, los fantasmas, el sueño vendrán a mezclarse con la realidad. Los sentimientos triunfarán sobre la razón; las pasiones, el dolor, LA VIDA, EL AMOR, LA MUERTE… llenarán estas páginas. Comenzaba ya a atardecer cuando el resplandor dorado de una melena al viento captó su atención. Él era un peregrino que pasaba de casualidad por aquellos parajes, y que había tenido la inmensa suerte de contemplar la imagen de aquella hermosa dama vestida de blanco que observaba el horizonte desde un vertiginoso acantilado, con aquellos hilos dorados que tenía por cabellos azotados por el viento. Aquella imagen se quedó grabada a fuego en su memoria. Con cuidado de no asustarla, se acercó a ella, pero al sentir una presencia tras su figura, rápidamente subió a su montura blanca, que aguardaba junto a ella. _¡Esperad! No os alejéis de mí, tan sólo deseo conoceros. Las palabras del peregrino no fueron oídas por la mujer. En cuestión de segundos ya se hallaba bastante lejos del lugar inicial. Pero, por suerte, había sido un día de tormenta, y la tierra del suelo aún estaba húmeda y dejaba marca al pisarla. Así que, con gran esfuerzo, nuestro protagonista siguió las marcas que el caballo de la mujer había dejado, y éstas le llevaron a una acogedora casita en las afueras del pueblo… Había pasado horas caminando, así que una luna llena brillaba ya en lo alto del cielo. “No hay ninguna otra casa más próxima, y las huellas finalizan aquí, por lo que esta debe ser la humilde residencia de la mujer de mis ojos, la que con sólo una simple visión ha cautivado mi corazón”, pensaba el peregrino mientras se disponía a llamar a la entrada. Pero antes de que pudiese llevar a cabo su propósito, la puerta se abrió y una joven salió por ella. Una joven de gran belleza, sí, pero no era la dama que él andaba buscando, aunque tenía gran parecido. _ ¡Oh! ¿Quién sois? ¿Y qué hacéis por aquí? _exclamó la joven. 4


_Perdone si la he asustado, no era mi intención. Mi nombre es Adolfo, y soy un peregrino que me dispuse, hace años ya, a vagar por el mundo en busca de las más bellas maravillas creadas por la mano de nuestro Señor. Y le aseguró que en mi camino he visto lugares de gran hermosura, pero ninguno comparable con la belleza de la dama que vi esta tarde sobre aquel acantilado de allá, esa que huyó al verme, y que hubiera jurado que descansaba en esta casa. _ Se tiene que estar refiriendo usted a mi hermana mayor, Azucena, que efectivamente vive aquí conmigo. Y permítame presentarme, mi nombre es Catalina _concluyó con una encantadora sonrisa. _ Es un placer conocerla. ¿Y se dirigía a algún lugar? _comentó el hombre, reparando por primera vez en el cestillo de mimbre que la joven llevaba en su regazo. _ Pue sí, iba al establo. Los dos caballos que tenemos son una gran compañía, sobre todo para mí. Yo me quedo sola a menudo cuando mi hermana decide ir a dar solitarios paseos. Así que paso mucho tiempo con ellos, cepillándoles las crines y alimentándolos. Por cierto, quizás mi hermana ya haya regresado y esté allí también, acompáñeme si desea conocerla. _ Muchas gracias, es muy amable. Y en efecto, Catalina no se equivocaba. Allí, en el centro del establo, con su vestido blanco y su melena cayéndole por la espalda como una cascada dorada, estaba Azucena. _ Buenas tardes, hermana, ¿qué tal se dado el paseo de esta tard… _ ¿Qué es esto? ¿A quién has traído contigo?_ interrumpió Azucena. _ No te enfades, él es un hombre al que le gustaría conocerte, su nombre es Adolfo _contestó calmada, aparentemente acostumbrada a las subidas de tono de su hermana. _ Pues se puede marchar, yo no tengo intención de conocerle a él. Y con un gesto de indiferencia, dio media vuelta y empezó a dirigirse hacia la salida, donde se paró cuando oyó los ruegos de Adolfo. _ Deme una oportunidad, por favor, déjeme conocerla. Ya verá cómo puedo hacerla feliz. Desde que la vi esta tarde no he podido sacarla de mi cabeza tan solo un instante. En ese momento todos los presentes se estremecieron, pues empezaba a desatarse una tormenta en el exterior y uno de los truenos los había sobresaltado. Tras unos instantes de meditación, Azucena se giró con una sonrisa traviesa en los labios. _ Mmmm…, está bien. Te doy una semana para encontrar un medallón de rubíes que perdí hace ya un tiempo. Si lo traes de vuelta, te concederé lo que me pides. Y durante esta semana prometo esperarte. _ ¡Pero ese medallón lo diste por desaparecido hace años! Lo perdiste en una de tus salidas cerca de aquel río de aguas bravas, es imposible encontrarlo _intervino Catalina, que sentía lástima por aquel peregrino que se había enamorado de su hermana sin apenas conocerla. _ No importa cuán difícil sea de encontrar, prometo regresar dentro de una semana con lo que me pedís. Hasta entonces… _se acercó hasta Azucena y, de rodillas, le tomó la mano y se la besó: _adiós, hermosa dama. Se acercó ahora hasta Catalina y con una inclinación de cabeza se despidió también de ella _ Adiós, Catalina. Y con esto, salió del recinto y se perdió en la tormentosa noche. 5


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Había pasado ya esa semana que había acordado con Azucena, y regresaba, eufórico de alegría, hacia la casita en que las dos hermanas vivían. Aún no podía creer la suerte que había tenido, pues justo cuando ya empezaba a pensar en abandonar la búsqueda, un brillo rojizo captó su atención. Y ahí estaba, medio enterrado en las rocas de la orilla del río, el medallón que andaba buscando. Era ya noche cerrada, acompañada de un fuerte viento, cuando llamó a aquella casita y, como la última vez, la persona con la que se encontró fue Catalina, que se le quedó mirando con los ojos muy abiertos, asombrada. _ ¡Habéis vuelto! _ Por supuesto, prometí que regresaría y que lo haría con el medallón. Aquí lo tenéis _dijo extendiendo la mano en la que sostenía la joya para que lo contemplase._ Y Azucena, ¿está en casa? _ Pues…, verá, esta noche no la pasará aquí. _ No importa, dormiré en el establo y esperaré hasta que mañana regrese. _ Pero…, es que cuando regrese no lo hará sola… _ No la entiendo, ¿qué me quiere decir? La mujer tardó unos segundos en encontrar las palabras que necesitaba para comunicarle lo sucedido. Parecía triste, como si sintiese pena por aquel hombre. _ Mi hermana se va a casar. Su prometido es un hombre bastante adinerado y poderoso, y ahora mismo se encuentra con él. Aquellas palabras impactaron en Adolfo del mismo modo en que un latigazo lo hubiese hecho. No sabía qué decir, no consiguió más que tartamudear. _ Pero…, ella… me prometió… _ Lo sé, ella prometió esperarte. Pero yo sabía que no lo haría. Debí haberte avisado. Ella tan solo te mandó en busca del medallón de alejarte y que no la molestases, pues estaba completamente segura de que jamás lo encontrarías… lo siento mucho. Adolfo se había quedado sin palabras, aunque con gran esfuerzo consiguió formular la última, que fue una despedida: _Adiós, Catalina, hasta siempre. Y sin decir más, dio media vuelta y echó a correr, sin una dirección concreta, a donde sus pasos lo llevasen. Y ese lugar fue el acantilado, aquel lugar en el cual había visto, por primera vez, a la mujer que había conseguido modificar su vida de forma tan drástica en tan poco tiempo. Al principio, por haberle dado la ilusión de poder amar y poder vivir feliz; ahora, por haberle arrebatado las ganas de seguir viviendo. Y así, la luna que coronaba aquella noche y el viento, que parecía tener la intención de llevarse volando todo lo que se interpusieses en su camino, fueron los únicos testigos de cómo aquel hombre acababa con su vida desprendiéndose al vacío, aún con aquel medallón en su mano. MARTA IBÁÑEZ DÍAZ-PECO En un pueblo de Sevilla, vivía un escritor de novelas, no muy conocido, llamado don Gonzalo. Una noche fría, de luna llena, don Gonzalo dormía cuando, de pronto, escuchó algo que golpeaba su ventana. Se acercó corriendo para ver qué había sido ese ruido y, al asomarse, le pareció ver como un reflejo transparente que desaparecía en la calle de al lado. Decidió ir tras esa sombra sin color. 6


Don Gonzalo recorría las calles sin ver nada, sólo escuchaba el susurro de los árboles. Cuando se adentró en el bosque observó una cara pálida pero hermosa. Era una mujer, de ojos claros y cabellos rubios que se acercaba al borde de un barranco. Don Gonzalo corrió tras ella pero, sin darse cuenta, la mujer se había convertido en una nube transparente y él estaba cayendo al vacío sin saber que la mujer a la que él perseguía solamente era el viento. MARTA FUENTES MORENO ROBERTO VALDEMORA Seis de diciembre de 1835. Roberto Valdemora se disponía a dar su paseo diario por las calles del pueblo, Caspiñeda. Bonito lugar. Ahí todas las gentes se conocían y apenas ninguna cara resultaba desconocida a los ojos de nadie. La nieve envolvía el pueblo de un puro color blanco como si de una manta se tratase, armonía que se veía interrumpida en algunas zonas por el color del espeso humo procedente de las chimeneas de las bajas casas. Apenas había gente en la calle. Estaba anocheciendo y el sol se adentraba tras las montañas más altas, justo detrás del riachuelo. “Qué imagen tan bonita. Recuerda… no sé, la soledad, ¡sí, eso! La soledad y… también la melancolía. Vaya, qué dos mágicas sensaciones. Sensaciones únicas. Nadie se levanta un día pensando “Hoy quiero estar melancólico”, pero, sin embargo a veces lo sientes, y nada te puede hacer evitarlo. O quizás sí, no sé. Qué quieres que te diga, a mí ya no me duele. A veces pienso que soy incapaz de distinguir ambas emociones, pues siento que ya forman parte de mí, parte de mi ser. Pues dime, ¿qué soledad es mayor que la de perder a un ser querido? ¿y qué melancolía supera la de que todavía habite en tu recuerdo? Sobre todo si se trata de tu mujer amada. Oh, Rosalía, ¡cuánto te echo de menos! Hace casi tres años que te fuiste y aquí estoy solo. Paseando por este pueblo hermoso, sí, pero más que visto. Nada nuevo, nada que… ¡oh! ¿Qué ven mis ojos? Ese rostro no me es familiar, ¿de quién se trata?” Roberto se acercó a la orilla del río, donde se encontraba esa persona que le había llamado la atención. “Pero qué bella muchacha. Esos grandes y rasgados ojos azules, esa piel blanca, esa melena rubia, esos rosados y finos labios… parecían dignos de un ángel, de un ser no humano. ¡Cuánta belleza!” _ Buenas tardes, señorita _saludó Ricardo _permítame presentarme, soy Ricardo Valdemora. Conozco a toda persona en el pueblo, pero usted se me escapa. _ Mi nombre es Adela Romero. Vivo a las afueras del pueblo, pero últimamente suelo venir por aquí a recoger frutas y flores, pues en mi zona hay escasez de ambas cosas debido al invierno. _ Eso es estupendo. Si quiere, puedo ayudarle. _ Gracias, es muy amable. 7


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Y ahí estuvieron, Dios sabe cuánto rato, recogiendo manzanas de los árboles, margaritas del suelo… Hasta que la desaparición del último rayo de luz les hizo volver a la realidad. _ Ya se ha hecho de noche _dijo la muchacha. _ Debo volver ya. _ No se preocupe. Pero antes quiero preguntarle algo, ¿podría volver a verla? _ Por supuesto, vaya en un par de días a las afueras del pueblo dirección norte. Una gran y azulada fuente le indicará que ha llegado. Ya allí sólo debe preguntar por la casa de Adela Romero, los vecinos le guiarán. _ De acuerdo, pues hasta entonces. _ Adiós. Entonces la chica dio la vuelta y se marchó, desapareciendo entre la oscuridad. Una vez que ya no era visible, Roberto también se marchó a su casa. “¿Qué es esto que siento? Emociones nuevas, mejor dicho, lejanas a mí. Alegría e ilusión. Creo que se hacen llamar así. Pues en ese caso: ¡alegría, ilusión, bienvenidas de nuevo a mí! Aunque… ahora que lo pienso, no estaré confundiendo tales palabras con otra mucho mayor… el amor. No, imposible, Rosalía aún sigue en mi pensamiento, jamás haría semejante cosa… Espera un momento ¿en un par de días? El ocho de diciembre, ¡esa es la fecha del aniversario de la muerte de Rosalía! Estos dos últimos años he ido a visitarla, no puedo faltar este año. Pero Adela es tan bella… pensándolo bien, una falta un año no hace mal a nadie. Iré a ver a Adela, ya es hora de olvidar a Rosalía. Ya es hora de cambiar.” Pasaron los días y Roberto se dirigía al lugar donde había quedado. Ya veía la fuente; la pasó. Preguntó a los vecinos del lugar y éstos le condujeron a una pequeña casa de fachada roja y macetas con margaritas en las ventanas. Llamó a la puerta. _ Oh, ya está aquí. Pase, pase, le he preparado algo de comer. _ ¡Una tarta de fresas! Muchas gracias. _ No es molestia. Y ahí estuvieron, horas y horas. Hablando de todo y a la vez de nada en concreto. Reían, se conocían, preguntaban, respondían,… y ya casi no quedaba tarta. _ ¿Qué le parece si vamos a dar un paseo? _preguntó él. _ Perfecto _contestó ella. Anduvieron y anduvieron mucho. Hasta llegar a una plaza apartada. No había nadie. Quizá se encontraba en las afueras de las afueras. Ninguno de los dos hablaba, hasta que Ricardo rompió el silencio. _ Adela…, creo que estoy enamorado de ti. Sí, sé que apenas te conozco y tan sólo hace dos días que sé de ti, pero sé que no soy el primero al que le ha pasado semejante cosa, y quería que lo supieras. No hizo falta que ella contestara, pues ambos adelantaron un par de pasos y se besaron. En ese momento se apagaron las apenas tres farolas que había en la plaza. ¿Qué ocurría? El suelo empezó a temblar mucho. Entonces algo resurgió como desde las profundidades. Algo o, mejor dicho, alguien, que hizo que Roberto se quedara como de hielo, paralizado y muy pálido. Ahora en la plaza ya no había una mujer, sino dos. La mujer de las 8


profundidades, de largo cabello color carbón e hipnotizantes ojos verdes. ¡Qué bella era Rosalía Montero! _ Me has traicionado _pronunció Rosalía con una sonora voz. Estaba seria, y sus ojos, llenos de ira, estaban clavados en Ricardo. _ No has venido a verme. Te estaba esperando. _ Yo…, _intentó hablar Ricardo, presa del pánico. _ Y encima me engañas con otra. Justo un día como hoy. _ Tú ya no estás aquí. No eres real _logró decir. _ Soy más real de lo que tú te piensas, querido. _ Sabes que yo siempre te he amado. _ ¡Pero ya no lo demuestras! _gritó con furia_ así que ahora pagarás el precio de haberme hecho sufrir. Alzó las manos y, como por arte de magia, decenas de esqueletos salieron de bajo la tierra, agarrando a Ricardo. Adela, presa del pánico, comenzó a chillar y salió corriendo. Ricardo intentaba huir, en vano. Suplicaba clemencia, pero no consiguió nada. Pues los amarillentos esqueletos se lo llevaron con ellos justo de donde estos acababan de salir a las profundidades de la tierra, bajo la atenta mirada de Rosalía, que, instantes después de que ya no hubiera ni rastro del muchacho ni de los muertos, desapareció. Pasaron días, semanas, y todo el mundo hablaba de lo mismo. de los gritos lejanos que se habían oído esa noche, de que no se había vuelto a ver a don Roberto Valdemora dando su paseo diario por el pueblo y de una chica, una chica de larga melena rubia que nunca regresó a su casa. Incluso años después, hay gente que asegura que cada noche del ocho de diciembre se oyen gritos lejanos. No se sabe dónde, pero se oyen. Gritos que pronuncian el nombre de Rosalía. BELÉN GUILLÉN MARTÍNEZ Sonrisa rota por el paso de los años, heridas, traiciones, mentiras y un buen puñado de engaños. Hacen más daño las heridas que los golpes, cicatrices mentales que harán que la vida soportes. ¿Y cuántas veces he luchado y he perdido? Buscar respuestas pero no tener motivos. He dado tanto a quienes no lo han merecido. Antes prefiero la muerte que una vida sin sentido. Yo ya no me creo nada, he sentido el veneno de tantas lenguas afiladas, que ya no, no me fío de la vida, Seguí sus consejos y me llevó a una calle sin salida. Querida vida, tienes que saber que… estando solo me dejaste caer. Si tú no estás, ya no puedo resistir más. 9


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Maldita vida, dame una razón para aguantar. He sufrido tanto que ya no sé quién soy, ni sé adónde voy. He sufrido tanto dolor que me falta el aliento para decir mi último adiós. Y el mundo sigue y yo solo continúo perdido. Y si hay un Dios espero que rece por mí. Ya ni recuerdo lo que quise o pude haber sido, sólo somos un intento vano por sobrevivir. JAVIER PÉREZ SORIANO Justo a medianoche, el sepulcral silencio que reinaba en la calle se rompió por el gran estruendo de una puerta al cerrarse. Una joven muchacha de cabello rubio, ojos azules y tez blanca, corría por las calles oscuras y desiertas, con el rostro surcado por las lágrimas y el corazón roto de amor. Sofía no se podía creer lo que había oído. Su prima, su mejor amiga hasta ahora y su amado, el hombre de su vida, la habían engañado como a una estúpida. Ella lo había dado todo por él, le había dado su corazón y sabía que nunca más podría tener otro dueño que no fuera él. Su prima, su prima más querida y con la que había pasado su vida entera, la que la cubría cuando se escapaba para ver a Felipe… Sofía siguió corriendo y corriendo. Su vida se le había caído encima y nada tenía sentido sin su amado. Se sentía atrapada en un laberinto sin salida. Pasada media hora, llegó al cementerio de la ciudad. Este era el cementerio viejo, y todo estaba en muy mal estado. Siempre que se encontraba mal o que la realidad la ahogaba venía aquí y se sentaba en uno de los bancos de la pequeña iglesia gótica que había en el centro del cementerio. Sofía, fiel a su costumbre, se sentó en un banco al que le faltaba el respaldo y se puso a llorar, más de lo que ya lo había hecho. Los sollozos de la pobre muchacha se escuchaban en toda la iglesia y parecía que de un momento a otro se iba a derrumbar de una vez por todas. El gran ruido le impidió escuchar los pasos de un joven que se acercaba a ella. El joven era Felipe, el cual sabía del escondite de la chica y que tantas veces había venido aquí a buscarla. _ Lo siento, Sofía _dijo con voz apenada y retirando la mano de Sofía de su cara. Cuando la chica levantó la mirada, Felipe dio un paso atrás asustado por la fría mirada de la joven. _ Yo te quiero más que a mi vida misma pero no puedo soportar verte con mi prima _dijo con tono tranquilo pero serio_ Sin ti, mi vida no vale nada. Dicho esto, la joven agarró uno de los cristales que había esparcidos por el suelo y con una violencia de admirar, se lo clavó en el lado izquierdo del pecho, justo en el corazón. _ Sofía _gritó Felipe al ver la escena_ todo era mentira. Hoy es el día de los inocentes y tu prima y yo solo queríamos gastarte una broma. Yo también te quiero. Ya era tarde. Con un último esfuerzo, la chica susurró “Te quiero” y así, expiró para siempre. Felipe la cogió en brazos, la besó una última vez y con el mismo cristal, se mató a él mismo. Él tampoco quería una vida sin Sofía. PAULA PAVÍA DE LA ASUNCIÓN 10


Se acerca a rasgar tu alma, se acerca a quitar tu sufrimiento, no te asuste su sombra, te ofrece alejarte del mundo, te ofrece un sueño eterno y silencio. Ahora tu alma reposa entre sus manos, la niebla que envuelve su máscara de misterio se disipa junto a la duda. Su rostro desnudo te calla para siempre. Un rayo de luz tenue muestra el camino a la puerta eterna. En el infierno de los mortales, llanto corre en su nombre. Velar tu descanso eterno, enterrar tus recuerdos.

Se desata la tormenta, viento enfurecido, el oleaje de las rías turbias recorre los lechos olvidados. Gritos de desesperación, huir sin mirar, tus lágrimas caen sobre ellos.

MARTA BALSALOBRE SOLANO

LA ENGAÑOSA LUNA Era ya medianoche cuando Álvaro volvía a su casa, otra vez rechazado por la mujer a la que amaba, cuando, de repente, al girar la esquina, vio algo blanco cruzar a la otra calle… no sabía lo que era pero empezó a pensar que eso había sido un vestido blanco, por lo que había tenido que ser una mujer la que había cruzado. Y se imaginó que sería una mujer alta, rubia, con los ojos azules, la tez blanca… Y se enamoró. Así que empezó a seguirla por las callejuelas de su ciudad, pero lo único que llegaba siempre a ver era el supuesto vestido blanco de la mujer. Tras diez minutos siguiéndola y sin saber cómo había llegado hasta allí, Álvaro se había topado con un callejón sin salida y ella no estaba. No comprendía qué era lo que había pasado, por lo que se volvió a su casa pensativo y deseoso de conocer a esa misteriosa y enigmática mujer. Al día siguiente había quedado en el bar con sus amigos para contarles el encuentro que había tenido la noche pasada con su amor de verdad. Al terminar de contarles lo que sucedió, todos sus amigos empezaron a reírse de él. Pero, para demostrar la existencia de su amada, dijo que no pararía de buscarla todas las noches hasta dar 11


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con ella. Y así fue. Noche tras noche, fue al mismo sitio donde la había visto por primera vez para presentarse. Pero siempre pasaba lo mismo que la primera noche, sólo veía el vestido blanco y al final acababa desapareciendo. Hasta que una noche, después de estar un rato persiguiéndola, Álvaro llegó al puerto de su ciudad y vio la luna y su reflejo blanco y hermoso en el mar. En ese momento entendió que no existía ninguna mujer, que todo había sido la luz de la luna. Y él, desolado, pensó que si su amor era la luz de la luna, estaría con ella para siempre, por lo que se tiró al mar y murió ahogado. MIGUEL GONZÁLEZ SÁNCHEZ Buenas, me llamo Tomás y ¿qué puedo decir de ella? Es un demonio encerrado en un cuerpo de ángel, se llama Teresa. No es un ángel normal, ella tiene la piel morena como el tronco de un árbol, su cabello ondulado, rubio casi transparente me recuerda el mar en un día de tormenta; y sus ojos, qué puedo decir de ellos…, son oscuros, ¡negros!, como si no tuvieran fin. Su alma infectada de odio y maldad no hace justicia a lo bella que es, en verdad. Cuando la veo, siento cómo palpita mi corazón en el pecho pidiéndome que le deje salir, pero ella…, ella me mira como un diamante que mira a una simple roca, sus ojos me desprecian, daría mi vida por ver las perlas de su boca al sonreír. Os contaré el día en que terminó conmigo. Era una mañana de invierno. El cielo estaba nublado, como casi siempre. Y La vi tan perfecta que me decidí a acercarme. Nunca le había hablado pero eso debía acabar. Me arrodillé, la miré y le pedí amablemente que viniera al bosque conmigo. Pero me miró sin expresión alguna y se fue. Me sentía destrozado. Salí corriendo al único sitio solitario que podía encontrar, el cementerio. No veía nada. Sólo escuchaba a los búhos y el sonido de las ramas cuando las pisaba. Tropecé y me di con lo que parecía una losa de piedra. Al despertarme ya era de día. El sol deslumbraba, pero en mi cabeza estaba oscuro. Me levanté y estaba en mi casa. ¿Cómo podía ser? Habría sido solo un sueño. Pasaron los días y no volví a verla. Empecé a pensar que se había marchado como el viento en la hermosa noche. Me sentía solo y pensé “¿y si no fue un sueño sino que estoy soñando ahora?” Así que me decidí a ir otra vez al cementerio, el mismo donde caí. Llegué, y al fijarme mejor vi que en la losa donde me había dado yacía muerta Teresa. Mis piernas empezaron a debilitarse, pero me di cuenta de otro nombre, creía que moría aunque era imposible ya que ese nombre era el mío. No entendía nada, no lo podía creer. Antes de irme me decidí a leer las inscripciones de las tumbas y ponía “Aquí yace muerte Teresa, que por amor a su esposo Tomás, murió de pena por su galán.” 12


No sé el porqué, pero empecé a recordar; por eso no me hablaba, ni me miraba, porque no puedes hablar ni mirar a algo que no existe. Ahora entendía que no era odio, ni maldad, sino que su alma me la había dejado al morir yo. Volví al cementerio, volví al único sitio en el que sería feliz, al lado de mi esposa, que murió por amor a mí. EVA GARCÍA MARTÍNEZ El siglo XIX avanza y nos encontramos en la segunda mitad. El

Realismo,

que triunfa en España, llega a Murcia. La realidad

será ahora la fuente de inspiración, las minuciosas descripciones llenarán las páginas de los mejores novelistas; el diálogo y el monólogo interior nos permitirán acercarnos a los personajes, cuyas palabras se adecuarán a sus circunstancias sociales y culturales. La vida será ahora literatura. Sofía era una joven cuyos padres habían muerto cuando ella era muy pequeña. De modo que una familia de clase media la había acogido, para que hiciese todas las tareas de la casa a cambio de proporcionarle comida y un techo bajo el que dormir. La familia estaba formada por los padres y sus dos hijas. Pero un día llegó un joven, alto, de pelo negro y grandes ojos azul oscuro, llamado Gabriel, que cautivó a Sofía. Por lo que esta pudo entender, era el hijo de unos amigos de la familia que tenía que mudarse allí por un asunto de trabajo. Para llamar su atención, Sofía le hacía detalles como, por ejemplo, cuando preparaba la comida ponerle a él algún ingrediente más, y cuando limpiaba la habitación, dejarle pétalos de rosa por la cama. Pero él seguía sin fijarse en ella, la veía como una sirvienta de la casa y nunca le había dirigido la palabra. Una noche, la familia había salido a cenar a la casa de unos vecinos, quedándose solos Sofía y Gabriel en la casa. Ella pensó que era el momento perfecto para declararle su amor. “¿Qué es lo que puedo perder? Yo solo soy una sirvienta. Y si no le digo nada me arrepentiré toda la vida”. Así que llamó a la puerta de su habitación, diciendo que tenía una cosa muy importante que contarle, y entró. Allí estaba, de pie, 13


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con el pelo despeinado y con su camisa gris medio abierta, “tan encantador como siempre”, pensó Sofía. Entonces se acercó a él, con la respiración entrecortada, y le declaró su amor. Gabriel abrió mucho los ojos, sorprendido. No se esperaba precisamente que la sirvienta le declarara su amor. Así que cuando este iba a contestar, con mucha educación y sintiendo pena por ella, notó que Sofía ya sabía cuál iba a ser la respuesta, así que, conteniendo las lágrimas, salió corriendo de la habitación y de la casa. Pensó adónde podía ir, pue sabía que allí no se podía quedar ya que todo el pueblo se enteraría de lo que había pasado aquella noche. Corrió por la carretera, pensando que quería empezar una nueva vida en otro lugar lejano, aunque también fuese de sirvienta. Gabriel tardó un poco en reaccionar, y tiempo después salió corriendo de la habitación escaleras abajo. Intentó alcanzarla, pero no pudo. Estaba muy lejos. Así que se quedó en la puerta de la casa, triste y sintiéndose culpable, esperando a que la última sombra de Sofía desapareciese de aquella noche de verano. MARINA GARCÍA LORENZO -¿Vas a venir a despedir a Marta? -dijo Luis con una lágrima asomando de sus grandes ojos verdes que brillaban a la luz de la luna. Jorge no sabía qué decir, la persona que más había amado en la vida se iba, y probablemente no la volvería a ver jamás. Estaba confuso, una sensación de enfado y tristeza le invadía al mismo tiempo. “Se va, sin pensar en nosotros, dejándolo todo atrás, sin importarle lo más mínimo el daño y el vacío que dejaba en las vidas de las personas que la amaban. Sus padres, su hermano pequeño, sus amigos de toda la vida, yo, que tanto la he querido”. Pero a ella esto le era indiferente, Marta era fría por naturaleza, observadora, calculadora y meticulosa. Su única preocupación era ella misma, todo lo demás era prescindible o de ninguna importancia o interés. Ella quería vivir en la ciudad, con su tío, que era carpintero, allí estudiaría y sería algo en la vida. Decía haberse cansado de la vida rural, donde la mayor aspiración de uno es alimentar al ganado o trabajar en el campo para el resto de la vida. Jorge aceptó ir a la despedida, y junto a Luis, caminaron por el sombrío y triste camino que llevaba a las vías del tren. Conforme se acercaban empezaban a escuchar voces, al 14


estar más cerca se oían claramente los sollozos y llantos. Eras sus padres y su hermano, que tan joven, no comprendía la marcha inesperada e inevitable de su hermana. Los dos chicos se acercaron a Marta para despedirse. Luis le dio un fuerte abrazo y se apartó para dejar paso a Jorge. Jorge, cabizbajo y triste, la miró, y levantando la cabeza lentamente le dijo: - Te echaré de menos. - y yo a vosotros -dijo con tal frialdad, que sonaba de cualquier manera menos creíble. - Pero, ¿has pensado lo que nos causas al marcharte? _preguntó mientras le caía una lagrima del ojo derecho. - Sinceramente, no lo he pensado, pero tampoco es que me importe. Estas palabras se clavaron en Jorge, no podía creerlo, y llorando se fue corriendo. Los padres de Marta y Luis miraban a Marta con asombro por lo que acababan de escuchar de la boca de su hija y amiga. Con cara de resignación, decidieron marcharse y dejar que Marta se fuese, era un caso perdido. Se marcharon, y Marta quedó sola, ante la vía. “Intento ser objetivo, pero esta mujer es un monstruo sin sentimientos” pensaba Jorge mientras corría. Al cabo de un tiempo llegó el tren y Marta desapareció sin más miramientos ni remordimiento alguno de que sus palabras pudieran haber causado un dolor irreparable. Jorge se encontraba solo, sentado en una escalera de la puerta de una vieja casa. Se secaba las lágrimas, mientras deseaba que todo aquello solo hubiese sido un mal sueño. Entonces se le acercó un hombre de peculiares y bastos andares, que le preguntó: -¿Qué te pasa, zagal? - dijo bruscamente, en un tono elevado que asustó a Jorge. -Nada - respondió mientras se sacaba las lágrimas con la manga del jersey.- La chica a la que más amaba en la vida se ha ido, y por si fuera poco, ha dicho que no le importo lo más mínimo. -Pobre zagal, debes saber que esa zagala no te ama, y dejar de pensar en ella. Es una mala bruja, olvidarla será lo mejor para ti. Al menos tú tendrás casa, pero una pelea con la mía mujer me dejaron fuera de casa. Y ahora voy de prao en prao, buscando algo que echarme a la boca. Vive feliz, zagal, yolvida a quien no importas. Jorge escuchó los consejos de aquel hombre y se marchó a casa para seguir con su sencilla pero feliz vida. MIGUEL NAVARRO MARTÍNEZ 15


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LA REINA MARGARITA Por la noche se la veía en el ensayo, los días que no había función, que eran lunes y viernes, solía ocupar, en la sombra, una butaca de quinta o sexta fila, envuelta en su chal, humilde; permanecía inmóvil horas y horas, callada, sin reír cuando reían allá arriba, en el escenario, sus compañeros, que no pensaban en ella. Las noches de función solía ir a un palco del tercer piso, como escondiéndose, ocupando el menor espacio posible, y quieta, callada como siempre. Su vida estaba basada en el teatro. Por la noche pensaba en el teatro y de día, según la fecha, iba al teatro o esperaba para ir al teatro en busca de su ensayo o su función. Todo era teatro. En el teatro se sentía como una reina. Se llamaba Margarita Peñaranda, una funcionaria jubilada del Ministerio de Justicia en el que había trabajado con gran eficacia durante treinta y ocho largos y aburridos años. Sus días transcurrían sin alegría ni entusiasmo realizando sus labores cotidianas a la espera de su horario teatral. La señora había cumplido ya sesenta y siete años, tenía una sencilla elegancia a pesar de que no dedicaba mucho tiempo a su aspecto. Tenía un cabello corto y blanco que le caía hasta el principio de sus grandes orejas. Sus ojos eran verdes y redondos, entre los cuales había una respingona nariz y unos labios finos pintados de un inapreciable rosa pálido. Era delgada hasta el extremo, con una altura que le ayudaba a pasar desapercibida. Un día, al llegar al teatro, vio el cartel con la noticia que más le podía aterrar: “El teatro cierra sus puertas por reformas hasta próximo aviso”. Se sintió perdida, desolada, angustiada, no podía creer lo que estaba leyendo. Su reino había caído. Sus días a partir de entonces se volvieron grises, su motivación diaria ya no existía. Durante meses recorrió toda la ciudad buscando un nuevo reino que conquistar, buscando otro teatro. Pasó por cuatro teatros, pero en ninguno encontró su sitio. Los tres meses que duró la reforma fueron la peor condena a la que jamás estuvo sometida, la chispa diaria que iluminaba sus días había desaparecido durante ese periodo. Ciento diecisiete días pasaron hasta recibir la feliz y a la vez ansiada noticia de la apertura de su reformado reino. Dedicó un día entero a su arreglo personal, elección del vestido, zapatos, perfume y su eterno y humilde chal gris. Abrieron al fin las puertas y buscó, buscó su sitio. Primero en sus butacas de quinta o sexta fila, después en el palco de tercer piso, pero su 16


lugar ya no estaba allí, su reino había cambiado. Decidió quedarse en un discreto placo del segundo piso a la espera de que algo cambiara durante la representación, y, en efecto, algo cambió, pero no durante la obra sino al término de esta. El final fue absoluto. Terminó la obra. Terminó su reinado. Y también terminaron sus días. ELENA GARRIDO SOLÉ

Los autores de la

Generación del 98 dejaron una profunda

huella en nuestra

ciudad, por ello fueron muy queridos,

admirados e imitados. El profundo amor que Antonio Machado sintió por Leonor, su mujer, se respira en cada uno de sus versos, pero la muerte se la llevó demasiado pronto. Algunos amigos de don Antonio quisieron homenajear al poeta continuando el último verso que escribiera. Estos días azules y este sol de la infancia de nuevo me envuelven, y me invade la luz pálida de un lento atardecer. En mi pensamiento los recuerdos regresan, las sonrisas y los gestos, de aquellas lentas tardes de junio. Revivo los días que ya pasaron, las historias vividas y los caminos andados. Y en la memoria, la distancia. Mientras el sol se aleja y las sombras me invaden vuelven las sensaciones, aquel niño solitario, ese adolescente callado. Y de nuevo regresan estos días azules y este sol de la infancia, me rodea la gente y olvido el silencio. Una vez más, busco el logro de cada día, Y espero el atardecer pálido y callado. MARÍA JOSÉ LÓPEZ SÁNCHEZ 17


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Estos días azules y este sol de la infancia con sus margaritas y su fresca fragancia, intentan alegrarme dándome esperanza. Pero yo sé bien que todo está acabado, un día más y yo ya me habré marchado. Lo noto en el alma, en mi viejo pecho, desde que me levanto hasta que me tumbo en el lecho. Y una vez tumbado me dedico a recordar lo que un día fue y nunca más será, pues los recuerdos del pasado ya no volverán. Así, con este pequeño pero profundo suspiro digo adiós a este mundo, yo ya me despido. Tan sólo espero ser recordado y no caer en el olvido, y que diversos autores de otras generaciones sigan componiendo poesías, prosas y canciones. MARTA IBÁÑEZ DÍAZ-PECO Estos días azules y este sol de la infancia Me recuerdan a mí sin vigilancia, divirtiéndome con mis travesuras mientras otros sufrían amarguras. Esto va a ser mi último invento antes de que me lleve el viento, ahora me despido de esta vida que sólo tiene camino de ida. JULIO LECHUGA GUIRAO Estos días azules y este sol de la infancia son el reflejo de la añoranza en mis ojos. Ahora los días se enturbian en mi mente cansada. Estos días azules y este sol de la infancia son el recuerdo de las centelladas de un sol que en invierno es de mayo. Aquellas caricias del aire aterciopelado bajo la suela de mi desgastado zapato. Estos días azules y este sol de la infancia acompañan el camino demi ya solitaria alma. LAURA PUJALTE GOICOECHEA 18


Estos días azules y este sol de la infancia son el reflejo del anhelo de mi corazón. En mi mente oigo los pensamientos de crío, que me incitan a volver a aquella época llena de recuerdos imborrables. Estos días azules y este sol de la infancia me transportan a cuando la inocencia suave me acariciaba la cara acompañada de hojas musicales. Estos días azules y este sol de la infancia me hacen extrañar esa antigua llamada. Las lágrimas me invaden y llego a la cuenta de que ya solo me acompaña la soledad. MARTA BALSALOBRE SOLANO

A Azorín le duele el paso del tiempo. Sabe que el instante es fugaz, de ahí su deseo de atraparlo, de plasmar con todo detalle las pequeñas realidades antes de que se escapen, de atrapar lo que permanece por debajo de lo que huye. Presentamos aquí unas curiosas historias que nos recuerdan a este autor, por ese estilo lento, esas oraciones cuajadas de adjetivos, ese predominio de verbos de estado y ese aire impresionista con el que estos escritores murcianos dibujan el cuadro, el instante que debemos imaginar. Estaban una niña, su madre y su abuela sentadas en un viejo, desgastado y anticuado banco, debajo de un enorme y robusto roble. La niña, con sus cabellos rubios recogidos en una trenza, su piel blanca brillando al sol y su vestidito rojo y blanco de flores, corría feliz y contenta detrás de una paloma blanca. La madre, que acariciaba su vientre con ambas manos, como queriendo llegar hasta su próxima hija, miraba la escena risueña y disfrutando del bello 19


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momento. Por último, la arrugada vieja, con su habitual expresión dulce y buena, reflexionaba sobre el paso del tiempo. Pensaba, mirando a su bonita nieta, en la cantidad de vida que le quedaba. Pensaba en el bebé que descansaba tranquilo, en paz, a salvo en la barriguita de su hija, no ya tan a salvo del paso del tiempo. Pensaba en el eterno retorno, en que todo se iba, pero volvía. Se acordó de cuando ella llevaba a su pequeño bebé que ahora era la que guardaba una criaturita en su tripa y pensó que algún día serían sus nietas las que tuvieran bebés, y así sucesivamente, siendo todo una interminable cadena. PAULA PAVÍA DE LA ASUNCIÓN Me desperté repentinamente en mi cama. Un brillante cielo azul se veía por la blanca ventana. Varios alegres pájaros cantaban, y rayos de sol traspasaban a mi habitación, perdiéndose en mis claras paredes. Mi ropa descansaba en la silla, tal y como la había dejado el día anterior. El despertador se encontraba en mi mesilla, y de él salía un insoportable ruido. El sonido del despertador se mezclaba con u ruido lejano que provenía de una televisión, cuyo volumen estaba demasiado alto. La puerta de mi habitación estaba entreabierta, lo que dejaba ver una pintura que se encontraba en el pasillo. Constaba de un pequeño pueblo con un lago a su derecha y varias nubes inmóviles, como si nunca pasara el tiempo. NURIA GARCÍAGARCÍA La casa estaba situada cerca de un brillante, ruidoso y caudaloso río. Los pájaros cantaban felices posándose en los frondosos árboles. Las coloridas rosas desprendían un suave y delicado aroma. Muy cerca de allí se escuchaba el agua de la fuente que caía fuertemente sobre el balde de piedra. En el aire se respiraba el frescor de la tarde que comenzaba.

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Leonardo se encontraba sentado en una antigua mecedora de color púrpura, que al mecerse despedía un ruido aterrador, leía un antiguo libro mientras su mujer y su hija preparaban un delicioso café con una tarta de frutas silvestres, que esa misma tarde habían recogido en una zona cercana a la casa. Leonardo y Camila habían tenido una hija preciosa a la que querían mucho, que siempre estaba cerca de ellos y les ayudaba en todo lo que necesitaban. Era esbelta y tenía unos grandes ojos verdes. Le gustaba tocar el arpa en las tranquilas tardes de verano. Sin embargo, Leonardo sentía que su felicidad no era completa y sabía que el paso de los años le entristecía de manera profunda, dejándole cabizbajo y melancólico a pesar de tener unas estupendas mujer e hija. PATRICIA SEVA PELLUZ

Una de las inquietudes existenciales que Miguel

de

Unamuno plantea en sus novelas es la posibilidad de que esta vida no sea sino una ficción. Augusto Pérez, que en las páginas de Niebla se enfrenta con su creador, fue uno de los personajes unamunianos que más hondo caló en nuestras tierras. Este diálogo de la criatura con su autor fue recreada por dos amigos murcianos de don Miguel. Eran ya altas horas de la madrugada y Melissa Bennetto se encontraba aún despierta en la habitación de su hotel. Bueno, a decir verdad, ese no era su verdadero nombre; pero a ella le había parecido que con tal nombre artístico podría llegar a vender más discos que con “Alicia Ordoñez”. En fin, eso es lo de menos. La cuestión es que Melissa (llamémosla así) acababa de dar un gran concierto; no uno cualquiera, uno especial. Acababa de estrenar su nuevo tema, “Sentimiento puro”. La canción hablaba sobre una chica llamada Pamela que se sentía más radiante y feliz que nunca porque estaba enamorada. Y estaba gustando mucho, parecía que esa canción se iba a convertir en algo grande. Melissa estaba pensando en todo lo vivido aquella noche cuando, poco a poco, fue cerrando los ojos con una sonrisa en la cara. De repente, sin saber exactamente el tiempo que había pasado desde que se había quedado dormida (aunque a ella le habían parecido segundos), algo la despertó. 21


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_ ¡No me gusta! _dijo una voz. Melissa dio un pequeño grito y abrió los ojos como platos, perpleja, al ver a una chica delante de ella, sentada en el sillón de enfrente. _ ¿Hola? ¿Me oyes? ¡Que no me gusta! _ volvió a hablar la chica. _ Pero, pero… ¿quién eres y qué haces aquí? Si no te vas ya llamaré a los de seguridad. _ Ey, ey, tranquila chica… Ni que no me conocieras. _ Y así es, no sé quién eres. _Parece mentira… ni mi propia creadora sabe quién soy. Melissa abrió aún más los ojos. _ ¿¡Pamela!? _ ¡Al fin! ¿Tan difícil era? _ Pero ¿qué haces aquí? _ Vengo a decirte que no me gusta. _ ¿El qué? _ ¡La canción! Es horrible y llena de mentiras. Amor, amor, amor… ¡eso no existe! Es sólo una ilusión. _ Yo no lo veo como una mentira. _ Hablas, o mejor dicho, me haces hablar de él como una cosa y en realidad no es nada. Como un sentimiento real y en verdad no existe. Es sólo algo que creemos sentir pero no es real. Seguimos teniendo un gran vacío en nuestro interior, sólo que esta vez decorado con pensamientos estúpidos que todo el mundo finge creer pero que en el fondo sabe que no son ciertos.. Quizás tengan razón y es verdad que en la ignorancia está la felicidad. Quizás la gente creó ese supuesto sentimiento llamado “amor” para sentirse mejor consigo mismos y con el resto de la gente. En realidad, no les culpo, parece hasta bonito… ¡Pero yo no soy así! ¡No soy una ignorante! Y no consentiré que me hagas hablar de tal mentira _se levantó del sillón. _ No te entiendo… no entiendo por qué piensas de esa manera. _ Pues creo que ya te lo he dejado bastante claro. Así que si me haces un favor, cambia la letra de la canción. _ No _dijo Melissa. Su cara cambió y se puso seria. _No voy a cambiar mi canción porque una estúpida como tú venga a exigírmelo. _ ¿Perdonaaaaa? ¿Qué me has dicho? _preguntó Pamela aparentemente ofendida pero enfadada. _ Creo que ya te lo he dejado bastante claro. _ Bueno…, pues no la canto _dijo Pamela con un tono indiferente mientras se miraba las uñas. _ Oh sí, claro que la cantarás. _ He dicho que no. Y sin mí, la canción no es nada, porque soy yo quien vive esa historia. _ Pero yo soy tu creadora y harás lo que yo te diga. Hablará sobre el amor. Quieras o no quieras. _ Mira que eres tonta… _dijo poniendo los ojos en blanco. _ Eh? 22


_ No te das cuenta, ¿verdad? Uf, si tú misma lo has dicho: “Yo soy tu creadora”. _ No sé qué me quieres decir con eso. _ ¡Pues eso! Tú eres mi creadora, y yo soy tu fantasía, tu ilusión, tu subconsciente. Soy parte de ti. ¡Soy tú! Lo único que he venido a decirte es algo que realmente tú ya sabes, pero si no te lo decía alguien más no ibas a rectificar. Y ese alguien más está aquí: yo…, o sea, tú. A ti io te gusta esa canción y no sientes su significado. Piensa en ti, en tus principios y en tus ideales…, y en mí. En ese momento Melissa se despertó, sobresaltada. Todo había sido un sueño. Miró a su alrededor y volvió a tumbarse. No volvió a pegar ojo en toda la noche. A los dos días, un hombre cualquiera fue a comprar el periódico. Saludó al kiosquero, le dio dinero, 75 céntimos, se sentó y comenzó a leer un titular de letras de gran tamaño: “MELISSA BENNETTO ANULATEMPORALMENTE EL LANZAMIENTO DE SU NUEVO DISCO POR CAUSAS AÚN DESCONOCIDAS”. BELÉN GUILLÉN MARTÍNEZ Carlo Collodi se sentó frente al escritorio, una vez más, lleno de inspiración, para continuar la historia que estaba creando, a la que tituló Pinocho. “Érase una vez en una vieja carpintería, Geppetto, un señor amable y simpático, terminaba una vez más un día de trabajo, dando los últimos retoques de pintura a un muñeco de madera que había construido ese día. Al mirarlo, pensó: ¡qué bonito me ha quedado! Y como el muñeco había sido hecho de madera de pino, Geppetto decidió llamarlo Pinocho. Aquella noche, Geppeto se fue a dormir deseando que su muñeco fuese un niño de verdad. Siempre había deseado tener un hijo. Y al encontrarse profundamente dormido, llegó un hada buena y viendo a Pinocha tan bonito, quiso premiar al buen carpintero, dando, con su varita mágica, vida al muñeco. Al día siguiente, cuando se despertó, Geppetto no daba crédito a sus ojos. Pinocha se movía, caminaba, se reía y hablaba como un niño de verdad, para alegría del viejo carpintero. Feliz y muy satisfecho, Geppeto mandó a Pinocha a la escuela. Quería que fuese un niño muy listo y que aprendiera muchas cosas.” _ Espera un momento Carlo, ¿cómo que ir a la escuela? _dijo de repente Pinocho. _ Sí,a la escuela, como todos los niños de tu edad _le contestó Carlo.

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_ Pero es que yo no quiero ir a la escuela, es muy aburrido. Yo lo que quiero es salir a la calle y jugar y divertirme. _ Pero Pinocho, también debes ir a la escuela para aprender para el día de mañana. _ No, no, me niego no quiero. _ Pinocho tienes que hacer lo que yo diga que para eso soy tu creador _afirmó Carlo ya en un tono más enfadado. _ Tú serás mi creador, pero yo soy yo y ya estoy creado y como yo soy yo pues yo hago lo que quiero y no quiero ir a la escuela, quiero salir y divertirme. _ Pinocho no digas tonterías y vuelve a meterte al cuento que continúe la historia. _ Que no. _ Que sí. _ Yo haré lo que quiera, así que me voy a la calle, adiós. Pinocho salió corriendo y Carlo tras de él pero le perdió la pista y volvió a su casa a pensar qué haría él sin Pinocho. Por otro lado, Pinocho, en la calle, buscó algo con lo que jugar. De pronto vio una tienda de juguetes y decidió entrar. Pinocho entró, cogió una pelota y se disponía a salir cuando el dependiente le dijo que primero tenía que pagar. Pinocho le contestó que no tenía dinero, y el dependiente le dijo que si no pagaba no se la podía llevar. _ ¿y cómo puedo conseguir dinero? _ Pues trabajando. _ Pero es que solo soy un niño, no sé. _ Por eso deberías estar en el colegio, para aprender y saber hacer luego las cosas y que por ello te den dinero y comprarte lo que quieras. Pinocho salió de la tienda y se quedó pensando mientras caminaba que a lo mejor sí que debería ir a la escuela para aprender y poder trabajar y tener dinero para divertirse. Y, mientras que fuera un niño, que su abuelito le comprara los juguetes cuando se portara bien. Empezó a correr y llegó a la casa de Carlo. _ ¡Pinocho, has vuelto! _ Sí, es verdad, Carlo, tenías razón, los niños de mi edad debemos ir a la escuela para aprender, perdóname. _ No pasa nada Pinocho, hoy has aprendido una lección. Vuelve al cuento que siga con la historia. _ Enseguida. PAULA SÁNCHEZ POVEDA

Parece ser que Pío Baroja, mientras escribía su libro Vidas sombrías, visitó a algunos amigos de Murcia. Cuentan que, estando con ellos en un café, les planteó que no sabía cómo 24


terminar su cuento Marichu, así que dos conocidos le ofrecieron estos finales. Los vecinos se preocupaban por la familia, a la que le estaba pasando de todo últimamente. Un vecino les acompañó a casa de la gitana, ya que la noche es peligrosa y está llena de criaturas del bosque. Conforme más tiempo pasaba, más frío estaba el pequeño. Llegaron a casa de la gitana, a la que asustaron con tanto griterío. La gitana los metió en casa y se dispuso a examinar al joven. El muchacho tenía la misma enfermedad que la madre y era muy raro, porque no se podía transmitir. La gitana, muy segura de sí misma, afirmó que era un mal de ojo, que les había hecho alguna persona cercana. Preguntó a la madre si había alguien que los odiara y esta dijo que sí, que estaba su suegra. La gitana roció al joven con agua bendita y comenzó a susurrar algunas palabras. Tras unos minutos de silencio, el joven abrió los ojos y de un salto se abalanzó sobre su padre para abrazarla. La gitana les otorgó un amuleto que protegería a toda la familia y así evitaría los males de la gente. ADRIÁN COSTA CARAVACA Una vez en casa de la mendiga, Marichu le explicó, alterada, lo sucedido desde aquel día en que la curara de su enfermedad, mientras ésta permanecía en silencio e inmóvil. La vieja mendiga empezó a hablar una vez Marichu cerró el pico. Ésta le aseguró que no había forma de salvar a su hijo mayor si no era pasando la enfermedad a cualquier otro miembro de su familia. Marichu pensó que si dejaba morir a su hijo por su culpa sería criticada por todo el pueblo y pidió entonces que la enfermedad regresara a ella. Pero eso ya no era posible. Fue entonces cuando el chico, tendido sobre una manta colocada en el frío suelo, dio un último y profundo suspiro, e instantáneamente, su pecho quedó inmóvil, por lo que sus pulmones, su corazón, el chico, dejó de funcionar. Marichu se arrodilló junto a él, y mientras le abrazaba y apoyaba su cabeza en el cuerpo del muchacho, unas grandes y abundantes lágrimas corrían por sus acaloradas mejillas. MARÍA CUBERO VERA

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En las primeras décadas del siglo XX se detecta una creciente inestabilidad en el panorama sociocultural europeo. Esta crisis culmina en la Primera Guerra Mundial y se extiende entre las dos grandes guerras. Ante el horror de esa muerte que se pasea por doquier los escritores reaccionan con un afán desmedido de experimentación y novedad. Murcia se hace eco de esta

literatura de vanguardias.

Así, el Creacionismo, ese

movimiento que busca “crear” un mundo que sólo existe en la mente del poeta, con imágenes y palabras que no guardan necesariamente relación con la realidad, se manifiesta en este original ACALICO. - Acalico: Pequeño diccionario de palabras absurdas. (AnaConesa) - Dorelafo: Animal de color azul que canta con un palo. (Suleika) - Almar: Amar con toda el alma. (Marta Balsalobre) - Macorroneti: Macarrones y espaguetis fusionados. (Borja) - Flufli: Objeto que sirve para quitar de tu camino a aquellas personas que te hacen daño. (María Cubero) - Hagomi: Folio con las puntas dobladas. (María Fuentes) - Litesu: Litera que ayuda a coger el sueño. (Marta Fuentes) - Caraspero: Persona que tiene mucha cara y te hace esperar. (Nuria) - Fotesa. Máquina que hace fotos. (Marina) - Yanomás: Persona que comete muchos errores y siempre acaba pidiendo disculpas. (Elena) - Ascostu: Término que sirve para denominar a una persona de brazos largos y piernas cortas. (Belén) 26


- Cándrome: Enfermedad originada por el exceso de pensamientos simultáneos. (Marta Ibáñez) - Pegalito: Papel pegado a u palito. (Emma) - Uuuuuhhhhh: Cristiano Ronaldo. (José) - Quimato: Cuando el pan se quema por los dos lados. - Mato: Cuando el pan se quema solo por un lado. (Álvaro) - Besuvia: Acción de darse un beso bajo la lluvia. (María José) - Colibudra: Dícese de aquellas cosas que del revés son bonitas. (Víctor) - Delero: Muro que resiste a los elefantes. (Pablo) - Alibretear: Acción de torturar a una persona a libretazos. (Miguel Navarro) - Escarata: Animal que vive en la escarcha. Desciende de las ratas. (Antonio) - Libertia: Libertad de decir tonterías sin que te riñan. (Paula Pavía) - Chuletero: Dícese de aquella persona que espía en los exámenes. (Javier) - Chanchillo: Robot invisible que da regalos. (Laura) - Rirodar: Es la acción que realiza una persona al reírse de sí mismo. (Paula Sánchez) - Cati: Gato con la piel de color marrón, negro, gris y blanco. (Patricia) - Extrasport: Deporte inventado por los extraterrestres. Stanislav

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Sin lugar a dudas, el movimiento de vanguardia que mayor influencia tuvo en la literatura española y, por ende, en la murciana, fue el Surrealismo. La escritura automática, ese escribir inconsciente e irreflexivamente, abandonándose a la inspiración, esas metáforas basadas en la asociación libre e inesperada de ideas y palabras, el Surrealismo, decimos, base de todas las composiciones que leeremos a continuación, se aprecia de manera especial en estos escritos.         

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Con las manifestaciones vanguardistas, descubrimos que todo puede ser motivo de inspiración para la poesía. Así leemos curiosas

composiciones

inspiradas

en

un

sabor

(nubes,

chocolate…) o en un dibujo; o nos deleitaremos con estupendos poemas que susurran o rugen. El Futurismo y el Ultraísmo dejarán su huella: buscando la velocidad, los signos de puntuación saldrán volando. POEMAS INSPIRADOS POR UN SABOR Esta nube rosa que flota por el cielo en mi boca explota como un gran cubito de hielo. Su sabor dulzón me enamora, por favor, quédate conmigo, nube mía solo te pido un día más de vida. Marina García Lorenzo ¡Oh! Dulzura de fresa, un corazón que siento en mi boca sin aliento. Algo me atrapa y, no me gusta, déjame ir, escapar y de ti no saber más. Pablo Meseguer Briones Seco y salado como el amor, todos dicen que es dulce, para mí ese no es su sabor.

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Lo salado es tranquilo y lo dulce pegajoso, por qué relacionar chocolate con un sentimiento tan hermoso? Para mí, el chocolate para otras cosas, Yo a mi novia le regalaré nueces y una dulce rosa. Javier Pérez Soriano

POEMAS INSPIRADOS POR UN DIBUJO Me está mirando fijo, me está llamando alto, me hipnotiza y me pierde, me susurra y me conquista, me dice que pase, me dice que vaya. Entro a un mundo libre y nuevo. Marta Balsalobre Solano Unas nubes en el cielo reflejadas en mi pupila, todo un ojo entero que ve pasar la vida. Marta Fuentes Moreno Pobre niña que no entiende lo que dice la jirafa, y se mete por su oído pensando que por ahí habla. La jirafa no le deja a la niña salir, pidiéndole algo a cambio por haberse colado ahí. Pobre niña, qué ilusa, que le da su corazón, prendiendo de un hilo que simboliza la razón. Pobre niña, qué tonta, que intenta hacer metáforas, pobre niña, qué tonta, que ahí se quedará, porque a la egoísta jirafa eso no le valdrá. Belén Guillén Martínez 30


No tengas miedo, pequeña. El mundo tiene cosas horribles, Pero también tiene mil preciosidades Y tú estás llena de vida, Y de futuro Y de alegría. No frunzas el ceño, no te escondas en un rincón, Sal a llenar de colores el mundo Y a repartir sonrisas sinceras, Porque una sonrisa sincera Alegra hasta al más triste corazón. Paula Pavía de la Asunción POEMAS QUE RUGEN

Repentino ruido, rasposo rugido Redonda rejilla, rebaño ruidoso Rápido raspavientos, roza el rascacielos Recogiendo ramos de rosas rojas. Refugiado por las ropas arrugadas Ratón que rechaza Recogiendo rúcula Ruge rugidor. María Cubero Vera

Jejeje reía el burro, intentando combinar palabras y hablar. Gente del pueblo, escuchad cómo la jirafa ejerce su rugido. Amedrenta hasta al más asustador de la selva. Combinando sonidos, gestos y estrategias el más simple roedor puede ser el animal más acojonador. Rugiendo y riendo iban la jirafa y el burro, incomprendidos los dos, suficientemente felices juntos por fin, sin ser racistas pudieron marcharse juntos y gritar separados. Borja Cascón Paiva 31


Páginas del Saavedra

POEMA QUE SUSPIRA Silencio, susurros, sin sonidos, soledad. Son sombras sosas que guardan silencio. Sin suspirar, sin existir, solo silencio. Solo saben silbar sin sonido. No se oyen, no se hablan, son sombras, sosas, que guardan silencio, solo silencio. María Fuentes Moreno

El Cubismodestaca como escuela pictórica, pero en el campo de la literatura debemos destacar los caligramas, poemas en los que los versos forman imágenes visuales.

Álvaro López

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María Cubero

Belén Guillén

Marta Ibáñez 33


Páginas del Saavedra

José López

María José López

Miguel Navarro

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De la mano de Trstán Tzara llega el Dadaísmo, que supone la abolición de la lógica, el quebrantamiento de las normas, la liberación de la fantasía. Siguiendo la receta de Tzara se consiguen poemas tan sugerentes como los siguientes.

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Páginas del Saavedra

Como sabemos, Ramón Gómez de la Serna fue el máximo impulsor

de las vanguardias en España. Cuando publicó sus Greguerías pasó por Murcia y compañeros de oficio crearon éstas para él.

Álvaro López - Al final del día siempre es la cama la que te quiere. (Suleika) - Un repetidor pasa de todo menos de curso. - El cisne es primo lejano de la jirafa. (Marta Balsalobre) - Los balones son ilusiones vestidas de cuero. (Borja) - Los corchetes y paréntesis son el cobijo de las letras. - Cuando un árbol se mueve es porque el viento le hace cosquillas. (María Cubero) - Las comas son barras torcidas por el viento. (María Fuentes) - Las tijeras rompen el papel como una persona puede romper el corazón de otra. (Marta Fuentes) - Llevaba un túnel en la cara que se abría cuando hablaba. (Nuria) - Los humanos somos los microbios del universo. (Marina) - Las perchas son manos que te guardan el abrigo cuando no lo estás usando. (Elena) - La música es como un cirujano que nos abre la mente y el corazón. (Belén) 36


- La muerte es tan maleducada que siempre se presenta sin invitación. (Marta Ibáñez) - El corazón late tanto cuando los sentimientos no caben, (Emma) - Me fui a dormir y me desperté. (José) - Las prostitutas tienen más noches que la luna. (María José) - Una libreta es una sopa de letras sin cocinar. (Víctor) - El paraguas hace que no nos caigan los problemas. (Pablo) - Me compadezco de los hipopótamos y su hipo sin fin. (Miguel Navarro) - Cuando cotilleas estás intentando abrir la caja de los secretos de otra persona. (Antonio) - La magia de la lectura está en la cantidad de vidas que vives sentada en un sillón. (Paula Pavía) - Las zapatillas son las camisetas de los pies. (Javier) - Las gomas de borrar son las máquinas de afeitar en el papel. (Laura) - La bufanda le da abrazos al cuello. (Paula Sánchez) - Las deportivas son los pies más rápidos que tenemos. (Patricia) - Los poetas miran tanto las estrellas que a veces les aparecen en los ojos. (Stanislav)

De todos es conocido el estrecho vínculo que ligó nuestra tierra a Jorge Guillén. Pero no fue éste el único miembro de la

Generación del 27 que se sientió atraído por Murcia. De ahí que en los periódicos de la época se recojan entrevistas, artículos, noticias, crónicas o cartas al director que nos acercan a alguno de estos autores, así como a Juan Ramón Jiménez, padre artístico de muchos de ellos. 37


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Si en todos los autores del 27 apreciamos la constante presencia de estos tres temas que vertebran nuestra literatura, la VIDA, el AMOR y la MUERTE, es en Federico García Lorca donde con más contundencia se unen, tanto en su poesía como, sobre todo, en su teatro. No sólo hemos encontrado su nombre en los periódicos murcianos de la época sino que sabemos, porque hemos recuperado los carteles anunciadores, que muchas de sus grandes tragedias se estrenaron en nuestro Teatro Romea. 41


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Estalla la Guerra Civil y España sale de ella profundamente destrozada. Esta gran tragedia supone, en el terreno cultural, una violenta ruptura de las ricas corrientes anteriores.

En la década de los años 40,

podemos hablar de una

poesía “arraigada” y de una poesía “desarraigada”. Los poetas “arraigados” evitan expresar el dolor y la angustia que acechan en estos momentos a los españoles y buscan la claridad, el orden, expresan su deseo de mirar hacia adelante. Las grandes murallas han caído, ciudades destrozadas ya no viven. Los grandes han muerto y los pájaros ya no vuelan. Ahora no hay nada, ahora hay todo. Dos caminos: acabar o seguir, seguir hacia adelante. Ahora es cuando despiertan las almas, cuando más hay que luchar, ahora empieza el vivir. 43


Páginas del Saavedra

Empiezan nuestras vidas, y mueren los recuerdos del mal trago. Levanta, que es ahora cuando sueñas. Es ahora el momento. Es ahora el comienzo… ¡se ve la luz ahí fuera! Álvaro López Martínez

En esta

década de los años 40, en novela, predominan los

temas referidos a las duras condiciones de la vida cotidiana en aquellos años de posguerra: la miseria, la inadaptación social, la soledad.

Son

frecuentes

los

personajes

desarraigados,

desorientados o marginados. Con Camilo José Cela y su novela La

familia de pascual Duarte, comienza una tendencia literaria conocida como tremendismo, pues plasma con crudeza la inhumanidad y violencia extrema de aquella España rural, de la naturaleza humana. Algunos autores murcianos responden a esta tendencia. Pedro gritaba a más no poder. Sentía cómo, poco a poco, se iba despegando su oreja de su cara, y es que Rodrigo se la estaba arrancando de cuajo, sin ninguna piedad. Pero, inesperadamente, Pedro se giró, cogió a Rodrigo de la pierna derecha y lo tumbó, con su oreja colgándole de la boca ensangrentada. Pedro sujetaba un cuchillo. Lo puso justo en el corazón y se lo clavó a sí mismo. María Cubero Vera La cogí por un pie e iba a tirarla por el balcón, pero me dio una patada en la cara con el otro pie y se escapó. Dio un salto, se me subió a la espalda y empezó a ahogarme, y a la vez que lo hacía me mordía la oreja. No podía quitármela de encima así que la estampé contra un espejo. Conseguí deshacerme de ella pero me había arrancado un trozo de la oreja. Pensaba que ya estaba muerta 44


porque no se movía y le salía sangre de la cabeza, pero resultó que no. Se levantó, cogió un trozo de cristal del espejo que se había roto y me lo clavó en el pecho. Conseguí rodearla con kis brazos e intenté otra vez tirarla poe el balcón, con la mala suerte de que me resbalé y yo también caí. Miguel González Sánchez Se miraron a los ojos, sí, no era precisamente aprecio lo que había entre los dos. Sin más dilación, los dos se lanzaron uno contra el otro. No se estaban haciendo caricias, más bien parecía que eso solo acabaría cuando uno de ellos exhalara su último aliento. Patadas, puñetazos, bofetones, kordiscos, escupitajos, de todo hubo en esa pelea. Destrozaron la habitación. Cogían lo que pillaban y se lo lanzaban; hasta arrancaron trozos de la pared con tal de hacerle daño al otro. Sangre, dientes, dedos, trozos de carne. Parecía una pelea de titanes, de inmortales, de dioses. Ninguno cedía, parecían insaciables. Así durante más de una hora. Todo su cuerpo estaba lleno de moratones, tenían huesos rotos. Era una masacre. Al final, los dos cayeron al suelo, derrotados por el cansancio y el dolor. Poco después, los dos estaban en el otro barrio. La madre llegó más tarde, todo destrozado, todos muertos. Se desplomó del susto. Víctor Jesús Martínez Navarro

Durante los

años 50, la corriente dominante en novela es la del

realismo social. La novela pretende ser un testimonio de la sociedad española de la época, registrando con total objetividad hechos y conductas de personas o grupos. El diálogo adquiere una gran importancia para mostrarnos el interior de los personajes. Con frecuencia, el protagonista es un conjunto de personas representativas de un grupo social. La novela que inició esta corriente fue La colmena de Cela. Todos creíamos que Camilo José “solo” había urdido las vidas de 45


Páginas del Saavedra

esos casi trescientos personajes que se mueven en torno al café de doña Rosa. Pero no fue así. Para llegar a esa ingente cantidad de personajes ya había apartado previamente a otros muchos, quizás con la intención de continuar su obra. ¡Y los hemos encontrado! Entraban doña Juana y su marido, don Alberto, por la puerta de la cafetería de doña Rosa, y fueron a sentarse a su mesa favorita en el fondo del bar, desde la cual doña Juana podía observar todo lo que ocurría en el local. Doña Juana siempre miraba a doña Pilar, una mujer que sabía vestir y además tenía la vida resuelta gracias a los negocios de su marido. Desde luego, la miraba con envidia, porque doña Pilar llevaba ropas caras y bonitas además de ser muy bella. Doña Pilar tenía mucho dinero, pero era infeliz porque su marido nunca estaba en casa y ella suplía su falta con jóvenes rubios, altos y de ojos azules, que le hiciesen algún que otro favor. Aun así, no conseguía la felicidad que añoraba y a su vez, vigilaba, con recelo, a las otras mujeres sentadas en la cafetería. Doña María, profesora, joven y enérgica como solo los jóvenes pueden serlo, era el objetivo de las miradas recelosas de doña Pilar. Doña María era muy buena profesora y tenía unos alumnos extraordinarios, por lo demás, era bastante feliz y no necesitaba ningún “compañero” que le hiciese favores, aunque no pudiese evitar sentir cierta atracción por el camarero del café de doña Rosa, Miguel. Miguel procedía del campo, de familia humilde, y había sido el primero en salir del pueblo para buscarse la vida en la ciudad. Doña Rosa era una buena jefa, pero siempre trataban de engañar a los clientes y de ser deshonesta con ellos, cosa que a Miguel no agradaba. _ Jefa, si nos pide un café largo don Alberto no veo bien que le echemos tres cuartos de agua y una cuarta de leche, eso es engañar _dijo Miguel. _ ¡Que se vaya al cuerno, él y la víbora cotilla de su mujer! ¡Aquí siempre tenemos gente y no paramos de hacer dinero, si los clientes molestos deciden no volver, mejor, que se vayan, los dos son insoportables! _ ¡Jefa, si habla tan fuerte puede que la oigan…! _respondió Miguel en voz baja. _ ¡No me importa, de hecho voy a ir yo misma a echarlos, solo molestan! _gritó de nuevo doña Rosa. _¡No, jefa, no! Al fin y al cabo son ingresos y debemos mantenerlos como clientes, aunque les demos la leche diluida. No se preocupe, ya les sirvo yo el café. Miguel Navarro Martínez. La señora Sara entró en el café, como cada tarde. Sara era una mujer de sesenta para arriba, morena, baja y bastante rellenita. Se sentó en una silla y llamó al camarero. Este se dirigió a su mesa. _ ¿Qué quiere? _ Me gustaría tomar un café y un trozo de biscocho. _ En seguida. 46


El camarero se marchó a la cocina para avisar sobre lo que quería la clienta. Pero, o al camarero se le olvidó, o los cocineros que preparaban el bizcocho no se habían enterado, porque la señora Sara estuvo esperando quince minutos para lo poco que había pedido. Así que gritó como una loca a doña Rosa. _ ¿Qué le ocurre? _preguntó doña Rosa. _ Que llevo esperando unos veinte minutos para un mísero café. _ ¿Eso es cierto? Uf, no sé qué voy a hacer con mis empleados, son todos unos incompetentes, tendré que despedirlos. Mis disculpas. Ahora vuelvo, no se vaya. Pero la señora Sara estaba ya muy harta, así que se levantó para irse, pero para que posteriormente se notara su ausencia cogió todos los cubiertos de las mesas que había a su alrededor, y se fue, muy digna ella. Marina García Lorenzo La señorita Rodolfa se encontraba en el exquisito café de doña Rosa. La pobre mujer se encontraba esperando pacientemente a que la mismísima doña Rosa atendiera a su problema ya que ninguno de sus pobres empleados le hacía caso. Al fin apareció doña Rosa, echando humo por las orejas como si de un tren se tratase: _ ¿Quién es usted? ¿Qué quiere? _ Verá, doña Rosa, necesito de su ayuda, me han dicho que necesita un camarero más y yo estoy necesitada de trabajo para poder mantener a mi familia. _ ¿Por quién me toma? ¡yo no doy trabajo a gente incompetente! _la interrumpió doña Rosa. _ Pero doña Rosa. _ Ni doña Rosa, ni leches, los que trabajan aquí es porque son una panda de incompetentes pero unos aceptables, ¡usted es otro culebrón y no tengo ganas de otro merengue! _ Elvirita me dijo que podría hablar con usted y me ayudaría... _ ¡Oh! haber dicho antes que venía de su parte, sígame y hablemos. Y vosotros ¡a trabajar! Laura Pujalte Goicoechea

En la década de los

años 60,

los poetas superan la poesía

social. Lo propio de estos autores es la creación de una poesía

de la experiencia personal. Su temática se caracteriza por un retorno a lo íntimo: el fluir del tiempo, la evocación nostálgica de la infancia, lo familiar, el amor, la amistad, el marco cotidiano, etc.

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Pรกginas del Saavedra

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A partir de los

años 60 tiene lugar un proceso de renovación

narrativa. Aparece una novela experimental, más preocupada por los aspectos formales del relato que por la preocupación objetiva de la realidad. Son frecuentes el monólogo interior, el desorden cronológico, el punto de vista múltiple… Delibes, en

Cinco horas con Mario, no contó todo lo que Carmen habló con su marido, ni reprodujo las palabras que algún que otro amigo mantuvo con él. é

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A partir de los años 70, observamos un alejamiento del experimentalismo y un retorno al placer de contar una historia. En las obras conviven el presente y al novela histórica, la realidad y la fantasía, el relato de aventuras, el policiaco, el de humor, el de contenido social, el existencialista… Una simple notica, leída por azar en un periódico o una imagen pueden ser el punto de partida de una gran historia.

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Páginas del Saavedra

Negociaciones y teoría de juegos Murcia, 15 de mayo de 1958 Querida Sofía:

Antes de nada, he de decirte que no, la función de esta carta no es explicarte tu próximo trabajo de ciencias, porque me temo que no lo realizarás bajo mi supervisión. Yo ya soy mayor, y presiento que no tardaré mucho en abandonar este mundo, el cual me ha dado tantas alegrías y tristezas... Pero bueno, hay que quedarse con esos buenos

momentos, y sin duda uno de los más emotivos para mí fue esa mañana de septiembre al verte aparecer en mi clase. Estoy seguro de que te resultará muy extraño todo esto, pero créeme cuando te digo que tiene una explicación. El caso es que no la podrías

comprender bien sin antes haberte contado un pequeño resumen de mi vida, así que ahí va:

Como más de una vez habré comentado en mis clases, crecí en un pequeño pueblo en el sur de La Mancha, donde llevé a cabo mis estudios y me rodeé de buenas amistades.

De entre todas ellas tengo que destacar una en especial, y era una mujer graciosa, de grandes ojos verdes, largos cabellos pelirrojos y delicada cara con diminutas pecas adornándola. Su carácter me hechizó desde un primer instante, y al cabo de unos

meses conseguí ganarme su confianza y cariño. Así, tras cinco años de noviazgo, decidimos ir a más y casarnos. Todo marchaba bien entre nosotros hasta que de pronto estalló la Guerra Civil. Y con ella llegó una noticia que hizo que mi corazón

se dividiese en dos: mi mujer estaba embarazada. Así, por un lado tenía a mi patria querida, y por otro al bebé que con tanto deseo estaba esperando ver nacer. Mi mujer me prohibió ir a la guerra, decía que no quería que su pequeño (o pequeña)

fuese huérfano de padre, además de que la situación estaba muy difícil y no conseguiría sacar adelante ella sola al bebé y a su persona, pero a pesar de todo yo

decidí ir: mi patria me llamaba. Fue en ese momento cuando las cosas entre nosotros se destrozaron. Pasó el tiempo y la guerra acabó, pero cuando regresé a casa, lleno de ilusión por conocer a mi descendiente y reencontrarme con mi mujer, me encontré con su total rechazo. "No estuviste en los malos momentos, ahora no tienes derecho a estar en los buenos". Esa frase se me quedó clavada en el pecho, y aunque ya ha pasado bastante tiempo, aún no he conseguido olvidarla. Accedí a abandonar el que durante

un tiempo fue mi hogar, aunque no sin antes conocer a mi hija. Sí, era una hermosa chiquita de cabellos pelirrojos, como su madre, y de profundos ojos azules... como los míos.

El

dolor

se

me

acumulaba

más

y

más

al

pensar

que

tendría

que despedirme de ella y no la vería crecer, pero no quería contradecir a mi mujer ... bastante la había hecho sufrir ya.

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Así pues, las semanas siguientes las dediqué a estabilizar mi vida de nuevo, y tras mucho buscar conseguí una plaza como catedrático en la universidad en la que

actualmente trabajo. Llevaba una vida tranquila y agradable, no me podía quejar, aunque seguía sintiendo un profundo vacío en mi interior al recordar esos ojos azules rodeados por esos delicados cabellos color fuego.

Hasta que un día, a comienzos de un nuevo curso, se presentó en mi clase una jovencita alegre. Aunque no la

conocía de nada, sentía que la había visto en otra ocasión. Traté de conocer un poco sobre su vida privada y sus orígenes, y así...confirmé lo que desde un principio mi cabeza

ya

había

sabido,

pero

no

era

capaz

de expresar por miedo a no sé exactamente qué: aquella muchacha que conseguía alegrar mis clases con su vivo carácter, su mirada color cielo, y esa cascada rojiza que tanto la caracterizaba, era mi hija.

Han pasado los meses y creo que a mí ya me ha llegado la hora,

pero me consuela saber que he podido pasar un tiempo a su lado, viéndola aprender y disfrutar. Pd: Cualquier parecido con la coincidencia es mera realidad. Como supongo que ya habrás imaginado... tú eres esa chica de la que con tanto cariño hablo, tú eres mi hija.

Ahora sólo me queda pedirte perdón por no haber estado a tu lado durante tus primeros años, dándote apoyo. Y es que realmente ahora me doy cuenta de lo grande que fue mi error al decantarme por ir a la guerra en lugar de estar junto a ti...pero

no puedo dar marcha atrás, porque ten por seguro que si pudiese, no dudaría un segundo en hacerlo. Así que llegado este punto entiendo que estés enfadada conmigo, que me odies y no quieras saber nada más sobre mí, tienes todo el derecho del mundo.

Pero aún me queda una cosa más por decirte antes de poner punto y final a esta carta. No es otra que desearte toda la suerte posible, e intentar enseñarte una lección (una de las pocas cosas útiles que aprendí durante la guerra): la vida consiste en una serie de negociaciones y teorías de juegos, donde si sabes rodearte de las personas adecuadas y

consigues tomar tus decisiones basándote en una combinación equilibrada entre la razón y el deseo, conseguirás una vida plena y feliz. Espero que tú juegues mejor tus posibilidades de como lo hice yo. De tu padre, que te quiere, te quiso y te querrá siempre. Marta Ibáñez Díaz-Peco

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Páginas del Saavedra

El otro día iba por la calle cuando vi un cartel publicitario de una carnicería, en ese anuncio salía la imagen de un cerdito y al lado una pata del mismo animal (obviamente ya muerto y listo para comer). Lejos de que se me abriera el apetito y me

entrara hambre, lo que surgió en mi interior fue más que eso: quería tener un cerdo mascota. Llamé a la granja del vecino del hermano del

amigo de mi abuelo esa misma mañana para encargar el cerdo más pequeño que tuvieran. Me lo darían en dos días.

Le compré su camita, rosa a juego con su piel. Un osito de peluche, pues todo el mundo que había

visto alguna vez Winnie the Pooh sabía que los osos y los cerdos eran íntimos amigos. También le compré un cepillo para el pelo. No sabía si los cerdos tenían pelo, pero mira, más vale prevenir que curar. Y bueno, por supuesto, le compré un cubo lleno de barro con el que (y que quede entre nosotros) tropecé un par de veces. Pasaron los días muy lentamente. Pero al fin llegó. Llamaron al timbre y,

emocionadísima, fui a abrir. El cartero me dio un paquete y se fue. “Vaya manera de envolver un cerdo”, pensé. Venía con una nota: “Buenos días/tardes/noches. Me extrañó que me pidieras el cerdo más pequeño de mi

granja, pues todos siempre me piden los más grandes y gordos. Quizás lo querías para ti sola…, la verdad es que no te culpo, jaja” Abrí la caja. Jamón.

Belén Guillén Martínez. Cuando Sergi, fanático del F.C. Barcelona, vio la portada de El Periódico de Catalunya,

sintió una enorme alegría, porque al Barcelona solo le quedaba un paso más para el triplete (conseguir la liga, la Copa del Rey y la Copa de Campeones), la “Champions” contra la Juventus de Turín.

Llegó el día de la final. Sergi estaba vestido de arriba abajo con los colores del Barcelona. Su equipo ganó por 3-0 y convirtió el sueño de todo culé en realidad. Sergi, como era tradición, salió a Canaletas, lugar donde cientos de culés se habían reunido para celebrar el título. Esa noche era muy especial para Sergi, así que fue poseído por

la alegría y tuvo el valor de subirse a una farola. También hay que decir que Sergi iba bastante borracho, dado que no sabía lo que hacía. Cuando estaba encima de la farola, alzó su brazo y comenzó a cantar el himno de su equipo. Los demás lo siguieron como

si fuera su líder. Tan feliz estaba Sergi que también alzó el otro brazo, y como iba 52


bebido, perdió el equilibrio y cayó precipitadamente seis metros hasta el suelo. Tal fue la velocidad, que Sergi falleció en el acto, y lo que parecía una fiesta acabó en una tragedia.

Julio Lechuga Guirao Todo pasó demasiado rápido, no recuerdo bien lo sucedido, solo tengo grabada la cara de esa niña pidiéndome ayuda mientras el agua me arrastraba. Intenté agarrarme a un tronco o a cualquier cosa que pudiera pero cuando por fin me pude coger a una

farola…, lo siento, no recuerdo lo que sucedió, está todo borroso, o simplemente no lo sé.

Ignoro dónde estoy, tengo un fuerte dolor en la cabeza pero sé que no estoy en casa. Todo estaba lleno de gente y me di cuenta de que estaba rodeada de muertos y gente llorando. Intenté mantener la calma para levantarme, noté un dolor en la pierna, vi

que tenía una gran brecha pero seguí andando, vi cómo unos guardias venían a por mí y me llevaban hacia un sitio, creo que era un

hospital casi derrumbado. En una pared había miles de fotos y la vi, vi a aquella niña. Corrí hacia donde estaban los enfermos pero no la encontraba. Recorrí cada rincón de ese lugar. Solo veía sangre,

personas mutiladas… Me pesaban las piernas, no podía más, hasta que al fin me miraron esos ojos,

la niña vino corriendo hacia mí. Cuando la tenía ya al lado la abracé, no pude evitar llorar, todo esto me superaba. La cogí de la mano y la llevé hasta un camión que nos llevaría a una avioneta. Durante

el viaje me preguntaba qué había pasado y dónde estaba su madre. Intenté explicarle que había pasado un tsunami y que su madre probablemente había fallecido. Ella no dijo nada y lo dejó estar.

Ahora han pasado tres años y sigo sin recordar lo sucedido. Sofía, la niña, ya tiene ocho años. La adopté cuando volvimos, no podía dejarla después de todo. Vivimos en Mallorca. Siempre recordaré ese día.

Eva García Martínez La última vez que vi a Valvina, mi mejor amiga desde que tengo uso de razón para saber elegir a mis amigos, fue en el último año de instituto. Recuerdo que ya casi había terminado el curso, no había más exámenes y quedaban dos semanas para la graduación.

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Páginas del Saavedra

En un día de mucho calor y aburrimiento, se nos ocurrió ir a pasar la tarde a un nuevo centro comercial que habían abierto hacía poco a las afueras de la ciudad. Cogimos un autobús, dispuestas a recorrer todas las tiendas. Al llegar al centro

comercial, dimos un paseo para ver bien el lugar. Era espectacular y enorme. Recuerdo que había un espacio al aire libre en el interior del centro comercial, en él había una heladería muy pintoresca, nos pedimos unos helados, yo de limón y ella de menta

(Valvina tomaba siempre menta, le encantaba, todos los días la veía mascar chicle de menta). Después del paseo y de comernos el delicioso helado, entramos a una tienda de ropa para buscar vestido para la graduación y ropa de verano. Cogimos un par de vestidos y unos pantalones cortos y fuimos a los probadores.

La dependienta nos dijo que no podíamos pasar las dos al mismo probador, así que yo me metí en el primero y ella en el último, al fondo del pasillo, los únicos que quedaban libres. Me probé todo y me quedé con los pantalones cortos. Cuando salí, fui a ver si Valvina había terminado, y para

mi sorpresa no estaba. Lo más extraño es que su bolso y su ropa estaban en el probador. Me pareció extraño, no creía que Valvina hubiera desaparecido, pero era

imposible que hubiera salido desnuda a la calle. Pregunté a la dependienta pero ella no había visto nada. No podía llamarla porque su móvil también estaba en el probador. Era todo muy extraño, se había esfumado. Me empecé a preocupar, le había tenido que

suceder algo malo porque ella jamás dejaría sus cosas. ¡SU ROPA! Y se iría así como así, sin despedirse. Recorrí todo el centro comercial, pregunté a las personas encargadas de la seguridad, llamé a casa de Valvina para ver si ella estaba ahí, pero su madre no sabía nada.

Finalmente, llamamos a la policía, pero no supimos nada. Desde aquella tarde, la policía investigó, preguntó a la familia, a los compañeros de instituto, a los encargados y personal de seguridad del centro comercial. A mí me interrogaron dos o tres veces, al ser la única que estaba con ella era la principal sospechosa. La madre de Valvina

quedó destrozada, había perdido a su única hija; ella nunca creyó que yo estuviera involucrada en la desaparición de su hija porque me conocía bien de muchos años de amistad con Valvina. Nunca hubo pistas, solo había una grabación mía y de Valvina entrando en la sección de probadores y nunca se vio a Valvina salir de allí. 54


Casi todos los días pienso en ella, la extraño, y no encuentro explicación para lo que sucedió.

Desde aquella tarde jamás volví a pisar ese centro comercial, hasta hace unos años cuando, con veinticuatro años, terminé la carrera de criminología. Volví a la ciudad y me dio mucha nostalgia, quería recordar a mi amiga. El centro comercial había

quedado abandonado, ya solo había algunas tiendas que pronto cerrarían. Volví a la tienda y entré en el probador. Había un olor extraño aunque muy agradable, olía a rosas y a jazmín, un perfume que me recordó a Valvina. Cerré los ojos y se me

escaparon unas lágrimas. Noté una sensación extraña, como si me acariciaran la nuca. Recorrí todo el pasillo de los probadores hasta llegar al último. En la puerta había un

papel que decía: “Prohibido pasar, mal acondicionado”. Entré y me quedé helada. Podía distinguir en el espejo una figura borrosa, pero pude ver bien durante algún segundo los rasgos y la cara de Valvina. Mis piernas se bloquearon, empecé a ver muy borroso, y sentí mi cuerpo cansado. Me empezó a costar mucho mantenerme en pie.

Hoy, ya no sé hace cuánto tiempo me desperté, no recuerdo nada de lo que pasó

después de que perdiera el conocimiento. Estoy medio desnuda, apenas llega un rayo de luz por diminuto agujero que hay en esta vieja habitación, estoy casi completamente a oscuras. Al principio tenía miedo de lo que me pudiera pasar, pero

luego, simplemente, perdí la esperanza. Sé que ya no escaparé de aquí. Le tengo miedo a la soledad, extraño más que nunca a Valvina y a mi familia. Debí decirle a Valvina todo lo que sentía por ella.

Marta Balsalobre Solano.

Me encontraba en mi casa dispuesta ya a dormir cuando recibí una llamada de mi

padre. Al segundo, yo contesté y él me informó de que mi abuela había muerto. Yo me sentí muy afligida pero sabía que estaba enferma, así que la noticia no me tomó por sorpresa.

El abogado de mi abuela me informó de que me había dejado como herencia su casa de campo. A las semanas, yo me mudé allí, ya que mi situación económica no era muy buena.

La casa ya estaba amueblada, lo único que faltaba ordenar era el desván. Cuando tuve tiempo y quise guardar cosas en el desván, me dispuse a ordenarlo, pidiéndole ayuda a mi antigua compañera de piso.

Sacamos mucha mugre, también ropa antigua, que decidí donar a una asociación. Y encontramos un objeto muy curioso, era como un teclado actual pegado a una madrea en forma de ordenador. Desde el primer momento pensé que era una manualidad 55


Páginas del Saavedra

hecha por mi abuelo, ya que él era aficionado a los ordenadores desde muy joven. También decidí donarlo, ya que pensé que sería un objeto curioso con el cual los niños se podrían divertir.

A la mañana siguiente, me levanté y cogí el periódico de todas las mañanas y leí la noticia que más resaltaba: “Mujer desconocida dona a una asociación uno de los primeros ordenadores creados por la marca Apple, valorado en 200.000 dólares”

En ese mismo instante me llamaron preguntándome si era la chica que había donado el ordenador. Yo lo confirmé y en ese instante me dijeron que me iban a dar 100.000 dólares como beneficio. Yo se lo agradecí ya que no pensaba que me fueran a dar nada, y ese dinero lo doné a una asociación de familias desamparadas, ya que con mi casa y mi trabajo me sobraba.

Suleika Tatiana Avilés Arévalo

Cleofás, hombre de noventa y cinco años nacido en Sangüesa, mató a Fructuoso, de ochenta y ochos años, de la misma localidad, con un brutal golpe en la cabeza con su andador. Fue alrededor de las once del día 30 de mayo cuando esto sucedió.

Cleofás se encontraba en la cama de la habitación de su residencia cuando, como cada noche, pasó Fructuoso para irse a su habitación a dormir. Pero ese día no había sido bueno para Cleofás porque había perdido trece euros en las partidas de dominó de la residencia y Fructuosos los ganó. Al pasar Fructuoso por la habitación de Cleofás, entró y le pasó sus trece euros por la cara, burlándose de Cleofás. Este cogió tal

cabreo que cuando se fue Frutuoso a su habitación y supo que todos en la residencia estaban durmiendo, le asestó un brutal golpe en la cabeza con su andador.

El compañero de habitación de Fructuoso se dio cuenta y llamó a la policía y a los servicios de emergencia, aunque cuando estos llegaron Fructuoso ya estaba muerto.

Después de cuatro días. Cleofás fue juzgado y se le dieron veinte años de cárcel. Francisco José Llorente Ripoll 56


Por fin había llegado el mes de julio, llevaba un año esperando reencontrarme con María y Juan. El verano pasado dejamos marcada la fecha del 6 de julio en nuestro calendario para nuestro reencuentro.

Mama seguía insistiendo… ¿seguro que quieres ir a Canarias?, sería fantástico que nos acompañaras a nuestro viaje programado por Europa. Una vez más yo insistía diciendo a mamá que sería toda una experiencia volver a ver a mis amigos de aquel ya lejano pero maravilloso verano en Águilas, tres años atrás.

Era el gran día de la partida, de camino al aeropuerto yo imaginaba cómo sería esa travesía que tenían prevista para mí en la ruta del archipiélago afortunado. Jamás había viajado en un velero. Mi padre siempre soñó con tener uno, quizás algún día… ¡quién sabe!

Dos días después de llegar a la Palma iniciamos la travesía. El tiempo era maravilloso y el mar lo envolvía todo. El padre de Juan era navegante al igual que el padre y el abuelo de este y nos iba contaba historias y leyendas que le habían sido trasmitidas.

Todo empezaba a ser una realidad mágica para mí. Mi imaginación volaba y ese día

delicioso se tornó ligeramente amargo cuando el viento y la lluvia lo invadieron todo. El vaivén del barco me hacía cerrar los ojos porque casi era insoportable el mareo y la angustia que sentía. De repente fije la mirada

en un punto y a lo lejos los destellos de la tormenta me la mostraron. Allí estaba inmóvil ligeramente perfilada y difuminada por la bruma. Sí, allí estaba “San Borondón .

Esto prometía ser una varan aventura , toda una experiencia para vivir y para contar.

María José López Sánchez CAPITULO 1

Estaban el vagabundo y la chica sentados en su sitio de siempre, viendo pasar la gente de un lado para otro, con un destino al que llegar.

-Harry- empezó cautelosa la joven, como había hecho ya mil veces- ¿por qué decidiste ser vagabundo?

El viejo siguió con su mirada fija en la gente, como siempre hacia, manteniendo el silencio entre ambos.

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-Por favor, Harry- suplicó –como regalo de mis dieciséis, por favor. Giro éste la cabeza muy cautelosamente y soltó un suspiro de rendición. -No encontraba sentido a mi vida. A mí no me valía nada de lo que tenía y me sentía un monstruo por ser parte de la sociedad en la que vivimos, así que decidí ir en busca de la bondad humana, intentando descubrir hasta donde la gente está dispuesta a ayudar. Y sigo sin encontrar esa bondad que todos tenemos o…eso se supone. ***

-Hola, Harry– saludó simpática la chica – te he traído comida y ropa limpia. -¡Muchas gracias, pequeña- le agradeció dándole un abrazo- ojalá más gente como tú!

-Seguro que la hay Harry, sólo hay que encontrarla. -Ay, pequeña, ¡cuánto te queda por vivir!

-A ti también te queda mucho por vivir, Harry, no digas eso. -Oh no, cariño, yo ya tengo 87 años, un día de estos me voy.

El silencio se hizo entre ellos y a Carla se le hizo un nudo en la garganta. ¿Qué haría ella cuando Harry muriera? Era el que le guiaba en la vida y necesitaba sus consejos como el comer.

-Oye pequeña, pero no te pongas triste. Yo ya he vivido mucho y necesito descansar, la vida agota. -Lo sé, pero ¿quién me va a ayudar a mí cuando no sepa cómo vivir? Tú eres el experto en esto.

-Tu corazón te ayudará, Carla. Eres una buena chica, hazle siempre caso a tu corazón.

Una lágrima resbaló por la mejilla de Carla y enseguida el pobre la animó con sus historias. Pero aquello, aunque ninguno lo sabía, era una despedida. CAPITULO 2

Pasaron la tarde entre risas pero muy pronto llegó la hora de marcharse. -Harry, me tengo que ir, mis padres me esperan. -Claro pequeña, y recuerda que aunque yo no esté, siempre estaré en tu corazón, el que te dará las mejores respuestas.

-Vale- contestó sin entender por qué le decía eso-, nos vemos mañana, te quiero. -Adiós, pequeña, te quiero con toda mi alma ***

Llegó a su sitio de siempre puntual, pero encontró algo que no hubiese querido ver nunca.

Tendido en el suelo, en un saco gris, estaba Harry. La policía inspeccionaba la zona y Carla entendió al instante. Echó a correr, sin importarle nada y con mil lágrimas 58


saliendo de sus ojos. Ahora lo entendía todo. El viejo se había despedido de ella, ¡pero ella no se había despedido de él! ¡Tenía mil cosas que decirle!

Cuando sus piernas le flojearon y ya no podía más, recordó sus últimas palabras. Harry se había ido, pero siempre estaría en su corazón, el que le daría las mejores respuestas, porque llevaba la filosofía de Harry, que en parte era ya también suya.

Había mil cosas que quería decirle a su viejo vagabundo, pero él ya se las había dicho todas.

Paula Pavía de la Asunción y María Cubero

En un café de nuestra ciudad, tuvo lugar una reunión de escritores entre los que se hallaban figuras tan relevantes como Álvaro Pombo, Ignacio Martínez de Pisón, Javier Tomeo y Javier Marías. Estos consagrados autores retaron a sus amigos murcianos a continuar algunos de sus cuentos. Álvaro propuso su relato Sugar-daddy, Ignacio, su cuento La muerte mientras

tanto, Javier Marías, su historia Gualta y Javier Tomeo, El miope y el enano. Estos fueron algunos de los finales propuestos. (Sugar_daddy) Mientras pasaban los segundos tras la partida del muchacho, Manuel continuaba dándole vueltas a lo que acababa de suceder. La silueta del muchacho se dibujaba y desdibujaba de la mente de Manuel constantemente, la parte de Manuel del vive el ahora le decía que lo dejase y borraba esa imagen de la cabeza, pero su insignificante órgano bombeante luchaba por enviar señales a su cerebro para que saliese detrás de aquel muchacho. La soledad tan repentina le estaba pasando grave factura, y se planteaba salir tras el muchacho con el que había pasado tanto tiempo. De repente lo vio todo claro, y en un instante salió por la puerta y bajó las escaleras del edificio lo más rápido que pudo (y lo rápido que le permitieron sus piernas de cuarentón que lleva más de cinco años sin realizar un ápice de ejercicio físico), llegó al rellano del edificio, cuyas paredes eran blancas y le deslumbraron un poco. Se sentía como si estuviese cerca de ese lugar blanco donde las personas de corazón parado yacen. Pero de repente vio al muchacho en el exterior, donde esperaba mientras las lágrimas le recorrían la cara, serpenteando y humedeciendo sus carnosas y sonrojadas mejillas. 59


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Manuel iba acelerado, gritando al chico que no se fuese, que no podría aguantar su ausencia. El muchacho levantó la cabeza lentamente, como quien espera algo que sabe que va a ocurrir. Miró a Manuel con cara de esperanza, mientras se reía en sus adentros. lo que no sabía es que ese estado de felicidad iba a convertirse en la peor experiencia de su vida. Manuel iba corriendo, y no vio un cartel en el que ponía "WetFloor", cuyo significado es "suelo mojado". Entre Manuel y el ansiado exterior donde se encontraba el muchacho, había un escalón, de diez centímetros aproximadamente. Ya decían que las prisas nunca son buenas, por lo que Manuel, con toda la mala suerte y toda la prisa del mundo se resbaló y vino a darse, desafortunadamente, en la nuca con el bordillo del escalón, lo que le dejó con unos segundos de vida para poder gritar con todo su alma lo que sentía por el bello muchacho. - ¡Te quiero!- grito Manuel. Mientras su voz se apagaba con sus últimos suspiros. El muchacho se acercó lo más rápido que pudo para socorrer a Manuel, le dijo que él también le amaba, le amaba con todo lo que una persona puede amar, y antes de que Manuel se fuese, el muchacho le besó en los labios, un beso de despedida, con toda la belleza de un beso, y la felicidad que otorgaría a Manuel en el otro lado. Manuel intentaba decir algo, pero su alma se desvaneció, dejando su cuerpo inerte entre los brazos del joven muchacho. Lloraba con más intensidad que la lluvia en las zonas ecuatoriales, no sabía qué hacer, y sin querer y ni temer, saco la navaja multiusos que llevaba Manuel siempre consigo (para emergencias como tener que abrir una botella de cerveza, o amenazar a alguien que se pasaba de la raya), le dio la mano al cadáver de Manuel, y se rebanó en cuello, muriendo en el acto. Al llegar la ambulancia, se encontraron con una imagen enternecedora y conmovedora, que sacudió sus pobres corazones humanos, Manuel y el muchacho dados de la mano y muertos el uno junto al otro, como una pareja que vivió para morir junta. Miguel Navarro Martínez

(La muerte mientras tanto) Me fui a escribir el final de otra manera, contando cómo la ahogué con la almohada, describiendo cómo se asfixiaba lenta y dolorosamente como la mala p… que era. Pero estaba claro que no la iba a asesinar así, por si algún día alguien encontraba esto. A la hora de la cena le voy a intoxicar la cena, para que su situación se agrave tanto que la tenga que llevar al hospital de la ciudad más cercana. Mientras tanto voy a preparar la clavija del cinturón de su asiento para que una vez que se abroche no pueda ser desabrochado. Una vez que haya cenado y se encuentre mal, ya de noche, la subiré al coche, cogeré mi pistola y pondré rumbo al hospital. Cuando paremos junto al acantilado cogeré velocidad y estamparé el coche contra la valla protectora y 60


caeremos al agua del Mediterráneo, pero yo ya tendré preparada mi pistola para reventar el cristal y huir del coche. Así, aparte de morir lenta y dolorosamente sentirá la traición de un ser querido. Y lo mejor será que nadie, nunca jamás, sospechará de mí. Me verán como el joven desafortunado que perdió a su novia en un accidente de noche. _ ¡Cariño, baja a cenar, que ya está todo preparado! Stanislav Todorov (Gualta) Después de recapacitar, llegué a la conclusión de que esto no podía seguir así, tenía que cambiar. No podía dejar que por culpa de mi imaginación estuviera destrozando mi vida. Porque, a lo mejor, lo de Xavier solo había sido coincidencia, muchas coincidencias juntas, cierto, pero ¿por qué no podría ser solo eso? Puede que él también quisiera cambiar, lo único que sí sé es que yo sí iba a cambiar. Volví a ser como era antes, en exceso pulcro, avasallador en mis juicios, amanerado en mis ademanes, engreído de mi carisma, descaradamente derechista en mis opiniones, engominado en mi vocabulario y sin escrúpulos en los negocios. Me volví a hacer socio del Atleti, dejé de fumar, volví a ser puntual y conseguí volver a ser como antes de haber conocido a Xavier. Y no solo eso. Volví a ascender en mi trabajo y encontré a una chica muy guapa con la que empecé a salir. Un año más tarde me mandaron a otra reunión de negocios en Barcelona. Era la primera vez que volvía a Barcelona desde que vi a mi clon, ya ni siquiera me acordaba de él. Una vez allí, recé con todas mis fuerzas para no volver a encontrármelo. Pero allí estaba, exactamente igual que la primera vez que nos vimos. Estábamos en la terraza de un hotel de Barcelona. Yo necesitaba salir de allí, no podía verme otra vez a mí mismo, me iba a volver loco. Así que salté de la terraza al vacío. Pero eso no fue lo peor. Lo peor fue que Xavier también saltó a la misma vez que yo. Jamás me iba a olvidar de él. Miguel González Sánchez Javier afrontaba la próxima visita con incertidumbre. Se había cambiado todo, su pelo, su personalidad, su aspecto, su humor, su manera de estar, su ropa, su actitud, su moral. Había quedado con Gualta y para su sorpresa, Gualta no había cambiado nada desde la última vez y, pese a su alegría por sentirse único, se sentía en ridículo, porque había cambiado todo de su vida y de su aspecto, solamente porque otra persona en el mundo se comportaba igual que él y hacía las mismas cosas. Aquella fue la última vez que se vieron. Con el paso de los años, Javier aprendió que, pese al parecido con otro humano, tanto en su aspecto como en personalidad, no se debe cambiar, que había que sentirse orgulloso de que hubiera otra persona haciendo las mismas cosas que tú en otra parte del mundo. Javier aprendió a no dejarse influenciar ni juzgar por nadie. Álvaro López Martínez (El miope y el enano) …Me rompió las gafas. En ese momento pensé en terminar con la pelea que no llegué a finalizar, pero ni eso me haría sentir mejor. Aguanté que me insultara y renegara porque no lo hubiera matado. Se me había pasado, y no se daba cuenta. Por suerte, 61


Páginas del Saavedra cuando se marchaba enfadado, le agarré bien del brazo y empecé a decirle: _ ¿Tú crees que lo que has hecho está bien? ¿Te has parado a pensar un segundo lo que me puede suceder sin gafas o si tengo dinero para otras?... No, tú solo piensas en que mides menos que los demás… Si fueras más listo, no harías caso a todo aquel que se burlase y serías más feliz. Sin embargo, yo solo puedo ver lo que dos cristales buenamente me permitan. Sé que tiene que ser muy duro ser diferente, pero no creo que debas reprocharme que no haya acabado con tu vida. Antes me dijiste que te pagara las naranjas y yo me he negado porque ha sido un accidente… Bien, pues romperme las gafas no ha sido un accidente; ahora te exijo que me las pagues. _ ¿Pagarte yo? Puede que no veas muy bien pero hasta ahora tú puedes mirar por encima de mí. Yo no puedo ponerme a vuestra altura pero vosotros sí podéis fijaros un poco más abajo. _ Claro, no te falta razón, pero me parece que no me escuchas. ¿No le parece que lo que me ha hecho es un poco desproporcionado?... A mí me ha parecido muy cruel. Podría usted dejar de compadecerse tanto de sí mismo y afrontar las cosas. _ Está bien, no me lo diga más, puede que tenga razón, le compraré otras gafas. _ Déjelo, ya las compro yo, solo quería que lo entendiera y recuerde que no solo usted tiene algo por lo que caer y levántese con fuerza. Además, alégrese, que esas naranjas tienen muy buena pinta. _ Al final me ha caído usted bien. Nunca había visto así las cosas. Le debo mucho. ¡Véngase a tomar un zumito de las naranjas a mi casa! Acepté, claro, y nos hicimos buenos amigos. Además, su familia enana resultó ser de lo más graciosa. Emma Ibáñez Navarro

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“Nada existe más allá de un instante salvo las cosas que retenemos en la memoria” (Sam Savage). Espero que este cuadernillo os sea de ayuda para salvar del olvido este curso. Deseo que os sirva para que, pasados unos años, recordéis con cariño vuestro paso por el instituto y para que vuestros compañeros conserven siempre un hueco en vuestro corazón. Y también para que os acordéis de mí, porque me ha gustado mucho ser vuestra profesora y tutora. Os agradezco mucho vuestro cariño. Así que os mando un beso muy , muy grande. ¡FELIZ VERANO!

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