ETNOGRAFÍAS CONTEMPORÁNEAS
AUTORES, TEXTOS Y TEMAS
ANTROPOLOGÍA Colección dirigida por M. Jesús Buxó
47
Francisco Ferrándiz
ETNOGRAFÍAS CONTEMPORÁNEAS Anclajes, métodos y claves para el futuro Segunda edición revisada y aumentada
Etnografías contemporáneas : Anclajes, métodos y claves para el futuro / Francisco Ferrándiz. — [2ª edición revisada y aumentada]. — Barcelona : Anthropos Editorial, 2020 317 p. il. ; 21 cm. — (Autores, Textos y Temas. Antropología ; 47) Bibliografía p. 295-315 ISBN 978-84-17556-40-2 1. Antropología social y cultural, etnografía I. Título II. Colección
Portada: escultura Como una hoz atávica y mortal (detalle), obra de Néstor Basterretxea (2008), Parque de la Memoria de Sartaguda (Navarra). Fotografía del autor Primera edición: 2011 Segunda edición revisada y aumentada: 2020 © Francisco José Ferrándiz Martín, 2011, 2020 © Anthropos Editorial. Nariño, S.L., 2011, 2020 Edita: Anthropos Editorial. Barcelona www.anthropos-editorial.com ISBN: 978-84-17556-40-2 (ISBN: 978-84-7658-994-6, primera edición) Depósito legal: B. 19.702-2020 Diseño de cubierta: Javier Delgado Serrano Diseño, realización y coordinación: Anthropos Editorial (Nariño, S.L.), Barcelona. Tel.: (+34) 93 697 22 96 Impresión: Lavel Industria Gráfica, S.A., Madrid Impreso en España - Printed in Spain Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 917021970/932720447).
Para Chun, por la ternura que dejaste Para Feli, luz de tantos ojos Para Marisa, el coraje del viaje infinito
Hui del campamento con los pocos hombres que me eran fieles. En el desierto los perdí, entre los remolinos de arena y la vasta noche. Una flecha cretense me laceró. Varios días erré sin encontrar agua, o un solo enorme día multiplicado por el sol, por la sed y por el temor de la sed. Dejé el camino al arbitrio de mi caballo. En el alba, la lejanía se erizó de pirámides y de torres. Insoportablemente soñé con un exiguo y nítido laberinto: en el centro había un cántaro; mis manos casi lo tocaban, mis ojos lo veían, pero tan intrincadas y perplejas eran las curvas que yo sabía que iba a morir antes de alcanzarlo. J.L. BORGES, «El inmortal», en El Aleph
1 ENTRADA AL LABERINTO
1.1. Empezar por el principio La cita de Borges que encabeza este libro ofrece, en un registro literario, una extraordinaria evocación de la naturaleza y las dificultades de la tarea etnográfica. La «perplejidad de las curvas» del cántaro soñado en mitad del laberinto nos pone de frente, con crudeza, ante nuestro objeto de análisis. La metáfora del trabajo de campo como laberinto (mazeway) ha sido también sugerida por Honorio Velasco y Ángel Díaz de Rada para definir la complicada ruta del conocimiento, pero también para apuntar salidas y anotar las ventajas de trabajar con esta conciencia metodológica (1997). Como veremos en estas páginas, orientadas a servir de guía de investigación para alumnos de iniciación, y en algún caso también avanzados, tras décadas de reflexión sobre las dificultades metodológicas de nuestra disciplina, estamos ahora muy lejos de repetir con nuestros alumnos la famosa anécdota que reveló Laura Nader en un texto de 1970, que formaba parte de las leyendas académicas de la Universidad de Berkeley, y que recogieron Hammersley y Atkinson en su popular libro sobre los métodos de investigación etnográfica (1994). Kluckhohn, su asesor en Harvard, le comentó que Kroeber, ante la petición de un alumno de una hoja de ruta metodológica para su investigación, le señaló como ejemplo un grueso libro, recomendándole escribir uno semejante. Bernard (1998) cita otro hecho parecido relatado por Whiting y sugiere que podría recogerse todo un corpus de anécdotas de este tipo de entre los miembros de algunas generaciones de antropólogos. Cuando Whiting y sus compañeros de doctorado en Yale en la década de 1930 plantearon la necesidad de un seminario metodológico, la respuesta de Leslie 7
Spier fue que «ése era un tema para ser discutido informalmente en un desayuno, y no un tema para un seminario de doctorado» (1982). Existe de hecho una mística, que aún perdura, que considera el trabajo de campo como una suerte de rito de iniciación que los aprendices de antropólogos tienen que superar para poder ser aceptados académicamente como profesionales. El aura de misterio que hubo durante muchos años en torno a las formas y los estilos de llevar a cabo el trabajo de campo y, de hecho, la poca sistematización del método etnográfico, estaban relacionados con esta mística (Agar, 1980). La etnografía es un proceso de investigación muy complejo, con muchos frentes simultáneos y sucesivos. Existe por lo tanto una indudable dificultad a la hora de distribuir y elegir los temas más relevantes que consigan transmitir adecuadamente la integridad de este proceso, sin dejar atrás otros tantos. He optado por plantear un debate eminentemente práctico que recoja algunas preocupaciones metodológicas con las que me he tenido que enfrentar en mis dos trabajos etnográficos principales, como son las que plantean la investigación audiovisual, la investigación de la corporalidad, la investigación en situaciones de conflicto o violencia, o la investigación multisituada. Hay algunos otros temas de gran calado, como pueden ser la centralidad del método comparativo en la disciplina, o la importancia del género en la investigación etnográfica, que he optado por discutir transversalmente a lo largo del libro. Así, este texto propone un recorrido por este laberinto del conocimiento que es la etnografía, poniendo un mayor énfasis en la naturaleza del trabajo de campo y sus técnicas asociadas. Para ello plantearé primero una breve discusión sobre lo que se entiende por etnografía y sobre los dos modelos de producción del conocimiento que habitualmente se consideran disponibles en la disciplina. Después, para introducir un sentido de perspectiva temporal en los debates metodológicos y en el uso de los métodos y técnicas, haré una incursión por la historia del trabajo de campo en la antropología, señalando las experiencias de algunos autores que no deben ser tomadas como paradigmáticas, sino como ejemplos entre otros muchos posibles en un entorno de investigación cada vez más diversificado. A lo largo de este libro, utilizaré además el trabajo y las propuestas de muchos antropólogos y metodólogos, y también de algunos sociólogos que trabajan con el método etnográfico. Y, finalmente, utilizaré en determinados 8
Joven médium entrando en trance en una ceremonia en la montaña sagrada de Sorte (Yaracuy, Venezuela). Foto cortesía de Cristina García Rodero
momentos mis propias experiencias de campo para ilustrar algunos de los debates y cuestionar los límites de algunas técnicas y procedimientos de investigación. En concreto, recurriré ocasionalmente a ejemplos de mi trabajo de campo de tesis doctoral sobre el culto espiritista de María Lionza en Venezuela (Ferrándiz, 2002, 2004a, 2004b, 2004c, 2005a, 2009a), ya concluido, y de mi trabajo de campo actual (iniciado en 2003) sobre las exhumaciones contemporáneas de fosas comunes de civiles republicanos ejecutados durante la Guerra Civil española de 1936-1939 (2005b, 2006, 2008a, 2008b, 2009b, 2009c, 2010a, 2010b, 2013a, 2013b, 2014, 2018, 2019). Este último proyecto se refiere a un intenso y agrio debate que hay en la España contemporánea respecto a la gestión de la memoria de la guerra y el desvelamiento público de crímenes perpetrados por el Ejército y grupos paramilitares vinculados al golpe de Estado de 1936 que desembocó en la dictadura militar de Francisco Franco (1939-1975). La presencia de mis experiencias de investigación en este libro se justifica por diversos motivos. Primero, porque a pesar de sus diferencias evidentes, manifiestan dos momentos de mi carrera profesional —investigación de doctorado y consolidada— que revelan la evolución de mi posicionamiento teórico y metodológico, desde la selección y acotación de los temas, pasando por el grado de implicación pública, hasta el producto final. Segundo, porque me 9
sirven para ilustrar con experiencias de primera mano los imprescindibles debates metodológicos que se producen en la disciplina. Tercero, porque son dos investigaciones que, a pesar de transitar los mismo temas de fondo —antropologías del cuerpo, la memoria social y la violencia—, se despliegan en ámbitos muy diferenciados y plantean problemas epistemológicos de diferente naturaleza: las dificultades de investigar y representar la marginalidad y la religiosidad urbana en el primer caso, y los dilemas de una antropología de orientación pública y colaborativa en el segundo. Y finalmente, porque creo en la importancia de la teoría enraizada, y en la constante necesidad de retroalimentación entre los debates teóricos y los datos empíricos, en lo que Willis y Trondman han definido, reformulando a Glaser y Strauss (1967), como una dialéctica de la sorpresa o iluminación recíproca (2000). Respecto a este reto de entrelazar significativa y creativamente la teoría con los mundos sociales y culturales que analizamos, Biehl y Locke han enfatizado más recientemente el carácter inacabado y maleable de la experiencia humana, especialmente en aquellos escenarios tan al límite del «colapso financiero, del desmantelamiento de infraestructuras y calamidad medioambiental, de la violencia racial, del populismo de extrema derecha, de regímenes de vigilancia y seguridad alarmantes, de guerra crónica, de migración masiva y de desequilibrios sanitarios letales», donde transita con tanta frecuencia la investigación etnográfica contemporánea. Para confrontar estos escenarios de investigación tan volátiles, plantean algunas premisas que asumo como propias en este libro. Concretamente, tomarse muy en serio la capacidad de acción y transformación de los diferentes actores sociales que investigamos y, como consecuencia, prestar una especial atención a lo desconocido e inesperado que pueda emerger durante el proceso etnográfico (2017: 6-7). Siguiendo estas premisas, este libro aspira además a tener, desde sus limitaciones, algunas de las características del género de «memorias de campo» tan importante para los debates metodológicos en nuestra disciplina y otras afines (Lévi-Strauss, 1992; Golde, ed., 1970; Rabinow, 1992; Dumont, 1978; Barley, 1999; Cátedra, 1991; Téllez, ed., 2002; Wacquant, 2004). Como señalan Hammersley y Atkinson, todo trabajo de campo es un ejercicio de «administración de la marginalidad» (1994), lleno de pequeños y grandes encuentros, desencuentros, cruces de interpretaciones (Rabinow, 1992), ajustes metodológicos, 10
Exhumación de una fosa común en Fustiñana (Navarra) en 2005, llevada a cabo por la Sociedad de Ciencias Aranzadi. En la fosa se encontraron los cadáveres de siete vecinos de Murchante asesinados en 1936, cuatro de ellos militantes de la UGT y uno de Izquierda Republicana. Foto cortesía de Clemente Bernad
descubrimientos y dudas. No pretendo referirme a todos los problemas y retos a los que he tenido que enfrentarme, como todo antropólogo, a lo largo de mi trayectoria investigadora. Tan sólo comentaré ciertos aspectos que fueron o están siendo particularmente relevantes, entre ellos los desafíos que para la disciplina plantea un mundo en constante transformación, la importancia creciente de las nuevas tecnologías en la investigación, la relación con los informantes clave, las limitaciones del testimonio oral para acceder a las formas de la corporalidad —en el caso de María Lionza— o a las memorias traumáticas —en el caso de las exhumaciones—, o los extraños vericuetos del extrañamiento y la alteridad, por anticipar algunos. Para ello me basaré en reflexiones personales, en la trascripción de entrevistas grabadas, en viñetas etnográficas, y en fragmentos editados de mi diario de campo (Ferrándiz, 2002, 2008a). Pasando de un registro a otro, espero poder, al tiempo que planteo debates metodológicos que considero importantes en la disciplina, evocar también la textura etnográfica de un trabajo de campo entre espiritistas y otro que se basa en la recuperación de la memoria traumática y las formas del sufrimiento social, así como su dificultad metodológica e interpretativa. 11
1.2. Sobre la etnografía Antes de hacer una revisión de los distintos conceptos de la antropología como disciplina científica, y pasar a la historia de los métodos de campo en antropología, y de sus características, quisiera hacer unas breves consideraciones sobre lo que significa el concepto de etnografía en nuestra disciplina. Es importante señalar que en los debates contemporáneos sobre el método en antropología, algunos autores muy reputados consideran que el concepto de «etnografía» está sobreutilizado, se ha vuelto promiscuo no sólo en la antropología sino en otras disciplinas, y no debería servir para caracterizar el método, sino exclusivamente para referirse al hecho de «escribir sobre la gente» (Ingold, 2014: 385). Sin embargo, su uso para referirse al proceso de diseño de investigación, recogida de datos y escritura sigue estando muy extendido en la mayoría de los casos, como también ocurre en este libro. Por ejemplo, Velasco y Díaz de Rada consideran que la etnografía es el proceso metodológico general que caracteriza a la antropología social, siendo el trabajo de campo la «situación metodológica» central de la etnografía (1997). Hammersley y Atkinson, por su parte, entienden la etnografía como un «método o conjunto de métodos» fundamentalmente cualitativos en los que el etnógrafo participa en la vida cotidiana de las personas que está investigando. En su opinión, incluso podría hablarse de la etnografía como «la forma más básica de investigación social» al ser lo más semejante a la rutina de vivir (1994). Para Marcus y Fischer, es «un proceso de investigación en el que el investigador observa cuidadosamente, registra y se integra en la vida cotidiana de personas de otra cultura, para después escribir textos sobre esa cultura, enfatizando el detalle descriptivo» (1986). Pujadas señala dos significados básicos del término: como «producto», generalmente escrito pero en otras ocasiones en registro visual, y por otro lado como «proceso», basado en el trabajo de campo (2004a). Para Pujadas, la etnografía forma parte del llamado triángulo antropológico, constituido en sus otros dos vértices por la contextualización y por la comparación. Bryman, por su lado, apunta que el concepto de etnografía ha llegado en ocasiones a ser asimilado al texto que es el producto final de todo el proceso de investigación (2001a). Willis y Trondman han proporcionado otra definición de la etnografía como una «familia de métodos que exigen el contacto directo y sostenido con los 12
agentes sociales, así como la escritura densa del encuentro, respetando, registrando y representando, al menos parcialmente en sus propios términos, la irreductibilidad de la experiencia humana» (2000). En lo que ellos mismos denominan «Manifiesto» de apertura de la revista Ethnography, estos autores proponen las siguientes características para la etnografía: 1) la importancia de la teoría como precursora, medio y consecuencia del estudio y escritura etnográficos; 2) la centralidad de la «cultura» en el proceso de investigación; y 3) la necesidad de un talante crítico en la investigación y la escritura de la etnografía. Todos estos autores coinciden en que la etnografía exige la presencia del investigador en el campo estudiado, y esta presencia tiene, como veremos a lo largo de este libro, una serie de consecuencias metodológicas significativas. Una característica importante de la etnografía es que el investigador no puede controlar más que de una forma limitada o preventiva lo que sucede en la situación de campo elegida para la investigación, al contrario de lo que ocurre en una situación experimental de laboratorio. Las cosas suceden una sola vez, y muchas veces trabajamos no con los hechos mismos sino con las interpretaciones que hacen los actores sociales. Como veremos, si esto es cierto en cualquier estudio etnográfico, es especialmente acusado en la investigación de conflictos y violencias, donde las versiones de los sucesos son, con frecuencia, divergentes o incluso incompatibles. La etnografía, así, no es un modelo de investigación cerrado, sino más bien tan heterogéneo como los objetos de estudio, y pone al investigador en condiciones de utilizar técnicas muy diversas, ajustándolas y modulándolas al entorno de investigación (Velasco y Díaz de Rada, 1997; Bernard, 1998). Es por lo tanto una práctica ecléctica y reflexiva, que obliga al investigador a vivir en una especie de esquizofrenia metodológica, o en un estado de «conciencia explícita» por usar un término de Spradley (1980), o en algún tipo de «percepción ampliada» (Peacock, 1989, citado en Velasco y Díaz de Rada, 1997). Partiendo de la base de que el principal instrumento de investigación es el investigador mismo, éste, idealmente, ha de ser capaz de vivir la vida cotidiana como uno más de sus informantes, asumiendo en su rutina e incluso en su cuerpo, como discutiremos más adelante, las prácticas sociales analizadas, y al tiempo conectar esta experiencia con las preguntas que guían su investigación, los roles que ocupa en el campo y las técnicas que des13
pliega en cada momento. Además, la inmersión en el campo, especialmente las de larga duración, obliga al etnógrafo a desarrollar y alimentar un tipo de mirada sobre la realidad específica que Willis (2000) ha denominado «imaginación etnográfica», que es la que mantiene siempre presente la perspectiva global sobre los temas y problemas estudiados en los contextos restringidos y cotidianos en los que trabajamos (Hannerz, 1998a y 1998b). O como tituló Eriksen su libro de introducción a la disciplina: de lo que se trata es de negociar la tensión entre «lugares pequeños» y «temas grandes», tensión que estaría en el eje de la etnografía (1995). Si por un lado la etnografía asume que el comportamiento humano y las formas en las que la gente construye el significado de sus vidas y sus experiencias son muy variables y localmente específicas, no podemos perder nunca de vista los contextos relevantes en los que esto sucede, ya sean regionales, nacionales o globales, coloniales o poscoloniales. Otra característica crucial que surge de estas reflexiones es que la etnografía es emergente, y puede ser concebida como un proceso en el que se establecen dinámicas de retroalimentación entre teoría y práctica, entre realidad y texto, entre diseños de investigación y situaciones cambiantes, entre escenarios de campo y aplicación de técnicas de investigación, entre la posición del investigador y la de los informantes, entre los investigadores y las audiencias de sus textos, etc. Así, este libro tiene como finalidad, en su globalidad, transmitir a los alumnos de antropología algunas de las claves de esta «imaginación etnográfica», históricamente arraigada pero al mismo tiempo flexible, de manera que sean conscientes de que, frente a modelos de investigación más rígidos, las formas de practicar la antropología pueden ser múltiples, y deben adaptarse a las condiciones cambiantes en las cuales se produce el conocimiento antropológico en cada contexto histórico, social y cultural. 1.3. Los paradigmas científico, hermenéutico y colaborativo en antropología El aforismo de Eric Wolf, «la antropología es la más humanista de las ciencias, y la más científica de las humanidades» (1964), refleja una tensión metodológica que recorre nuestra disciplina desde sus orígenes, a pesar de las mutaciones que ha su14
ALGUNAS PÁGINAS HAN SIDO ELIMINADAS
ALGUNAS PÁGINAS HAN SIDO ELIMINADAS
ÍNDICE
1. Entrada al laberinto ................................................................ 1.1. Empezar por el principio ............................................... 1.2. Sobre la etnografía ......................................................... 1.3. Los paradigmas científico, hermenéutico y colaborativo en antropología .......................................... 1.4. Breve historia de los métodos de campo en antropología y algunos ejemplos clásicos .........................
7 7 12 14 31
2. Etnografías en flujo ................................................................. 2.1. Diseñar la investigación ................................................. 2.2. El trabajo de campo como situación metodológica ....... 2.3. ¿Dónde ir? ....................................................................... 2.4. Aterrizajes ....................................................................... 2.5. A vueltas con la observación participante ...................... 2.6. Sobre los informantes o interlocutores .......................... 2.7. Conversar, escuchar, entrevistar, guardar silencio ......... 2.8. Historias e itinerarios del cuerpo ................................... 2.9. Etnografía, técnicas y medios audiovisuales, y las nuevas ecologías digitales .......................................... 2.10. Salir del campo ............................................................. 2.11. Escribir la etnografía ....................................................
43 44 52 57 73 92 106 127 155
3. Etnografías del presente y del futuro ...................................... 3.1. Globalización: nuevos escenarios de la etnografía ........ 3.2. La investigación transnacional y la etnografía «multisituada» ................................................................... 3.3. La etnografía ante los conflictos, las violencias y el sufrimiento social ........................................................ 3.3.1. De las violencias cotidianas... ................................. 3.3.2. ... a los paisajes posbélicos .....................................
231 231
Bibliografía ..................................................................................
295
173 198 208
241 249 266 280
317
Puede adquirir este libro en librerías o en nuestra página
anthropos-editorial.com
Síguenos en
Copyright © Anthropos Editorial C/ Lepant 241-243, local 2, 08013 Barcelona (España) Tel: +34 936 97 22 96 anthropos@anthropos-editorial.com