Un mundo de víctimas

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UN MUNDO DE VÍCTIMAS

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AUTORES, TEXTOS Y TEMAS

CIENCIAS SOCIALES Colecciรณn dirigida por Josetxo Beriain

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Gabriel Gatti (Ed.)

UN MUNDO DE VÍCTIMAS

David Casado-Neira, Gabriel Gatti, Andrés G. Seguel, Ignacio Irazuzta, Jesús Izquierdo Martín, Josebe Martínez, María Martínez, Martí Oliver-Mora, María del Carmen Peñaranda-Cólera, Sandrine Revet, Iñaki Robles, Silvia Rodríguez Maeso, Ramón Sáez Valcárcel, António Sousa Ribeiro, Adriana M. Villalón Janine Barbot, Galo Bilbao Alberdi, Nicolas Dodier, Francisco Ferrándiz, Jon-Mirena Landa Gorostiza, Sandrine Lefranc, Pascale Molinier, Jaume Peris Blanes, Fabiana Rousseaux

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UN MUNDO de víctimas / Gabriel Gatti, editor. — Barcelona : Anthropos Editorial, 2017 431 p. ; 21 cm. (Autores, Textos y Temas. Ciencias Sociales ; 94) Bibliografías ISBN 978-84-16421-57-2 1. Derechos humanos 2. Teoría social 3. Violencia en la sociedad 4. Protección internacional de los derechos humanos I. Gatti, Gabriel, ed. II. Colección

Primera edición: 2017 © Gabriel Gatti Casal de Rey y otros, 2017 © de las fotografías: Clemente Bernad (p. 357), Florencio Alonso (p. 359) y Gustavo Germano (p. 362) © Anthropos Editorial. Nariño, S.L., 2017 Edita: Anthropos Editorial. Barcelona www.anthropos-editorial.com ISBN: 978-84-16421-57-2 Depósito legal: B. 8.134-2017 Diseño de cubierta e imagen: Javier Delgado Serrano Diseño, realización y coordinación: Anthropos Editorial (Nariño, S.L.), Barcelona. Tel.: (+34) 93 697 22 96 Impresión: Lavel Industria Gráfica, S.A., Madrid Impreso en España - Printed in Spain Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 917021970/932720447).

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PRESENTACIÓN UN MUNDO DE VÍCTIMAS Gabriel Gatti

1. Un objeto difícil, una investigación compleja y abierta El texto que sigue da cierre parcial a los cinco años que ha durado el proyecto de investigación Mundo(s) de víctimas.1 Culmina, parcialmente, ya digo, un periodo de trabajo intenso, multiforme, exigente. Rico, y en varios planos: en el trabajo en un equipo que ha juntado a gente con orígenes, estilos, disciplinas muy diferentes, y que lo ha exprimido; en la invención teórica, que ha sido fructífera no ya por los temas que toca, de esos que exigen estrujar el magín, pues son muy límite, sino por cómo se ha ido haciendo, despacito, muy entre todos; en el contacto con un objeto, las víctimas, realmente difícil, porque parece obvio (está lleno de sobreentendidos, protegido por muchas convenciones, rodeado de la presunción de ser un invariante), porque es muy extremo (las víctimas habitan las fisuras, los dolores que las ocupan son intensos, las identidades que portan no son cómodas ni de armar ni de construir ni de transmitir). Todo es, con las víctimas, demasiado sinsentidioso y con ellas las botas de un sociólogo, de un científico social, se embarran, no son cómodas... 1. «Mundo(s) de víctimas. Dispositivos y procesos de construcción de la identidad de la “víctima” en la España contemporánea. Estudio de cuatro casos paradigmáticos». Proyecto I+D+i CSO 2011-22451 financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación dentro del Plan Nacional de I+D+i para los años 2012 a 2015. El proyecto se centralizó en el Centro de Estudios sobre la Identidad Colectiva (departamento de Sociología 2, Universidad del País Vasco). Formaron parte de él investigadores de las Universidades del País Vasco, Vigo, Autónoma de Madrid, Autónoma de Barcelona, CES de la Universidad de Coimbra, CERI (Sciences-Po), Tecnológico de Monterrey.

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Pero el trabajo se hizo, el proyecto se cerró. Y se fue más allá de lo esperado: más resultados, más entrevistas, más proyectos incluso.2 Uno de los resultados, el más general y completo hasta ahora, es este libro. Aunque recoge lo que el equipo vio y es, en ese sentido, un informe que representa lo que investigamos, no es un informe al uso. No podría: los informes son literatura gris y aquí, aunque quisiéramos, el objeto no nos habría dejado hacerlo. Demasiado caliente, al tiempo macro y micro, amplio y planetario minúsculo y local, estructurante y afectivo... Ningún texto que refleje esos mundos puede ser redactado desde el puro automatismo, frío, de la mirada científica; debe ser algo de estructura pensada, aunque solo fuese por respetar aquella vieja fórmula de la Adaequatio rei et intellectus, la verdad es la correspondencia entre las cosas y los conceptos: las cosas, aquí las víctimas, tiene muchas aristas y dimensiones; y si los conceptos, los de este libro, quieren acompañar al objeto, respetar sus formas, no pueden ser convencionales. Estas formas, ya digo, son de las de aristas puntiagudas, llenas de paradojas: para ellas cabe tanto proponer etiquetas totalizantes, como la que insinúa el título del libro (Un mundo de víctimas), como acercarse al fenómeno desde sus fuertes singularidades locales, o a través de los pequeños mundos de vida de las víctimas, cerrados, densos, o, incluso, desde la intensidad del dolor individual, del caso por caso, algo bien difícil de mirar para un científico social. Para hacer todo eso, en este libro hemos apostado por reflejar esas aristas complicando el texto, cruzando tipos de escritura (la del texto teórico o el informe junto a la más suelta del relato biográfico o el ejercicio literario), disciplinas (sociología, que domina, aunque hay bastante derecho, algo de ciencia política, no poco estudio cultural y filología, historiadores críticos, y hasta psicología, aunque social), y finalmente posiciones de enunciación (la universidad, voz encarnada por los 2. Pues el equipo de Mundo(s) de víctimas, casi todo él, más alguna incorporación, sigue trabajando sobre los asuntos del proyecto anterior en otro proyecto, «Desapariciones. Estudio en perspectiva transnacional de una categoría para gestionar, habitar y analizar la catástrofe social y la pérdida» (I+D+i CSO 2015-66318-P), que ha sido financiado para los años 2016 a 2019 dentro de la convocatoria de «proyectos de excelencia» de la Dirección General de Investigación Científica y Técnica de MINECO (http://identidadcolectiva.es/ victimas-desapariciones/).

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miembros del equipo de investigación del proyecto Mundo(s) de víctimas y por unos cuantos invitados ad hoc, que completan lo que nosotros no podemos; los mundos de vida de las víctimas, sus expertos, que dicen las cosas de un modo que nosotros no sabemos). Son, en total, veinticuatro textos, dieciséis de ellos producto del trabajo de los miembros del equipo, los ocho restantes del de los colegas invitados especialmente para este libro. Son textos autónomos, pero están muy trenzados los unos con los otros, y aunque cada trabajo lleva la firma de quien o quienes los hayan redactado, todos, los dieciséis del equipo, se han redactado sobre un marco de referencia y un lenguaje comunes y han sido no solo leídos, comentados, y corregidos varias veces en diálogo entre el editor del volumen y los autores sino por, al menos, otros dos lectores del propio equipo. La evaluación no ha de ser ciega para ser exigente. El contexto de este libro y del proyecto de investigación que lo sostiene es el de la España de la primera década del siglo XXI. En ella, la cantidad de víctimas, de ciudadanos que se presentan y se piensan como víctimas, eclosiona. Es, realmente, un estallido: de pocas a numerosas, de solo un motivo legítimo a incalculables, de causas identificables y registrables a razones inclasificables, incluso a la falta de razones. El registro de asociaciones del Ministerio del Interior español refleja este movimiento. Son actualmente, a octubre de 2016, 409 asociaciones que incluyen en su denominación alguna referencia que la acerque a nuestro campo, esto es, víctimas, afectados o damnificados. Una erupción que no para de crecer: entre 1996-2000 nacieron 64 asociaciones, 107 del 2006 al 2010, 126 asociaciones entre 2011 y 2015. En toda materia: 22 asociaciones de víctimas de violencia de género, 27 asociaciones de víctimas de raíz política, 12 asociaciones de víctimas de accidentes de tráfico, 8 asociaciones de víctimas de bebés robados. Y sobre todo las inclasificables, 340, con solo un denominador común: que son de víctimas; de casi cualquier cosa, de asuntos que ni el más experto e inspirado de los lectores de Borges podría ordenar: catástrofes naturales, mundo laboral, errores del Estado, enfermedades varias, negligencias médicas, transportes, masivos o no, estafas financieras, errores judiciales, la construcción, mordeduras de animales, casas caídas... Hoy, el ciudadano cuando sufre se manifiesta con ese nombre, el de víctima. Se muestra frágil, habla y actúa en el espacio 7

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público desde ahí. En efecto, si la víctima fue un sujeto que compartía hasta hace poco honores con héroes o mártires, si fue, literalmente, el sujeto excomulgado —expulsado del común— que permitía, por su martirio o sacrificio, que el común existiese, hoy, esa topología se ha deshecho. La víctima ya no está fuera, está dentro. Sufre, pero no es el otro. Es central, masiva, numerosa, aunque se la siga pensando marcada por algo que les pasa a pocos. Así es, en las dos últimas décadas ha pasado al epicentro de la vida mediática y política, ha devenido en algunos campos un agente moral de primer orden. Son un actor central de nuestra época, un modelo en nuestra manera de entender la acción, la ciudadanía, la movilización y la identidad, un ejemplo moral. Fueron tiempo atrás la contracara dolorosa, sufriente y castigada de la ciudadanía. Hoy no; hasta se fusionan con ella: la una no se comprendería sin la otra, los ciudadanos lo son solo cuando se manifiestan como víctimas. En fin, las víctimas son una figura, un personaje, un lugar común, esto es, una referencia consolidada, estable, omnipresente. Son, lo veremos, un nuevo tipo subjetivo, central en el mundo contemporáneo. Esta centralidad recientemente adquirida por la figura de la víctima no va sin embargo acompañada por un movimiento de igual intensidad en materia de investigación. O sí, pero no parece bastar lo que tenemos, que es mucho, pero distinto a lo que reclama el tipo de curiosidad que obliga a un científico social a rascarse. Abundan contabilidades, protocolos de actuación, diagnósticos de situación, propuestas normativas. Hay mucha mirada asistencial, ojos expertos que diseñan políticas de ayuda, reparación, cuidado, asistencia, recuperación. Justificaciones argumentadas para legitimar que se porte el nombre, víctima. Portavocías, a espuertas. Abundan también miradas con sólida base científica aplicadas a otros asuntos (memoria, género, violencia, identidad) que se encuentran, al pasar, con víctimas, de muchas cosas, de muchos tipos, cada vez más. No son pocas, aunque menos, las reflexiones más transversales, que sí piensan en la víctima, en su densidad antropológica, en su entidad moral. Pero no basta. Porque no hay un corpus estructurado de trabajos de investigación sobre los procesos sociales e históricamente situados que relativicen la figura, que expliquen su emergencia, que la historicen y sociologicen. Este personaje sociológi8

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co es, sí, un nuevo tipo subjetivo, muy contemporáneo, una forma singular de estar en lo público, algo que creemos que nos obliga a repensar incluso nuestras nociones heredadas. 2. El nuevo espacio de las víctimas Hace ya algunos años, en 1997, para interpretar la comparecencia masiva al espacio público de algunas naciones europeas y en los años finales del siglo XX de ciudadanos que se reclamaban «víctimas del Holocausto», el sociólogo belga Jean Michel Chaumont propuso como clave de análisis el concepto de concurrence [competencia]. Aunque en muchos puntos discutible, el argumento de Chaumont ayudó a visualizar un movimiento nuevo: el de quienes acudían al espacio público marcados con un dolor intenso y hacían de esa marca la base para sus reclamos de reconocimiento bajo la categoría, en otros tiempos muy poco deseable, de «víctima». La escena pública se saturó de dolientes que aspiraban al capital simbólico asociado a la condición de víctima, en particular de víctima del Holocausto. Había motivos para competir: era una condición que había escalado muchas posiciones en la pirámide de prestigio de las sociedades centrales, especialmente europeas. El reconocimiento que comportaba era mucho y de muchos tipos. En España la apertura tardó. Allí, el que podría llamarse el «espacio social de las víctimas» funcionó hasta hace poco con gran estabilidad, incluso con inquietante quietud, alrededor de un solo caso, la víctima de ETA. En efecto, «víctima» fue un sustantivo asociado de manera preferente sino directamente monopolista a las víctimas de la organización independentista vasca ETA, que ocuparon durante años ese espacio y ese sustantivo en exclusividad. Ese lugar privilegiado de las «víctimas del terrorismo» en la jerarquía moral de la España del posfranquismo obedece, según la interpretación de Jesús Izquierdo (2015), a las necesidades de elaboración de una narrativa de consenso en la transición del franquismo a la democracia, ya en los años ochenta del siglo XX. En esa narrativa, este grupo de víctimas —por lo demás, internamente muy heterogéneo, pero progresivamente imaginado como un bloque único y monolítico— fue posicionado en el lugar protegido de los sacrificados para el bien de otros 9

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—la ciudadanía. Con ello, razona Izquierdo, se excluyó de la condición de víctima a otros muchos susceptibles de recibir ese marchamo. Pero sobre todo se excluyó de la condición de ciudadano a esas mismas víctimas: su ascenso al sagrado lugar de los héroes y los mártires permitió que la «ciudadanía española posfranquista», recién nacida, existiese pero al precio de perder la posibilidad para estos sujetos de acceder a ella. Eran demasiado excepcionales. Esa víctima permitía que existiese el común, pero quedaba fuera del común. Sin embargo, en el comienzo del siglo XXI ese espacio de las víctimas, monopolista y cerrado, se abre y se pluraliza, y acceden a él más y más agentes, algunos —en la lógica del movimiento de concurrencia que describe en 1997 Chaumont— propios de los viejos territorios de las víctimas, los de la política y lo socialmente sagrado (víctimas del 11M, víctimas del franquismo, víctimas del terrorismo de Estado, víctimas de la tortura, siempre las víctimas de ETA), pero muchos otros asociados a hechos o situaciones mucho más ordinarias, estructurales, repetidas: violencia familiar, siniestralidad vial, negligencia médica, ataques de animales, accidentes domésticos... Desde entonces, estamos pues ante un escenario removido por la revelación periódica de nuevas demandas de reconocimiento de esa condición, demandas que, además, no juegan ya en los territorios de la política y de lo sagrado, donde antaño era significativa la figura, sino en otros, si cabe decirlo así, más banales. Ciertamente, lo que ese espacio contiene se revuelve y las fronteras que hasta hace poco separaban los lugares de las víctimas de los de los ciudadanos ordinarios se han hecho mucho más porosas. Hoy, el espacio de las víctimas se democratiza, se hace generoso en reconocimientos, susceptible de ser deseable y/o habitado por muchos agentes que, con motivos variados, encuentran en él cierto confort. Sobre las razones de esa apertura puede especularse con la incidencia de algunas de orden local (especialmente, el atentado yihadista de marzo de 2004 en tres trenes en Madrid (Sánchez Carretero, 2006), y las fuertes transformaciones a las que obliga la incorporación de víctimas de la violencia política, con perfiles muy distintos a las de ETA, entre los beneficiarios de las leyes de víctimas del terrorismo, transformaciones realmente muy sustantivas (Gatti e Irazuzta, en prensa)); también cabe considerar 10

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razones propias de un movimiento, planetario, sensible a los sujetos en posición de dolor (Fassin, 2010), movimiento que afecta a España y que tiene aquí traducciones concretas en el ámbito legislativo y en el de la gestión social e institucional de la vulnerabilidad social (Irazuzta y Martínez, coords., 2014). Lo cierto es que la variedad de situaciones asociadas a la categoría se amplia, tanto como se hace común su reconocimiento social y se concreta en ocasiones su reconocimiento legal. En esas circunstancias, cabe para España la hipótesis de Chaumont pero con matices relevantes: la concurrencia no debe ser entendida aquí tanto como la competencia por un bien disponible para pocos (siendo el bien la propia categoría de víctima), sino como la afluencia de una multitud a un estatus asumible por y reconocible para muchos, tanto que rivaliza con el de ciudadano. Muchos pueden reclamar para sí, entonces, el derecho a ser reconocidos como víctimas o, al menos, pelear por ese reconocimiento. En este contexto, se los atiende y se es sensible a individuos y poblaciones de las que antes se llamaban «vulnerables» (el ciudadano cuando comenzaba a dejar de serlo) (Paugam, 1996; Simmel, 1998) y que ahora se nombran «víctimas» (el ciudadano cuando pasa por una situación de sufrimiento). Miremos bajo esa óptica una cierta proliferación legislativa en la materia: la ley contra la violencia de género, de 2004, que dio visibilidad a lo que la ley nombra y a sus víctimas; la ley de Responsabilidad Civil y Seguro en la Circulación de Vehículos a Motor, también de 2004, que protocoliza y patroniza una política de reparaciones a las víctimas de accidentes; la ley de dependencia, de 2006, que problematizó la cuestión de las cadenas de cuidado y de vulnerabilidad y construyó la figura del dependiente; la ley de memoria histórica, de 2007, que no solo problematizó la idea de «política de la memoria», que no solo llevó, aunque tímidamente, a la letra de la ley palabras difíciles como «desaparecido» o «fosa común», sino que abrió el camino —o culminó uno ya abierto— para que (re)naciesen las víctimas de la Guerra Civil y de la represión franquista; la ley de reconocimiento de víctimas del terrorismo, de 2011, que abrió el horizonte del concepto de víctima de terrorismo a muchas situaciones distintas a las que contemplaba la vieja ley de 1999, que consideraba apenas a las de la acción de ETA; y en la cúspide, el Estatuto de las Víctimas, de 2015, que ya atiende a la víctima, sin más añadidos, a una víctima sin apellidos. 11

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Se dibuja desde entonces un territorio complejo, del que en simplificadora síntesis podemos dibujar tres trazos principales, uno que atañe a su sujeto, otro que concierne a las razones que conducen a entrar en él y un tercero que refiere a sus oficios: 1) Es un espacio habitado por un sujeto ordinario. El viejo espacio de las víctimas se ordenaba en torno a un imaginario de esta figura que hacía de ella una singularidad, un lugar especial; esto es, un sujeto marcado por un hecho extraordinario, y un sujeto por todo eso excepcional (Wieviorka, 2012). Tal excepcionalidad armonizaba con la naturaleza de los tableros en los que se dirimían sus significados: los de la política o los de lo sagrado, trascendentes, aristocráticos, serios, circunspectos, espectaculares. También con la textura propia de los nombres, atributos y adjetivos de sus personajes centrales: héroe, mártir, sacrificio, honor, lucha, luchador... Violencias con mayúsculas. Pero cuando el espacio de las víctimas se abre, entran en él exigiendo ser reconocidos sujetos dañados con marcas de otros orígenes, otras violencias, estas con minúsculas: ya no necesariamente son héroes o mártires. Aunque violentados, son sujetos comunes. Ciudadanos-víctima. 2) Las causas de ingreso a ese espacio se pluralizan. Y si son ordinarios los sujetos, lo son o pueden serlo los motivos desde los que pensar que se debe ser reconocido como víctima. Motivos trascendentes (Guerra Civil, Franquismo, 11M, desaparición forzada de personas, tortura policial, persecución y amenazas, apropiación de niños, yihadismo, odio, desplazamiento forzoso) se mezclan con otros propios del orden de lo cotidiano (accidentes domésticos, mala praxis médica, precariedad laboral, intoxicaciones, vulnerabilidad social y dependencia, estafa bancaria, accidentes de coche, de tren, de metro, de avión). La víctima es multitud, los dolores se desordenan, se rompen viejas jerarquías. En el nuevo espacio de las víctimas la concurrencia es masiva. 3) El espacio de las víctimas se ha profesionalizado. Con el sujeto «víctima» consolidado, el espacio que habita se cristaliza, invitando a un ancho abanico de profesionales de la asistencia, la gestión, la reflexión sobre el dolor, a ingresar en él para ejercer su oficio: historiadores de la memoria, psicólogos, antropólogos sociales, archiveros, psiquiatras, gentes de la ética y 12

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la teología, profesionales del derecho, victimólogos, performers, antropólogos forenses y otras muchas «técnicas morales» (Gatti, 2013). Todos ejercen su oficio en el ancho y universal mundo de víctimas. Así, dos líneas de fuerza atraviesan el nuevo espacio de las víctimas en España: la primera lo abre, lo masifica y hace de ese espacio parte integrante de lo común; lo saca del lugar de lo extraordinario. La segunda lo regula, lo ordena, y administra los diversos rostros de esa figura desde una racionalidad que aunque técnica está investida de una moralidad tan intensa como incuestionable. Ahora, las instancias donde se administran las demandas de estos ciudadanos-víctima no son las trascendentes de la gran política, sino las más banales de la administración común de justicia y de la vulnerabilidad, que dirimen las cosas de lo cotidiano ordinario en tiempos de ciudadanía. 3. El proyecto de investigación Mundo(s) de víctimas El proyecto «Mundo(s) de víctimas» buscó situar social e históricamente la emergencia de esa figura, pensar su consolidación y analizar tanto las formas de identidad, socialidad y agencia que se ordenan en torno a ella como los dispositivos (institucionales, redes expertas, oficios) que intervienen en estos procesos. Cuatro supuestos de trabajo, casi hipótesis, organizaron nuestra investigación; los dos primeros son de dimensiones mayúsculas, el tercero es local, y el cuarto roza el terreno de lo metodológico: 1) La figura de la víctima es históricamente reciente y constituye un nuevo tipo subjetivo, que ocupa posiciones centrales en la sociedad contemporánea. 2) En esta figura se tensionan, fundamentalmente, las ideas modernas de sujeto, ciudadanía y derechos humanos, y está implicada en los debates sobre humanitarismo, vulnerabilidad y precariedad sociales. El ciudadano-víctima es el corolario de esas tensiones. 3) Es particularmente intensa su presencia en España, donde se han constituido mundos de víctimas socialmente muy den13

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sos e institucionalmente muy estables, con una marcada presencia en la escena pública. Lo más destacable es que de un modo progresivamente más claro se delimita un «campo de las víctimas», un territorio común a todas y todos los que se nombran así, que comparten, intercambian, disputan, compiten, polemizan en él por bienes comunes y en donde cada víctima va dejando de a poco su lugar a la víctima, ya sin marcas singulares, sin apellidos distintivos, parte de un solo linaje. 4) Para el estudio de cada «mundo de víctimas» se requiere atender a dos tipos de agentes, alrededor de los cuales se constituyen dos dimensiones de análisis. Un primer tipo son las propias víctimas y/o afectados directos: estructuras de identidad y socialidad (grupos de familiares y afectados, redes de solidaridad, formas de comunidad; estrategias sociales; agencia, movilización y participación política); un segundo tipo son las instituciones que trabajan sobre esos mundos: dispositivos de gestión que intervienen sobre ellos (aparatos jurídico y legislativo, red asistencial, expertos, representaciones del mundo cultural y académico). Aun sabiendo que esto suponía un recorte de un campo, el de las víctimas, que en España es amplio, en crecimiento y ebullición, la estrategia de acercamiento a él se dibujó a partir de la selección de cuatro casos —víctimas de raíz política, víctimas de violencia de género, víctimas de accidentes de tráfico, víctimas adscritas a casos no institucionalizados—, fundamentada atendiendo a seis criterios: la causa de la victimización, el grado de institucionalización, el carácter individual y/o comunitario del fenómeno, el tipo de estructura organizativa característica, las experticias que moviliza, y las retóricas que articula. Los tres primeros son casos consolidados; el cuarto está en pleno movimiento de consolidación, in statu nascens. 1) Caso 1. Víctimas de violencia de raíz política. En un gran paquete unimos a víctimas cuyo relato se construyese, narrase y justificase en los términos de violencias que afectasen (sea por su quiebra, sea para su nacimiento) a elementos que hacen a vínculos sociales sustantivos, constitutivos del pacto social. Quisimos atender con ello a un movimiento muy reciente de desestabilización de un espacio hasta entonces de enorme estabilidad 14

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en el que las víctimas de ETA eran las únicas víctimas y que ahora se abre a otras situaciones, muchas: víctimas de ETA, víctimas del franquismo, afectados del 11-M, víctimas de la acción del Estado (torturas, violencia policial, terrorismo de Estado). 2) Caso 2. Víctimas de violencias machistas o de género. Son diferentes formas de victimización de una violencia considerada estructural: violencia en la pareja, doméstica, familiar, violaciones y abusos sexuales, trata con fines de explotación sexual, aunque finalmente el trabajo de campo con víctimas se limitó a aquellas que habían sufrido malos tratos por parte de su pareja o expareja. Son víctimas que cuentan con un alto e in crescendo grado de institucionalización, desde los años 1990/2000, y de gran protagonismo mediático, social y político, si bien este es conducido por otros, sus portavoces en varios campos, sus expertos. 3) Caso 3. Víctimas de accidentes de tráfico. Su alto grado de institucionalización, la fuerte tecnificación de su mundo, la protocolización de su medida, y la falta de auto y heterorreconocimiento, sin apenas presencia ni protagonismo en cualquier escenario público, eran los datos más llamativos de este tercer caso. Lo azaroso de la interpretación de su causa y las tensiones entre victimización y responsabilidad en el accidente constituyen también elementos interesantes para su selección. Y sobre todo la dificultad del afectado de asumir para sí ese nombre, víctima, con el que se pelea. 4) Caso 4. Otras víctimas. Son víctimas que carecen de institucionalización, que no se nombran así, que bien reclaman ese nombre, bien están en este momento encontrándose con la categoría. In statu nascens, en plena efervescencia fundadora. Se trabajó sobre todo con víctimas del robo de bebés, aunque también se hicieron entrevistas a afectados por el accidente del metro de Valencia, en 2006. Además de esta entrada al campo a través de sus casos, otra vía de acceso fue a partir de algunos ejes que recorren transversalmente todos los mundos de vida de las víctimas: 1) Genealogía de la víctima en España. El primer eje transversal buscó historizar la figura en España. Se revisó críticamente el relato transicional y el lugar de las víctimas de ETA en él. Igualmente, estudiamos documentalmente las leyes de y sobre vícti15

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mas disponibles, a nivel estatal y autonómico, desde la primera ley de víctimas del terrorismo (1999) hasta el Estatuto de la Víctima (2015). 2) La escenografía de la víctima. Las víctimas han venido ganando presencia y, con ello, se han multiplicado los lugares donde su palabra adquiere sentido, los lugares donde se muestran, declaran, testimonian denuncian o simplemente están. Los escenarios en los que trabajamos fueron tres: el espacio educativo, trabajando sobre un programa del Gobierno Vasco («Víctimas en la escuela») que organizaba testimonios de víctimas en algunas escuelas de la Comunidad Autónoma; el espacio judicial, en donde se programaron y realizaron observaciones sistemáticas en los juzgados de violencia contra la mujer; homenajes y actos públicos: homenajes a víctimas (individuales y colectivas), congresos, reuniones y manifestaciones. 3) Estética de las víctimas: barroco, cuerpo, sangre. El trabajo en este tercer eje transversal se desarrolló desde la presunción de que la víctima de España tiene características específicas, asociadas, por un lado, al uso de formas de representación de raíz barroca y, por otro, a la marca de sangre de las manifestaciones estéticas asociadas a este fenómeno. Se analizaron materiales gráficos, películas, campañas institucionales (de tráfico y de violencia de género principalmente), además de trabajar sobre los modos de la estética de raíz barroca de presentar el cuerpo cuando quiebra. 4. Un mundo de víctimas. Mapa de lectura Un objeto con tantas facetas invita a representarlo con una obra que lo respete, que le siga, que tenga su forma. Esta, en lo posible, así lo quiere y quiere ser por eso poliédrica, tanto al menos como lo que representa. Apostamos por eso por trabajar con muchos textos (veinticuatro), textos que son de tres tipos: los que derivan de la investigación de campo, la de los cuatro casos y la de los ejes transversales, textos siempre redactados por los miembros del equipo (Textos 3 al 7, 13, 16, 18 y 21); los que apuntalan aspectos, generalmente teóricos, que requieren miradas algo más especializadas, o especializadas en áreas distintas a las que están representadas en el equipo de Mundo(s) de 16

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víctimas. Para esta cuestión contamos bien con colaboraciones largas de los miembros del equipo que pescan en esos terrenos menos centrales dentro del mismo (así, la historia, Texto 8; el derecho, Texto 14; la filología y los estudios literarios, Textos 23 y 24), bien, en un formato más breve, con textos de especialistas invitados ad hoc. Dentro de este último grupo, algunas de esas miradas apuntan a dimensiones muy concretas del objeto: experticia y humanitarismo, Texto 12; leyes de víctimas, Texto 15; sociología de los juicios y sus agentes, Texto 17; cuidado y vulnerabilidad, Texto 19; y cine, Texto 22. Los otros trabajan en esta ocasión observando este objeto considerando sus dimensiones más encarnadas, esas que obligan a pensar si el ejercicio profesional dentro del campo de las víctimas es o no como cualquier otro (Textos 10, 11 y 17). Estos tres últimos textos ayudan, además, a abordar algunas posibles respuestas a preguntas que son del orden, cabe quizás llamarlo así, de lo ético: ¿cuál es la distancia justa con la víctima? ¿Cómo trabajar en equilibrio en zonas sociales —y humanas— marcadas por tanta tensión emocional? La empatía con la víctima ¿es o no una obligación o una necesidad? Esos textos se ordenan en seis bloques. El primer bloque del libro se hace preguntas que conciernen a la mirada teórica a aplicar para pensar la víctima. Tras una crítica de lo heredado (Texto 1), propone alternativas, alternativas cuya novedad está también en la forma del texto, un glosario de factura, redacción y uso muy colectivos (Texto 2). Sigue a esto la entrada al campo y a sus protagonistas, primero (Texto 3) interrogándonos sobre la posibilidad o no de pensar en una víctima y un campo de las víctimas, general y compartido por todas ellas; luego entrando a cada uno de los cuatro casos trabajados y a las singularidades de su posición en ese campo. En el centro, todavía, las que fueron dueñas del campo, las que mantienen rasgos de viejos señoríos, las más viejas de las víctimas, las de raíz política (Texto 4). Son aún para las otras la referencia, el modelo con el que compararse. El objeto de deseo incluso. No lejos de ese centro están otras, más nuevas, con menos púrpura, pero con mucha institución, muchas experticias, muchas portavocías. Son las víctimas de violencias de género (Texto 5). Ingentes, pero silentes, presentes, pero siempre o casi siempre (aunque cada vez menos) habladas por otros; más periféricas, aunque muy reconocidas, muy protocolizadas, aunque con muy poca certeza so17

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bre si está justificado para ellas el uso de la categoría de víctima, también llenas de aparatos y experticias, pero con nada de cuerpo social y escasas convicciones morales por detrás, habitan en ese campo las víctimas de accidentes de tráfico (Texto 6), individuos de cuerpos muy rotos, víctimas por eso, pero sin nombre. En los límites de ese campo, o mejor, literalmente por fuera de él pero deseando acceder a él, aspirando a sus reconocimientos, a su nombre, a sus instituciones, estructuras y expertos, a sus bienes, en fin, a todo lo que el campo contiene, hay muchos. Los bebés robados —las víctimas de ese caso— son uno de ellos (Texto 7). Los demás están dentro y habitan sus parcelas en el campo. Estos quieren entrar, concurrir a él, por donde sea. Cierra este bloque el Texto 8, una mirada sobre algunas de las claves que, en España, explican la forma que ha adoptado el campo de las víctimas: qué relatos lo fundan, en qué olvidos se apoya, por qué erigió a unas como las víctimas únicas, qué explica que otras quedaran, durante largo tiempo, fuera de la posibilidad de hacer suya esa categoría, hoy ya mucho más abierta y accesible. En los tres bloques siguientes trabajamos aspectos transversales a los distintos mundos de vida de las víctimas. El primer grupo de trabajos fija el ojo en las políticas de víctimas y, sobre todo, en los sujetos que las vehiculan. Son multitud los especialistas en víctimas, y aunque dominan los del campo del derecho, abundan por todas las disciplinas, incluidas las de los que escriben este libro ¿Por qué lugares transitan? ¿Qué moral justifica su operar técnico? ¿Qué perfiles públicos cultivan? ¿En qué genealogía cabe cuadrar las políticas de gobierno del otro cuando el otro es un sufriente? ¿Qué dimensiones alcanzan? ¿Nacionales? ¿Planetarias? ¿Técnicas y protocolarias o morales y fundamentales? A partir del trabajo de campo del equipo (Texto 9) y de contribuciones más cortas y más especializadas sobre los expertos del campo humanitario internacional (Texto 12, de Sandrine Lefranc), las singularidades del ejercicio antropológico entre víctimas (Texto 10, firmado por Francisco Ferrándiz) y la experiencia singular de trabajar con víctimas en el marco de un conjunto muy denso de políticas públicas en materia de derechos humanos (Texto 11, de Fabiana Rousseaux) es que afrontamos posibles respuestas a este género de preguntas. Un segundo grupo de textos atiende a la dimensión más institucionalizada y reglamentada de los mundos de vida de las víc18

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timas, al espacio judicial, donde se dirimen los reconocimientos y en el que se otorgan las credenciales y los nombres. Es ahí donde la identidad de víctima se pone en juego, se escenifica, compite con otras etiquetas fuertes y pelea por su territorio con el viejo ciudadano. Es mirando la historia de algunos de sus productos, las leyes, donde, además, mejor se ve lo reciente de la fecha de nacimiento del nuevo espacio de las víctimas. A esto, precisamente, atiende el primer texto (Texto 13), una mirada lega —de sociólogos, los de este equipo— sobre la evolución de las leyes sobre víctimas en España y sobre los cambios en la forma de nominar, registrar y sensibilizarse con esta figura, que se remata en 2015, con el Estatuto de la Víctima, un texto de pretensiones sintéticas, orientado ya a una víctima sin apellidos, sin adjetivos; a La Víctima. Textos ya no legos sino especializados acompañan este argumento, tanto desde el propio equipo de investigación (Texto 14), como desde fuera de él (Texto 15, de Jon Mirena Landa). La mirada socioantropológica sobre ese lugar legitimador de esta figura, las salas de juicio, regresa en el Texto 16 —sobre la puesta en escena de las víctimas de violencia de género y sobre cómo la ley crea, o ayuda a hacerlo, cierto perfil de víctima— y se remata con la contribución de Janine Barbot y Nicolas Dodier (Texto 17), que se interrogan sobre los cuadros normativos que ordenan ese cronotopo tan singular y performativo que es el espacio judicial. En esos espacios más o menos fríos —fríos por reglamentados, protocolizados, escriturados, normativos— se juegan, es obvio, cuestiones muy calientes: el dolor y su alcance, la identidad del sufriente, la vulnerabilidad y la dignidad, la reparación y sus límites... Lo humano, en efecto, es parte esencial del argumento cuando hablamos de víctimas, no ya solo porque esta figura es el sostén y la excusa de la economía moral de nuestro tiempo, sino también porque con la víctima reaparecen los más viejos debates sobre la condición humana y sus cambiantes (o no) límites. La víctima es además de otras muchas cosas, una suerte de catalizador de esos grandes debates. En el libro mostramos cómo algunos de ellos se trabajan en pequeñas escenas, como, en el caso del País Vasco, las escuelas a las que víctimas de muchos dolores acuden a testimoniar para expresar su humanidad a través de la manifestación (controlada) de un sufrimiento sensato (Texto 18). Otros de esos debates trascienden esas 19

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escenas, y tienen que ver con asuntos de verdadero calado estructural: la dignidad humana y el sufrimiento (Texto 19, de Galo Bilbao), la vulnerabilidad y el cuidado (Texto 20, que firma Pascale Molinier). El último bloque entra a un territorio ciertamente amplio y en el que realmente hay mucho que decir aún. Lo hace a partir de una pregunta que ha recorrido el proyecto desde el arranque: ¿existe una víctima específicamente española, o del sur, o hispana? Y si sí, ¿qué la distingue? La hipótesis, si llega a tal, no podemos decir que sea nula, pero sí que no ha sido probada. Aunque, eso sí, hay atisbos de ciertas afinidades electivas entre las formas de aparecer de la víctima en nuestro entorno y algunas tradiciones expresivas, que en ese amplio y poderoso contenedor que es lo barroco tienen una buena síntesis. Con la ayuda de las obras de un pintor (Florencio Alonso) y dos fotógrafos (Gustavo Germano y Clemente Bernad) exploramos los límites y posibilidades de esa hipótesis (Texto 21). Ese texto del equipo va acompañado de otros que dan vueltas alrededor de las singularidades del lenguaje de las víctimas: en un caso (Texto 23) se aborda lo particular que resulta cuando ese lenguaje se mueve dentro del registro —prohibido para otros, por ejemplo, para nosotros, los expertos, que están obligados a la circunspección y el gesto adusto— de lo cómico y lo grotesco; en otro (Texto 22), se mira a algunos productos culturales de reciente factura que en España, en la España del «nuevo espacio de las víctimas», podrían ser el reflejo de la instalación de una nueva víctima en el panorama cinematográfico local (el Texto 22, que firma Jaume Peris); o el último de los textos, que en un registro distinto al resto —a medio camino entre la autobiografía y el análisis— se pasea por el momento de construcción del relato triunfante de la transición española y por algunos de sus sacrificados (Texto 24). 5. Reconocimientos Este proyecto se desarrolló entre 2012 a 2015 gracias a la financiación del programa de investigación fundamental no orientada del por entonces llamado Ministerio de Ciencia e Innovación, hoy MINECO. Aunque honrosos, los montos asociados a estos proyectos no suelen alcanzar para los gastos de un 20

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proyecto de ciertas ambiciones, cosa que pudimos hacer gracias a otras coberturas, con las que cofinanciamos algunas de las actividades de Mundo(s) de víctimas: el grupo de investigación consolidado IT706-13 que funciona en el Centro de Estudios sobre la Identidad Colectiva de la UPV/EHU; el vicerrectorado del campus de Bizkaia y la dirección para la Igualdad, también de la UPV/EHU; y el proyecto europeo Tolerace (FP7-SSH-2009-A), con el que coorganizamos algunos seminarios. El trabajo lo desarrolló un equipo de investigación constituido para este proyecto, aunque apoyado en una red, densa, entre varios miembros del equipo, financiada y no, personal y no, sostenida a veces por relaciones previas entre los centros de los que forman parte los investigadores. El primer grupo de trabajo, sus primeros esbozos, arrancó hacia 2009 y se fue fraguando en torno a las discusiones de un pequeño equipo acerca de las posibilidades de una sociología del sufrimiento y del dolor. Esa discusión se apoyó en proyectos anteriores sobre la figura del detenido-desaparecido y sus mundos de vida en Argentina y Uruguay, a lo que se añadieron otros que ese grupo originario había desarrollado sobre vulnerabilidad y precariedad sociales dentro del Centro de Estudios sobre la Identidad Colectiva. A ese núcleo se sumaron en 2010, en el seminario, «Mundo(s) de víctimas. Los procesos de construcción social de la identidad de víctima», investigadores en temas por entonces nuevos para nosotros: la víctima pensada en relación a las nociones de vulnerabilidad, de gestión pública de la precariedad, de catástrofe natural. De las riquísimas discusiones de aquel seminario surgió una estructura temática y de investigación clásica, que distinguía entre dos, si no claves analíticas, sí ramas de trabajo, una sensible a la dimensión blanda de la vida social (la socialidad) y otra a la más dura (los aparatos). Surgió también un acrónimo imaginativo —Vict-teams—, y un equipo amplísimo en inquietudes, formaciones, edades y anclajes institucionales. Con el tiempo, la estructura temática y de investigación se ha modificado sustancialmente y el proyecto ha pasado casi a ser un programa (http://www.identidadcolectiva.es/victimasdesapariciones), que hoy prosigue a través de otros proyectos, de varias tesis, que es bastante productivo y muy colectivo. Como todos, ha tenido entradas y salidas, participaciones más o menos centrales, adscripciones formales y otras informales. Por él 21

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han pasado 22 personas, de 8 disciplinas (sociología, antropología, psicología social, historia, ciencia política, derecho, ciencias de la cultura, filología) y de 9 instituciones, con sede en cuatro Estados diferentes. Además de los que firmamos los textos de este libro, formaron parte del equipo otros investigadores, que trabajaron activamente en el trabajo de campo, las discusiones más teóricas y en algunos casos en el análisis (David Gómez, Aitzpea Leizaola, Andrés G. Seguel y Daniel Muriel). Otros, sin ser parte del equipo formalmente, han acompañado su desarrollo, sea como investigadores o colaboradores puntuales (César Oré, Fredy González, Asier Amezaga, María Santacruz, Luz Souto), sea como asesores o comentaristas (Nicolas Dodier, Francisco Ferrándiz, Sandrine Lefranc, Fabiana Rousseaux, Amparo Serrano). En diversas instancias del proyecto, sobre todo durante la realización del trabajo de campo, nos apoyamos en la colaboración de varios organismos de la sociedad civil. Su ayuda fue preciosa: SOS Bebés robados Euskadi, Todos los niños robados son también mis niños, P(A)T-AP(A)T, Haize Berria, Mujeres al Cuadrado, Ve-la Luz... Mundo(s) de víctimas ha sido y es un proyecto resultadoso: una Web bastante activa (http://victimas.identidadecolectiva.es), talleres de trabajo teóricos, un seminario permanente, tres simposios, dos seminarios internacionales, tres monográficos (Papeles del CEIC en 2012; Kamchatka. Revista de análisis cultural en 2014; Revista de Estudios Sociales en 2017), dos libros colectivos (este y otro en preparación en Iberoamericana Vervuert), más de una decena de artículos, casi todos con firma colectiva, en revistas de cierto alcance (Journal of Latin American Cultural Studies, Revista de Estudios Sociales, Pensée plurielle, Athenea digital, Política y Sociedad, Women’s Studies International Forum, Journal of Human Rights Practice, Critique Internationale, Pandora), numerosas presentaciones públicas, conferencias y congresos y un curso de posgrado que ya se ha impartido en seis universidades diferentes (Sorbonne Nouvelle, Universidad del País Vasco, Universidad Autónoma de Barcelona, Universidad de Los Andes, Universidad de Chile, Universidad de la República). Para llegar a eso hemos hecho talleres teóricos («La aproximación francesa a la víctima o los temores de la destrucción de la ciudadanía»; «La aproximación anglosajona a la víctima o 22

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cuerpos sufrientes y voces dolorosas»; «¿Existe la víctima pura? Lo humano en juego»; «Derechos humanos, trabajo experto, víctima “en situación de corte”»; «La vía española hacia la víctima») y luego un seminario permanente, con muchos invitados, llamado también Mundo(s) de víctimas. A estos invitados toca hacerles un agradecimiento especial: aportaron alimento analítico y empírico al proyecto, fueron comentaristas exigentes de nuestros resultados, sirvieron de punching balls a nuestras dudas. Fueron, por estricto orden de aparición por la Universidad del País Vasco, sede de nuestro seminario permanente: Virginia Vecchioli, UNSAM; Alejandro Castillejo, Universidad de los Andes; Estela Schindel, Universidad de Konstanz; Carolina Kobelinsky, EHESS; Danilo Martuccelli, París V-Sorbona; Robin DeLogan, University of California (Merced); Antonio Madrid, Universidad de Barcelona; Nicolas Dodier, GSPM-EHESS; Isabel Piper, Universidad de Chile; Ricard Vinyes, Universidad de Barcelona; Gérôme Truc, Universidad de Versailles; Jaume Peris, Universitat de València; Elisabeth Anstett, CNRS; Jon Mirena Landa, UPV/EHU. Un momento de condensación muy singular, divertido y placentero pese a la densidad y el color de los temas, fue el seminario «Sangre y filiación en los relatos del dolor», que el equipo coorganizó junto al proyecto ERC Narratives of Terror and Disappearance, dirigido por Kirsten Mahlke en la Universidad de Konstanz. A todo eso se agregó el seminario con el que cerramos el proyecto en septiembre de 2015, un verdadero aquelarre de ideas, perspectivas, posiciones de enunciación, imágenes... De él participamos todos los miembros del equipo que firman textos en este libro, también los que nos acompañan aquí con sus trabajos, más Amparo Serrano, María Naredo e Imanol Zubero, a los que agradecemos desde aquí sus comentarios y aportes. A lo largo de todo este tiempo algunos amigos y colegas han ayudado a sostener este conjunto de cosas de manera muy especial: Ignacio Irazuzta y David Gómez mientras pudieron estar, y desde el principio hasta más allá del final, María Martínez, con la que trabajar es un enorme privilegio. Viloria y Montevideo, octubre de 2016

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Referencias citadas CHAUMONT, J.-M. (1997): La concurrence des victimes. Génocides, identité, reconnaissance. París: La Découverte. FASSIN, D. (2010): La raison humanitaire. Une histoire morale du temps présent. París: Gallimard-Seuil. GATTI, G. (2013): «Moral techniques. Forensic anthropology and its artifacts for doing good». Sociología y Tecnociencia/Sociology and Technoscience, 31: 12-31. — e I. IRAZUZTA (en prensa): «El ciudadano-víctima. Expansión, apertura y regulación de las leyes sobre vidas vulnerables (España, Siglo XXI)». Athenea digital. IRAZUZTA, I. y Mª MARTÍNEZ (coords.) (2014): De la identidad a la vulnerabilidad. Barcelona: Bellaterra. IZQUIERDO, J. (2015): «“Laissez les morts enterrer leurs morts”. Récit de rédemption et subjectivité dans l’Espagne post-franquiste». Pandora. Revue d’études hispaniques, 14. PAUGAM, S. (ed.) (1996): L’exclusion, l’état des savoirs. París: La Découverte. SÁNCHEZ-CARRETERO, C. (2006): «Trains of Workers, Trains of Death». En VV.AA., Spontaneous Shrines and the Public Memorialization of Death. Nueva York: Palgrave: 333-347. SIMMEL, G. (1998): Les pauvres. París: PUF. WIEVIORKA, M. (2012): La violence. París: Pluriel.

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ÍNDICE

PRESENTACIÓN. Un mundo de víctimas, por Gabriel Gatti ..........

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HERRAMIENTAS TEÓRICAS TEXTO 1. La teoría heredada para pensar la víctima. Insuficiencia, nostalgia y negación, por Gabriel Gatti .......... TEXTO 2. Glosario para la nueva víctima, por Equipo de investigación Mundo(s) de víctimas ...............

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EL MUNDO DE LAS VÍCTIMAS EN ESPAÑA (Y MÁS ALLÁ) TEXTO 3. El campo de las víctimas. Disensos, consensos e imaginarios compartidos en el nacimiento del ciudadano-víctima, por Gabriel Gatti y María Martínez ........ TEXTO 4. Víctimas de raíz política (las dueñas del campo y del nombre), por Gabriel Gatti ............................................ TEXTO 5. Víctimas de violencia de género (las víctimas habladas), por David Casado-Neira y María Martínez ........... TEXTO 6. Víctimas de accidentes de tráfico (las víctimas que no lo son), por María del Carmen Peñaranda-Cólera y Martí Oliver-Mora (con la colaboración de Andrés G. Seguel) .................................................................................... TEXTO 7. Bebés robados (víctimas que desean serlo), por Gabriel Gatti y Sandrine Revet ......................................... TEXTO 8. ¿Víctimas sin victimismo? Por una memoria elaborada del genocidio franquista, por Jesús Izquierdo Martín ....................................................................................

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ENTRE EXPERTOS Y ADMINISTRACIONES TEXTO 9. El gobierno de las víctimas. Instituciones, prácticas técnicas y oficios que hacen (a) las víctimas, por Ignacio Irazuzta y Gabriel Gatti ....................................... TEXTO 10. Entre víctimas: investigando las exhumaciones de las fosas comunes de la Guerra Civil en la España contemporánea, por Francisco Ferrándiz .............................. TEXTO 11. Las víctimas del terror de Estado en el marco de las Políticas Públicas de Reparación, por Fabiana Rousseaux .......................................................... TEXTO 12. Ejercer el oficio de especialista en justicia transicional, por Sandrine Lefranc .........................................

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LA VÍCTIMA ANTE LA LEY TEXTO 13. Leyes sobre víctimas en España: los ciudadanos de vidas vulnerables, por Gabriel Gatti e Ignacio Irazuzta .... TEXTO 14. El regreso de la víctima en la evolución del sistema penal, por Ramón Sáez Valcárcel .............................. TEXTO 15. Leyes de víctimas y derecho penal: simetrías y asimetrías con especial atención a la violencia política, por Jon-Mirena Landa Gorostiza ............................................ TEXTO 16. La víctima en escena: una etnografía en los juzgados de violencia contra la mujer, por Gabriel Gatti, María Martínez y Sandrine Revet ........................................... TEXTO 17. Las víctimas a juicio, por Janine Barbot y Nicolas Dodier .....................................................................

243 259

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281 296

LO HUMANO VULNERADO Y LA EDUCACIÓN MORAL Texto 18. Las víctimas en la escuela vasca: iniciativas políticas para una «educación sentimental», por Ignacio Irazuzta, Silvia Rodríguez Maeso y Adriana Villalón ............................. Texto 19. Inocencia y reconocimiento, Galo Bilbao Alberdi ....... Texto 20. Cuidado, vulnerabilidad, víctima. Elementos para una problemática psicosocial, por Pascale Molinier ..............

309 331 340

ESTÉTICA Y LENGUAJE DE LAS VÍCTIMAS TEXTO 21. La víctima y la cultura barroca, por Josebe Martínez y David Casado-Neira .............................................................

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TEXTO 22. Relatos culturales de la víctima, por Jaume Peris Blanes ..................................................................................... TEXTO 23. La autoridad de la víctima. Lo cómico y la violencia, por António Sousa Ribeiro ..................................................... TEXTO 24. La Transición española y sus víctimas, por Josebe Martínez ................................................................

370 384 395

ANEXO. Actividades de investigación ..........................................

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AUTORES .......................................................................................

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