La Voz de la Esfinge - Número 13

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contenido Antecámara

Alejandría

Doble horizonte

Meridianos y paralelos Antonio Porta versión de Ernesto Lumbreras 4

Mininovela Alexandra Berkova versión de Elena Buixaderas 21

Dos poemas Roxana Elvridge-Thomas 26

Tres poemas Lokenath Bhattacharya versión de Fraçoise Roy 10 Poemas Wendy Cope versión de Antonio Marts 14

Poema Mario Bojórquez 28 Ex libris III: sueño Juan Armando Rojas 29 Variaciones sobre el cuerpo destruido Nadia Contreras 30 Francesca Cristina Preciado 32 Arideces Enrique Kleinberg 33

Memorial Day Fernando de la Cruz 34 Poema José Antonio Neri Tello 35 Soledad urbana Alejandro Franco Téllez 36 Poema Marco Antonio Gabriel García 37


Heliópolis

Ilustraciones

De Bartleby Gabriel Barrón 43

Folé

La perspectiva mítica de Marcel Schwob Harriet Quint 49 La trastienda Mutismo absoluto Luis García 54 Baños de pureza de Ulises Zarazua César López Cuadras 56 Santa ira Rafael Medina 60

Revista de Literatura Año iii • Número 13 Segunda Época enero-marzo de 2003 Directora Isabel Jazmín Ángeles Editor Antonio Marts Consejo Editorial Hilda Figueroa, David Flores, Rafael Medina, Brahiman Saganogo, Luis Martín Ulloa, Elizabeth Vivero

Eduardo Fonseca, Folé Ciudad de México 1966. Estudió periodismo y artes plásticas en la uag. Tomó clases con Ramiro Torreblanca, Jesús Mata Espinoza, Jesús Camacho y Jesús Carrillo Tornero. Ha participado en diversas exposiciones individuales y colectivas nacionales e internacionales entre las que destacan la del Museo de Arizona, la Galería de Arte Moderno, el Museo Linares de Nuevo León y el Instituto Cultural Cabañas. Ha recibido diversos premios como el Prmier Invitado Latinoamericano en el Museo Heard de Arizona, el Premio Nacional de Ilustración del Centro Nacional de las Artes en el d.f., el Premio Estatal de Ilustración del Museo del Periodismo y las Artes Gráficas en Guadalajara. Ha dictado diversas conferencias en Arizona.

Consejo Honorario Luis Armenta Malpica, Carlos Maldonado León Plascencia Ñol Corresponsales chiapas Tanya de Fonz, Marco Fonz de Tanya colima Nadia Contreras cuernavaca Ricardo Venegas mérida Fernando de la Cruz tlaxcala Berenice Huerta Bazan, Jair Cortes xalapa Judith Santopietro Diseño Editorial Paraíso Perdido Imagen portada Folé REVISTA ELECTRÓNICA Editorial Paraíso Perdido Correspondencia y colaboraciones Apartado Postal 39-37 c.p. 44171 Guadalajara, Jalisco, México. Teléfonos 36 13 07 01 / 35 63 01 07 Fax 35 63 01 07 correo electrónico: isabel_jazmin@hotmail.com, antonio_marts@hotmail.com

Esta revista cuenta con el apoyo de la Beca «Edmundo Valadés»


Antecámara traducción

Meridiani e paralleli 1 L‘esplosione dell‘albero, estate, il castello carico di storia: la passeggiata del granduca, libri, umanisti; cani corrono il gran parco, un alterco piú dietro... Per la strada al passaggio impietri dela giovane musa, ostinato l‘inseguí, poi, sicuro di non raggiungerla. Tentò un camion di travolgerlo, sparí al di lá del traffico e una ferita nel dolente capo atraversato da un‘escavatrice. È vero, raggiungere voleva il filo dell‘Adriatico e scovare lí notizie como chi di una nuvola scruta la trascrizione di sé. Sembrò per un momento l‘appagasse il mare di tulipani, il prato del castello tenuto verde al matino dove di sé tutto obliò. L‘autore del delito rimase sconsciuto: e la sega partendo di fianco riesce a lacerare, il tutto abbandonando nell‘ombra. 4


Antonio Porta versión Ernesto Lumbreras

Meridianos y Paralelos 1 La explosión de un árbol, verano, el castillo cargado de historia: el paseo del granduque, libros, humanistas; perros que corren por el inmenso parque, más atrás un altercado... Por la calle del pasaje, se paralizó ante la joven musa, obstinado, le persiguió luego, seguro de no alcanzarla. Un autobús estuvo a punto de arrollarlo, más allá del tráfico desaparecía con una herida en su doliente cabeza atravesada por una escarbadora. Es verdad, quería alcanzar el hilo del Adriático y descubrir ahí los acontecimientos como quien en una nube escruta la transcripción de sí mismo. Parecería por un momento satisfecho por el mar de tulipanes, el prado del castillo quedaba verde en la mañana donde se olvidó de sí mismo. El autor del delito quedó sin conocerse: y la sierra cortaba de lado logrando lacerar, y todo abandonando en la sombra. 5


2 Salito a bordo si avvia: senza intoppi il motore lo conduce nell‘aria di un aperto mare trapassato da alti pali di ronzanti telegrafi. Fermo ad ascoltare. L‘onda leggere risciacqua. Ormai in navigazione, coperto di sale, prosegue e pensa intanto a una terra como l‘antico folle scopritore: d‘alberi nuovi si vela l‘orrizonte, di ali. Galleggiano gusci scagliati da un vento. E là doveva giungere e approdare? Eretta nell’isola rapidamente una tenda, visse per anni, impazzito. Sparsi, attorno, cadaveri a migliaia, di pappagalli. •

Antonio Porta Milán, Italia, 1935. Pertenece al Gruppo 63. Sus libros, entre otros, La palpebra rovesciata, Aprire, I rapporti, Cara y Metropolis.

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2 Abordo se encamina: sin obstáculos el motor lo conduce en el aire de un mar abierto, traspasado de altos postes de telégrafos susurrantes. Me detengo a escuchar. La onda ligera se aclara. Ahora ya en navegación, cubierto de sal, prosigue y piensa en tanto en una tierra como la del antiguo y loco descubridor: de árboles nuevos se oculta el horizonte, de alas. Flotan cáscaras que lanzaste al viento. ¿Allá debió llegar y atracar? Levanta en la isla rápidamente una tienda, enloquecido, vivió por años. Esparce, alrededor, cadáveres, por millares, de papagayos. •

Ernesto Lumbreras Ahualulco de Mercado, Jalisco, 1966. Entre otros obtuvo el Premio de Poesía Aguascalientes en 1992. Entre sus libros publicados destacan Clamor de agua (feta, 1992), Espuela para demorar el viaje (Joaquín Mortiz, 1993) y El cielo (fce/Universidad de Guadalajara, 1998). Junto con Eduardo Milán realizó la antología de poesía hispanoamericana Pristina y última piedra (Aldus, 1999) y con Hernán Bravo Varela la muestra de poesía mexicana El manantial latente (conaculta, 2002).

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Lokenath Bhattacharya versión Françoise Roy

Un monde Que vas-tu devenir à présent ? Ou plutôt, que veux-tu devenir ? Quelles douceurs souhaites-tu goûter? Quel paysage rêves-tu de contempler? Toute une part de terre est étale et t’attend, comme un tissu de coton blanc – qui n’est pas le vêtement des veuves, non, mais l’habit spécialement destiné à recevoir ton corps vierge. Sur ce blanc, je peux imprimer des fleurs si tu le souhaites. Dis-moi lesquelles tu aimerais voir, et de quelles couleurs, et en quels endroits. J’ai à portée de main tout ce dont j’ai besoin. Nul outil ne me manque. Je suis prêt. Je n’attends plus que ta commande. Sache qu’ici, tout est plein de cette attente : la chambre, le mur, les meubles, et mon regard fixant le vide. Tout cela tisse un même coton blanc, en attente de fleurs et de figures imprimées. Je n’ai pas encore labouré ma part de terre. Je ne l’ai pas plantée d’arbres. Je n’y ai pas creusé les fondations d’une demeure. Sur cette part de terre on ne trouve que la terre, féconde et vierge infiniment, pure latence de fertilités que rien n’engrosse ni ne moissonne. On trouve aussi cet instant suspendu à la cime de l’air – que les lois de la gravitation même ne parviennent pas à rappeler à notre sol hospitalier – et que nul vent ne fait balancer. Tu vois, tout ici compose un monde, et ce monde ami t’interroge sans cesse du regard, attendant que tes lèvres bougent et formulent un mot, un désir, ou simplement un son, d’une voix basse à la limite du silence. •

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Un mundo ¿Que vas a ser ahora? O más bien, ¿qué quieres ser? ¿Qué dulzuras anhelas probar? ¿Qué paisajes sueñas con atisbar? Todo un trozo de tierra está quieto y te espera, como una tela de algodón blanco – que no es la vestimenta de las viudas, no, sino el atuendo especialmente destinado para recibir tu cuerpo virgen. Sobre aquel blanco, puedo estampar flores si así lo deseas. Dime cuáles te gustaría ver, y de qué color, y en qué lugar. Tengo al alcance de la mano todo lo que necesito. Ninguna herramienta me falta. Estoy listo. Sólo espero tu pedido. Ten presente que aquí, todo está lleno de aquella espera: la alcoba, las paredes, los muebles, y mis ojos mirando fijamente el vacío. Todo aquello teje un mismo algodón blanco, en espera de flores y figuras estampadas. No he arado aun mi trozo de tierra. No he plantado árboles allí. No he escarbado para colocar los cimientos de una morada. Sobre este trozo de tierra uno sólo halla la tierra, infinitamente fecunda y virgen, puras fertilidades en estado latente que nada preña ni siega. Uno halla también ese instante suspendido en la cima del aire —que las leyes de la gravitación misma no logran llamar de vuelta a nuestro suelo hospitalario— y que ningún viento mece. Ves, todo aquí compone un mundo, y ese mundo amigo te interroga sin cesar con la mirada, esperando que tus labios se muevan y formulen una palabra, un deseo, o simplemente un sonido, en voz baja rayando con el silencio. •

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La lettre Cette force au poignet, qui même infime persiste, est-elle vraiment décisive ? Est-ce donc elle seule qui fit apparaître, en deux secondes, ce paysage et cette musique ? Ce matin, comme les premiers vents doux se font subrepticement sentir à la fin de l’hiver, un frisson de crainte indécise et de joie mêlées court le corps. D’où vient cette force au poignet ? De qui ? De quoi? Paysage ou musique, ce qui apparaît se dessine sur la page blanche, égrène sa poignée de signes comme une procession dérisoire de fourmis, puis se déploie peu à peu, gagne les quatre coins de la pièce jusqu’à faire tenir, dans cet espace étroit, toute une terre d’hommes. Ce qui gisait à l’intérieur émergea – envahit le dehors. De ce déferlement de formes, quelques-unes, rares, sont peut-être réelles – mais la majeure partie d’entre elles ne sont jamais qu’imaginées. Quant à l’autre monde, celui qui commence au seuil de la chambre et s’étend dans toutes les directions possibles de l’immensité qui l’entoure, jusqu’à se fondre en l’infini des espaces stellaires – doit-il aussi son propre déploiement cosmique à la simple impulsion de quelque chose ou de quelqu’un ? Par exemple, à cette petite force dans le poignet ? Et ce monde, en quelles proportions est-il réel, quelle est sa part imaginée ? Écoutes-moi, mon esprit. Ces questions ne sont que quelques vagues dans un océan. Elles roulent pour finir sur le sable qui les boit. Donne-moi l’amour. Donne-moi la vision d’un instant, l’extase lapidaire et tendre. Donne à voir enfin cette lettre naissante. •

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La carta Esta fuerza en la muñeca, que aun ínfima persiste, ¿es realmente decisiva? ¿Sólo es ella la que hizo que apareciera, en dos segundos, este paisaje y esta música? Hoy en la mañana, como los primeros vientos tibios se dejan sentir subrepticiamente a finales del invierno, un escalofrío de temor indeciso y de alegría mezclados corre por el cuerpo. ¿De dónde viene esta fuerza en la muñeca? ¿De quién? ¿De qué? Paisaje o música, lo que aparece se dibuja sobre la página en blanco, desgrana su puñado de signos como una procesión irrisoria de hormigas, para luego desplegarse poco a poco, y alcanzar las cuatro esquinas del cuarto hasta que quepa, en este exiguo espacio, toda una tierra de hombres. Lo que yacía dentro emergió – invadió lo de afuera. En esas formas que fluyen en tropel, algunas, raras, tal vez son reales – pero la mayoría no son sino imaginadas. En cuanto al otro mundo, el que comienza en el umbral de la alcoba y se extiende hacia todos los rumbos posibles de la inmensidad circundante, hasta fundirse en lo infinito de los espacios estelares – ¿debe también su propio desplegar cómico al simple impulso de algo o de alguien? Por ejemplo, ¿a esta pequeña fuerza en la muñeca? En este mundo, ¿en qué proporciones es real, cuál es su parte imaginada? Escúchame, espíritu mío. Esas preguntas no son sino olas, unas cuantas olas en el océano. Ruedan para acabar en la arena que las bebe. Dame el amor. Dame la visión de un instante, el éxtasis lapidario y tierno. En fin deja ver esta carta que nace. •

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Fardeau Voici la brèche, le vide, l’arrivée. Si j’avance ou recule ne serait-ce que d’un pas, il est certain que cela déclenchera aussitôt tout le reste : la vapeur, le fardeau, le souvenir, les aléas du paysage et ainsi de suite. Mais combien de temps puis-je rester ici sans avancer ni reculer? La vapeur de mon souffle se condensera jusqu’à remplir la cruche d’eau. D’un instant à l’autre, les hordes du souvenir et de l’imagination lanceront à l’assaut leur armée redoutable. Ces soldats sous leurs casques, le sabre au clair, ont une allure terrible. Je vais donc rester ici à m’abstenir immobile, sans l’esquisse du moindre geste, exposant ma poitrine aux coups du hasard, dans un total abandon ? Je murmure en silence une phrase sans mots : tant que dure ce qui est, ce qui est me suffit. Je regarde et ne regarde pas la cabane, la natte, la chambre dans son ordre familier. J’entends sans l‘entendre la fervente aimée, qui près de moi marmonne sa prière. Ici ce sont des riens accumulés : ce vide qui déborde, la chambre où je suis, le ciel dehors. Un vent souffle et ne souffle pas. Chacun reste et ne reste pas à sa place. Les corps, les membres sont intacts – mais ils ne pèsent rien. Voici déjà l’armée terrible de retour ! Elle m’enrôlera, m’emportera sans tarder, je le sais, dans le puissant courant de son fleuve. Je veillerai seulement à ne pas transformer en souvenir ce moment que j’ai passé dans la brèche, car le souvenir est toujours un fardeau. • Lokenath Bhattacharya Bhatpara, Bengala, 1927-2001. Estudió letras en Vishva Bhanti, después en Calcuta y en París. Es el poeta de la India, de lengua bengalí, más traducido al francés después de Tagore. Ha publicado más de una treintena de libros, y traducido poetas como Rimbaud y Michaux. Ha escrito también novelas, y su obra se ve muy influida por la mitología hindú y las tradiciones de la India.

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Carga He aquí la brecha, el vacío, la llegada. Si avanzo o retrocedo, sólo sería un paso, seguramente desencadenará enseguida todo el resto: el vaho, la carga, el recuerdo, los riesgos del paisaje, y así sucesivamente. Mas ¿cuánto tiempo puedo quedarme aquí sin avanzar ni retroceder? El vaho de mi aliento se condensará hasta llenar el cántaro de agua. De un momento para otro, las hordas del recuerdo y de la imaginación soltarán su temible ejército. Esos soldados bajo sus cascos, con el alfanje desenvainado, tienen un cariz terrible. ¿Entonces voy a quedarme aquí absteniéndome, sin esbozar el más mínimo gesto, exponiendo mi pecho a los golpes del azar, en un total abandono? Susurro en silencio una frase sin palabras: en cuanto dure lo que es, lo que es me basta. Miro y no miro la cabaña, la estera, la alcoba en su orden familiar. Escucho sin oírla la ferviente amada, quien farfulla su oración, cerca de mí. Aquí son nimiedades acumuladas: este vacío que se desborda, la alcoba donde estoy, el cielo afuera. Un viento sopla y no sopla. Cada uno se queda y no se queda en su lugar. Los cuerpos, las extremidades están intactas – pero no pesan nada. ¡He aquí que el terrible ejército está de regreso! Me enrolará, me llevará sin tardar, lo sé, en el poderoso caudal de su río. Sólo procuraré no transformar en recuerdo ese momento que pasé en la brecha, porque el recuerdo siempre es una carga. •

Françoise Roy Québec, Canada 1959. Ha sido aprobada por la Sociedad de Traductores de Québec de la Université de Montreal como traductora certificada y obtuvo el Premio Nacional de Traducción Literaria en Poesía en 1997, otorgado por el inba. Tiene publicado el libro Nieblas del estío (Conexión gráfica, 1998).

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Wendy Cope versión Antonio Marts

Bloody Men Bloody men are like bloody buses— You wait for about a year And as soon as one approaches your stop Two or three others appear. You look at them flashing their indicators, Offering you a ride. You’re trying to read the destinations, You haven’t much time to decide. If you make a mistake, there is no turning back. Jump off, and you’ll stand there and gaze While the cars and the taxies and the lorries go by And the minutes, the hours, the days. •

The orange At lunch time I bought a huge orange— The size of it made us all laugh. I peeled it and share it with robert and Dave— They got quarters and I had a half

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Hombres sangrientos Los hombres sangrientos son como autobuses sangrientos— Esperas alrededor de un año y tan pronto uno se aproxima a tu parada otros dos o tres aparecen. Los miras con sus indicadores destellando, ofreciéndote un viaje. Estás tratando de leer los destinos, no tienes mucho tiempo para decidir. Si cometes un error, no hay retorno. Detente, y permaneceras ahí con la mirada fija mientras los carros y los taxis y los camiones pasan y los minutos, las horas, los días. •

La naranja A la hora del almuerzo compré una enorme naranja —su tamaño nos hizo a todos reír. La pelé y compartí con Robert y Dave —Ellos obtuvieron cuartos, yo la mitad.

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And that orange, it made me so happy, as ordinary things often do Just lately. The shopping. A walk in the park. This is peace and contentment. It’s new. The rest of the day was quite easy. I did all the jobs on my list And enjoyed them and had some time over. I love you. I’m glad I exist. •

Publishers Five happy publishers, Going through a door. One met an author And then there were four.

Two happy publishers, Having lots of fun. An author won a major prize And then there was one.

Four happy publishers, Out on a spree. Someone had to pay the bill And then there were three.

One happy publisher, Radiant as the sun. The winner found an agent, and then there were none. •

Three happy publishers, Nothing much to do. A big fat manuscript arrived And then there were two.

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Y esa naranja, me hizo tan feliz, como las cosas ordinarias a menudo lo hacen sólo últimamente. Las compras. Una caminata en el parque. Esto es paz y satisfacción. Es nuevo. El resto del día fue bastante sencillo. Hice todos los pendientes de mi lista y los disfruté y tuve un poco de tiempo de sobra. Te amo. Estoy alegre de existir. •

Editores Cinco felices editores, atravesaron por la puerta. Uno conoció a un autor y entonces quedaron cuatro.

tienen toneladas de diversión. Un autor ganó un gran premio y entonces uno quedó.

Cuatro felices editores, salieron a una reunión. Alguien tenía que pagar la cuenta y entonces quedaron tres.

Un feliz editor, radiante como el sol. El ganador encontró un agente, y entonces ninguno quedó. •

Tres felices editores, no mucho que hacer. Un enorme y gordo manuscrito llegó y entonces quedaron dos. Dos felices editores, 17


The uncertainty of the poet The Tate Gallery yesterday announce that it had paid L1 million for a Giorgio de Chirico masterpiece, The uncertainty of the poet. It depicts a torso and a bunch of bananas (Guardian, 2 April 1985)

I am a poet. I am very fond of bananas. I am bananas I am very fond of a poet. I am a poet of bananas. I am very fond, A fond poet of ‘I am, I am’— Very Bananas Fond of ‘Am I bananas, Am I?’ — a very poet. Bananas of a poet! Am I fond? Am I very? Poet bananas! I am. I am fond of a ‘very’. I am very fond bananas Am I a poet? • Wendy Cope Erith, Kent, Inglaterra. En 1987 recibió el Cholmondeley Award de poesía y en 1995 el premio Michael Braude que otorga la Acadamia Americana de las Artes. Estos poemas están tomados de su libro, Serius Concerns (Faber and Faber, 1992).

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La incertidumbre de un poeta El día de ayer la Tate Gallery anunció que habí a pagado un millón de libras esterlinas por la obra maestra de Giorgio de Chirico, La Incertidumbre de un poeta. En la pintura se observa un torso desnudo y una penca de plátanos. (El Guardian, 2 de abril de 1985)

Soy un poeta. Estoy muy apasionado con los plátanos. Soy los plátanos. Estoy muy apasionado con el poeta. Soy el poeta de los plátanos, Estoy muy apasionado, Un apasionado poeta del Yo soy Yo soy —Muy plátanos, Apasionado con ¿Soy yo plátanos, soy?— un muy poeta. ¡Plátanos de poeta! ¿Apasionado soy? ¿Soy muy? ¡Poeta de plátanos! Yo soy. Estoy apasionado de un muy. Soy apasionado muy de los plátanos ¿Un poeta soy? • Antonio Marts Guadalajara 1976. Tiene publicado el libro Antes de estar (Fondo editorial tierra adentro, 1998).

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Alejandría narrativa

Mininovela La naturaleza nos pone en el camino nuestra estulticia como una trampa. G. Greene

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C

uando papá y mamá se encontraron dijeron, hacía tiempo que no nos veíamos, ¿qué haces?. Y mamá dijo, creo que tengo que casarme. Y papá dijo, ¿por qué tienes? y ¿por qué crees?, y mamá dijo, tengo, porque no quiero y creo, porque creo que lo voy a hacer. Y papá dijo, el matrimonio es una institución superada, vamos al cine. Y mamá dijo, eres muy amable pero no tengo tiempo. Y fueron. Y a la semana mamá dijo, venga vamos a tomar algo, soy una cobarde y me escondo de Karel y no aguanto lo cobarde que soy. Y a la semana pasó el

examen de fin de carrera y dijo, qué alivio, no salgo con nadie y papá dijo, debe haber algún error, sales conmigo. Y al mes mamá dijo, ¿dónde has estado? he estado buscándote, y papá no dijo, nada y después, estuve en la casa de campo con mi niña. Mamá enmudeció y después dijo, quería enseñarte una cosa, y sacó un calendario. Y papá lo miró y dijo, hay que hacer algo con esto. Y mamá dijo, tú haz lo que quieras, amigo, y se levantó. Papá dijo, ya he terminado con ella, y mamá dijo, no tenías por qué tomarte molestias y salió. Después marcó


Alexandra Berkova versión Elena Buixaderas

un número y dijo, hola Jarda vamos a tomar algo y él dijo, por ti lo que haga falta, amor eterno, y fueron. Él dijo algo y miró a mamá y mamá se sonrió y él dijo, chica, qué mal te veo, compramos una botella y vamos a mi casa. Y mamá dijo, soy idiota perdona que te haya llamado, soy una tremenda idiota. Y él dijo, piénsatelo, y mamá dijo, me siento fatal por fuera y por dentro, no te enfades. Y salió a llorar. Después se fue a casa y delante de la puerta estaba papá, y estornudó y dijo, no deberías callejear por la noche o nuestra hija se nos

enfriará. Y mamá dijo, no te preocupes, y papá dijo, venga no te enfades, los dos somos ya adultos. Y mamá dijo, a ti te queda un rato hasta que lo seas y puedes estar tranquilo sólo te he puesto a prueba. Y papá dijo, qué tonta más grande eres, es una pena que no me haya dado cuenta antes, y se fue. Mamá estaba de pie delante de casa y empezó a llover. Después fue a llamar por teléfono y dijo, hola Zdena, por favor préstame alguna ropa de Honzik, voy a ser madre soltera. Y Zdena dijo, estás loca, voy a tu casa, llegó y dijo, ¿por qué lo has maltratado así? y

mamá dijo, porque no sabe lo que hace y es mejor cuidar de un niño que de dos. Zdena habló mucho y mamá dijo, no me compadezcas, me las arreglaré, y Zdena dijo, no te compadezco, compadezco a la criatura, viviendo en esta habitación con baño en el pasillo, te estás sobrevalorando. Y mamá dijo, si esta es tu ayuda muchas gracias, y Zdena dijo, eres más bien una egoísta que una loca, y se marchó. Llovía sin parar y a mamá le costó mucho dormirse y por la mañana llegó tarde a trabajar. A la semana llegó una señorita de unos veinte años y dijo, Petr me quiere a mí. Y mamá

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dijo, felicidades aunque no me interesa en absoluto. Y ella dijo, Petr dice que os vais a casar, pero sé que no es verdad, yo lo conozco, llevamos saliendo juntos medio año. Y mamá dijo, comprendo que te parezca muchísimo tiempo, pero sigue sin interesarme. Y ella dijo, me envidias porque tienes casi treinta pero no me vas a quitar a Petr. Y mamá dijo, no, porque ni siquiera lo intento, y salúdalo de mi parte, y abrió la puerta. Después encendió un cigarrillo y alguien llamó a la puerta y apareció papá y dijo, no fumes que se nos va a asfixiar la hija ahí donde está. Y mamá, dijo, no hagas sufrir a tu adolescente, la alcanzarás en las escaleras. Y papá dijo, la ha mandado mi madre, le dije que nos íbamos a casar. Y mamá dijo, de eso no sé nada, y papá dijo, justamente vengo a decírtelo, mamá tomó aire y papá dijo, he hablado con Zdena, mamá tomó aire, y papá dijo, puedes estar contenta, casi estropeas todo con tus tonterías. Mamá dijo, esto es cosa mía y no quiero nada de ti. Y papá dijo, otra prueba más de que estás loca, por eso mismo tengo que estar cerca de mi hija. Y mamá dijo, no tienes nada que hacer, y va a ser niño. Después hablaron largo rato y mamá dijo, y ¿qué va a pasar a partir de ahora?, y papá dijo, a partir de ahora todo será normal, y mamá dijo, no tengo vestido. Después fue a casa y dijo, voy a casarme, y la abuela dijo, casada ya estuviste una vez. Mamá dijo, estoy embarazada, la abuela dijo, como quieras, el abuelo dijo, con Dios, y se marchó. Y mamá dijo, bueno adiós, nos casamos en julio, ya os mandaré la

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invitación, y se fue. A la semana papá estaba tumbado en el suelo y dibujaba y dijo, hay que instalar el gas y el agua y poner una ducha, tenemos mucho que hacer hasta diciembre. Y mamá dijo, ¿crees que cabremos aquí? y papá dijo, si no es una niña muy grande sí. Y mamá dijo, en realidad no nos conocemos, qué raro que no esté asustada. Y papá dijo, no hay nada raro en ello porque no muerdo y para conocernos tenemos un montón de tiempo. Mamá le dio un beso y dijo, te quiero, tengo suerte de haberte encontrado. A la semana alguien llamó a la puerta y apareció Karel, se sentó y dijo, espero no interrumpir, estás estupendamente, y le ofreció a mamá un cigarrillo. Y mamá dijo, gracias, no fumo, ¿necesitas algo?. Él dijo, sólo quería verte, mamá callaba y él dijo, he oído que sales con alguien, espero que no sea nada serio, mamá callaba y él dijo, ten cuidado, alguien como tú no debería agriarse en el fogón, y mamá dijo, no es serio, es alegre, espero un hijo y voy a casarme. Él dijo, eres una ingenua, engendrar niños lo hacen


hasta los conejos, pero especialistas en tu campo hay pocos. Después dijo, te busco un médico y arreglamos lo nuestro, y mamá dijo, gracias pero no quiero. Y él dijo, sé que no soy siempre agradable pero debes comprender cuantas preocupaciones tiene un hombre co-mo yo, no tengo tiempo para romanticismos. Mamá callaba y él dijo, tengo los nervios destrozados porque siempre lo tengo que hacer todo solo y no puedo ser siempre agradable, esto lo tienes que entender para eso te tengo. Mamá dijo, no me tienes, y él dijo, no seas tonta como conmigo no vas a estar con nadie más y no te hagas de rogar, no me gusta, tú sabes que no me gusta. Mamá dijo, lo sé, y él dijo, ¿lo ves? quiero tener las camisas limpias y no soy capaz de comer de lata porque mi mujer está escribiendo una novela. Y mamá dijo, has dicho algo del fogón y él dijo, no me tomes al pie de la letra, siempre me tomas al pie de la letra y eso me cabrea, así que no me cabrees y deja esa aventura que tienes, estoy dispuesto incluso a hacer desaparecer a ese desagradable

incidente. ¿Ves? otra preocupación, y encendió un cigarrillo. Mamá dijo, ¿cómo es posible que te aguantara casi dos años? y él dijo, no, yo te aguanté a ti y estoy dispuesto a aguantar más porque te necesito, lo reconozco, te necesito. Pero no te hagas de rogar, tampoco es que seas un tesoro y podría encontrar un repuesto tranquilamente, aunque eso supone más dinero y más tiempo. Mamá dijo, puaj. Él dijo, no te hagas la sensiblera, no te funciona, sólo llamo a las cosas por su nombre y estoy dispuesto a ocuparme de ti, llámalo si quieres amor. Y mamá dijo, no se me ocurriría ni en sueños, lárgate. Y el dijo, como quieras, pero entonces no olvides que las vacaciones en Yugoslavia las pagué yo y me debes cuatro mil coronas. Y mamá dijo, qué suerte tengo, te daré el dinero, largo. Y el dijo, eres sólo una vulgar maruja, no entiendo como de alguna manera te pude querer, sin embargo te deseo un parto fácil, y se fue. Y mamá lloraba y se reía y llamó a papá y papá dijo, es un cerdo, me prometió que no iba a venir a verte, estuvo anteayer. Y mamá dijo, cariño hoy en vez de limpiar vamos a ir a cenar, a nuestro hijo le apetece un entrecot. Y papá dijo, para nuestra hija lo que haga falta, aunque ya que estamos en ello, igual viene mi madre. Y mamá dijo, ah. Papá dijo, sé indulgente con ella, siempre ha deseado encontrarme una novia, y nosotros nos lo hemos saltado. Y mamá dijo, ah. Y papá dijo, aunque quizá no venga, le dije que te dejara tranquila. Y mamá dijo, ah, vaya.

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Y a los tres días llegó una señora de unos cincuenta años y dijo, vengo a ver quién se lleva a mi único hijo. Y mamá dijo, por favor siéntese y ella dijo, mi hijo es todavía un chiquillo, no tiene derecho a quitármelo. Mamá tomó aire y ella dijo, me quitas a mi único hijo, eres muy astuta, tres años mayor que él y divorciada si no me equivoco, pero estoy dispuesta a llegar a un acuerdo, y sacó el monedero. Y mamá se puso colorada y dijo, así no nos pondremos de acuerdo, por favor siéntese. Y ella seguía de pie y dijo, no tienes que avergonzarte, seguramente ya sabías de qué clase de familia es Petrik, si no, no lo habrías elegido, y si supieras quien fue su padre ni siquiera te habrías atrevido. Y mamá dijo, ¿no se sienta?, y ella dijo, Petrik acaba de terminar los estudios, tiene que labrarse un futuro, tengo que protegerle. Y mamá dijo, y ¿el hijo de Petr no le preocupa?Y ella dijo, ¿y es de verdad suyo? Y mamá enrojeció y dijo, no sé usted señora pero yo..., y ella dijo, no tengo por qué oír insultos de una..., y mamá dijo, siento mucho robarle su carísimo tiempo, y se levantó. Y ella dijo, Petrik tampoco está seguro del todo, lo sé. Y mamá dijo, adiós, y abrió la puerta. Después se sentó con la cabeza entre las manos y después llamó a Karel, pero no estaba en casa. Del trabajo salió despacio, se compró una entrada para el cine, pero la tiró, después anduvo por las calles, miraba los escaparates y a la gente y entró en una tienda. Dijo, desearía un vestido, uno que me suba la autoestima. Y la dependienta dijo,

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pero usted no lo necesita, joven.... Mamá se probó dos vestidos, dijo, parezco un helado de tres bolas, y se marchó. Llamó a Karel y él dijo, ya sabía que la princesa se lo iba a pensar, y mamá dijo, sólo en parte, necesito ese médico. Y él dijo, ves cómo te va entrando el juicio, pasaré a recogerte mañana, mamá dijo, sí, y colgó. Por la noche llegó a casa y papá esperaba y dijo, no me digas nada, he hablado con mi madre. Mamá dijo, tiene razón, no sabes lo que haces, me lo he pensado otra vez. Y papá dijo, que tontería, a las dos os falta un tornillo, pasado mañana vienen a poner el gas y yo me quedo aquí y voy a hinchar la colchoneta. Y mamá tomó aire y papá dijo, siento que te pongas así, pero lo pondré a cuenta hasta el posparto, hasta entonces cocino yo, y sacó seis bocadillos. Y mamá susurró, estas loco y papá dijo, craso error, soy el único normal aquí. Y mamá dijo, ¿y qué pasa con tu madre?, y papá dijo, mi madre tiene un corazón de oro, complejo de condesa y necesita más tiempo, en una semana nos invitará a comer. Y mamá dijo, ya he quedado con el médico, y papá dijo, si vuelvo a oír una idiotez semejante haré algo descalabrado. Y mamá dijo, te quiero, papá dijo, de momento no lo parece, mamá dijo, soy tan feliz, y papá dijo, pues entonces no lo eches a perder, excepto tú, todo va bien, y ahora vamos a airear a nuestra hija, he leído que debes dar paseos. Y mamá dijo, va a ser niño, y se fueron de paseo y luego vino el fontanero, y luego fueron a


comer a casa de la abuela de Praga y luego pintaron y pusieron el gas y el agua y después fueron al ayuntamiento, pero papá se olvidó el carnet, así que fueron otro día, pero llegaron una hora tarde, y luego mamá dijo, vamos a dejarlo para después, no quiero casarme con pelerina y papá dijo, tienes razón, si da igual. Y después mamá estaba tumbada en una sala con baldosas verdes y sudaba y llegó el médico y dijo, soy

sólo el ortopeda pero paso a visitarla, y llegó papá con una bata blanca y dijo, aguantad chicas tengo que ir fuera para que no me pillen aquí con Honza, y le apretó la mano a mamá. A las dos horas dijo otro médico, un poco más.... así.... estupendo.... es una niña. Me lavaron, apuntaron, y midieron y pesaron y me enseñaron a mamá. Y mamá dijo, ¡oh! pero qué bonita, ¿puedo tocarla? Me llamo Dita. •

Alexandra Berkova Nació en 1949. Ha trabajado como editora y actualmente escribe para la televisión. Este texto fue tomado de su libro El libro de tapas rojas.

Elena Buixaderas Murcia, España 1969. En 1994 recibió el Premio Manuel Siurot de Narrativa Breve y en 1995 una Mención Honorífica en el Premio Ciudad de Miranda de Poesía. Tiene publicado el libro de poesía A través de los senderos infinitos (editorial Estío), así co-mo diversos poemas en las revistas españolas de poesía Amilamia, Cervantes y Luzdegás.

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doble horizonte poesía

Voz En la roja mordida del viento, en la arista que punza las yemas, en la sangre vertida, en la entraña aromada de incienso, en el dulce tósigo hirviente, en el pétalo, en la savia, en la cruel amapola. En el ritmo que prende furioso, en el lánguido hablar del oboe, en el gozo, en el llanto, en el fuete certero, en el bosque incendiado llega, palpitante, hambrienta, la voz que se cuela en el cuerpo, que inunda memoria y sentidos, que escuece caminos, que duele. Que es un enjambre de peces lejanos, que es parte del aire y la piel y los ojos. La lengua espera su acero, el oído pena por ella, muere apartado de esa voz lejana y dulce, en tuétano metida. • 26


Roxana Elvridge-Thomas

Celos Un incendio desbocado se expande por sus venas. Es zozobra que corroe hasta la médula inflamando dudas que asesinan todo argumento. Ácidos se ciernen entre pliegues. Sin sosiego vaga entre quimeras. Un furor le crece desde el plexo e inunda los resquicios de su cuerpo. Se rinde ante sospechas, despliega con osada algarabía arteros juicios, quebranta los olores compartidos. No escucha, no mira, no comprende. Desgarra sin recato la amada geografía. •

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Mario Bojórquez

Ahora que es Halloween la teenager witch se ha puesto aretes en los pezones y toma xx lager El Dj You and me baby / Ain’t nothing but mammals /So let’s do it like they do / On the discovery channel Las muchachas bailan junto las mesas, los chicos fuman puros y hablan de futbol Yo estoy en la barra recargado sobre el platito de los cacahuates Entre el estruendo de música y botellas me llega un para nada también un no inventes Ella está rubia y tobillos percherones, su cuñado a cuadro y su hermana y su primo, a todo esto, ella también es sobrina de la tía En overshoulder me saluda un ingeniero camisita a cuadros que se parece al padre Amway Doy un paneo y caigo en extrashot sobre la pulserita Cuando en el memorial hospital de chulavista freeway 8 Yo en el cine Isabel todo manos tremantes sobre la Maricruz Apenas nos llevamos quince años y yo prefiero Pacífico de media •

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Juan Armando Rojas

Ex libris iii: sueño Vas a decir que hay ángeles sacrificados en tu almohada, y guardarás su voz. Gritas junto al día callas de noche, eres frente al mar un pescador impaciente, la red que acecha al pez y pierde la cordura, el ancla de un marino vagabundo. Cantaste las piedras jamás te perdonaron. Soñaste y el mar te abandonó. •

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Nadia Contreras

Variaciones sobre el cuerpo destruido* Abro la piel que me recubre. Abro el hueso del alma. Miro aquella mujer en la avenida, El perfume, el viento de su falda, Los recuerdos. ¿Por qué no me dejo caer hasta el fondo? Estoy sola. Treinta y cuatro días después La casa es la misma: Los libros, mi boca de tantos besos. El agua del grifo fluye… ¿Qué debo hacer?

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No recuerdo cuándo me perdí, Quién dijo: “Nacerás”. Y desperté a la mañana en sombras. La puerta que abro es distinta Cada día. Mi boca, la de hoy, Tiene el sabor austero de la piedra. No llueve, No cantan los pájaros. Vibra la tierra en el primer instante Cuando falta la luz. Bajo el techo duro del adobe Alguien muere,


Alguien suplica a Dios, Alguien exclama “No te vayas”. Pero en el sueño de ayer vi tierra seca. Estaba en casa. Sin pies, sin manos.

Para decir “existo”. Quiero una montaña, un viaje Muy largo, Un jardín grande para mis flores. Las máquinas arrancan los recuerdos De las calles más antiguas.

Ahora despierto. Cuánto amor caído del árbol más alto. Me busco en la piel de cada día, Ahora más lejos.

Treinta y cuatro días después Es otro el cuerpo que me viste.

Nadie escucha. Dime cómo escapar De este cuerpo que no es mío Y me ahoga.

Treinta y cuatro días después Partirán los hombres que asaltaron las calles Con sus grandes máquinas. Y la ciudad será otra.

Dime cómo poner los pies sobre la tierra En esta casa Habitada con tu risa.

Y yo también. Aunque siempre repetida. •

Treinta y cuatro días después, ¿Quién el gozo inaugura? ¿Qué pájaro la tarde reconstruye?

* Poema escrito a partir del sismo ocurrido en la ciudad de Colima, el 21 de enero de 2003.

Ya no más este afán de ser dos. Ya no más la herida

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Cristina Preciado

Francesca Francesca Que quede atrás el mundo Vulnerable, me abrazo al Otro que suscitan tus brazos Y agrego a tus cabellos la locura de mis manos Y a tu cuello la congoja de mi boca toda labios Inclinada a poblar el cuenco clavicular que se te asoma Vulnerable, frente a mí retrocedo por las mutuas constancias Soy un enroque a medio hacer Nostalgia de ti sin haberte ganado o perdido Soy un adiós que se prolonga en la despedida Hora pendular en que te siento más mío En la dactilaria intermitencia que me devuelve Al Mundo en que el espacio es y las horas no han sido Entonces la paz se desborda como un despliegue de olas Que se consuma en su constante reinicio Y todo tú eres toda yo soy marejada que se consume En la caída que nos devuelve Vulnerables •

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Enrique Kleinberg

Arideces Cuánto traté de decirte que te amo y eso es todo. Cuánto traté de explicarte que te amo y eso es vida, lo demás es circunstancia, lo demás es parecer. Mas la vida que manaba de mis labios al pasar a tus oídos se secaba y tus labios ya resecos regresaban a mi oído sus ajados reverberos. Y marchito nuestro amor se fue muriendo anegándose de áridos vocablos. No más vida ya permeaba mi semblante, no más gozo saturaba tu mirada. Las palabras que argumentan y se suman, que de afecto más que excusa son un lastre, sumergieron nuestra barca en el silencio y en silencio desplomóse nuestro ensueño. •

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Fernando de la Cruz

Memorial day cielo mármol redobles un listón en tu mano la insignia el orgullo de verlo marchar en traje de héroe color piedra como el golpe su pecho emboscado por un vértigo de plomo pero aquella mañana la justicia se hizo americana la pólvora sentencia se tradujo al inglés de los morteros en las plantas

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los troncos la dura piel de tierra de párpado selvático luceros en las cuencas de roja marabunta un vientre en desbandada una sed satisfecha con el filo que aún brilla en tu mano mujer deja las flores solo espera que la historia soterrada siga yerma y tu muerto continúe siendo héroe al final de nuestra nochenando de la Cruz •


José Antonio Neri Tello

Perdí una voz la llave que abría las ciudades enterradas: en Asturias y en Medina se cansaron lo dice el libro de Historia-Geografía escaparon las columnas murieron las charcas donde ni el silencio pidió una jícara con omoplatos barrieron y estamparon en todos los oídos los senos místicos del pensamiento corrieron los mendigos como si fuera viernes los sueños desaparecieron sentados en el alumbrado público perder un centavo fue lo mismo que perder un monosílabo del silabario Perdí una voz: la misma en New York que en santa mago •

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Alejandro Franco Téllez

Soledad urbana Los fantasmas de la noche han muerto. Tiemblan los pequeños focos en el corazón de la ciudad. Trémulas ventanas donde dos cuerpos desnudos, amándose, queman su reflejo en el vidrio. Es impropio mirar lunas en los cofres de autos abandonados a medio rodar. Se vacían horas en un recipiente de aspirinas: pero es inútil, esa mezcla no quita insomnios. Mientras, el pesado cuerpo urbano afloja sus calles, sus plazas, sus suburbios, deja en claro su indiferencia de viejo cargador. Las ocultas ratas planean su emancipación, extender el poderío que ya han logrado en las alcantarillas. Las sombras subyacen en la fría habitación de lo olvidado. Se escabullen en las grietas de toda pared humedades de espanto. Todo vacío, solo, en penumbras, cayendo en el abismo de sí mismo, o escalando penurias de medianoche. • 36


Marco Antonio Gabriel García

Preferí dejarte olvidada en mi mano derecha inconstante clavada como astilla entre uña y hueso. Volverme ciego de mi Locura jamás ver el juego, detrás de tus ojos, purificarte en la inconsciencia. Sé que cada bienio, vendrás a comer mi garganta con tu sonrisa tierna, sé que fallecí al despertar, la luz apagó la sed. •

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de los poetas: Roxana Elvridge-Thomas Ciudad de México, 1964. Ha obtenido el Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino y el Premio Nacional de Poesía Enriqueta Ochoa. Autora de los libros El segundo laberinto, Imágenes para una anunciación, La turba silenciosa de las aguas y Fuego.

Nadia Contreras Quesería, Colima, 1976. Tiene publicados los libros de poesía Retratos de mujeres (1999), y Mar de cañaverales (2000). Recibió mención honorifica en el Premio Nacional de Poesía Elías Nandino 2001 con su poemario Lo que queda de mí.

Mario Bojórquez Los Mochis, Sinaloa, 1968. Ha publicado poemas y ensayos en diversas revistas y periódicos locales y de circulación nacional. Ha sido becario del inba, de difocur y actualmente del fonca. Ha recibido el Premio Estatal de Literatura de Baja California y los de poesía Clemencia Isaura y Enriqueta Ochoa. Está incluido en las antologías Baja California, piedra de serpientes, Un camino de hallazgos: Antología de la poesía sinaloense contemporánea y Poetas de Tierra Adentro II. Ha publicado los libros de poesía Contradanza de pie y de barro y El Diván de Mouraria.

Cristina Preciado Ciudad Guzmán, Jalisco, 1973. Egresada de la Licenciatura en Letras de la Universidad de Guadalajara, en donde actualmente es profesora.

Juan Armando Rojas Ciudad Juárez, Chihuahua, 1969. Actualmente es becario de la fundación Andrew W. Mellon (2002-2004) en Amherst College, Nueva Inglaterra (Massachussets), donde es profesor visitante. También es becario del Instituto Chihuahuense de la Cultura (poesía) en el programa Creadores con trayectoria (2003-2004). Es autor de los poemarios Lluvia de lunas (1999, Tierra Adentro) y Río vertebral (2002, uach). Colabora constantemente en revistas como Arteletra, Tierra Adentro, Lunazeta y Solar.

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Enrique Kleinberg Fernando de la Cruz Herrera Mérida, Yucatán, 1971. Ha colaborado en diversas revistas y antologías de poesía. Becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Yucatán 2002, recibió Mención de Honor en el Premio Estatal de Poesía Clemente López Trujillo 2001. delacrux@hotmail.com. José Antonio Neri Tello Zapopan, 1978. Estudiante de Letras Hispánicas. Ha publicado en los colectivos Un puente, un gran puente. (Holguìn, Cuba, 2002), Jovenes creadores de la Fil. (UdeG-FCE). Actualmente es miembro del consejo Editorial de Espejo Humeante. Alejandro Franco Tellez Marco Antonio Gabriel García Guadalajara Jalisco, 1977. Estudia la Licenciatura en Letras Hispánicas, cursa el sexto semestre. Es editor de la revista Espejo humeante.


Folé obra plástica





Heliópolis miscelanea • crónica • libros • cine • música • arte

Gabriel Barrón

De Bartleby

A decir verdad, la literatura de Herman Melville suele tener algo de equívoco o de perplejidad. Alguien pensó a su obra como un error o una serie de errores, como un símbolo inexplicable de este mundo finalmente inexplicable; otros han dicho que su literatura es una atrocidad y que el mar nunca había sido tan mal descrito.


E

n su momento, fue Melville el más denostado de los autores norteamericanos del siglo xix: una mala copia de Hawthorne, el menor de los épicos decimonónicos, un narrador a punto de la dispersión, el más grotesco e incomprensible. Fue hasta, ya promediado el siglo xx, cuando comenzó a observarse la misma locura de las palabras en Kafka, Mann o Camus. Si bien sus primeras obras están trazadas por la aventura, el mar y el amor, a partir de Moby Dick —publicada en 1851— pareciera ser que Melville fue tocado por la presencia de un abismo, algo inescrutable y ominoso en ese

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mundo democrático y calvinista tan suyo. Su literatura, hasta entonces narrativamente diáfana, es visitada por el oscuro canto de las sirenas que la pierde en signos imposibles; signos sin sentido y personajes cuya razón de ser es entender esa carencia. En Moby Dick, por ejemplo, Ahab exige del cetáceo un carácter moral que justifique su venganza, es decir, su vida; en Benito Cereno, el capitán del Bachelor´s Delight, Amasa Delano, busca penetrar la naturaleza forzosamente esquiva del capitán chileno. La obra, sin embargo, que tal vez representa mejor que ninguna este carácter abisal es Bartleby, el escribiente, historia en la que al narrador

se le deposita este lejano ángel cuya voluntad y memoria están cerradas a todo saber humano. Es en ella en donde me detendré para reflexionar cómo es que se manifiestan estas dos fuerzas características en la literatura de Melville: por un lado la del signo o personaje que se cierra a su desciframiento, y por otro, la del personaje que insiste en develarlo. Bartleby, el escribiente apareció hacia 1856 en un volumen titulado Piazza Tales, mismo que ya da muestras de la misantropía y desencanto que trabajaba a Melville. La historia se desarrolla en Wall Street y es narrada por un rutinario y religioso abogado —del cual nunca sabemos su


nombre— de edad madura que describe el ambiente hormonal y sórdido, pero al fin y al cabo equilibrado, de su pequeño despacho. Ha recibido el puesto de agregado en la Suprema Corte y su trabajo aumenta; necesita un amanuense más. Aparece Bartleby: pulcro, decente, desolado y un excelente copista. Como era de costumbre, tras terminar un documento, los amanuenses deben de leerlo para verificarlo. Bartleby, con la más calma de las firmezas se niega: «Prefiero no hacerlo». Las negativas se repiten y van más allá de la verificación: prefiere no hablar, prefiere no ir, prefiere no salir… El abogado-narrador se debate en un ir y venir interno; entre la incomodidad, la afrenta, el enojo, la paciencia, el amor a aquella figura desgarbada, gris, serena, enigmática y carente de protección. El miedo, la lástima, la repulsión y hasta la admiración se apoderan de él. Bartleby deviene en un fantasma que se mantiene quieto frente a su escritorio; ya no se mueve y ya no habla. Es un vacío terrible en

medio del despacho. El abogado quiere ayudarlo económica y emocionalmente, pero toda ayuda resulta imposible; Bartleby prefiere no. La situación se torna a tal grado insoportable que el despacho debe mudarse; Bartleby permanece inmutable. No pasa mucho tiempo antes de que el dueño del edificio vaya a reclamar al abogado la presencia inexplicable del copista. El abogado se desentiende: «No es mío», dice. Terminan por recluirlo en la cárcel aunque a Bartleby parece no importarle. El abogado lo visita y paga al despensero de la prisión para que lo cuide y alimente con propiedad. Durante la segunda visita el despensero le informa que Bartleby no come y se pasa todo el día en el patio, viendo el muro. Así lo encuentra el abogado, acurrucado, ya frío, con sus vagos ojos abiertos, «descansando entre reyes y consejeros». Al final, se consigna un rumor acerca de la vida de Bartleby antes de ser copista; trabajaba en la Oficina de Cartas Muertas, cartas sin destino o destinatario, y cargadas de desesperanza.

Aunque este torpe resumen resulte oneroso, es útil para hacer precisiones que serán necesarias más adelante y para destacar un elemento primario: aunque el título, el explícito afán biográfico de las primeras líneas y la poderosa figura de Bartleby hacen parecer que la narración sólo aborda la exigüidad que lo invade, me parece que otra línea narrativa tan o más interesante es la que desarrolla la íntima incertidumbre que vivía al abogado. No son pocos los momentos en que el narrador se entretiene en repasar las menudas costumbres con que fluye su vida y, una vez llegado el trágico amanuense, en dar cuenta del desequilibrio cotidiano y moral que se ha aparejado con él. Es importante hacerlo notar porque esta ambivalencia es la que, de hecho, le da el carácter confesional al texto. Es una confesión de un hombre religioso en sus costumbres y creencias que busca en el decir, en el acto de decirse en la obra, la contrición, una mejor disposición de espíritu y el perdón. Por un lado recuerda 45


a Séneca o Marco Aurelio que invitaban a sus amigos a que al final de la jornada repasaran lo hecho en el día para que, llegada la noche —esa que envuelve nuestras diarias y pequeñas muertes—, entraran a ella purificados de espíritu y con una noción objetivada acerca de cómo lograron lo más beneficioso o perjudicial para ellos. Por otro lado recuerda, por supuesto, al contrito obispo de Hipona que se inclinó sobre su pasado y lo dijo con la finalidad de ser perdonado. En todo sentido, hay en el abogado un repliegue. Tenemos en él, sí, al profundo creyente que trata de encontrar a Dios en la bondad, el decoro, el equilibrio y la prosperidad (no deberíamos olvidar el ascendente calvinista del propio Melville); pero tenemos también al sujeto arrepentido por la impotencia que no le permitió acceder a Bartleby y ayudarlo verdaderamente. Esa impotencia es la que hace que la confesión se torne en un largo lamento. Si para Ahab la ballena le significa lo inaccesible y lo numinoso, el aplazamiento 46

infinito que supone el «prefiero no hacerlo» es algo que ni el abogado, en su carácter de narrador, sabe explicar. Es patente el dolor que sufre ante este vacío; las últimas palabras, «¡Oh Bartleby! ¡Oh humanidad!», vienen sólo a culminar con la mortificación que lo venía habitando desde el día en que el amanuense se presentó a trabajar. Dada su vida sostenida en la trama de la repetición, Bartleby le representa un signo inexplicable que hace pedazos su tenue equilibrio; no sabe cómo reaccionar frente a este error de la naturaleza humana, y pide perdón. Como hombre que se rige por el orden diurno del lenguaje, por el argumento y el discurso, por las leyes seculares y divinas, la aparición del copista y sus síntomas extáticos son interpretados como un signo divino que debe descifrar para regresar a su calma de espíritu. No es que Bartleby, de sí, poseyera atributos celestiales, es sólo que el abogado, y su arraigada fe en la Biblia y la confraternidad humana, lo ve como

una criatura de Dios que debe poseer un sentido en el mundo; él quiere encontrar ese sentido. No obstante, como ya lo había previsto el propio Melville en Mardi, el silencio es la única voz de nuestro Dios. La desgracia del abogado, a pesar de que la fe es su instrumento, es no saber interpretar ese silencio. Es no saber interpretar la voz de Dios. En un mundo irracional y absurdo de silencio, él está sediento de significados. ¿Qué debe hacer el abogado ante la nada? ¿Ante esa ataraxia sin Dios que domina a Bartleby? Si entendemos, como el Heidegger de Construir, habitar, pensar, que los mortales poseemos una estancia en la tierra si conducimos nuestro propio ser de frente a los divinos (al mundo sacralizado) y junto con el resto de los mortales, entonces se puede entender a Bartleby como un otro cuya estancia en el mundo es su propia negación. Por ello acceder a él está más allá de lo humanamente posible. El ya no está con el resto de los mortales y se antoja pensar


que su abandonarse nada tiene que ver con la actitud de un místico que en el quietismo, en el éxtasis de hacerse ajeno a toda voluntad, espere la revelación. Todo parece indicar que él no espera nada. Por el contrario, si entendemos que la existencia ya no busca morada o estancias donde el ser se resguarde, donde el estar en el mundo no implique la búsqueda de lo propio, y más bien está constituida de exilio, de hacer al exilio lo único propio, la raíz nómada del mortal, entonces nos encontramos a un Bartleby que ha salido sin rumbo fijo y a un abogado que intenta dar asilo. Aun así, el intento del abogado no da frutos de ninguna manera, puesto que el exilio de Bartleby es absoluto, no posee dirección o sentido alguno. El abogado está dispuesto a hacerse responsable por el copista porque, me parece, éste le representa el rostro de lo mortal; de lo que está dejando de ser. Es un buen samaritano que da asilo a la extranjería de Bartleby, pero Bartleby ya muere un exilio definitorio porque ya está fuera de su vida.

Bartleby es su borradura y al abogado no le resta sino transformarse en narrador para alzar un lamento que se duele por no entender y que pide perdón por no haber sido un buen cristiano. Ahora bien, si vamos al otro lado y nos detenemos un poco sobre la figura del amanuense observamos, sin duda alguna, matices de ironía, comicidad y desconcierto. Con todo, creo que

la sonrisa, la nuestra, no deja de tener algo de atroz, de desazón. Creo que de alguna manera compartimos el dolor del abogado en la medida de que tampoco, como lectores, podemos descifrar su muerte. Para nosotros la muerte es menos dolorosa —siempre extraordinaria— en tanto le otorgamos un sentido a esa destrucción. La muerte de Bartleby es un vacío: no murió para o por algo. Su desaparición no es sublimada

como sucede con la gran mayoría de los héroes trágicos, en cuyas muertes la humanidad ha encontrado un consuelo metafísico al dolor de la existencia. Su cuerpo acurrucado al pie de la pared, que «descansa con reyes y consejeros», en efecto recuerda al Job que deseó no haber nacido. Sólo que Job alcanzó necesariamente la consolación por el Deus ex machina: su dominio le es restituido. Bartleby, en cambio, es la huella de un cuerpo que vive la indigencia de raíz y de voluntad; hay un pobre y nebuloso origen entre Cartas Muertas y un futuro que se sostiene en un discurso —«prefiero no hacerlo»— que responde sin decir, que habla sobre una negación pospuesta indefinidamente, al grado de que lo negado termina por ser él mismo; es el discurso de la ausencia, de la ausencia de sí. No hay, así, consuelo que congregue al lector en el sentimiento de lo sagrado y, mucho menos, un dios que le restituya su dominio: ¿qué le restituiría en todo caso? El único afán posible de Bartleby es, probablemente, 47


desaparecer. Su insólito discurso de la exigüidad es la de un personaje dominado por la nada. Podría pensarse que es una rebeldía ante la carencia metafísica de la sociedad industrial neoyorquina del siglo xix, creo más bien que su no hacer es una enfermedad más íntima y hermosa. Si lo que leemos es su desaparición, la desaparición que habla por él, no es difícil prever que su figura es la de la poesía misma. Maurice Blanchot entendió que la poesía es la Eurídice negada a los ojos

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de Orfeo, la evocación de la imposible Eurídice resarcida. En otras palabras, la poesía es la negación de sí misma. Ella quiere recobrarnos el mundo pero sólo nos trae el silencio de los seres, el rostro mudo de esa mujer que se desploma en el abismo. El abogado, entonces, es el Orfeo que narra la desaparición que es Bartleby. Bartleby es irrecobrable, decíamos, porque ya está instalado en otra esfera más allá de lo humano y así lo entiende el abogado. Este parece hacer lo

posible para rescatar a aquel del vacío silencioso en el que reside. Todo es vano. La esencia de Bartleby es, de hecho, su imposibilidad para entregarse a los poderes humanos; nunca se entrega al otro o, siquiera, a su palabra. Permanece lejano y abisal como una evocación de esa Eurídice. Como al poeta, al abogado se le ha impuesto el caos y quiere traernos una flor de ese caos, pero esta se desvanece y sólo resta su aroma. Esto es lo que nos entrega, y es suficiente.•


Harriet Quint

La perspectiva mítica de Marcel Schwob

En torno al mito os primeros filósofos griegos no se plantean la pregunta sobre la creación del mundo. Ellos se cuestionan en primer lugar de qué está hecho el mundo, cuál es el elemento indispensable de todas las cosas, cuál es la cosa en sí, o la esencia. La manera de abordar las respuestas a sus preguntas constituye una especie de parteaguas en la historia del pensamiento humano. Sin temor al castigo de los dioses, centrando su pensamiento en una interpretación racional, encuentran los primeros métodos científicos para aproximarse a la realidad. Dejan atrás la época mitológica, en

L

la que el hombre, sumido en el temor, buscaba una explicación mágica de los fenómenos de la naturaleza. En la historia de la filosofía, a partir de este momento crucial, se produce una escisión entre el concepto del mito y el concepto del logos. El mito es considerado una explicación irracional del mundo, en el que personajes dotados de facultades sobrenaturales se debaten el poder, mientras que el logos representa la explicación racional del mundo, en el que a través de métodos científicos el hombre averigua las leyes de la naturaleza. La postura de la historia de la filosofía es tajante en este

aspecto, entre mito y logos no puede haber una reconciliación, ya que representan dos posturas totalmente divergentes, que se desarrollan por caminos separados. Platón (428-348/347 a. C.) introduce el mito en el ámbito del logos, por un lado como herramienta de su elocuencia retórica, ya que le gusta esconder sus enseñanzas en relatos mitológicos, y por el otro, le da un lugar al mito en su cosmogonía, al situarlo en el mundo imperfecto e irreal de las sensaciones, que se encuentra en oposición al mundo real e inmutable de las ideas. En el conocido mito de la caverna, el mito asciende al logos por 49


medio de la exclusión, es decir, el hombre, y sobre todo el filósofo tiene que salir del mundo deforme, limitado e incompleto de las sensaciones y llegar en su perseverancia al mundo perfecto y absoluto de las ideas, en el que se perciben las cosas tales como son y no como sombras de la realidad. Los hermeneutas se muestran más tolerantes en la disputa entre logos y mito y consideran el mito como el primer pensamiento del ser humano. Gilbert Durand, en un diálogo entre estructuralismo y hermeneútica intenta poner las bases de la mitocrítica o mitoanálisis. Durand se dedica a buscar líneas de fuerza, ejes de significado, regímenes de oposiciones y unidades mínimas de significación. Encuentra que el contenido simbólico del mito está estructurado en grandes imágenes o arquetipos que, con su dinamismo interno organizan la imagen en relatos típicos. La mito crítica explora las condiciones de la relación que se establece entre la gran 50

imagen y las imágenes típicas representadas en la literatura y el arte; y en segunda instancia estudia la relación entre el autor, la obra y el entorno. La literatura despoja el mito de connotaciones filosóficas y lo define de la manera más simple como: palabra, relato o leyenda. El relato abarca narraciones sobre seres sobrenaturales, eventos que tuvieron lugar en tiempos remotos, o explicaciones del origen del mundo. En este sentido se pueden distinguir mitos sobre héroes o eventos arcaicos, mitos sobre dioses y acontecimientos fabulosos o mitos fantásticos sobre la creación. La crítica del siglo xix, utilizó el mito como sinónimo de fabular o inventar, y le designó entre sus múltiples funciones la de explicar fenómenos de la naturaleza (Prometeo); la de recalcar incumplimientos de los deseos del hombre (Ícaro); la de mostrar el deseo del hombre de alcanzar la perfección (Jean d’Arc); o la de representar alegóricamente conceptos éticos (cuentos de

hadas). La literatura se dedica a la ardua tarea de quitarle al mito el sentido religioso y convertirlo en un relato o leyenda, le atribuye un sentido exclusivamente literal, lo desmitifica pues. Los autores literarios, sobre todo los novelistas, utilizan aparentemente un tiempo histórico, pero disponen en su creación de todas las libertades del mundo imaginario, del mismo modo que el tiempo mítico. La mentalidad mítica sustituye la concepción científica del mundo, y en este sentido mito es sinónimo de invención, facultad imaginativa del hombre, o leyenda y narración. La literatura relaciona el mito con el símbolo. Los escritores manejan los símbolos al nivel de los personajes, por ejemplo Orfeo es considerado símbolo del poder creador del amor y de sus limitaciones, o representan simbólicamente una situación humana ejemplar como posible realidad. Como en la literatura el mito puede significar cual-


quier creación de la fantasía, los escritores románticos lo convierten en fuente de su modelo de creación poética. El mito del héroe romántico, solitario, orgulloso, desilusionado y melancólico encuentra su apogeo en el poema Child Harold’s Pilgrimage de Byron (1788-1824). En la época moderna se muestran dos tendencias principales en la investigación del mito. La primera busca la mentalidad mítica arcaica y sus residuos en la mentalidad moderna individual y colectiva desde la perspectiva psicoanalítica (Freud, Jung), o elementos estructurales de esta mentalidad (Levi Strauss). La segunda dirección investiga la estructura del mito y su relación entre el signo y el significado dentro del marco de la semiótica. El signo considerado como un modo específico de pensar se presta para el estudio de sus componentes y para establecer una relación entre arquetipo y tipo.

El mito en la literatura no es sólo fabulación Marcel Schwob retoma el sentido amplio de la palabra «mito» como fabulación al recrear en textos breves los hechos históricos del siglo XIII. José Emilio Pacheco en un estupendo Prólogo que escribe para Vidas imaginarias, y La cruzada de los niños1, resume de manera elegante la esencia de los poemas en prosa de Schwob: La permeabilidad entre poesía y prosa es el eje de La cruzada de los niños (1895). La novela histórica queda reducida a sus datos esenciales. Schwob no Marcel Schwob, Vidas imaginarias. La cruzada de los niños, 3° ED. México, Porrúa, (Col. Sepan Cuantos, no. 603), 1999. Prólogo de José Emilio Pacheco.

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describe: evoca lo que es en 1212, entre la cuarta y quinta cruzada, la aventura emprendida por miles de niños de Francia y Alemania que intentan rescatar el Santo Sepulcro con base en un versículo del Evangelio («Más Jesús, llamándolos, dijo: Dejad los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de tales es el reino de Dios». San Lucas 18:16.) Schwob reduce la tragedia a unos cuantos monólogos que se complementan, se aclaran y se oponen. A partir de su inmenso poder de sugerencia el lector hará todo el trabajo. Su imaginación revivirá desde dentro lo que sienten los niños que esperan llegar a Jerusalén para cumplir la hazaña que tantos guerreros han intentado. Al fracasar en su tentativa imposible mueren de hambre y de peste o son vendidos como esclavos por los otomanos. (Pacheco, 1999: xv)

Pacheco reduce a un párrafo conciso las ideas principales de los ocho poemas de Schwob. Los define como poemas en prosa y no como cuentos 51


breves, ya que los acontecimientos no se describen sino se evocan. Por ejemplo, nos enteramos del avance de los niños en su expedición a través de los relatos de los diferentes personajes, algunos ajenos a los acontecimientos, y otros que son los mismos niños involucrados directamente. El clérigo Francisco Longuejoue menciona que los niños se encuentran en Marsella y que algunos propietarios pondrán a su disposición sus barcos para cruzar el Mediterráneo; la niña Allys relata el mundo nuevo y extraño del Medio Oriente; el Kalandar nos informa que los niños fueron vendidos; el Papa Gergorio IX nos comunica que algunos barcos sufrieron un naufragio y muchos niños perecieron. Schwob otorga un panorama amplio de los hechos y de los protagonistas que son los niños. La pluralidad de voces narrativas describen la situación y el carácter de los niños desde todos los ángulos posibles y necesarios para que el lector tenga la información 52

suficiente y reconstruya los hechos. Los niños llamados por unas voces «como las de los pájaros muertos en invierno» emprenden en su inocencia infantil la gran empresa de liberar el Santo Sepulcro de la ocupación otomana. Como un rebaño sin guía avanzan sobre el camino que escogieron impulsados por su fe limpia y pura. Se cuidan y protegen unos a los otros. Allys escolta a Eustaquio que es ciego para velar por él, Alain y Dionisio socorren a Nicolás que es mudo. Algunos de ellos en su ignorancia ni siquiera saben a donde van y por qué. El desenlace trágico de la expedición es inevitable. Indefensos ante el mundo de los adultos, de las intrigas políticas y los intereses económicos son como hojas secas de un árbol a la merced del viento. Al mantener los poemas como monólogos, es decir cada personaje habla desde su punto de vista, el autor evoca en el lector una postura moral, como diría Bajtin. Los

hechos históricos narrados como soliloquios, invocan en el lector compasión y con esto lo arrastran dentro de los sucesos para tomar una postura juiciosa. Schwob apela a nuestra misericordia, más no causa lástima. Y digo que no causa lástima, porque algunos discursos a pesar de que mantienen un tono lamentativo, están salpicados de ironía. El elemento de la ironía crea en el lector el distanciamiento necesario para que el juicio evocado por la compasión obtenga cierta objetividad. Es decir, el autor tiene la intención de mantener al lector informado sobre un hecho histórico que tuvo lugar en el siglo xiii, pero su fabulación tiene también el propósito de apelar a un juicio del lector, quien en retrospectiva puede analizar un asunto trágico desde una perspectiva objetiva. El discurso histérico del Papa Gregorio ix es ejemplar en este sentido. El Papa en su delirio religioso acusa al mar Mediterráneo por la muerte


de los niños, pero lo absuelve con su magno poder eclesiástico. Para lavarse la culpa de las muertes se propone edificar en la isla donde fallecieron los niños, una iglesia de los nuevos inocentes. Y tú me devolverás los cuerpos de mis niños, mar inocente y consagrado; los depositarás en las playas de la isla; y los prebendados los colocarán en las criptas del templo; y encenderán, encima, eternas lámparas donde arderán óleos santos, mostrarán a los viajeros piadosos todos estos huesecillos blancos esparcidos en la noche.» (Schwob, 1999: 129)

Schwob involucra al lector con este discurso en un debate religioso. El balbuceo irracional, casi demente del Papa, muestra una religión católica en un estado primitivo, mítico, opuesto al logos desde el punto de vista filosófico; muestra la fe pura e inmaculada de los niños y la fe contaminada por la manipulación y el afán de poder del máximo represen-

tante de la iglesia católica en la tierra. El Papa es representado con toda su debilidad humana, impotente ante los sucesos reales; dudoso de su propia fe: «Dios no se manifiesta de ningún modo. ¿Asistió acaso a su hijo en el Monte de los Olivos?»; y absurdamente noble en su poder religioso: «¡Oh mar Mediterráneo! Te perdono y te absuelvo. Te doy la muy santa absolución. Ve y no peques ya. Soy culpable como tú de faltas que no conozco». El autor le quita al mito del Papa toda connotación religiosa, al presentarlo tan desnudo en su debilidad humana, en ponerlo en una postura absurda y ridícula, en pocas palabras, lo desmitifica. En conclusión se puede decir que Schwob maneja el mito desde dos perspectivas. En primera instancia se vale de la fabulación de un hecho histórico con la intención de despertar una postura analítica en el lector; y luego evoca una iglesia católica sumida en un oscurantismo primitivo, insensato, en el que los

hombres temerosos se dejan manipular por una autoridad débil e incompetente y encuentran, porque la buscan, una explicación mágica a los sucesos reales. • Bibliografía SCHWOB, Marcel, La cruzada de los niños, México, Porrúa, (Col. Sepan Cuantos, no. 603), 1999, pp. 107-133. [Trad. Rafael Cabrera] Prólogo José Emilio Pacheco) ANGHELESCU, Mircea, et al, Dictionar de termeni literari, Bucarest, Edutura Academiei Republicii Socialiste Romania, 1976. BARTHES, Roland, Mitologías, 5° ED. México, Siglo xxi, 1985. GADAMER, Hans Georg, et al. Diccionario de Hermeneútica, 3° ED. Bilbao, Universidad de Deusto, 2001. PACHECO, José Emilio, «Prólogo», La cruzada de los niños, México, Porrúa, (Col. Sepan Cuantos, no. 603), 1999, pp. i-xxiii.

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Luis García

La trastienda

Mutismo absoluto

H

ay autores que pasan por la vida (literaria, se entiende) sin apenas meter ruido, sin levantar ni una sola polvareda, sin ser objeto de más recriminaciones o escándalos que los propios que generan las envidias mas ruines y mezquinas. Generalmente suelen ser escritores, como algún laborioso crítico literario suele decir, que nunca habrán de jugar en Primera División, entre otras razones porque aún sobrándoles capacidad de trabajo y ambición, les falta talento (dicen), cualidad que en boca de tan sesudos censores suele ser sinónimo de fracaso. Son creadores ocultos, que acostumbran a guardar una timidez nada casual, y que en muchos casos alientan con su 54

silencio el mito de Bartleby. Me viene a la memoria ahora Juan Rulfo, de quien muchos nada sabíamos hasta la concesión del Premio Príncipe de Asturias de las Letras, y más en concreto hasta aquella demostración de amistad que le dedicara Gabriel García Márquez acompañándole en su entrega, para quien su simple memoria justificaba sus Cien años de soledad. Ahora, se reeditan las novelas completas de otro mito de la literatura: Magroll el viajero, la secuencia histórica que ideara en este caso otro colombiano menos ilustre que el anterior pero como Rulfo también Premio Príncipe de Asturias de las Letras, amigo de Gabo y como buen amigo

del Nobel que es, referente de su obra. Y ha vuelto a suceder. Gabriel García Márquez, Gabo para aquellos que tienen la fortuna de conocerle, ha vuelto a darnos una auténtica clase literaria, una muestra de su mejor quehacer desde las páginas de un conocido diario nacional. Y todo, para contarnos las diferentes anécdotas que rodearon la génesis y posterior publicación de Cien años de soledad. Es Gabriel hombre parco en palabras aunque no en letra impresa, no en vano en su legado habrá de dejarnos algunas de las páginas más brillantes y de las más lúcidas anécdotas de la historia de la literatura. Y todas, rodeadas


del necesario misterio que se le exige a un escritor de la talla moral y humana de Gabo. Y al igual que cuando viniera de incógnito sucesivamente por la vetusta ciudad de Oviedo con ocasión de las entregas del Premio Príncipe de Asturias de las letras a sus amigos Álvaro Mutis y Juan Rulfo, con el único fin de acompañar a quienes consideraba un poco como sus maestros y mentores, ahora que le hacen entrega del Cervantes al primero de ellos, rinde homenaje merecido a quien considera un poco como su albacea literario. Por entonces, cuando el Príncipe de Asturias, pocos conocían (entre los que me incluyo) la obra del autor del Magroll el viajero, pero muchos éramos los seguidores de la estela del Nobel colombiano. García Márquez, que no era ajeno a tanta expectación pero que tampoco pretendía robarle mérito a su amigo, estuvo recluido en las habitaciones del hotel hasta la llegada de la hora de la entrega de los Premios. Sólo así algunos pacientes lectores conseguimos que estampase su firma en uno de sus libros. Y

al igual que sucediera con Rulfo pocos conocíamos la impostura de Magroll, o de Mutis, o de Márquez. Fue allí cuando comenzó a fraguarse la leyenda de la sugerencia que un buen día, años antes de que Cien años de soledad viera la luz, le hiciera Álvaro Mutis a su buen amigo García Márquez: que se leyera el Pedro Páramo de un tal Juan Rulfo, y que después escribiera. La historia, tan caprichosa como injusta, habría de tergiversar aquel hecho dotándole de una impronta de candidez que poco o nada aportaría a

un suceso cargado de romanticismo. Cuesta imaginar a Gabo recomendándole a Álvaro Mu-tis la lectura de la maravillosa novela de Juan Rulfo, y no porque atente contra la regla de la verosimilitud, sino porque en nuestro fuero interno ya habíamos trazado la línea divisoria que uniría indefectiblemente a los tres escritores, y lo más importante, nos creíamos la historia. Aprender a leer es aprender a escribir, y viceversa. Esa lección la aprendió primero Álvaro Mutis para después trasmitírsela a su amigo Gabo. Por eso de alguna forma, Magroll, como el coronel Buendía, están unidos inexorablemente en el éxito y en el fracaso, y por eso quienes reímos, sufrimos y lloramos con la buena literatura no podemos sino sentirnos herederos de la obra del Premio Cervantes como en su día lo fuimos del Nobel. •

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Baños de pureza de Ulises Zarazúa

César López Cuadras iertos espacios, vitales para la existencia humana, son mantenidos en una especie de reserva por parte de los creadores literarios. El llamado buen gusto o la mojigatería a secas, presente también entre los escritores, han condenado al ostracismo literario algunos aspectos de la vida cotidiana no sólo por considerárseles de escasa importancia o interés sino porque se presentan, a ojos de ciertos autores, como poco dignos de existir al lado de los grandes temas de la literatura universal. Quienes se ocupan de temas escatológicos, por ejemplo, son excepción en la cofradía de los

C

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escritores, y más bien ciertos asuntos del cuerpo son tocados con la ayuda de una especie de pinzas metafóricas, y muy de pasadita, de tal manera que las formas que dictan la corrección y la decencia permanezcan intactas para dar satisfacción a las buenas conciencias. La literatura no tiene por fin, aunque lo logre con frecuencia, entretener y agradar al lector. Si es que tiene alguna función, la creación literaria debe, sobre todo, perturbarlo, en el sentido de someter a prueba el esquema de seguridades en el que ordinariamente vive. Y establezcamos de una buena vez la diferencia entre perturbar y escandali-

zar. Escandalizar implica un acto deliberado, por parte del autor en este caso, dirigido a hacer escarnio de creencia o costumbres del probable lector, no con una intensión crítica y constructiva sino de mera autocomplacencia en los resultados de su acción: provocar la ira, el ofuscamiento o la respuesta irascible. Perturbar, por el contrario, atiende más a un interés creativo y civilizado por parte del autor: mostrar, por ejemplo, aspectos de la vida ordinariamente ocultos o apartados de nuestra atención, centrada ésta, por lo regular, en aspectos, en apariencia, más trascendentes.


Más aún, se trata de poner en el horizonte perceptible del lector la dimensión no evidente de los actos ordinarios. Perturbar implica, entonces, ensanchar los límites de nuestra percepción, de tal manera que nuestra visión ordinaria no sólo incluya aspectos nuevos de las cosas, sino formas nuevas de percibirlas. En suma, no sólo percibir más sino formas novedosas y variadas de percepción de lo mismo. Y lo mismo, en consecuencia, ya no será lo mismo, y nuestra vida por esta razón, al menos en un ápice, se habrá enriquecido. Creo que ésta es la orientación dominante de los textos de Ulises Zarazúa comprendidos en el volumen titulado Baños de pureza. Y con esto vuelvo a mi comentario original. Ordinariamente, cuando pensamos en el baño, en tanto espacio arquitectónico, lo hacemos bajo el presupuesto de que es, sí, el lugar en donde nos bañamos o que sirve para «hacer del cuerpo», si es que queremos servirnos de esta hermosa metáfora de origen ancestral. Sin embargo, en el baño se desarrollan formas de

la sociabilidad y de relación con nuestro propio cuerpo y con el del prójimo, de las que de manera ordinaria no nos ocupamos o no queremos darnos por enterados, al menos de manera explícita y abierta. Y no sólo eso. El baño, en tanto espacio específico, determinado en sus formas y estructuras por necesidades muy concretas del cuerpo humano, a pesar de ello, o por ello, existe bajo múltiples variaciones. Así, no es lo mismo el baño de nuestra recámara, que el destinado a las visitas; y estos casos se diferencian en gran medida del de una terminal de autobuses, un estadio o una oficina pública. Y así podemos extendernos ad infinitum, pues, por ejemplo, a pesar de los progresos que los europeos han hecho en la materia, sus baños distan mucho de parecerse siquiera al baño americano, que es el que nos sirve de modelo, pero no es el caso dedicarnos en detalle a este punto. Lo importante es destacar el aspecto en que se ha centrado Ulises al escribir sus textos: las formas de sociabilidad en el baño y de relación con el cuerpo humano, según el tipo

del inmueble y de sus usuarios, así como sus repercusiones en el imaginario social, como se nombra ahora pomposamente a la imaginación popular. En un sumarísimo recuento, encontramos en el volumen de Ulises: Una exótica mujer que no gusta de hacer el amor con hombres cuyo rostro lo cubra el pelo de barba y bigote, pero está dispuesto a hacerlo hasta en el baño si el agraciado permite que ella lo depile. Carga con un estuche con los instrumentos apropiados para el efecto. Encontramos también a un suicida frustrado a quien lo salva una mujer, que después pierde, y que él no se resigna a perder, al grado de aceptar una relación en promiscua cofradía con tal de poseerla y hacerla «sólo suya», De otra parte tenemos a un grupo iniciático que, en lugar de procurar una elevación espiritual que los integre en armonía con el cosmos, deciden renegar de la vida en superficie, y buscan el habitat adecuado en las cloacas subterráneas, que equivalen, 57


en la lógica de Ulises a baño de la ciudad. Los resultados nos conminan a una buena reflexión sobre ciertos esoterismos mundanos. Un celoso guardián de un baño público, en otro de los relatos de este volumen, que corre a escobazos a los homosexuales que por ahí recala, según su lenguaje, «a hacer sus cochinadas», no tiene empacho alguno en realizar, en la misma lúbrica materia de trabajo, un servicio eficiente y apropiado a gente de mayor consideración en la escala social. Cosas de prestigio, ustedes saben. Un empleado de oficina que, de manera accidental, queda encerrado en un baño, sin ventilación alguna, y tiene que soportar las odoríficas ventosidades de un defecador desconocido. Pretende huir del inesperado tormento, mas no puede abrir la puerta. El desenlace de tan nefasta situación encuéntrenlo en el libro, que yo no soy quien para contarlo. Vaga por estas páginas también un voyeur de oficina, que espía en el baño a sus compañe58

ras de trabajo, mas no sólo llevado por un impulso lúbrico que se agota en lo inmediato sino con la profunda intención de llevar su oficio a niveles de perfección. Podrán ahí ver una forma un tanto inusual de alcanzar elevados y sofisticados fines. Un escritor, en ciernes o frustrado, que para el caso es lo mismo, en su afán de construir un personaje femenino (que debe ser sacado, según su parecer, de la realidad en la cual, necesariamente, ella pre-existe), ésta lo sorprende, entre otras cosas, a causa de los baños. La mano de Dios también se hace presente en estos escatológicos y lúbricos espacios, y así Ulises nos sitúa en un romance de una pareja homosexual (él, maduro; el otro, joven) que, por andar alimentando pasiones a niveles bestiales en el baño, resultan víctimas de su bestialidad de dimensiones fantásticas, más no se piense que se trata de un final necesariamente triste. Y ya metidos en asuntos de Dios y de bestias, el autor nos lleva hasta los siglos xvi y xvii

de una, ya desde entonces, casta Nueva Galicia para contarnos de un endriago libidinoso, que gustaba de solazarse, en los rústicos retretes de por entonces, con ninfas y doncellas sin distinción, con lo cual ponía en entredicho honras y famas. El final no es menos teológico que alucinante. Un empedernido de los recuerdos de un amor de juventud frustrado escribe largas cartas en las paredes de lámina de baños públicos de diversa calaña. Las misivas, por supuesto, no sólo tendrán una vida efímera, sino que, por esta razón, jamás llegarán a su presunta destinataria; mas le servirán para encontrar un sentido a su solitaria existencia.


Finalmente, un baño, perdón, una taza de baño adquiere conciencia y se hace voz y se erige, de esta manera, en narrador de la historia de una pareja, en casa de la cual presta sus indispensables servicios, y cuyo amor, el de la pareja por supuesto, lo ha disecado la cotidiana lejía del matrimonio. Imaginen ustedes todo lo que nos podría contar una tasa de baño, ahora sí, con pelos y señales, sobre las tribulaciones de una mujer desdeñada por el marido cuando conserva aún no pocos de sus encantos corporales. Mas no se piense que es ésta una historia que se limita a regodearse en la descripción del detalle escatológico, no; pues, aunque no lo crean, es una historia del más tierno amor.

En fin, en estos brevísimos espacios, los baños, Ulises Zarazúa ha hurgado a conciencia para ofrecernos una variada muestra de lo que sucede al amparo del aislamiento que les es propio. No me ha sorprendido el tema, ni, diré entre paréntesis, me han revuelto el estómago sus historias (después de todo, en una ocasión le escuché al propio Arreola que había o tenía que haber una literatura del asco, porque nada humano debe sernos ajeno, como dijo cierto pensador de la antigüedad cuyo nombre no recuerdo). Me sorprende, sí, que en un narrador tan joven los recursos narrativos de que echa mano, tanto en materia de estructura, de fraseo y de otros

recursos expresivos, como lo son, por ejemplo, la variedad de registros y de voces narrativas encontremos ya los trazos firmes de un autor maduro. Conozco a Ulises desde hace ya varios años. Me tocó en una ocasión leer algunos textos suyos, que tuve, después, oportunidad de comentar, entre ellos algunos que hoy, felizmente, forman parte de este volumen. Me creo, en consecuencia, situado en posición de privilegio para emitir opinión favorable sobre los progresos que ha efectuado de entonces a la fecha. Por esta razón, espero que éste no sea sino la primera de una serie de obras de las que, estoy seguro, es capaz de regalarnos. •

narrativa Baños de pureza Ulises Zarazua Universidad de Guadalajara Guadalajara, México, 2002 138 páginas.

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Santa Ira

Rafael Medina Cuatro tequilas y un segundo repaso al disco st. anger de Metallica me han puesto eufórico, muy de buenas. Y no sé a ciencia cierta si es efecto de la bebida o de la música. Y si es por la música, sea porque realmente es buena o es la mera emoción ante el resuello de un ser querido que creíamos muerto. Y es que después de los castrados Load y Reload poco se podía esperar ya del grupo comandado por James Hatfield. Mientras preparo mi quinta dotación de antidepresivo de agave me pregunto, ¿cómo diablos hicieron entender al productor Bob Rock que el grupo puede ir más allá de 60

un rock aséptico y comercial que estaban haciendo? O acaso por fin se decidieron a prestarle uno de sus viejos discos, el Ride the ligthing, o el magistral Master of puppets. Sólo ellos lo saben. El disco esperará una tercera vuelta hasta el día de mañana. Ya es muy tarde. Vivo en un edificio de apartamentos. El volumen adecuado para los buenos riffs que acompañan las canciones sería causa de molestia entre mis nada agradables vecinos. El despertador es inclemente a la hora de mandarme a trabajar. Pero eso no impide que repita un par de tracks, tal vez sweet

amber, quizás my world. Buenas canciones, fuertes, dignas de aquellos muchachos que alguna vez renovaron y dignificaron el metal. Que rompieron con clichés y estereotipos vacuos. Los jóvenes que le brindaron una buena bofetada al mundo con su Kill ‘em all. Los que demostraron a la industria de la discografía lo que se podía lograr sin su maquinaria, sin sus garras. No eran tocados en la radio, eran alérgicos a los videos, detestaban la idea de maquillarse o buscar un disfraz para subirse al escenario. Eran cuatro californianos que hacían sólo lo que debían hacer: tocar con el virtuosismo


y rapidez que nunca antes se había hecho. Mi vaso a la mitad y the unnamed feeling bajito, para no joder, me recuerdan la muerte de aquellos que fueron. El suicidio en el estudio de Bob Rock después de revivir el mito bíblico de Sansón: rapados y lánguidos, indefensos. Aquellas canciones épicas de casi diez minutos se transformaron en lindos videoclips del tamaño exacto para cualquier estación, cualquier compromiso comercial. Lindos coros, por si se ofreciera algún comercial de papel higiénico. «Metallica valió madre, ya hasta las viejas cantan sus rolas» le escuché a un compungido fan mientras esperaba que su otrora grupo favorito saliera al escenario del Palacio de los Deportes donde otros como él, y como yo, atiborrábamos los lugares y agradecíamos a los dioses el permitimos conseguir un

boleto del quinto concierto que tuvieron que realizar por estas tierras mexicanas. Todos nos sentíamos traicionados, pero no pudimos evitar estar ahí, con ellos, los que una vez fueron. Salud, por aquel concierto en marzo del 92. Un eructo escandaloso, nomás para no acordarme de esa etapa de muertos, de esas canciones que eran de la caricatura en que se convirtieron. Por eso su líder se hundió más en el abismo del alcohol. Por eso Newsted empezaba proyectos individuales. Ulrich aparecía en mtv como cualquiera de ese planeta. Porque ya estaban bien muertos, apestaban y nadie se atrevía decirles su nueva realidad. Tenían los oídos y los ojos llenos de dólares. Algunos fans se atrevían a acercarse a los cadáveres para escupirlos, para decirles traidores, vendidos. Por eso los mandó al diablo el bajista, por eso Burton

se adelantó a morirse cuando estaban rebosantes de vida, me muero porque ya no podemos estar mejor, seguro dijo antes de quedar aplastado en aquel camión, en aquella carretera. ¿Quién los revivió? ¿Quién les devolvió la vergüenza? En st. anger lo evidente es su intento por volver a ser aquellos que fueron. Dejaron los relojes a un lado y se dedicaron a componer música sin el molde de los tres minutos. Enlistaron a un buen bajista: al ex Suicidal Tendences Robert Trujillo. Pero habrá que ser claros, el nuevo álbum no puede equipararse a aquellos del viejo testamento (según la clasificación de Javier Carrillo), Metallica ya no puede ser de antes. Hatfield insiste en demostrar que es cantante, abusan de los medios tiempos para resaltar los riffs rápidos y en ocasiones los resultados no son nada buenos. Hammett dejó descansar su maestría en los solos y no encontramos siquiera uno en todo el disco. Pero que más digno y maravilloso que un cadáver renegando 61


de su condición. Es loable este Metallica que intenta reinventarse con la potencia que los caracterizó en una época. All within my hands da por terminado el disco. Mi humor es estupendo pese a las horas de la madrugada. El tequila me advierte que es el último

cd st. anger Metallica Universal, 2002 Incluye dvd

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trago. Mi mujer por enésima vez me llama a la cama. Tengo que aprovechar esta euforia, esta energía renovada. Doy el último trago no sin brindar por el Metallica que fue y por el que intenta ser. Le agradezco al santo de la ira por el milagro recibido. Me voy a la cama. •



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01 (33) 35 63 01 07 01 (33) 36 13 07 01 a.p. 39-37 c.p. 44171 Guadalajara / Jalisco / México http://read.at/paraisoperdido



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