Testimonio de Mathias Sedarkevich
Diplomático argentino de intercambio El 2020 ha sido un año como ningún otro; quedará grabado en el recuerdo de millones de personas como uno de los momentos m á s atípicos de sus vidas. Un año en donde los aviones se quedaron en la tierra. Un año donde los humanos se refugiaron en sus casas y los animales tomaron las calles. De buenas a primeras, la pandemia de Covid-19 cambió de manera drástica nuestra forma de viajar, interactuar, trabajar, desplazarnos; en suma, de vivir. El coronavirus ha sido un brutal recordatorio de lo frágiles que somos los seres humanos, y de lo indispensable que son la empatía y la solidaridad. Precisamente, dichos valores son los que destacan y caracterizan a la generación de colegas que
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me acompañó durante el 2020. En lo que a mí respecta, cuando me toque rememorarlo, el año de la pandemia aparecerá indefectiblemente asociado a la feliz experiencia vivida en la Academia Diplomática Andrés Bello. Ambos hechos estuvieron indefectiblemente entrelazados. Tal es así que el mismo anuncio de la Organización Mundial de la Salud relativo a la categorización del COVID-19 como pandemia, el fatídico 11 de marzo, me encontró disfrutando la mañana con mis colegas trasandinos. Entre mates, medialunas y risas, mientras aguardábamos el comienzo de una clase, recibimos la noticia sin tener clara conciencia de lo que prontamente implicaría en nuestra vida cotidiana y la de millones de personas en los 5 continentes. A los pocos días, las medidas sanitarias implicaron la suspensión de las clases presenciales y su reconversión al formato virtual. Al respecto de la rapidez con que la ACADE encaró este desafío, huelga destacar el profesionalismo, la dedicación y, sobre todo, la buena predisposición de las autoridades y trabajadores de la institución. Sin su esfuerzo y paciencia cotidiana hubiera sido imposible reconvertir, en apenas unos pocos días,