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EL AMOR EN TIEMPOS DE ALGORITMO

EL AMOR INVADE LA PUBLICIDAD, LA POLÍTICA E INSTAGRAM. PERO NO EL CINE O LAS SERIES. EL ÉXITO DE MODERN LOVE DEMUESTRA QUE EL PÚBLICO QUIERE VER HISTORIAS ROMÁNTICAS.

por JUAN SANGUINO

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ML ov e es una columna que T h e New York Times lleva 19 años publicando y otros tantos siendo objeto de mofa semanal entre los lectores más cínicos del periódico. Cada entrega cuenta una historia con su moraleja (en la línea de “y así es como funciona el amor”) y desde hace dos años también existe en formato podcast y serie. La segunda temporada, que al igual que la primera es una antología de ocho episodios independientes con el amor como nexo, se estrena en Amazo ideo el 13 de agosto.

Una de las claves del éxito de Modern Love es que sus referentes, inevitablemente, son del cine de los noventa. Ha habido tan pocas historias de amor en la ficción actual que cuando la gente piensa en “un amor de película” los ejemplos más modernos son de hace 25 años. Modern Love hereda las tramas de la comedia romántica noventera (un hombre y una mujer que se enamoraron de jóvenes en un Interrail, como los Jesse y Céline de Antes del amanecer, se reencuentran en su madurez), hereda sus relaciones inquietantes romantizadas (el portero de un edificio que se inmiscuye en cada detalle de la vida íntima de una inquilina) y hereda hasta sus escenarios. El Nueva York de Modern Love solo existe en las películas de Woody Allen, en las historias de Nora Ephron y en la imaginación de los turistas. Se trata de una ciudad poblada de gente feliz cuya única preocupación es el amor porque tienen todo lo demás cubierto. Las desgracias son momentáneas. Los pisos, diáfanos y decorados con un gusto excelente. Y sus trabajos van desde guionista a crítico literario o escritor.

Esta armonía estética y sentimental surge de John Carney, supervisor, productor y director de varios episodios de la antología, que ya demostró con sus películas Once y Begin Again que no tiene la menor intención de disculparse por creer ciegamente que el amor es lo único que importa. Carney parte de la base de que el público que ha dado clic en una serie titulada Modern Love solo quiere sentirse reconfortado (probablemente mientras hace cualquier otra actividad como doblar la ropa).

Modern Love es una fantasía que, al evocar explícitamente la comedia romántica de los noventa, huye de cualquier atisbo de cinismo. Y de incluir a personajes que no sean blancos. Una de las críticas principales que recibió la primera temporada fue que la serie solo sacaba actores de color como secundarios decorativos. En el episodio más exitoso de la antología, Anne Hathaway deconstruía el arquetipo de chica pizpireta que tan rentable le salió a Meg Ryan y mostraba cómo detrás de toda esa efervescencia había oscuridad y problemas de salud mental. Lexi (no hay nombre más efervescente que Lexi) conseguía salir del hoyo gracias a su mejor amiga del trabajo, una mujer negra que repetía la fórmula ‘L OV E IS IN T H E A IR’ del “negro mágico” tan habitual El 13 de agosto en el Hollywood de los noventa:

Amazon Prime personajes de color sin entidad

Video estrena la segunda propia que solo aparecen en la temporada de historia para ayudar al protago-

Modern Love. nista blanco en su viaje.

El #amor se ha convertido en un ‘hashtag’ tan utilizado (para maquillajes, desayunos o atardeceres) que se ha quedado vacío de significado

En la segunda temporada el algoritmo ha hablado y Modern Love se convierte en un manifiesto sobre el amor pero también sobre la diversidad. Hay una pareja de una mujer asiática y un hombre negro cuyos amigos son gais y latinos. La mitad de los episodios están protagonizados por gente de color, mientras que los otros cuatro están atestados de extras de color. No es que la raza (ni la clase, ni el poder) tenga relevancia alguna en Modern Love, claro, porque la serie apela al eslogan de que el amor está por encima de cualquier circunstancia. Y se sale con la suya porque no está ambientada en el mundo real. Está ambientada en el mundo de las películas. Un mundo en el que la política no existe, en el que si una mujer se plantea abortar lo hace sin pronunciar la palabra “aborto”. Y, por supuesto, sin llevarlo a cabo.

Las comedias románticas de los noventa, aunque supuestamente apolíticas, sí incluían factores externos al amor en sus tramas como el dinero (Pretty Woman), la clase (Notting Hi ) o el sistema capitalista (Tienes un e-ma ). Modern Love no. Su único objetivo es provocar la misma sensación que pinchar en el hashtag #love y pasar horas mirando lo que otra gente

‘AMOUR, AMOUR’

Las salas se llenan de espectadores otra vez y la cartelera estival quiere que nos enamoremos.

‘D IR TY DA NCI NG’ Han pasado 35 años, y el mejor verano de amor es el de Johnny y Baby: todo irá bien si empiezas el estío con una sandía a cuestas.

‘ UNA C ANC IÓN I RLANDESA’

Emily Blunt, Jamie Dornan y la campiña irlandesa. Un sueño romántico con beso bajo la lluvia incluido. Y además está Jon Hamm.

‘ EL C OV ER ’ Un grupo de veinteañeros vive el mejor verano de sus vidas actuando en bares de Benidorm para turistas. El amor a la juventud.

‘U NA V IL LA E N LA T OSCANA’ Liam Neeson y su hijo en la vida real fortalecen su amistad tras la muerte de la esposa, algo que ocurrió de verdad en 2009. entiende por “cosas bonitas”: desayunos, maquillajes, atardeceres. En el ecosistema de Instagram tener una relación bonita es un capital social tan poderoso como tener una casa bonita, una ropa bonita o un cuerpo bonito. La estética de Modern Love es tan bonita y tan impersonal como la de cualquiera de las cafeterías deliberadamente acogedoras que empezaron a proliferar en el Nueva York de los noventa y que ahora han invadido las capitales del mundo. Y así, involuntariamente, la serie consigue retratar una de las principales acepciones del amor moderno: una etiqueta que se utiliza más a menudo como idea, como escudo o como eslogan de autoayuda que como sentimiento. Un hashtag que de tanto usarse se ha quedado vacío de significado.

Modern Love se vuelve, por momentos, cursi, predecible y ridícula. Cada nueva historia genera expectativas y a veces conectas desde el principio, otras te aburres a la mitad y algunas simplemente no son para ti. Pero hay una fuerza inexplicable (el tiempo libre, las ganas de sentir algo nuevo, la curiosidad) que lleva al espectador a seguir intentándolo y dándole la oportunidad al siguiente episodio. ¿Acaso no es exactamente así como funciona el amor?

El ESTÍO del PENSAMIENTO ( no MÁGICO)

VIVIR EN EL PRESENTE ES, SOBRE TODO, SER CONSCIENTE DE QUE TODO LO QUE CAMBIA EN EL MUNDO NOS AFECTA. POR SUERTE, LOS LIBROS ESTÁN SIEMPRE PENSANDO POR (Y ANTES QUE) NOSOTROS.

Por LAURA FERNÁNDEZ

uede que la pandemia no nos haya cambiado, pero P nos ha puesto en alerta. Nos ha vuelto, de alguna forma, más conscientes de que no podemos dar por sentado nada. Porque el mundo tal y como lo conocemos puede cambiar en cualquier momento. ¿Y no ha hecho eso que queramos saber más de él? Mientras la ficción ofrece mapas de universos, también sentimentales, posibles, mapas que pueden utilizarse una y otra vez y que moldean temores y deseos, la no ficción se ocupa de seguir el rastro de aquello que nos amenaza para que no lo perdamos de vista. Sí, ahí, a la vuelta de la esquina está el cambio climático, pero ¿no estamos en medio de una guerra por nuestra atención? ¿Y no se está por fin hablando de deseo femenino? ¿Y no nos está devorando la precariedad? He aquí una pequeña muestra de esos pilotitos rojos que no dejan de parpadear para que no bajemos la guardia, porque el mundo está cambiando todo el tiempo y no hay mejor manera de tomar el pulso al presente, y de vivir en él, que haciéndoles caso.

‘APR EN D ER A VIVI R…’

ROY SCR ANTON

Superado el no future, y asumido que el mundo no va a acabarse, por más cambio climático que nos aceche, ha llegado el momento de pensar una nueva manera de habitar el mundo, como hace Roy Scranton en esta mezcla de memoir, investigación y reflexión filosófica. Porque lo que está llegando a su fin es la civilización.

‘ATE NC I ÓN R AD IC AL’

JU LI A B E LL

¿Y si nuestra atención fuese un bien de consumo, la mercancía más valiosa de una sociedad de microsociedades con sus propios micromercados? ¿Acaso es posible vivir ignorando los infinitos estímulos con los que nos bombardea el teléfono? Aquí un interesantísimo y elocuente microensayo que da pistas para recuperar el tiempo perdido. No es un manual de instrucciones, sino una seria a la par que aterradora reflexión sobre de qué manera sobrevive el creador en la era de la tecnología. Porque, claro, nunca ha sido tan sencillo ser artista. Cualquiera lo tiene todo a su alcance para serlo, e incluso para dar a conocer su material, pero ¿quién va a pagar por él?

‘ EL BUEN SE XO MAÑANA’

KAT HE RI NE A NGEL

La psiquiatra y sexóloga Katherine Angel se propuso acabar con los supuestos sobre el deseo de la mujer en este jugoso disparo que se abre nada menos que con una cita (de trabajo) entre James Deen, el actor porno, y una fan, y la dicotomía entre aquello que deseas y por lo que serás juzgada. Imprescindible es poco.

‘ FR ÁGI LE S’

R EM EDIOS Z AF RA

La precariedad es el monstruo que acecha a aquellos que se dedican a lo que siempre han deseado. Zafra lo explicitó en el fabuloso El entusiasmo, ensayo del que parte este Frá giles, suerte de secuela articulada a partir del reconocimiento colectivo de un mal contemporáneo del que nunca se hablará lo suficiente.

‘ STAR LU ST’

FRE D VER MOR EL

Para Simon Reynolds, el pope del pensamiento pop, lo que hizo Vermorel al reunir un puñado de cartas de fans a sus ídolos es cartografiar una parte de la historia. Y no le falta razón. Entre frondosas fantasías sexuales y gritos de atención, este adictivo volumen contiene una suerte de profile desarticulado de la misma idea del fan.

‘L A M U ER T E D EL ARTISTA’

W. DERESIEWICZ

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