De Cangrejos y María Mulata

Page 1

EL CANGREJO AZUL Y LA MARÍA MULATA EN AMENAZA CRÍTICA La “Marcha del amor perdido” y el “Canto moruno de la María Mulata”, dos rituales naturales que se extinguen por la acción antrópica en Cartagena de Indias. LA DANZA DEL AMOR PERDIDO El canto de bullerengue de la María Mulata se extingue en su agonía al lado de la Marcha del Amor perdido de los cangrejos azules, cantos que fueron sinónimo de alegría y paisaje natural de la vieja Cartagena, donde fueron famosas las marchas interminables de los cangrejos azules en la antigua vía de Mamonal, los barrios de Ceballos, Zapatero, Bosque, San Isidro Alto y Bajo, Crespo y Marbella, entre otros, donde el cangrejo era parte obligada del inventario de los patios; “Recuerdo cómo en los patios de tía Rosiris y de las De Aguas, en la calle Segunda del Mamón del barrio El Bosque, los cangrejos asomaban sus tenazas y su cuerpo regresando asustados a la cueva en busca de seguridad”, también “Era común el sobresalto producido por un cangrejo oculto en cualquier lugar de la casa, en un rincón, en las sábanas de la cama, en el baño, en la bacinilla o en la terraza de la casa, culturalmente se había aprendido a convivir con ellos, lo mismo que a servirlos en la mesa”. La Danza del Amor del Cangrejo Azul fue un ritual disfrutado y degustado a la saciedad por moradores de estos barrios; con sus vidas contribuían a la canasta familiar de miles de hogares, las delicias gastronómicas que este crustáceo permitía a la cocina criolla, lo hacían parte de la dieta alimenticia. Fueron famosos los platos típicos de arroz de cangrejo, cangrejo guisado y “cangrejo a la plancha” de la comadre Eudosía en el Bajo San Isidro, y siguen siendo famosos estos mismos platos en las vendedoras de comidas del mercado de Bazurto, como “La Gorda, la Flaca y su Vecina”, donde todavía se sirven. Las carretillas y triciclos que deambulan por el centro amurallado siguen ofreciendo arroz de cangrejo o de jaiba en descomunales ollas y calderos de 10 libras en tiempos de lluvia: los tiempos del Cangrejo Azul.

Foto Puche 2015/ Monumento al Cangrejo Azul Parque del Cangrejo - Barrio Crespo. Lo que nos queda.

De la familia de los crustáceos el Cangrejo Azul habita en manglares y cuevas costeras se aparea una vez en su vida, dejando un promedio de 7 mil diminutos huevos que le permiten la conservación de su especie. Sale en época de lluvias para desarrollar la “Marcha del amor” que le permite aparearse lo que garantiza la sobrevivencia de la especie, marcha que ya Cartagena perdió como parte de su legado cultural.

1


EL CANTO DE BULLERENGUE En la década de los 90 aún se podía disfrutar en abundancia de la algarabía de la María Mulata en los atardeceres cartageneros, cuando el reloj biológico del ave mítica marcaba un cuarto para la seis de la tarde, en bandadas volaban raudas a buscar su lecho nocturno, iniciando con ello su ritual del sueño, fenómeno que se convertía en una verdadera lucha a picotazo limpio, aleteo fugaz y canto de bullerengue por el derecho al espacio, cada rama, bejuco, hojarasca o nido del árbol marcado como propio por un ave que se lo ganaba con virilidad y destreza, propias de esta especie. Su canto alegre se esparcía expedito por la vecindad, invitando a propios y extraños a gozar del espectáculo sublime de su natural ritual; cientos de aves de un negro plateado, desplegaban su plumaje elevando su canto al infinito, revoloteando colmaban en un instante su lecho de reposo, ubicándose sin dejar de gritar en su cuarto de hotel para esperar la noche, este evento se reproducía en cada amanecer reafirmando su marca al territorio, antes de salir por los vericuetos de la ciudad en busca del sustento diario, para que otras especies incluida la humana, supieran quien era el dueño de ese tramo del ecosistema urbano. El viejo palo de caucho del centro amurallado, los manglares de la bahía de las Animas, el caño Juan Angola, Puerto Duro y de Bazurto, el árbol de Higo de la entrada al barrio las Gaviotas y el Higo gigante de la antigua Caja Agraria, se sumaban a la rica flora de ceibas y bongas de la vieja Manga, para servir de hábitat a esta ave endémica del ecosistema cartagenero, ecosistema que gracias al “desarrollo”, la contaminación y la depredación, ha ido desapareciendo sistemáticamente llevándose en su extinción a la emblemática ave y al cangrejo azul, que al no contar con su hábitat disminuyen su reproducción o simplemente emigran. Lo triste de esta historia es que ni la administración de turno, ni las autoridades ambientales, ni los moradores de estos barrios, planean o promueven alternativas ambientales que permitan a estas especies, en estado crítico, seguir siendo parte del patrimonio histórico de la ciudad, de su gastronomía y de su cultura.

Foto puche 2015/ La María Mulata tratando de adaptarse al nuevo hábitat de cemento y concreto.

2


Nada extingue tanto las especies como la destrucción de su entorno natural. A diferencia de los humanos y de algunas especies en cautiverio, que logran adaptarse al nuevo ambiente, la mayoría de especies no sobreviven fuera de su hábitat, dado que la magia milimétrica de la naturaleza entreteje cada ecosistema con sabiduría, garantizando su equilibrio para que cada microorganismo y especie en fauna y flora que lo conforman, garantice su subsistencia. Fenómeno que el desarrollo y la acción antrópica no comprenden o definitivamente no quieren comprender, puesto que ni la norma ni la razón, protegen la biodiversidad urbana con que la naturaleza nos premia, rompiendo irremediablemente la cadena trófica que el medio ambiente creó durante un largo proceso. Hoy la ciudad amurallada comparte su hábitat urbano con las palomas, que al igual que en ciudades como Bogotá y Medellín llegaron para quedarse y ser parte del paisaje gracias a su genética que les permite adaptarse a estos nuevos contexto sin mayor esfuerzo, cosa que no ocurre con la legendaria María Mulata y mucho menos con el afrodisiaco Cangrejo Azul, frecuentes de este ecosistema costero, tal vez de seguir así, con el tiempo no volveremos a ver esta ave en su ejercicio doméstico en los patios de las casas, ni en las mesas de los comensales, al igual que el Cangrejo Azul y otras especies, generaciones futuras las conocerán en fotos y esculturas, cual Parque Jurásico.

Foto Puche 2012/ El arroz de cangrejo azul sobresale en la cocina criolla de “La Gorda, la Flaca y su Vecina”, en el Mercado de Bazurto.

Mientras tanto, en el puesto de comida de “La Gorda, la Flaca y su Vecina” en el Mercado de Bazurto, nuevos y antiguos comensales acuden nostálgicos a degustar las ricas viandas allí ofrecidas, algunos de ellos esperanzados en su tristeza, esperan que una María Mulata Atrevida suba presurosa a su mesa para llevarse de un solo picotazo -cual ladrón callejero- la muela del último Cangrejo Azul, que alimentará sus crías antes de la extinción total, mientras el anciano en su vejez rebosa de alegría observando en lejanía, cómo la María Mulata Atrevida se aleja llevando en su pico el último eslabón de la cadena trófica que el ecosistema costero construyo majestuosamente para que humanos convivieran en armonía con el ambiente que amablemente la madre naturaleza les entrego; sonriente el comensal evoca los tiempos en que el Cangrejo Azul y la María Mulata fueron parte del inventario de su hogar en algún barrio cercano. Por: Luis Enrique Sánchez Puche Sociólogo – Corporación Nuevo Arco Iris Bogotá junio de 2015

3


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.