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Monogamia, el proyecto de identidad relacional

Carlos Chimpén

Doctor en Psicología Clínica y de la Salud y Máster en Intervenciones en Psicoterapia · Universidad de Salamanca Profesor de la Universidad de Extremadura, España Presidente de la Asociación Española de Terapia Narrativa

La cultura transmite muchos mensajes que afectan nuestra identidad, en ocasiones contradictorios y en la mayoría de los casos ambivalentes. Un ejemplo es lo que ocurre con los roles de género. El hombre “debe” ser fuerte, rudo y no demostrar mucho su vulnerabilidad. La mujer “tiene que” adoptar un papel más regresivo, más infantil, necesitando una protección especial, siendo más débil y “no debiendo” mostrar mucho sus fortalezas. De esta forma, aparecen ambivalencias en la creación de identidades como hombres o como mujeres no sabiendo si deben mostrar sus fortalezas o sus debilidades, si pueden o no ser tiernos. La cultura crea ciertas construcciones de la masculinidad y de la feminidad que afectan a la creación de nuestra identidad.

Por otro lado, la sociedad occidental actual promueve el individualismo y la competitividad mientras que la Biblia sugiere un modelo centrado en lo relacional y en la cooperación («…sea el mayor entre vosotros como el más joven y el que dirige como el que sirve» Lucas 22: 26). La identidad se forma en relación a los otros significativos y es muy importante lo que otros piensan de mí, lo que me transmiten y lo que yo pienso que los otros piensan de mí.

Se ha demostrado que la pareja permite que mi identidad se vaya co-construyendo. Si esto es así, la sexualidad también crea identidad y surgen varias preguntas: ¿cómo afectan las relaciones sexuales con diversas personas a la identidad de cada uno? ¿Es posible que afecte negativamente? Desde la Biblia estas preguntas son fáciles de contestar pero ¿hay alguna forma de demostrarlo basándonos en posturas científicas?

Bases teóricas

Humberto Maturana (1988) es un biólogo y neurofilósofo chileno que propuso una teoría general de la cognición donde planteaba que la mente surge a través de la interacción humana y del empleo del lenguaje. La premisa básica en la cual se basa es que la mente no está en el cerebro sino que surge de la interacción lingüística que se establece entre los actores humanos. De las ideas de Maturana podemos realizar dos deducciones muy interesantes para lo que estamos tratando en este artículo: 1. La conciencia es algo social y no bioquímico. 2. Las relaciones sociales crean identidades.

Michael White (1994), autor australiano cofundador de la terapia narrativa, afirma que «la vida de las personas está modelada por la significación que ellas asignan a su experiencia, por la situación que ocupan en estructuras sociales y por las prácticas culturales y de lenguaje del yo y de su relación.» También sacamos conclusiones de esta cita de Michael White: 1. La iglesia es una estructura social que participa en la creación de identidades, de ahí el consejo bíblico: «Considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y

tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca» (Hebreos 10: 24-25) 2. Las personas con unas ciertas creencias religiosas dan significados diferentes a las experiencias de vida que aquellas que no tienen esas creencias.

Nuestra identidad, por tanto, se crea por procesos interactivos con otras personas, pero a la vez, cada individuo debe saber construir su propia identidad en el grupo social en el que se mueve.

Finalmente, otra base teórica importante a tener en cuenta es la denominada teoría del apego que vamos a explorar en el siguiente apartado.

El amor como creador de identidad

Los niños necesitan que se les exprese amor. Ante la falta de cuidados, de atención y de expresión de cariño el desarrollo de la identidad se ve afectado negativamente, algo demostrado por la teoría del apego y sus diferentes tipos: inseguro, ansioso, evitativo y seguro. La explicación de cada uno de estos estilos excede el propósito de este artículo pero cabe decir que se necesita un tipo de relación determinada para tener un estilo de apego seguro, caracterizado por poseer una idea positiva de sí mismo y una idea positiva de los demás (Yárnoz y cols., 2001).

Es de resaltar que el apego no es algo que solo se produce en la infancia, sino que es una conducta que se mantiene activa a lo largo de todo el ciclo vital (Ainsworth, 1989, Bowlby, 1969; 1988).

Carlos Chimpén López

Una de las principales manifestaciones del apego es el amor, el cual tendría tres elementos como proceso de creación de identidad (Díaz Morfa, 2003): 1. Dos componentes conductuales: dar y recibir cariño. 2. Dos componentes cognitivos: ver lo positivo y bueno del otro y perdonar. 3. Un componente emocional: la intimidad.

«La pareja es un lugar primordial para sostener la identidad por medio del interjuego entre lo que nos decimos que somos, lo que nos han dicho que somos y lo que nos confirman los contextos.» Está sostenida por ambos miembros a través de: a) La definición que cada uno se da a sí mismo y le da al otro. b) La definición que cada uno tiene del otro. c) La definición que cada uno recibe del otro.

La construcción relacional en pareja es una permanente interacción entre sus miembros, entre sus expectativas, las de sus contextos de origen y las actuales, sus contradicciones, sus confirmaciones y desconfirmaciones, todo lo cual crea identidad.

La pareja de la posmodernidad es la de un mundo cambiante donde los valores inmutables han caído, se instaló la incertidumbre, con menos idealización, más perentoria y menos tendente a la eternización. De esta manera, cuando alguien piensa en formar una pareja estable surgen temores y dudas: miedo a las ataduras, a la pérdida de identidad o de la libertad, miedo a separarse de la familia, miedo al compromiso, miedo a crecer, miedo a las obligaciones. Estos miedos se instauran en nuestra identidad. ¿Quién transmite este tipo de miedos? ¿Quién transmite el miedo de que una pareja estable sea mala o negativa? ¿Quién transmite el miedo de que el matrimonio se vaya a deshacer rápida e inevitablemente?

La respuesta a estas preguntas es clara. La propia sociedad/cultura genera estos miedos que finalmente son internalizados por las personas y plasmados en conductas contrarias a la creación de una identidad estable, o al menos, libre de miedos.

La pareja crea identidad, cuanto más estable sea mi pareja más cimentada estará mi identidad en un contexto de seguridad donde puedo expresar tranquilamente mis vulnerabilidades. Solo en una pareja estable puedo crear un vínculo emocional que canaliza necesidades innatas de seguridad, protección y contacto. «Más valen dos que uno, porque obtienen más fruto de su esfuerzo. Si caen, el uno levanta al otro… Uno solo puede ser ven

cido, pero dos pueden resistir. ¡La cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente!» (Eclesiastés 4: 9-12; NVI).

La sexualidad como creadora de identidad

Como consecuencia lógica de todo lo expuesto anteriormente, se sabe que la sexualidad participa de la creación de identidad. La Biblia lo expresa del siguiente modo: «Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino uno» (Marcos 10: 7-8), con esto se manifiesta que aparece una identidad diferente a la que se poseía antes de la unión entre hombre y mujer.

Sin embargo, esto se refiere al contexto del matrimonio. ¿Qué ocurre con las relaciones esporádicas?

La sexualidad es el acto íntimo por excelencia. ¿Pero qué es la intimidad? y ¿por qué el tener relaciones sexuales por el hecho de pasar solo un “buen rato” afectaría mi identidad?

La intimidad es definida por Díaz Morfa (2003) como «la capacidad de ponernos en el lugar del otro y tomar contacto con sus sentimientos». Este mismo autor habla de que la intimidad necesita del mantenimiento de la propia individualidad y de que solo aquel que tiene una confianza en su identidad puede involucrarse en una relación envolvente. También afirma que el tener una relación sexual con otra persona a la cual utilizo como un objeto para satisfacer una necesidad física no es un acto íntimo ya que es necesario compartirme, darme yo en ese encuentro y compartir mis sentimientos, para que a través de la conducta sexual pueda haber intimidad.

Es decir, que el tener relaciones sexuales esporádicas, sin compromiso o relaciones sexuales monógamas encadenadas (estar con una misma persona durante un tiempo indefinido con relaciones sexuales,

Monogamia, el proyecto de identidad relacional

pero sin compromiso para romper fácilmente la relación, y volver a establecer otra relación con otra persona en las mismas condiciones) haría que nuestra identidad se viera afectada por, entre otras cosas, el conflicto que se produce en la intimidad.

De nuevo, la sexualidad como un contexto seguro de creación de identidad donde pueda expresarme tal y como soy y donde pueda crecer como persona, se ve invadido por miedos internalizados.

Son diversos los temores que impiden la intimidad, todos ellos relacionados con nuestra vulnerabilidad, nuestra necesidad y nuestra identidad. Díaz Morfa (2003) cita los siguientes: 1. El miedo a exponerse, a descubrirse. 2. El miedo al abandono. 3. El miedo al ataque agresivo. 4. El miedo a la pérdida de control. 5. El miedo a nuestros propios impulsos destructivos. 6. El miedo a la pérdida de nuestra propia individualidad o el miedo a ser absorbido.

La teoría del apego contempla el amor entre adultos como un vínculo emocional que canaliza necesidades innatas de seguridad, protección y contacto con otros significativos. Vivimos en pareja para dar y recibir afecto y por ello buscamos una prolongada relación íntima. Si tengo múltiples parejas esta seguridad y esta necesidad de afecto e intimidad se verá afectada.

«El apego forma una base segura de la identidad, una fuente de protección y contacto íntimo que alivia la tensión y facilita la adaptación positiva y el bienestar» (Hofer, 1984). Esa «base segura» está caracterizada por la confianza en la disponibilidad y la respuesta del cuidador y un sentimiento de sí mismo como valioso de ser cuidado y amado. ¿Se puede tener esta «base segura» en la relación de una noche? ¿No se pierde esa confianza al pensar que la relación que tengo solo es sexo?

Conclusión

«La construcción y el mantenimiento de la identidad está íntimamente conectada al proceso de apego» (Guidano, 1991), por eso, una relación segura es la arena natural para reintegrar aspectos del sí mismo que han sido negados o rechazados o nunca formulados. La base de la intimidad es el compartir la vulnerabilidad emocional (L’Abate y Sloan, 1984). Una relación íntima positiva y segura facilita el crecimiento y la integración de la identidad a lo largo de toda la vida.

«Alégrate con la mujer de tu juventud … Y en su amor recréate siempre» (Proverbios 5: 18-19).

Es hora de replantearnos si queremos eliminar los temores que la sociedad nos impone y, de esa forma, busquemos un mejor proyecto de creación de identidad.

AINSWORTH, M. D. S. “Attachments beyond infancy.” American Psychologist, 44 (1989): 709-716. BOWLBY, J. Attachment and Loss. Vol. I. Attachment. London: The Hogarth Press, 1969/1982. BOWLBY, J. “Developmental psychiatry comes of age.” American Journal of Psychiatry, 145 (1988): 1-10. DÍAZ MORFA, J. Prevención de los conflictos de pareja. Bilbao: Desclée de Brouwer, 2003. HOFER, M. A. “Relationships as regulator: a psychobiological perspective on bereavement.” Psychosomatic medicine, 46 (1984): 183-198. GUIDANO, V. F. Affective change events in a cognitive therapy systems approach, en: Edit. Safran y Greenberg, Emotion, Psychotherapy and change. Nueva York: Guilford, 1991, pp. 50-81. L’ABATE, L. N.; SLOAN, S. A. “A workshop format to facilitate intimacy in married couples.” Family relations, 33 (1984): 245-250. MATURANA, H. R. “Ontologia del conversar.”

Terapia Psicologica, 10 (1988b): 15-23. WHITE, M. Guías para una terapia familiar sistémica. Barcelona: Gedisa, 1994. YÁRNOZ, S.; ALONSO-ARBIOL, I.; PLAZAOLA, M.;

SAINZ DE MURIETA, L.M. “Apego en adultos y percepción de los otros.” Anales de psicología, vol. 17, nº 2 (diciembre 2001): 159-170.

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Septiembre-Octubre de 2012 Asociación de Estudiantes y Graduados Universitarios Adventistas de España · aeguae.org

Algunos pensamientos sobre el Posmodernismo

Texto: Stefan Albu. Licenciado en Teología. « Vivimos un colapso cultural similar al colapso del mundo greco-romano o con la caída de Edad Media.» 1 Las fundaciones del mundo moderno se derrumban. 2 «Dios ha muerto, Marx ha muerto y yo no me siento muy bien.» 3 Así fue saludado el surgimiento del posmodernismo. Es un saludo demasiado pesimista, una valoración hecha desde una perspectiva nostálgica en relación con la ilustración, el romanticismo y el modernismo.

El término «posmodernidad» fue empleado por primera vez en 1864, por el crítico de arte Charles Pierre Baudelaire. Este término engloba en sí una reacción a todos los niveles (filosófico, social, cultural, artístico, religioso, etc.) a las tendencias modernistas. Al ser una reconstrucción del paradigma existencial, el posmodernismo genera y es una crisis, «una crisis de nuestras verdades, de nuestros valores, de las creencias que más apreciamos. Una crisis que debe su origen, su necesidad y su fuerza a la reflexividad.» 4 En función de la calidad de la reflexión que se impone, saldremos fortalecidos o debilitados, mejores o peores, visionarios o nostálgicos.

Por esto es difícil definir claramente el posmodernismo. La posmodernidad no es susceptible de una definición clara y, menos todavía, de una teoría acabada. 5 Pero a rasgos mayores, el posmodernismo es el escepticismo hacia la pretensión de que la observación científica nos

http://creativesideofdiana.blog.com/files/2012/05/postmodern.jpg

1 David Buttrick, Speaking Between Times: Homiletics in a postmodern World, 1994, p. 2 2 Alister McGrath, Intellectuals Don’t Need God and Other Modern Myths, Grand Rapids:

Zondervan, 1993, p. 177 3 Frase atribuida a Woody Allen. 4 Kenneth J. Gergen, El Yo Saturado (Dilemas de Identidad en el Mundo Contemporáneo),

Ediciones Paidós, Barcelona, 1992, p. 177 5 Luis González-Carvajal, Ideas y creencias del hombre actual, Editorial SAL TERRAE, Santander, 1991, p. 155

En este número

lleva a conocer la verdad. La objetividad pura es considerada un mito y la noción de verdad absoluta es un oxímoron. 6 «En el posmodernismo los procesos de la razón, la intención y la decisión moral individuales, pierden su carácter de realidades. (...) el lenguaje de la vida mental cobra significado o significación a partir de su uso social. (...) Los individuos por sí mismo no pueden “significar” nada: sus actos carecen de sentido hasta que se coordinan con los de otros. (...) Mis palabras no constituyen una “comunicación” hasta que otros la consideren inteligibles. (...) Al ampliar las argumentaciones posmodernas, vemos la posibilidad de reemplazar la cosmovisión individualista por una realidad relacional. Cabe sustituir la máxima cartesiana Cogito, ergo sum [Pienso, luego existo], por Communicanus, ergo sum [Nos comunicamos, luego existo].» 7

Podríamos decir que el posmodernismo genera una crisis que impone una nueva definición de la comunicación y de las relaciones con los demás. Por esto, ya no vivimos en la «Galaxia Gutenberg» sino en la «Galaxia TGIF (Twitter, Google, iPhone, Facebook)» o en la Cultura Google o en la Era Digital. 8 Esta transición está creando muchos problemas de adaptación y de relación. Si el modernismo, por su prioridad individualista generaba relaciones telescópicas, la cultura Google impone la necesidad de relaciones microscópicas, dónde la prioridad no es el individualismo sino el pertenecer, el ser aceptado, el estar en contacto con los demás y el compartir la vida. Si los de la cultura Gutenberg se fijaban más en la rectitud de los pensamientos sobre las realidades de la vida, los de la cultura Google se fijan más en la rectitud de las relaciones con los demás. Por esto, uno de los valores más deseados en la sociedad posmoderna es la comunidad. El concepto de comunidad quiere decir «un grupo de personas que viven juntos y se comunica de una manera sincera el uno con el otro, que tienen relaciones profundas que pasan más allá de la máscara del dominio propio y que tienen un grado bastante significativo de lealtad para que se alegren juntos, que lloren juntos y que encuentren placer el estar en la compañía del otro.» 9 En sus relaciones interpersonales los posmodernistas aprecian mucho la humildad, la honestidad y la autenticidad.

Los humanistas visionarios del siglo XIX (Karl Marx, E. Durkheim y Max Weber) predecían que la Iglesia y la religión perderían su influencia e importancia en una sociedad moderna y que Dios ha muerto. El modernismo del siglo XX confirmaba que el racionalismo y el individualismo ha

6 Loscalzo, Craig A., Apologetic Preaching: Proclaiming Christ to a Postmodern World, Downers

Grove, IL, InterVarsity Press, 2000, p. 84 7 Kenneth J. Gergen, El Yo Saturado (Dilemas de Identidad en el Mundo Contemporáneo),

Ediciones Paidós, Barcelona, 1992, p. 302 8 Véase: Mc LUHAN MARSHAL, La Galaxia Gutenberg. Génesis del homo typographicus, Aguilar,

Madrid, 1969 y LEONARD SWEET, Viral, WaterBrook Press, Colorado, 2012 9 Wade Clark Roof, A Generation of Seekers: The Spiritual Journeys of the Baby Boom Generation, San Francisco: HarperSanFrancisco, 1993, pag.236

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