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Capítulo I. El límite de lo humano I. Esqueleto poscraneal. Bipedismo
Capítulo I. El límite de lo humano I
Esqueleto poscraneal. Bipedismo
La capacidad de marcha erguida es exclusivamente humana, al menos, actualmente. Se ha estudiado sobre restos de australopitecinos si éstos podían andar como lo hacemos nosotros, con la misma eficacia, pero los resultados no son unánimes.
La postura erecta del hombre es de gran eficacia si la comparamos con el cuadrupedismo de un perro. Si éste se encuentra apoyado sobre sus cuatro patas consume más oxígeno, relativamente, que un hombre apoyado en sus dos pies. En el chimpancé que adopta una postura erecta forzada se tienen que activar más músculos para mantener esta posición que en un humano. 1 Las diferentes posibilidades para el mantenimiento bípedo dependen de la forma de los huesos, y las consecuentes disposiciones musculares y proporciones entre los diferentes miembros del cuerpo.
Según la interpretación sobre los restos hasta ahora encontrados, los australopitecinos poseían una relación de tamaños entre miembro superior e inferior distinta de la que existe en el ser humano, con un mayor tamaño relativo del superior sobre el inferior, siendo más evidente en Australopithecus afarensis, del que existen individuos muy completos, como es el caso de la hembra Lucy. 1 Generalmente se acepta que los australopitecinos podían andar derechos, de un modo intermedio a como lo hacen el hombre y los póngidos. 2,3,4,5 Las pruebas se han encontrado, sobre todo, en el estudio de Lucy, técnicamente A.L. 288-1, procedente de Afar, Etiopía, del cual se conserva, excepcionalmente, el 40%. Siendo escasos y fragmentarios los restos de estos animales y los craneanos los más importantes por su abundancia y conservación, Lucy ha ofrecido una oportunidad única para el estudio de un esqueleto poscraneal bastante completo, aunque eso sí, fragmentado y necesitado de una reconstrucción no siempre unánime. 3
El tórax de Lucy debió de tener forma de embudo, típica de los monos, y sin parecido con la forma de tonel propia del hombre. También las costillas son más simiescas, 1 así como el hombro en el cual la cavidad glenoidea del omóplato, que articula con el húmero, está girada hacia arriba respecto de la humana, de modo similar a la articulación de un trepador. El codo es muy parecido al del chimpancé y el gibón, tanto en Lucy como en otros australopitecinos. 1,3,5 Las falanges de los dedos se curvan de un modo propio de la vida arbórea, hasta el punto de que ciertas capacidades de manipulación fina, por parte de la mano, debieron ser toscas. 2.3.4 Las falanges de la mano, pertenecientes a O.H. 7, considerado como tipo Homo habilis (véase apéndice), aunque hay quienes piensan que se trata de un australopitecino, 6 presentan profundas marcas de inserción del músculo flexor digital superficial, de modo similar a los antropoides. En estos últimos, este músculo se activa especialmente durante la trepa, no así en su estancia cuadrúpeda en el suelo. 7
En el caso de Australopithecus robustus parece que los restos de la mano poseen una morfología más próxima a la humana, pero en general, lo que hemos dicho de Lucy se puede generalizar al resto de australopitecinos. 1
En las extremidades inferiores de Lucy también se observa la mayor posibilidad de movimiento lateral de la rodilla, y un mayor tamaño relativo del pie respecto del hombre.
Es quizá en la pelvis donde más rasgos propios del bipedismo se encuentran, 8 pero no todos los investigadores interpretan los datos del mismo modo. 3,4 Se trata de una pelvis baja y ancha, muy humana, pero también presenta un ilion plano, sin el giro de 45º que encontramos en el ilion humano, y que da a nuestra pelvis una tendencia a formar una cuenca esférica. El acetábulo, que articula la pelvis con el fémur, es más simiesco en Australopithecus afarensis que en Australopithecus africanus. 1 En el chimpancé hay un alineamiento del fémur con la pa-
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reja tibia-peroné que en el hombre aparece formando un ángulo que determina el que las piernas no caigan verticalmente desde el acetábulo, sino que, al quedar oblicuo al fémur, las rodillas queden prácticamente juntas, como los pies. Esta característica también se observa en Lucy y otros australopitecinos, 1 siendo interpretada en ocasiones como una morfología que favorecería la marcha bípeda, debido a que al plantar el pie, éste queda justo en la vertical del centro de masas y no se pierde el equilibrio al andar, evitándose el balanceo hacia los lados que es tan típico del bipedismo de los monos. Sin embargo, el orangután y el mono araña son animales de vida arbórea, muy pobremente capaces de marcha bípeda y también presentan una morfología próxima a la humana de la extremidad inferior. 4,5 Recientemente se ha comunicado la existencia de restos que en principio se atribuyeron a una nueva especie Australopithecus ramidus 213 y que posteriormente se ha denominado Ardipithecus ramidus. 214 Los escasos restos encontrados, tanto poscraneales como craneales, exigen esperar a un estudio más detallado para obtener conclusiones más definitivas, pero de momento se le ha señalado como predecesor de A. afarensis, 215 aunque hay quien ha destacado las características puramente simiescas, 216 con posterioridad se han encontrado restos en Kenia que han sido descritos como Australopithecus anamensis. 217 Los escasos restos mandibulares, maxilares y una tibia hacen prematuro pronunciarse al respecto, pero el equipo que lo ha descrito lo considera precursor de A. afarensis y especie hermana de Ardipithecus ramidus. 217 Su dentición parece poseer características propias de los póngidos, 218 y de la tibia se ha dicho que es propia de un ser bípedo. Creemos que hay que esperar a una descripción más detallada para elaborar conclusiones más sólidas.
De los huesos del pie, como de la mayoría de huesos hallados de australopitecinos, podemos decir que presentan un mosaico de características de simio y humanas.
En 1978 se encontraron unas huellas fósiles en Laetoli, Tanzania, con características propias de las humanas. 9 Han sido datadas por la metodología estándar en más de tres millones y medio de años, y han sido atribuidas por algunos investigadores a australopitecinos, 10,11 pero tienen tal parecido con las de un hombre actual, que otros dudan de que hayan sido hechas por éstos. 3,4 Russel Tuttle piensa que con los restos hallados no se pueden explicar unas huellas tan humanas, 2 y lo mismo opina Mary Leakey. 12 En estas huellas se aprecia un puente plantar similar al de un ser humano. El descanso del cuerpo sobre el talón, y la disposición paralela y conjunta del pulgar del pie con el resto de los dedos, además de que la disposición de una huella respecto de otra es muy similar a la que marca una marcha humana, constituyen el centro de las diferencias de opinión. Así, Yves Coppens, entre otros, 3,4 prefiere hablar de un Homo para denominar al autor de las huellas.
Al que hemos llamado Australopithecus afarensis, algunos antropólogos preferirían que se le considerase como una subespecie del Australopithecus africanus, 13,14 porque no encuentran suficientes diferencias morfológicas entre los restos de Afar y Laetoli, y los anteriormente conocidos de la especie africanus.Y tampoco hay acuerdo unánime respecto de la imposición de un solo nombre a los restos de Afar y Laetoli, en los que parece que se encuentran dos tipos morfológicos. 15 Ha sido muy aceptada la idea de que se trata de una diferencia sexual, lo que se denomina dimorfismo sexual. Las morfologías encontradas reflejan también diferentes aptitudes para el bipedismo. Las hembras, representadas por Lucy, A.L. 288-1, parece que poseían una capacidad trepadora importante y, por lo tanto, una vida más arbórea que la de los machos, que podemos ver representados por los restos A.L. 333-3, en los cuales se aprecian más claramente los caracteres propios de la bipedestación y, consecuentemente, es posible que se desenvolviesen más en el suelo que en los árboles. Stern y Sussman opinan que en cualquier caso no debieron andar totalmente erguidos, debido a la flexión de la cadera y de la rodilla, similar a los monos cuando se yerguen. 5 El antropólogo belga M. Verhaegen opina que los australopitecinos habrían sido los ancestros bípedos no del hombre, sino del chimpancé y del gorila. 212
Destacaremos como conclusión que el bipedismo no presupone la inclusión automática en el grupo humano. Que hoy no existan seres con estas características no significa que no
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hayan existido en el pasado, y es además un inconveniente el que no encontremos en el presente, seres con capacidades próximas a las de los australopitecinos, porque nos faltan los indispensables elementos de comparación en estas investigaciones. 3
Sí estamos seguros de que estos seres debieron poseer un buen grado de bipedismo, tal vez fuese sólo postural y, muy posiblemente, también al caminar. También parece que hubo diferencias entre machos y hembras para adoptar la postura erguida.
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