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Referencias

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baramín agrupa a seres que poseen una posibilidad de fecundación ovular. Incluirá, por tanto, a los organismos que, poseyendo una morfología próxima (como es el caso de cebras, caballos y burros o erectus, neandertales y hombres actuales), pero siendo considerados como especies distintas, nosotros pensamos que son variaciones de un tipo original, de un baramín (véase apéndice 2).

Variabilidad

En muchos animales es obvia la variabilidad entre individuos de una misma «especie», incluso entre los sexos. El dimorfismo sexual está marcado de modo diferente según los animales. En las aves es muy general que los machos posean colores más vistosos que las hembras; también es frecuente que la diferencia sea de tamaño. En cualquier caso, no parece que sean diferencias que vayan mucho más allá del color o el tamaño. Casos muy similares a éstos pueden encontrarse en peces, anfibios, mamíferos o reptiles.

Pero también se dan otras variaciones entre los sexos que resultan mucho más profundas y que, en ocasiones, han despistado tanto al investigador como para llevarle a pensar que, en lugar de las versiones sexuales, se enfrentaba a animales tan diferentes, que no tendrían relación ni en cuanto al género. Entre los gusanos marinos, la hembra de Bonellia viridis es visible, mientras el macho parece no existir, pues se reduce a un minúsculo «parásito» alojado en el interior de la hembra.

Entre los vertebrados, un caso destacable de dimorfismo sexual lo encontramos en el pejesapo, un pez de las profundidades marinas que, hasta principios de este siglo, se dividía en dos familias diferentes. En una de las familias nunca se encontraba a la hembra, que posteriormente resultó ser el constituyente único de otra familia de peces. Los sexos eran tan diferentes que se creyeron no sólo especies distintas, sino familias distintas. Las hembras son de tamaño considerable y suelen llevar colgado el macho, a modo de apéndice. 101

Entre los hominoideos también se dan casos de dimorfismo sexual muy acentuado. En los gorilas es mayor la diferencia entre los sexos que en los humanos actuales; pero es en una especie extinta del mioceno, Lufengpithecus lufengensis, en la que se da un dimorfismo más intenso. En esta especie, representada por gran número de restos (sobre todo dientes, varios cráneos y mandíbulas completos), el dimorfismo sexual parece ser muy grande, desconocido hasta la fecha, llevando en un principio a pensar que se trataba de dos especies, incluso dos géneros distintos. 102,103

Dejando a un lado el dimorfismo entre los sexos, podemos revisar otro par de ejemplos significativos de variación. Es conocido que existen muchas razas distintas de palomas y, entre éstas, es posible encontrarlas tan diferentes como para clasificarlas como especies distintas. En palabras de Darwin: «En conjunto, podría escogerse, por lo menos, una veintena de palomas, que si se mostrasen a un ornitólogo y se le dijese que eran aves salvajes, las clasificaría seguramente como especies bien definidas». 107 Y, sin embargo, Darwin opinaba que lo más probable es que todas fuesen variaciones de Columba livia, la paloma bravía.

Las diferencias entre un perro salchicha y un San Bernardo saltan a la vista. Aun siendo la misma especie, presentan tantas diferencias entre sí como las que posee cada uno de ellos respecto de otras especies de cánidos. El estudio morfológico del cráneo, entre las distintas razas de perros, parece revelar que la enorme diversidad encontrada se debe, al menos en su mayor parte, a diferencias en el desarrollo de unas y otras razas, sobre todo en las proporciones y diferencias entre aparato masticador y resto del cráneo. 104 Los perros más pequeños suelen tener una frente más pronunciada que los de mayor tamaño por tanto, un cráneo más esférico. Esto se debe a la retención de características juveniles de los perros mayores; 105 es decir, los adultos de algunos perros pequeños poseen ca-

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racterísticas morfológicas propias de los juveniles de perros más grandes (véase figuras 5.1, 5.2 y 5.3).

Fig. 5.1. Comparación de los cráneos de dos razas de perros, en vista lateral.

Fig.5.2. Comparación de los cráneos de dos razas de perro, en vista superior.

Fig.5.3. Comparación de los cráneos de dos razas de perro, vistas desde abajo.

No se ha informado de un solo caso de incapacidad reproductiva entre razas de perros, y sí se sabe que el lobo gris de Europa y América del Norte es capaz de mestizar con el perro, y la descendencia siendo igualmente fértil. Ambos, perros y lobos, poseen 78 cromosomas y sus diferencias genéticas son mínimas. 106

Otro cánido con el mismo número de cromosomas es el coyote. Este animal norteamericano, del cual se reconocían varias subespecies o razas, ahora resulta ser más uniforme de lo que se creía atendiendo al pelaje y la morfología. Genéticamente se demuestra que apenas hay diferencias entre las poblaciones, debido a un flujo genético entre ellas, por los contactos reproductivos que establecen.

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Más destacable que Canis rufus, el lobo rojo norteamericano, ha resultado ser un mestizo entre el lobo y el coyote; no es una especie, lo que demuestra la proximidad genética entre todos estos cánidos. 106

Por tanto, podemos, incluir a lobos, perros y coyotes en un solo baramín, y quizá otros cánidos también puediesen ser incluidos.

El caso del hombre no escapa a lo que es regla general para cualquier organismo vivo.

Existe un dimorfismo sexual. Suele ser posible diferenciar con facilidad a un hombre de una mujer. También es clara la variabilidad independiente del sexo, como queda claro al ver a un chino y a un español. La dificultad se materializa al intentar encuadrar los restos de hombres y antropoides fósiles.El registro fósil no despeja las incógnitas, es demasiado fragmentario y no nos ayuda a conocer con precisión quién vivió con quién en cada momento.

En África, los australopitecinos de Taung y Hadar están separados por casi 5.000 kilómetros. El número de restos de cada lugar es reducido, en las distintas localidades se encuentran fósiles ligeramente diferentes, aun así, puede que se trate del mismo animal. Tobias opina que debían ser variaciones geográficas y temporales, debidas al aislamiento entre poblaciones, 13 desestimando la existencia de la especie Australopithecus afarensis, opinión compartida por otros antropólogos. 108,109 Pilbeam y Gould, mediante estudios alométricos, concluyen que Australopithecus boisei y Australopithecus africanus serían dos «versiones» del mismo animal. 110

Haciendo hincapié en lo fragmentario del registro fósil, que favorece una falta de visión en tiempo real de lo que acontece en diferentes lugares del mundo, R. Leakey y A. Walker nos ofrecen una muestra. Estos dos investigadores han estudiado un yacimiento especialmente rico en hombres y antropoides fósiles el yacimiento de Koobi Fora, a orillas del lago Turkana, en Kenia. Se preguntaron cuánto pueden representar los fósiles recogidos, respecto de lo que debió ser la población total, en un momento que ellos sitúan, en un millón de años, según la cronología evolucionista. La respuesta es en cualquier caso desoladora. Si se toman como base los estudios modernos sobre demografía de los chacales, los fósiles encontrados no suponen más que el 0,0002 de la población del momento; y si se toma como base la distribución actual de los papiones, entonces la cifra sería de 0,0000002. Si ahora eliminamos del recuento los restos fragmentarios y nos quedamos con los cráneos más completos, la cifra decrece aún más, quedando una representación de la cienmilésima o la cienmillonésima parte según el animal tomado como referencia. 111

El yacimiento de Koobi Fora es uno de los más ricos del mundo, de lo cual se puede deducir que en muchas ocasiones se está estudiando una parte de la población cuya significación puede ser escasa, y de la que, generalmente, no sabemos nada sobre sus relaciones con otras poblaciones.

Todo esto ayuda escasamente a aclarar las relaciones que pudiesen existir entre seres que presentan unas diferencias a menudo difíciles de interpretar.

Para el caso humano; los neandertales suelen considerarse subespecie o «raza» del hombre actual; es el Homo sapiens neanderthalensis, que amplía considerablemente el grado de variabilidad humana, situándose entre los denominados por algunos antropólogos como Homo sapiens caucasoide, australoide etc. 53

El Homo erectus ofrece aún mayor variación al hombre, aunque su esqueleto poscraneal sea muy similar al de hombres actuales, siendo la capacidad craneana lo más destacable de las diferencias del cráneo. 20,112,113

Es posible que los que más hayan defendido la hipótesis de la especie única, para restos de Koobi Fora, que en vida debieron coincidir en el espacio y en el tiempo, y clasificados como Australopithecus y Homo habilis en un principio, 114,115 sean Wolpoff y Brace.

Que existiese más de un homínido explotando un mismo nicho ecológico, no concuerda con la hipótesis de que la expansión y sustitución de éstos se produce por la posesión de una superioridad adaptativa. Tanto Australopithecus como Homo poseen adaptaciones similares. No podía pensarse, antes de que se efectuasen estos descubrimientos, que un antecesor o

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