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El restaurador de los Torinos E

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duardo Leotta restaura autos desde sus 19 años, cuando compró su primer auto, un Chevrolet Impala de 1960 con el que se inició en la actividad a modo de hobby. Fue un viaje de ida y sin paradas. “A partir de allí, compré otros autos y con ellos fui apli- cando mis conocimientos, ampliándolos y capacitándome según ganaba experiencia. Además, trabajé en talleres relacionados con el automóvil”, recuerda.

Eduardo es técnico electromecánico y cursó algunos años de la carrera de Inge- niería Electromecánica. Su primer taller funcionaba en la casa de sus padres, en la zona norte del Gran Buenos Aires.

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“¿Cuántos autos llevo restaurados? Perdí la cuenta. Varios…algunos fueron restaurados parcialmente, otros, en su totalidad. Algunos eran míos, otros de amigos y, finalmente, de clientes. Realmente, no los tengo todos anotados o en mi memoria, pero fueron unos cuantos”. Aunque Eduardo no recuerda con precisión la cantidad, sí tiene presente cuales fueron los trabajos más destacados –además de su Chevrolet Impala- entre ellos un DKW dos puertas 1957, un Chevrolet Corvette C3 1969, un Alfa Romeo Zagato 1990, un BMW 316 1981, un Mustang 1966 y varios Torino: 380 1969, GS (1972, 1973 y 1975) y TS 1973.

Si bien Leotta tiene en su haber la puesta en valor de autos clásicos europeos, norteamericanos y nacionales, su afecto personal y profundo conocimiento por el Torino lo ha convertido en un claro referente del icónico auto argentino. Es, además, orgulloso propietario de una cupé GS de 1975. Independientemente del origen, marca y modelo, restaurar un automóvil clásico es enfrentarse con un sinnúmero de desafíos. “En primer lugar, hay que tener en claro qué es restaurar, es decir, ‘volver a su estado de origen o como cuando era nuevo’. En ese sentido, mucho tiene que ver la base desde donde se parte, el estado en el que se encuentra el auto al comenzar el proyecto.

En segundo lugar, el dueño tiene que tener en claro esto y, además, debe ser consciente de que el proceso demandará tiempo, dinero y recursos varios. Es un desafío estar en sintonía en ese aspecto. En tercer lugar, y por parte de restaurador, el desafío está en conseguir las piezas faltantes, repararlas y/o restaurarlas. Eventualmente, debe delegar tareas a personas idóneas y, por último, tener en mente todo el proceso desde el vamos para optimizar los tiempos. Finalmente, el desafío estará

Los no Torino: Camaro 1968 aun en pleno proceso de restauración, Alfa Romeo Zagato 1990 y Auto Union dos puertas de 1957 en que el automóvil ya restaurado quede funcionando correctamente y que el resultado del trabajo sea satisfactorio para su dueño, logrando, a su vez, la mejor ecuación costo-calidad-tiempo-beneficios”, detalla Leotta.

Para respetar la originalidad del auto, es fundamental dotarse de la documentación necesaria. “Todo tipo de información genuina de época sirve. Sin embargo, los manuales técnicos, folletos y catálogos de fábrica son de vital importancia”.

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e s ta u ra nd o T o rino s

Restaurar un Torino conlleva sus complejidades específicas. “Hoy, la principal dificultad es conseguir repuestos nuevos y originales. Además, el Torino es un auto complejo en algunos aspectos ya que cuenta con muchos materiales y elementos nobles, como cuero, madera, aluminio, acero inoxidable y aleaciones como el zamac que requieren de una mano de obra artesanal especializada y de gente con oficio para trabajarlos. Y cada vez quedan menos”, explica Eduardo.

Además de la falta de mano de obra calificada y experimentada, resulta crítico encontrar componentes originales. “Lo difícil es conseguir piezas ‘NOS’ (por New Old Stock), es decir, piezas nuevas de stock antiguo. Cada vez quedan menos considerando que el Torino se dejó de producir a fines de 1981 y los repuestos se han ido agotando en todos estos años. Pero pode- mos mencionar los accesorios más difíciles de obtener actualmente como lo son las insignias, acrílicos, faros, etc. En cuanto a la dificultad de reparar sus piezas, todo es complejo, pero podemos citar algunas como el tablero, las butacas y las molduras cuando están muy dañadas”.

En la actualidad, algunas fábricas proveen piezas nuevas para el Torino. Leotta nos cuenta que “hay empresas, aunque no muchas. Existen algunos proveedores que hace años lo fueron y que aún continúan fabricando o han empezado de vuelta a fabricar repuestos como mangueras o partes de motor. En otros casos hay gente que empezó a producir artesanalmente algunas partes debido a la necesidad y demanda de quienes están restaurando este tipo de ve- hículos. Sin embargo, no se fabrican todas las partes del auto. El tema de las autopartes de carrocería es un problema”.

Aunque el auto argentino reconoce su origen en un Rambler de American Motor Company (AMC), son muy pocas las piezas compatibles entre ambos modelos que puedan traerse del exterior para utilizar en el proceso de restauración. “Si bien el Torino deriva del Rambler American 440 de 1964, las piezas compatibles son muy pocas. Podemos aplicar algunas como burletes, partes de cerrajería y algo de la calefacción, pero, teniendo en cuenta que el Torino fue un auto fabricado únicamente en la Argentina con un altísimo porcentaje de piezas producidas en el país, esas pocas piezas compatibles puede que no sean

El Torino del presidente

Por sugerencia del periodista Eduardo Smok , Pablo Sibilla, presidente y director general de Renault Argentina, accedió a la búsqueda y posterior restauración de un Torino. Eduardo Leotta asumió la responsabilidad de la puesta en valor del auto del ejecutivo, una coupé 380 de 1969.

“¡Fue un desafío absoluto! Más aún considerando que Pablo Sibilla es un per feccionista de por sí, sabe mucho de autos y de calidad. Trabajar en lo que iba a ser su auto clásico y que, nada más ni nada menos, haya elegido un Torino 380 Pininfarina 1969 -un auto que salió de la línea de montaje de la fábrica que él dirige en la ac tualidad- no podía estar por debajo de sus exigencias y de lo que se merece. En ese sentido, todos los que hemos trabajado en ese Torino sentimos la presión y dimos todo nuestro esfuerzo para lograr el objetivo: que Pablo Sibilla esté conforme y feliz con su Torino. A mí, como a todos los que llevamos al ‘toro’ en el corazón, me llena de alegría que él se haya decidido por tener y restaurar un auto tan emblemático para los argentinos”.

exactamente igual, ya que IKA, al producir las autopartes, las adecuó conveniente al nuevo auto y maximizó la integración de partes con otros productos como los Rambler Classic y Ambassador, con los cuales compartía también algunos componentes. Hay que conocer muy bien los modelos para no equivocarse a la hora de comprar un repuesto en el exterior”, advierte Leotta. Junto a los fabricantes de piezas, también se puede recurrir a proveedores específicos en algún servicio. “Los hay y ¡muy buenos! Existen talleres que se especializan solo en trabajar con Torino: talleres de chapa y pintura, tapiceros y rectificadoras de motores que reparan muy bien los motores Tornado y Torino, entre otros”. Para un restaurador, y también coleccionista, como Eduardo Leotta, poner en valor un Torino tiene un gusto muy particular. Es diferente a restaurar otro clásico:

“Para mí, restaurar un Torino tiene un sabor muy especial. Es un auto que me gusta mucho por muchas razones, a saber:

1. Aprendí a manejar con un Torino SE 1974 que era de mi padre.

2. Por toda la historia que hay detrás, desde su concepción, y posterior fabricación, hasta el impacto que generó en la gente y en la cultura popular cuando se empezó a vender. Por su desempeño en el ámbito deportivo, porque fue un auto potente, veloz, caro, aspiracional, bello y bien construido.

3. Porque al haber trabajado con varios clásicos de diferentes procedencias, marcas y épocas, descubrí que es un auto que para 1967 estaba a la par, o incluso por encima, de algunos de sus contemporáneos, lo cual me resulta sumamente atractivo para trabajar en él. En un Torino se conjuga esa mezcla de genes americanos, europeos y argentinos que lo hacen tan único y especial; tan nuestro”, concluye Eduardo. z

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