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2.2.4. Evaluaciones

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5.1 Proyecciones

5.1 Proyecciones

2.2.4. Evaluaciones

Las concepciones son claves en el desarrollo de los proyectos y, más aún, en el proceso evaluativo de las organizaciones empresariales. Como formas particulares de mirar, concebir, comprender y explicar la realidad social, aquellas conducen y expresan una forma natural de relación con la comunidad, que viene dada por el interrogante ¿la comunidad es sujeto u objeto de la praxis? En este sentido, los discursos institucionales sobre lo social y sus apuestas metodológicas vienen mediados por esa postura frente al desarrollo y el ser humano que, finalmente, va hilvanando la manera como se trabaja con los involucrados. “Toda forma de intervención social se apoya en referentes metodológicos y tiene una intencionalidad que viene dada por el marco ideológico, político o filosófico de quien la realiza” (Ander-Egg, 2000).

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Las prácticas, las concepciones y, en particular, los paradigmas de intervención tienen una influencia considerable al momento de tomar decisiones sobre los modelos, métodos y técnicas de evaluación. Las necesidades de información, los intereses y las motivaciones, tanto de la organización como de los actores involucrados, influyen en la profundidad de su contenido y alcance para configurar el modelo de evaluación.

En términos generales, se pueden apreciar dos tendencias en cuanto a modelos de evaluación: los de corte analítico y los globales, también llamados emergentes.

Los analíticos están relacionados con paradigmas epistemológicos “explicativos” y, a través de ellos, con posiciones realistas u objetivistas; por tanto, privilegian información cuantitativa. Por su parte, los globales se basan en paradigmas interpretativos o comprensivos, de tal modo que la tarea final de la evaluación consiste en establecer el significado de las acciones y actividades que se desarrollan dentro del programa. Su enfoque es holístico (Briones, 1996).

No obstante estas tendencias, es fundamental que se privilegien elecciones que contribuyan a fortalecer el propósito de los proyectos y a incrementar su beneficio social. Un paradigma de elecciones en que se reconozca que diferentes métodos pueden ser apropiados para diferentes situaciones es un buen inicio para redimensionar el rol de quien evalúa.

Respecto a las concepciones que orienta el modelo de evaluación en un proyecto de mejoramiento educativo, se puede identificar, en primer lugar, una concepción instrumental en la que la Fundación plantea que los cambios presentados en una comunidad obedecen al método de trabajo; aquí el propósito se centra en analizar su eficacia. En segundo lugar, una concepción mediacional, que la Fundación denomina de cambio asistido, en la que los acompañantes y la comunidad se reconocen como mediadores del proceso de cambio y, por tanto,

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la mirada se centra precisamente en las mediaciones que se suscitan entre ellos; aquí el propósito adquiere un carácter comprensivo de esa influencia recíproca y de los procesos que conducen a la activación y a la construcción del cambio. Por último, la concepción mediacional situacional, en la que el supuesto es concebir el cambio como una mediación sociocultural que incluye los significados que aportan todos los actores involucrados en la acción; en este sentido, la mirada se centra en las mediaciones internas y en las externas, y su propósito es comprender el clima de intercambio creado por los grupos o actores que forman parte del mismo (Monarca, 2015; Guba & Lincoln, 1989).

Actualmente hay quienes reconocen que la gestión evaluativa es parte de la inteligencia social requerida para resolver muchos de los problemas de desarrollo que afectan al conjunto de la población. Esto, esencialmente, porque en esta gestión se involucran, entre otras, la racionalidad, la innovación y la proactividad para lograr propuestas de mayor pertinencia y relevancia social.

Tabla 5. Concepciones presentes en la evaluación de un proyecto de mejoramiento educativo

Concepciones Supuesto Característica Propósito de la evaluación

Instrumental

Mediacional (cambio asistido)

Mediacional situacional El cambio de la comunidad es generado por el método de investigación. Mirada centrada en el método. Analizar la eficacia del método y las técnicas de intervención.

El acompañante y la comunidad son mediadores del proceso de cambio y sujetos activos de sus propios cambios en un marco de influencia mutua. Mirada centrada en la respuesta de las mediaciones internas. Comprender la influencia recíproca y los procesos de activación y construcción del cambio.

El cambio está mediado por el intercambio sociocultural y de significados de todos los grupos implicados. Mirada centrada en las mediaciones internas y externas. Comprender el clima de intercambio creado por los grupos que actúan en un contexto.

FUENTE: Elaboración propia.

De hecho, cada vez cobran más fuerza los planteamientos que resaltan el papel de la evaluación en la consolidación de acciones para la transformación, en la toma de decisiones para el cambio y en la construcción de insumos para la creación de políticas públicas. Se habla, por tanto, de la evaluación como un recurso clave en la gestión del conocimiento que, si bien parte desde la organización que la lleva a cabo, se enmarca en un contexto al que retroalimenta y que a su vez la retroalimenta para consolidar condiciones que permitan aprovechar los ejercicios evaluativos bajo una perspectiva social y crítica desde la que se impacte la configuración del contexto donde aquella evaluación tiene lugar, o bien en contextos similares. En este sentido, el quehacer evaluativo ha dejado de asumirse como un proceso costoso que se limita a la construcción de documentos y a la presentación de resultados, para tomar estos elementos como puntos de partida desde los que se asume el uso de sus hallazgos para su aprovechamiento en las acciones que se desarrollan en torno al objeto evaluado (Monarca, 2015; Rodríguez, 2014).

Este abordaje implica un reto, pues parte de un cambio de paradigma sobre cómo se concibe, se construye y se asume la evaluación. Se alude a un ejercicio que no se limita al escenario académico o científico, ni tampoco a un conjunto de acciones que derivan en indicadores de resultados empresariales; por el contrario, y si bien no se desconocen estos referentes, ha empezado a considerarse la evaluación como un recurso inherente al quehacer social, que debe asumirse con interés y rigor, bajo una perspectiva crítica que permita su aprovechamiento en el marco de procesos de gestión del conocimiento que aporten a la construcción de acciones deliberadas, contextualizadas y sistemáticas ligadas a la transformación social. Rodríguez (2014) afirma que:

… aunque la evaluación también podría ayudar a aprender de la experiencia en formas que serán útiles en el futuro de forma difusa (indirecta), el conocimiento evaluativo es menos dado a procesos de acumulación que el conocimiento científico (…). El conocimiento de las evaluaciones permanece a menudo fragmentado y disperso, debido a que las evaluaciones no son suficientemente contextualizadas, o a la inexistencia de procedimientos bien establecidos de construcción de conocimiento evaluativo (revistas, seminarios, peer reviews, comunidades de prácticas…) (p. 16).

Al respecto, muchos autores y expertos en evaluación coinciden en afirmar que: ◼ Es necesario que todas las políticas públicas sociales y en general la gestión social llevada a cabo por diversas organizaciones incluyan el componente de evaluación.

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◼ Se democratice el uso de los resultados de la evaluación y se desmitifiquen las prácticas evaluativas. ◼ Los resultados de la evaluación se usen para la toma de decisiones programáticas y gerenciales. ◼ Los resultados de la evaluación se usen como base para la formulación de políticas y programas, y para su reformulación. ◼ Es necesario innovar en la evaluación, jugar con el pluralismo metodológico, romper esquemas tradicionales y tener en cuenta las evaluaciones de corte participativo y cualitativo. ◼ La formación permanente en evaluación es necesaria, especialmente de aquellos encargados del diseño y puesta en marcha de políticas y proyectos de contenido social. ◼ La cultura evaluativa implica una preocupación, una actitud, un interés y una serie de valores que hagan ver a la evaluación como una herramienta para el mejoramiento continuo. Así mismo, implica observar la evaluación como un proceso social y educativo: social porque hay interacción de actores y educativo porque genera aprendizajes útiles para la experiencia institucional y programática.

En términos generales, la evaluación es la apreciación y valoración sistémica y objetiva del diseño, la ejecución, la eficacia, la efectividad, los procesos, los resultados y las consecuencias de un proyecto o programa en ejecución o completado7. En la Fundación Promigas, la evaluación de los proyectos y programas ha tenido varios propósitos y alcances: desde aprender a identificar y medir las transformaciones (aprendizaje y logros) que se generan en la comunidad educativa como consecuencia de sus procesos de acompañamiento hasta valorar la eficacia y el costo-efectividad de sus inversiones en educación.

Son muchos los enfoques y metodologías de evaluación que se han experimentado y construido en la Fundación, que reconoce la necesidad de evolucionar en este ejercicio para ser consistente con sus concepciones, con el marco filosófico y con aquello que como organización requiere. Tanto los enfoques de tendencia cuantitativa como los de tendencia cualitativa han aportado luces importantes para tomar decisiones oportunas que han incrementado el beneficio social de las acciones ejecutadas en las comunidades; sin embargo, hoy se busca que las miradas hacia los proyectos sean profundas y de carácter holístico para evitar el “deleite” que pueden causar las evaluaciones basadas solo en hechos y datos.

7 Tomado del documento “Metodología de evaluación ex post de programas y proyectos” del Departamento Nacional de Planeación de Colombia (2004).

Cuando tenemos la oportunidad de pisar barro en lo social y el firme propósito de lograr transformaciones integrales en la comunidad educativa, el zoom debe centrarse en las mediaciones que se suscitan en lo social, como un enriquecimiento de doble vía y no solo como algo lineal, muy común en organizaciones empresariales, como lo es el insumo-proceso-producto.

Las comunidades donde la Fundación realiza sus apuestas institucionales son dinámicas, cargadas de contradicciones, perplejidades, carencias y potencialidades diversas que les dan el derecho a aportar voz y presencia en todo aquello en que se involucren, por lo que deben ser percibidas y valoradas como sujeto y no objeto de los proyectos.

Los modelos de evaluación de proyectos sociales son un conjunto de aplicaciones y procedimientos. Valdés dice al respecto: “Se entenderá por modelo de evaluación aquellos esquemas o diseños teóricos, metodológicos y operativos, así como los instrumentos y técnicas de recolección de datos que en conjunto permiten la evaluación de un determinado proyecto”.

En la Fundación Promigas se ha trabajado en un diseño orientado a medir, por un lado, las transformaciones generadas por la mediación (interacción recíproca acompañante-comunidad) y, por otro lado, el impacto y sostenibilidad de los cambios logrados.

En el primer alcance, la evaluación es guiada por el acompañante y, en el segundo, por agentes externos. Evaluación guiada por el acompañante. Esta evaluación se realiza en el marco de un enfoque interactivo. En este caso, como mediador acompañante propone, define y valida las metodologías, técnicas e instrumentos de recolección de datos que permitirán dimensionar las potencialidades en la preejecución y las transformaciones (aprendizajes y logros) en la comunidad, tanto en la ejecución como en la postejecución de la mediación. A partir de la interpretación de los datos recolectados, emite juicios valorativos y decide en cada momento cómo mejorar su conocimiento, estructura, procesos, prácticas y resultados, o, dicho de otra forma, se prepara para innovar o mejorar continuamente el acompañamiento. Con esta evaluación se analiza la influencia recíproca, con el acompañamiento se aprende sobre los cambios en el proyecto de mejoramiento educativo, se reconstruye el acompañamiento y se valora su eficacia y racionalidad, y con la comunidad se dimensionan los cambios y se comprende cómo se generan. Evaluación guiada por agentes externos. Tiene el propósito de enriquecer los procesos y, básicamente, los resultados a partir de una mirada objetiva externa que contribuya a dimensionar el impacto y la sostenibilidad de los cambios en

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