Por Azucena VĂŠlez Abril de 2014
MURIÓ, PERO NO SE HA IDO El 19 de noviembre del 2013, Julio César Montoya Martínez partío hacia el más allá, al cosmos, a la eternidad, al cielo, y aquí nos dejó silencio, vacío, soledad, incertidumbre y mucho desamparo. Ya no tenemos al consejero, al que acogía, apoyaba, y lo más importante, el que reflexionaba y mostraba alternativas. Su vida es un ejemplo pleno de significados, propósitos, realizaciones y enseñanzas que llevan a afirmar que “murió, pero no se ha ido”. Y como fueron importantes sus realizaciones, atrevidos e interesantes sus pensamientos y sincero el afecto y la admiración que suscitó entre familiares y amigos, yo, que tuve la fortuna de convivir con Julio César durante 35 años, voy a intentar que siga hablando desde el silencio, y para ello voy a mostrar en este escrito parte de su pensar y de su actuar. Suena atrevido, pero sí, el objetivo es “mantenerlo vivo”, utilizando para ello el medio que inventaron los humanos desde el inicio de la evolución, escribir. El asombroso proceso de pasar ideas y sentimientos a símbolos, letras, palabras, frases y llegar al libro, del cual Julio César fue ferviente adorador por la función intelectual que cumple y por ser objeto material que une creatividad y belleza. Su devoción por los libros, lo llevó a dedicar años a la investigación, la escritura, la edición, la corrección y la publicación. Por eso el homenaje más acorde con lo que fue su pasión, es recordarlo mediante la palabra escrita que es la que más perdura.
Muchos simplemente existen, solo cumplen funciones vegetativas, pero la vida de Julio César fue mucho más: se interrogaba, dudaba, reflexionaba, “no tragaba entero”, siempre tenía presente el por qué, el cómo, el para qué, ¿Es verdadero o falso? ¿quién lo dijo?, ¿qué fines tiene? Nació con mente cuestionadora y así lo recordó su nieto David Montoya en el funeral: “A tus seis años, viviendo en una vereda de El Peñol, le dijiste a mi bisabuelo Pedro Julio, papá yo quiero estudiar y ser profesional, nos vamos para la ciudad, y él haciéndote caso, vendió unas pocas vacas, que representaban todo su patrimonio, al llegar a la ciudad me contaron que hiciste trapeadoras y reparaste zapatos para poder pagar tus estudios”. Y así fue, Julio César impulsó a su familia a venirse a Medellín y por eso pudo hacerse bachiller, contador, empresario, sociólogo, asesor y convirtió el mundo en un interminable cuestionario, más de las veces con preguntas sin repuestas, motivadas por la intrepidez de quien se atreve a penetrar en lo prohibido, lo inexplorado, lo infinito, lo sagrado. Con este escrito me prepongo mostrar parte del pensamiento y las realizaciones de Julio César, convencida de que servirán a quienes lo lean, también para cuestionarse, activar la creatividad y disponerse a una vida útil. Que el ejemplo de Julio César Montoya Martínez motive existencias que cuando terminen hagan exclamar: “No vivió en vano, se gastó la vida ayudando a entender y a mejorar el mundo”.
El Cosmos, !cuánto asombro te produjo! Fueron varias las veces que juntos vimos la serie de televisión “Cosmos”, realizada por Carl Sagan (1934-1996) el astrónomo y pensador a quien le profesaste admiración y cuya muerte siempre lamentarse por lo temprana, a la edad de 64 años.
Imagino que te encontraste con él y juntos han observado los millones de galaxias, de estrellas, de planetas y quizás se hayan lamentado por la ignorancia que acá tenemos sobre la realidad del cosmos y por la indolencia que mostramos frente al deterioro que le estamos causando a este planeta azul. Cuando miro el firmamento, te imagino como “El Principito” viajando en un asteroide entre los planetas de la vía láctea. Otras veces pienso que te quedaste en la luna porque aún quieres estar cerca de nosotros. El cosmos fue tu fascinación, ¿lo comprendes ahora?
Hiciste muchas preguntas difíciles ¿De dónde surgió la vida? ¿Qué sentido tiene el vivir? ¿Qué ocurre después de la muerte? Imagino que en tu encuentro con Dios le preguntaste: ¿De verdad que usted es omnipotente, qué todo lo puede? Y si la respuesta de Dios fue sí, de inmediato tú le replicaste: ¿Entonces, por qué no acude a aliviar tantas tragedias y penas que tienen los seres humanos? Porque eso fue lo que más te preocupó de las enseñanzas religiosas que recibiste, que te dijeran que Dios es omnipotente pero incapaz de impedir las tragedias y desdichas que nos afligen.
Tu encuentro fue con el Dios Amor Porque ése es el Dios en el que tú creías, el que invocábamos todas las mañanas cuando tomábamos el café viendo llegar los pájaros al comedero que pusiste en el balcón del apartamento, el Dios, que sin pretender ser omnipotente, consuela, alivia, llama a la compasión, a la caridad, al servicio. Ese Dios amor fue el que te empeñaste en difundir en el libro “Volver a Jesús de Nazaret”, que hiciste en compañía de Hernán Ramírez, donde compilaron artículos de varios teólogos incluyendo un texto del filósofo Bento de Spinoza (1632-1677) cuya lectura recomendaste a familiares y amigos. A mí me lo leíste varias veces.
Me decías que no creías en el Dios castigador y justiciero, que con frecuencia se muestra en la Biblia y que tantos temores te hizo sentir cuando eras niño y adolescente, que tuviste pesadillas pensando que ibas para el infierno por cualquier desobedencia o porque no rezabas el número de jaculatorias que te ordenaban. Y quien creyera que ese temor te acompañó hasta adulto y que viniste a superar cuando estudiaste antropología en la universidad. Ambos comentamos con frecuencia la frase que tanto nos atemorizó en la niñez: “se lo va a llevar el diablo” y reímos cuando te conté que mi sobrino Juan Carlos, con quien de seguro ya te habrás encontrado, porque también partió en Junio de 1995 para ese más allá, que cuando su mamá por alguna desobediencia le dijo “te va a llevar el diablo”, él muy seguro le respondió: “no, el diablo no existe”. Gracioso como si fuera un chiste, pero demuestra que las nuevas generaciones ya no son tan crédulas como fuimos nosotros. Y por fortuna, cambiamos a creer en el Dios Amor, el que te ayudó a soportar la soledad en los días de tu enfermedad, el que estoy segura te recibió cuando abandonaste este mundo y el que me está ayudando a superar tu ausencia.
¿Qué somos los humanos? Te preguntaste con frecuencia y por eso la antropología cultural fue la materia que más te impactó en la Facultad de Sociología. Nos mostraron que la conducta de los humanos está determinada por su propia biología, por las condiciones geográficas y climáticas de la región donde se vive y por la cultura que se va heredando de las generaciones pasadas
Lo confirmaste luego leyendo la investigación realizada por Will y Ariel Durant “Lecciones de la Historia”, cuyo compendio publicado por la revista Selecciones reprodujiste en un folleto en 1993. Y fue tema recurrente en nuestras conversaciones la conclusión que más nos impactó: “que los humanos no son libres ni iguales” porque siempre sus acciones están intervenidas por la geografía, la biología y la genética. Que somos los reyes de la creación, nunca lo aceptaste. Decías que es de suma arrogancia el que nos atribuyéramos la misión de dominar el mundo a nuestro arbitrio, petulancia y orgullo sin fundamento teniendo en cuenta que utilizando tus aficiones por la estadística, concluías que la mayoría de seres humanos se comportan igual que los animales, cumplen meras necesidades biológicas y que lo de seres racionales tiene bastantes limitaciones.
Ahora recuerdo que quisiste calcular el porcentaje de personas que han jalonado el progreso humano con sus inventos, propuestas, teorías, ejemplos, decías que es mínimo frente a la gran masa de personas que simplemente siguen, imitan, copian, repiten. La humanidad sí ha avanzado, no se puede negar, y lo ha logrado impulsada por la mente y las realizaciones de unos pocos.
¡Y cómo admiraste esos pocos! A los pensadores que nos han sacado de creencias erróneas, a los inventores que han creado utensilios, aparatos, máquinas, desde la rueda y la aguja hasta los telares, automóviles, ferrocarriles, aviones, computadores,etc. Tu asombro frente al ingenio de “esos pocos” te indujo a organizar un pequeño museo en el apartamento donde conservabas: radio antiguo, máquina de escribir, la sumadora manual con la que trabajaste contabilidad, el gramófono que tanto admirabas, la despulpadora de café, el carriel que te regalaron los trabajadores de Moresco, y lo más querido, la máquina Singer de coser del año 1887 que fue de tu mamá, y que según me contabas, en ella habías cosido cuero para zapatería cuando recién graduado de bachiller aún no tenías trabajo.
De verdad que estabas familiarizado con el manejo de dicha máquina porque el domingo 15 de julio del 2013 te dije que necesitaba arreglar una de mis blusas y tú, de inmediato, te ofreciste a hacerlo, y yo viendo la destreza con que la manejabas, te tomé varias fotos. Me prohibiste que las mostrara, pero hoy no puedo cumplir tu pedido, porque representan una muestra fehaciente de tus habilidades y del cariño con que conservabas esta máquina de coser .
Más sexo que razón Para que se entendiera mejor, tú lo expresabas de otra forma “más pipí que cerebro” cuando te referías a que los humanos se dirigen más por el sexo que por la razón. Y te afirmabas en este enunciado basado en tus frecuentes lecturas sobre biología y sociología, comprobabas que a más ignorancia y pobreza más reproducción , y que sólo la educación puede ampliar la razón, cambiar las creencias, orientar la conducta y llevar a que se abandonen las tradiciones culturales del macho omnipotente y de la mujer sometida a mera reproductora. Recuerdo tu alegre sorpresa cuando Federico Carrasquilla, nuestro sacerdote amigo y guía, nos habló de que el matrimonio ya no se planteaba para solo engendrar hijos “para el cielo” o “para el infierno”, como tú agregabas, que su fin supremo es la convivencia de dos que se aman y deciden transitar juntos la existencia. Lamentabas la generalización que se está dando de personas solas, contrario a lo que predomina en la naturaleza que es la vida en pareja, en especial en el reino animal al cual pertenecemos los humanos.
“Los hombres gallina” Julio César, si alguna cosa te hacía rabiar y protestar era la irresponsabilidad de los hombres, ésos que abandonaban a las mujeres cuando las embarazan, los definías “sin pantalones, sin valor, sin testículos o sea ‘hombres gallina” Te burlabas de los que no se destetaban del “hotel mama” porque eran incapaces de asumir compromisos en una relación de pareja. Y lo que decías lo practicabas, porque me consta que a varios de tus amigos, les aconsejaste formalizar la unión, bien con matrimonio civil o católico, mostrando compromiso con la campañera, su familia y ante la comunidad. Y así fue como asumiste nuestra relación matrimonial con seriedad y compromiso. Recuerdo que la primera prueba de fuego que tuviste que pasar en mi familia fue contar a mis tías, entre ellas una monja carmelita, la relación que tú y yo teníamos, cuando aún estabas aclarando tu situación matrimonial anterior. Y fue tanta la seriedad y seguridad con la que actuabas, que te ganaste todo el aprecio de mis padres y de mis tías, a pesar de lo tradicional de sus creencias religiosas. Fuiste radical en nunca aprobar relaciones informales en las parejas y por ello te interesó el tema de la familia, y como testimonio quedan las investigaciones que hicimos en compañía de Ovidio Tamayo: el “Ayer y Hoy de la Familia” en 1984 y “Crece la Unión Libre en Colombia” en 1993. Con frecuencia te escuché lamentarte de que en la actualidad a las mujeres les está tocando la proliferación de los “hombres gallina” y por eso tienen que aceptar relaciones pasajeras, con el solo objetivo de compartir diversiones, sin que por parte del hombre exista propósito de formalizar relación estable. Fue tu preocupación la situación de las mujeres a la cual dedicaste una investigación, a ella me referiré más adelante.
¿Y qué hacer con los pobres? El tema de la pobreza y como remediarla fue recurrente en nuestras conversaciones. A esta problemática le dedicaste gran parte de tus reflexiones y te motivó tres actividades especiales: La tesis para graduarte de sociólogo en la Universidad de San Buenaventura en 1974. La ayuda e impulso que diste en 1996 al sacerdote Federico Carrasquilla para que publicara el libro “Escuchemos a los Pobres”, el único estudio que existe sobre antropología de la pobreza. El compromiso que tuviste con el cooperativismo y el mutualismo ejerciendo diversas tareas de investigador, asesor y editor de libros. A cada una de estas actividades les dedicaré explicación especial. Merecen ser conocidas
“Capitalismo o Socialismo” Fue el título de tu tesis de grado. Aunque estudiamos en una universidad católica, recuerdo que la materia de moda era el marxismo y existía la presunción de que el socialismo era alternativa cierta para alcanzar un mundo sin desigualdades sociales y por ende acabar con la pobreza, por eso tú escogiste ese tema para tu tesis. Analizaste los pros y los contras de cada sistema y parece que el tiempo te dio la razón al señalar que los experimentos de gobiernos comunistas tenían escasa viabilidad ya que se basan en un autoritarismo que anula las libertades y que los seres humanos no aceptan vivir en jaulas, así éstas sean de oro.
Recuerdo lo gráfico que te pareció el cuanto del perro que se vino de Cuba porque no se aguantaba las ganas de ladrar a pesar de que allí tenía buena comida, huesos para ruñir, perras para hacer el amor, universidades para estudiar, pero.. no podía ladrar…. Viviste la pobreza en la niñez y la juventud, y con mucho orgullo explicabas que la superaste por el hábito del ahorro que te permitió acumular el capital inicial para crear a Moresco y hacerte empresario. Y no caíste en la propensión al consumismo porque siempre calculaste muy bien tus gastos, a eso te ayudó tu primera profesión de contador, que como decías, te mantenía con los pies en la tierra. Tu experiencia de pobreza te dio autoridad para cuestionar las conductas que la mantienen y agravan como el alcoholismo, el no control de la natalidad y los gastos desmedidos en celebraciones. Recuerdo la verguenza y la rabia que nos daba presenciar en las navidades el exagerado gasto de pólvora de los barrios populares. Y por lo del control de la natalidad estuviste en desacuerdo con la Iglesia Católica que lo prohibía. Hacías burla de ese decir antioqueño de que “todo niño viene con arepa entre sus brazos”. Tú bien sabías, por la estadístisca y la demografía, materias que estudiaste con mucha aplicación, que nunca se llegará a disminuír la pobreza mientras sean tan altas las tasas de reproducción de la población, en especial la de los pobres.
La Antropología de la Pobreza Estudiando sociología y luego con las frecuentes conversaciones con el sacerdote Federerico Carrasquilla, a ambos se nos suscitó especial interés por conocer sus teorías y en el año de 1996 asistimos al curso sobre antropología de la pobreza que Federico dictaba a comunidades religiosas. Tú propusiste grabar las conferencias y así ayudar a Federico a escribirlas y a publicarlas. Recuerdo tu insistencia: “Federico es tu obligación escribir, las conferencias son motivación, pero lo escrito permanece y se difunde”. En efecto, durante una semana asistimos al curso y grabamos todas las clases, luego yo empecé a transcribirlas, pero por la enfermedad de mi hermano Diego Luis, que en marzo de ese año sufrió un aneurisma, no pude continuar haciéndolo y tú asumiste este trabajo. Te recuerdo haciendo de secretaria dedicada, oyendo horas y horas la grabadora y transcribiendo lo escuchado. Y nadie mejor que tú lo podía hacer porque le aplicabas redacción, ortografía y preguntas para que luego Federico completara, mejorara y aclarara. Puedo dar fe que desde marzo hasta octubre del 1996 estuviste dedicado a impulsar la publicación del libro “Escuchemos a los pobres”, que si bien la autoría intelectual es de Federico Carrasquilla, la corrección y la edición son tuyas. Recuerdo incluso que el título tú lo sugeriste. La publicación de este libro es una de las mayores contribuciones que hiciste al anhelo de menguar la pobreza. Pero no son las únicas, hiciste otras de igual importancia.
Y cuánto disfrutamos con el éxito que tuvo “Escuchemos a los Pobres”. Así el libro no fuera de nuestra autoría, ambos nos sentíamos como “comadronas de ese parto”. Federico lo reconoció así porque en los agradecimientos escribió: “Ante todo agradecer a los sociólogos Julio César Montoya y Azucena Vélez, personas que llevan el mundo pobre en el corazón, sin cuya ayuda, tenacidad, competencia y paciencia no habría sido posible la publicación de este libro”. Nos pusimos muy alegres con esa dedicatoria, y lo que más nos gustó eso de que “llevamos el mundo pobre en el corazón”, es decir, sensibles y dispuestos a ayudar en las dificultades de los pobres.
Empresario o asalariado La vida te dio la oportunidad de haber tenido los dos papeles y por eso opinabas con propiedad sobre cada uno. Fueron muchas las veces que comentamos la función del empresario que en la doctrina comunista y socialista se le califica como explotador y causante de la pobreza de los asalariados. Decías que ser empresario exige cualidades especiales que no tienen todas las personas. No significaba que eximieras de culpabilidad a los empresarios explotadores que no son justos con el asalariado. Tu argumento se basaba en que el empresario es el motor de la economía en cuanto concibe los negocios, los desarrolla, asume los riesgos de ganar o perder y genera oportunidades de empleo.
Y tenías razón cuando explicabas que . no todos tienen capacidades empresariales, contabas que a varios familiares y amigos los apoyaste en negocios y fracasaron, entonces tuvieron que emplearse como asalariados. Tuviste larga conversación con tu sobrino Gabriel, quien con el deseo de ser empresario te pedía consejo al respecto, y tú le hiciste una comparación bastante realista de las exigencias y condiciones entre ser empresario y ser empleado. Cuando termina la jornada de trabajo, el empleado sale tranquilo de la empresa y se puede desprender mentalmente de ella. En cambio, el empresario nunca puede dejar de pensar en la empresa, tiene que calcular si los ingresos son suficientes para pagar salarios, cómo mejorar la producción y las ventas, hacerle seguimiento a la contabilidad, preocuparse por las relaciones laborales. El orden de prioridades es pagar salarios, cubrir gastos, responderle al gobierno por los impuestos y lo último es la utilidad para el dueño. Por eso explicabas que los empresarios tienen mucha influencia en la economía y que si no se valora y fomenta su papel ésta decrece o se paraliza. Sin que fueras anti sindicalista, porque reconocías que se necesitan los sindicatos ya que existen empresarios que no pagan lo legal a sus trabajadores, sí te cuestionabas la mentalidad con la cual plantean sus relaciones con las empresas y miran al patrón como enemigo. Contabas, que cuando eras gerente de Moresco, escuchaste que un trabajador le dijo a otro: “Usted porqué se preocupa por las cosas de esos h.p”, refiriéndose a Jaime y a ti, los dueños. Y ese sentir hostil de los trabajadores hacia los patronos, fue lo que te llevó a abandonar tu papel de empresario y a dedicarte a tu labor de sociólogo como investigador y asesor, es decir como “ociólogo”, como solías decir.
Y ¿qué significó Moresco en tu vida? Cuando empezaste a estudiar sociología en la recientemente creada Universidad de San Buenaventura, año 1969, llegabas en un carro distribuidor de Moresco y los demás estudiantes nos admirábamos que un empresario estuviera estudiando sociología, cuando la mayoría éramos profesores o empleados. Rápidamente ganaste prestigio por la dedicación con la cual asumiste tus estudios. Moresco fue la empresa que creaste en 1962 con tu socio de más de 50 años de amistad, Jaime Escobar y que llegó a ser una empresa muy reconocida por la divulgación que logró en los departamentos de la zona cafetera. Te alegrabas cuando personas que nos visitaban, al ver los frascos de Moresco que guardabas en el museo, confesaban que lo habían tomado. Y nos divertimos mucho cuando en la visita que hicimos a una granja autogestionaria en el Departamento del Quindío, el expositor explicó que “había que sembrar naranjos y guayabas para no tener que comprar Moresco”. Escuchamos y reímos, ya tú habías vendido a Moresco, pero pudiste comprobar el éxito en mercadeo que había logrado la empresa. De lo que contabas en relación con la creación y manejo de Moresco se podría hacer todo un tratado de empresarismo. Decías que tuviste que aplicar todos los conceptos de química que estudiaste en el bachillerato, imaginar la publicidad: “Moresco su mejor refresco” y organizar el mercadeo. Me reí cuando me contaste, que un sábado en la tarde llamaron a la empresa hacer un pedido y como ya no estaba el distribuidor, tú mismo cargaste dos cajas y fuiste a entregarlas. A salir el dueño de la tienda te dijo: “por favor dígale al gerente que agilice más la distribución”. “Claro señor que se lo diré”, respondiste sabiendo que tú eras el gerente.
Adorador del libro Sí, un adorador en estricto sentido porque fue el objeto que más adquiriste, el que con más cuidado guardabas, el que con más afecto mirabas, leías, repasabas, empastabas, diseñabas. Don Pedro Julio tu padre te dejó como herencia esa afición y decías que en el bachillerato te enseñaron a empastar. Siempre admiré la simplicidad como lo hacías, utilizabas dos tablas unidas por unos tornillos donde colocabas las hojas, les untabas el pegante haciendo ranuras para que penetrara y dejabas secar. Luego con cartón le hacías la pasta y quedaba el libro artesanal para ser utilizado. Fueron muchas las veces que así armaste los libros de prueba que nos sirvieron para hacer correcciones. Y esta técnica rudimentaria pero efectiva, se la enseñaste a un amigo escritor para que hiciera sus propias ediciones. Con la paciencia de un maestro de escuela le mostrabas lo de las tablas, el engomado, la empastada, la edición en el computador. Y fuiste feliz haciéndolo porque sabías que estabas ayudando a que tu objeto amado, el libro, se perpetuara. La Fascinante Historia del Libro. Para los enamorados de la palabra escrita”. Así titulaste el libro que publicaste en el año 2008. Porque de artesano armador de libros, pasaste a investigar el origen, la evolución de la escritura, la invención del papel, motivado por la frase de Mallarmé que me repetías con frecuencia el mundo existe para llegar al libro”.
!Y cómo aprendimos, nos asombramos y tuvimos tema de conversación con esta investigación! Todos los inventos que condujeron al LIBRO nos parecían prodigiosos: chimpancés apenas erguidos creando lenguaje; símbolos y alfabetos grabados en piedras; tablillas de barro, pieles y papiros comunicando leyes, discursos, historias; el papel y la imprenta y como milagro final el LIBRO. No parabas de repetirme que la memoria de la humanidad está en los libros que son los que hacen que los muertos sigan hablando, que mantienen y difunden las ideas, que posibilitan participar en la cultura del país y del mundo. No creíste que el libro de papel se fuera a acabar, aunque dicen que en el futuro la lectura se hará por medios electrónicos y aprendiste a leer los periódicos en el computador. Pero explicabas que era más agradable abrir un libro, pasar sus páginas, olerlas, marcar, señalar. Siempre mirabas como era su pasta, el estilo del diseño porque admirabas los libros bien hechos y te entusiasmabas cuando conseguías uno antiguo al que sometías a evaluación en todas sus partes. Cuántas alegrías te dieron los libros! Siempre estuvieron a tu lado, en la oficina y en el apartamento. Igual que Borges te figurabas el cielo como una biblioteca y por eso la nuestra la hiciste clasificar y ordenar. Una de tus últimas alegrías fue verla terminada, proceso que duró más de un año y que plasmaste en un libro que mostrabas con mucho orgullo. Te fuiste y quedó la biblioteca, algunos me preguntan qué voy a hacer con ella y lo tengo claro, disfrutarla por un tiempo, pero ir ubicando algunos libros en entidades culturales porque yo también tendré que irme y no quiero que luego la manejen como reciclaje.
Los libros que publicamos los he estado enviando a Universidades y Casas de la Cultura. Escogí 25 Universidades del país prefiriendo las de ciudades lejanas. Para que tengas una idea te enumero a Yopal, Riohacha, Quibdó, Mocoa, Leticia. Igual criterio empleé para elegir 50 Municipios Antioqueños entre los cuales están Murindó, Dabeiba, Caracolí, Uramita. He recibido varias cartas de agradecimiento, que si bien me producen tristeza porque no puedo mostrártelas, me consuela que sea tu amor y dedicación a los libros lo que me permite esta acción benéfica para la cultura popular. Tuve nuestra cama llena de libros porque sobre ella organicé los paquetes para enviarlos. No hay duda, seguirás viviendo por tus libros, los que escribiste, los que me ayudaste a escribir y los que compraste. A alguien que no conoceremos le llevarán información, cumpliendo lo que hacen las semillas de las orquídeas que se esparcen con el viento y nacen donde encuentran sitios abonados. Habrá libros que lleguen a personas que los aprecien, los lean y se apropien de su mensaje. Así Julio César, gracias al LIBRO, seguirás viviendo.
La mujer a través de los Milenios. De diosa a esclava. De sierva a compañera” “Ése fue el título que le pusiste al libro que escribiste “pensando en los millones y millones de mujeres que a lo largo de la historia han sido destruídas, humilladas, vejadas, maltratadas”. Lo escribiste como denuncia para rechazar el sometimiento que a lo largo de la historia ha padecido la mujer, sometimiento que se mantiene en muchos países. Nunca pudiste entender la misoginia, ese odio a la mujer, cuando todos los hombres nacen de una mujer y que “hasta el Dios Cristiano se gestó en el vientre de una mujer”. Decías no entender a Pitágoras, Sócrates, Platón y Aristóteles, igual a los pensadores cristianos San Agustín y Santo Tomás, tan brillantes e inteligentes, que habiendo nacido de mujer, fueron tan misóginos. Muchas veces me leíste lo que decía San Agustín. “Yo no veo la utilidad que pueda tener la mujer para el hombre, con excepción de parir los hijos”. Y tu protesta no era solo por el pasado, “también son responsables en la actualidad obispos, clérigos, pastores, rabinos, monjes, ayatolas, imanes y toda suerte de líderes espirituales y de charlatanes que aún difunden conceptos discriminatorios contra las mujeres”. Nunca entendiste que la iglesia Católica hubiera utilizado el pasaje bíblico de “Eva la pecadora” para presentarla como la pervertidora del “inocente Adán” y que la hiciera culpable de todas las desgracias que le llegaron a los humanos por haber sido desterrados del paraíso.
Siempre te opusiste a que leyendas sin lógica se tomaran como base para justificar la discriminación contra la mujer. Y te enfadabas cuando escuchabas a sacerdotes y pastores sustentar como “palabra de Dios” dichas invenciones y de ellas deducir prácticas de discriminación y de sometimiento para las mujeres. Julio César, varias veces te dije que las mujeres debemos estar muy agradecidas contigo por haber hecho esta investigación sobre el devenir de la mujer y haberla publicado en un libro tan bello, que como antes te decía, lo estoy enviando a universidades y bibliotecas de pueblos apartados. Tengo la certeza que encontrarán lectores a quienes tú liberarás de prejuicios. Si es hombre lo harás respetuoso hacia la condición de la mujer y si es mujer, le crearás conciencia de su verdadera dignidad y las impulsarás a liberarse del sometimiento. De nuevo gracias, muchas gracias….por ayudarnos en la equidad de género.
Aportes a la economía solidaria Haciendo una combinación un poco insólita, te enamoraste de la economía solidaria y de empresario privado pasaste a entusiasta asesor del cooperativismo y del mutualismo interpretando toda su esencia ideológica. Tu tesis de grado te llevó a analizar la situación social y te creó afecto por sistemas que posibilitan equidad económica y social. Y cuando nos casamos y yo decidí trabajar en la economía solidaria, tú te auto nombraste mi asesor administrativo y financiero y en ello desplegaste todas tus habilidades empresariales
Tengo que destacar con admiración que ponías igual interés ayudándome en el presupuesto en pesos de la Mutual Compartir, como el que ponías analizando millones en los balances de bancos u otras entidades fiannceiras. Y como te gustaba “echar pienso” o sea reflexionar, quizás revivías tu experiencia en Moresco donde hiciste algo que siempre me decías: “crear y sostener una empresa es como cultivar plantas que exigen observación permanente para ver si están recibiendo los nutrientes necesarios para su desarrollo, por eso las empresas son los hombres que las dirigen”. Cuando yo te contaba mis encuentros con los líderes mutualistas de los barrios, la mayoría obreros de escasa capacitación académica de quienes aprendimos el mutualismo, tú los admirabas por su vocación de servicio, pero los criticabas por la insistencia en mantener tradiciones administrativas contrarias al crecimiento económico, como era el caso de recibir personas sin límites de edad para la protección exequial. Entonces me dabas clases sobre números actuariales y basado en los censos de población me explicabas que la mortalidad se da en forma diferente según las edades y que el mutualismo es un aseguramiento colectivo que debe estar reglamentado y calculado en base a la edad de ingreso de los asociados y beneficiarios. Tengo que reconocer que tu asesoría fue la que me ayudó a asumir la gerencia de la Mutual Compartir, que para ambos fue un reto sociológico y empresarial, el hacer empresa “de pobres y para pobres”. Hoy la Mutual es un mini banco popular donde se le ayuda a muchas personas que no tienen acceso a empresas financieras grandes. Gracias por haber sido su gestor y asesor permanente.
Un encuentro importante que tuviste con el mutualismo fue cuando asesoraste la tesis de grado de Amparo Lopera y Falconery Aguinaga en los años 1987-1988, primera investigación seria que se realizaba sobre el mutualismo de Medellín. Te dedicaste con ferviente compromiso a ésta asesoría e impulsaste a las autoras a realizar una tesis que mereció ser publicada y así lo hizo Dancoop, hoy Supersolidaria, con el título de “El Mutualismo, Autogestión Popular”. En la presentación que hiciste del libro expresaste que para la gran mayoría de las familias de los estratos populares, las mutuales han sido los únicos recursos con que cuentan para su seguridad social, y que se han creado por la iniciativa popular, sin que el Estado se hubiera interesado en reconocerles legislación propia. Esta tesis en mucho sirvió porque un año después de su publicación, en 1989, se dictó el decreto 1480 reglamentando el funcionamiento de las mutuales en Colombia.
Tu afán por la economía solidaria también tuvo para el año 1988 otro logro y fue la investigación “Conozcamos el Cooperativismo Antioqueño” que publicó nuestro Centro de investigaciones, la figura que creaste para respaldar los estudios que hacíamos juntos. Hoy cuando revisé esta investigación para recordar su contenido y leí las conclusiones y las recomendaciones, las encontré con validez actual, en especial las relativas a un cooperativismo coherente con la doctrina y con la misión de servicio comunitario. Lástima que poca atención tuvo el libro entre la dirigencia cooperativa, porque como comentamos varias veces, se impuso el imperativo del negocio financiero emulando los bancos capitalistas sin que exista espacio para el análisis doctrinario
En el año de 1992 publicamos “Guía de Formación Cooperativa”. Recuerdas que nos pusimos felices porque el prólogo al libro nos lo hizo el doctor Francisco Luis Jiménez el más connotado ideólogo del cooperativismo en Colombia. Julio César, me veo obligada a recordar lo que escribió el doctor Jiménez sobre nuestro trabajo. “Los esposos Montoya Vélez son verdaderos apóstoles de la Cooperación. Han sabido perseverar en un ambiente que no ha sido favorable y en el cual no han encontrado debida correspondencia. Publicar un libro sobre cooperativas en Colombia es prácticamente un acto de heroísmo, una acción quijotesca. Primero las largas vigilias para idear el contenido, luego redactarlo, revisarlo y pulirlo. Más tarde en la editorial y por último en un mercado esquivo y apático. Todo esto lo saben los esposos Montoya Vélez pero ello no los ha desanimado. Por el contrario los alienta. Tienen fé y esa es la que vale. Algún día serán comprendidos y compensados”. Pero ni a tí ni a mí nos desalentaba el que no tuvieran audiencia nuestras investigaciones. En el año 2001 publicamos “El Mutualismo Paso a Paso. Una opción para el desarrollo popular” Estudio que lo dedicamos a “los líderes anónimos extraídos de las entrañas del pueblo que con tesón y entusiasmo evitaron que la semilla del mutualismo quedara en el olvido”. Fue un libro didáctico sobre la historia, la doctrina la legislación y la administración mutualista. El primer libro que en Colombia se escribía sobre el tema.
Tenía como prioridad que ayudara a comprender la pobreza, por eso incluímos un capítulo sobre la antropología del pobre del Padre Federico Carrasquilla. El libro se difundió gracias a que Edwin Marín hizo una publicación más amplia y lo llevó a diversos eventos nacionales sobre economía solidaria. Pero la realidad es que no tuvo ningún efecto, hoy las mutuales sufren del mismo mal del imperativo financiero con total indiferencia por lo doctrinario.
No te preocupes – me estarías diciendo- los libros son constancias que se dejan, vuelan como las semillas de las orquídeas, y como éstas, germinan cuando encuentran un hongo especial que es muy escaso, como escaso es en la actualidad el interés por los principios y la doctrina.
Fuiste defensor del cliente en Confiar, Cooperativa Financiera. Y un real defensor. Te involucrabas de lleno en las situaciones a resolver y con gran prontitud hacías las diligencias que se requerían. Además sufrías cuando eran problemas difíciles y entonces nuestra conversación giraba en torno a ellos. Fuí testigo de cuánto te esforzabas por encontrar la solución adecuada, tanto para el asociado como para la cooperativa. Y fueron muchas las enseñanzas que sacamos de ése tu papel de defensor del cliente. Digo, sacamos, porque éso de hablar sobre el asunto que tenías pendiente, a ambos nos enriquecía y nos daba pié para reflexionar sobre el cooperativismo. Y cómo quisiste a Confiar! Puedo dar fe que realmente te enamoraste de la misión que cumple esta cooperativa y la definías como la cooperativa con más autenticidad doctrinaria. Te gustaba asistir a todos los eventos que te correspondia como Defensor del Cliente y a todas las actividades culturales que te invitaban de la Fundación. Me llamaba la atención que a pesar de que no te gustaban las multitudes, siempre asistíamos al Bazar de la Confianza en el Jardín botánico eras tú el que mantenías presente la fecha y me la recordabas. Es obligatorio mencionar el impulso que te dio Confiar en tu permanente entusiamo por los libros. Los encargos que Oswaldo o Martha te hacían para un publicación eran para tí motivo de gozo y de inmediata ejecución. Y en la publicación de dos libros te empeñaste con especial cuidado: • La historia de los Pioneros de Rochdale” • y “El Hombre que Venció la Pobreza” que es la vida de Federico Guillermo Raiffeissen
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Fueron libros que rescataste de publicaciones descuidadas y las llevaste a ediciones elegantes, con estilo. Al tomarlos en mis manos para revisarlos, sentí la pasión con que los hiciste, se palpa en la diagramación amplia y descansada y en el elegante empastado que provoca acariciar y conservar como objeto de lujo. Eso era lo que querías, que estos dos libros, tan importantes para el cooperativismo, Confiar los ofreciera con orgullo por el significado que tienen. Pensabas que haciendo publicaciones bonitas motivarías el estudio por la historia y la doctrina. No sé si tenías razón. Pero en lo que sí es cierto, es que estos dos libros, merecen estar plasmados en publicaciones hermosas, y lo lograste. Así como los cristianos exhiben la Biblia, los dirigentes cooperativos deberían tener a la vista estos dos libros, para que no olviden que el movimiento al que pertenecen fue concebido por hombres de auténtica integridad ética y genuinos valores humanísticos. Su ejemplo debería ser seguido, pero lástima, muchos dirigentes ni siquiera saben que existieron y tampoco les interesa conocerlos.
Y te fuiste cuando publiqué mi libro
Y no era mi libro era el nuestro, porque así yo fuera quien redactaba, los contenidos siempre los comentábamos. Y tú le pusiste el título: “Por la ruta del Mutualismo y del Dinero”. Me lo sugeriste cuando ya casi estaba por “nacer el muchachito” y aún no tenía nombre y a tí se te ocurrió el preciso. Gracias por todo el impulso que me diste para escribirlo, recuerdo tus regaños cuando pasaban días sin que retomara la escritura por estar dedicada a otras cosas. Nunca programamos salidas largas porque era preciso que yo terminara el libro, y que cuando ocurriera, íbamos a ir a Panamá, querías que yo conociera El Canal por ser una obra imponente de ingeniería.
No haber podido hacer ese viaje no lo lamento, lo que sí me ha llenado de tristeza es que no me acompañaras en la distribución del libro. Pero todo fue vertiginoso, nos lo entregaron el 2 noviembre, te enfermaste el 5 y te fuiste el 19. ¿Cómo podría yo interesarme en hacerle lanzamiento formal sin tu presencia ya que tú fuiste mi cómplice para escribirlo, me ayudaste a corregirlo, a diseñar la carátula, lo diagramaste y le pusiste nombre? Me sucedió lo que puede haberle ocurrido a muchas mujeres del mundo, que estando en el parto de un hijo muere el padre. Y así fue, porque tú fuiste el padre de ese “mi hijo” que tuvo un embarazo de tres años durante los cuales estuviste a mi lado alentándome para que no “lo abortara” es decir, para que no fuera a desistir de terminarlo. Te fuiste y mi libro quedó huérfano y también los tuyos. Y ya sin tí, tenía que resolver lo de la distribución. Entonces, como te dije antes, seguí el ejemplo de las orquídeas que lanzan las semillas al aire para que algunas caigan en lugar fértil y allí germinen. Por eso le hice una distribución subterránea, silenciosa, lo envié a las bibliotecas populares como ya te conté y que hice también con los tuyos. A pesar de que los dirigentes de. las mutuales conocieron el libro, porque lo presenté en el Foro Mutualista, ninguno, te repito, ninguno, se interesó por preguntarme algo al respecto, que si estaba para la venta, qué donde se conseguía. Igual que nos sucedió en el pasado con los estudios sobre el cooperativismo. Reafirmé lo que tantas veces hablamos, que los dirigentes de la economía solidaria son indiferentes a la historia y a la doctrina y por ésto el sector ha perdido identidad, es casi que un capitalismo camuflado con nombres sonoros de cooperativismo, mutualismo, asociaciones, etc.
Pero no importa que exista tanta apatía por conocer la esencia, varias veces te dije que mi libro era mi testamento ideológico. Ahí queda, de seguro que no va a cambiar el mundo, es un testimonio de lo que tú y yo siempre deseamos, que la economía solidaria de verdad ayudara a que el mundo fuera solidario.
Plantas, Orquídeas, bonsáis Dejemos la sociología, la economía y los libros y recordemos todo lo que disfrutamos con las plantas en general y en particular con las orquídeas y los bonsáis. Yo no te contagié la afición por las plantas, cuando nos casamos ya la tenías. Me contabas que cultivaste crotos, esos arbustos de hojas coloridas, los dos que sembraste de acodo meses antes de tu partida, los he seguido cultivando, están al aire libre en la terraza, y quizás los puedas ver desde el lugar del cosmos donde te encuentras. Lo que sí te contagié fue el interés por las orquídeas y por los bonsáis, y te convertiste en el cómplice perfecto para que yo pudiera vivir este hobby. Tanto que te empeñaste en crear en la terraza un ambiente apropiado para su cultivo, la llenaste de palmeras que cortan el viento y menguan el poniente. Te gustaba investigar sobre botánica y me enseñabas sobre las necesidades del cultivo en las orquídeas. Te gustaban más las de flores grandes, pero me apoyabas mi gusto por las miniaturas y hasta me compraste una lupa para que las pudiera observar. Las que iban floreciendo las “invitábamos a almorzar” colocándolas en la mesa para observarlas mientras comíamos.
Los bonsáis fueron testigos de toda nuestra relación de noviazgo y matrimonio. El primero que compramos fue el chimilango por eso lo llamábamos “el decano”, 35 años con nosotros. Tú lo defendías de las podas, por eso a veces había que hacerlas a escondidas tuyas. Y te cuento, acompañó tus cenizas mientras estuvieron aquí en el apartamento. En un curso de jardinería nos enseñaron que había que hablarles a las plantas, pero que lo más importante era aprender a escucharlas. Y lo repetías con frecuencia y lo practicabas.
En la finca, lo que muchas veces hacías, era “escucharlas” observándolas, para luego dictaminarles el problema y proceder a remediarlo. Y como después de “escuchar a las plantas” hay que hablarles, y con autoridad, me propusiste que escribiéramos un folleto que ibas a titular “importancia de la cantaleta para el cultivo de las plantas”. Su objetivo era compendiar fórmulas prácticas para un buen cultivo, entre ellos la forma de “hablarles” a las plantas para qué obedezcan. No tuviste tiempo para hacerlo, pero quizás, alguien que lea estas notas, se apropie de la idea.
“A pesar de la fúnebre muerte, la sombra y la nada, yo viví el ensueño” Tomado del poema “Elegía de Septiembre” de Porfirio Barba Jacob, nuestro más admirado poeta, que con frecuencia leíamos juntos. Fuiste tú quien decidió que conserváramos la tabla donde está escrita esta frase después de que la utilizamos para un stand en una exposición de orquídeas. No te gustó que Porfirio dijera “yo tuve el ensueño” tú lo cambiaste por “yo viví el ensueño” porque decías que era más real. Y sí, viviste el ensueño, porque la vida te dio la oportunidad de realizar tus proyectos y de disfrutar de muchas cosas bellas, entre las cuales las flores y los libros fueron las que más alegrías te dieron, por eso tuviste dos imágenes del cielo, una como amplia biblioteca y otra como un hermoso jardín, ambos ensueños los viviste.
Con tristeza , mucha tristeza….te despedimos Tu corta gravedad, de apenas dos semanas nos permitió saber que te irías, veíamos que la ciencia no podía hacer nada por impedirlo y nos dolía, no imaginas cuánto. Familiares y amigos pendientes de la evolución de tu salud, los que podían te visitaban porque había restricción para hacerlo y los demás con llamadas telefónicas. Yo solo podía estar contigo dos horas en la mañana y tres en la tarde. Sufrí mucho por no poder hacerlo más tiempo. Aunque tenías que pasar solo la mayor parte del día, de seguro sentías que tu cuarto se llenaba de afecto, de amistad y de sinceras aspiraciones por tu recuperación. Me haría larga enumerando todas las personas que se preocupaban por ti. En la despedida final en la Basílica Metropolitana, se evidenció la admiración y el sincero afecto que despertabas. La asistencia fue numerosa y todos reconocían tus cualidades personales y te expresaban agradecimiento por el amor y el afecto que les profesaste. Y te encomendamos al Dios Amor.
Siguiendo a Porfirio Barba Jacob pienso que también puedes decir. “HE VIVIDO. He vivido con alma, con sangre, con nervios, con músculos y voy al olvido” Claro, todos vamos al olvido pero tú no irás tan pronto, porque quedan tus libros. Y familiares y amigos que te recordaremos mientras vivamos….
Y es a ése Dios Amor al que yo me encomiendo ahora para que me ayude a entender y a continuar la vida sin tu presencia física. Y también porque le doy gracias por haberme dado la oportunidad de compartir contigo tantos años de vida. Te quise y me quisiste, así que digamos juntos, gracias Dios Amor por todo lo vivido.