Solidaridad ente la pobreza

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Federico Carrasquilla M Autor del libro “ESCUCHEMOS A LOS POBRES

LA SOLIDARIDAD ANTE LA POBREZA Resumen publicado en el libro MUTUALISMO PASO A PASO Azucena Vélez y Julio César Montoya 2001


Contenido Introducción ................................................................. 4 LA SOLIDARIDAD ANTE LA POBREZA ......................... 7 Aún no se ha tomado en serio ..................................... 7 Para entender la cultura del pobre.......................... 10 Valoraciones sobre la pobreza .................................. 11 Valores y antivalores de la pobreza ........................... 13 Para enfocar el trabajo con el pobre ......................... 14 Características del mundo pobre ............................... 18 Sentido de gratuidad y de fiesta ............................ 19 La aceptación de la realidad ................................... 21 El sentido del otro................................................... 22 La relación con Dios ............................................... 23 La obstinación ........................................................ 24 Sentido de lo concreto y de lo inmediato ................ 25 Consecuencias para el pobre .................................... 26


Empresa mutualista y el mundo pobre ....................... 28 Compresión de lo real, pero dificultad para lo administrativo ......................................................... 29 Sentido de Dios ...................................................... 31 Liderazgo en las mutuales ......................................... 32 Se necesitan gerentes líderes .................................... 37 Crear y organizar comunidades ................................. 41 Recomendaciones para la gestión mutual ................. 43 Empresas de la comunidad........................................ 45 La complejidad de la administración .......................... 52


Introducción Seamos claros no puede existir Economía Solidaria auténtica, si ésta olvida que su razón de ser es adecuar servicios para comunidades con recursos limitados, medianos o pocos, y no prioriza el objetivo de mejorar las condiciones de vida de los menos favorecidos. Cada empresa solidaria define su mercado objetivo según sean creadas por personas de diferentes niveles económicos y siempre proclaman la ayuda mutua como la esencia de su gestión en procura de mejoramiento colectivo. Su razón de ser es contribuir a la equidad social, que significa desterrar la miseria y menguar la pobreza. Ideal difícil, quizás utopía, pero la economía solidaria se inventó para aportar en su realización. Muchas cooperativas, y en especial las mutuales, han sido creadas por comunidades muy pobres pero cuando van creciendo en lo económico las dejan de lado y priorizan los grupos con mejores condiciones económicas. Es cierto que ni las mutuales ni las cooperativas son empresas de beneficencia y que todos los asociados tienen que


contribuir para recibir. Pero no es coherente con la doctrina solidaria que su gestión se dirija a imitar la empresa capitalista amparados en la repetida frase de que “sin ánimo de lucro no significa ánimo de perdida”, como si trabajar con y para los pobres no fuera rentable, como lo demuestran las mismas empresas capitalistas. Colombia tiene bastantes historias de mutuales y cooperativas, que siendo creadas por comunidades pobres, terminan capturadas por dirigentes que les cambian su objeto social y las aprovechan para sus personales intereses. Cooperativas de campesinos que han terminado prestando a los más ricos, empresas de salud con centros recreacionales y muchas que con el afán de parecerse a bancos se exceden en oficinas lujosas. Claro que deben tener oficinas ordenadas y bien presentadas, pero sin ostentaciones. Y lo más importante, requieren directivos, gerentes y administradores que no olviden el objetivo para el cual se creó la empresa y tengan sensibilidad y capacidad investigativa para “innovar en la solidaridad con los pobres”. “Innovar en la solidaridad con los pobres” es imaginar servicios económicos y educativos para esta población. Y hay que reconocer que ha faltado imaginación y compromiso, buscando imitar al capitalismo, se le ha facilitado llegar a mercados donde las empresas solidarias podrían evitar explotación y ayudar en lo cultural. Ahora vemos como empresas capitalistas hacen micro mercadeo


en barrios populares y bancos dicen ofrecer créditos de bajos montos. Las empresas de economía solidaria no pueden renunciar al objetivo de ser alternativa de mejoramiento para los más pobres con servicios y educación. Y hay que repetir servicios y educación. La educación ha estado relegada y lo ideal es que al servicio se le adicione el mensaje educativo, de lo contrario que reine el capitalismo. Para idear metodologías en la gestión solidaria que lleve a las empresas de economía solidaria a innovar servicios y educación para los pobres, es necesario acercarse a su cultura, a sus motivaciones a sus costumbres, y para ello es de mucha utilidad el libro “Escuchemos a los pobres” escrito por el sacerdote Federico Carrasquilla, el cual se encuentra publicado en http://www.mercaba.org/Enciclopedia/P/escuchemos_a_l os_pobres.htm Un resumen se incluyó en el libro “MUTUALISMO PASO A PASO”, que Azucena Vélez y Julio César Montoya publicaron en el 2001 y que se puede leer en

http://bit.ly/2ujRNNN A continuación se presenta el capítulo que corresponde a este resumen


LA SOLIDARIDAD ANTE LA POBREZA El hombre debe luchar por exterminar la miseria de los desposeídos y el despilfarro y la opulencia de los ricos

Aún no se ha tomado en serio Las mutuales han subsistido y se han convertido en la organización solidaria que más arraigo tienen en la clase popular porque resuelven la necesidad de asegurar protección para una necesidad muy sentida. La inminencia de la muerte, los altos costos de los entierros, y el deseo de hacer un funeral digno donde se exprese el afecto y la tristeza, son importantes razones que motivan a las personas de escasos recursos a asociarse para la ayuda mutua. Por eso no tiene ninguna justificación ni


antropológica ni sicológica ni religiosa, desdeñar la importancia de estas organizaciones. Y se encuentra al investigar el desarrollo de la economía solidaria en Colombia, que la clase popular nunca ha recibido apoyo, ni asesoría, ni capacitación para crear o mejorar la administración de sus mutuales. Ni la academia, -los colegios y universidades- ni las entidades públicas dedicadas a la promoción de la economía solidaria, se han interesado por el estudio del fenómeno mutualista, siempre lo han dejado de lado y lo miran como una costumbre popular de poca importancia. Solo a partir de la promulgación de la Ley de Seguridad Social, el mutualismo ha empezado a ganar un poco de reconocimiento porque tuvo la oportunidad de crear empresas solidarias de salud para administrar el régimen subsidiado. Y también porque las mutuales funerarias han empezado a diversificar servicios para la vida, como salud, ahorro, crédito, seguros, recreación, educación, etc. Pero el mayor obstáculo que se ha tenido para el avance del mutualismo es la ignorancia de los funcionarios públicos, que en su gran mayoría, siguen convencidos que una mutual es sólo para la muerte y que la cooperativa es la única modalidad válida para la organización de empresas solidarias. Y a esta ignorancia contribuye la universidad, especialmente la pública, que no incluye en sus programas el tema de la economía solidaria, y porque las pocas universidades privadas que se interesan por el tema, enfatizan en lo cooperativo e ignoran el mutualismo.


La mejor contribución que esperamos hacer en este capítulo, es estimular el interés por el estudio del mutualismo como una herramienta de organización solidaria para el pueblo. No significa que éste sea exclusivo para la clase popular, pero el compromiso esencial de su misión sí debe ser colaborar en la economía de los más pobres. El cooperativismo se ha arraigado más entre las personas de la economía formal, o sea, los que trabajan en empresas grandes y bien organizadas. Las mutuales, en cambio, han sido creadas por personas que trabajan por cuenta propia: artesanos, vendedores, tenderos, amas de casa, empleadas domésticas, es decir, la población informal que se denomina del “rebusque”. Por eso se convierte en el mejor instrumento para organizar comunidades de bajos ingresos e institucionalmente dispersas porque carecen de entidades que las aglutinen, eduquen, defiendan y las convoquen y motiven a la autogestión para su mejoramiento. La evolución de la economía muestra que la población informal sigue creciendo en el país, por lo tanto, se hace necesario proponer organizaciones solidarias que les sirvan de ayuda en el manejo de los precarios ingresos prestando servicios de protección y seguridad. Y para que las mutuales mantengan fidelidad en el propósito de aliviar la pobreza, es necesario comprender la cultura propia de la población de escasos recursos, porque no es lo mismo administrar una empresa para personas de clase alta que otra de pobres y para pobres.


En este capítulo desarrollaremos los siguientes objetivos: 1. Identificar las características propias de la cultura del pobre mostrando los valores y los antivalores. 2. Mostrar las debilidades y las fortalezas de los pobres para la participación en las empresas de economía solidaria. 3. Formular recomendaciones para una administración mutual que tenga en cuenta dichas características y busque mejorar los valores y eliminar los antivalores. 4. Hacer recomendaciones para el ejercicio de un liderazgo honesto, comprometido y eficaz en la gestión popular solidaria. 5. Identificar las disposiciones legales para el ingreso a las mutuales.

Para entender la cultura del pobre Para comprender la cultura del pobre tomaremos como base el libro “Escuchemos a los Pobres”, del padre Federico Carrasquilla y publicado por el Centro de Investigaciones Sociales en 1996.i El libro parte definiendo que pobre “es quien carece de bienes materiales o quien siente las carencias de bienes materiales”. O sea, que existe una pobreza real cuando se carece de lo básico para la subsistencia, pero hay otra sensación de pobreza cuando se aspira a bienes, que así no siendo indispensables para la persona se convierten en necesarios para la satisfacción personal. Tal es el caso de alguien que tiene un carro viejo y lo quiere cambiar por otro


moderno o quien se siente pobre por carecer de lujos y joyas. Una cosa es la carencia de lo necesario para la vida y otra la sensación de pobreza por la ambición de mejorar o de aparentar. En el primer caso se da la lucha por la subsistencia, en el segundo caso es un anhelo de bienestar que se ha denominado progreso y que obedece a un deseo innato en el hombre de obtener un ascenso social. Para el análisis en este libro tomaremos la pobreza como la carencia de bienes necesarios para un adecuado desarrollo de la persona, tanto en lo físico como en lo social e intelectual. O sea, que llamaremos pobre a quien sus ingresos no le alcanzan para satisfacer las necesidades básicas tales como alimentación, vivienda, salud y educación.

Valoraciones sobre la pobreza Dos tendencias de pensamiento han dominado la valoración sobre la pobreza: la clásica o sociológica, y la antropológica. Ambas aceptan que la pobreza es carencia real de bienes o sentimiento de carencia, pero en la teoría clásica se enfatiza el calificativo moral de que la pobreza es un mal, una desgracia, un ser menos y que hay que luchar para acabar con ella.


En cambio, en el concepto antropológico a la pobreza se le da un calificativo existencial, es decir, que el carecer de bienes materiales no es ni bueno ni malo, es un simple dato que explica las experiencias vividas por las personas y que produce una determinada manera de mirar el mundo. Es lo mismo que decir que hay hombres blancos, negros o cobrizos, lo anterior es un dato que explica el color de piel de la persona pero que no lleva en sí mismo calificativos de mejor o peor. En la teoría antropológica la pobreza, es decir la carencia de bienes, es un dato que orienta la reflexión para comprender los efectos que causa en la cultura del pobre, porque el no poseer bienes hace que la persona asuma la realidad de una manera peculiar. Por ejemplo, no se mira el transporte de la misma manera si se tiene carro propio o si no se tiene. La actitud como cada persona se valora y se sitúa frente a los demás es diferente según se posean o no bienes materiales. Lo que más importa en la teoría antropológica es analizar que no todo en la pobreza es malo y que hay que evaluar las consecuencias físicas, sicológicas y sociales que producen las carencias, que en último caso pueden llevar a la destrucción o deterioro de la persona impidiendo el desarrollo de sus capacidades humanas y su realización como persona. Tal es el caso de un niño que ha sido mal alimentado no puede tener la misma capacidad intelectual que otro bien nutrido. ii


Pero así como la pobreza, especialmente sí es extrema, lleva a la destrucción de la persona, también la pobreza produce valores que merecen ser resaltados y fomentados. Por lo tanto, no todo en la pobreza es malo, sino que es un conjunto de aspectos positivos y negativos. No se debe considerar la pobreza como algo malo que hay que exterminar siguiendo el ideal consumista de que todos seamos ricos, porque se parte del supuesto de que la riqueza hace felices a los humanos. Sin embargo, ¡cuán lejos de la realidad está esta afirmación! Por eso en las actividades con los pobres hay que tener en cuenta dos aspectos: la satisfacción de las necesidades básicas y el mejoramiento espiritual de la persona humana.

Valores y antivalores de la pobreza Las carencias materiales pueden llevar a conductas contrarias a lo que se considera ético, recto o bueno, a comportamientos no deseados que destruyen la personalidad del pobre. Los efectos de la destrucción se observan en la renuncia que tienen que hacer las personas de sus valores morales obligados por la urgencia de subsistir. El libro del padre Carrasquilla trae varios ejemplos patéticos de lo que es la destrucción del pobre por causa de las carencias. Veamos el siguiente: “Una señora llegó a mi despacho a pedirme que quería confesarse, de inmediato se puso a llorar y dijo que ella tenía dos crímenes que creía que Dios no se los perdonaba. Me contó que había quedado viuda con ocho


hijos y no había sido capaz de “soportar la pobreza”. Yo en un principio no entendía, dice el padre Carrasquilla, el porqué muchas personas se confesaban de “no poder soportar la pobreza". La señora continuó que ante tantas dificultades ella le dijo a una hija “vaya mija a buscar trabajo, pero si no lo encuentra, acuéstese con hombres”. Y así mi hija se dedicó a la prostitución y hace dos años que desapareció, por eso Padre, yo maté a mi hija. A otro de mis hijos lo mandé a conseguir trabajo y le dije que si no lo podía conseguir que robara porque no nos podíamos morir de hambre y hace poco, robando lo mataron. Yo también maté a mi hijo”. En ese momento entendí por qué la gente pobre se confesaba de no “saber soportar la pobreza”.iii Expresión que significaba que la pobreza los había llevado a cometer actos que los destruían porque violentaban sus valores y deseos de ser personas de bien.

Para enfocar el trabajo con el pobre El Padre Carrasquilla dice que “el trabajo en medio popular exige tener claro que el pobre tiene una forma especial de mirar la existencia. Eso lo deben tener siempre presente las personas que han nacido en otro medio, porque encontrarán una barrera imposible de superar, a pesar de que por vocación hayan elegido el trabajar por y con los pobres, y aun vivir como los pobres”


“No se pierde nunca la identidad que marca el medio pobre o el medio rico donde se ha nacido y crecido, lo que se consigue es la opción de trabajar por el pobre. Quien proviene de clase rica y vive entre los pobres, por más esfuerzos que haga, siempre se va a sentir como un extraño, porque es originario de otra clase social y, como mínimo, él tiene la alternativa de salir del mundo pobre, posibilidad que nunca tiene el pobre”. “Cuando se trabaja en medio popular y no se es originalmente de ese medio, siempre se tiene la sensación de extrañeza, aunque los pobres lo consideren a uno como de los suyos. Sin embargo, el hecho de que se den estas diferencias no significa que no pueda existir una comunión entre las personas que permita adoptar y entender la mentalidad del pobre. Pero no es lo mismo que se adopte una mentalidad a que se tenga de nacimiento esta mentalidad”.iv Hacer un análisis sobre la destrucción causada por la carencia de bienes materiales permite darle al trabajo con el pobre una dimensión distinta a la que tradicionalmente ha tenido. Por lo general se tiene la creencia de que se debe empezar por lo económico, dando limosnas o ayudas que mejoren la carencia de bienes. Si bien en casos de absoluta miseria, éstas son necesarias, no se puede partir sólo de ellas, también hay que asumir la destrucción como un hecho personal de cada quien y desde ahí emprender un proceso de mejoramiento integral de lo económico, lo ético y lo espiritual.


La valoración del pobre como sujeto integral de valores y de antivalores, trae las siguientes consecuencias: Actitud respetuosa que impide la discriminación. Porque se tiene claro que el no poseer bienes materiales no hace de por sí mala a la persona, la hace portadora de valores para afirmar y de antivalores para destruir. Nadie puede erigirse en liberador del pobre. Como el problema no está sólo en las carencias, si así fuera con limosnas y donaciones (haciéndolo rico) se podría liberar. El problema está en los antivalores y en la destrucción que producen las carencias, entonces, es a partir de una determinación personal de luchar contra la destrucción lo que hace que el pobre se libere. La tarea de liberación del pobre tiene que hacerse con otros. Nadie se educa solo, nadie educa a otro, todos nos educamos con y entre los otros. Del mismo modo podemos decir que nadie libera a otro y nadie se libera a sí mismo, la liberación es misión que se consigue en grupo. El pobre necesita de los otros para que lo ayuden, pero es el pobre, quien en definitiva se libera a sí mismo. Que el pobre desarrolle su propia visión del mundo y que luche contra su destrucción. Para ello hay que inducirlos en un proceso educativo que acentúe sus valores y elimine sus antivalores. Es necesario establecer con el pobre una relación interpersonal donde éste sea reconocido y valorado, porque si al pobre no se le hace sentir persona,


no es posible que se involucre en el proceso de su propia liberación. En el sistema capitalista se dice que hay que tener para valer, pero en un trabajo con el pobre hay que hacer sentir que a pesar de no tener, él vale y que como vale, no es justo que carezca de lo necesario para llevar una vida digna. Primero atender la supervivencia. Porque ante una situación de penuria se agudiza la destrucción de la persona y así no se puede iniciar ningún proceso de mejoramiento en valores. Por eso hay situaciones donde es necesario llegar con las donaciones, pero sin acostumbrar a las personas a sólo recibir, hay que combinar el proceso con participación y organización para asumir deberes y obligaciones. El mutualismo como alternativa. Como el mutualismo es una convocatoria a la solidaridad recíproca, a la autogestión, a desarrollar cultura y sistemas de previsión de riesgos y a acumular riqueza social para servicio comunitario, se convierte en una excelente herramienta para realizar procesos de mejoramiento en comunidades pobres. Pero para ello, es necesario que se elabore una metodología de gestión comprometida y respetuosa de los pobres donde se defina un perfil especial para el administrador mutualista. Nuevo perfil del dirigente mutualista. En las mutuales tradicionales los directivos han sido personas pobres del mismo medio social de los asociados, que han carecido de capacitación administrativa y por ello su gestión se ha


limitado a lo rutinario de los auxilios funerarios, incapaces de proyectar la entidad a otros servicios para el mejoramiento comunitario. En los últimos diez años, con la creación de mutuales como empresas solidarias de salud, han llegado a la administración mutualista profesionales que ya no pertenecen al medio pobre. Estos profesionales vienen con todo un bagaje de conocimientos técnicos, pero ignoran la cultura del pobre, su manera de pensar y de actuar. Entonces se produce una separación en la gestión que impide el desarrollo de una auténtica empresa solidaria autogestionaria. El directivo se sitúa como un sabelotodo que ignora a los asociados y no les reconoce sus valores. Se crea por tanto una burocracia incapaz de fomentar la democracia y la participación y el asociado queda relegado al simple papel de usuario, tal como ocurre en las empresas capitalistas. Por eso si se desea ser un dirigente mutualista o de cualquier otra organización solidaria conformada por pobres, es necesario comprender su cultura y a partir de ella realizar la gestión.

Características del mundo pobre El libro del padre Carrasquilla que venimos citando, trae un completo análisis de la cultura del pobre basado en unas características que se pueden dar como valores cuando mejoran y promueven la persona, pero también como


antivalores cuando impiden su desarrollo. Este análisis ilumina y aclara muchos prejuicios sobre los pobres y es de gran utilidad para las personas que trabajan con ellos tales como: administradores oficiales y comunitarios y trabajadores sociales, etc. Los valores del mundo pobre son los siguientes: 1. sentido de la gratuidad y de la fiesta; 2. aceptación de la realidad; 3. sentido del otro y de ese otro que es Dios; 4. la obstinación, y 5. el sentido de lo concreto y de lo inmediato.

Sentido de gratuidad y de fiesta La gratuidad es la actitud que permite llegar al otro como persona sin que se tenga en cuenta la relación entre el hacer o el tener del otro. El pobre, al no poseer bienes, descubre existencialmente que lo único que posee es su persona y ésta es la que ofrece. Para el pobre cualquiera puede ser amigo, con tal de que muestre actitud de acogida y de amabilidad. Contrario es lo que ocurre con el rico cuyas amistades están fundadas en lo que se aporta o se tiene. Por eso en un barrio popular las personas pueden ser amigas de todas sin consideraciones de prestancia social o de posesión de bienes. El valor de la gratuidad tiene como antivalor el servilismo que se traduce en la incapacidad para controvertir o


rechazar a las personas con más riqueza, poder o conocimientos. El pobre por lo generar busca agradar a los que considera superiores a él. El sentido de la fiesta está unido a la gratuidad como la expresión de que la vida y la persona son más importantes que los bienes materiales. Por eso en las peores condiciones el pobre encuentra motivos de fiesta y celebración, así tenga que gastar más de lo que puede sin consideración a las dificultades que tendrá después para pagar. Al respecto el autor citado dice lo siguiente: “cuando se está en contacto con el mundo pobre llama poderosamente la atención su capacidad creativa. Aun las condiciones más difíciles se vuelven ocasión de fiesta y de alegría, el mismo sufrimiento parece que desencadenara unas “energías festivas” que son quizás la expresión de que lo más importante es la vida y no lo material”. El antivalor que se deriva del sentido de la fiesta es el derroche para celebrar acontecimientos especiales como la muerte, los matrimonios, las primeras comuniones, las navidades y demás celebraciones. Priman el deseo de hacer demostraciones de tristeza o de alegría que llevan a gastos innecesarios y se pierde capacidad para calcular las dificultades que se tendrán que enfrentar en el futuro por gastar lo poco que se tiene o por hacer préstamos que comprometen los limitados ingresos.


Conociendo este antivalor, las mutuales deben empeñarse en campañas educativas para crear racionalidad en los gastos, sentido de la previsión, y el hábito del ahorro. Hay que inducirlos a abandonar la cultura de las demostraciones ostentosas e innecesarias como sucede con los entierros, donde los pobres constituyen el mejor mercado porque son los que eligen lo más lujoso y costoso, y con las navidades que celebran con pólvora y licor exagerados.

La aceptación de la realidad Es entender la vida tal como se presenta aceptando las situaciones difíciles que trae la carencia de bienes materiales. Casi por principio, el pobre acepta la realidad con resignación y sumisión, contrario a lo que ocurre entre las personas de clase alta que sufren más, se rebelan y protestan cuando tienen dificultades, porque las posesiones crean una visión de la realidad con más apegos y más prejuicios sociales y culturales. La aceptación de la realidad es uno de los valores más grandes de la existencia del pobre porque es capaz de sufrir y superar todo lo que le acontezca, esto se expresa en el dicho popular “cuando toca, toca”, o sea, que hay que tomar las cosas tal como lleguen. Y por eso en situaciones tan duras como las que padecen a diario los pobres sacan valor para seguir adelante. El antivalor que se deriva de la aceptación de la realidad es la pasividad y la resignación, que llevan a mirar el


acontecer de la vida como normal e inevitable y que inhiben el trabajar por cambiar las situaciones de pobreza. Al convocar para la ayuda mutua, el mutualismo se constituye en un excelente medio para luchar contra la resignación porque puede provocar entusiasmo por emprender acciones de mejoramiento material y cultural.

El sentido del otro Esta característica se deriva del sentido de gratuidad y significa que el tener pasa a un segundo plano en la relación con las otras personas, porque éstas se acogen por sí mismas sin consideración a sus bienes materiales. Es una actitud propia de la condición de pobreza. Como no se posee nada, al otro se acoge tal como es. Contrario a lo que ocurre entre los ricos donde el poseer bienes produce una actitud orgullosa que impide establecer relaciones interpersonales directas con los demás. Salvo, si dichas riquezas se ponen al servicio de los otros, se puede conseguir una actitud auténtica de acogida del otro. El padre Carrasquilla dice textualmente: “Esta característica, el sentido del otro, es quizás la más visible en el mundo pobre y a todos los que están cerca impresiona profundamente. Muchas veces el pobre posee esta capacidad de compartir, de acoger, de solidaridad, en un grado heroico que ningún grupo, ni siquiera el religioso es capaz de tener”.


El antivalor que produce esta condición está en la incapacidad del pobre de definirse y confrontarse con el otro, se evidencia en su dificultad para decir no. Es frecuente que en reuniones se pregunta si entendieron las explicaciones, y por lo general todos dicen sí, aun sin entender. También se manifiesta este antivalor cuando el pobre asocia las negativas a mala voluntad y no comprende que es imposible complacerlo, es una especie de complejo de inferioridad que lo lleva pensar que no se le atiende en razón de sus condiciones de pobreza.

La relación con Dios Dentro del sentido del otro es muy determinante para el pobre su relación con Dios y al respecto se han dado dos explicaciones: primero la marxista que dice que la religiosidad del pobre es producto de su frustración por no poseer bienes y entonces proyecta sus sufrimientos a un mundo ideal donde se consuela de sus miserias. La segunda, explicación de orden antropológico, dice que el pobre es por esencia acogedor y necesita de la relación con los otros y por lo tanto descubre que puede entrar en una relación personal con un Ser Supremo Hacedor del universo. Es una continuación del sentido del otro, de acoger, de valorar, que incluye a Dios con el que puede entrar en relación, en comunión y lo valora como persona. Este sentido de Dios constituye un valor fundamental en el pobre porque la religiosidad es una fuerza que lo impulsa,


lo sostiene y lo lleva a refugiarse en Dios que “lo puede todo”. Pero este mismo valor se convierte fácilmente en antivalor y su relación con Dios se transforma fácilmente en superstición o lo lleva al fatalismo de pensar que “si sólo Dios puede arreglar esto, para qué afanarse”, como decía una señora en una situación de mucha pobreza .

La obstinación Es la otra característica del mundo pobre que se manifiesta como la fuerza de la vida que empuja a vencer todas las carencias. “Cuando se está en contacto con el mundo pobre, no se explica uno como los pobres son capaces de vivir con salarios de hambre, hacinados en viviendas antihigiénicas, en situaciones de opresión familiar y vecinal. En estas condiciones, ¿cómo no es mayor el número de desesperados que atentan contra su vida? Es la persistencia, la obstinación en vivir, en no dejarse vencer por la adversidad. Este es un valor extraordinario en el pobre, sobre todo en la mujer pobre: es proverbial su capacidad de aguante, su resistencia, su iniciativa”. Como antivalor la obstinación se vuelve terquedad en la insistencia ante situaciones que no tienen salida pero que el pobre considera como posibles, lo cual le impide aceptar cambios en modos de pensar o de costumbres. La terquedad dificulta el aprendizaje de nuevas técnicas o comportamientos.


Sentido de lo concreto y de lo inmediato En la mentalidad del pobre se da una gran dificultad para percibir lo abstracto y los planes a largo plazo, porque sus análisis se centran en lo concreto y en lo inmediato y por eso los hace a partir de hechos reales. Esta característica es un valor en cuanto lleva a un aprovechamiento de las cosas, y como son tan pocas las que tiene a su disposición, se crea un sentido especial para sacar provecho de lo que el diario vivir le va presentando. Como antivalor se manifiesta en un impedimento para conceptualizar, planear o programar a largo plazo y para repetir conceptos o teorías. Es corriente que en una reunión se le pregunte si entendió y él responda que si, pero cuando se le pida que repita lo que entendió no lo pueda hacer porque tiene una gran dificultad en verbalizar los conceptos. El padre Carrasquilla explica al respecto: “La palabra del pobre es expresión fundamentalmente de vida, en cambio, la del intelectual es expresión de ideas. En el intelectual la palabra entra por el oído, llega al cerebro y sale por la boca. En el pobre entra al oído, pasa al corazón, de allí al cerebro y sale por la boca, o sea, que el pobre antes tiene que asimilarla, por eso aunque comprenda muy bien algo, no es capaz de expresarlo, pues carece de bagaje conceptual” “En la persona estudiada, la palabra sale filtrada con elaboraciones intelectuales, en el pobre son frases cortas,


pero con gran sentido de vida, frases que no tienen desarrollo teórico sino experiencia. El lenguaje popular leído desde las ideas es muy limitado, pero leído desde la vida es muy expresivo, porque en una frase resumen toda una situación”. “Lógicamente el pobre difícilmente capta los “conjuntos”, las cosas en relación. No tiene una capacidad de abstracción. Por eso el político y el intelectual se pueden aprovechar tan fácilmente de él. El pobre sólo entiende de hechos, de cosas concretas”.

Consecuencias para el pobre Después de haber repasado las características del mundo pobre se llega a las siguientes conclusiones: Es necesario reconocer la existencia del mundo pobre. El cual posee una cultura con ideas, símbolos, mitos y costumbres que se origina en la carencia de bienes materiales. La cultura es el resultado de “un hacerse del hombre”, de un evolucionar para adaptarse al medio geográfico, social y político en que le toca vivir. Y este proceso de hacerse es diferente en el pobre y en el rico, porque en el primero las carencias son las que originan su peculiar manera de pensar, cuando en el rico lo hacen las posesiones materiales. Reconocer que el pobre tiene una cultura especial, con valores y con antivalores, que no es ni buena ni mala en términos morales, propicia un acercamiento respetuoso para un trabajo de organización y de ayuda, que es uno de los propósitos del mutualismo.


Es preciso elaborar un nuevo proyecto pedagógico. Si se acepta que el pobre es sujeto de valores y de antivalores, entonces se hace necesario que en los procesos educativos se le permita al pobre reconocer sus valores y sus antivalores para que afiance los primeros y luche por eliminar los segundos. La ayuda que se hace a los pobres desde las entidades gubernamentales o no gubernamentales debe partir de un entender el modo de pensar de los pobres evitando subestimarlos para imponerles mediante la fuerza o las presiones humillantes costumbres contrarias a su mentalidad. El cambio debe ser inducido desde una reflexión con ellos mismos sobre los valores y los antivalores. Es urgente un nuevo proyecto de sociedad. Que reconozca y practique los valores de solidaridad y fraternidad esenciales para allegar una organización social que permita las condiciones necesarias para que todos los seres humanos puedan llevar una vida digna. Sucede que el siglo veinte produjo un agotamiento de los diferentes modelos socio-políticos que se ensayaron para acabar con las desigualdades y la pobreza. El socialismo y el comunismo fracasaron como sistemas de gobierno, y el capitalismo ha sido incapaz de producir equidad porque aún perviven en la pobreza grandes masas de población. Por eso algunos escritores hablan de la muerte de las utopías, o sea de los anhelos y sueños de que el mundo pueda ser pacífico y capaz de garantizarle a todos los seres humanos las condiciones


necesarias para desarrollar una existencia amable, exenta de los extremos de miseria que se dan en la actualidad. Si mueren las utopías, entonces, ¿tendremos que aceptar como ley inexorable que la gran mayoría de la población humana está condenada a una existencia de miseria, marginalidad y explotación? Muchos nos resistimos a aceptarlo y conservamos el sueño de poder alcanzar una vida un poco más amable para todos los seres humanos trabajando por ideales de equidad económica, democracia política, derechos humanos, y organizaciones fraternales y solidarias entre las naciones, los pueblos y las comunidades. Los autores de este libro consideran que el mutualismo puede contribuir a la realización de estos sueños.

Empresa mutualista y el mundo pobre Todas las empresas de economía solidaria tienen en su esencia un compromiso con la solución de problemas colectivos, pero como lo hemos venido recalcado en este libro, el mutualismo es la forma que más identificación y arraigo tiene con los sectores populares. Es decir, el mutualismo surgió de las carencias y llevó a los desposeídos a pensar que sólo por medio del apoyo recíproco podían superar, o al menos, mitigar la adversidad, por eso si cotejamos las características del mundo pobre que antes hemos explicado con las prácticas mutualistas tradicionales, se encuentran grandes coincidencias. Veamos:


Compresión de lo real, pero dificultad para lo administrativo El pobre entiende con facilidad el modo de operar de una mutual porque se ajusta a su sentido de gratuidad, de aceptar el otro tal como es. No se precisa de muchas disquisiciones teóricas para que comprenda que con las cuotas que aporta está aliviando las dificultades de otros y a la vez está adquiriendo el derecho a ser ayudado hacia el futuro. Y por eso la organización mutual, ha existido en todas la culturas con diversos nombres como guildas, montepíos, mingas, convites, asociaciones de mutuo auxilio, sociedades enterradoras, etc. El pobre fácilmente entiende que la unión hace la fuerza y que haciendo aportes en dinero o en trabajo se pueden solucionar problemas de los grupos y de las comunidades. La esencia y fines de la organización son fácilmente comprendidos, pero las dificultades surgen por ese marcado sentido que tiene el pobre de lo concreto y de lo inmediato, que le dificulta la proyección y la conceptualización de sistemas administrativos complejos. Por eso si los directivos o empleados no actúan con compresión hacia esta limitación, crean una barrera entre la base y la burocracia que administra que, a la postre, termina eliminando la democracia y el derecho de participación. Esta limitación para la abstracción, la previsión y la proyección se origina en la poca educación formal que ha recibido la clase popular y en la ausencia


de conceptos administrativos dentro de la educación básica. Con la participación en empresas solidarias, los pobres van adquiriendo más capacidad de abstracción y de análisis, pero es muy lento el progreso por la carencia de los elementos teóricos que proporciona la educación. Por ello los directivos de mutuales tradicionales se han limitado a una administración elemental de recaudar cuotas y pagar auxilios funerarios, sin que hayan vislumbrado la posibilidad de establecer otros servicios. En nuestro laborar mutualista nos han tocado situaciones que muestran la limitación de las personas con escasa educación para conceptualizar, abstraer y planear. Es así como en reuniones preparatorias para la asamblea general, ha sido necesario hacer mociones de orden porque los miembros de la junta directiva, en su gran mayoría de clase popular, se ocupan en discutir sobre el tipo de refrigerio se va a llevar a la asamblea y no prestan atención al análisis sobre la propuesta de distribución de excedentes. Aquí se evidencia su sentido de lo concreto y su dificultad para entender una función de las más importantes dentro de la economía de la entidad. En relación con lo económico es corriente que lleguen asociados a la mutual diciendo que ellos han pagado mucho dinero, que de seguro ya han pagado varias veces lo que la mutual les dará en auxilio. Es necesario hacerles la cuenta para demostrarles que con las dichas cuotas se demoran ochenta años o más para pagar el auxilio, y que


por lo tanto, muchos no viven para pagar su propio funeral porque llegan a la mutual en edad adulta o ya viejos. En los foros y reuniones sobre economía solidaria se muestra la diferencia entre las intervenciones de una persona que es preparada o tiene capacitación administrativa con las intervenciones de un asistente con bajo nivel educativo. Por lo general este último presenta casos particulares y se precisa llamarlo al orden para que acepte el análisis de los puntos generales. Por eso los profesionales de las mutuales deben tener mucha paciencia y gran capacidad didáctica para hacer las explicaciones que sean necesarias, las que deben repetir varias veces porque con una sola vez no es suficiente. Se hace necesario idear sistemas educativos y de comunicación con el fin de hacer comprender muchos conceptos de la administración mutualista a los asociados.

Sentido de Dios Otra característica de la idiosincrasia de los pobres que se evidencia en las mutuales es el sentido de Dios, o mejor la religiosidad, cuya manifestación es la proliferación de nombres de santos, lo que se considera como pervivencia de las “guildas” de la Edad Media que designaban un santo como patrono. En Medellín es donde más se emplean los nombres de santos para las mutuales. No es sino mirar una lista para comprobarlo: San Mateo, Natividad de Nuestra Señora, Santa María, Santa María Gorety, María Auxiliadora, Nuestra Señora del Carmen, Sagrada Familia,


San José, San Nicolás, San Francisco de Asís, San Pedro Claver, etc. Hay otros nombres que evocan el deseo solidario que mueve a sus fundadores y que es bueno recordarlo porque hace referencia al sentido del otro que caracteriza la cultura del pobre, como son: Esperanza del Obrero, Unión y Progreso, Defensa Antioqueña del Hogar, Fraternidad Navideña, Alianza de Obreros, Amistad y Progreso, Mejor de Obreros, Unión Colectiva, Unión de Artesanos, Progreso Campesino, etc. Vale hacer la observación, que el sentido religioso de las mutuales contrasta con la indiferencia que se observa en la Iglesia Católica para ayudarlas y promoverlas, lo que sí ha hecho con las cooperativas que las ha ayudado a fundar en muchos pueblos de Colombia. Puede decirse que los sacerdotes modernos ignoran que el mutuo auxilio fue una práctica parroquial y el que inspiró a los seglares a crear las mutuales, o sea que el mutualismo se basa en principios cristianos de caridad, ayuda y amor al prójimo.

Liderazgo en las mutuales Puede decirse que la evolución de la humanidad se ha realizado por la acción de los líderes, quienes han sido conductores, guías, ideólogos de doctrinas y señaladores de metas. En lo religioso los líderes han desarrollado las creencias; en lo político han mostrado como debe ser la organización del Estado; en lo científico son los que han


cuestionado teorías, doctrinas, analizado hechos, realizado inventos; en lo social han encabezado rebeliones, protestas, levantamientos; en lo administrativo son los que concretan en gestión los objetivos de la empresa; en lo familiar el líder, llámese papá o mamá, es el que induce un sistema de vida y unos valores. Son los líderes los que le imprimen la dinámica a la cultura y a la organización social. Por eso es tan importante el papel de los líderes porque son los que llevan a los pueblos, a las comunidades o los grupos a situaciones positivas y de progreso o a negativas de retroceso, de conflicto o de guerra. En épocas de crisis, cuando la sociedad parece haber perdido el rumbo, lo que más se reclama son personas con capacidad de liderazgo que muevan a los demás hacia el logro de objetivos de superación de dificultades y de mejoramiento colectivo, porque los pueblos requieren de guía y de orientación. En general se dan dos tipos de liderazgo, el natural y el institucional. Los líderes naturales son los que nacen con aptitudes innatas para ejercer influencia en los demás y van logrando reconocimiento de autoridad sin necesidad de formación especial o de designaciones formales. Los líderes institucionales son los nombrados para dirigir empresas oficiales o privadas y su función es conducir la organización hacia el logro de sus objetivos, para lo cual


se supone han recibido formación especial o tienen ciertas calidades que los hacen merecedores de tales designaciones. Por lo general los líderes naturales no han recibido formación especial para ejercer su liderazgo, especialmente en las comunidades pobres y marginadas, y en el liderazgo institucional es frecuente la designación de personas por interés político o por influencias sin consideración a su formación académica, técnica o a sus calidades de liderazgo. El ideal sería que los líderes naturales tuvieran una capacitación para ejercer mejor la dirección y que en el nombramiento de ejecutivos públicos o privados se tuviera en cuenta además de los conocimientos técnicos las calidades humanas de líder. Analizando la forma como ha sido el liderazgo en las mutuales, se encuentra que ha sido un liderazgo natural ejercido por personas de la comunidad que han tenido el deseo de servir, sensibles al sufrimiento y convencidos del poder de la unión. Líderes sin formación académica pero con capacidad de entrega a lo social, con capacidad de convencer a otros para que apoyaran la mutual, con imaginación para establecer sistemas administrativos muy peculiares y simples, los cuales mientras las comunidades fueron rurales, tuvieron éxito, pero que luego han perdido efectividad para enfrentar la urbanización acelerada, la modernización y la competencia.


Se debe a éstos líderes que el mutualismo no hubiera desaparecido como forma de organización comunitaria. Un agradecimiento para ellos. La condición básica para que pueda darse un liderazgo auténtico es la honestidad. Hay que insistir en este punto porque es un valor en la actualidad bastante escaso. La gran mayoría de líderes naturales de las mutuales han sido honestos y comprometidos con sus comunidades, pero también hay que reconocer que algunos no han sido tanto y han utilizado la mutual para el aprovechamiento personal estableciendo arreglos con las funerarias privadas para recibir los descuentos por los entierros. En Medellín, donde han funcionado tantas mutuales en los barrios populares, (algunas de ellas de hecho y por lo tanto sin necesidad de rigurosidad contable y de obligatoriedad de presentar informes), es frecuente la práctica de hacer convenios con las funerarias privadas para darles a los directivos de las mutuales los descuentos. Lo pudimos constatar cuando en 1987 la coautora de este libro se posesionó como representante de la Mutual Villanueva, hoy Compartir que y recibió varias llamadas de funerarias particulares preguntándole si el descuento se lo enviaban a ella o a la mutual y, también, proponiéndole un descuento especial si aceptaba obligar a los asociados a realizar en determinada funeraria los servicios. A través de los años que llevamos en la asesoría mutualista, ha sido triste registrar casos de mutuales, que con muchos años de existencia, han fracasado o


enfrentado crisis muy agudas por causa de directivos deshonestos que no han sabido cumplir el primero y más importante valor que debe tener un líder auténtico, cual es la honestidad. Comprender y aceptar que los dineros de la mutual son un patrimonio colectivo que deben ser manejados con estricta claridad contable y de acuerdo con el objeto social de la entidad. Entre nosotros la deshonestidad en el manejo de los bienes colectivos, públicos o comunitarios, ha sido un mal tan frecuente que ha desvirtuado el ejercicio de un liderazgo auténtico. Por eso insistiremos a lo largo de este libro en la formación de líderes mutualistas con valores éticos de honestidad a toda prueba, poniendo en marcha sistemas de control y vigilancia que prevengan e impidan que los directivos y los administradores se apropien de los bienes de la mutual. Con el nacimiento de las Empresas Solidarias de Salud que han adoptado la forma jurídica mutualista, ha llegado al movimiento un liderazgo nuevo, el líder institucional, conformado por profesionales que, si bien tienen una adecuada formación académica, ignoran la filosofía del mutualismo y, además, han mostrado mucho desinterés por estudiarla y aplicarla. El hecho de ser profesionales, los debería haber llevado a comportamientos más éticos, pero tampoco han sido ejemplos de honestidad y han incurrido en malversación de los subsidios que el Estado da para la salud de los pobres. Hechos que los periódicos han denunciado


profusamente y que en nada favorece la imagen del mutualismo, de las cooperativas y de la economía solidaria en general. La conclusión es muy clara, son los líderes los que hacen el progreso de las instituciones y por eso es tan importante que tengan integridad ética, sensibilidad social y capacitación administrativa. El mutualismo requiere de este tipo de liderazgo, porque los líderes naturales que lo han mantenido tienen que apropiarse de la tecnología administrativa moderna y los líderes institucionales tienen que compenetrarse con la ideología de la ayuda mutua.

Se necesitan gerentes líderes En las modernas teorías administrativas se está haciendo énfasis en la creación de un sistema de valores y de compromisos que le impriman a cada organización su personalidad como una cultura propia de cada empresa, y es a los líderes a quienes les corresponde formularla, difundirla e impulsarla. Al respecto la siguiente cita nos ayuda en este tema. “El líder es el legitimador por excelencia de la cultura. En él están puestos los ojos de toda la comunidad laboral para interpretar los mensajes que se desprenden de su comunicación y de su comportamiento. Más que reglas expresas, la cultura se alimenta de hábitos cimentados en valores que a fuerza de persistencia y coherencia, han desencadenado actitudes que se manifiestan en


comportamientos deseados”. (Del libro El Poder de la Participación de Ovidio Tamayo y otros)v Por lo tanto, la principal cualidad que debe tener un líder es la coherencia con la cultura de su empresa que se debe reflejar entre el decir, el pensar y el actuar. El discurso teórico es importante, pero para que tenga efectividad el líder debe actuar en consonancia con dicho discurso. Es corriente decir que una empresa hace capacitación a los empleados cuando les habla de los valores y de las obligaciones que tienen, pero a los gerentes y demás directivos no les hacen dichas exigencias. Carece de lógica la creencia de que el gerente o, en general, los directivos son para mandar y que por detentar la autoridad pueden tener conductas irresponsables y hasta viciosas. Es todo lo contrario, el líder debe predicar con el ejemplo y debe ser modelo para sus subalternos. En el libro antes citado, El Poder de la Participación, Ignacio Rúa Arango establece los siguientes valores como los que más comparten los líderes en su función de garantes del éxito empresarial: Integridad y honestidad. Liderazgo basado en el empoderamiento. Construcción de sentimientos de apoyo y confianza. Fortalecimiento del trabajo en equipo. Flexibilidad mental y apertura al cambio. Orientación a la calidad del servicio y la eficiencia operativa. Respeto a las personas. Excelencia individual, grupal y empresarial.


Creatividad e innovación. Desarrollo de un proyecto de vida. Preservación del medio ambiente.vi Y si éstos son valores que en la actualidad se están mostrando como necesarios para el liderazgo gerencial de empresas capitalistas, qué no decir de las empresas públicas y de las solidarias, donde la gestión debe revertir necesariamente en beneficio colectivo y el actuar de la empresa debe ser un permanente estímulo para el mejoramiento cultural del entorno comunitario. Necesariamente el líder debe ser una persona ética convencida de la rectitud en el pensar y en el obrar, rectitud que debe manifestarse en honestidad, responsabilidad, veracidad, respeto y deseo de servir. Los líderes de las mutuales, además de una personalidad íntegra y recta, deben poseer compromiso con la filosofía mutualista de ayuda mutua y de sensibilidad con el que sufre, porque la gestión de una mutual debe llevar necesariamente a pensar en los más necesitados. En aquellos que en algún momento han enfrentando una necesidad, es decir, que la solidaridad es la misión suprema del quehacer mutualista y nunca se puede cambiar por el incentivo del negocio o de la rentabilidad. Porque esta inversión de los propósitos fue lo que distorsionó la doctrina del cooperativismo y llevó a la crisis a muchas cooperativas, que fundadas y sostenidas por asociados pobres, sus directivos perdieron el compromiso con ellos, montaron una burocracia que impidió la


participación y el control, prefirieron a los más ricos para los préstamos, algunos ni siquiera asociados, y con la disculpa de mejorar la imagen, gastaron en lujos innecesarios en sedes y centros vacacionales donde los asociados pobres no podían ir. En la crisis de las cooperativas se mostró que directivos irresponsables y deshonestos pueden cambiar la misión y la orientación de las empresas solidarias, traicionado los intereses y derechos de los asociados. Por eso de esta crisis se deben sacar enseñanzas para aplicar en toda la economía solidaria, porque quedó en evidencia que la burocracia cuando no es honesta y comprometida con los intereses de los asociados termina manejando las empresas asociativas para su usufructo personal y finalmente las conduce al fracaso. Quizás algunos lectores lleguen a interpretar que el énfasis que se hace en este libro sobre el compromiso con el pobre significa que el mutualismo es sólo para pobres. No. Las clases altas también pueden crear mutuales, y ojalá lo hicieran, porque el sufrimiento y los riesgos son de todos los seres humanos. Aquí hacemos énfasis en el compromiso con los pobres por el arraigo histórico de las mutuales con las clases populares, y porque es tanta la población pobre que es allí donde debe estar el mayor compromiso de la gestión de las empresas y organizaciones solidarias.


Crear y organizar comunidades La misión implícita de las mutuales es crear con sus asociados una comunidad, o sea, un grupo de familias unidas por lazos de fraternidad, identificadas en propósitos de mejoramiento continuo, que motivadas e inducidas por la doctrina mutualista participen en procesos de superación de la miseria y la ignorancia. Para algunos puede sonar a utopía este propósito por las dificultades que tiene su realización, y por la desconfianza que se ha creado con los fracasos de sistemas sociales como el comunismo y el socialismo. Pero no se trata de impulsar sistemas políticos que lleven a poderes centralizados y autoritarios, se trata de propender por una identidad en valores y conductas de solidaridad, ayuda, y trabajo por la superación, tanto personal como colectiva. Con este enfoque, las mutuales no pueden considerar la población objeto de su acción como un mero mercado y como una masa de consumidores que interesan en la medida que compren bienes o servicios. Deben asumirse como aliados, por eso se les llama asociados, que interactúan con la entidad para la realización de sus objetivos. Una mutual existe por y para sus asociados, y progresa en la medida en que no sólo éstos aumenten en número, sino que sean seres humanos cada vez mejores. La gestión mutualista no debe limitarse a dar un auxilio, vender un seguro, hacer un préstamo, recibir un ahorro,


además de ello, hay que esforzarse por establecer una relación de simpatía y amistad donde la persona se sienta inmersa en la misión de la entidad y asuma sus valores. Así el grupo de personas afiliadas a la mutual va creando una comunidad en cuanto se identifican entre sí en sentimientos, valores y comportamientos, independiente de la mucha o poca cercanía que sus viviendas tengan entre si. En veredas y pueblos a las mutuales se les facilita afirmar el sentido de vecindario con la doctrina mutualista de fraternidad y ayuda, y aunque en las ciudades es más difícil lograr este propósito por la dispersión de los asociados, tampoco se puede abandonar la búsqueda por la identificación en valores. Entre los factores negativos que existen para el propósito de hacer comunidad, especialmente entre las clases populares donde más actúan las mutuales, están los siguientes: 1. El ambiente de violencia política y social que existe. 2. La movilidad frecuente de personas y de familias por la violencia o por la búsqueda de empleo. 3. La creencia de que las mutuales son meras funerarias lo que impide se utilicen para soluciones distintas. 4. El poco apoyo que se tiene entre los funcionarios públicos que piensan que en materia de organización comunitaria la única alternativa es el cooperativismo y la recetan para todo.


5. Los escasos recursos para hacer campañas educativas que poseen las mutuales, especialmente las tradicionales. Pero también existen aspectos positivos como son: 1. El deseo de los pobres a ser ayudados, que se aferran como tabla de salvación a toda propuesta para mejorar su condición. 2. Su predisposición a la acogida y a la solidaridad, que aunque puede ser disminuida por la violencia, aún se da muy fuerte en este sector de población. 3. La conciencia de que ante tanta violencia primero que todo deben asegurar los costos de la muerte y por ello su costumbre de afiliarse a una mutual o a un preexequial. 4. La proliferación de mutuales o fondos funerarios informales que existen en los barrios populares, lo que significa que entre los pobres la convocatoria a conformar organizaciones para la ayuda funeraria tiene amplia acogida, y por ello sus líderes deben esforzarse por hacer de la mutual un agente de consolidación de comunidades.

Recomendaciones para la gestión mutual Cercanía con el asociado. Tanto los directivos como los empleados de las mutuales deben ser muy conscientes de que su trabajo es por los asociados y para los asociados y en ningún momento pueden


adoptar actitudes de arrogancia o desprecio hacia ellos. Igualdad en el trato. Nunca puede establecerse diferenciación en el trato a los asociados, todos deben recibir la misma atención y jamás permitir que se establezcan roscas o grupos de privilegiados. Neutralidad en política partidista. La mutual debe mantenerse alejada de las luchas de partidos políticos para que nunca se piense que es una agencia de uno u otro grupo, lo que si no se le impide es participar en campañas cívicas o en actividades de mejoramiento colectivo: por la salud, la ayuda a los minusválidos, a la niñez, a la juventud, a la tercera edad, por el mejoramiento ambiental. Propaganda con mensajes educativos. Se precisa revisar el compromiso de las mutuales con la educación de los asociados, y hay que abandonar la creencia de que es suficiente la mera propaganda a los servicios, igual a la que hacen las empresas de lucro para vender sus productos. Hay que ser imaginativos para hablarle a los asociados de los sentimientos que motivan la creación de la mutual y de los valores y comportamientos que se requieren para ser personas de bien y alcanzar una convivencia comunitaria pacífica y agradable. Desde lo funerario ayudar a la vida. Las mutuales tradicionales deben abandonar su exclusividad por lo


funerario y comprometerse en proyectar la entidad como una propuesta para mejorar integralmente la vida. La ayuda en la muerte no se puede abandonar porque hace parte de la misión de dar consuelo en el sufrimiento, pero hay que mirar hacia otros servicios necesarios para hacer la vida más amable. Presencia en canales y emisoras comunitarias. En esta época cuando los medios de comunicación han alcanzado tan asombroso desarrollo y existen los canales de televisión y las emisoras de radio comunitarias, se precisa utilizar dichos medios para difundir con franqueza y convencimiento la doctrina del mutualismo.

Empresas de la comunidad Empresa abierta Igual que casi todas las empresas solidarias, a las mutuales les fija la Ley la condición de que el patrimonio y el número de asociados sea variable e ilimitado. La movilidad de los asociados en las mutuales es fácil porque no hay que hacer devolución de aportes, ya que pagan cuotas de sostenimiento. Un asociado deja de pertenecer a la mutual cuando no paga las cuotas por un tiempo determinado, según lo establezcan los reglamentos de la entidad.

Aportes, ahorros y cuotas de sostenimiento Debe explicarse en forma clara a los asociados y al público en general la diferencia entre estos conceptos,


tanto en las mutuales como en las cooperativas. Porque en la reciente crisis de éstas últimas se mostró la gran ignorancia que existe al respecto, ya que muchos asociados de las cooperativas fracasadas fueron a reclamar sus aportes creyendo que se trataba de ahorros, y no entendían que no se los entregaran porque los aportes son el capital que respaldaba la empresa. Ha faltado claridad en las cooperativas para explicar que los aportes son el capital con el cual contribuyen a la creación de la empresa, y que no tienen liquidez inmediata, sino que son el soporte para su funcionamiento. En caso de pérdidas o de liquidación de la entidad, los aportes constituyen el respaldo para los pasivos que la cooperativa tenga y por eso no devuelven si algo sobra después de pagadas todas los pasivos de depósitos de ahorro, las obligaciones laborales y los gastos de la liquidación. Los depósitos o ahorro puro como se denominan en el argot financiero sí constituyen un pasivo u obligación que adquiere la entidad con el asociado o con los terceros en el caso de las cooperativas financieras, y en caso de liquidación tienen prelación para su devolución sobre los aportes. Por ello, de las situaciones lamentables que se han dado en la historia colombiana de la economía solidaria, es cuando en la crisis de las cooperativas los asociados pobres que contribuyeron a crearlas haciendo grandes esfuerzos para hacer los aportes, en general, los perdieron


todos porque la devolución de éstos es lo último que se hace en una liquidación. En cambio, los terceros que nunca tuvieron compromiso con la entidad tienen prioridad para la devolución. Así quedó como conclusión que en las cooperativas financieras es menor el riesgo de perder siendo ahorrador o tercero que asociado.

Asociados, beneficiarios y terceros Asociados. Según el decreto 1480 de 1989 pueden ser asociados de las mutuales. Las personas naturales legalmente capaces y los menores de edad que hayan cumplido 14 años, quienes sin haberlos cumplido se asocien a través de representante legal; y las personas jurídicas del sector cooperativo, y las demás de derecho privado sin ánimo de lucro. Los asociados son los que crean y sostienen la mutual, son los gestores, y con sus cuotas de sostenimiento, adquieren derechos y obligaciones que son estipulados en la ley y deben ser también definidos en los estatutos y reglamentos. Adquieren el derecho a utilizar los servicios, a participar en las actividades, a ser informados, a ejercer decisión y elección en las asambleas, a fiscalizar la gestión y a retirarse voluntariamente. Tienen el deber de capacitarse en mutualismo, de aceptar los estatutos, los reglamentes y las decisiones de los órganos de administración y control, de adoptar relaciones solidarias, no incurrir en actos que afecten la mutual, de


participar en programas de capacitación y pagar oportunamente las contribuciones económicas. A las mutuales se les permiten dos formas de extender la prestación de sus servicios: a los beneficiarios y a los usuarios, “siempre en razón del interés social o del bienestar colectivo” según reza el parágrafo del artículo 43 del citado decreto 1480. Los beneficiarios. Aunque el decreto no trae disposiciones explícitas sobre los beneficiarios, la tradición de las mutuales ha considerado que éstos son los familiares del asociado, los cuales se inscriben a la mutual para que reciban el auxilio funerario en el caso de las mutuales tradicionales, o los servicios de salud para el caso de las mutuales empresas solidarias de salud. Los beneficiarios son las personas que el asociado designa para recibir los servicios establecidos en los reglamentos de la mutual y no tienen ningún derecho ni deber político ni administrativo. Por eso una mutual más que una asociación de personas, en la práctica es una asociación de familias. Y se hace necesario que en el estatuto de cada mutual se establezca el número y calidad de beneficiario que puede tener cada asociado. Al respecto hacemos las siguientes recomendaciones: Las mutuales deben buscar trabajar por el grupo familiar básico conformado por padres, hermanos, cónyuges e hijos. Quizás debido a los cambios sociales se pueda


extender hasta los nietos, ya que a los abuelos les está tocando asumir la crianza de muchos de ellos. La práctica ha mostrado que permitir como beneficiarios personas que no tienen dependencia económica del asociado propicia la desviación de los auxilios funerarios con fines utilitaristas y no de ayuda, como ha sido frecuente en mutuales que aceptan la inscripción de todo tipo de familiares, de amigos y hasta particulares, y cuando éstos mueren cobran el auxilio, no para ayudar en sus funerales, sino para aprovechamiento personal. Ha ocurrido que cuando un muchacho tiene mucho riesgo de ser asesinado, lo inscriben como beneficiario de la mutual para cobrar el auxilio cuando muere. O sea, que si las mutuales no hacen una reglamentación rigurosa sobre el tipo de familiares que reciben como beneficiarios, crean la ocasión para que se desvíen los auxilios en fines lucrativos diferentes a los de ayuda mutua para lo cual se establecieron. Cuando se reglamenta que sólo pueden ser beneficiarios los familiares directos del asociado, la mutual crea la oportunidad de hacer un trabajo educativo de toma de conciencia de las responsabilidades que se tienen por ser adultos y jefes de hogar. Así se puede convocar a los hijos que van formando sus hogares a que se hagan asociados y dejen de estar dependiendo de los padres. Como no se reciben yernos ni nueras, se explica que lo mejor es que los hijos se hagan asociados con sus respectivos cónyuges e hijos.


La experiencia de la Mutual Compartir, antes Villanueva es muy ilustrativa al respecto porque allí se determinó por estatutos que sólo pueden recibirse como beneficiarios los miembros del grupo familiar directo (padres, hermanos, cónyuges, hijos y nietos) y además se estableció que se paga según el número de beneficiarios que se tengan. Se pueden inscribir hasta ocho. Es decir, que se puede ingresar solo y se paga por una persona, los cónyuges y se paga por dos, un matrimonio con dos hijos y se paga por cuatro, y así sucesivamente hasta ocho. Por esto se ha podido hacer una campaña educativa de responsabilizar a los jóvenes de su propia previsión y seguridad y, además, cambiar esa creencia de que la mutual es sólo para los viejos. Ha sido muy agradable cuando un asociado llega con su hijo y lo retira como beneficiario suyo y éste se hace asociado con su cónyuge e hijos como beneficiarios. Los usuarios. Esta categoría permite prestar un servicio determinado al público en general, se atiende a personas que no son ni asociados ni beneficiarios, “siempre en razón del interés social o el bienestar colectivo”. Los usuarios son compradores de un servicio, no adquieren con la mutual ningún compromiso político ni social, por ello no pueden ejercer ninguna actividad de decisión y de participación en la administración. En los estatutos y reglamentos se deben clarificar las condiciones para ser usuario y qué servicios se prestan en esta categoría.


Excepto los servicios de ahorro y crédito, los demás servicios pueden ser ofrecidos a terceros, o sea a los no asociados, porque es muy taxativa la disposición del decreto 1480 en su artículo 46 que establece que el ahorro y el crédito sólo se prestará entre los asociados, observando las disposiciones especiales sobre la materia. En nuestro concepto, esta prohibición legal es bastante exagerada, porque para que las mutuales puedan aplicar el principio de ayudar al trabajador y a su familia, se debería autorizar el ahorro y el crédito para los beneficiarios del grupo familiar básico ya que existe una responsabilidad directa del asociado con estos familiares, y además porque estos tienen derechos políticos en la mutual que le permiten participar en las decisiones y vigilar la administración. Naturalmente que con disposiciones muy precisas por parte del gobierno y con reglamentaciones en los estatutos y en los reglamentos de la mutual. Pero en lo que sí estamos de acuerdo, es que a las mutuales no se les permita hacer actividad financiera con terceros para que se vean obligadas a afirmar su compromiso de servir a los asociados y a sus familias, sin dispersar sus energías ni distorsionar sus objetivos en transacciones con no asociados, que a la postre resultan más especulativas y de lucro que de servicio. Gran parte de la crisis de las cooperativas se originó cuando abandonaron su obligación esencial de trabajar con asociados y eligieron como prioridad el ahorro y el crédito con terceros, tratando de imitar a los bancos.


La complejidad de la administración Administrar, que para algunos es un arte, para otros una ciencia, es ante todo una habilidad especial de saber armonizar recursos materiales, tecnología y trabajo, por medio de una organización formal y sistemática orientada a la realización de objetivos bien definidos. Dirigir una empresa implica mucha claridad sobre los recursos disponibles y la manera de aprovecharlos lo mejor posible para avanzar en la realización de los objetivos. O sea, que las decisiones deben estar precedidas de reflexión sobre sí se ajustan o no a los recursos disponibles y a los objetivos buscados. Independiente del tamaño de la empresa, la función de un administrador es pensar, pensar y pensar como tomar decisiones acertadas que potencialicen los recursos económicos para que hagan más eficiente el trabajo de los empleados, se asimile y aproveche mejor la tecnología, y se logre cada vez más satisfacción entre los asociados, los beneficiarios, o los usuarios. En una empresa solidaria asociativa, como es el caso de las mutuales, los asociados son, a la vez, consumidores y dueños y hay que involucrarlos en el proceso administrativo. No es lo mismo tener un negocio particular donde el dueño pone el capital y sólo tiene que buscar agradar con sus productos a los compradores sin


preocuparse de rendir cuentas sobre la marcha del negocio. En una mutual sí hay que tener en cuenta a los asociados, porque ellos son parte de la empresa como dueños y como consumidores de servicios. Por lo general estos asociados son pobres que tienen una experiencia de vida muy peculiar originada en las carencias, en las dificultades que han padecido. Entonces los administradores de la mutual tienen que ser conscientes de tales características y tenerlas en cuenta para definir un estilo especial de administración. Si bien la teoría administrativa define unos presupuestos y normas generales que sirven de orientación para la dirección de todas las empresas, es poco el énfasis que se hace en la manera de dirigir empresas de clases populares. Por eso la administración de la economía solidaria debe ocuparse de desarrollar una metodología que oriente el estilo de dirección, el trato de los empleados, los sistemas de participación, las comunicaciones, las actividades educativas, etc., es decir, hay que tener en cuenta la cultura del pobre en todos los aspectos de gestión. Para actuar con éxito en un medio pobre, como es por lo general el de las empresas solidarias, se precisa trascender con mucha imaginación las teorías administrativas de moda que se divulgan basadas en las empresas de lucro. Es infructuoso pretender aplicar mecánicamente sistemas administrativos que se formulan


a partir de sociedades industrializadas y ricas con modelos de empresas multinacionales o nacionales grandes. Hay que atreverse a formular teorías para una gestión administrativa en países del llamado tercer mundo y para empresas cuya misión sea convocar la participación de esa gran mayoría de pobres que los habitan. La administración con y para la pobreza exige disposición para la investigación, buena fe, compromiso y mucha honestidad. De las universidades egresan administradores que no han recibido la formación suficiente sobre estos valores, y aunque repiten de memoria la teoría administrativa, son incapaces de asumir los compromisos y las tareas que exige una empresa solidaria. Bienvenidos al sector mutualista los profesionales, pero con mucha ética, mucha vocación de servicio comunitario, mucha sensibilidad hacia el sufrimiento, y mucha imaginación y capacidad investigativa para formular sistemas que hagan efectiva la participación y el mejoramiento social y económico de los pobres.


Citas

i

CARRASQUILLA, Federico. Escuchemos a los Pobres. Centro de investigaciones Sociales. Octubre de 1996 175.p ii

Ibid p. 33

iii

"

p .54

iv

TAMAYO, Ovidio y otros. El Poder de la Participaciรณn. Fundaciรณn Universitaria Ceipa 1999 p.33 v

Ibid. p.33

vi

Ibid p 34


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