Conversando con Diego Luis

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PRESENTACIÓN Por Azucena Vélez Restrepo Diego Luis Vélez (1956 - 2016) a los 38 años de edad sufrió un aneurisma cerebral que le produjo invalidez total. Su vida se redujo a cambiar de la cama a la silla de ruedas esperando que todo se lo hicieran. Por fortuna, Inés Elvira su hermana, asumió la misión de acompañarlo con un amor filial tan enorme como pocas veces sucede. Su compañía no se limitó a solucionarle necesidades físicas, le adicionó permanente diálogo. Fueron 22 años de conversación entre un hermano que asumió su infortunio con fortaleza y buen humor y una hermana que, sin tomarlo a sacrificio, aprovechó la ocasión para realizar sus ideales de amor y de servicio. En este libro Inés Elvira prolonga la conversación con Diego Luis reviviendo situaciones, recordando historias familiares, y lo más importante, agradeciendo a nuestros antepasados Restrepo Arias la invaluable ayuda que nos prodigaron a los 13 hijos de Mario Vélez y Jesusita Restrepo. Mayo, 10 de 2017

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“No enterremos a los muertos, dejémoslos vivos en la memoria, en el corazón y haciendo las cosas que a ellos les gustaba.” Stella Díaz. Chilena.

“La muerte no nos roba a los seres amados, al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo.” François Mauriac. Francés

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Contenido PRESENTACIÓN ............................................................. 3 Por Azucena Vélez Restrepo ........................................... 3 Diego Luis, voy a conversar contigo................................. 7 Tu ausencia me genera sentimientos encontrados. ..... 9 Misión cumplida .......................................................... 12 Las ventajas de haber sufrido un aneurisma.............. 12 Vivías pendiente de los tres golpes ............................ 14 Fuiste el centro de la familia ....................................... 16 Volví al Gimnasio Laureles ......................................... 22 Y te llevamos a pasear a Santa Marta ....................... 28 Hasta donde fue posible salimos contigo ................... 30 Por fortuna tuvimos balcón ......................................... 32 Nunca olvidaste tu vida en la Universidad .................. 34 Pero llegaron nuevos amigos ..................................... 35 La noche era momento de recordación ...................... 37 Te ganaste el apelativo de “Don imprudencio” ........... 41 “!Qué pereza hacer terapias¡”..................................... 42 Aprendimos a decir sí ................................................. 45 Aprendiste películas de memoria ............................... 46 Con firmeza de abogado, defendiste tus derechos .... 47 Gracias a Dios no estuvimos solos ............................ 49 Muchos ensayos y algunos con dolor ........................ 51 Buscando soluciones .................................................. 53 La silla que llegó demasiado tarde ............................. 57 También terapias con la familia .................................. 58 Y también musicoterapia ............................................ 59 Por eso tu despedida fue con música ........................ 60 Del más allá recibimos fuerza..................................... 62 Con Aníbal, diferentes pero unidos ............................ 63 Sí, 22 años a tu lado ................................................... 66 Tampoco para sentirme “la única” .............................. 68 En llevar la cruz, fuiste todo un maestro .................... 70 Recordemos circunstancias familiares ........................... 72 Mamá, la más afectada con tu incapacidad ............... 76

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Aceptaste con valor la partida de mamá .................... 78 Recordemos a Don Mario ........................................... 83 A Papá le escribieron los nietos ................................. 86 Lo quisimos a pesar del aguardiente .......................... 88 Recordemos a Juan Carlos ........................................ 90 Mauricio, otra experiencia de dolor ............................ 93 Y despediste a María Eugenia “La palabrosa” ........... 95 Lucía y Teresa, últimas en acompañarnos ................. 96 Y a Lucía la volviste hincha del DIM ......................... 100 Lucia se fue con las manos llenas. ........................... 102 Lucía fue despedida como franciscana .................... 104 Cantando y recitando hasta el final .......................... 107 Al tío Jesús lo hiciste votar por un liberal ................. 110 Gozamos cuando las tías se vinieron de Salgar ...... 112 La tía Mercedes, calladita, siempre trabajando ........ 113 La tía Ritica, siempre ayudándonos ......................... 115 El tío Tulio, pendiente de todo .................................. 118 Ana, la inolvidable ..................................................... 120 La distinguida tía Inés ............................................... 122 El tío José, que fue arriero ........................................ 123 La religiosa, tía Margarita ......................................... 124 Nana, la abuela que dejó huella ............................... 126 Diego Luis, la muerte no nos separa porque el amor nunca muere ............................................................................ 131

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Diego Luis, voy a conversar contigo. Aún con tu recuerdo vivo en mi memoria empezaré este monólogo, aunque ya tú no podrás responderme, pero quiero hacer una especie de examen retrospectivo de los 22 años de tu discapacidad a causa del aneurisma cerebral, durante los cuales te acompañé, sorteando situaciones muy especiales y aceptando los nuevos derroteros que marcaron nuestras vidas. Desde que te fuiste seguí conversando contigo, ¿te acuerdas que juntos lo hacíamos con mamá? Definitivamente me gusta dialogar con los familiares que están en el más allá. Son muchas las cosas que quisiera hablarte, y aunque la muerte nos priva de la posibilidad de comunicación física, conversaré contigo así no tenga respuestas a las innumerables preguntas que se me ocurren. ¿Qué sentiste en los últimos momentos de tu vida? ¿Cómo viviste ese proceso de la separación del alma de tu cuerpo? Yo estuve a tu lado. ¿Te pude ayudar en algo? ¿Qué encontraste en ese viaje hacia el más allá? ¿Es

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verdad que los seres queridos que se han ido, nos acompañan en esos momentos?

Imagino ese encuentro tuyo con toda esa colonia de familiares que tenemos allá. De seguro que fue un momento sublime y dichoso porque llegaste liberado de tu invalidez física, con tu sola esencia espiritual, impregnada de amor y de alegría como siempre la tuviste. Gracias por la oportunidad que me diste de acompañarte en tu experiencia de vida, porque para mí fue una oportunidad de crecer espiritualmente y de darle sentido a mi existencia. 8


Siempre nos entendimos, entre nosotros existió empatía, cariño, un regalo de Dios que nos permitió vivir juntos esa realidad con una actitud especial de solidaridad, paciencia, ternura y mucha comprensión.

Tu ausencia me genera sentimientos encontrados. De un lado la tristeza de no ver tu sonrisa, me hace falta hablar contigo y comentar todos los sucesos familiares, políticos y sociales que tanto te interesaban, recuerdo tu “indagatoria nocturna”, como la llamabas, de personajes y momentos importantes de tu vida. Y del otro lado la alegría por tu liberación física, te pudiste desprender de un cuerpo que te pesaba, que no podías manejar, que no respondía a tus deseos, que estaba enfermo, muy enfermo. Se acabaron los dolores, las diarreas, los diagnósticos médicos, las amenazas de intervenciones quirúrgicas y al final le hiciste “conejo” al cáncer. Porque el cáncer fue un intruso que no esperábamos, durante todo el tiempo pensé que tu muerte en cualquier momento podría ser causada por otro aneurisma o algo cerebral ya que sufrías convulsiones o “chiripiorcas” como las llamabas, pero el cáncer, a ése si no lo esperábamos. En el último año supimos que tenías cáncer en el colon y en los testículos, y que era agresivo e invasor y por eso al final tu dificultad para tragar. Por fortuna no hubo tiempo de atender las exigencias de ese 9


intruso que tenías en el organismo y le hiciste “conejo” porque te moriste con el cáncer, pero no de cáncer y me alegró, estaba muy preocupada por ti, ya no había nada bueno para ofrecerte en esta vida, te ahorraste muchos sufrimientos. Tuve mucho miedo de que te operaran, no quería verte de nuevo en cuidados intensivos ni sujeto a operaciones heroicas, hasta le propuse a Dios que si algo más tenías que sufrir, yo con gusto lo haría por ti. No sé si se puedan hacer esos canjes, pero consideraba que lo que ya habías padecido era suficiente, un curso intensivo de dolor y de renuncia al que tú afortunadamente le agregaste la “risoterapia” y el sentido del humor que siempre te acompañó y que mantuviste hasta los días previos a tu muerte. Nos hiciste reír al decirnos “no lloréis por mí, mujeres de Jerusalén” cuando te llevábamos para la clínica, a cumplir la cita que tenías con la muerte. Al llegar a urgencias de la clínica, me admiraba ver tu cara risueña, agradeciéndoles a los camilleros por el cuidado que tenían contigo, tuviste aliento de enviarles piropos a las enfermeras, aunque te parecieron muy hambrientas, dijiste que no te dieron café ni besitos. Cómo no celebrar, que el día antes de tu muerte le preguntaste a José León Cuervo, por los resultados futbolísticos del Poderoso Independiente Medellín, el equipo de tus amores. Y a Marta Lucía, que se salió para la puerta de la pieza cuando estabas muy delicado y

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ella no quería que la vieras llorar le dijiste: “Marta no se retire del teatro de los acontecimientos”. Diste testimonio de cómo tener humor en medio de tanta limitación y tanto dolor. Solo 3 días estuviste en la clínica antes de tu muerte y allí admiraron tu actitud y se sorprendieron de que tu piel estaba completamente sana, sin escaras, las enfermeras comentaban que era inusual, porque pacientes de 8 días de invalidez llegaban con escaras y tú con la bobaita de 22 años y con tu piel sana. Gracias a Dios pudimos cuidar tu cuerpo y evitarte más dolores e incomodidades, por descuidos o malos manejos. Te cuento que en esos últimos días estuve muy pedigüeña con mi Dios, desobedeciendo los consejos de mi director espiritual que me enseñaba a no pedir, que mi oración fuera de ofrenda, de amor, de ayuda y de servicio. Pero al verte sufrir me largué a pedir y no una cosa sino varias: primero que no te tuvieran que operar, por la urgencia que se te estaba presentando de oclusión intestinal; segundo que tú te murieras primero que yo, me preocupaba mucho que fuera lo contrario y te tuviera que dejar en este plano y tercero que yo estuviera a tu lado en el momento de tu partida. Y todo se cumplió como lo pedí, fue lo que llamamos milagros, Dios haciendo la voluntad de uno, en verdad que me concedió todas esas gracias.

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Misión cumplida Recuerda que los dos nos habíamos propuesto morir en paz, íbamos a decir simplemente: “misión cumplida”. El dolor y la morfina no te permitieron estar consciente en ese último momento pero yo sé que estabas en paz, te visualicé en un manantial de luz, recibiendo amor y bendiciones y te entregué a mamá diciéndole que habías aprobado con muy buenas notas el curso de aceptación al dolor, que habías sido un maestro para todos nosotros, y lo más hermoso es que seguías siendo un niño grande, lleno de alegría, humildad y sentido del humor, tal como ella te había dejado.

Las ventajas de aneurisma.

haber sufrido

un

Sigo recordando tus salidas inteligentes, jocosas y muchas veces imprudentes a las situaciones que tenías que vivir, lo que más te admiré fueron esas respuestas a la vida y a las circunstancias. Aunque también te ganaste muchos regaños y el apodo de “Don Imprudencio” como te llamábamos a veces. Eras un libro abierto, el aneurisma te revolcó el cerebro y se presentaron cambios importantes no solo en tu parte física, quedaste cuadripléjico, sino también en tu comportamiento y en tu forma de ser por lo desinhibido, completamente espontáneo, con dificultades para la concentración y la atención de las cosas serias y profundas, pero con agilidad

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mental para responder a situaciones cotidianas e intranscendentes. Las secuelas desde el punto de vista sicológico y mental te convirtieron en un niño grande y yo siempre las consideré positivas, porque esto te permitió estar por encima de las circunstancias. Aceptaste con naturalidad que manejaran tu cuerpo, quedaste completamente dependiente, perdiste por completo tu privacidad, lo que para la mayoría de las personas es tan difícil aceptar, para ti no fue ningún problema, en ese sentido fuiste libre. Varias veces cuando te estaba cambiando o poniéndote el pato para orinar y llegaba alguien a la casa, lo saludabas con tranquilidad sin cohibición. Cuando yo te decía que si no te daba pena me contestabas: “es la ventaja de haber sufrido un aneurisma, pierde uno la vergüenza y empieza a vivir bueno” No podías mover tu cuerpo pero tu espíritu era libre, inteligente y sensible. Eras consiente que necesitabas ayuda y por eso cuando yo tenía que salir, me preguntabas: “¿quién se va a apersonar de mí? En esta labor nos ayudaron, además de mis hermanas, Ana Milena, Marleny y José León, personas muy queridas y a quienes agradecimos su cariño, su esmero y su comprensión sobre todo cuando me ponías la queja: “es que se consideran dueños de mí”. Todos entendíamos y celebrábamos tus reclamos.

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Vivías pendiente de los tres golpes Tu interés en la gastronomía era grande, siempre fuiste de buen comer y en tu nueva condición era una de las pocas cosas que podías disfrutar. Aunque no podías hacerlo por tu cuenta, no alcanzabas a llevarte los alimentos a la boca, pero tú aceptabas con mucha naturalidad que te ayudáramos y no te preocupaba que en otros espacios lo hiciéramos, como cuando salíamos a pasear. Esa actitud tuya era admirable y a mí me emocionaba verte tan humilde.

Marta Lucía dando comida a Diego Luis. Este no lo podía hacer por sí mismo

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Por eso sentí tristeza en los últimos meses de tu existencia al comprobar que ya no podías disfrutar de las comidas, se te dificultaba comer y tragar, tú no decías nada pero nosotros nos dábamos cuenta de lo que te sucedía, otra renuncia que se agregaba a tu hoja de vida y como dice la canción: “Todo lo que quise yo tuve que dejarlo lejos…”. Pero seguías como si no fuera contigo, aceptabas sin comentarios lo que te sucedía, llegué a pensar que eras demasiado niño y no dimensionabas la realidad o quizás estabas muy por encima de las circunstancias, tu actitud no era común, pero sí era una hermosa enseñanza de aceptación. En los últimos 3 años de tu vida se te complicó más la situación con la diarrea que fue permanente, esto te limitó más, ya que no podíamos salir con la frecuencia que querías y tanto para ti como para mí, la situación no era fácil. En ese tiempo sí que te admiré, procedimientos de aseo que a veces duraban 2 o 3 horas y varias veces al día, mejor dicho era programa permanente, terminábamos a las 11 o 12 de la noche rendidos. Afortunadamente también nos reíamos, no faltaba tu sentido del humor: “Inés, estoy más cagado que parapeto de lora” me decías. Los primeros años de tu invalidez fue todo lo contrario, el uso del supositorio era la única manera para que ese estómago funcionara, ahí estaba de nuevo tu sentido del humor llamabas a los

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supositorios “paramilitares”, porque entraban y hacían desocupar, esa era tu jocosa explicación. Tus apuntes graciosos y tu actitud ante todas estas peripecias nos hacían reír y de esta manera la tarea se nos hacía más llevadera, por eso Ángela María, la empleada que me ayudaba en estas labores, no dudó en decirme alguna vez: “Inés, esa religión suya si me gusta, porque usted goza hasta con la mierda.” Esta apreciación me llevó a pensar que realmente a nosotros dos el camino de la espiritualidad se nos presentaba de esta manera. ¿Cómo te parece?

Fuiste el centro de la familia

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Diego Luis, te ganaste el amor no solamente de los tíos sino de todos los hermanos, los sobrinos y la familia en general. El cariño que despertaste en todos, no solo fue por solidaridad y compasión por tu estado de discapacidad, desde antes ya te lo habías ganado. Te convertiste en el centro de la familia, celebramos siempre tus dos cumpleaños: el de tu nacimiento el 25 de Marzo y el de tu aneurisma o sea tu segundo nacimiento como lo llamabas, el 14 de Febrero. Algunos compañeros de universidad también nos acompañaban en estas celebraciones, Hernán Pérez, Arturo Cardona, Ana Julieta y Beatriz Cartagena eran infaltables. Es más en el primer año después de tu partida nos sorprendió la visita de Arturo y Beatriz recordando tu cumpleaños. Con frecuencia en estos festejos nos acompañaron los sacerdotes amigos, Iván Darío Londoño y Álvaro Vélez, y ellos con el padre Mario Rafael presidieron tus exequias que fue más celebración que funeral ¿lo recuerdas?. Espero que te haya gustado, porque ése era tu estilo, reír y no llorar. Participabas con mucha alegría en las reuniones de Navidades que por las enseñanzas de mamá, eran casi un rito obligado rezando la novena, donde tú en muchos casos era quien la leías. Claro que estas fechas sin mamá ya no eran lo mismo “algo se nos fue contigo Madre” como dice la canción. 17


Diego leyendo la novena del niño Dios

Cuánto recordamos el comportamiento amable, respetuoso y agradable que tenías siempre con nosotros, admirábamos el trato que tenías con las personas mayores, le celebrabas a papá sus comentarios y sus descaches, a mamá le leías y le comentabas las noticias. Con Azucena que te llamaba la atención por tu afición al aguardiente, aceptabas en silencio sus regaños y nunca tuviste una respuesta grosera. De niño fuiste juicioso, tierno, educado y buen estudiante, a mamá y Azucena que les tocó lidiar con los otros hermanos que eran regulares 18


estudiantes, contigo y con Gabriel Fernando fue diferente y por eso los dos lograron hacer una carrera universitaria.

Todos admirábamos que te gustaba leer, comprabas libros, hiciste una biblioteca muy completa, no solamente de temas jurídicos sino de literatura y poesía, recuerdas cómo te gustaba el poeta Porfirio Barba Jacob? Vivías actualizado en política y temas económicos, no te faltaban los periódicos diarios, nos comentabas las noticias, tenías ideologías liberales y de gran sentido social, empezaste a estudiar Economía y a los dos semestres te pasaste a estudiar Derecho, y ésa fue tu real vocación, la jurisprudencia. 19


Nos dio mucha tristeza tener que desbaratar tu biblioteca y regalar tus libros de Derecho, cuando después de haber pasado dos años de tu aneurisma comprobamos que ya no te iban a servir porque no podías ejercer tu profesión y además se iban des-actualizando, decidimos regalarlos, algunos compañeros y amigos fueron los favorecidos. Lo mismo pasó con tu ropa, tus camisas, tus pantalones, tus zapatos, ya no los podías usar, ya requerías de otras prendas, como camisetas, sudaderas, pañales y sábanas de movimiento. Te confieso que contándote esto se me han salido lágrimas furtivas, como tú las llamabas. Cuando estas cosas sucedían en nuestras vidas, yo no lloraba para no contagiarte mi tristeza, pero ahora sí me doy el permiso de hacerlo, ya no te hacen daño, verdad? Tu trabajo en la Fiscalía se truncó por tu enfermedad, nos dolió mucho porque justamente hiciste tu tesis de grado sobre su funcionamiento. Recuerdas que a los 3 meses tenías que presentar un examen para concursar al cargo de Fiscal, nosotros muy ingenuas pedimos plazo creyendo que luego lo podrías presentar, aún no habíamos comprendido que lo que te había sucedido era demasiado grave y que te esperaba una incapacidad demasiado larga. El ideal de que pudieras ejercer tu profesión se fue perdiendo, la realidad nos mostraba otra situación 20


distinta y desconocida, nunca imaginamos lo que faltaba por experimentar, sin embargo siempre me llamó la atención la manera como aceptaste tu responsabilidad en lo sucedido, me comentaste que una médica te había llamado la atención del peligro de combinar la presión alta y tu afición al aguardiente. Y es que en verdad te gustaba celebrar todo con licor. Mamá decía que tú todo lo celebrabas, si perdía o si ganaba el Dim, o si perdías o ganabas un examen, siempre tenías motivos para unos traguitos. Con razón cuando ya no pudiste volver a tomar, decías con humor que ya te los habías tomado todos. Pero una cosa para resaltar es que nunca perdiste la compostura con los tragos, siempre eras decente, bien educado, escuchabas en silencio nuestras advertencias y no faltaba tu sonrisa. Tu formación, tu preparación intelectual y tu inteligencia te iluminaron para llegar a la aceptación que tuviste cuando te diagnosticaron el aneurisma. Con facilidad aplicaste la enseñanza que dice: es obligatorio vivir las circunstancias de la vida, pero sufrirlas o gozarlas es opcional. Tú elegiste no propiamente gozarlas pero al menos llevarlas con aceptación y buen humor. Eso te lo agradecemos porque a nosotros nos sirvió de mucho consuelo y nos hizo amable el cuidarte.

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Volví al Gimnasio Laureles Diego Luis, te acuerdas en los primeros años de tu discapacidad las terapias que hacíamos en el Gimnasio Laureles? Hace poco volví al Gimnasio, ya la que necesita hidroterapia soy yo, mis huesitos y mis articulaciones están pidiendo atención, hay que aceitarlos. Me alegró ver a Aldo, el dueño y a muchos conocidos, hablamos de ti, te recuerdan con cariño admirando tu buena actitud. Me emocioné al ver algunas personas que como tú en ese tiempo, llegan con diferentes discapacidades, a propósito hay uno que se llama Diego, me inspiran cariño y solidaridad, los veo llegar en silencio, serios, lejanos y no puedo dejar de compararte con ellos y ver la diferencia. A ti también te llevábamos pero el que llegaba eras tú, siempre contento, haciendo bulla sobre todo cuando había ganado el Medellín, saludando a todo el mundo, admirando las mujeres, diciéndoles que estaban muy ”buenonas”. Mejor dicho introduciendo el desorden. Era muy notoria tu llegada al gimnasio, no solo porque eras muy grande y necesitabas como mínimo dos acompañantes, sino por tu actitud, no es normal ver a una persona, con limitaciones tan severas como las tuyas y tan alegre y extrovertido. Eso era todo un paseo, las personas que nos ayudaban a cargarte para llevarte a la piscina, eran casi todas hinchas del Nacional y yo creo que les

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provocaba soltarte, alguna vez les dije que tuvieran cuidado y Aldo, el gerente, me contestó:” “No se preocupe Inés, qué más le puede pasar y a lo mejor si se cae, puede aliviarse.” Ya en la piscina no te aguantabas las ganas de molestar a los hinchas del Nacional sobre todo a Aníbal y cantabas o mejor dicho gritabas:” No necesito que estés arriba para quererte glorioso Dim” y ésta otra: “Campeón Medallo Campeón”. A veces cambiabas de tema: “Grita el pueblo clamoroso, viva el Dim El Poderoso.”

Inés Elvira, Camila y Diego Luis en el Gimnasio

¿Gozábamos mucho, verdad? Aunque decías que yo gozaba más que tú, era un programa muy completo, además de la piscina, pasábamos al jacuzzi y al baño turco, con razón decías que eras el “último emperador”. Uno de los usuarios te molestaba mucho y te decía que si te creías muy “currucutú” y tú le contestabas:” no me creo, es que soy “muy currucutú.”

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Recuerdas cuando un niño que estaba en vacaciones recreativas nos preguntó por qué no caminabas y yo le expliqué que se te había roto una vena en el cerebro y sin más nos fue diciendo: “¡Ah! no tiene remedio” Esto lo escuchó Aldo y le dijo al niño: “Mateo es que ahí no hay nada que hacer”. Todo esto lo celebrábamos, hasta estas cosas que pueden sonar como crueles, pero nosotros también estábamos en vacaciones recreativas y esto nos resbalaba. Recuerdo con mucha admiración lo siguiente: A ti te colocábamos en el suelo encima de una colchoneta para cambiarte cuando se terminaba la terapia, en un momento que yo estaba recogiendo las cosas utilizadas, se te acercó un niño, hijo de un reciclador que estaba comiendo papitas fritas y veo como le abres la boca y el niño al ver que no alcanzabas a coger la papita con tus manos, él mismo te la puso en la boca. Me pareció tan tierno, es una fotografía mental que no olvido, me conmovió tu actitud, tu humildad, confirmé que eras un niño. Pensé en las palabras del Maestro Jesús: “Dejad que los niños se acerquen a mí”, tú también los atraías.

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Recuerdas Diego que Camila en sus vacaciones anuales, siempre nos acompañaba en las idas al Gimnasio, era una niña de 5 años y la única sobrina que nos pudo acompañar en estas terapias, gracias a Silvia María que la involucró en todos estos programas. Hay fotos familiares en que siempre está Camila al lado tuyo, en la piscina, en los traslados a la silla de ruedas, en la cama y ya la imaginamos también a tu lado en la Eternidad.

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Fueron lindas esas idas al gimnasio, sin embargo algunas veces se nos presentaron situaciones complicadas, como cuando sin permiso tuyo se te movía el estómago, por fortuna casi siempre en el baño turco que es más seco y podíamos resolver el problema de la mejor manera posible. Empezábamos un curso que nos llevaría a graduarnos con honores en la materia de manejar un estómago indisciplinado. Tus charlas con los amigos del Gimnasio Laureles fueron de un humor fino como lo muestra el cruce de cartas que tuviste con ellos, que por molestarte, te enviaron una petición de retiro del DIM e ingreso al Nacional cuando aquel en el último minuto perdió un partido importante con el Nacional. Recordemos la carta de respuesta que les enviaste, tiene fecha del 17 de Octubre de 1.998 Amigos del Gimnasio Laureles: Me cogieron fuera de base con su mensaje, no les contesté inmediatamente porque he estado un poco confundido con los últimos acontecimientos futbolísticos, no es fácil asimilar tan inesperados resultados, aunque mi cabeza está un poco despejada, mis ideas no estaban claras y no estaba preparado para enfrentarme a una situación tan imprevista como la que se presenta. Además me sorprendieron ustedes con esas SOLICITUDES DE RETIRO E INGRESO, aunque yo sé que tienen un propósito de restregarme el

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triunfo de su equipo, les advierto que se están excediendo en sus propósitos y se están tomando un derecho que no les corresponde. Yo, como abogado, podría hacerles una demanda jurídica por Falsedad de Documentos, porque me están suplantando al escribir en mi nombre esas solicitudes, con las cuales no estoy de acuerdo por los motivos que explico a continuación: Yo, Diego Luis Vélez Restrepo, en ningún momento, ni por ningún motivo o circunstancia he pensado en retirar mis afectos al equipo de mis amores. No es la primera vez y ojalá sea la última, que tenemos esos reveses, la vida nos depara a veces muchas insatisfacciones y frustraciones, sin embargo no podemos renunciar a ella. Reconozco que el PODEROSO DIM es un equipo de altibajos y así como nos hizo gozar en el primer tiempo del clásico, nos hizo sufrir en el segundo tiempo. Pero así es la vida y el fútbol y hay que aceptarlo. Yo tengo mucha capacidad de aguante y soy muy leal y no voy a cambiar en un momento de gloria efímera. Como el que gana es el que goza, disfruten del triunfo que fue bien luchado, ya que ese “equipito” no fue fácil de vencer, ustedes también sufrieron y mucho, esos primeros 45 minutos debieron ser eternos. En mi nuevo tratamiento bioenergético me han enseñado enviar al Universo todos los temores, 27


tristezas y frustraciones para que se conviertan en Amor y Paz para todos y así hice con esta derrota. ¿Cómo les parece el canje? Ahí vamos ganando todos. DIEGO LUIS VELEZ Cuando en familia leemos esta carta, no deja de sorprendernos, refleja tu ingenio y fino humor. Gracias a Dios lo mantuviste durante tus 22 años de incapacidad.

Y te llevamos a pasear a Santa Marta

Fue un evento importante porque los 12 hermanos nos reunimos en Santa Marta en el mes de Febrero de 2007 llevabas 13 años padeciendo las consecuencias de tu aneurisma cerebral. Ya papá, mamá y María Eugenia no nos acompañaron, estaban en el paseo de la Eternidad.

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Carlos Emilio y Vilma vivían en Barranquilla y con Alejandro y Aida nos organizaron semejante viaje. No lo habíamos imaginado nunca y menos en las condiciones económicas y físicas que vivíamos. Se logró por el esfuerzo de todos. Alejandro le puso especial entusiasmo a ese encuentro y allí nos hizo demostraciones de sus capacidades de liderazgo, facilidad de comunicación y habilidad para hacernos reír. Avisó tu llegada con mucha importancia diciendo que llegaba “el más duro de los paras “el paralítico” Diego Luis en compañía de una comitiva muy exclusiva”. Y nos detalló a cada uno con mucha gracia. Revisando mis anotaciones, encontré unas reflexiones que hice sobre ese paseo a la familia y sobre lo que expresé de ti, merece que te lo recuerde porque muestra la actitud de la aceptación que siempre tuviste. “Como chaperona de Diego Luis quiero compartir lo que he aprendido de él, en estos últimos 13 años que lo he acompañado. Lo que más le admiro es la aceptación que ha tenido de su limitación física. Nunca se queja, ni se lamenta. No culpa a nadie por su situación. Acepta su responsabilidad en todo lo que le ha pasado.” “El buen humor lo acompaña siempre, hasta en los momentos de dolor y cansancio. Su actitud es tranquila y serena ante los acontecimientos de la vida. Se despidió de mamá y María Eugenia con

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tranquilidad. Las dejó ir en paz. Él se quedó con su recuerdo, un recuerdo alegre y amoroso.” “Acepta con humildad la ayuda que requiere. Perdió completamente su privacidad y no le ha dado importancia a eso. Es más lo convirtió en un motivo de charla, cuando me solicita arreglarse el pañal me dice: Inés, por favor arrégleme la mortaja.” “En estas charlas se parece mucho a papá. Es irreverente, imprudente, pero es feliz. Vive la alegría de Ser. El pasado lo recuerda con una sonrisa y el futuro no le preocupa. Simplemente vive el Hoy con alegría. Cómo les parece, todo un Tratado de Vida.”

Hasta donde fue posible salimos contigo Cada año te llevábamos al Jardín Botánico a la exposición de orquídeas, a ti no te interesaban mucho las flores que se exhibían, pero si las “flores que caminaban” decías que eran muy frondosas. Y por supuesto mecatear. Igual cuando íbamos a centros comerciales, allí practicabas la “miroterapia” con mucha libertad, no le quitabas el ojo a toda chica que pasaba.

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Mi preocupación era cuando empezabas a sentir cansancio, por fortuna siempre encontrábamos la forma de moverte para descansarte, pedíamos ayuda al joven que pasara y le dábamos la clase para que nos ayudara a soliviarte y siempre tuvimos ángeles, así los llamábamos.

Diego Luis: tu presencia reflejaba una paz y una alegría contagiosa, en las salidas llamabas la atención con tu sonrisa y tu saludo a todas las personas que nos encontrábamos, así no las conocieras. 31


Por fortuna tuvimos balcón Diego Luis para mí fue muy triste que en los dos últimos años se nos dificultaron las salidas, la diarrea fue tan persistente que te confinó al balcón de la casa. Tu sentido de aceptación te mantuvo alegre y comunicado con el universo, mirabas el cielo, las nubes, y repetías esto que te enseñó Teresa: “Ese cielo azul que todos vemos, ni es cielo, ni es azul.”

Con Camila niña en el balcón de la casa de San Javier. Hoy juntos en la eternidad

Cuando te sacábamos al balcón eras un referente para los vecinos que saludabas con cariño. En la casa de San Javier podías ver más gente, muchachas, hinchas del Nacional que te molestaban. Ahí hacías todas las terapias que te gustaban, ya que las físicas no estaban en tus afectos: miroterapia, risoterapia y alegoterapia con 32


los hinchas del Nacional. Las tías Lucía y Teresa, que vivían en la casa de abajo subían todos los días, con costura en mano, a acompañarte. El balcón de la casa de Simón Bolívar también tenía encantos, ya no pasaban tantas muchachas pero sí viejitas queridas, tus amiguitas, que iban para la iglesia de la Chinca, y que tú saludabas con alegría. Siguen pasando y te recuerdan con mucho cariño. Cuando leyeron tus Memorias me hicieron bajar para darme un abrazo en nombre tuyo, por lo bien que me había manejado contigo, según lo contabas tú mismo en el diario, nos emocionamos mucho recordándote. Lo mejor de este balcón fue que pudiste ver la luna que durante 5 años no te fue posible cuando vivimos en la casa de Santa Gema. Por fortuna en ésta casa de Simón Bolívar además de la luna disfrutaste de pájaros, azulejos, silgas, mayos y las diosas, llamadas así por mamá por tener una corona amarilla en la cabeza. Como no te movías, para ellos, eras una estatua que hacía parte del paisaje e intentaban posarse en tu cabeza. Tú bregabas a espantarlos, pero como lo único que podías mover era tu mano derecha y sólo desde la muñeca, no te quedaba fácil hacerlo. Yo te veía encartado golpeando la mano derecha sobre el muslo derecho, era un movimiento muy común en ti y te servía para demostrar tus emociones. Una vez con este movimiento pudiste espantar una diosa que se te había parado en la baranda del 33


balcón y así me lo dijiste: “Inés, realicé un acto heroico, espanté a una diosa.” En el balcón leíamos El Colombiano y hacíamos el crucigrama. Cuando recuperaste el movimiento de la mano derecha y volviste a escribir, tú llenabas los recuadros, pero después esta labor se te fue dificultando y me la asignaste a mí, diciéndome con gracia: “Secretaria, papel y lápiz que vamos a legislar.”

Nunca olvidaste tu vida en la Universidad Con cuánto cariño la recordabas. En tus memorias cuentas muchas anécdotas graciosas con tus compañeros. Al principio de tu incapacidad asistimos como a tres reuniones de egresados, pudiste saludar a todos tus compañeros y ellos te demostraron cariño y solidaridad por tu incapacidad, pero en la última ocasión decidiste no volver, te aburriste por el volumen de la música y porque tu condición física no te permitía disfrutar de esos programas. A veces nos pedías que te acercáramos el cuadro del mosaico para saludar a tus compañeros, les sonreías, recordabas anécdotas vividas con ellos y como muchos se habían muerto, me decías: “Este mosaico es ya un mausoleo”. No te quejabas por el olvido de algunos que nunca te visitaron, tampoco los juzgabas, los llamaste muy graciosamente “misiones imposibles” y preguntabas por ellos a los 34


que si venían y nunca te olvidaron. Tú sabes quienes son. Diego Luis en este aprendizaje que los dos tuvimos, hay un aspecto que quiero comentarte y que muchas veces hablamos, es sobre la amistad. Espero que me ayudes con este tema, porque yo no soy escritora pero me metí en esta aventura de hablar contigo y hasta filosofar sobre la vida y compruebo que no tengo las suficientes capacidades literarias para transcribir bien mis pensamientos y sentimientos y lograr que todo este cuento quede entendible. Entiendo que los continuos cambios que se presentan en la vida nos obligan a dejar viejas amistades con las que compartimos muchos momentos. El caso tuyo fue muy evidente, tus amigos y compañeros de tragos, de fútbol, de juegos de billar no los volviste a ver, fueron más fieles a la amistad aquellos compañeros de estudio con los que no compartías esas actividades. Las amiguitas especiales que tanto admirabas tampoco volvieron y todo eso lo entendimos, ya no eras el mismo y aunque suene repetitivo, ya no podías hacer lo mismo. Todo cambió en tu vida.

Pero llegaron nuevos amigos La vida quita y también regala. Empezamos a tener nuevos amigos que nos conectaron con tu nueva realidad. Personas muy especiales que también estaban viviendo circunstancias de discapacidad y

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nos enseñaron a transformar situaciones difíciles en muchas posibilidades.

Diego Luis con los artistas Héctor Tamayo pintor con la boca y Nancy González pinta y toca organeta con el pie izquierdo

Verdaderos maestros en el arte de vivir son: Héctor, Nancy, Fernando, Lina María y Fabio. Con fortaleza han afrontado sus limitaciones que las convirtieron en capacidades diferentes y sin embargo han podido vivir circunstancias que para ti no fueron posibles. Me refiero a relaciones amorosas, con las alegrías y sinsabores que traen siempre, y que hacen parte de la vida. Tu no viviste esas relaciones durante tu discapacidad a pesar de que fuiste un gran admirador de la belleza femenina, tuviste varios amores platónicos, te acuerdas, verdad? Pero no 36


pasó de ahí, el aneurisma cambió radicalmente tu vida, te sometió a vivir con la simplicidad de un niño y estuviste desentendido de estas emociones. Voy a utilizar las palabras que con frecuencia me decías: “ésa es otra ventaja de haber sufrido un aneurisma”. Te gustaba el programa de ver los álbumes familiares, sonreías con alegría al ver a papá, a mamá, a las tías, los sobrinos, era toda una terapia de recordación y de evocación de los buenos momentos vividos. Dos retratos tuyos adornaban tu cuarto, uno a tus 8 años y el otro a los 40 años ya en la silla de ruedas, muy sonriente por cierto, lo que causaba admiración, de que como titulamos tus memorias, tuvieras alegría y humor a pesar de la discapacidad. También estaban las fotos de los familiares que se habían marchado a la eternidad: mamá, papá, María Eugenia, las tías Teresa y Lucía y los sobrinos Juan Carlos y Camila. Alguna vez te preguntaron por qué estabas en esa galería al lado de tantos muertos y tú contestaste que también estabas muerto, pero de la risa. Fue uno de tus especiales apuntes que siempre te celebramos.

La noche era momento de recordación Casi todas las noches empezabas un recordatorio de las mismas personas, los mismos acontecimientos y unas preguntas tan raras, que si 37


fulano de tal tenía cuenta en el Banco, que si hablaba muy duro, que cómo vestía. Te referías mucho a nuestro pueblo natal Salgar, donde fuiste Personero y evocabas mucho esa época. Te ganabas el regaño de siempre: Diego, no empieces con eso de nuevo, vamos a dormir, pero eras reiterativo y siempre volvías a lo mismo. Era el momento de la recordación, hablábamos de mamá, de papá, de todos los que habían viajado a la eternidad. La lista se volvió larga, somos una familia numerosa y los dos últimos años de tu vida despediste en paz a varios de ellos. A las tías Lucía en Agosto de 2010 y Teresa en Junio de 2013. En noviembre de 2013 se fue Julio César, el esposo de Azucena y en diciembre de 2014 Darío Posada, el esposo de Beatriz Elena. Dos cuñados muy queridos y solidarios con todas nuestras necesidades, los dos se preocuparon mucho con tu invalidez y estoy segura de que admiraban tu estado de ánimo siempre tan alegre y dicharachero, aunque también recibiste de ellos regañitos por tus imprudencias y descaches muy comunes en tu nueva personalidad. Sus muertes todas muy sentidas pero comprendimos que esa es la ley de la vida y tarde o temprano a todos nos llega el día.

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Darío Posada G.

Julio Cesar Montoya M

Pero cuando se fue Camila, el 17 de Diciembre de 2015, mes y medio antes de tu viaje, nos cogió muy de sorpresa, no estaba en la lista de candidatos por edad y enfermedad se salió de la fila muy temprano, tenía solo 18 años. Cuando se nos fue, a ti te agarró la nostalgia, esa fue tu expresión. No le pudiste decir nada a Silvia, la mamá, pero ella encontró en tu mirada todo lo que no le podías expresar con palabras.

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Al mes y medio, el 4 de Febrero de 2016 le seguiste los pasos, ella que tanto deseaba verte caminar, de seguro te vio volar hacia la eternidad.

En la foto juntos en Concordia. Ahora juntos en la eternidad

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Te ganaste el apelativo de “Don imprudencio” Diego, en muchas ocasiones te ganabas regañitos por algunas imprudencias en el lenguaje que se te salía a veces, te gustaba poner adjetivos, buscar parecidos, celebrar esas coincidencias y yo, aunque algunas veces te corregía, tenía una actitud más complaciente contigo y eso me generó también algunos regaños de mis hermanas. No las culpo, te veían tan bien desde el punto de vista mental e intelectual, que no entendían ese comportamiento tuyo y lo consideraban mala educación. Pero desde mi punto de vista y no soy sicóloga, pero sí la hermana que estuvo más a tu lado, comprendí que tu cuerpo era como una olla a presión y esas expresiones eran la válvula de escape que necesitabas para liberarte de tantas represiones y prohibiciones que te había impuesto tu discapacidad. Tal vez nos faltó más asistencia sicológica aunque al principio si la tuviste, claro que no sé si te estaban enloqueciendo más con las preguntas que te hacían, como por ejemplo: “Qué hace Dios los domingos por la tarde? “Afortunadamente no te dio ninguna dificultad responder: “Hacer fuerza por el Medellín para que gane el partido” y por eso pensamos que estabas bien y no tenías ningún problema en ese sentido.

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Dieguito, como el camino fue largo y culebrero, suspendimos esas terapias para atender otras y tuviste que ser tu propio sicólogo, te inventaste la forma de desahogarte y liberarte. Hay una frase que suena como escandalosa, afortunadamente Lucía no la escuchó mucho, ya estaba muy sordita y Teresa ni que decir, pero creo que era tu mejor terapia. En la casa nos impresionaba que dijeras eso, pero me llamaba la atención que las personas como los médicos, las enfermeras, los terapeutas y los conductores de los carros que te trasladaban, celebraran a morir. Una vez en una cita médica te estaban cargando unos paramédicos y tú, tal vez por los nervios la gritaste: “Quién me lo mamara” y casi te dejan caer muertos de la risa. En esa época ya tenías problemas digestivos y se igualaban contigo diciéndote la dificultad de hacerlo por esa bobaita. Yo me quedaba aterrada de la capacidad que tenías para reírte de ti mismo y para hacer reír a los demás. Definitivamente estabas por encima de las circunstancias y eras o muy inteligente o muy niño.

“!Qué pereza hacer terapias¡” Diego, tus comportamientos eran cíclicos, tenías épocas en que hablabas más, como con más energía y más presencia, otras veces se te bajaban los ánimos, se te aumentaba la pereza para las terapias físicas, no veías progresos y eso te desanimaba. Yo te decía que no podías medir los 42


resultados por lo que se avanzaba sino por lo que se evitaba, como las escaras y que se atrofiaran más las articulaciones. Entendía tus desánimos, pero yo te decía que no podíamos tirar la toalla, te tocó vivir una situación muy desafortunada cuando en una terapia te hicieron daño en el hombro derecho, precisamente en el brazo que podías mover, nos dio mucha tristeza ese incidente, te aumentó la discapacidad no solamente la física sino la sicológica, pues le cogiste mucho miedo a las terapias que incluían movimientos, por eso te decían que tenías muy bajo el nivel del dolor. Cuántas cosas pasarían por tu mente, en una ocasión le dijiste a Azucena: ”Qué karma estaré pagando”, pero no lo volviste a repetir. Durante el tiempo de tu invalidez sufriste unos episodios de “chiripiorcas” como tú las llamabas, copiando al Chavo del Ocho. Tus “chiripiorcas” eran una especie de convulsión cerebral, me decías que sentías la cabeza como una licuadora, así lo explicabas a los médicos. Me sonreí cuando en una historia clínica la registraron con ese nombre. Era una secuela del derrame cerebral y te daba mucho miedo sentirlas, al principio gritabas pero con el tiempo fueron más silenciosas, sentías como un mareo, perdías el sentido, pero me escuchabas lo que siempre te repetía para calmarte de Santa Teresa de Jesús: 43


“Nada te turbe, nada te espante, todo pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza, el que a Dios tiene, nada le falta, solo Dios basta” Me daba cuenta que estas “chiripiorcas” afectaban cada vez más tus neuronas y por eso la recuperación física y mental era cada vez más difícil, es más fuiste perdiendo las capacidades que habías logrado con las terapias, como la facilidad para escribir, para manejar el ratón en el computador, para concentrarte en la lectura, en los juegos de solitario, se te presentó el Párkinson, muy notorio en la mano derecha, que era la que podías mover. Afortunadamente tú no te lamentabas por estas limitaciones, yo sin embargo luchaba para evitar que se intensificaran y te inducía a escribir y leer. Una vez un médico me dijo que no me preocupara tanto, que te dejara tranquilo, que antes se había logrado mucho, que yo por qué quería que escribieras, casi que me dijo que dejara de ser cansona, o intensa como lo llaman ahora. Claro que en eso de la escritura si me alegro de haberte insistido, al principio cuando lo pudiste hacer, me sentía feliz que escribieras el diario en el cuaderno que aún conservo, o cuando lo hacías en el computador tecleando con una sola mano. Yo era tu auxiliar, lo mismo cuando te ponía a jugar solitario y te regañaba porque no ponías atención, eras como un niño moviendo fichas “sin ningún pienso”, como decía Azucena. 44


Aprendimos a decir sí Tú invalidez fue muy severa Dieguito, pero tu actitud admirable, cuando te preguntaban qué habías hecho, no dudabas en contestar que ya no hacías nada, que todo lo comprabas hecho, siempre con sentido del humor. Mamá y las tías nos enseñaron una poesía llamada la Oración del Sí. Tú no tuviste necesidad de rezarla porque la cumpliste totalmente. Recuerdo que a Julio César no le convencía la idea, él decía que no iba a decir Sí a todas horas, Azucena decía que iba a decir Sí pero llorando y tú marcaste la diferencia, siempre dijiste Sí y con una sonrisa. Aquí la voy a copiar para que la recordemos: “Voy a decir si a todas horas aun cuando el cielo de mis días llore, Voy a decir si en mis dichas, voy a decir si en mis dolores. Si me muestras un cielo que sonríe, yo te diré si é iré a tu cielo, Si me muestras un árido camino, diciendo si procuraré tú encuentro. Si me das tus consuelos si los quiero, si me niegas tu luz si lo acepto, Si con tú cruz me esperas si la abrazo y si tu amor me das si lo anhelo. Si quieres para mí todo el olvido, toma este sí y que me olviden todos. Y si quieres que viva entre tinieblas si tras de ellas buscaré tus ojos. 45


Yo te diré si con mis trabajos, yo te diré si en dicha o pena. Quiero decirte si mientras yo viva y voy a decirte si cuando me muera”.

Aprendiste películas de memoria Dieguito te acomodaste a las circunstancias, al final lo único que podías hacer era ver las mismas películas: La novicia rebelde, Ben Hurt, La vida es bella y Lo que el viento se llevó. Ya te las sabías de memoria, te adelantabas a los diálogos, gozabas como si fuera la primera vez que las veías. Te invitábamos a ver otras películas y no te convencíamos, a no ser que fueran de Cantinflas o del Chavo del Ocho tus programas preferidos, a éstos dos los podemos llamar tus sicólogos principales, esos sí que te hicieron olvidar tus limitaciones, yo te veía tan contento en esos programas que le daba gracias a Dios por tu actitud. Estabas por encima de las dificultades.

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Con firmeza de abogado, defendiste tus derechos

En la familia eras el centro de atención y gozábamos con tus ocurrencias, como la carta que le enviaste a Margoth en Octubre de 2012, haciéndole reclamo por el cambio de un reloj de mano. Como vivías pendiente de la hora, era una de tus fijaciones, no te podía faltar el reloj en la mano y en la pieza. Señora MARGOTH VELEZ Respetada señora: Me permito manifestarle que me siento muy inconforme por el cambio de reloj, ya que he reflexionado y he comprendido que usted se aprovechó de mi limitación física. Yo no estaba en completas facultades mentales por causa de las 47


medicinas que tomo. Y usted con mala intención se aprovechó de esta situación. Yo me había olvidado del engaño, pero hoy que vinieron mis queridas hermanas, que cuidan de mis intereses, se percataron de lo sucedido y me hicieron caer en cuenta de que he sido víctima de sus malas intenciones. Por lo tanto, ya que volví al dominio de mis facultades mentales le notifico que la voy a demandar, a menos que usted, querida señora, se preste para una conciliación formal en la cual deben actuar abogados. De su parte le acepto que puede hacerlo su hija la doctora Gloria Cristina y de mi parte yo actuaré como abogado de mi propia causa. Las condiciones para la conciliación serán la devolución del reloj acompañado de un delicioso pollo Frissby. Espero que su respuesta sea rápida y positiva con el fin de evitar que se deterioren las relaciones familiares, ya que la familia Posada Vélez ha protestado enérgicamente ante semejante atropello. Copia de la presente se les enviará a todos los familiares con el fin de que conozcan este litigio que de no resolverse como se lo propongo, se llevará hasta las últimas consecuencias. Atentamente DIEGO LUIS VELEZ RESTREPO Abogado Demandante y Víctima. 48


Gracias a Dios no estuvimos solos Diego Luis, una cosa importante que aprendimos en esta experiencia fue la de buscar ayuda y de verdad que la recibimos de muchas personas que llevamos en nuestro corazón. En tu libro de memorias las recordamos como los Cirineos que nos ayudaron a llevar la cruz y tú mismo dijiste que te habían hecho sentir amado y estimado. La ayuda fue muy grande y de toda clase y condición: espiritual, material, física, intelectual, médica y otras especialidades no tan calificadas. Fueron muchas las personas que involucramos en esta experiencia de vida. Vale la pena recordarlas para comprobar todas las puertas que tuvimos que tocar buscando tu recuperación. Nosotros no estábamos preparados para semejante reto, en tu caso los médicos no nos dieron una buena información para el postoperatorio. Saliste de la clínica y nosotros sin experiencia haciendo lo que nos decían los particulares, convencidos de que con terapias podías recuperarte y en ese afán seguramente nos equivocamos. Tú aceptabas que ensayáramos la diversidad de terapias que recomendaban. Dejaste que hiciéramos el curso intensivo de ensayo y error, cumplías la frase que pronunciaste antes de tu operación “Lo que es menester, que sea.”

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Recordemos la lista de profesionales intervinieron en tu recuperación:

que

 Neurólogos, que nos informaron del daño cerebral y las secuelas que probablemente te quedarían.  Sicólogos para que te ayudaran a manejar tu parte emocional, aunque yo creo que con tu actitud y las respuestas que les dabas, los que necesitaban ayuda sicológica eran ellos.  Neurosicólogo para que determinara las dificultades que presentabas para la concentración y las terapias que te ayudarían a tu recuperación mental e intelectual.  Fisiatra y terapeutas para que te ayudaran en la parte física, aunque la recuperación del movimiento no se logró, fue muy importante mantener tu cuerpo sano, sin escaras.  Masajista para activar tus músculos y cuidar tu piel.  Acupunturista y bioenergéticos buscando tu equilibrio mental y espiritual. Estas terapias si te ayudaron mucho para conservar tu tranquilidad y la actitud que tenías. Gracias a Dios tuviste ayuda de tantos profesionales, cada uno aportó, aunque no faltaron los inexpertos.

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Muchos ensayos y algunos con dolor La hidroterapia en Equilibrar no te dejó buenos recuerdos y menos las terapias en Cender, allí sí que te causaron un daño irreversible en el brazo derecho, que era lo único que podías mover, te luxaron el hombro con consecuencias muy dolorosas y permanentes, te tuvieron que operar e inmovilizar por un tiempo el brazo y como consecuencia se te congeló la articulación del codo y entonces tuviste que renunciar a rascarte la cabeza y a comer por tu cuenta porque no pudiste volver a alzar el brazo, sólo mover la mano. De ésta terapia equivocada dejamos constancia escrita en la institución, haciéndoles saber que los pacientes con lesión cerebral y con alta espasticidad, deberían tener una terapia especial dirigida por un neurólogo o fisiatra, que ellos anunciaban tener al ofrecer el servicio y no se cumplió. Recuerdas que te llevamos a donde un médico cubano que hacía quiropraxia, fuera de incomodarte bastante tampoco logramos nada. También donde un médico coreano que te puso a dieta, te prohibió todo lo que te gustaba y te mandó un día de ayuno en la semana. Qué sacrificio fue para ti y lo más grave sin ningún resultado. Trajimos a la casa al policía de la Estrella que hacía curaciones y afortunadamente fue sincero y nos 51


dijo que en éste caso el único que podía curarte era el Maestro Jesús y nos remitió a él. Otro con más soberbia espiritual te dijo: “La orden está dada Diego, levántate y anda” se creía como el Maestro Jesús en la época de los milagros. Trajimos otro mentalista a la casa y casi nos incendia con un rito en el cual estabas tú en la silla de ruedas con llamas alrededor, casi nos morimos del susto. Lástima Diego Luis que estas experiencias fueran a costa de tu sufrimiento, por eso cuando nos invitaron al Gimnasio Laureles me encantó la posibilidad de una terapia sin dolor que afortunadamente pudimos disfrutar como 10 años, después tuvimos que renunciar a ella, como a tantas otras cosas, porque en esto de renunciar fuiste todo un Maestro.

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Buscando soluciones Otra ayuda importante que recibiste fueron las clases de computador que te permitieron escribir muchas de tus memorias y disfrutar del juego de Solitario que casi nunca ganabas por tu falta de concentración.

Quién primero paró a Diego Luis fue un carpintero, Don Humberto Urán. Forma rústica pero imaginativa que durante muchos años la usamos para que estuviera de pie, leyera, escribiera y viera televisión

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No estuvimos solos en esta experiencia, los hermanos, los cuñados, los sobrinos, todos se interesaron en buscar soluciones para facilitar tu manejo, para que estuvieras bien y cómodo, todos queríamos hacerte más liviana tu carga. En la búsqueda por aliviar tu situación, nos preocupó que tuvieras que permanecer siempre acostado o sentado en la silla de ruedas y te conseguimos una silla reclinomática de descanso que tú mismo podías manejar con tu mano derecha. También buscamos la forma de pararte y un carpintero nos ayudó en esa tarea, te hizo una camilla especial en la cual te levantábamos debidamente sujetado para que no te cayeras. En tus memorias cuentas de una manera muy especial tu experiencia en la casa de Simón Bolívar, dijiste que pudiste colonizar el segundo piso mediante un elevador que pudimos hacer con la ayuda invaluable de los hermanos y cuñados.

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En el elevador que se hizo para que Diego pudiera ir al segundo piso y disfrutar del balcón en la casa de Simón Bolívar

Empezando tu discapacidad fue muy efectiva la ayuda del mecánico Alberto Trujillo quien nos 55


instaló una diferencial para trasladarte de la cama a la silla sin tener que cargarte, recuerda que lo teníamos que hacer entre 3 o 4 personas cogiéndote con una sábana. Nunca olvidaré la recomendación que me hizo de usar un cinturón protector de columna para evitar lesiones al hacer fuerza durante tu manejo. Cuánto me sirvió, por ello hasta el final te pude ayudar a pesar de la edad de mis huesitos. Hasta Carlos Arcila un parapentista participó en esta búsqueda de ayudas para tu bienestar, elaborando los arneses que necesitábamos para trasladarte, eran indispensables para tu seguridad ya que lo hacíamos con toallas o sábanas y era riesgoso, sobre todo por tu tamaño y tu peso.

Diego suspendido en el arnés. Las tías Teresa y Lucía lo acompañan

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¿Recuerdas el arnés especial que te hizo para poderte parar en la otra forma que no fuera en la tabla? Por esa obsesión que teníamos de verte parado ensayamos ese sistema, pero de verdad todavía no estaba bien inventado y fue incómodo para ti y muy complicado para nosotros colocártelo, por eso no lo pudimos utilizar mucho, luego se lo regalamos a otro paciente que sí lo pudo aprovechar y eso nos alegró.

La silla que llegó demasiado tarde Diego Luis te acuerdas de la famosa silla de ruedas de bipedestación, que tanto luchamos para que la EPS nos la autorizara? Por fin llegó pero muy tarde, el mismo día que te estábamos despidiendo, por fortuna ya no la necesitabas, pero cuánto hubiésemos gozado con ella unos años antes. Fue una ironía del destino. Era una silla especial que te permitía estar parado algunas veces, las salidas habrían sido más cómodas, en fin era un sueño que nos habría gustado vivir. Pero nos enteramos de esta posibilidad muy tarde, y duele la indiferencia de los médicos que no informan a los pacientes y a las familias las comodidades que se pueden tener con esta silla, sobre todo en estos casos de incapacidad tan acentuada como la tuya. Cuando por otros medios nos enteramos empezamos la lucha para que la autorizara la EPS, varias citas con fisiatras, juntas de médicos explicándoles el por qué la necesitábamos, los beneficios para ti. Da risa pero 57


es cierto, tuve que decirles que la tabla en la cual te parábamos tenía comején y a mí me había llegado la osteoporosis, por eso logramos que la autorizaran. Un aprendizaje que tuvimos, como otros tantos en el camino, pienso que si nos tocara vivir otra vez tu situación de invalidez, con lo que aprendimos sería otro el cuento. Verdad?

También terapias con la familia Diego Luis, el acompañamiento de la familia y los amigos fue muy importante para ti, era admirable la alegría como recibías a las personas que te visitaban. Teníamos la visita semanal de los primos Iván y Bethy Restrepo, Alicia Zea, la tía Ritica con sus hijos Luz Marina, Margarita, Jairo y Zohé. Para todas las personas tenías sonrisas, pero era especial las que le dabas a Zohé, siempre la recibías con un cuento bobito, que ambos celebraban a carcajadas, tanto que les teníamos que llamar la atención porque se reían muy fuerte. Ahora reconozco lo valioso que era para ambos esas carcajadas, ella también ha tenido que sufrir muchas limitaciones que no le han permitido ser feliz, es más se fue quedando sorda, pero la comunicación de ustedes no se afectó, solo verse era suficiente para sonreír. En esa época no te entendíamos tu actitud, pensábamos que eras muy infantil y ahora al recordarlo pienso que para Zohé fuiste todo un sicólogo con tu “risoterapia”.

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Y también musicoterapia No quiero dejar sin comentar lo importante que fue en tu recuperación y nueva vida el acompañamiento musical que tuvimos. Empezamos a ponerte música clásica desde que estabas inconsciente, queríamos que esas melodías te ayudaran a armonizar tu cerebro. Gracias a Mozart, a Vivaldi, a Chopin, a Chaikovski y a Beethoven, a tantas otras melodías y conciertos que nos acompañaron en las noches en vela, en las cuales no podías dormir ni descansar ya que las incomodidades que sentías se aumentaban en las horas nocturnas. No solamente la música clásica, cuando ya estabas consciente nos deleitábamos escuchando música colombiana, tangos, rancheras y boleros. Habían unas canciones que ya tenían su dedicatoria propia, a mamá el bambuco Madre Labriega, a Camila el pasillo Ojalá no crecieras, a María Eugenia Cenizas al Viento y a ti Ilusión Azul, La pastora, La Palma y los himnos al Deportivo Independiente Medellín, que te traían bellos recuerdos de “cuando estabas vivo”, como jocosamente decías. Recuerdo que pasados muchos años de tu aneurisma te conseguimos un colchón anti-escaras eléctrico y el ruidito del motor te molestaba mucho, lo único que lo amortiguaba era la música. Por eso también se merece nuestro agradecimiento,

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desempeñó una función muy importante en tu nueva vida. El Grupo “Acorde Mayor” compuesto por Humberto Jaramillo, Raquel Arismendi y Patricia Bravo siempre venían en las Navidades a darte una serenata de villancicos, por eso en tu despedida los invité a que te dieran la última serenata. También allí estuvieron Lina María y su esposo Fabio, los amigos invidentes que te cantaron entre otras la canción “No se han ido del todo”. ¿Te recuerda algo, verdad? Es la que tú coreaste con mucha fuerza y alegría, en una de las novenas que le hicimos a Camila en su viaje inesperado. Y es que para mí, ni tú ni Camila se han ido del todo, porque como dice la canción: “aún podemos su risa evocar, su carácter y su bondad, no se han ido del todo.”

Por eso tu despedida fue con música En tu misa de despedida también te acompañó en una forma magistral, Esteban Velásquez, el profesor de música de Nancy, nuestra amiguita especial, que siempre nos deslumbró en las clases que recibía en nuestra casa tocando con sus pies la organeta. Al final de la ceremonia muchas personas manifestaron admiración por el acompañamiento musical que tuviste, al terminar la misa nos emocionamos con la canción de Alberto Cortez:

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“Cuando un amigo se va, queda un espacio vacío, que no lo puede llenar la llegada de otro amigo. Cuando un amigo se va, queda un tizón encendido, que no se puede apagar ni con las aguas de un río. Cuando un amigo se va, una estrella se ha perdido, la que ilumina el lugar donde hay un niño dormido. Cuando un amigo se va, se detienen los caminos, y se empieza a revelar el duende manso del vino. Cuando un amigo se va, queda un terreno baldío, que quiere el tiempo llenar con las piedras del hastío. Cuando un amigo se va, se queda un árbol caído, que ya no vuelve a brotar porque el viento lo ha vencido. Cuando un amigo se va, queda un espacio vacío, que no lo puede llenar la llegada de otro amigo.” Diego Luis, no sé si te has dado cuenta que desde que te fuiste no he vuelto a escuchar música por la noche, lo cual en este momento considero que es ingratitud con todas esas melodías que nos consolaron y acompañaron durante 22 años. Me acuesto en silencio, en la misma pieza que compartíamos, mi pensamiento llega a ti, recuerdo las noches que pasamos, tus sufrimientos, tus incomodidades y lo único que se me ocurre es darle gracias a Dios por haber permitido que te liberaras de ese cuerpo, te visualizo libre y feliz, te digo con cariño: “Dieguito, hoy si vamos a pasar buena noche” y me embarga un sentimiento de admiración por la manera tan especial como sobrellevaste tus dificultades.

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Del más allá recibimos fuerza Te doy gracias por tus sonrisas, tus palabras, tu actitud. Te pido perdón por las ocasiones cuando me llamabas en las noches y yo te decía las veces que me había levantado para moverte. Creo que te hacía sentir mal llevando las cuentas de mi sacrificio, mi cansancio y la necesidad que tenía de descansar, y yo también me sentía mal, me daba pena contigo por mis desahogos y mis quejas y tú siempre con tus apuntes me decías: “Inés, pídale fuerza a la Divina Madre”. Y en eso tenías toda la razón, fue la Divina Madre (Dios) quien iluminó esta misión de amor. Tú vivías enterado de mi curso espiritual y lo aprovechabas en forma muy oportuna para tu beneficio y de verdad que fue a través de la meditación que superé esas dificultades. Adopté una fórmula, le dije a la Divina Madre que lo hiciéramos juntas, que me empujara, que a mí sola me estaba dando mucha lidia y me funcionó. Todo esto me lo inspiraste tú, por eso te repito mis agradecimientos porque me ayudaste a crecer espiritualmente, me diste todas las herramientas, eras el medio a través del cual yo podía hacer mi trabajo espiritual y nos beneficiábamos los dos. Con Camila me sucedió algo muy especial, tres meses antes de su partida a la eternidad, nos vino a visitar y una noche me tuvo que despertar diciéndome que tú me estabas llamando y yo no te escuchaba. Qué pena la que me dio contigo y con 62


ella, por eso cuando se murió le encomendé la tarea de seguir llamándome cuando tú me necesitaras pero no tuvo que desempeñar por mucho tiempo el cargo, al mes y medio te fuiste y lo más seguro es que ella estuvo presente en ese llamado que te hicieron. Ustedes dos siempre tuvieron mucha afinidad y con seguridad siguen juntos allá en la Eternidad.

Con Aníbal, diferentes pero unidos Dieguito, cuando se te presentó el aneurisma cerebral, los únicos hermanos que estábamos viviendo en la casa éramos los solteros Aníbal, tú y yo. María Eugenia solo nos acompañó seis años después de la muerte de mamá y los demás tenían sus vidas independientes. Por eso a los tres solteros nos tocó de lleno el cambio de vida, de rutinas, de compromiso y de ayuda con tu nueva situación. Al que más dificultad le dio aceptar todos estos cambios y asumir su responsabilidad fue a Aníbal, él mismo me lo manifestó un día: “Inés para usted es muy fácil servir, pero a mí me da mucha lidia”. Y tenía razón, nadie da de lo que no tiene y él no traía en su “maletica espiritual” esos ingredientes que se necesitan para atender un suceso tan inesperado, que él no tomó como oportunidad de servir sino como cruz pesada, que por relación de familia se veía obligado a llevar. Por su modo de ser escéptico no buscó ayuda espiritual, la cual le hubiera hecho más liviana esa obligación. 63


Es muy importante tener a Dios como fuerza espiritual para poder resistir las dificultades de la vida, está claro que uno solo no es capaz de vivirlas, necesitamos aferrarnos de esa tabla de salvación que nos permite enfrentar las revolcadas que nos dan las mareas y los fuertes vientos y nos posibilite llegar a la orilla sanos y salvos. Yo sentía por Aníbal mucha compasión, porque lo veía muy solo y muy mal acompañado, tan lejos de Dios y tan cerca del licor. Su afición al aguardiente no le permitía tener actitudes bondadosas y compasivas en su trabajo de asistencia contigo y esto nos mortificaba a todos. De todas maneras su ayuda era muy necesaria, tú eras muy pesado y él tenía mucha fuerza física, en las salidas contigo para las terapias y citas médicas era siempre indispensable, sobre todo cuando vivíamos en San Javier, durante 10 años le tocó hacer fuerza para subir y bajar de un segundo piso y yo me sentía más tranquila cuando él estaba en esa labor. A los tres nos tocó hacer un curso intensivo de comprensión, tolerancia y aceptación de las diferencias. Ustedes dos tenían desde siempre grandes incompatibilidades en la forma de pensar y de actuar, política e ideológicamente eran distintos y para completar tú eras hincha a morir del Dim y él del Nacional: dos polos opuestos.

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Yo siempre pensé que los vino a unir la silla de ruedas, pero a la brava.

Aníbal y Diego en el Jardín Botánico. Al fondo Azucena Inés Elvira y Marta Lucía

Afortunadamente para manejar esta situación de diversidad entre tú y Aníbal también me sirvió mi curso espiritual, donde entendí que debía cumplir una misión conciliadora, una oportunidad para aplicar amor y comprensión y poder propiciar cambios en el corazón y en la mente de los dos. Este aprendizaje duró 22 años, por fortuna al final logramos tranquilidad y convivencia. Aníbal se estaba alejando del aguardiente y su actitud era más serena, con razón meses antes de tu muerte me dijiste: “Lo tenemos domado y a lidia que nos dio”. 65


Sí, 22 años a tu lado Cuando te dio el aneurisma yo tenía 49 años, buena salud y un buen estado físico y como me dijo una vez Azucena, me estaba sintiendo como la Mujer Maravilla por eso pude ayudarte por muchos años sin quejarme, con energía y hasta pude superar un cáncer de seno que me incapacitó por uno o dos meses, mientras me operaban y me hacían las 25 sesiones de radioterapia. Por esos días solo te acompañaba pero no podía hacer fuerza contigo, esto me preocupaba más que el cáncer y no dudé en llamarlo “el Maestrico”. Por esos meses me propuse estar tranquila, aprendiendo de la enseñanza que me dabas tú. Lo primero que tuve que entender era que yo no era irreemplazable ni la única, como me llamabas tú, y me sentí conmovida con el amor y la buena voluntad que demostraron mis hermanas en tu cuidado y acompañamiento. Todas fueron muy solidarias y comprometidas en la medida de sus posibilidades, pero no todas tenían la facilidad y las condiciones físicas para ayudarte, esa labor exigía todo un curso intensivo que algunas no pudieron aprobar. La que sí se sobró en calificación fue Azucena, la “doctora vida”, como la llamabas tú. Martha Lucía también fue muy abnegada lo mismo Beatriz Elena, Silvia María que vivía en Turbo y cuando venía con Camila las dos eran pendientes de ti. Margoth no era capaz de moverte pero su compañía era muy agradable y tu gozabas mucho conversando con ella. 66


También aprendí a no quejarme, pensaba que si tú, con las dificultades que tenías, sin poderte mover, dependiendo totalmente de los demás, no te lamentabas, ¿cómo podría hacerlo yo?. Por eso me iba a recibir esa terapia, no digamos que feliz, pero si en paz y acordándome de tu actitud, enviaba amor a todos los que me estaban ayudando en estos momentos, hasta la máquina de la radioterapia recibía mi amor. En esos momentos también me aproveché de la Divina Madre, la puse a recibir la radioterapia conmigo, le pedía que esos rayos pasaran a través de Ella a mi cuerpo y apliqué el conocimiento del poder de atracción y la fuerza que tienen las palabras con mentalidad positiva y repetía con frecuencia estas frases: “En mi cuerpo todo está en armonía, todo está en equilibrio, todo está en orden. Saludo con amor las células de mi cuerpo y las invito a hacer un trabajo amoroso y responsable en mi universo”. Por eso sería que “el maestrico” no salió de su cápsula y tampoco se instaló en mi cuerpo, seguramente lo aburrí con tanto amor. Esa fuerza espiritual unida a mis condiciones físicas me permitió seguir ayudándote con el mismo entusiasmo que siempre sentí, pero los años se fueron acumulando en mis huesos y articulaciones y cuando cumplí los 70 tomé conciencia de que no era la Mujer Maravilla y me empecé a preocupar. Por eso me demoraba más para levantarme en la noche cuando me llamabas,

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me daba pena contigo, no era falta de voluntad, era falta de juventud. En cambio tú cada vez más joven, más grande y más pesado, afortunadamente yo no estaba sola, tenía como aliada a la Divina Madre que me llenaba de fuerza y de amor y el acompañamiento espiritual de mamá y la tía Lucía que con seguridad estaban a nuestro lado. Digo esto con mucha certeza porque en una ocasión que te estaba cambiando, me sentí atraída por un ser que no pude identificar, pero me sonreía y me hizo sentir amada. Qué regalo tan hermoso, Dieguito, me sentí amada. Me quedé feliz, agradecida y con deseos inmensos de que se repitiera esa visita. Me imagino que tú también recibiste este regalo de sentirte amado por ese Ser Divino que te sonreía en el momento de tu muerte.

Tampoco para sentirme “la única” Con mucha humildad recuerdo estas experiencias, no con el fin de hacer ínfulas de mi trabajo espiritual, solo quiero reconocer y agradecer las bendiciones y ayudas espirituales que recibimos en este curso intensivo que tuvimos que hacer. Lo que tú me dijiste al principio, que me preparara para lo que sigue fue muy cierto, siempre me dije que a mí me había correspondido estudiar las enseñanzas que iba a necesitar, la paciencia, la fortaleza, la comprensión y la tolerancia, en cambio a ti solamente te correspondió practicarlas, te las

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derramaron todas, y tú le agregaste la alegría, el sentido del humor y la humildad. Mi agradecimiento eterno a la Divinidad que nos dio el regalo del amor, tú siempre me inspirabas mucho cariño y en tu nueva condición se aumentó mi ternura y compasión, por eso cuando un médico nos recomendó que en el caso tuyo, la mejor terapia era el amor, a mí no se me dificultó ayudarte y acompañarte. En el camino se fue fortaleciendo mi alma, tenía unas bases firmes heredadas de mamá y sus hermanas, a todas las tías les debo mi formación espiritual y mamá sí que fue una verdadera maestra en el amor a Dios y al prójimo. Recuerdo con admiración la alegría con que empezaba el día después de oír la Santa Misa, ella venía radiante, llena de amor y energía para enfrentar las dificultades de la vida, y sí que le tocó resolver situaciones complicadas. Lo más lindo era que ese amor y esa energía que recibía de Dios los repartía a todos los seres. Todos los que la conocieron recibieron de ella una sonrisa, un saludo amable, un estímulo para su alma y los pobres un alimento para su cuerpo. He valorado mucho toda esta formación religiosa que recibí de mi familia, fueron bases que profundicé en el curso de desenvolvimiento espiritual en Cafh, palabra que significa el esfuerzo del alma para alcanzar la unión con Dios.

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Allí logré ampliar mi conciencia, aceptar nuevas comprensiones y darle un sentido diferente a mi vida. Me fui involucrando, ya no tanto en el dolor sino en el servicio, entendí que el milagro no es lograr que Dios haga la voluntad de uno, sino que hagamos la voluntad de Dios y por eso dejé de pedir milagros En tu caso Diego Luis entendí que el milagro ya estaba hecho, lo confirmaban tu sonrisa, tu actitud y tu alegría. Durante tu enfermedad, aprendimos muchas cosas: a ser humildes, a pedir ayuda, a ser solidarios con el dolor ajeno, a ser agradecidos con todos los que nos ayudaban, también entendimos que a nuestros seres queridos no siempre les podemos evitar las dificultades, sólo podemos hacerles más liviana la carga con nuestro acompañamiento amoroso y ésa fue siempre mi intención, Dieguito, hacerte más liviana tu carga, tu cruz.

En llevar la cruz, fuiste todo un maestro. Nos enseñaste a aceptar en paz lo que no se puede cambiar y nos enseñaste a sufrir. Esa sería tu misión y sí que hiciste bien la tarea. Yo creo que nunca leíste el libro “El Poder del Ahora”, pero lo practicaste al pie de la letra, cuando lo leo pienso que el autor se basó en tu experiencia de vida. Voy a comentarte algunas frases de este libro cuyo autor es Eckart Tolle, que me conectan contigo: “Ha habido muchas personas para quienes la 70


limitación, la pérdida, la enfermedad o el dolor en cualquier forma se convirtieron en sus mayores maestros. He aprendido a no ofrecer resistencia a lo que es. Así he encontrado la paz. No ofrecer resistencia a la vida es estar en un estado de gracia, sosiego y levedad. Y en esa paz, hay alegría. Y en esa alegría, hay amor. El camino de la cruz es una inversión completa. Quiero decir que lo peor de su vida, su cruz, se convierte en lo mejor que jamás le haya ocurrido….” Me confirma más lo que pienso de ti, ya traías en tu alma todas estas enseñanzas y aquí simplemente las practicaste. Te felicito Dieguito hiciste de tu experiencia de dolor y limitación un camino de luz. Fuiste como dice el libro un alquimista, transmutaste el dolor y el sufrimiento en oro. Ojalá todos nosotros aprendamos esta lección que nos diste con tu actitud.

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Recordemos circunstancias familiares Yo sé Diego que te gustaba mucho recordar a los tíos y tías, a papá y a mamá. Hagámoslo de nuevo. Hoy cuando ya ha pasado mucho tiempo tenemos más comprensión para entenderlos y valorarlos.

Los primeros cinco hijos de Mario y Jesusita: Margoth, María Eugenia, Inés Elvira, Carlos Emilio, Azucena

Recuerdas que muchas veces hablamos que lo que nosotros somos se lo debemos a las tías Restrepo Arias que fueron quienes nos ayudaron en todas la dificultades, fueron comprensivas con el caso de papá que fue “aguardienterito” y por lo tanto descuidado con sus obligaciones, sin embargo nunca les oímos criticarlo o hablarnos mal de él. 72


Celebración familiar Diego Luis aún no había sufrido el aneurisma

Nos recibían en su casa cada que nos teníamos que venir desplazados de una de las fincas por causa de la violencia. Cómo sería el sufrimiento de mamá tener que llegar de arrimada a la casa de sus hermanas con 13 hijos, con razón vivió tan enferma y el corazón le fue fallando. La sostuvo la fuerza espiritual que encontró en su relación con Dios, era muy piadosa, muy creyente, llena de amor y con unas hermanas generosas y buenas que nos acogieron con amor, la ayuda de esas tías fue maravillosa, por ellas pudimos estudiar y ser lo que ahora somos.

Mamá sufrió mucho con el trago de papá, alguna vez pensó en separarse de él, pero las tías no le patrocinaron esa idea, eran muy católicas, para ellas el matrimonio era sagrado y hasta que la muerte los separe como lo mandaba la Santa Madre Iglesia. Mamá, antes de casarse, fue maestra de escuela en Salgar y varias veces se quejaba de haber renunciado a su trabajo por dedicarse a traer hijos a este mundo. Por su experiencia como maestra se preocupó por cumplir bien esa responsabilidad de educar los hijos y contaba que leyó libros para

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prepararse como madre. Y de eso sí tenemos que dar fe, fue dedicada y amorosa. Trece hijos, una carga bastante grande y más que papá perdió su fortuna y tuvo que dedicarse a trabajar de jornalero en varias fincas. Las tías nos impulsaron a Azucena y a mí a estudiar para que pudiéramos ser el apoyo de mamá. Y lo cumplimos, porque ambas lo asumimos con mucho compromiso.

Nuestros padres: Mario Vélez y Jesusita Restrepo

Nos vinimos de Salgar buscando oportunidades de estudio. Azucena fue la primera que se vino y la que más insistía para que nos preparáramos. Como trabajó en el Sena allí matriculaba a casi 74


todos, cómo sería de insistente, que papá en su buen humor, decía que estaba nervioso porque a él también lo iba a matricular en el Sena. Cuando mamá terminó su jornada en esta tierra, Azucena siguió siendo como nuestra mamá y contigo sí que lo fue siempre y más en tu situación de discapacidad. Cuando esto sucedió ya ella estaba casada pero creo que en sus prioridades estabas primero que Julio César y a mí me daba pena con él, por tanta dedicación que tenía con nosotros, nos acompañaba y ayudaba en todas las formas. Diego, recuerdas que tuvimos una época de situación económica bastante apretada? A la pobre mamá toda la vida le tocó hacer fuerza para atender los gastos familiares. Empezamos a vivir más holgadamente con tu trabajo, pero ocurrió tu aneurisma y eso cambió el panorama. Cuando por fin te salió tu pensión de invalidez y aunque no fue muy generosa, recuerdo la alegría que manifestabas cuando Azucena te cobraba tu mesada, la cual a veces era insuficiente para atender tus necesidades en el manejo personal, y ello me llevaba a reflexionar sobre tantas personas que estaban en tu misma situación, con muchas necesidades y sin capacidad económica para atenderlas. Este curso que hicimos nos volvió más solidarios y compasivos, por eso cuando te cambiaba los pañales y te untaba las pomadas y cremas antiescaras, agradecíamos esta posibilidad y nos 75


uníamos espiritualmente a los seres que carecían de ellas y les enviábamos un mensaje de amor y de consuelo.

Mamá, la más incapacidad.

afectada

con

tu

Diego Luis y su mamá el día de su grado como abogado

Cuando te dio el aneurisma mamá tenía 80 años, su corazón muy cansado, su salud muy deteriorada y no soportó tanta tristeza al ver, que su hijo abogado, había retrocedido como 30 años, así lo dijiste tú, y que se había convertido en un niño grande con la tarea dura de aprender de nuevo: a hablar, a escribir, a caminar, a moverse, a lograr ser independiente.

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Para mamá no fue fácil aceptar esa realidad, estaba feliz contigo pues ya ejercías tu profesión. “Como estábamos viviendo de bueno” me decía, pero la vida nos depara muchos cambios y no queda sino aceptarlos, como bien lo hiciste tú. Las primeras terapias que tuviste que soportar, con seguridad le dolieron más a ella que a ti, tanto era el amor que te tenía que padecía inmensamente por todos tus sufrimientos e incapacidades. No sé si te diste cuenta que no le gustaron las terapias que te hacían, ni tampoco que te tratáramos como si fueras un niño. Esos primeros tiempos, cuando además de no poderte mover, tampoco podías hablar, nosotros te insistíamos que pronunciaras alguna letra, como si realmente fueras un niño, te tocó empezar de nuevo y para mamá fue muy difícil aceptar estas circunstancias tan dolorosas, su corazón no resistió, se nos fue a los dos años de tu aneurisma, el 24 de septiembre de 1996. En sus últimos días se veía muy cansada y fatigada. Estaba terminando su jornada en este mundo y se apagaba como si fuese el final de una vela. Un día me dijo que se sentía muy enferma y con miedo de dejarnos, sobre todo a ti, le pude decir que no se preocupara que yo te cuidaría. Recuerdo que cuando yo iba a su pieza me enviaba de nuevo a la tuya, diciéndome que no te dejara solo, que ella se podía mover y tú no. “Diego ya es hijo tuyo, yo no soy capaz de cuidarlo”. Mamá fue una mujer muy inteligente y con una gran sabiduría, en esos momentos también me dijo una frase que no se me olvida: “Hija te dejo una carga 77


muy pesada, te dejo dos inválidos, uno del cuerpo y otro del alma”. Le respondí que se fuera tranquila, que ya su alma necesitaba liberación y que yo asumía esa responsabilidad. Esto se lo repetí en el momento de su muerte. Le pregunté que cómo se sentía y me contestó: “mejorcita” en ese momento expiró. Y de verdad que la sentí “mejorcita” ya no tenía dolores, había empezado a sentir la plenitud y el gozo del encuentro con el Dios de la Vida, a quien tanto quiso y que nos enseñó a amar.

Aceptaste con valor la partida de mamá La dejaste ir en paz, en tus memorias escribiste mucho sobre ella, la llamabas la “Inolvidable Jesusita”, resaltabas sus cualidades, soñabas con ella y una vez al despertar la viste alegre, sentada en el comedor y mirándote con su sonrisa angelical. Esa vez se dejó ver de ti, pero estoy segura que siempre estuvo velando por nosotros y regalándonos su amor y su ternura. A mí me sucedió algo especial con ella, son cosas que uno casi ni comenta porque no se las creen. Una noche estando en la pieza sentí que había alguien presente, pero no lo veía, me llegó una certeza de que era mamá y por eso no sentí miedo. Al otro día unas rosas que estaban en un florero ya muy marchitas, las encontré hermosas, frescas y me sonreí pensando en mamá. Ahora que estás cerca de ella, podrías preguntarle: ¿fue ella la responsable de la recuperación de las rosas, o todo fue imaginación mía?

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Dieguito, recordemos la poesía que le hizo Julio César, el esposo de Azucena, a mamá cuando falleció: “Esa mujer… Que no supo de mentiras ni de engaños. Que no supo de malicia ni rencores. Que no supo de halagos ni vanidades. Que estaba siempre dispuesta a consolar al triste. Que estaba siempre atenta a compartir el pan con el vecino. Que dedicó su vida al servicio de Dios, sus hijos, sus parientes y amigos. Esa mujer que tenía mucho más alma que cuerpo. Esa mujer que era sólo corazón, ha partido para el cielo a continuar su tarea de interceder desde allá por todos nosotros. Esa dulce y tierna mujer era mi suegra, porque, en fin, si el amor y la bondad se pueden esculpir en palabras su nombre es Jesusita”. A propósito de este poema recuerdo que cuando lo leímos, tú le dijiste charlando a María Eugenia que en cambio ella, a diferencia de mamá, tenía más cuerpo que alma. Siempre le tenías que poner humor, nos hiciste reír. Todo lo que dice el poema de mamá es verdad, “Ella” como la llamaba papá fue una mujer maravillosa, llena de cualidades, ama de casa inmejorable, todo lo sabía hacer y bien hecho, con amor y entusiasmo, hay que ver las navidades que nos proporcionó en medio de la pobreza. Nos transmitió un amor especial en esta celebración, lo mismo en Semana Santa, la Resurrección del 79


Señor para ella era todo un acontecimiento, llegaba de la iglesia feliz, transportada, nos hacía la Cena Pascual como una verdadera fiesta, nos compartía la alegría de su vivencia espiritual. Por eso cada día la admiramos más, fueron muchas las enseñanzas que nos dejó, recuerdo que en los conversatorios que hicimos cuando ella murió, cada uno de los hijos decíamos lo que más le admirábamos a mamá. La enumeración fue larga: fortaleza, amor a Dios, responsabilidad, generosidad, alegría interior, amor al prójimo, dulzura, capacidad para aprovechar todo lo que había en la elaboración de los alimentos, era una recicladora con imaginación en la culinaria y muchas cualidades más. En el primer aniversario de la muerte de mamá tú, Azucena y yo, asumiendo la costumbre de hablar con los que se van al más allá, le escribimos las siguientes cartas. Tú le escribiste la siguiente: Recordada mamá: Hace un año te fuiste de este mundo, dejándonos un grato y bello recuerdo. En ese triste día yo estaba muy limitado y ahora al cumplirse un año de tu fallecimiento, he notado que estoy más recuperado gracias a mi esfuerzo personal y a otra clase de terapias que hice durante este año. De verdad que ahora sí me siento mucho mejor, pero lo que sí creo es que ha sido por ti, que has intercedido desde el cielo y creo que lo seguirás haciendo hasta verme caminando y moviéndome totalmente.

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Azucena escribió la siguiente: Hoy completamos un año de estar viviendo sin tu presencia física, pero sí mucho con tu recuerdo. Ya estabas tan enferma y con tanta gana de dormir que tengo que dar gracias a Dios por tu partida. Y porque sé que desde el más allá nos estás ayudando. Si vieras que en lo espiritual hemos mejorado mucho porque tu ejemplo se ha hecho más presente en todos nosotros. Te digo que hemos seguido muy unidos. Tú que nos enseñaste fraternidad y hermandad y sí lo hemos logrado y te podemos decir que tus hijos se quieren mucho. Tenemos mucha fe en la recuperación de Diego Luis, ya estamos notando que recobra la fuerza en la pierna y mano izquierda y que él tiene más ánimo para seguir “pal´morro”. Un milagro que tienes que acabar es que entre los muchachos se acabe el apego por el aguardiente, que te digo se ha mermado, pero aún hace falta que algunos lo dejen totalmente. También sobre el cigarrillo de María Eugenia. Desde allá mándanos verraquera y salud. No olvides a las tías a quienes les has hecho mucha falta. Ojalá vinieras por Margarita que está muy inválida y triste. Pero todavía no por Teresa que quedó muy bien de la operación, ni por Lucía que tiene un ánimo especial, ni por Ritica que hace mucha falta entre sus hijos. Es muy poco lo bueno que te has perdido en este mundo porque la guerra y la violencia siguen. El único miembro de la familia que tú no conociste es Camila. Hubieras gozado mucho con ella, pero 81


afortunadamente le dejaste a Silvia un gran ejemplo de lo que es ser mamá y ella está tratando de seguirlo. Todos tus nietos van creciendo y por buenos caminos. Únete con Juan Carlos para que desde allí les envíen a esa juventud, el deseo de ser buenos y nunca dirigirse por conductas de maldad. Mamá sería mucho lo que tengo para decirte, pero me volvería muy cansona. Creo que es suficiente en este primer aniversario. Te dije que me alegra que ya no estés aquí sufriendo, pero si vieras que es difícil vivir sin ti. Y yo escribí la siguiente: Hoy celebramos el primer aniversario de tu viaje hacia la Eternidad y quiero dejar constancia de lo que he vivido y sentido en tu ausencia física durante este tiempo. Ha sido una ausencia física ya que espiritualmente te he sentido muy unida, me dejaste un regalo de paz y tranquilidad, que he considerado como una participación tuya de esa paz celestial que estás disfrutando. Tu recuerdo me acompaña siempre, cada día es más intenso y más amoroso, gracias por el consuelo que me has dado y el valor que me dejaste para seguir viviendo y cumpliendo la misión terrenal que empezamos y que continuamos juntas. Gracias por tu amor y por el regalo que me diste de tus últimas palabras antes de partir, es un consuelo muy grande recordar ese “estoy mejorcita” que me dijiste en ese momento inolvidable. 82


Recordemos a Don Mario Así le decías a papá. Cuando sufriste el aneurisma en febrero de 1994 papá hacía ya dos años que se había ido a la eternidad, el 21 de enero de 1992. Siquiera a él no le tocó verte en esa situación, él se impresionaba mucho con las incapacidades físicas, era muy solidario con quienes sufrían dificultades y a él le tocó vivir, al final de sus 89 años, que le amputaran una de sus piernas, terminó sus días en silla de ruedas, pidiéndome “pastillas forasteras para la tristeza” y sufriendo además problemas respiratorios muy agudos. Con mucha frecuencia tú me lo ayudabas a llevar a la clínica, nos daba tanta tristeza verlo ya tan viejito, casi para morirse y aprendiendo a respirar, así le decían las enfermeras que le hacían la terapia.

Paseando en Concordia, Teresa, Lucía, Inés Elvira, y don Mario, a quién ya le habían amputado la pierna.

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Recuerdas lo folclórico que fue papá, para él no era importante que los hijos estudiaran, apenas “una untadita” y que salieran a trabajar. No creyó en las técnicas para la agricultura ni menos en los abogados. Te acuerdas cuando le dijiste que ibas a estudiar Derecho y él te contestó que no le parecía gracia que estudiaras para ser “ladrón”. Ese era el concepto que él tenía de estos profesionales. Cómo estaría de aterrado en ésta época cuando muchos “preparados” como él los llamaba, están investigados o en la cárcel, porque para él lo más importante en una persona era la honradez y la buena moral. Para papá la verdadera preparación no era la académica sino la práctica, cuando uno decía que una persona era preparada, él preguntaba: Sabe ordeñar? Sabe manear una vaca? ¿Sabe cargar una mula? Tú lo reemplazaste en el balcón de la casa de San Javier, sentado como él en la silla de ruedas disfrutando del paisaje, de las muchachas bonitas que pasaban y charlando con todos los vecinos. Ustedes dos se parecían mucho en el sentido del humor y la capacidad de “mamarle gallo a la vida”. En lo único que no coincidieron era en que él era pendiente de las tías regañándolas porque tenían que ir todos los días a comprar en Comfama. ¿“Que cómo hacían en la finca La Humareda de Salgar donde no había Comfama”? Sin que nos diéramos cuenta mandaba comprar la media de aguardiente y tengo que confesar que yo lo 84


engañaba revolviéndole agua para que no le hiciera tanto daño y el pobre viejito se preocupaba porque ya todo lo habían dañado, hasta el aguardiente le habían cambiado el sabor. Papá fue un campesino sencillo, de poncho, carriel y sombrero, no le gustaban los lujos, vivía preocupado por el medio ambiente y el futuro de la niñez. En el balcón veía pasar los niños para la escuela y se preguntaba: ¿“quién está sembrando la comida para ellos?. Nosotros los ignorantes sembramos, pero los doctores de la agricultura, la están acabando con las tales técnicas quitando el sombrío en los cafetales”. Era un ambientalista, pensaba en los animales, las ardillas, los pájaros, los perros, las quebradas. Le aterró la vejez, en la época de las bombas en Medellín recuerdo que llegué muy asustada a la casa y me dijo: “No le tenga miedo a las bombas, téngale miedo a la vejez, los viejos terminamos estorbando y haciendo taco.” Se cuestionaba muchas cosas, era un sociólogo empírico y un gran observador. Antes de quedar inválido salía todos los días a vender miel de abejas, recorría el centro de Medellín, se iba hasta Bello observando todo. Se preguntaba por qué no sembraban árboles de naranja y de limón en los antejardines, se preocupaba por lo animales callejeros, que dónde toman agua los perros, le angustiaba ver viejos y niños pidiendo limosna, me preguntaba qué hacían tantas vendedoras en un almacén esperando clientes. Era un gran admirador de la belleza femenina, recuerdas que tuvo un gallinero en la casa de San 85


Javier y en las paredes pegaba los periódicos con fotos de reinas de belleza y no permitía que se las botaran. Tenía ideas pero no tenía audiencia, la única que le ayudó para dejar plasmado todo “ese pertrecho” como él lo llamaba, fue Clarita, la niña de Margoth, que le heredó el amor desmedido por los animales y a sus 15 años le copiaba en una máquina de escribir Remington todo lo que él le dictaba sobre el medio ambiente. Por ello quedaron escritas sus ideas, que entre traguitos y humo de tabaco, le dictaba a la nieta y ésta con muy buena voluntad le servía de secretaria. Como ese oficio no era nada fácil para ella, resolvió decir: “yo no voy a seguir educando al abuelito” creo que hasta ahí llegaron las memorias de Don Mario. En esa época los hijos no le dimos el reconocimiento que luego le dieron los nietos, sobre todo los hijos de Marta Lucía que los tres son ambientalistas, biólogos por naturaleza y admiradores de los pensamientos de papá, lo consideran un visionario del deterioro ecológico que está ocurriendo.

A Papá le escribieron los nietos Empecemos por Juan David. “Evidentemente era usted un profeta, “Abuelito”, porque muchos de sus pronósticos eran ciertos, mucho de lo que usted hablaba hace tanto tiempo ya pasó, sigue pasando y seguramente pasará… Un profeta, eso decía que era, no un sabio sino un profeta. Aprovechaba sus tardes en el balcón contemplando el árbol de Majagua que crecía lentamente al frente de la casa, el sabor del 86


aguardiente y el humo del tabaco para entrar en pensamientos que iban y venían como la silla en la que se mecían sus reflexiones. Eran muchas las criaturas por las que él tanto se preguntaba y preocupaba, porque como bien lo sabía y lo predicaba, ellas al igual que nosotros, necesitan sobrevivir, alimentarse, trabajar, resguardarse de la intemperie y por supuesto, levantar a sus familias. Después de todo no eran seres tan diferentes para él y no por casualidad llegó a llamarnos a muchos de sus nietos “Animalitos”.” Y también lo que dijo Carlos Andrés: “Esperando no dañar el prefacio tan hermoso que escribió Juan David, me atreví a “ruñir” un par de palabras inconclusas que a veces, tímidamente, comparto con el abuelito. Abuelito, aunque soy un sobreviviente momentáneo de la catástrofe ambiental que describías en el balcón hace varios años, tus ideas cada día se materializan con más determinación y crudeza y se instalan implacables en esta región montañosa. La verdad es que desde que te fuiste, la situación ha empeorado mucho y yo no albergo ninguna esperanza de cambio en el futuro inmediato. Desde hace algún tiempo he empezado a compartir tu melancolía al ver que el mundo natural de esta cordillera se desmorona inclemente. Cada vez me acuerdo más de vos, y hasta dicen que empiezo a parecerme mucho en tu forma de 87


pensar y actuar: heredé el caminar como la manera preferida de sumergirme en la realidad del mundo, pero cambié los métodos (del licor y el tabaco a los tenis y la bicicleta) para encontrar la inspiración que me permita divagar sobre el dolor de los animales o documentar la desaparición de los bosques ante las amenazas del ser humano. Abuelito, te has convertido en inspiración y espero que mis palabras algún día alcancen medianamente la profundidad y sensibilidad de las tuyas. Mientras tanto, desde donde sea que estés, quisiera decirte que aún envidio convertirme en lo que nunca he podido lograr ser a pesar de tu insistente recomendación: un “animalito”. Diego Luis, qué emocionante leer estos testimonios, ojalá papá desde donde esté, se dé cuenta de que las ideas en las que él tanto insistió, al menos calaron en sus nietos.

Lo quisimos a pesar del aguardiente Tenemos que reconocer que por sus traguitos papá hacía pésimos negocios, terminó con la poca fortuna que tenía y por eso mamá no le celebraba ni los chistes. Él se creía un Montecristo, personaje que admiró, fue su filósofo y su maestro, nunca se perdía sus programas, lo mismo que tú con el Chavo, pero a nosotros no nos gustaba verlo haciendo el ridículo ni hablando bobadas. Lo que sí admiramos de él, es que a pesar de su debilidad por el licor, nunca fue grosero ni irrespetuoso en el hogar, en ese sentido ni mamá ni ninguno de los hijos tuvimos algo que sentir de 88


él, nos cuidaba, nos respetaba, se sentía orgulloso de nosotros. Es más nunca nos castigó, siempre le dejaba a “Ella,” así le decía a mamá, la tarea de reprender y regañar. Ahora pienso que su actitud fue parte de su inteligencia natural, él sabía que no tenía mucha autoridad para hacerlo y le ponía la queja a “Ella”, por eso sería que a la pobre mamá le tocó echar cantaleta por los dos. Lo más curioso es que todas las personas lo llamaban Don Mario y los hijos también, él mismo nos contaba que cuando joven los trabajadores lo saludaban: “Buenos días Don Mario” y a su hermano, todo un señor elegante le decían, “quiubo Alfonso”.

Jesusita e Inés atendiendo a Don Mario

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Aunque los hijos reconocíamos sus fallas, al final de sus años, por su actitud humilde y sencilla, le teníamos mucho cariño y como nos tocó verlo viejo, enfermo e indefenso, le perdonamos todo y también le celebrábamos sus chistes y tu Diego entablaste muchas conversaciones con Don Mario en el balcón.

Recordemos a Juan Carlos Al año y medio de tu aneurisma, el 1º de Junio de 1995 tuvimos una despedida muy sentida y demasiada temprana, a los 24 años nuestro sobrino Juan Carlos, el hijo de Margoth, se accidentó en su moto y recibió un golpe en el cerebro, ¿Recuerdas nuestra angustia? Pensábamos en la posibilidad que tenía de enfrentarse a una experiencia de discapacidad como la que tú estabas padeciendo. No duró sino tres días, lo despedimos con mucho dolor pero agradecidos con los designios divinos que le evitaron vivir la experiencia tan dolorosa y difícil como la tuya. Recuerdas que tú y yo no lo pudimos acompañar en sus exequias, tu condición física en esa época era muy complicada, apenas 90


estábamos empezando discapacidad.

el

curso

de

la

Juan Carlos murió ligero de equipaje, esto nos causó admiración cuando al revisar sus pertenencias comprobamos que no tenía sino lo necesario y guardaba un artículo del Colombiano, titulado: “Felicidad es DESEAR lo que se tiene”, del cual te cito lo siguiente: “No tiene que quebrar el banco prestando plata para comprar carros elegantes, casas caras y pasar costosas vacaciones para encontrar la felicidad en su vida. La riqueza, así como la edad, el género, la raza, la educación, rara vez tienen que ver con la felicidad interior, según muestran las investigaciones. La verdad es que usted tiene un sorprendente control sobre su propio bienestar. La felicidad es difícil de medir, pero la mayoría de los sicólogos la consideran como un sentimiento constante de que la vida en general es satisfactoria, tiene significado y es placentera.” Y al respecto Azucena hizo la siguiente reflexión a la familia: “Juan Carlos Vélez Vélez vivió 24 años irradiando alegría y amabilidad. Nos duele su ausencia porque hemos perdido una persona que dulcificaba el ambiente. Pero su ejemplo debe comprometernos en hacer agradable la convivencia familiar, laboral y social. “Deseando lo que tenemos” o sea amando las personas y las

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cosas que Dios puso en nuestro medio, tal como lo dice el artículo que Juan Carlos guardaba y que seguro le sirvió a él para reafirmar su simpatía. Quienes tuvimos la suerte de conocer a Juan Carlos rindámosle homenaje a su memoria procurando una vida agradable a nuestro alrededor y que busquemos ser solución y no problema.” Juan Carlos fue el hijo póstumo de Gilberto, el esposo de Margoth, quien murió el 18 de Mayo de 1970. Fue la primera y la más dolorosa despedida que tuvimos en la familia, porque no fue fácil aceptar que a sus 37 años, por una recostada en una baranda que se quebró, quedara cuadripléjico con lesión de médula. Se cumplió extraña coincidencia, a los 24 años de muerto Gilberto, su hijo Juan Carlos muere de 24 años. Lo que Gilberto sufrió y nosotros con él, no tiene nombre, fueron cinco meses de dolor, de angustia, de desesperación, de miedo. Esa situación nos marcó a todos, en esa época no teníamos la suficiente preparación para aceptar esa circunstancia y por eso todo fue más difícil y doloroso. No preguntábamos para qué la experiencia, sino por qué esto, por qué a nosotros y por qué ahora.

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Gilberto se desesperó, no pudo aceptar su situación de invalidez, claro que en aquel tiempo no existían los recursos terapéuticos que a ti te tocaron. Además fue diferente a la actitud tuya, que con edad similar 38 años, aceptaste con mucha conciencia tu discapacidad.

Mauricio, otra experiencia de dolor Diego Luis, ya que estamos recordando estas tristezas familiares, hablemos de Mauricio, el hijo de Jorge Enrique y Martha Rosa, un bebé de nueve meses que en un accidente trágico y absurdo se nos fue, dejando un dolor inmenso en toda la familia. Si las penas mataran, ese día nos hubiéramos muerto casi todos, pero las penas no matan, las penas fortalecen y van haciendo cayo, para poder seguir aguantando las que siguen. Así nos ha pasado en la familia, situaciones muy dolorosas hemos podido superarlas con el tiempo, que en definitiva es el mejor remedio, claro que recibiendo la ayuda Divina que da fuerza para resistir. Hemos tenido que hacer un curso intensivo para aceptar y entender la muerte, cuando murió Mauricio no estábamos preparados para estos golpes, lo único que sabíamos era llorar,

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lamentarnos y rezar los “rosarios irresistibles” que nos habían enseñado mamá y las tías. Pero como escribió Elizabeth Kubler en su libro La Muerte, un amanecer, “es posible que no obtengamos lo que deseamos, pero Dios siempre nos da lo que necesitamos.” Y parece que así fue, porque pudimos seguir viviendo. Martha Rosa, la mamá, no tuvo que tirarse al mar como en su momento y en medio de la angustia le recetó Martha Lucía, a quien cariñosamente la podemos llamar “Sicóloga realista”. Luego esa mamá encontró en un sueño el consuelo que necesitaba su alma, vio en una moneda que brillaba, a la Virgen cargando un niño y ¡oh sorpresa! era su hijo Mauricio. Jorge Enrique, el papá, que con cualquier inconveniente renegaba, ese dolor lo doblegó, y todavía le admiramos la actitud noble de aceptación y comprensión del accidente. Como dice el refrán popular: “Lo poco asusta y lo mucho amansa.” Y a Jorge Enrique esta pena lo amansó.

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Y despediste a María Eugenia “La palabrosa” A los 6 años de muerta mamá se nos fue María Eugenia el día 4 de septiembre de 2002. La despediste en paz y con alegría, te reíste tan fuerte en las exequias, que yo te hice caer en cuenta que estábamos en un entierro, pero esa era tu forma de ser, completamente libre y espontánea.

María Eugenia cargando a Camila que llora. Inés y Diego sonríen

La molestabas por su adición al cigarrillo, en el entierro de mamá le dijiste en voz alta para que los asistentes oyeran: “María Eugenia prométale a mamá que no vas a volver a fumar”. La llamabas “la palabrosa” y ella te llamaba “el instalado”, por tu actitud tranquila y serena, la querías mucho y ella 95


te preparaba unas comidas deliciosas que te encantaban.

Lucía y Teresa, últimas en acompañarnos

Con la ida de mamá no nos sentimos tan huérfanos porque ella nos dejó a sus hermanas Lucía y Teresa que se convirtieron en nuestras madres, mejor dicho siempre lo fueron, pero en su ausencia fue más notoria su dedicación y su amor. Esas tías nos querían mucho, sentían por ti una gran ternura y compasión por tu estado, ellas decían que no habían conocido una persona más inválida que tú, por eso sus oraciones eran permanentes pidiendo tu recuperación, con razón tú les decías que eran “las machas pa rezar”.

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Se preocupaban mucho porque tú no eras rezandero, pero yo las tranquilizaba diciéndoles que tenías una manera especial de comunicarte con lo Divino y era a través de la alegría, la paciencia y la aceptación. El amor que te tenían era tan grande que aceptaban todo lo tuyo, sin embargo una vez que les cambiaste el canal de la misa del Padre Yepes por el Chavo del Ocho, Teresa, algo seria, te dijo: “Diego, cuando te estés muriendo, encomiéndate al Chavo”. A propósito ya te viste con él? Ese personaje alegró mucho tu vida, eras feliz escuchando los mismos programas, te los sabías de memoria. Lo mismo pasaba con Cantinflas, a esos dos les debemos eterno agradecimiento por la alegría y sonrisas que te depararon.

Llaman a almorzar, las tías van apoyadas en caminador, Diego Luis es llevado en silla de ruedas por Inés Elvira

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Cuando vivíamos en San Javier, las tías en el primer piso y nosotros en el segundo, recuerdo que llegaban todos los días, después de oír la misa, a preguntarte como habías amanecido. No sé si recuerdas que la primera palabra que pronunciaste en tu recuperación fue: “bien” respondiendo su saludo. Todas las tardes subían, con costura en mano, para acompañarte y para que tú les leyeras.

Las tías Lucía y Teresa tejiendo y acompañando a Diego Luis

La sesión de lectura era toda una ceremonia, las nombrabas tomando lista como si estuvieran en una escuela, gozabas con la presencia de ellas y casi siempre era más lo que conversaban que lo que leían. Lucía, bregando a disciplinarte, te insistía en que les leyeras, su libro preferido “El Hermano de Asís” de Ignacio Larrañaga, ya que 98


Lucía era franciscana y le encantaba. Diego, creo que estás de acuerdo conmigo, de que la compañía más linda que tuvimos fue la de esas tías, demos gracias a Dios por habérnoslas regalado. Lucía desempeñó un papel especial contigo. A su edad era admirable ver la capacidad de servicio y entrega que tenía. Se apersonaba a la hora del baño para ayudarte, no le gustaba que una persona diferente a mí te viera desnudo, era pendiente cuidándote tu privacidad. Otra ayuda invaluable de Lucía era darte los alimentos, tú siempre le preguntabas que si te iba a “patrocinar el almuerzo” y ella gustosa lo hacía. Verdad Dieguito, que es emocionante recordar todo ese amor y ayuda que recibimos de ella?

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Y a Lucía la volviste hincha del DIM

Lucia bendiciendo a Diego Luis, todas las noches lo hacía antes de irse a acostar

¡Cómo te quería Lucía! Te acuerdas cómo fue de alcahueta contigo pagándote todas las apuestas que hacías en el Gimnasio Laureles por el equipo de tus amores, y cómo la involucraste en los temas del fútbol, siempre interesada en que tu equipo ganara. Por las mañanas cuando la saludaba, lo

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primero que me preguntaba era si el DIM había ganado y la tristeza que le daba cuando la respuesta era negativa y todo por ti, porque a ella lo único que le interesaba era verte feliz. Lucía te pudo acompañar durante 16 años de tu nueva vida, a los 97 años de edad, el 22 de Agosto de 2010 se nos fue a la eternidad, te acuerdas que murió sentada en la silla de descanso tuya, ya estaba muy anciana y muy enfermita, en los últimos tiempos no pudo ayudarte físicamente pero la asistencia espiritual de ella la seguimos recibiendo siempre. ¿Cierto Dieguito que con la muerte de Lucía sí nos sentimos realmente huérfanos? Sin embargo la despedimos en paz y con mucho amor y agradecimiento. Al final de sus días me dio un regalo muy especial con esta frase: “Inés, tengo a Dios y te tengo a vos”. Recuerdo esto con una emoción inmensa, me enterneció, no sé si le pude decir que lo poco que yo hacía, era solo una devolución a lo mucho que ella nos dio a todos. Y cuando digo todos están incluidos toda la familia, ella nos hizo creer a cada uno de los sobrinos que éramos los preferidos. Su última enseñanza fue la lucidez y la sabiduría con que nos habló acerca de la proximidad de su muerte, dando instrucciones precisas sobre lo que sería la despedida y manejo de su cuerpo. Yo estaba convencida de que a ella no le gustaba la cremación y me admiró cuando nos dijo que para 101


ella lo más importante era entregarle su alma a Dios y que nosotros hiciéramos con su cuerpo lo más conveniente y práctico, pero con la condición de que sus exequias fueran con misa de cuerpo presente, después la podíamos cremar y en esto fue muy clara, sus cenizas reposarían en un lugar sagrado.

Lucia se fue con las manos llenas. La muerte de Lucía nos llevó a recordar su vida con gran admiración, si alguien se fue de este plano con las manos llenas fue ella, verdad Dieguito? Te acuerdas la labor compasiva que hizo por años en su pueblo natal Salgar en la época de la violencia? Azucena en su libro comenta que Lucía cumplió el papel de Nicodemus en la Pasión de Cristo, porque arreglaba los cadáveres de las personas asesinadas en la época de la violencia partidista de los años 50 y 60. Por sus manos pasaron más de 300 cadáveres de personas asesinadas, que llevaban al anfiteatro municipal y ella los arreglaba para que sus familias tuvieran el consuelo de verlos con dignidad. Al preguntarle por qué hacía esa labor nos contó que una vez asesinaron en forma violenta a un conocido y lo llevaron al anfiteatro, ella por su cuenta lo limpió y organizó. Siguió esta labor caritativa porque en una ocasión llegó un niño como de 13 años a pedirle el favor que fuera a limpiar a su papá que lo habían matado y estaba irreconocible y que él no quería que su mamá lo 102


viera así, de esta manera empezó este servicio de amor y compasión. Lucía tuvo un almacén en la plaza de Salgar que les sirvió de albergue a los campesinos para guardar sus alforjas cuando venían al mercado los domingos. Ella contaba cómo les enseñaba a ahorrar y los llevaba a la Caja Agraria para que abrieran sus cuentas, su labor caritativa era en todos los sentidos. Como concejal del municipio podemos decir que fue la primera comisionada de paz, encargada de entrevistarse con un reconocido antisocial para convencerlo de entregarse a las autoridades. Ella nos contaba con lujo de detalles todas las peripecias que tuvo que realizar en esta labor. Su vida fue de servicio no solo en su hogar sino en la sociedad, el asilo de ancianos de Salgar tuvo en ella una excelente colaboradora, el cuidado de la gruta de la Virgen siempre fue por su cuenta. La vida de Lucía fue una experiencia de amor, de ayuda, de servicio. Nos sentimos muy afortunados de haber tenido esa maestra que nos enseñó tantas cosas lindas, el amor a Dios, la oración, ser solidarios, compasivos, generosos. Todo lo compartió y lo más importante es que ella toda se entregó por completo a servir.

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Lucía fue despedida como franciscana Cuando murió recibimos del sacerdote franciscano Mario Rafael Toro este mensaje: “Hermana Lucía, la hermana muerte te recibió en sus brazos para llevarte a la vida. Ayúdanos con tu intercesión a mantenernos conectados con la infinita bondad de Dios para que despleguemos mucha ternura, mucha bondad, a los que nos acompañan en cada momento de nuestra peregrinación. Gracias por enseñarnos a vivir.” Y es que Lucía fue una verdadera franciscana, tenía los atributos que la identificaban, el cordón de San Francisco y otra insignia, los cuales habían sido regalados por este sacerdote al comprobar su ascética, su renuncia y su vocación franciscana, para él Lucía fue una maestra de vida. Cuando la entregamos para la cremación con todo respeto le coloqué en el ataúd todas estas reliquias, que hacían parte de ella. Al año de su muerte le escribimos recordándola, definitivamente nos ha gustado esta costumbre de comunicarnos con los del más allá, o más bien con los que siempre tenemos más acá en nuestros recuerdos. Con razón un proverbio judío dice: “Las únicas personas muertas son aquellas de las cuales nadie se acuerda” Diego Luis recordemos la evocación que hicimos de Lucía en su primer año de muerta. Yo escribí lo siguiente:

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“Hoy estamos celebrando el primer aniversario de la partida a la patria celestial de nuestra querida tía Lucía. Fue una mujer ejemplar, llena de amor, de solidaridad y de entrega a los demás. Nos dejó una herencia muy linda, el amor que todos recibimos de ella, su espiritualidad y su capacidad de ayuda. Su experiencia de vida fue un verdadero ejemplo para la comunidad de Salgar donde realizó las obras sociales, a las que les dedicó su vida”. Y tú le escribiste la siguiente carta: “Lucía: Fuiste para mí una segunda madre. Me diste mucho cariño y pienso como creo que piensan mis hermanos y primos, que yo fui tu sobrino preferido. Recuerdo cuando tenías el almacén en Salgar, como me mantenías surtido de ropa y zapatos y las raciones económicas dominicales que me dabas. Cuando me dio el aneurisma cerebral sentí de verdad tu solidaridad, tu compañía y tu ayuda, especialmente en el momento del baño te apersonabas de unas labores especiales como secar la bañera y organizar las cosas que yo necesitaba. No olvido la disposición que tenías siempre para darme los alimentos y como me dabas “las ligas” de tu comida, especialmente cuando era chicharrón o carnes especiales. Yo te mantenía vacunada con el pollo y los aguacates que tanto te gustaban. 105


Recuerdo también con mucho cariño las veces que me pagaste las apuestas que yo hacía en el gimnasio por el equipo de mis amores. Terminaste siendo una buena hincha del Poderoso Dim, interesada en los resultados futbolísticos. Inés Elvira me cuenta que cuando te saludaba en las mañanas le preguntabas cómo le había ido al Dim y te alegrabas si el resultado era favorable. Lucía te llevaste todas las anécdotas, las historias y recuerdos de Salgar y de la familia. Nadie como tú para compartir todas esas experiencias de vida. Todos te recordamos mucho pero la que más ha llorado tu partida es la prima Zohé. Esa sí que quedó huérfana. Luz Marina dice que con tu muerte Zohé también perdió la alegría de vivir. En nombre de todos te decimos que te recordamos mucho, que siempre estás presente en nuestras conversaciones y que nunca te olvidaremos”. Diego Luis.

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Cantando y recitando hasta el final

La tía Teresa ríe al lado de Diego Luis.

La tía Teresa nos siguió acompañando otros tres años más después de la muerte de Lucía, pero sus condiciones eran muy precarias, terminó su vida el 7 de Junio de 2013, con muchas limitaciones, no solo físicas sino sensoriales y mentales. No podía caminar, no escuchaba y casi no veía, ninguna de sus hermanas terminó así, fue la menor de 16 hermanos y la última en irse de este plano, le tocó trancar la puerta, como ella decía. Tuvo respuestas muy oportunas como cuando una sobrina le preguntó que si la reconocía y ella le contestó: “Ay mija, no sé quién soy yo, ahora voy a saber quién es usted”. Le tocó sufrir un proceso de envejecimiento muy severo. “La edad se le vino encima sin carnaval ni comparsa” como dice la 107


canción de Piero. En su juventud fue una mujer muy elegante, muy fina en sus modales, habilidosa para cocinar, para coser, para diseñar, era experta en todas las labores manuales, por eso tú la llamabas “Teresa Sherasi” como la diseñadora. Al final de sus días era conmovedor verla simulando coser, enhebrar la aguja, revolver los chicharrones, pero todo en su imaginación. Teresa te quería mucho, cuando ella podía expresar sus sentimientos eran de mucha compasión para ti, ya enfermita no decía nada, pero cuando la sentaba al lado tuyo se cogían los dos de la mano, ya no eran necesarias las palabas, el amor se reflejaba en ese cuadro. Para mí Teresa fue una tía muy especial, era mi madrina, mi costurera, mi maestra de literatura y de música, conservo cuadernos escritos por ella de canciones y de poesías. Me dejó una herencia muy valiosa, un libro hecho por ella durante varios años, con recortes de sucesos importantes, personajes, poemas, todo un compendio de vida. Vale la pena mostrar el libro y la dedicatoria con su bella letra.

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Inés Elvira: Este libro es parte de mi vida. Lo hice entre sueños y alegrías. Lagrimas... y risas. Por eso es para ti. Tómalo es tuyo. Teresa Restrepo Arias. Medellín abril del 97

En los últimos días de su vida ya no hablaba, solo repetía mi nombre: Inés, Inés…. Pero en el último minuto me regaló una mirada tan especial y con ella me lo dijo todo. La despedí cantándole la 109


canción que a ella tanto le gustaba y que cantábamos a menudo, la misma que hizo retratar de su amigo Jesús Calle, el pintor nacido en Salgar que tanto quería y él le devolvía el amor con sus cuadros. “Píntame esta canción” le dijo un día Teresa y él la plasmó en un óleo que todavía conservamos: La canción se llama En la Playa y la canta Garzón y Collazos, empieza así: “Teníamos una canoa y una tarraya de cuerda Y un rancho firme clavado muy cerca de las arenas, Que besa siempre mi río, mi río del Magdalena. Que feliz que yo vivía entonces con mi morena, Pero se me fue una noche, una noche de subienda, Con un boga traicionero que le dijo cosas bellas, Mientras en el cielo azul brillaba la luna llena…… etc.”

Al tío Jesús lo hiciste votar por un liberal Nunca podremos olvidar lo que significó en nuestra familia los tíos y tías Restrepo Arias, nos dejaron una huella muy especial en nuestras vidas. Ya recordamos a Lucía y a Teresa que fueron las últimas en irse a la eternidad, pero no dejemos de recordar al “buen Jesús” como tú le decías, quien por fortuna había muerto cuando sufriste el aneurisma.

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Siempre me decías lo mismo, “siquiera no le tocó a Jesús verme inválido, porque su sufrimiento habría sido enorme”. Jesús era un tío soltero, sin hijos, pero a todos los sobrinos nos brindó un cariño muy especial, era feliz cuando llegábamos a Salgar de visita, fue muy respetuoso con nosotros, también nos hacía creer que cada sobrino era su preferido, pero todos sabíamos que el preferido eras tú. Te admiraba mucho, aceptaba todo lo que tú le decías, era tanta tu influencia que lo hiciste cambiar hasta votar por un candidato liberal rompiendo su tradición conservadora y la única condición que te puso era que no lo podía saber Lucía. Por su afición al aguardiente el tío Jesús mortificó mucho a sus hermanas, especialmente a Ana, Lucía, Teresa y Mercedes que fueron las solteras que vivieron con él. Claro que al final de sus años, no volvió a beber y terminó sus días sobrio y acompañándolas a las 5 de la tarde, en el infaltable rezo del Santo Rosario, como decían las tías.

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Gozamos cuando las tías se vinieron de Salgar

Cuando las tías llegaron de Salgar a vivir en Medellín. Lucía abre los brazos en señal de saludo. A su izquierda Diego Luis, a la derecha Jorge Enrique. Atrás el sobrino Alejando y su esposa Aida.

Dieguito, te acuerdas que fue todo un acontecimiento familiar cuando llegaron las tías de Salgar a vivir en el apartamento debajo del nuestro en San Javier. En la foto estas tú con Jorge dándoles la bienvenida. Algunos familiares no estuvieron de acuerdo con esta decisión, en la cual yo tuve mucho que ver porque participé en convencer a Lucía, que era la que más arraigo tenía en el pueblo por su actividad caritativa y social. Ya habían muerto Ana e Inés las hermanas 112


mayores, entonces estaban muy solas. Les insistimos que se vinieran a vivir a Medellín y cerca de nosotros para que terminaran sus días acompañadas. Creo que les dije que trancaran la puerta los cuatro que vivían allá para que ese programa no le correspondiera a uno solo.

La tía Mercedes, calladita, siempre trabajando La que más aburrida se vino fue Mercedes, yo creo que a la pobre ni le consultamos, tuvo que aceptar sin entender el por qué se tenían que venir de su tierra natal, me atrevo a decir que ni un día fue feliz viviendo en Medellín y no la culpo, en su pueblo vivían en una casona grande, con patio de azaleas, cerca de la iglesia y del parque, se oían las campanas, ella vivía muy ocupada limpiando de hojas y flores secas las bifloras y las matas del jardín. Era una abejita haciendo sus tareas, conocía los vecinos, barría la calle, Salgar era su mundo y su vida. Creo que aquí se sintió desplazada, ese debe ser el sentimiento de muchos compatriotas que les ha tocado dejar su terruño y venir a un mundo completamente desconocido. Ella era mental e intelectualmente más “poquita”, como decía mamá y por eso su adaptación fue más difícil. Mamá le tuvo mucha compasión y cariño, en muchas ocasiones se la traía para Medellín a pasear en nuestra casa, era la única salida que hacía y hasta

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se amañaba, pero era muy diferente dejar del todo su casa y venir a vivir a Medellín. Me parece verla al final de sus días, sentada al pie de la ventana, en el apartamento que ocuparon en el primer piso de nuestra casa en San Javier, al lado colocaba la caja de dientes que siempre le estorbó. Era como una demostración de protesta, de aburrición, un reclamo silencioso.

La tía Mercedes con Inés Elvira que por ser muy llorona era su sobrina preferida

Mercedes, aprovecho esta recordación para pedirte disculpas y para agradecerte el cariño que siempre me tuviste, con seguridad que yo sí fui tu sobrina predilecta, ninguno lo debe dudar. Tengo recuerdos fotográficos contigo consolándome 114


cuando yo era niña, según me dicen fui muy llorona y no sé por qué, pero veo positivo que al final de mis días ya no lo soy tanto, otras me ganan. Mercedes recuerdo con satisfacción el paseo que hicimos en una ocasión con mamá y Margoth a Cartagena. No sé si te amañaste, pero yo sí quedé muy contenta de que hubieras conocido el mar. Cuando te fuiste para la eternidad yo también te despedí, recuerdo que te dije que dejaras ese cuerpo tan pesado y te fueras tranquila, que en esa Patria Celestial con seguridad, sí te ibas a amañar.

La tía Ritica, siempre ayudándonos Diego Luis, recordemos que cuando Ritica se vino con su familia a vivir a Medellín, nos ofreció la casa para que algunos de nosotros pudiéramos estudiar, así fue que Azucena y Mario Hernando estuvieron allí por dos años y yo por un año mientras realizábamos estudios. Tenemos un recuerdo muy grato de su esposo Tiberio quien fue muy especial con nosotros y con papá. ¿Te acuerdas de la tienda que tuvo Tiberio en Salgar?. Era la oficina permanente de Jesús y papá, a los tres los unió mucho el gusto por el aguardiente y en esa época sí que lo disfrutaron. A la tía Ritica siempre le celebrábamos sus ocurrencias, vale la pena recordarlas para que volvamos a sonreír. Aunque tuvo un marido muy cariñoso, a ella no le pareció nada bueno el matrimonio, decía que se había casado porque

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tenía que desocupar la cama ya que en su casa eran muchos y había mucha pobreza. Ella se soñaba manejar su hogar y tener llaves que le dieran poder e independencia. Cuando veía una muchacha bonita y algo creída lo único que le deseaba era que se casara y tuviera hijos, como quien dice, hasta ahí le llegaba su orgullo. Una vez una de sus hijas le comentó, que un médico decía que sus dolencias se debían a que ella había sido una hija no deseada y Ritica no dudó en contestarle: “dígale a ese doctor que aquí ninguno fue deseado”, y tuvo 16 hijos. Llevaba 40 años de matrimonio cuando Tiberio su esposo murió, y ella confesó que apenas se estaba acostumbrando a ese estado. Diego Luis, la tía Ritica igual que tú, también al final nos hizo reír con sus apuntes. Enferma de una dolencia en el ombligo tuvo la gracia de decir: “si a mí que nunca lo mostré se me enfermó, qué les iría a suceder a las muchachas actuales que mantienen el ombligo destapado”.

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A los 10 años de muerta mamá, murió Ritica, el 15 de junio de 2006, con seguridad en esos años la extrañó mucho porque tenían la costumbre de llamarse diariamente, eran confidentes. Te acuerdas Diego Luis, que una hora antes de morirse mamá estuvo conversando con Ritica y Teresa recordando la finca La Humareda, a lo mejor estaba deshaciendo los pasos como dicen. Esa finca era objeto de muchos recuerdos y afectos para mamá y las tías, pero para Ritica no era tanto, ella decía que si volviera a nacer, no le gustaría hacerlo en La Humareda sino en Washington. No le gustó haber sido pobre. ¿Cómo te parece?

Algunos de los tíos: Teresa, Lucía, Ritica, Maruja Toro, hermana Margarita, Jesusita y Tulio

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El tío Tulio, pendiente de todo Este tío fue muy apreciado por toda la familia, mamá y las tías decían que había sido un hijo y hermano admirable, fue un soporte en la familia. Lucía y Teresa me contaban que todo se lo consultaban, hasta para pegar un clavo tenían que contar con él, ésa era una de las exageraciones de ellas, pero en verdad que Tulio si estaba pendiente de todo en la familia. Tenía unos apuntes muy oportunos, en una ocasión que yo estaba afanada porque iba a llegar tarde al trabajo, me tranquilizó diciendo: “No se preocupe mija que por más que corra, del cementerio no pasa” y aseguraba que “el aparato que más gente mataba era la cama”. Todas las hermanas recordaban con cariño su acompañamiento desde joven, les llevaba a la finca los cancioneros y les enseñaba a cantar. Le encantaba la música y hasta el final de los años entonaba sus canciones. En su hogar el bambuco “Cuatro preguntas” era infaltable en las reuniones. Para los que no lo conocen es un poema hecho canción y es el reclamo más elegante y caballeroso que se le hace a una dama: “Niegas con él lo que hiciste y mis sospechas te asombran, pero, si no lo quisiste, porqué te pones tan triste cuándo en tu casa le nombran? Dices que son cosas mías y que me estoy

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engañando, más, por qué le sonreías, sonreías cuando él te estaba mirando”

Tulio murió dos meses antes de tu aneurisma, el 12 de diciembre de 1993. ¿Recuerdas Diego Luis, que estando ya anciano y enfermo, tú le llevaste a su casa el diploma de abogado el mismo día en que te graduaste? Fue un detalle muy lindo de tu parte y una demostración del cariño que todos le teníamos a él y a Maruja Toro, su esposa, quien fue un dechado de cualidades y virtudes.

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Ana, la inolvidable Diego, yo creo que en este recordatorio que estoy haciendo contigo, es obligatorio hablar de la tía Ana, que falleció en Salgar el 14 de Marzo de 1985. Después de su muerte fue que pudimos convencer a las tías que se vinieran a vivir a Medellín, yo creo que a Ana no la hubiéramos convencido, tenía raíces muy firmes en su pueblo donde fue una verdadera educadora, “maestra de maestras”. Fue el motor de la familia, otra franciscana de vocación, piadosa y caritativa; con los residuos de las yucas, hacía almidón y con su venta compraba cobijas para los pobres. Ana era un ejemplo de civismo y educación, tenía un respeto inmenso por los símbolos patrios, se paraba firme cuando escuchaba el Himno Nacional, con el mismo amor cumplía sus obligaciones religiosas y cívicas. El voto para ella siempre fue obligatorio, las primeras en votar en el municipio, con seguridad eran Ana, Lucía e Inés, quienes después de la misa arrimaban a cumplir su deber con la patria. Sin duda que su voto era por el candidato del partido conservador, por eso cuando te nombraron Personero en el pueblo, los concejales no te preguntaron tu filiación política, ellos suponían que siendo sobrino de la Familia Restrepo Arias con seguridad eras conservador, a ellos les hiciste “conejo” resultaste liberal y bien liberal.

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“La señorita Ana”, como todos la llamaban en Salgar, era impecable en su lenguaje y su escritura, cuidadosa de las posturas y los buenos modales, Margoth le agradece que por su insistencia a sentarse derecha hubiera tenido un buen cuerpo. Su muerte, a los 90 años, fue como inesperada, yo creo que todos pensábamos que debía ser eterna, Beatriz se ofuscó con los médicos porque la dejaron morir, mamá se enfermó de tristeza, y no la culpo, para ella Ana era el reemplazo de su mamá Nana y volvió a sentirse huérfana, lo mismo todos los demás. Yo también la quería mucho pero tuve la fortaleza de despedirla, porque de ella aprendí que la muerte es inevitable, que a todos tarde o temprano se nos acerca tanto, “que tenemos que mirarla a los ojos”, como diría años más tarde nuestra sobrina Camila, que a sus 18 años se tropezó con ella y la tuvo que seguir. Ana empezó desde los 16 años a ser maestra, lo hizo en varias escuelas rurales y urbanas, fue formadora de varias generaciones. Una de sus alumnas, Falira Londoño, le escribió el siguiente acróstico como homenaje en la inauguración de la escuela que lleva su nombre en la vereda la Humareda de Salgar.

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A vos señora ejemplo de nobleza e hidalguía Nuestros corazones proclaman jubilosos Alegres y sencillas las almas campesinas, te Rinden homenaje afectuoso en este día Esta pequeña escuela enclavada en la montaña Se levantó al esfuerzo de muchas manos buenas. Tendrá vuestro nombre como blasón y guía Recordando que fuiste maestra de maestras Esparcisteis cual violeta en la misión callada Prolíferas semillas de luces y enseñanzas Oh, cuántos salgareños modelaron vuestras manos. Acrisolando siempre virtudes y esperanzas Rasgarán los aires las diáfanas voces infantiles Inmenso coro, tu nombre pronunciará mañana Añorando las virtudes de la mujer insigne Símbolo de lucha y egregia exponente de una raza

La distinguida tía Inés Era mi madrina y cuando nos veíamos, ella siempre me lo recordaba. Su distinción y cultura la hacían especial, le admirábamos su porte y elegancia atravesando la plaza de Salgar para asistir a su misa diaria, con el paraguas como bastón y la mantilla que nunca le faltó. Casi que podemos decir que con ella murió la moda de cubrir la cabeza para entrar a la iglesia. Murió en Salgar a los 3 meses de muerta la tía Ana, el 28 de Junio de 1985, por eso con la muerte de estas dos hermanas inseparables fue más fácil convencer a Lucía y a los demás para que cerraran su casa y se vinieran a vivir a Medellín. 122


Ya no dejaban en su pueblo sino los muertos. Con razón Teresa se emocionaba cuando oía y cantaba “Las Acacias”: “Ya no vive nadie en ella, a la orilla del camino silenciosa está la casa. Se diría que sus puertas se cerraron para siempre. Se cerraron para siempre sus ventanas. Los que fueron la alegría y el calor de aquella casa, Se marcharon uno muertos y otros vivos que tenían muerta el alma…”

El tío José, que fue arriero

En el comedor de la casa de Salgar: Teresa, Tulio, Lucía, Mercedes, Ana, Jesús, José y Ritica

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Diego Luis, recordemos que el tío José, murió el 8 de Mayo de 1985. En este mismo año murieron Ana e Inés. Ya se estaba desgranando la mazorca. José fue arriero en su juventud y como algunos sobrinos no deben saber que es ser arriero, porque es una profesión que ya no existe, les voy a informar. Arriero es el que se encarga de arriar mulas, caminando a pie, realizando recorridos que por lo general eran muy largos para transportar mercancías por caminos de herradura, ya que en esa época no había carreteras. Y el tío José desempeñó ese oficio, yo lo conocí ya entrado en años, buen lector de Selecciones y jugando ajedrez por ello me daba lidia visualizarlo de machete, carriel, ruana y alpargatas recorriendo a pie los caminos de Antioquia. Diego, yo creo que el tío José, influenciado por las largas caminadas que realizó, terminó contando unas historias iguales de largas, con decir que una vez el sobrino Guillermo Escobar le interrumpió un relato cuando José le dijo: “y a eso yo me enfermé”, a lo que Guillermo le expresó, “hombre José, hoy me contaste el negocio, otro día me contás la enfermedad”

La religiosa, tía Margarita Según contaba Teresa, la tía Margarita también buscó salir de la casa para desocupar espacio ya que eran muchos y pobres, la misma explicación que daba la tía Ritica, pero aquella no se casó sino que se fue de religiosa. Según decían Margarita no 124


tenía vocación religiosa, cuando se fue pensaban que la devolvían al mes pero se quedó toda la vida. No sé cuántos pero le calculamos 60 años. Toda una vida entregada al servicio en la Comunidad de Hermanas Carmelitas. Se destacó por su inteligencia, su capacidad organizativa, era emprendedora, práctica, culta, amplia en sus pensamientos, hábil para conseguir ayudas para levantar y sostener asilos para ancianos. En esa tarea la vimos siempre. Estudió enfermería y ella misma nos contaba que había aprendido muchas cosas de la medicina, tal vez por eso sería que al final de los años no quiso recibir quimioterapia cuando le dio cáncer. Diego, tú la mantuviste enterada de todo lo tuyo durante tu proceso de enfermedad, le escribías cartas que están en tus Memorias, donde le contabas con lujo de detalles lo que estabas viviendo. La tía Margarita murió en su comunidad en Cali el 29 de Agosto de 1999, a los 3 años de muerta mamá, a quien quería y admiraba mucho. Se entendían en la manera de ser y de pensar y hasta físicamente eran muy parecidas.

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Nana, la abuela que dejó huella Diego Luis esta bella descendencia viene de la abuela Justiniana Arias, llamada por todos Nana. No la conocimos físicamente, ella murió en el mes de febrero del año 1945 y en ese mismo año, pero en abril, nací yo. Como coincidencia te cuento que el tío Tulio siempre me decía: “Ole, vos si sos la nieta más parecida a Nana”, como para sentirme orgullosa, verdad?.

Familia Restrepo Arias en foto de 1923. Arriba: Carlina, Inés, Ana, Tulio, José, Emilio. Centro: Magdalena, Ritica, Padre Vicente, Mamá Nana, Margarita y Jesús Abajo: Lucía, Mercedes, Jesusita, Teresa y Gabriel

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Mamá y todos los tíos nos hablaron siempre de ella como una mujer muy especial y culta. Cuentan que en el mercado semanal que llevaban del pueblo a la finca la Humareda, siempre venía un libro, porque se tenía como costumbre que en las tardes Nana leyera y las hijas cosieran. A ello se debe que sin estudios académicos todos tuvieran conocimientos amplios en literatura y poesía, buena letra, buena ortografía y conocían los poetas famosos de la época como lo dijo el tío Emilio en sus Memorias escritas en 1922: “Yo tenía en verdad una forma de letra aceptable, sabía emplear la ortografía más o menos correctamente, había leído mucha literatura de mucha clase; era un furibundo admirador de las poesías del maestro Guillermo Valencia, de Enrique Álvarez Henao, de Silva, de Rafael Núñez, de Amado Nervo, de Antonio Gómez Restrepo y otros” Parece que todos los hijos de Nana hicieron el ejercicio de copiar en cuadernos versos de los poetas de moda y todo a punta de vela como Emilio dice en sus memorias: “fueron muchas las velas que yo consumí tratando de descifrar esos intrincados problemas de los verbos irregulares, del que galicado, del gerundio……” Diego Luis, a ti también te llegó esa influencia intelectual de leer poesías, te gustaba Porfirio Barba Jacob, y comprar libros y periódicos.

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La abuela Nana dejó una huella grande en sus 16 hijos, recordemos con admiración como el tío Tulio nos hablaba de ella y también de la tía Magdalena, quien murió a los 30 años dejando un vacío grande en el hogar. Todos nos dijeron que ella fue única, “como ella nadie más” nos repetían y varias veces nos contaron que Tulio, cuando niño, discutiendo con la familia de papá que eran vecinos en la finca La Humareda, les dijo: “ustedes son ricos en ganado y tierras pero no tienen una Magdalenita y nosotros sí”. ¡Cómo te parece Dieguito! El autodidacta tío Emilio Era todo un intelectual, sus escritos lo demuestran y su porte y buena educación lo confirmaron. No se cómo haría, en esa época y sin estudios académicos, para por sí mismo desempeñarse como abogado, aprender inglés y adquirir amplia cultura general. Emilio murió en Salgar el 17 de febrero de 1962 lo tengo muy claro porque en ese mismo año, yo empecé a trabajar. Su muerte fue de repente, en esa noche se había levantado quejándose de un dolor muy fuerte y Ana le dio una pastilla de Mejoral, como no se levantaba en la mañana, Lucía entró y lo encontró muerto. Tú estabas muy niño y a lo mejor no te diste cuenta del dolor y la angustia de todas las tías. Dieguito, las tías no aceptaban con serenidad la muerte, para ellas no fue fácil despedir a sus seres

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queridos, recuerdas que sus duelos eran con mucho llanto, ventanas cerradas, no se podía oír radio, ni escuchar música y ellas vestidas de negro, casi que se enterraban un poco con los que se iban. Lucía que era feliz con las matas y las flores y que según decía “éstas le quitaban la pesadez a la vida”, cuando se murió Nana, las dejó secar, no tuvo más dedicación que llorar y lamentar. Diego Luis, este es otro aprendizaje que hemos tenido, para nosotros aunque sigue siendo triste la despedida de nuestros seres queridos, vemos la muerte como algo natural y la hemos vivido ya tantas veces en la familia, que como nos enseñó Camila es mejor mirarla de frente y en algunas ocasiones sonreírle. Hasta la tía Ritica cambió de concepto, ya le gustaban las muertes de repente, ella decía que si los infartos los vendieran, compraba unos cinco para regalar y su hija Luz Marina tiene una frase que yo le celebro mucho: “la muerte es lo mejor que han podido inventar”. Dieguito, esto lo pensamos nosotros ahora pero para las tías no fue igual. Recordemos lo que le escribió Ana a la hermana Margarita cuando murió Emilio: “!Tristeza, soledad y angustia como la de ese día y esa noche no hay quien la pueda describir! Agreguémosle a esta pena la angustia de la despedida que apenas hacía doce días habíamos dado a la muy adorable Hermana Micaelina, a quien fuimos Emilio y yo a recibir al aeropuerto de 129


Medellín, que estuvo nueve días con nosotros, visitando sus familiares y que nos dejó el alma partida al decirnos al subir al taxi que la conducía: “Hasta la Eternidad!” y pensar que ya Emilio es huésped de lo desconocido y de esta manera tan desconsoladora y angustiosa. Lo único que no nos abandona es la fe. Si su muerte fue llena de angustias y abandono a imitación de la del Buen Jesús, sírvanos de lenitivo que era muy buen católico, nunca dejó sus obligaciones de cristiano A más de que por sus labios nunca se oía difamar a nadie, procurando siempre vivir en paz consigo mismo y con sus prójimos, de ahí que pueda aplicarse a este hermano ésta bienaventuranza: “Bienaventurados los pacíficos, porque de ellos es el reino de los cielos”. Con nosotras iba a ser ya seis años que vivía y jamás lo vimos incomodado o molesto con nada ni con nadie. ¡Qué vacío nos dejó y qué recuerdo de su vida ejemplar y qué desolación en esta casa! Que Dios te ayude y te dé valor para pasar este cáliz tan amargo. Adiós. Ana y hermanas.” Diego recuerdo cómo gozaste con las memorias del tío Emilio, en las que dejó escrito buena parte de su vida, nos confirman lo importante que es escribir y dejar en los libros vivencias y experiencias, que si no estuvieran impresas las desconoceríamos. Por eso estos ejercicios que hemos hecho contigo tienen un lindo significado.

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Al abuelo Vicente Restrepo no lo conocimos, pero ésta es la presentación que nos hace el tío Emilio en sus memorias: “Hombre bondadoso, austero en su vida y costumbres y cuyo recuerdo venerable es un faro que guía mis pasos.”

Diego Luis, la muerte no nos separa porque el amor nunca muere Diego Luis, debes estar cansado con estas recordaciones, aunque cuando estabas aquí te gustaban mucho, pero yo creo que ahora, estos temas ya no te deben interesar tanto, ya todo lo tienes muy claro y sabes que todo está en orden. Yo sí necesitaba hacer este ejercicio con la excusa de poder seguir hablando contigo, que es algo que me hace falta y aunque no estés físicamente a mi lado, lo sigo haciendo diariamente. Diego Luis, la muerte no nos separa porque el amor nunca muere. Seguimos unidos, cuenta siempre conmigo, porque por tu ejemplo voy a decir lo que tantas veces repetía la tía Teresa en sus últimos días: “Señor cuando tú quieras, el barco está ya listo”. Espero me acompañes en mis últimos momentos para que me muestres el sendero que tú ya recorriste y me pueda conectar fácil con esa Luz Divina que te recibió a ti. Con mucho afecto, Inés Elvira 131


“La muerte no nos roba a los seres amados, al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo.” François Mauriac. Francés

En este libro Inés Elvira prolonga la conversación con Diego Luis reviviendo situaciones, recordando historias familiares, y lo más importante, agradeciendo a nuestros antepasados Restrepo Arias la invaluable ayuda que nos prodigaron a los 13 hijos de Mario Vélez Vélez y Jesusita Restrepo Arias

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