Laura Gil Sanz
En un país muy lejano, muy lejano, que de lejano que era
ya no me acuerdo ni dónde, vivía un Rey y una Reina con su querido hijo Jack.
Jack era un príncipe encantador, listo, atento, apuesto… Todas las princesas de los reinos vecinos, y no tan vecinos, querían casarse con él. Todos los días tenía que esperar largas horas en un lugar donde una interminable colección de princesas con sus lacayos se presentaban ante Jack, con la vana esperanza de que él se fijara en ellas. Pero Jack cada día las rechazaba a todas, pues ninguna le parecía lo bastante buena como para casarse con él. Sus padres estaban preocupados. El Rey estaba enfermo y no podía ejercer, pero no quería abdicar en Jack hasta que este no se casara.
Un día, después de una inacabable audiencia con las princesas, Jack fue llamado a hablar con sus padres. Con pasos firmes y seguros, atravesó el pasillo de su castillo de marfil y mármol hasta llegar a la sala de audiencia de los Reyes. Llamó a la puerta de caoba y, al instante, dos guardias le hicieron pasar. El Rey estaba en un cómodo sillón, bebiendo una taza de humeante té para calmar sus dolores de vejez. La Reina, a su lado, leía. Jack carraspeó para hacerse notar. ―Jack, querido mío… ―le saludó la Reina con una brillante sonrisa. ―Hola, madre ―le dijo mientras le daba un sonoro beso en la mejilla.
―Siéntate, Jack ―le dijo su padre con voz cansada, señalando un sillón frente a él.
ISBN 978-84-16484-74-4
El equilibro de Morfeo i
9 788416 484744