El Costo de la Riqueza

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El problema con el PIB es que mide cosas que no importan

S e puede afirmar que el Producto Interno Bruto (PIB) es uno de los conceptos económicos que más ha permeado la cultura popular y los medios de comunicación y es comúnmente utilizado como un indicador del éxito económico de un país y es frecuentemente citado en noticias y discusiones sobre la economía.

En los medios se suele vincular (erróneamente) al PIB con la prosperidad económica y es la base para las cifras de crecimiento económico que aparecen en los medios de comunicación. Nos hemos acostumbrado a escuchar pronósticos de crecimiento económico que proyectan otro año sólido de dos a cinco por ciento de crecimiento en el PIB. Automáticamente asumimos que más crecimiento es inherentemente mejor y que un crecimiento del PIB estancado o negativo es malo. Pocos de nosotros entendemos lo

que realmente significa el crecimiento económico y el PIB y cómo se miden.

El Producto Interno Bruto (PIB) se define como la suma total de todas las transacciones financieras realizadas por hogares, empresas y gobiernos en una economía. Esencialmente, representa el valor monetario total de los bienes y servicios intercambiados y consumidos. Aunque el PIB es un indicador efectivo de la riqueza monetaria y el bienestar financiero, falla al medir el bienestar general de las personas, los hogares, las comunidades y el medio ambiente.

De acuerdo con la métrica del PIB, a medida que producimos y consumimos más, y mientras más dinero cambie de manos y ganemos, el PIB crece. Este crecimiento, expresado en términos de PIB, se asume automáticamente como bueno y refleja una verdadera prosperidad. Sin embargo, ¿realmente es así?

Robert Kennedy, exsenador, resumió las limitaciones del PNB/PIB de la siguiente manera en 1968: «El Producto Interno Bruto incluye la contaminación del aire y la publicidad de cigarrillos, y ambulancias para limpiar nuestras carreteras de la carnicería. Cuenta con cerraduras especiales para nuestras puertas y cárceles para las personas que las rompen. El PNB incluye la destrucción de los bosques de secuoyas y la muerte del Lago Superior. Crece con la producción de napalm, misiles y cabezas nucleares... Y si el PNB incluye todo esto, hay mucho que no comprende. No permite la salud de nuestras familias, la calidad de su educación o la alegría de su juego. Es indiferente a la decencia de nuestras fábricas y la seguridad de nuestras ca-

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lles por igual. No incluye la belleza de nuestra poesía o la fuerza de nuestros matrimonios, ni la inteligencia de nuestro debate público o la integridad de nuestros funcionarios públicos... El PNB no mide ni nuestra astucia ni nuestro coraje, ni nuestra sabiduría ni nuestro aprendizaje, ni nuestra compasión ni nuestra devoción a nuestro país. Mide todo, en resumen, excepto lo que hace que la vida valga la pena».

El PIB y el sistema nacional de cuentas de ingresos han sido utilizados por prácticamente todas las naciones como base para medir su prosperidad económica. Cuando el Banco Mundial compara los ingresos nacionales per cápita, utiliza las cifras del PIB per cápita; lo mismo hace la ONU en su indicador de ingresos y salud económica de las economías —el Índice de Desarrollo Humano— El PIB y las cuentas nacionales de ingresos en general, tienen muchas deficiencias que el marco contable del GPI busca abordar, a saber:

Uno de los grandes problemas del PIB es que no distingue entre los costos y beneficios completos de la actividad económica. Considera que cada gasto es una adición al bienestar, independientemente de su propósito e impacto. Desde esta perspectiva, y re-fraseando a Mark Anielsky y Robert Kennedy, una economía es exitosa si se producen armas y cárceles, no sé si genera seguridad; o si se producen medicinas con sobreprecio, no sé si genera salud; o también al PIB le conviene que las Universidades sean sofisticados fondos de inversión y no que la sociedad sea educada. Al final el PIB confunde el Output con el Outcome.

Por ejemplo, el PIB ignora y excluye las funciones del hogar que están fuera del ámbito del intercambio monetario. Por ejemplo el PIB no toma en cuenta el valor del tiempo dedicado al trabajo doméstico no remunerado, cuidado de niños, cuidado de ancianos, trabajo voluntario y ocio. Sin embargo, las compras de guardería para nuestros hijos, servicios de limpieza de la casa y servicios de cuidado de ancianos del mercado aumentan el PIB.

El PIB tampoco tiene en cuenta el valor y la depreciación de los recursos naturales y el medio ambiente necesarios para mantener el bienestar económico actual y futuro. Los inventarios de recursos naturales y el valor de los recursos naturales y los servicios ambientales no cuentan para nada en el PIB.

El PIB también ignora los costos a largo plazo de la degradación ambiental, centrándose solo en el consumo presente de capital natural. El PIB cuenta la disminución de los recursos naturales como ingresos en vez de como la liquidación de un activo lo cual es una gran paradoja entre lo macroeconómico y lo microeconómico ya que la mayoría de las empresas estarían fuera de negocio si no contabilizaran la depreciación de sus activos lo cual viola tanto los principios contables básicos como el sentido común.

El PIB ignora por completo la distribución de ingresos, los costos sociales de la desigualdad y la pobreza. Los cambios en el PIB son insensibles a la desigualdad de ingresos, la pobreza y la distribución del consumo personal y la riqueza. Un aumento del PIB puede ocultar quién se beneficia más

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del crecimiento económico. A menudo asumimos que si una economía está creciendo, todos los hogares se están beneficiando por igual.

El PIB contiene gastos intermedios lamentables que no necesariamente contribuyen al bienestar económico. Por ejemplo, los costos relacionados con el crimen, los accidentes automovilísticos, los desplazamientos y los gastos en abogados de divorcio pueden considerarse como gastos lamentables, aunque contribuyan al PIB. El gasto gubernamental, denominado «gastos intermedios», como el gasto militar, la protección ambiental y el gasto en prisiones, también pueden considerarse como gastos lamentables.

El PIB incluye gastos en educación, atención médica, servicios sociales y protección ambiental que no reflejan necesariamente los resultados o rendimientos de inversión de dichos gastos. Estos resultados podrían incluir el bienestar físico (por ejemplo, la esperanza de vida), habilidades intelectuales y laborales, logros educativos y la esperanza de vida), habilidades intelectuales y laborales, logros educativos y la calidad del medio ambiente.

Con cerca de 65000 USD al año, Estados Unidos es (sin contar estados petroleros y paraísos fiscales) uno de los tres países del mundo con más riqueza monetaria. De hecho, es el país que más gasta en términos per cápita en educación, salud y seguridad, pero no es el país más educado, ni el más saludable ni el más seguro medido en cualquier indicador (Índice de Desarrollo Humano, índice de Progreso Genuino, Índice de Progreso Social).

Según este último (IPS - Índice de Progreso Social) Estados Unidos rankea #36 en Educación Básica, #39 en salud y #39 en Seguridad 1 .

Probablemente este tipo de paradojas llevaron a Ha-Joon Chang en su libro «Economía para el 99 %» a plantear que «La economía es demasiado importante para dejarla en manos de los economistas2». Esta afirmación, desafía los estereotipos existentes y es tácitamente crítica a los economistas por su falta de humanidad y empatía.

Uno de los puntos de crítica más significativos no solo de Chang sino de un buen número de economistas es la utilización de la riqueza monetaria o el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita como medida de oro frente al progreso ya que el PIB se enfoca en la producción y el consumo de bienes y servicios, pero no tiene en cuenta otros factores importantes como la distribución de ingresos, la calidad de vida, la sostenibilidad ambiental y la felicidad de las personas.

El PIB puede ser bastante engañoso ya que no distingue entre actividades económicas beneficiosas y perjudiciales. Por ejemplo, un desastre natural o un accidente automovilístico pueden aumentar el PIB debido a los gastos en reparaciones y atención médica, pero esto no significa que sea una situación deseable y debido a esto, la medición del bienestar

1 Social Progress Index 2023.

2 Chang, H.J. (2016). Economía para el 99% ed. Buenos Aires: Alfaguara, p. 31.

económico a través del PIB tiene limitaciones significativas y no refleja completamente los costos sociales y ambientales asociados con la producción y el consumo.

En principio el PIB mide el valor monetario total de los bienes y servicios intercambiados y consumidos. Es una buena medida de la riqueza monetaria y el bienestar financiero, pero una mala medida del bienestar general de las personas, hogares, comunidades y el medio ambiente de una nación. En términos de PIB, cuanto más producimos, más consumimos, más dinero cambia de manos y más dinero ganamos, más crece el PIB. Automáticamente asumimos que más crecimiento es inherentemente mejor y que un crecimiento del PIB estancado o negativo es malo. Pero ¿realmente lo es?

Instinto en el concepto del PIB porque desde hace algunas décadas se ha intentado equipar la economía a la generación de riqueza monetaria o PIB. Cuando por ejemplo en los medios incluyendo las redes sociales se habla de «crecimiento económico» casi que indefectiblemente se está hablando de desempeño monetario y no de bienestar humano. No debería ser «crecimiento económico» un sinónimo de «crecimiento en la prosperidad humana» teniendo en cuenta que, en su esencia, la economía es una ciencia social que se ocupa de cómo las sociedades utilizan los recursos limitados para producir bienes valiosos y distribuirlos entre diferentes individuos. Sin embargo, en la práctica contemporánea, la economía ha sido reducida a menudo a un simple juego de números, donde el objetivo principal parece ser maximizar el ingreso por habitante.

Esta obsesión por la riqueza monetaria, reflejada en indicadores como el Producto Interno Bruto (PIB), ha llevado a una visión estrecha y distorsionada de lo que realmente significa la prosperidad. El PIB, aunque útil para medir la producción económica, no tiene en cuenta factores cruciales como la distribución de la riqueza, la calidad de vida, la sostenibilidad ambiental y la felicidad de las personas.

El error radica en asumir que la riqueza monetaria es sinónimo de bienestar. Este enfoque ignora el hecho de que el crecimiento económico puede ir acompañado de desigualdades crecientes, deterioro del medio ambiente y disminución de la calidad de vida. Por ejemplo, un país puede tener un alto PIB, pero también altos niveles de pobreza y desigualdad, baja esperanza de vida, educación deficiente y graves problemas ambientales.

Además, la riqueza monetaria es un recurso finito. No todos pueden ser ricos al mismo tiempo en términos monetarios. En cambio, el bienestar, entendido como la satisfacción de las necesidades básicas y la realización personal, puede ser infinitamente ampliado y compartido entre todos los miembros de una sociedad.

Es hora de que la economía vuelva a sus raíces como una ciencia social y recupere su enfoque original en el bienestar humano. Necesitamos indicadores más amplios y matizados que reflejen la complejidad y la diversidad de las experiencias humanas. Necesitamos políticas que promuevan no solo el crecimiento económico, sino también la equidad, la sostenibilidad y la felicidad.

Historia de la crítica al PIB como medida de bienestar

Afortunadamente existe un consenso creciente de que el PIB y otras medidas económicas de prosperidad son medidas inadecuadas del bienestar, la sostenibilidad y la calidad de vida de las naciones. Aquí una lista de 10 economistas laureados y laureadas con el Premio Nobel de Economía que han expresado críticas y/o reservas con respecto al PIB como medida de Bienestar: (Para mayor detalle ver en Anexos: Historia de la crítica al PIB como medida de bienestar).

1. Simon Kuznets (1971): El propio creador del concepto del PIB, advirtió que no debería ser considerado como una medida de bienestar.

2. Richard Stone (1984): Desarrolló el sistema de cuentas nacionales que se utiliza para calcular el PIB, pero también reconoció sus limitaciones.

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