

Rosa se escondió detrás del banco mientras su madre hablaba con una amiga en el parque. Entonces vio cómo se acercaban unas pezuñas, y al levantar la vista, allí estaban. Tres preciosos unicornios, de pelaje blanco, crines de colores y cuernos de brillantina.


Tomaron té con pastas toda la tarde y, cuando llegó la hora de despedirse, los unicornios decidieron concederle un sorprendente regalo.

—A partir de ahora, tus pedos olerán estupendamente bien, ya que serán ¡pedos de unicornio! —¡Viva! —gritaba Rosa, entusiasmada.

A la mañana siguiente, en la escuela, estaban todos reunidos en la asamblea cuando Rosa se quejó de sentir un dolorcito en su barriga.
—¡Ay! Me duele la tripita, ¡creo que tengo un pedo!

—¡Qué asco, Rosa, ni se te ocurra tirártelo aquí! —dijo Juan, que era algo escrupuloso con las ventosidades.
A partir de 8 años

Rosa acaba de recibir un superpoder: tirarse ¡pedos de unicornio! Compartirá con sus compañeros el desenlace mágico que le trae esta nueva habilidad, transformando una mañana de escuela en risas, brillantina y volteretas.